— Nana, hoy es el día más feliz de mi vida. — Perla se ve en el espejo una y otra vez. Quiere que todo sea perfecto, hoy se compromete con el millonario Damián Schafer, el hombre de sus sueños y fantasías. Lo conoce por revistas y entrevistas, lo ha visto en persona una sola vez, cuando los padres de él fueron a pedir su mano. Ella le sonrió durante toda la cena. El mantuvo un semblante frío, no se hablaron mucho, los padres de ambos acordaron la fiesta de compromiso, la boda y hasta los hijos que debían tener. Sin pedir el consentimiento de ninguno de los involucrados, a ella poco le importaba, solo quería casarse para escapar del dominio de su padre, el hombre que a pesar de amarla, la sobre protege demasiado, sabía que el tarde o temprano la casaría, no la dejaría irse de casa sin estar tener la seguridad de que alguien la cuidaría, ella se considera afortunada, tuvo la suerte de que le escogiera a un hombre guapo y carismático, eso es suficiente para ella.
— Estoy feliz por ti.
— Yo soy la más feliz. — Perla se mira en el espejo de nuevo, el vestido azul le queda como un guante, ella siempre ha sido una joven sencilla, tímida y humilde, no tiene carácter en absoluto, tener un padre controlador la a hecho ser de ese modo. Se ilusiona fácilmente, no conoce la maldad y jamás ha dañado a nadie. Su corazón es de lo más noble. Siempre sonríe y cuida de todos. Pone en práctica lo que ha aprendido, pues a ella toda la vida la han cuidado.
— Ya casi es hora. Debes bajar.
— Antes quiero ver a mi madre. Le tengo que contar lo que pasará hoy. — Perla baja a la sala, ya hay varios invitados, ella saluda a unos pocos y va a la cocina, sale por la puerta trasera al jardín y visita el lugar donde están las cenizas de su madre. Mientras habla con ella escucha unas risas en el jardín. Se asoma y abre la boca con sorpresa. Su prometido y una invitada de la cual desconoce el nombre están ahí, comiéndose a besos con la ropa desordenada, quedan a la vista los pechos de la mujer, y el trasero de su prometido. Ella sabe bien lo que está pasando, pero se hace de la vista gorda. No quiere perder la oportunidad de salir de esa casa. Sabe bien que no podrá si no está casada.
Aunque en su interior quiere romper a llorar, se controla, vuelve a la sala y espera paciente, su prometido regresa mucho tiempo después, los invitados ya se estaban preguntando dónde estaba, anuncian el compromiso y se dan un beso. Un primer beso para la inexperta Perla.
Los días pasan y ella sale a buscar un vestido de novia. Damián le recomendó un lugar , y ella decide elegir algo de ahí, en el local, se encuentra con la chica que vio antes en su jardín, la mujer se presenta cómo Selina, diseñadora y dueña de la boutique, Perla saluda amablemente, la trata muy bien a pesar de todo, quizás ella está enamorada de Damián, por eso actuó cómo lo hizo, Perla no la culpa de nada. Al contrario, trata de entenderla.
— Sabes. Yo salía con tu prometido. — Le confiesa Selina. — Pero lo nuestro terminó, aunque todavía somos amigos.
— Me da mucho gusto, así deberían terminar las relaciones, con amistad. — Contesta ingenuamente.
— ¿No te molesta que me haya invitado a la boda verdad?
— No. En lo absoluto. Eres bienvenida.
— Qué amable. — Las malas intenciones no son notorias para Perla. Ella con ingenuidad le pregunta si puede ayudarla con un vestido. Selina con una sonrisa amistosa e hipócrita le da el vestido más sencillo de su boutique. Sabe que Damián es el que paga, y no quiere hacer que gaste mucho esa esposa que odia, además, muere por dejarla en ridículo con todo el mundo. A Perla le encanta el vestido, es hermoso a pesar de la sencillez. Siente que va acordé a su personalidad.
... El día de la boda llega. Perla tiene una mezcla de emociones, felicidad, miedo, sentimientos extraños, ansiedad. No sé puede echar para atrás. A su padre le daría un infarto.
Ella se casa, y ese mismo día se da cuenta de que su vida será todo, menos feliz. Al terminó de la boda, Damián se la lleva a un departamento muy sencillo.
— Se que no estás acostumbrada a esto. Pero vivirás aquí.
— No hay problema.
— Claro que no lo hay. Eres mi esposa y harás todo lo que yo te ordené. — Perla no entiende porque la trata así. Ella nunca se ha portado mal, lo ha ofendido o ha hecho cosas indeseables. — No me dió tiempo contratar a alguien. Para mañana quiero que todo esté limpio y ordenado, mi desayuno se sirve a las 6, te deje una lista de lo que debes cocinar.
— Yo no sé cocinar.
— Aprendes. No creo que seas tan inútil. — La actitud de él la deja sin palabras, no se parece nada al tipo buena onda y carismático de la televisión. — Tengo que irme.
— Es nuestra noche de bodas. ¿A dónde vas?
— A claro. Primero quieres que te folle, ¿verdad?
— No. Yo sólo. — Damián la atrae a sus brazos.
— ¿Cómo te gusta?
— No sé, yo nunca.
— ¿No me digas que eres virgen?
— No tienes que burlarte de mi. — Ella hace un gesto de molestia.
— No hay problema. Ya te resuelvo. — Damián se la lleva a la habitación y la tira sobre la cama, le da besos apasionados mientras ella lucha por quitárselo de encima, no le agradan esos besos, esas caricias torpes, y mucho menos las mordidas.
— Suéltame.
— Primero me provocas y luego te haces la santa.
— No soy una santa, pero tampoco quiero tener una primera vez así. Suéltame por favor. — Ella lucha por quitárselo de encima, Damián es tan fuerte que no puede y se resigna a lo que viene.
... A su despertar se encuentra con la cama vacía, la noche cubre el cielo y la sábana con sangre le recuerda lo sucedido. Ella no se siente muy bien.
Por la mañana se levanta aún adolorida, va a la cocina en busca de fruta, no hay nada, el refri está totalmente vacío. Ella entonces sale a comprar. Llama a su nana para que la ayude. Y de paso le enseñe lo que debe preparar. También llama a su padre y le pide que deje a su nana vivir con ella. Mientras se adapta a su vida de casada. El acepta con la condición de que no viva con ella. Los recién casados necesitan su espacio. Le dice el.
... En otra parte, Damián ha pasado la noche con su amante. Revisa los estados de cuenta y nota unos gastos en la tarjeta.
— ¿Qué pasa mi amor? — Selina nota el disgusto en su rostro.
— Mi esposa ya está haciendo uso de mi dinero. Aunque es tan tonta que no gasta mucho.
— Es mejor así. Más para mí. — Ella el sonríe.
— Tienes razón.
... Mientras Perla pasa sus días tratando de agradar a su esposo, él pasa los días tratandola peor que a una esclava. Es exigente respeto a lo que quiere comer, a cómo debe estar su ropa, y demas objetos personales. La Nana es de mucha ayuda, le enseña a planchar, lavar, cocinar y de más. Perla está muy agradecida.
Una noche, mientras Perla duerme, Damián llega borracho, ella siente cómo la están moviendo y se despierta de repente. Al ver a su esposo se sobresalta. El la besa, le quita la ropa, y la hace suya sin importarle que ella no quiere, Perla está muy sorprendida, pues desde la noche de bodas no la había vuelto a tocar. Y ahora lo hace, pero de la misma manera agresiva que la primera vez.
A la mañana siguiente, de nuevo despierta sin el a su lado y con mucho dolor. Ella no sabe por qué el actúa así, ¿qué siente por ella? ¿Amor, deseó, odió? Nada de eso. Normalmente la ignora, le hace desplantes, ahora llega y le hace eso. Sabe que es su obligación como esposa, pero honestamente, no disfruta para nada ese acto.
Dos meses pasan, las náuseas empiezan, y ella sospecha que está embarazada. Se lo comunica a Damián muy contenta, quizás el bebé sea la solución a sus problemas, quizás con la existencia de ese hijo, el dejará de comportarse cómo lo ha hecho, Damián en lugar de felicidad, muestra mucho disgusto.
— ¿Cómo fuiste tan estúpida de embarazarte?
— No me embaracé sola. — El le golpea la mejilla, dejándola roja.
— No te atrevas a responderme. Ahora mismo vamos al hospital. Te van a sacar esa cosa.
— ¿Qué? — Un temor nace en el corazón de ella. — ¿No hablas en serio? Es tu hijo.
— Sólo te he tocado dos veces. Yo dudo que sea mío. Y aunque lo fuera, no está en mis planes ser padre contigo. Ya tengo una mujer que amo.
— ¿Si amas a otra por qué te casaste conmigo?
— Por interés. Por qué tú padre es asquerosamente rico, y porque mis padres me obligaron.
— ¿Qué van a pensar ellos si se enteran de lo que quieres hacer?
— Ellos nunca se van a enterar. Si mencionas algo te corto la lengua. Y no estoy jugando. — Damián la jala hasta el elevador, la mete a su auto, ella en todo el camino le suplica que no la haga perder a su bebé. Pero el no escucha razones.
Cuándo están a punto de solucionar el problema, ella le ofrece dinero al doctor, pero esté tiene órdenes precisas. Así que no acepta. Perla pasa por el dolor más insoportable, le arrebatan la oportunidad de tener un hijo que no tenía la culpa de nada. Ella pasa días llorando, extrañando a su bebé, lamentándose el haberle dicho a ese mal hombre sobre su existencia.
— ¿Dónde está mi cena? — Damián llega enojado, se supone que ella debería tener todo listo, pero no hay nada.
— No te mereces ni un saludo de mi parte. Eres el ser más vil, más perverso, y más despiadado que he conocido.
— Me halagas. — Se burla.
— Quiero el divorcio. — Una mano se estrella en su mejilla.
— ¿Estás enojada? No te he puesto atención estos días. ¿Es eso verdad?
— No me toques. Me das asco, me repugna tu cara. — Damián se burla y la tira en el suelo. Se empieza a desvestir y se echa encima de ella. Sujetándola con fuerza.
— Te voy a enseñar a respetarme. — El le rompe el vestido y la pone de espaldas. De manera agresiva le práctica sexo de diferentes maneras. Para al final dejarla tirada en el suelo muy lastimada.
Perla se queda ahí lo que resta de la noche, pasando frío, ella no tiene fuerzas para levantarse. Su nana la ve en la mañana y la ayuda a llegar a su habitación, le pregunta que sucedió, pero Perla parece una muerta viviente. No emite sonidos, palabras o cosas que se le parezcan. Su nana la baña cómo si fuera una niña, la cambia y la peina. Cuando Damián regresa ella lo encara, le pregunta que le hizo a su niña.
— No se meta en donde no la llaman. Vieja metiche.
— La señorita Perla es cómo una hija para mí.
— Pero no es su hija. Usted haga lo que le corresponde y no interfiera en asuntos que no le competen.
— El señor se va enterar de esto.
— ¿Y quién se lo va decir? ¿Una sirvienta?
— Así cómo me ve, el señor me tiene mucha confianza. Si le digo que usted violento a su hija lo meterse a la cárcel. — Damián toma un objeto del departamento y golpea a la mujer en la cabeza. Perla reacciona al escuchar el ruido de algo rompiéndose, ella sale de la habitación y se encuentra con su nana tirada en el piso. Trata de llamar a una ambulancia, pero, el infeliz de su esposo no se lo permite. El llama a sus empleados y le piden que se lleven a la mujer.
— Arrojenla en cualquier lado. Hagan que todo parezca un accidente.
— Si señor.
— ¿Cómo pusiste?
— Ella me amenazó. Y si no quieres que tú papi termine así, tendrás que hacer todo lo que yo te ordenó. — Damián la toma de la blusa y la levanta del piso. — ¿Me has entendido? — Perla asiente temerosa. Ella no podrá soportar una perdida más. Su padre en lo único que le queda.
... Un año pasa, la vida de Perla va de mal en peor. Ante la sociedad, ella es una mujer felizmente casada. Con una vida envidiable y un marido muy amable. Sin embargo, detrás de las puertas, sufre en silencio, siento violentada y maltratada de todos las maneras.
Ella quedó embarazada de nuevo, cuando tenía cinco meses, no se podía ocultar más, Damián la golpeó hasta casi matarla. Ella lucho por salvar a su bebé, pero fue en vano, el mismo medico que la hizo abortar, mintió ante todos, dijo que ella se había caído.
Su padre incluso la regaño, el ansioso por tener un nieto, y su hija sin siquiera comunicarle que estaba embarazada, ¿aunque cómo podría hacerlo? Cada vez que habla con él, su esposo está presente, al igual que en las visitas que le hacían, y la tiene amenazada con matarlo.
Su vida no le importa, pero la de su padre si. Por eso hasta ahora se ha portado cómo la esclava de su marido. Sus días en el hospital fueron cortos para ella. Hubiera deseado quedarse un poco más. Sin embargo, no podía. Lo raro fue que cuándo volvió a su casa, no llego al departamento de siempre, Damián la llevó a una mansión, eso le pareció muy extraño. Pero lo comprendió al poco tiempo, pues su padre fue a visitarla. Es por eso que no podía dejarla en ese miserable departamento.
Su sorpresa fue que no viviría sola. Selina estaba ahí. Dispuesta a hacer de su vida un infierno aún más doloroso.
Ahora no era únicamente la esclava de su esposo, también de la amante.
— Recoge mi ropa. Se lava a mano, son prendas muy delicadas.
— Si son tan delicadas lava tu misma. — Respondió molesta.
— ¿Amor ya viste cómo me habla tu gata? — Selina hizo una escena.
— Haz lo que ella te ordena. Recuerda tu lugar.
— Yo soy tu esposa. La que debe recordar su lugar es ella. Es tu puta, nada más. — Damián la tomó del cabello y la arrastró hasta la nueva habitación, ella gritaba, mientras la otra se reía de su desgracia, Damián la recargo de espalda contra un mueble, le arranco la ropa, después sin cuidado entró en ella y la forzó a tener relaciones.
— No la vuelvas a llamar puta. Ella es mil veces mejor que tú. — Le dijo tras dejarla tirada en el piso.
... Por la noche, Perla escuchó ruidos en la habitación de al lado. Eran los gemidos de su esposo, y los de esa zorra que tiene viviendo ahí. Ella cerró la puerta y se acostó a dormir, aunque solo vinieron a su mente recuerdos dolorosos, su bebé que ya tenía cinco meses. Ella incluso lo soñaba. Estaba a punto de saber si era un niño o una niña, pero le arrebataron sus sueños. Apenas cierra los ojos cuando la luz del sol ya empieza a entrar por su ventana, parece que pasó toda la noche en vela.
Ella se levanta, ve a su esposo y amante desayunado de los más felices, pero pasa de largo. Sus ganas de vivir se han ido, ella apenas come algo de lo que le sirven en la cocina. Se ducha cada tres días, no se arregla, no se viste bonito, ni sonríe.
— Pareces un muerto viviente. — Es la burla que escucha a diario. Pero no le da importancia. Ahora Damián va solo a todos lados. Siempre con el pretexto de que su esposa está mal por la perdida de su hijo.
Tres años después, a Damián se le ocurre llevarla a una fiesta de gala, ella no quiere, vivir en las sombras le gusta más, ahí no tiene que fingir, le dice a el que lleve a su amante.
— Lo haría. Pero las personas con las que hago negocios son especiales, les gusta ver matrimonios sanos, como el nuestro. — Se burla el.
— Me importa un comino.
— No empieces. Ya sabes de lo que soy capaz. ¿Quieres que tú papá acompañe a tu nana? — Perla lo observa con un odió imposible disimular, toma el vestido que el le llevó, acepta que la maquillen, y usa tacones después de tanto tiempo. Ella baja hecha una verdadera princesa. Y no pasa desapercibido para nadie. — Mírate. Así no das asco. — Perla no le da importancia a sus estupideces, él entonces le da el brazo, de mala gana, lo toma y se van con él. Para ella no es visible que su esposo se la está comiendo con los ojos, lo único que quiere es regresar a su casa y dormir, así puede soñar con los hijos que perdió.
Damián nota que muchos hombres voltean a verla, eso le incomoda. En todo momento está pegado a ella, cómo un chicle. Perla no puede más, ella sale a refrescarse un ratito, ahí se encuentra con Mauricio Stone, un magnate muy rico, del que hay rumores en toda la ciudad, pues la gente piensa que el el gay, la sociedad lo juzga, y los magnates de mente cerrada no quieres hacer negocios con el. Ella no le da importancia a su presencia, no lo saluda ni intenta hacerle platica. No tendrían de que hablar. Ambos se miran por un breve momento y ella se marcha sin decir nada.
En la fiesta, su esposo está vuelto una furia, la perdió de vista un momento y ahora no está, al verla llegando le regresa el alma, el habla con un matrimonio que se me muy feliz y la presenta. Perla finge ser una personita felizmente casada. La pareja cierra el trato con Damián y este les pide disculpas, pues ya se tiene que retirar.
En el auto, Damián le pregunta con quién desapareció.
— Fuí a tomar aire.
— ¿Y con quién estuviste?
— Sola.
— En la foto no te vez muy sola. — El le muestras una imagen. — ¿Qué hacías hablando con el?
— No cruzamos palabras. Y el no tiene por qué preocuparte. Toda la ciudad dice que es gay.
— Eso dicen, pero nada está confirmado. Quiero que estés lejos de cualquier hombre, no me gusta que toquen lo que es mío. — Ella se ríe.
— Yo no soy tuya.
— ¿Quieres que te lo demuestre? — Perla sabe lo que le espera en caso de aceptar. Ella se niega con la cabeza agachada. — Eso pensé. — Al volver a casa, Ambos se encuentran con el hermano de Damián, esté al ver a la mujer que lleva se sorprende mucho, pues según el, sólo Selina vivía en la mansión.
— Hermano. — Los dos se saludan, Perla huye a su habitación. — Tu mujer se ve muy guapa hoy. ¿Me la prestas?
— Tú no cambias.
— Siempre hemos compartido juguetes. Déjame usarla está noche.
— Tendrá que ser después de mi. — Damián sube a su habitación con llave en mano. Abre y se mete a la cama. Perla no está dormida, el se acomoda en la cama.
— Vete de mi habitación.
— Primero quiero hacer algo. — Damián se desnuda frente la atenta mirada de su esposa. Ella intenta esconderse en el baño, sin embargo es detenida y golpeada por el salvaje de su esposo. — No te resistas. Es peor cuándo lo haces. — Ella no le hace caso, ya no quiere que ese tipo la embaracé y le haga perder a sus bebés. Ella lucha con todas sus fuerzas, pero Damián sólo se burla del esfuerzo en vano, la golpea en el rostro hasta dejarla inconsciente. Dando menos molestias, abusa de ella hasta que se cansa. Sale de la habitación y llama a su hermano. — Toda tuya. — Dionisio entra, y al ver a la mujer desnuda sonríe. Poco le importaba si su hermano ya la uso, el también se quiere dar ese gusto.
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