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Corazón Zombificado

Cap 1. Introducción.

En una isla remota en el sur del océano marítimo, resonaban los llantos de dos pequeños bebés. Sus voces frágiles se mezclaban con el susurro del viento y el murmullo de las olas que acariciaban la costa. La isla, envuelta en un misterioso halo de niebla, era conocida entre los marineros como un lugar donde los destinos se entrelazaban de manera inexplicable.

La madre, abrumada y sentada en un rincón, miraba por la ventana con frustración mientras los pequeños seguían llorando. Con el periódico en las manos, encontró el número de un orfanato. Con cautela, tomó su teléfono y marcó el número, sintiendo un atisbo de alivio anticipado mientras esperaba que alguien respondiera al otro lado de la línea.

La voz del hombre en el otro extremo de la línea confirmó la conexión y la mujer procedió con su plan. Sin mostrar señales de duda o remordimiento, negoció la venta de los bebés por una considerable suma de dinero. Era una situación inusual, ya que la mujer no era la verdadera madre de los pequeños.

A partir de un rato después, se escuchaba cómo los sonidos de autos se acercaban a la pequeña cabaña y hombres vestidos de negro bajaron de ellos. Tocaron la puerta y la respuesta fue inmediata. La puerta se abrió y apareció una mujer de cabello claro y piel pálida. Sin titubear, entregó dos pequeños bultos envueltos en mantas a los hombres.

Los autos se alejaron rápidamente, llevándose consigo a los bebés. La mujer cerró la puerta y suspiró, sabiendo que había vendido a los niños a un Orfanato. Sin embargo, la realidad era mucho más oscura. Esa institución no era un lugar de cuidado y protección, sino una fachada para una organización de doctores locos que realizaban experimentos con los pequeños.

Dentro del siniestro complejo, los niños serían sometidos a pruebas y procedimientos inhumanos. La mujer, sin saber de la gravedad de su acción, prefirió no pensar en el destino que les aguardaba a los bebés.

Dentro del siniestro complejo, los niños fueron llevados a una sala oscura y fría. El sonido de instrumentos metálicos resonaba en el aire. Un grupo de científicos, con batas manchadas y miradas perturbadas, se reunió alrededor de los pequeños. Empezaron a discutir entre ellos, señalando y tomando notas.

Mientras tanto, en la cabaña, la mujer trataba de ahogar su culpa con una copa de vino. Sabía que su acto no tenía justificación, pero la desesperación y la necesidad habían nublado su juicio. La promesa de una gran suma de dinero había sido irresistible, y ahora no había vuelta atrás.

En el laboratorio, uno de los doctores, el líder de la organización, se acercó a los bebés con una jeringa en la mano. "Este es solo el comienzo", murmuró, mientras inyectaba una sustancia desconocida en los pequeños cuerpos. Los experimentos eran crueles y despiadados, buscando transformar a los niños en sujetos de prueba para sus macabras investigaciones.

Los días se convirtieron en semanas y los bebés, sometidos a constantes torturas, comenzaron a mostrar signos de cambio. La organización continuó con sus prácticas, sin importarles las vidas inocentes que destruían en su obsesión por el conocimiento prohibido.

Mientras tanto, rumores empezaron a circular en la pequeña comunidad sobre la desaparición de varios niños. Nadie sospechaba de la mujer, que mantenía su fachada de respetabilidad y discreción. Sin embargo, su conciencia no la dejaba en paz, y cada noche los llantos de los bebés resonaban en sus pesadillas.

Con el paso de los meses, los experimentos en los niños continuaron sin cesar. A medida que las sustancias inyectadas alteraban sus cuerpos y mentes, los pequeños comenzaron a mostrar signos de un cambio inquietante. Sus pieles se volvieron pálidas y frías, y sus ojos adquirieron un brillo extraño y sobrenatural. Sin embargo, a pesar de su apariencia cadavérica, sus pensamientos y sentimientos empezaron a desarrollarse de maneras inesperadas.

Una noche, en el laboratorio, uno de los científicos más jóvenes, llamado Alex, se acercó a los niños con una mezcla de curiosidad y compasión. Había observado de cerca los cambios y notado que, aunque parecían estar transformándose en algo no humano, sus ojos reflejaban emociones. Alex comenzó a pasar más tiempo con ellos, estudiando sus reacciones y tratando de entender su naturaleza.

Alex era un hombre joven, inteligente y ambicioso, pero con un profundo sentido de empatía que lo diferenciaba del resto de sus colegas. Había ingresado a la organización buscando avances científicos, pero no había anticipado la crueldad que se escondía detrás de las puertas del complejo. Al ver los efectos de los experimentos, comenzó a cuestionar sus propios motivos y la ética de su trabajo.

Un día, mientras estaba solo en el laboratorio, Alex decidió arriesgarse a interactuar directamente con uno de los niños, una niña llamada Nikki Con cuidado, la liberó de sus ataduras y la llevó a una pequeña sala apartada. A pesar de su apariencia de zombie, Nikki lo observó con una mezcla de miedo y curiosidad.

"Hola, Nikki" , dijo Alex suavemente, tratando de no asustarla. "Sé que puedes entenderme. No te haré daño. Solo quiero ayudarte." Nikki, aunque no podía hablar aún, asintió levemente, mostrando que comprendía. Con el tiempo, Alex se ganó su confianza y comenzó a notar que Nikki y su hermano, Nikko compartían un vínculo especial. A través de gestos y miradas, los dos niños se comunicaban de una manera profunda y emocional.

Mientras Alex seguía trabajando en secreto para entender y ayudar a los niños, comenzó a notar que sus sentimientos y pensamientos se desarrollaban cada vez más. Nikki y Nikko, no solo eran capaces de comprender, sino que también empezaron a mostrar signos de afecto y cariño, tanto hacia él como entre ellos.

Una noche, mientras Alex revisaba los resultados de sus estudios, fue interrumpido por su colega, el Dr. Thompson, un hombre despiadado y sin escrúpulos. "¿Qué haces aquí, Alex?", preguntó Thompson con sospecha. "Estos sujetos son nuestros experimentos, no juguetes para tu compasión."

Alex se dio cuenta de que su tiempo se estaba agotando. Necesitaba actuar rápidamente si quería salvar a los niños de un destino aún más oscuro. Esa misma noche, ideó un plan para escapar del complejo con Nikki y Nikko. Sabía que sería peligroso, pero no podía permitir que los pequeños siguieran sufriendo.

En una carrera contra el tiempo, Alex preparó todo lo necesario para la huida. Cuando llegó el momento, llevó a Nikki y Nikko a una salida trasera, esquivando las cámaras de seguridad y los guardias. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de alcanzar la libertad, fueron descubiertos.

Los guardias, alertados por el Dr. Thompson, se abalanzaron sobre ellos. Alex luchó con todas sus fuerzas, decidido a proteger a los niños. En medio del caos, Nikki y Nikko demostraron habilidades sorprendentes, fruto de los experimentos. Con fuerza y determinación, se defendieron, mostrando que, a pesar de su condición, eran mucho más que simples sujetos de prueba.

Pero, Fueron cerrados en una habitación con seguridad y Alex, llevado a fuerza por aquella oscura niebla, una calle sin retorno. Un cuarto para terminar con su vida, con un solo toque.

Nikki y Nikko, regresaron a sus camas con cadenas, dándole a su supuesta libertad fin y siguieron dándole medicamento, medicinas e inyecciones.

El inicio del Brote.

En el silencio inquietante del laboratorio, algo insidioso comenzó a tomar forma. Las pruebas y los experimentos que los científicos realizaban no solo alteraban los cuerpos y mentes de los sujetos de prueba, sino que también liberaban una fuerza mucho más oscura y peligrosa. Sin que los doctores lo supieran, una cepa viral desconocida se había desarrollado a partir de las sustancias inyectadas en los pequeños.

El virus, inicialmente inofensivo y latente, se propagaba lentamente entre los sujetos de prueba. Los primeros signos fueron sutiles: un ligero aumento en la temperatura corporal, pupilas dilatadas y una leve agresividad. Pero con el paso de los días, los efectos se intensificaron. La mayoría de los sujetos, incapaces de controlar sus acciones, comenzaron a mostrar comportamientos erráticos y violentos, sus cerebros totalmente dominados por el virus.

De los sesenta niños sometidos a los experimentos, solo diez demostraron una resistencia y adaptación excepcionales. Entre ellos, Nikki y Nikko se destacaban. Sus habilidades físicas se incrementaron, pero también lo hicieron sus instintos primarios. Sus ojos, antes reflejo de emociones humanas, ahora brillaban con una intensidad febril y peligrosa.

Los científicos, al notar estos cambios, redoblaron sus esfuerzos para contener y estudiar el fenómeno, pero sus intentos fueron en vano. Los otros cincuenta niños no tuvieron la misma suerte.

El virus, alimentado por la desesperación y el sufrimiento, se propagó rápidamente en ellos, transformándolos en zombis sin conciencia ni control. Las instalaciones, una vez controladas y seguras, se convirtieron en un caos de gritos y violencia. Los zombis, impulsados por un hambre insaciable, atacaban a todo aquel que se cruzaba en su camino, extendiendo el caos y el pánico.

Con Alex ya muerto a manos del despiadado Dr. Thompson, no había nadie dentro del complejo dispuesto a arriesgar su vida para salvar a los niños. El brote continuó extendiéndose sin control, y la situación dentro del laboratorio se volvió cada vez más desesperada.

Mientras tanto, en la comunidad cercana a la isla, los rumores de extraños comportamientos y desapariciones se intensificaron. Las autoridades, alarmadas por los informes de violencia inexplicable, decidieron intervenir. Sin embargo, no estaban preparados para enfrentar lo que se avecinaba.

La isla, envuelta en una creciente niebla de miedo y confusión, se convirtió en el epicentro de un brote que amenazaba con extenderse más allá de sus límites. El virus, con una voracidad insaciable, continuaba reclamando víctimas, convirtiendo a la remota isla en un lugar de pesadilla y desesperación

Nikko, consciente de su nueva realidad, decidió tomar medidas. Comprendía que era diferente, no solo por su resistencia al virus, sino también por las habilidades que había adquirido. Sabía que no podía quedarse de brazos cruzados mientras el caos se apoderaba de la isla.

Con la ayuda de su hermana Nikki, comenzó a planear una estrategia para escapar del laboratorio y encontrar una manera de detener el virus. "Necesitamos encontrar el origen de esta cepa y ver si hay alguna forma de neutralizarla," le dijo a Nikki con determinación. Nikki asintió, confiando plenamente en el juicio de su hermano.

Armados con su ingenio y habilidades mejoradas, los dos hermanos se movieron con sigilo por los pasillos del laboratorio, evitando a los científicos y a los zombis que una vez fueron sus compañeros. En el corazón del complejo, encontraron una sala secreta llena de documentos y muestras. Allí, entre los archivos polvorientos y los equipos de laboratorio abandonados, descubrieron la verdad.

El virus no había sido un accidente. Había sido diseñado como una arma biológica por el Dr. Thompson, un hombre obsesionado con la idea de crear una raza superior. Sin embargo, su experimento había salido terriblemente mal, y ahora el precio de su ambición era la destrucción de la isla y la vida de inocentes.

Con esta nueva información, Nikko y Nikki sabían que tenían que actuar rápidamente. Encontraron una fórmula potencial para revertir los efectos del virus en uno de los diarios del Dr. Thompson. Sin embargo, necesitarían tiempo y recursos para producir el antídoto en cantidades suficientes.

Mientras trabajaban febrilmente para sintetizar el antídoto, los zombis continuaban su ataque dentro del laboratorio. Los pocos científicos que aún quedaban con vida intentaban defenderse, pero sus esfuerzos eran inútiles contra la horda cada vez mayor de infectados.

Finalmente, después de horas de trabajo ininterrumpido, Nikko y Nikki lograron crear una pequeña cantidad del antídoto. Sabían que no sería suficiente para todos, pero era un comienzo. Con valentía y determinación, los hermanos comenzaron a administrar el antídoto a los niños que aún no habían sucumbido completamente al virus.

Mientras tanto, las autoridades, que ya habían llegado a la isla, se enfrentaban a la dura realidad del brote. Soldados y médicos trabajaban juntos para contener a los infectados y proteger a los sobrevivientes. Pero sin el conocimiento de lo que realmente estaba sucediendo dentro del laboratorio, sus esfuerzos eran caóticos y desorganizados.

Nikko y Nikki sabían que debían salir y contarles la verdad. Con el antídoto en mano, se abrieron camino a través del caos, enfrentándose a zombis y esquivando a los soldados confundidos. Finalmente, lograron salir del laboratorio y dirigirse hacia el puesto de mando de las autoridades.

Allí, exhaustos, pero determinados, contaron todo lo que sabían. Les mostraron el antídoto y explicaron cómo podían usarlo para salvar a los infectados y detener la propagación del virus. Con esta nueva esperanza, las autoridades redoblaron sus esfuerzos para contener el brote y comenzaron a distribuir el antídoto.

La batalla por la isla estaba lejos de terminar, pero con Nikko y Nikki al frente, ahora había una chispa de esperanza en medio de la oscuridad. La lucha por la supervivencia y la redención acababa de comenzar.

Mientras las autoridades comenzaban a distribuir el antídoto entre los infectados, la situación en la isla seguía siendo crítica. Los zombis aún superaban en número a los humanos, y cada esquina del laboratorio estaba llena de peligros. Nikko, decidido a proteger a su hermana y a los demás niños sobrevivientes, asumió el liderazgo en la lucha por la supervivencia.

Con la ayuda de las autoridades, Nikko organizó un plan para evacuar a los supervivientes más vulnerables a una zona segura en la isla. Sin embargo, el brote no solo había afectado a los sujetos de prueba; varios científicos también habían sido infectados, lo que complicaba aún más la situación.

Durante la evacuación, Nikko y su equipo se encontraron con un grupo de soldados atrapados en una sección del laboratorio. Estos soldados, liderados por el teniente Marcos, estaban luchando contra una horda de zombis y necesitaban refuerzos desesperadamente. Nikko, viendo una oportunidad para ganar aliados y aumentar sus posibilidades de éxito, decidió intervenir.

Con una combinación de astucia y coraje, Nikko y los soldados lograron repeler a los zombis y asegurar la zona. "Gracias por la ayuda," dijo el teniente Marcos, visiblemente agotado. "No sabíamos cuánto más podríamos resistir."

"Tenemos que trabajar juntos si queremos salir de esta," respondió Nikko. "Sabemos cómo sintetizar el antídoto, pero necesitamos tiempo y recursos. Podemos ayudar a salvar a más personas si unimos fuerzas."

Juntos, formaron un equipo mixto de científicos, soldados y supervivientes. Se dividieron en dos grupos: uno se encargaría de proteger a los que estaban recibiendo el antídoto, mientras que el otro, liderado por Nikko, buscaría más suministros y recursos necesarios para producir más antídoto.

Mientras exploraban el laboratorio en busca de suministros, Nikko y su equipo descubrieron una sección subterránea que parecía haber sido sellada intencionalmente. Forzando la entrada, encontraron un laboratorio aún más secreto, lleno de equipos avanzados y documentos que revelaban experimentos aún más oscuros realizados por el Dr. Thompson. Aquí, Nikko encontró pruebas de que el virus había sido diseñado para evolucionar rápidamente, lo que significaba que podría volverse inmune al antídoto si no actuaban rápidamente.

"Esto es peor de lo que pensábamos," dijo Nikko, mostrando los documentos a su equipo. "Tenemos que acelerar la producción del antídoto y distribuirlo antes de que el virus mute y sea demasiado tarde.

"El equipo trabajó sin descanso, enfrentándose a zombis y sorteando trampas dejadas por el Dr. Thompson. Mientras tanto, el teniente Marcos y su grupo mantenían a raya a las hordas de zombis, permitiendo a los científicos avanzar con la producción del antídoto.

Finalmente, después de una serie de batallas agotadoras y con la ayuda de los recursos encontrados en el laboratorio secreto, Nikko y su equipo lograron producir una cantidad significativa del antídoto. Empezaron a distribuirlo rápidamente entre los supervivientes, observando con alivio cómo muchos comenzaban a mostrar signos de recuperación.

Sin embargo, el Dr. Thompson, quien había estado oculto todo este tiempo, no estaba dispuesto a rendirse. En un último intento desesperado, liberó una versión aún más potente del virus, transformándose él mismo en un monstruo casi indestructible. Nikko y su equipo sabían que esta sería la batalla final.

Con valentía y determinación, enfrentaron al Dr. Thompson en una confrontación épica dentro del laboratorio. Utilizando todo lo que habían aprendido y desarrollado, lograron finalmente derrotarlo, pero no sin grandes sacrificios.

La isla, aunque devastada, comenzó a recuperarse. Las autoridades, ahora con una comprensión completa de lo que había sucedido, trabajaron para contener y eliminar cualquier rastro del virus restante. Nikko y Nikki, habiendo sobrevivido a la peor pesadilla imaginable, se convirtieron en símbolos de esperanza y resistencia.

La lucha no había terminado, pero con el antídoto en mano y la determinación de reconstruir, los supervivientes comenzaron a mirar hacia un futuro más brillante. Nikko, mirando hacia el horizonte, sabía que siempre recordarían los horrores vividos, pero también las lecciones aprendidas y la fuerza encontrada en medio del caos.

Capítulo 3: Traición y Perdida.

Nikko miraba el horizonte con una mezcla de incertidumbre y dolor. La isla, que había sido su refugio, ahora se sentía como una prisión. Los rumores sobre el brote del virus se habían esparcido como el fuego, pero había algo más que lo perturbaba, algo que no podía ignorar.

La traición siempre llega de donde menos se espera. Nikko lo sabía, pero nunca imaginó que vendría de alguien tan cercano. La desconfianza empezó a infiltrarse en el campamento como un veneno invisible, y las miradas furtivas y los susurros se volvieron comunes.

Una noche, mientras Nikko revisaba los suministros en el almacén, escuchó pasos sigilosos. Apagó la linterna y se escondió detrás de unas cajas. A través de la penumbra, vio a Kaito, su mejor amigo y confidente, sacando raciones de comida y agua. Nikko sintió un nudo en el estómago. ¿Por qué Kaito haría algo así? Decidió confrontarlo.

—¿Qué estás haciendo, Kaito? —preguntó Nikko, saliendo de su escondite.

Kaito se sobresaltó, sus ojos reflejaban la culpa y el miedo.

—Nikko... yo... no es lo que parece —balbuceó Kaito.

—Entonces explícame —exigió Nikko, tratando de mantener la calma.

Kaito vaciló, pero finalmente habló.

—Hay gente en la isla... personas que necesitan estos suministros. No puedo dejarlos morir.

La revelación golpeó a Nikko como un mazazo. No solo había un brote de virus, sino también otros sobrevivientes en la isla. Pero Kaito había actuado a espaldas de todos, poniendo en riesgo la seguridad del grupo.

—Esto es traición, Kaito. Nos has puesto a todos en peligro —dijo Nikko con voz dura.

Kaito bajó la cabeza, consciente de la gravedad de sus acciones.

—Lo sé, pero no podía quedarme de brazos cruzados. Debes entender, Nikko, lo hice por una buena razón.

Nikko se sentía dividido entre la lealtad a su amigo y la responsabilidad hacia su grupo. La confianza se había roto, y con ella, una parte de su propio ser.

—Tendremos que decidir qué hacer contigo, Kaito. Pero por ahora, regresa al campamento. No digas nada a nadie —ordenó Nikko.

Kaito asintió y se marchó en silencio, dejando a Nikko solo con sus pensamientos. La traición había sido descubierta, pero las consecuencias aún eran inciertas. Y mientras el virus continuaba su avance implacable, Nikko sabía que las pérdidas solo estaban comenzando.

Esa noche, Nikko no pudo dormir. Las palabras de Kaito resonaban en su mente, mezcladas con el sonido de las olas golpeando la orilla. La moralidad de la situación era compleja; ayudar a otros en necesidad era lo correcto, pero hacerlo a escondidas y poniendo en peligro a todos no lo era. Decidió que necesitaba consejo, así que fue a ver a Aiko, la líder del campamento.

Aiko estaba despierta, trabajando en su tienda, su rostro iluminado por la luz de una lámpara de aceite.

—Aiko, necesito hablar contigo —dijo Nikko, entrando.

Aiko levantó la vista y, al ver la seriedad en el rostro de Nikko, supo que no era una conversación trivial.

—¿Qué sucede, Nikko? —preguntó ella, dejando a un lado sus papeles.

Nikko le contó todo, desde la traición de Kaito hasta la revelación de otros sobrevivientes en la isla. A medida que hablaba, podía ver la preocupación crecer en los ojos de Aiko.

—Esto es grave —dijo Aiko cuando Nikko terminó—. Pero debemos manejarlo con cuidado. La noticia de otros sobrevivientes puede causar pánico, y no podemos permitirnos eso ahora.

—¿Qué hacemos con Kaito? —preguntó Nikko.

Aiko suspiró, considerando sus opciones.

—Necesitamos confrontarlo delante del grupo, pero de una manera que no cause división. Hablaré con él primero, y luego convocaremos una reunión. Debemos ser transparentes, pero también protectores.

Nikko asintió, sintiéndose un poco más tranquilo sabiendo que Aiko tenía un plan. Salió de la tienda y se dirigió al campamento, donde encontró a Kaito sentado solo, mirando el fuego.

—Aiko quiere hablar contigo —le dijo Nikko.

Kaito asintió, levantándose lentamente. No intercambiaron palabras mientras caminaban hacia la tienda de Aiko, pero el silencio entre ellos estaba cargado de tensión.

Aiko los esperaba, y cuando Kaito entró, Nikko se quedó afuera, dejando que hablaran en privado. Miró el cielo nocturno, preguntándose cómo habían llegado a este punto. La traición de Kaito era un golpe, pero la revelación de otros sobrevivientes traía consigo una nueva esperanza y nuevos peligros.

Poco después, Aiko salió con Kaito.

—Vamos a convocar una reunión —anunció Aiko, su voz firme—. Todos deben saber lo que está pasando.

La reunión fue tensa. Aiko explicó la situación con calma, revelando la existencia de otros sobrevivientes y la necesidad de ayudarles, pero también la traición de Kaito. El campamento reaccionó con una mezcla de sorpresa, miedo y enojo.

—Debemos unirnos más que nunca —dijo Aiko, mirando a cada uno de los presentes—. La traición es grave, pero también debemos entender las razones detrás de ella. Kaito actuó por compasión, aunque de manera equivocada. Decidiremos juntos cómo proceder, pero también debemos enfocarnos en protegernos y ayudar a aquellos que lo necesiten.

Nikko observó cómo el grupo discutía y finalmente llegaba a un consenso. La confianza no se restauraría de la noche a la mañana, pero estaban dispuestos a trabajar juntos para enfrentar las nuevas amenazas.

Esa noche, Nikko se dio cuenta de algo importante. La traición había sido una lección dolorosa, pero también había revelado la fortaleza del grupo. Y mientras el virus continuaba su avance, sabían que solo unidos podrían superar lo que venía.

A la mañana siguiente, el campamento estaba envuelto en una calma tensa. La noche anterior había dejado una marca profunda en todos, y ahora cada paso, cada mirada, estaba cargada de una nueva cautela. Nikko se levantó temprano, decidido a aprovechar el día para organizar la próxima fase de su plan.

Sabían que la prioridad inmediata era asegurar más suministros y explorar la isla en busca de los otros sobrevivientes. Nikko se reunió con Aiko para discutir la logística.

—Necesitamos un equipo de exploración —dijo Nikko—. Alguien tiene que ir y encontrar a esos sobrevivientes, asegurarse de que no estén infectados y ver qué necesitan.

Aiko asintió, mirando el mapa que tenían extendido sobre la mesa.

—Kaito debe formar parte de ese equipo —dijo ella—. Será una oportunidad para que recupere la confianza del grupo. Además, conoce el terreno mejor que nadie.

Nikko estaba de acuerdo. A pesar de la traición, sabía que Kaito era un activo valioso y que necesitaban su conocimiento. Decidieron formar un equipo de cinco personas, con Kaito, Nikko, y tres de los miembros más fuertes y confiables del campamento: Hana, Kenji, y Ryo.

Antes de partir, Aiko reunió al campamento para darles una última charla.

—Hoy no es solo una misión de exploración —dijo ella—. Es una misión de esperanza. Nos enfrentamos a un desafío enorme, pero debemos recordar que no estamos solos. Debemos ayudarnos mutuamente y mantener la fe en que podemos superar esto.

Con esas palabras resonando en sus mentes, el equipo se puso en marcha. Se internaron en la densa vegetación de la isla, moviéndose con rapidez pero con precaución. Cada sonido de la selva parecía amplificado, cada sombra un posible peligro.

Después de horas de caminata, llegaron a una pequeña cabaña oculta entre los árboles. La encontraron vacía, pero había señales de vida reciente: mantas, restos de comida y herramientas improvisadas.

—Están cerca —dijo Kaito, examinando el área—. No deben haber ido muy lejos.

El equipo decidió dividirse en parejas para abarcar más terreno. Nikko y Kaito se quedaron juntos, mientras que Hana, Kenji, y Ryo se dispersaron en diferentes direcciones.

Caminando en silencio, Nikko y Kaito finalmente encontraron un rastro de huellas. Las siguieron hasta una pequeña playa, donde vieron a un grupo de personas acampadas. Eran una docena, sucios y cansados, pero vivos.

Uno de ellos, un hombre mayor con una barba gris, se levantó al verlos.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó con desconfianza.

—Somos sobrevivientes como ustedes —respondió Nikko—. Venimos de un campamento al otro lado de la isla. Sabemos del brote de virus y estamos aquí para ayudar.

El hombre dudó por un momento, pero luego asintió.

—Soy Takeshi. Hemos estado aquí desde que empezó todo esto. Estamos desesperados por ayuda.

Mientras Nikko y Kaito hablaban con Takeshi y su grupo, los otros miembros del equipo se unieron a ellos. La reunión fue emotiva; las lágrimas de alivio y las expresiones de gratitud se mezclaron con las historias de sufrimiento y pérdida.

Regresaron al campamento principal al atardecer, trayendo consigo a los nuevos sobrevivientes. La bienvenida fue cálida pero también solemne, sabiendo que su llegada significaba más bocas que alimentar y más vidas que proteger.

Esa noche, alrededor del fuego, Nikko miró a su alrededor, viendo los rostros cansados pero determinados de sus compañeros. La traición de Kaito había sido dolorosa, pero también había llevado a un encuentro inesperado con otros seres humanos necesitados.

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