Érase una vez una princesa, un dragón y un caballero.
La princesa era hermosa y gentil, tanto que ambos, el dragón y el caballero, cayeron perdidamente enamorados de ella.
Pero su corazón pertenecía al caballero y solamente al caballero.
Esto hizo que el dragón sintiera celos, y se obsesionó con tenerla a su lado por cualquier medio necesario.
Y así fue que empezó una guerra para ganar el trono y la mano de la princesa.
Al final, después de una brutal batalla, la princesa y el caballero derrotaron al lord dragón.
Se casaron y reinaron sobre el Imperio, viviendo felices por siempre.
Hasta que todo ardió...
O al menos, así es como iba la historia que Anya escribió después de un extrañamente vívido sueño en una noche de otoño.
Ella despertó en medio de la noche, sudando y con su corazón latiendo ferozmente en su pecho. No podía pensar en nada más que ese sueño, estaba impreso claramente en su mente y se rehusaba a dejarla. Así que tomó una pluma y lo escribió, esperando que se transfiriera de su mente a las hojas y, por suerte, funcionó. Ella mantuvo esas páginas al fondo de un cajón en su escritorio por más de 5 años. Se quedaron ahí, olvidadas incluso en el día en que ella murió.
Incluso después de que ella transmigrara al mundo de esa misma historia.
Anya vio las luces del auto viniendo hacia ella.
Después de ser golpeada ya no pudo abrir sus ojos y la oscuridad se la tragó mientras sentía su cuerpo hundirse profundamente en las aguas frías del olvido.
¡Splash!
Entonces esas mismas aguas la escupieron de vuelta... solo que no lo hicieron en el mismo mundo.
Ella abrió sus ojos después de aterrizar a un lado del lago, estaba empapada de pies a cabeza.
"¿Qué demonios...?"
Miró a su alrededor, no había edificios, ni gente, ni un auto asesino.
Solo árboles, un cielo abierto y el lago de la resurrección misteriosa.
Se miró a sí misma, no había moretones, ni sangre, ni ningún otro signo de que le ocurriera algo al estilo "Cementerio de mascotas".
Solo un pesado vestido desconocido cubriéndola y largos mechones rojizos donde antes había un cabello corto y castaño.
"¡¿Qué demonios?!"
Se acercó al agua para ver su reflejo, la chica que ahora la miraba de vuelta era una completa desconocida.
Su cabello salvaje y de un rojo brillante, los ojos azules redondeados por la sorpresa, las pecas que salpicaban su nariz y pómulos. No eran suyos, pero los movimientos de esa extraña imitaban los que ella hacía.
No cabía duda, esa chica era ella.
Había muerto y había poseído a una pobre chica en medio de la nada.
Ahora, después de vagar sin rumbo y ser encontrada por Margie, una amable mujer que caminaba de vuelta a su aldea, observaba estupefacta la plaza principal del pueblo.
No había autos, ni celulares, ni rastro alguno de tecnología moderna. Solo personas intercambiando comida, granos y telas. Anya se preguntó si había vuelto en el tiempo.
Fue entonces que el cielo se oscureció y un estruendo parecido a un trueno atravesó el aire.
Anya alzó la vista y su mandíbula cayó al suelo.
El dragón, negro como obsidiana, lanzó un rugido y sobrevoló la plaza para después desaparecer en el horizonte.
No existen los inodoros.
Había pasado ya un mes desde que Anya apareció en este mundo.
Este mundo que ella alguna vez había soñado y plasmado en papel.
Este mundo donde la magia y los dragones eran reales.
Este mundo donde sabía que una guerra se avecinaba.
Pero principalmente, este mundo donde no existían los inodoros funcionales ni el sistema de plomerías.
Tanta magia en este mundo y tenía que hacer sus necesidades en medio del bosque.
Esa era su principal molestia de este mundo en el que había caído.
Bueno, eso y la guerra que vendría.
Sin embargo, Anya estaba de suerte. En el arco final de la historia se describe cómo la guerra del Lord Dragón arrasa con la capital y las ciudades a su alrededor. Pero Rosental, el pequeño pueblo en el que Anya apareció, estaba muy alejado de la capital como para ser afectado.
Lo único que tenía que hacer era mantenerse alejada y esperar a que el conflicto pasara.
Para ello Margie fue su principal benefactora.
La amable mujer le había conseguido un lugar para establecerse durante ese tiempo.
En realidad, le consiguió un empleo cuidando una pequeña cabaña que pertenecía a la familia del Conde para el que Margie trabajaba.
La cabaña estaba alejada del pueblo, escondida entre los espesos bosques, pero muy cerca del lago del que Anya salió.
Estaba un poco descuidada y era realmente pequeña, misma razón por la cual sus dueños nunca la usaban. Para Anya era perfecto, podía hacerla realmente suya y a nadie le importaba.
Así vivió tranquilamente durante el primer mes de su nueva vida. Plantó un pequeño huerto a lado de la entrada, el cual cuidaba todos los días. Limpió la casa entera y con ayuda de Peter, un chico del pueblo que declara ser capaz de reparar cualquier cosa, logró arreglar los peores problemas de la casa.
Al final creó un cómodo hogar para sí misma y poco a poco se fue acostumbrando a su propia rutina.
Hasta que una tarde caminaba de vuelta a casa, Margie le había pedido de favor que fuera a entregar una carta a su suegro. El anciano vivía en una colina a las afueras del pueblo, tan aislado como Anya. Sin embargo, las rodillas de Margie ya no podían subir el empinado camino. Así que Anya cumplió con la petición y comenzaba a atardecer cuando recorría el solitario camino que bajaba de la colina al lago. Un camino que nunca antes había usado y que parecía que nadie había transitado en mucho tiempo.
Fue entonces que escuchó los sollozos.
Tan bajos que por un momento creyó haberlos imaginado, hasta que los escuchó de nuevo, claramente venían de algún lugar entre los árboles.
Había miles de películas de terror que iniciaban de esta manera, pero Anya ya había muerto una vez y la curiosidad venció cualquier duda.
Salió del camino y se adentró entre el follaje, siguiendo el inquietante sonido hasta que se topó con una pequeña y maltrecha choza.
Parecía abandonada, digna de una película de terror, sin embaego estaba segura de que los sollozos venían de adentro.
Había una pequeña ventanita a nivel del suelo. Anya se agachó y observó a través de ella, lo que veía era un sótano, la luz era escasa, pero alcanzó a distinguir una pequeña figura.
Era un niño.
Era diminuto, estaba encogido detrás de unas barras metálicas que claramente hacían de jaula y tenía cadenas rodeando sus delgados brazos y piernas.
Anya sintió su estómago retorcerse. Estaban entrando en el invierno y hacía frío, el pequeño estaba temblando y su ropa no parecía abrigadora en lo absoluto.
Escuchó pasos salir de la casa y aguantó la respiración. Dos hombres se alejaban, a través de la ventana podía ver a un hombre haciendo guardia, sentado junto a la puerta de la celda. Estaba cabeceando, claramente comenzaba a caer dormido.
No podía creer lo que estaba pasando y mucho menos podía creer la idea tan estúpida que cruzó su mente.
"Si vas a hacer algo, tienes que hacerlo ahora."
"¿Qué puedo hacer? No tengo idea de cómo salvarlo."
"El niño morirá si no haces algo."
Sabía que no se decidiría si seguía pensándolo. Así que simplemente actuó. Tomó un palo lo suficientemente resistente y entró a la casa con la mayor cautela posible dado que tenía prisa.
No sabía cuando volverían los otros dos así que tenía que sacar al niño de ahí rápidamente. Bajó los escalones hacia el sótano y vio al hombre roncando en su silla.
El niño notó su presencia y alzó la cabeza, Anya se llevó el índice a los labios para indicarle que no hiciera ruido. Por suerte, el pequeño solo la observó con sus ojos llenos de lágrimas.
Su corazón retumbaba salvajemente en su pecho y la ensordecía. Alzó el palo, dispuesta a dejarlo caer sobre la cabeza del hombre cuando una botella de vidrio cayó del regazo de este y se hizo añicos contra el suelo.
El corazón de Anya se detuvo, sin embargo, el tipo ni siquiera se inmutó y la chica comprendió que estaba ebrio hasta la inconsciencia.
Soltó un suspiro de alivio y comenzó a trabajar, tomó las llaves del cinturón del hombre y abrió la celda. Al intentar acercarse para soltar las cadenas, el niño retrocedió y se encogió.
- Shh... Está bien, está bien - Anya habló con dulzura, intentando tranquilizarlo - no te haré daño, quiero ayudarte.
El pequeño no dijo nada, pero la observó con recelo mientras ella lo liberaba de las cadenas.
- Listo, todo está bien - Anya no sabía si se lo decía a él o a sí misma.
No se detuvo a pensarlo y tomó al niño en brazos para después salir corriendo a través de la oscuridad del bosque.
Anya entró a la cabaña y rápidamente cerró la puerta tras de sí.
Tuvo que recargarse contra ella y tomar un momento para tranquilizarse y regular su respiración antes de poner al niño en el suelo.
- ¿Estás bien? ¿Estás herido en alguna parte? - inmediatamente revisó al pequeño de pies a cabeza y se aseguró de que no tuviera heridas graves. Ella estaba cubierta de rasguños y uno que otro moretón, nada extraño cuando corres como alma que lleva el diablo a través de un bosque en plena noche. Pero sin importar lo que la golpeara, siempre intentó mantener al niño seguro entre sus brazos y, por lo que podía ver, lo había conseguido.
- Parece que estás bien - le sonrió al pequeño - ¿Cómo te llamas? - pero este desvió la mirada y no contestó. Intentó de nuevo. - ¿Sabes dónde vives? ¿O dónde están tus padres?
Silencio.
Ella se puso en pie y suspiró.
Era claro que el niño aún no confiaba en ella. No podía culparlo, no sabía cuanto tiempo lo habían tenido encerrado ni qué le habían hecho.
Sintió mucha pena al ver lo delgado y pequeño que era. No podía tener más de 3 años de edad.
"¿Y ahora qué hago?"
Había robado al niño. Listo.
Lo había puesto a salvo. Excelente.
¿Qué era lo que seguía ahora?
¿Cómo encontraría a sus padres? Si es que estaban vivos. ¿A dónde lo llevaría? ¿Cómo evitaría que esos hombres lo encontraran de nuevo?
Después de observarlo un poco más decidió que estaba demasiado cansada y buscaría responder esas preguntas al día siguiente.
De momento encargarse del niño era lo más importante.
- ¿Tienes hambre? - no espera a que le responda, rápidamente calienta algo de sopa y pan. Toma al niño y lo sienta a la mesa para después poner la comida frente a él.
Por un momento espera que se abalance sobre la comida, sin embargo, el pequeño observa el plato y después levanta la mirada hacia ella.
- ¿Qué sucede? - Anya comienza a preocuparse. Puede ver cómo brillan sus ojos, obviamente tiene hambre. Aun así, se mantiene inmóvil, mirando a la chica con expectación. Anya se dio cuenta de que estaba esperando su permiso.
- Adelante, puedes comer todo lo que quieras - sonrió una vez más, así fuera solo para ocultar cuánto le rompía el corazón la situación del inocente niño. Entonces, el pequeño se lanzó sobre el plato, devorando la sopa, el pan y el agua frente a él. Anya le sirvió otra porción y, aunque dijo que podría comer lo que quisiera, comenzó a preocuparse de que se fuera a enfermar por comer tanto. Por suerte, el niño no pidió más y Anya lo llevó a la bañera.
- Bien, antes de dormir deberíamos darte un baño ¿no lo crees? - era algo bueno que, aunque no confiaba plenamente en ella, no se quejaba ni rehuía a su toque. La dejó abrazarlo todo el camino hasta la cabaña, le permitía cargarlo de un lado a otro y ahora se metió obedientemente en la bañera, dejando que lo lavara.
- No te preocupes, en cuanto amanezca comenzaré a buscar a tu familia - Anya llenaba el silencio alegremente mientras enjuagaba el cabello del niño - Volverás a casa muy pronto, ya lo verás - el agua comenzaba a enturbiarse con mugre y lodo - De momento puedes quedarte aquí conmigo, será divertido, buscaré juguetes que...
Su voz se apagó conforme el agua se oscurecía y el cabello del niño se aclaraba.
La suciedad lo había hecho parecer de un tono rubio cenizo, ahora que estaba limpio tomaba un color plateado que relucía bellamente bajo la luz de la luna.
El pequeño encontró su repentino silencio extraño, así que giró y alzó la vista para buscarla. Fue entonces que la luz de la vela se reflejó claramente en sus impresionantes ojos dorados.
Los ojos de un dragón.
El corazón de Anya se saltó un latido.
Ojos dorados que reflejan el fuego del dragón en su interior.
Cabello plateado bendecido por la luna.
No hay muchos personajes en este mundo con tal descripción.
Para ser exactos, solo hay uno.
Rowan Demasco.
El cruel Lord Dragón que se obsesiona con la única princesa del reino e inicia una guerra, que casi arrasa con todo y todos, con tal de tenerla.
El sanguinario villano de este mundo que... le acaba de caer jabón en los ojos.
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