La luna llena se alzaba alta en el cielo, su pálida luz bañando el antiguo bosque de Eldoria con un brillo espectral. Las hojas de los árboles centenarios susurraban secretos ancestrales mientras una brisa fría se deslizaba entre los troncos, llevando consigo el eco de tiempos pasados. En el corazón de ese bosque, donde la luz apenas penetraba, se erguía una imponente mansión olvidada por el tiempo.
Camila caminaba despacio, casi temerosa, a lo largo del sendero de piedra que conducía a la entrada principal. Su corazón latía con fuerza, no solo por el miedo que le inspiraba la oscura mansión, sino también por la inexplicable atracción que sentía hacia aquel lugar. Desde niña había escuchado las historias sobre la Casa de las Sombras, un lugar maldito donde se decía que los espíritus de amantes trágicos aún vagaban, atrapados por una promesa no cumplida.
Al llegar al umbral, la puerta de roble antiguo crujió lentamente, como si la invitara a entrar. La oscuridad en el interior era casi palpable, y Camila sintió un escalofrío recorrer su espalda. Dio un paso adelante, adentrándose en el vestíbulo, donde el aire estaba cargado de polvo y memorias olvidadas.
De repente, un sonido suave rompió el silencio. Era una melodía triste y melancólica que parecía provenir de una habitación al final del pasillo. Camila , incapaz de resistir, siguió la música, sus pasos resonando en la madera vieja del suelo.
Cuando abrió la puerta de la sala de música, la vio. Una figura alta y esbelta, de espaldas a ella, tocaba un piano de cola. Su cabello negro caía en cascada hasta la mitad de su espalda, y su postura era elegante, pero cargada de una tristeza infinita. Al sentir la presencia de Camila , la figura se detuvo y se giró lentamente, revelando un rostro pálido y hermoso, con ojos que parecían contener todo el dolor del mundo.
—¿Quién eres? —preguntó Camila con voz temblorosa.
El hombre esbozó una sonrisa triste.
—Soy Alexander —dijo con suavidad—. Y he estado esperando por ti, Camila .
Camila dio un paso hacia atrás, su mente tambaleándose con preguntas y confusión. ¿Cómo sabía su nombre? ¿Qué era este sentimiento que la invadía al mirarlo?
—¿Cómo sabes quién soy? —preguntó, tratando de mantener la calma.
Alexander dejó de tocar el piano y se levantó con gracia. Sus ojos oscuros la observaban con una intensidad que la hacía sentir desnuda, como si pudiera ver directamente en su alma.
—Te he conocido en mis sueños durante siglos —respondió él—. En cada vida que he vivido, te he buscado, esperando el momento en que nuestras almas se reencontraran.
Camila sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Alexander parecían imposibles, pero algo en su corazón resonaba con la verdad de sus palabras. Era como si una parte de ella siempre hubiera sabido que este encuentro ocurriría.
—No entiendo... —murmuró, dando un paso más cerca—. Esto es una locura.
—No, Camila . —Alexander extendió una mano hacia ella—. Esto es nuestro destino. Hace mucho tiempo, en una vida pasada, hicimos una promesa. Juramos que, sin importar las sombras que nos persiguieran, nuestro amor perduraría más allá del tiempo.
Camila sintió una oleada de emociones mientras una bruma de recuerdos olvidados comenzaba a emerger en su mente. Fragmentos de momentos, besos robados bajo la luna, lágrimas derramadas en despedidas inevitables. Sentimientos de amor profundo y desesperación se entrelazaban en su corazón.
—Pero... si eso es cierto, ¿qué nos separó? —preguntó ella, con lágrimas brillando en sus ojos.
—La maldición —dijo Alexander, con voz baja y dolida—. Fuimos maldecidos por un hechicero celoso, condenado a buscarte vida tras vida sin poder estar realmente juntos. Pero ahora, en este tiempo, en este lugar, creo que finalmente podemos romper la maldición.
Camila miró a Alexander, viendo no solo al hombre frente a ella, sino también a los innumerables rostros y vidas que habían compartido. Era como si toda la eternidad se hubiera reducido a este momento.
—¿Cómo podemos romperla? —preguntó ella, decidida.
Alexander la miró con esperanza.
—Debemos enfrentarnos a las sombras que nos persiguen, descubrir los secretos que guardan y liberar nuestras almas del pasado. Juntos, podemos desafiar el destino y finalmente encontrar la paz que nos ha sido negada.
Camila tomó la mano de Alexander, sintiendo una conexión profunda y poderosa. Juntos, se dirigieron hacia el corazón de la mansión, donde las sombras del pasado los esperaban, sabiendo que su amor sería su guía y su fuerza.
El crujido de las tablas bajo sus pies resonaba en la silenciosa mansión mientras Alexander y Camila se adentraban en sus profundidades. La mansión, oscura y llena de sombras, parecía respirar con vida propia. Cada rincón y cada pasillo susurraban secretos olvidados, y cada cuadro en la pared parecía observarlos con ojos llenos de historias no contadas.
Camila , con la mano de Alexander firmemente entrelazada con la suya, sentía que cada paso los llevaba más cerca de la verdad, pero también de un peligro desconocido. El aire se volvía más frío a medida que avanzaban, y un extraño escalofrío recorrió su espalda.
—Alexander, ¿dónde vamos? —preguntó ella, su voz apenas un susurro.
—A la sala del espejo —respondió él, sin detenerse—. Ahí es donde comenzó todo.
La sala del espejo. Camila no sabía por qué, pero ese nombre le parecía familiar, como un recuerdo enterrado en lo más profundo de su mente. Cuando finalmente llegaron, la puerta, de madera tallada con símbolos antiguos, parecía emanar una energía propia. Alexander la empujó con esfuerzo, revelando una habitación grande y oscura, con un enorme espejo en el centro.
El espejo, con un marco dorado y ornamentado, parecía una puerta hacia otro mundo. Camila sintió un tirón en su interior, como si algo dentro de ella respondiera a su presencia. Se acercó al espejo, mirando su propio reflejo con una mezcla de temor y curiosidad.
—Este espejo es la clave —dijo Alexander, acercándose a ella—. Fue creado por el hechicero que nos maldijo. En él, podemos ver nuestras vidas pasadas y descubrir cómo romper la maldición.
Camila extendió una mano temblorosa hacia el espejo. Cuando sus dedos tocaron la fría superficie, una oleada de imágenes inundó su mente. Vio destellos de vidas pasadas: una joven noble y un valiente guerrero, una aldeana y un príncipe, siempre juntos, siempre separados por la tragedia y la traición. En cada vida, su amor había sido fuerte, pero las sombras siempre los alcanzaban.
De repente, una imagen se destacó entre las demás. Vio a un hombre oscuro y poderoso, con ojos llenos de rencor y celos, pronunciando palabras en un idioma antiguo. Era el hechicero. Y detrás de él, una figura oculta en las sombras, observándolos con una sonrisa maliciosa.
—¡Camila ! —la voz de Alexander la sacó de la visión—. ¿Estás bien?
Ella asintió, aunque su corazón latía desbocado.
—Lo vi, Alexander. Vi al hechicero y a alguien más... alguien que estaba en las sombras.
—Ese debe ser el verdadero origen de nuestra maldición —dijo Alexander, frunciendo el ceño—. Necesitamos encontrar esa figura en las sombras. Es la clave para entender y romper el hechizo.
Camila miró a Alexander, sintiendo una mezcla de miedo y esperanza. Sabía que el camino que tenían por delante sería peligroso y lleno de desafíos, pero por primera vez en muchas vidas, sentía que podían lograrlo.
—Vamos —dijo ella, con determinación en su voz—. Encontraremos a esa figura y romperemos la maldición. Juntos.
Alexander asintió, y juntos salieron de la sala del espejo, preparados para enfrentar las sombras que los habían perseguido durante siglos.
El eco de sus pasos resonaba en los pasillos sombríos de la mansión mientras Camila y Alexander se aventuraban más profundamente en su interior. Cada rincón parecía albergar un susurro del pasado, como si los muros mismos recordaran los secretos que guardaban.
—Creo que debemos buscar en la biblioteca ancestral —sugirió Alexander, deteniéndose frente a una puerta tallada con runas antiguas—. Allí podríamos encontrar respuestas sobre el hechicero y la figura en las sombras.
Camila asintió, sintiendo que estaban cada vez más cerca de desentrañar el misterio que los había atormentado durante tanto tiempo. Empujaron la puerta pesada y entraron en la vasta biblioteca, iluminada débilmente por lámparas de aceite que oscilaban con el movimiento del aire.
Los estantes estaban llenos de tomos antiguos, algunos con títulos ilegibles y otros con cubiertas desgastadas por el tiempo. Alexander se dirigió hacia una sección marcada con símbolos de protección y comenzó a hojear un volumen antiguo con manos cuidadosas.
—Aquí está —murmuró Alexander, señalando una ilustración de un hombre encapuchado en la página amarillenta—. Este es el hechicero que nos maldijo. Se llama Arak , un maestro de las artes oscuras.
Camila se acercó y observó la imagen del hechicero con curiosidad y temor. Sus ojos brillaban con una malevolencia palpable, como si pudieran atravesar el tiempo y el espacio para alcanzarla.
—Pero, ¿quién es la figura en las sombras? —preguntó Camila , pasando las páginas con impaciencia.
Alexander frunció el ceño, revisando los textos antiguos en busca de pistas.
—Debe haber algo aquí que nos indique quién colaboró con Arak para lanzar la maldición sobre nosotros —dijo Alexander, su voz llena de determinación—. Tenemos que encontrarlo antes de que sea demasiado tarde.
Después de horas de búsqueda intensa, Camila encontró un pasaje oculto en un libro polvoriento que hablaba sobre un aliado secreto del hechicero. La descripción era vaga pero sugerente: una figura en las sombras, con poderes oscuros y motivos desconocidos.
—Alexander, creo que he encontrado algo —exclamó Camila , señalando el pasaje—. Dice que el hechicero tuvo un aliado secreto, alguien que lo ayudó a tejer la maldición. Pero no menciona su nombre.
Alexander leyó el pasaje con atención, sus cejas fruncidas en concentración.
—Si podemos descubrir quién fue este aliado, tal vez podamos seguir su rastro hasta la verdad —dijo Alexander, mirando a Camila , con determinación—. Necesitamos buscar más pistas, quizás en los archivos familiares o en los diarios de aquellos que vivieron durante esa época.
Camila asintió, sintiendo una mezcla de emoción y temor ante la perspectiva de desenterrar secretos enterrados durante siglos. Pero sabía que no podían dar marcha atrás. Su destino estaba entrelazado con el de Alexander, y juntos estaban decididos a romper la maldición que los había mantenido separados por tanto tiempo.
—Vamos, Alexander —dijo ella, tomando su mano con firmeza—. No tenemos tiempo que perder. Encontraremos al aliado del hechicero y pondremos fin a esta maldición de una vez por todas.
Juntos, salieron de la biblioteca ancestral, decididos a seguir adelante en su búsqueda de la verdad y la redención.
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