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Entre Amores Y Deberes

Capítulo 1 : Un Giro Inesperado

Mauricio Silva y los padres de Samanta, Clara y Diego Santos, tenían una amistad que se había fortalecido a lo largo de los años. Clara y Diego eran una pareja encantadora y generosa, siempre dispuestos a ayudar a los demás. Mauricio había conocido a Diego en una reunión de negocios, y desde entonces, los tres se habían vuelto inseparables. Pasaban los fines de semana juntos, compartiendo risas, cenas y charlas profundas sobre la vida.

Samanta, por aquel entonces, era una niña alegre y traviesa que llenaba de vida las reuniones con su energía contagiosa. Aunque Mauricio estaba ocupado con sus negocios, siempre encontraba tiempo para pasar con la familia Santos. Para él, eran como una segunda familia.

Un día, Mauricio recibió una llamada que cambiaría su vida para siempre. Clara y Diego habían sufrido un accidente automovilístico mientras volvían de una escapada de fin de semana. La noticia de su muerte lo golpeó como una montaña de ladrillos. En medio de su dolor, Mauricio se enteró de que había sido nombrado albacea de Samanta, quien ahora era una joven de 20 años.

El día de la lectura del testamento, Mauricio llegó a la casa de los Santos con una mezcla de tristeza y responsabilidad. El abogado de la familia, un hombre serio de cabello canoso, empezó a leer las últimas voluntades de Clara y Diego. En el testamento, se especificaba que Samanta debía vivir con Mauricio y que él sería responsable de su bienestar y educación hasta que ella alcanzara la independencia total.

Samanta, que estaba presente en la reunión, no pudo contener las lágrimas. Había perdido a sus padres y ahora se enfrentaba a un futuro incierto bajo el cuidado de Mauricio, un hombre que admiraba pero que conocía poco a nivel personal. Mauricio, por su parte, se sintió abrumado por la magnitud de la tarea que le había sido encomendada, pero sabía que debía cumplir con la última voluntad de sus queridos amigos.

Poco después de la lectura del testamento, Mauricio ayudó a Samanta a empacar sus pertenencias y trasladarse a su mansión. La transición no fue fácil. La casa de Mauricio era grande y elegante, pero Samanta sentía que le faltaba el calor y la familiaridad de su hogar. Mauricio hizo todo lo posible para que se sintiera bienvenida, adaptando la casa para que ella tuviera su propio espacio y privacidad.

La relación entre Mauricio y Samanta al principio fue tensa. Ella estaba acostumbrada a la libertad y a la informalidad de su hogar, mientras que Mauricio, aunque bondadoso, era un hombre de rutinas estrictas y altas expectativas. Sin embargo, con el tiempo, empezaron a encontrar un equilibrio. Mauricio se dio cuenta de que no podía tratar a Samanta como a una niña y comenzó a respetar su independencia, mientras que Samanta empezó a apreciar la estabilidad y el apoyo que Mauricio le ofrecía.

Una tarde, mientras estaban sentados en el jardín, Samanta le agradeció a Mauricio por todo lo que había hecho por ella. Le confesó que aunque extrañaba a sus padres todos los días, se sentía afortunada de tener a alguien como él en su vida. Mauricio, tocado por sus palabras, le prometió que siempre estaría ahí para ella, no solo como tutor, sino como amigo y confidente.

Con el paso del tiempo, la relación entre Mauricio y Samanta se fue fortaleciendo. Compartieron muchas risas, lágrimas y momentos significativos que los unieron de una manera que ninguno de los dos había anticipado. Aunque la pérdida de Clara y Diego siempre estaría presente, encontraron consuelo y esperanza en la nueva familia que estaban formando juntos.

Mauricio, reflexionando sobre su vida y las circunstancias que lo habían llevado a este punto, se dio cuenta de que su relación con Samanta había cambiado su perspectiva sobre lo que realmente importaba en la vida. Ya no solo era un exitoso empresario, sino también un mentor, un protector y, en muchos aspectos, una figura paterna para Samanta.

Y así, en medio de la tristeza y la incertidumbre, surgió una nueva familia, unida por el amor, la amistad y la memoria de aquellos que habían dejado un legado de cariño y cuidado que perduraría para siempre.

Capítulo 2 : El Conflicto con Tania

Desde que Samanta se había mudado a la mansión de Mauricio, su vida había tomado un giro completamente inesperado. No solo había perdido a sus padres, sino que ahora tenía que adaptarse a vivir bajo el mismo techo que Mauricio, un hombre que, aunque bondadoso, no conocía demasiado bien. Para complicar más las cosas, Mauricio tenía una novia, Tania, una mujer hermosa y elegante que claramente no estaba contenta con la nueva situación.

Tania había estado saliendo con Mauricio durante casi un año, y aunque inicialmente había sido encantadora con Samanta, su actitud cambió rápidamente cuando se dio cuenta de que la joven ahora viviría con ellos. Para Tania, la presencia de Samanta era una intrusión en su vida perfecta con Mauricio. No le gustaba la idea de compartir su espacio con una joven que no era más que una carga.

Los primeros días después de la mudanza de Samanta fueron difíciles. Tania trataba de mantener las apariencias frente a Mauricio, pero en cuanto él no estaba presente, su verdadera naturaleza salía a la luz. Samanta notó rápidamente el cambio en el comportamiento de Tania, y aunque al principio intentó ignorarlo, pronto se dio cuenta de que tendría que defenderse.

Una tarde, Mauricio salió a una reunión de negocios, dejando a Tania y Samanta solas en la casa. Tania aprovechó la oportunidad para dejar claro lo que realmente pensaba. Se acercó a Samanta mientras ella estaba en el salón, leyendo un libro.

—Samanta, ¿podemos hablar? —dijo Tania con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Samanta levantó la vista del libro, notando la tensión en la voz de Tania.

—Claro, Tania. ¿Qué pasa? —respondió Samanta, intentando parecer tranquila.

Tania se sentó en el sillón frente a ella y la miró fijamente.

—Mira, Samanta, sé que esta situación es difícil para ti, pero también lo es para mí. Mauricio y yo teníamos una vida tranquila antes de que tú llegaras, y ahora todo ha cambiado. No me malinterpretes, quiero ayudarte, pero creo que sería mejor para todos si encontraras otro lugar para vivir.

Samanta sintió un nudo en el estómago. Sabía que Tania no la quería allí, pero escucharla decirlo tan abiertamente fue un golpe duro.

—No creo que eso sea lo que Mauricio quiere —respondió Samanta con firmeza—. Él fue el que me pidió que me quedara aquí. Además, esta es también mi casa ahora.

Tania frunció el ceño, claramente irritada por la respuesta de Samanta.

—No te equivoques, Samanta. Esta es la casa de Mauricio, y tú solo estás aquí porque él se siente obligado. No te hagas ilusiones —dijo con desdén.

Samanta sintió la ira burbujear dentro de ella, pero decidió no dejarse llevar por la provocación.

—Gracias por tu opinión, Tania, pero creo que esto es algo que solo Mauricio y yo podemos decidir —dijo, volviendo su atención al libro.

Tania se levantó de golpe, visiblemente molesta, y salió de la habitación. Samanta la observó irse, sintiéndose agotada por la confrontación. Sin embargo, sabía que no podía dejar que Tania la intimidara. Si ella quería guerra, Samanta estaba más que dispuesta a defender su lugar en la mansión.

Los días siguientes estuvieron llenos de pequeñas provocaciones por parte de Tania. Se aseguraba de hacer comentarios despectivos sobre Samanta cuando Mauricio no estaba cerca y le hacía sentir como una intrusa en su propio hogar. Pero Samanta no se dejaba amedrentar. Si Tania quería jugar sucio, ella estaba dispuesta a responder con su propio estilo.

Una noche, Samanta decidió tomar cartas en el asunto. Sabía que Tania tenía un miedo irracional a los insectos, así que con una sonrisa traviesa, recogió unos cuantos bichos del jardín y los soltó en la habitación de Tania. La reacción de Tania al encontrar su cama llena de pequeños intrusos fue inmediata y ruidosa.

—¡Mauricio! ¡Mauricio! ¡Hay bichos en mi cama! —gritó Tania, corriendo hacia la habitación de Mauricio.

Mauricio salió corriendo de su oficina, alarmado por los gritos.

—¿Qué pasa, Tania? —preguntó, claramente preocupado.

—¡Hay bichos en mi cama! ¡Esto es inaceptable! —dijo Tania, temblando de miedo.

Mauricio fue a la habitación y vio los insectos esparcidos por la cama. Inmediatamente miró a Samanta, que estaba parada en la puerta con una expresión inocente.

—Samanta, ¿sabes algo sobre esto? —preguntó Mauricio con un tono serio.

—No, Mauricio. No tengo idea de cómo llegaron allí —respondió Samanta, conteniendo una sonrisa.

Tania la miró con furia, pero no dijo nada. Sabía que no tenía pruebas para culparla directamente, y acusarla sin razón solo la haría parecer paranoica. Mauricio, por su parte, simplemente suspiró y se ofreció a ayudar a Tania a limpiar la habitación.

Samanta se retiró a su habitación, satisfecha con su pequeña venganza. Sabía que esto no terminaría con Tania, pero estaba lista para cualquier cosa que viniera. Si Tania quería una guerra de nervios, ella estaba más que preparada para enfrentarse.

A lo largo de las siguientes semanas, las tensiones entre Samanta y Tania continuaron. Cada vez que Mauricio no estaba cerca, Tania encontraba nuevas formas de molestar a Samanta, y Samanta respondía con su propia dosis de travesuras. Sin embargo, siempre se aseguraba de no cruzar la línea demasiado, manteniendo sus bromas en el límite de lo aceptable.

Una tarde, mientras Mauricio estaba en una reunión de negocios, Tania decidió que era hora de dar un paso más. Se acercó a Samanta mientras ella estaba en el jardín, disfrutando de un momento de tranquilidad.

—Samanta, necesito hablar contigo —dijo Tania con un tono serio.

Samanta levantó la vista, notando la determinación en los ojos de Tania.

—¿Qué quieres ahora, Tania? —preguntó, tratando de mantener la calma.

—Quiero que te vayas de esta casa —dijo Tania, sin rodeos—. No perteneces aquí y todos estaríamos mejor sin ti.

Samanta sintió que la ira se apoderaba de ella. Estaba cansada de los juegos de Tania y decidió que era hora de ponerle fin.

—Escucha, Tania —dijo con firmeza—, esta es también mi casa, y no pienso irme a ningún lado. Si tienes algún problema con eso, deberías hablar con Mauricio, no conmigo.

Tania la miró con furia, pero antes de que pudiera responder, la puerta del jardín se abrió y Mauricio apareció.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, mirando a ambas mujeres.

Tania se giró hacia él, tratando de mantener la compostura.

—Nada, Mauricio. Solo estaba hablando con Samanta sobre algunas cosas —dijo, tratando de sonar inocente.

Mauricio frunció el ceño, claramente desconfiado.

—Tania, necesito hablar contigo en privado —dijo, señalando hacia la casa.

Tania lo siguió, lanzando una última mirada de odio a Samanta antes de desaparecer dentro de la casa. Mauricio cerró la puerta del jardín y se volvió hacia Samanta.

—¿Estás bien? —preguntó con preocupación.

Samanta asintió, tratando de ocultar sus emociones.

—Sí, estoy bien. Solo... cansada de todo esto —dijo, dejando escapar un suspiro.

Mauricio la miró con tristeza, sintiendo el peso de la situación.

—Lo siento, Samanta. No quería que esto fuera tan difícil para ti —dijo con sinceridad—. Hablaré con Tania y aclararé las cosas.

Samanta le sonrió débilmente, agradecida por su apoyo.

—Gracias, Mauricio. Eso significaría mucho para mí —respondió.

Mauricio le dio un pequeño apretón en el hombro antes de regresar a la casa. Samanta se quedó en el jardín, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. Sabía que las cosas con Tania no se resolverían fácilmente, pero al menos tenía a Mauricio de su lado.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Samanta no pudo evitar sentir un poco de esperanza. Tal vez, con el tiempo, las cosas mejorarían. Pero hasta entonces, estaba lista para enfrentar cualquier desafío que viniera, con la misma determinación y espíritu travieso que siempre la habían caracterizado.

Capítulo 3 : Confidencias Entre Amigas

Samanta se encontraba en su habitación, rodeada de libros y apuntes. La última semana había sido un torbellino de emociones y eventos, y necesitaba hablar con alguien que pudiera entenderla. Decidió llamar a su mejor amiga, Sofía, con quien siempre había compartido sus más profundos pensamientos y preocupaciones.

—¡Hola, Sofía! —dijo Samanta cuando su amiga contestó el teléfono.

—¡Hola, Sam! ¿Cómo estás? —respondió Sofía con su habitual entusiasmo.

—He estado mejor, para ser honesta. Necesitaba hablar contigo sobre algunas cosas que han estado pasando —dijo Samanta, sintiendo un nudo en el estómago.

—Claro, dime. Estoy aquí para escucharte —dijo Sofía con tono comprensivo.

Samanta suspiró, tratando de ordenar sus pensamientos.

—Todo ha sido tan caótico desde que me mudé a la mansión de Mauricio. Mis padres murieron, y ahora estoy viviendo con él. Pero su novia, Tania, no me soporta. Siento que estoy atrapada en una especie de guerra fría —confesó Samanta.

—Vaya, eso suena horrible. ¿Te ha dicho algo directamente? —preguntó Sofía, preocupada.

—No directamente cuando Mauricio está cerca. Pero siempre hace comentarios sarcásticos y trata de hacerme sentir incómoda. Y cuando Mauricio no está, se pone peor. Me siento como una extraña en mi propia casa —respondió Samanta, sintiendo lágrimas de frustración.

—Lo siento tanto, Sam. Debe ser muy difícil para ti. ¿Has hablado con Mauricio sobre esto? —preguntó Sofía, tratando de encontrar una solución.

—Sí, lo he hecho. Pero él está tan ocupado con su trabajo que no siempre ve lo que está pasando. Me siento atrapada. No quiero ser una carga para él, pero tampoco quiero seguir viviendo así —dijo Samanta.

Sofía hizo una pausa antes de responder, tratando de encontrar las palabras correctas.

—Sam, tú no eres una carga. Eres fuerte y valiente. Tal vez deberías intentar hablar con Mauricio de nuevo, ser más directa sobre cómo te sientes. Él te quiere y seguramente querrá ayudarte —dijo Sofía.

—Tienes razón, Sofía. Tal vez necesite ser más clara con él. Pero aparte de eso, también estoy preocupada por mis estudios. Con todo esto pasando, me cuesta concentrarme —dijo Samanta, cambiando de tema.

—Eso es comprensible. Es mucho para manejar. ¿Hay algo específico en lo que necesitas ayuda? —preguntó Sofía.

—Sí, de hecho. Estoy trabajando en un proyecto de biología y estoy un poco perdida. ¿Podrías ayudarme a repasar algunos conceptos? —pidió Samanta.

—¡Claro! Sabes que siempre estoy dispuesta a ayudarte con eso. ¿Qué temas necesitas repasar? —dijo Sofía, aliviada de poder ayudar en algo concreto.

Pasaron la siguiente hora repasando conceptos de biología, desde la mitosis hasta la genética. Samanta se sintió más tranquila y confiada después de hablar con Sofía, sabiendo que podía contar con ella para superar cualquier obstáculo académico.

—Gracias, Sofía. Me siento mucho mejor ahora —dijo Samanta, sonriendo.

—De nada, Sam. Siempre estoy aquí para ti. ¿Y qué hay de los chicos? ¿Algún nuevo interés amoroso? —preguntó Sofía, cambiando a un tema más ligero.

Samanta rió, agradecida por el cambio de tema.

—Bueno, honestamente no he tenido tiempo para pensar en eso. Con todo lo que está pasando, los chicos no son una prioridad. Aunque he notado que Mauricio es muy protector conmigo. No sé si eso significa algo o si solo es parte de su deber como tutor —dijo Samanta, pensando en las interacciones con Mauricio.

—¿Te gusta Mauricio? —preguntó Sofía, curiosa.

—No sé. Es guapo, eso seguro. Y es muy amable y atento cuando no está ocupado. Pero no creo que vea a alguien como yo de esa manera, especialmente con Tania en el medio —dijo Samanta, suspirando.

—Bueno, nunca se sabe. A veces, las cosas cambian cuando menos lo esperas. Solo asegúrate de cuidar de ti misma primero. El resto se resolverá con el tiempo —dijo Sofía sabiamente.

—Tienes razón. Gracias por escucharme, Sofía. Siempre sabes cómo hacerme sentir mejor —dijo Samanta.

—Para eso están las amigas. Ahora, prométeme que te cuidarás y que hablarás con Mauricio sobre lo que está pasando. No mereces ser tratada mal por nadie —dijo Sofía.

—Lo prometo. Gracias de nuevo, Sofía. Hablamos pronto —dijo Samanta antes de colgar.

Después de la llamada, Samanta se sintió más ligera. Sabía que tenía mucho por delante, pero con el apoyo de su amiga y una nueva determinación, estaba lista para enfrentar cualquier desafío. Decidió que hablaría con Mauricio esa misma noche, siendo honesta sobre sus sentimientos y las dificultades con Tania. Era hora de tomar el control de su vida y asegurarse de que su voz fuera escuchada.

Samanta se preparó para la cena, sintiendo una mezcla de nervios y determinación. Mientras se arreglaba, recordó algunas de las travesuras que le había hecho a Tania, como ponerle sal en lugar de azúcar en su café o esconderle las llaves del coche. Aunque esas pequeñas venganzas la habían hecho sentir mejor temporalmente, sabía que necesitaba una solución más permanente.

Cuando bajó a cenar, encontró a Mauricio en el comedor, revisando algunos documentos. Tania aún no había llegado, lo que le dio a Samanta la oportunidad perfecta para hablar a solas con él.

—Mauricio, ¿podemos hablar un momento? —preguntó, acercándose a la mesa.

Mauricio levantó la vista y sonrió.

—Claro, Samanta. ¿Qué pasa? —dijo, dejando los documentos a un lado.

—Es sobre Tania... y cómo me ha estado tratando. Sé que estás ocupado y no quieres problemas, pero necesito que sepas que ella no me hace sentir bienvenida aquí. Ha sido muy despectiva y me ha hecho sentir como una extraña en mi propia casa —dijo Samanta, con la voz firme pero temblorosa.

Mauricio frunció el ceño, claramente sorprendido.

—Samanta, no tenía idea de que esto estaba pasando. Lo siento mucho. Hablaré con Tania y me aseguraré de que esto cambie. Esta es tu casa también y mereces sentirte segura y bienvenida —dijo con seriedad.

Samanta se sintió aliviada al escuchar sus palabras.

—Gracias, Mauricio. Significa mucho para mí que me escuches —dijo, sonriendo débilmente.

En ese momento, Tania entró en el comedor, con una expresión de sorpresa al ver a Mauricio y Samanta hablando en privado.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, intentando sonar casual.

—Tania, necesitamos hablar —dijo Mauricio, su voz firme.

Samanta sintió una oleada de nervios, pero también de esperanza. Sabía que con el apoyo de Mauricio, las cosas podrían mejorar. La cena esa noche fue tensa, pero Samanta se sintió más fuerte, sabiendo que había dado un paso importante hacia un futuro más brillante.

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