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Devuélveme A Mi Hija.

"La bruja"

Lista de participantes en esta historia. No están por orden de aparición, ni alfabéticamente...

Luisa Arredondo, la gente la llamaba "bruja", solo porque conocía de hierbas y menjurjes, y como dice el dicho: "la mula no era arisca"; Luisa es una mujer muy dada a estudiar las diferentes formas de crear medicamentos y pomadas para las diferentes necesidades.

Alejandra, hija de Luisa, quien va a luchar por ella hasta el fin de sus días.

Eugenio Escobar, padre biológico de Alejandra, no tiene idea de la existencia de su hija. Es un hombre cruel que no le importa pisotear a los más débiles.

Jaquelyn Carmona, esposa de Eugenio, ella hace todo lo que él dice, no tiene voluntad y es bien dada a hacer escándalo por cualquier cosa. Ella cree firmemente, en fantasmas y brujas. Es muy nerviosa, los médicos le diagnosticaron esquizofrenia, pero Eugenio no les hace caso, considerando que es otro de los dramas de su esposa. Con tenerla encerrada era más que suficiente.

Verónica, madre superiora.

Sor Patricia, una de las monjas.

Alfredo, el sacerdote que estará en todo momento acompañando a sus fieles.

Sonia y Héctor Gutiérrez, padres adoptivos de Alejandra.

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*Autora*... Esta historia es completamente sacada de la mente de una servidora, todos los personajes, lugares, nombres, son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia...

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Empieza la historia...

¡Suéltenme, déjenme en paz!... Luisa Arredondo estaba en labor de parto, los dolores eran inmensos. Pero ni aún así la dejaban en paz.

Eres una maldita bruja, y pagarás por eso. Entre todos la pescaron, esperaron que diera a luz, y luego se fueron de ahí, dejando a Luisa al borde de la muerte.

Dos días después, en un orfanato de la ciudad, dirigido por monjas, una de ellas encontró a una bebé que lloraba a todo pulmón.

Ay, pobrecita, te han abandonado aquí, te llevaré adentro, aquí hace mucho frío.

La monja que la había encontrado era sor Patricia, que llevaba varios años en ese lugar, era toda dulzura.

Trataba a todos los niños con mucho amor.

Se había ganado el cariño de todos los niños y de sus compañeras.

Madre Verónica, mire lo que encontré en la puerta principal, entró sor Patricia con la bebé en brazos.

¡Dios mío!, pero, ¿quién pudo ser capaz de abandonar a esta chiquita?

Madre, eso no es novedad. Aquí dejan abandonados muchos niños diariamente.

Lo sé, pero esta niña es la primera que abandonan recién nacida, aún tiene el cordón umbilical.

¿Dónde andará su mamá?, preguntó sor Patricia.

No lo sé.

Pobre, ¿qué la habrá orillado a abandonar a su hija?

Debe de haber sido algo importante, tal vez murió o se quedó en coma, ojalá y se arrepienta, antes de que alguien la adopte.

¿La dejaremos aquí?, o llamamos a la policía.

No, a la policía no, nos pueden echar la culpa, nosotras somos respetables, y no podemos ir a la cárcel. Llévala con la hermana Panchita, para que la bañe y le dé de comer, y tú ve a hacer tus labores. No se hable más del asunto.

Sí, madre. Patricia obedeció y al poco rato se olvidó por completo de la niña.

Al día siguiente, decidieron llamar al padre Alfredo para que bautizara a la bebé.

"Se llamará Alejandra", dijo la madre superiora.

Todas estuvieron de acuerdo.

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En otro lugar, una mujer despertaba de su letargo... al verse el estómago, gritó con todas la fuerzas de que era capaz.

¡Mi hija!, ¡¿dónde estará mi hija?! ¡Juro que no descansaré hasta encontrar a mi hija! ¡Todos los que me hicieron daño pagarán caro! ¡Lo juro! ¡Como que me llamo Luisa Arredondo, lo pagarán!

Se levantó de donde estaba, conocía casi a todos los vecinos, y sabía muy bien quienes habían participado en el atraco.

Fue a su choza, se bañó, se puso ropa limpia, hizo una maleta y salió de ahí a buscar nuevos horizontes.

Pero con varias ideas rondando por su mente:

La venganza y encontrar a su hija.

Pero antes de salir de ahí para siempre, hizo una nota... "Hija, si llegas a leer esto, quiero que sepas que fuiste arrebatada de mi vientre. Checa muy bien tu pie izquierdo, debes tener un lunar en forma de corazón, justo en el talón, es una marca de familia, ya que mi padre, y tu bisabuelo también la tenían. No sé si nos lleguemos a ver algún día, pero quiero que sepas que tú eres lo más hermoso que he tenido en la vida. Tu padre se llama Eugenio Escobar. Es un hombre poderoso, sin escrúpulos, que no le importa a quién le hace daño, con tal de salirse con la suya. Él me violó en mi propia choza, destruyó mi vida, pero me compensó el saber que tú venías en camino". Te amo hija, tu madre que te ama, aunque, tal vez nunca llegaré a conocerte, Luisa".

Guardó la carta en un sobre blanco, y lo guardó en un punto escondido de la choza.

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Salió de ahí, sin mirar atrás dejando todo lo que le había hecho daño.

Los vecinos de Luisa la llamaban "bruja", porque ella usaba hierbas medicinales, además de ser muy supersticiosos.

Muchos de ellos tenían miedo, sabían que ella no se iba a quedar tranquila...

No te preocupes mujer, ella está muerta.

¿Estás seguro?

Sí, ayer que fuimos a buscarla, ya no estaba, de seguro se la comieron los zopilotes.

Ojalá y no regrese para vengarse, nosotros fuimos los instigadores contra ella.

Ella tuvo su merecido, por el solo hecho de ser una bruja. Tenía atemorizada a toda la gente. No me digas que te arrepientes.

No, pero tengo mucho miedo.

Jaqui Carmona y Eugenio Escobar, llevaban cinco años de casados, en ese tiempo no habían logrado tener un hijo.

Tormenta infernal

En otra parte de la ciudad, una pareja discutía...

Por favor, amor, yo quiero ser madre, en el orfanato hay muchos niños recién nacidos, ¿por qué no adoptamos uno?

Sonia, amor, ya hemos hablado de esto, yo no quiero un hijo que no sea de mi sangre. Además, no sabemos quiénes son sus padres, ni qué clase de vida llevaban.

Esos niños necesitan un hogar, y mucho amor, eso nosotros se los podemos dar. Sonia trataba de convencer a su esposo de adoptar un niño. En tres años de matrimonio no habían podido tener hijos, y ella lo ansiaba con toda su alma.

No, no, y no, así estamos bien, yo te amo con o sin hijos.

Héctor Gutiérrez salió del cuarto y fue a la cocina a prepararse un sandwich, se sentó a la mesa y se puso a pensar en lo que estaba platicando con su esposa.

"Ni pensarlo siquiera", "adotpar un niño, bah".

Sonia se quedó en el cuarto, muy seria. Tenía que hacer algo para que su esposo quisiera adoptar.

Pero no se le ocurría nada.

"Yo no sé por qué no quiere, a mí me hace ilusión ver un niño corriendo por toda la casa lleno de vida".

De pronto se le ocurrió una idea, y la llevó a cabo casi de inmediato.

Salió a reunirse con su esposo a la cocina.

Qué bueno que ya estás aquí, te preparé un sandwich.

Gracias, amor. Oye voy a salir.

¿Y a dónde vas a ir?

A ningún lugar en especial, solo voy a dar un paseo.

Bueno, yo tengo que ir a trabajar. Nos vemos a la tarde.

Héctor trabajaba en un gran almacén de ropa, era el gerente general, y ganaba buen sueldo.

Vivía con solvencia económica, y hasta con ciertos lujos.

Las chicas lo asediaban porque era muy guapo, pero él no les hacía caso, enamorado como estaba de su esposa.

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Madre superiora, una mujer quiere hablar con usted...

Dile que pase, por favor.

Sor Patricia le indicó a la señora que pasara.

Buenos días, dijo a la madre superiora.

Buenos días, siéntese por favor. Dígame en que le puedo servir.

Verá, mi esposo y yo deseamos adoptar un niño, de preferencia, niña. ¿Usted nos podría ayudar?

Claro que sí, solo que se piden ciertos requisitos.

¿Como cuáles?

Que sean casados por la iglesia, que tengan solvencia económica, y una casa bonita y limpia. Necesitamos hacerle algunas pruebas para ver si son aptos para criar a una niña.

Son muchos requisitos, ¿no cree? Nosotros tenemos mucho amor para dar.

Sí, pero a veces el amor no basta, hay que mantenerlos, darles de comer, ropa, escuela, etc.

Está bien, y, ¿podría ver a los niños?

Por ahora no, debe traer estos papeles firmados por su esposo y usted, y cuando los tenga, iniciaremos los trámites.

Gracias, con permiso.

Sonia, se fue un poco triste, "¿y ahora cómo le hago para que mi esposo firme estos papeles?".

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Héctor estaba en su despacho, tenía un legajo con hojas por firmar que se había llevado a casa...

Debían ser entregados al día siguiente. Estaba tan cansado que no checó los papeles que estaba firmando.

Después de firmar, dejó los papeles en el escritorio y se fue a su cuarto.

Hola, amor, ¿estás dormida?

Sonia lo oyó llegar y se hizo la dormida.

Descansa, mañana será otro día.

Más tarde, Héctor dormía plácidamente.

Sonia aprovechó para salir de la cama, fue directo al despacho...

El fólder estaba en el escritorio, tomó los papeles firmados por Héctor y lo volvió a dejar en el escritorio tal y como estaba.

Sonia checó los papeles, en efecto, estaban firmados por Héctor.

"Gracias, amor, con esto me has dado una felicidad enorme"

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Al parecer, se avecinaba una tormenta, los truenos y relámpagos formaban sombras en los árboles que se movían en un vaivén.

En el cobertizo, las puertas de los baños rechinaban, a lo lejos se oían los ladridos de uno que otro perro.

Yaquelyn se acostó temprano, pero no podía dormir, tenía mucho miedo, como era muy supersticiosa, imaginaba que seres se paseaban por toda la casa.

Además, el mal tiempo no la animaba mucho.

La tormenta empezó, primero lenta, después se había convertido casi en un ciclón.

Yaqui estaba acostada, temblaba copiosamente, no tanto porque hacía frío, sino de miedo.

"Ay, y mi esposo que no llega".

En medio de toda la tormenta, Yaqui podía escuchar unos pasos que se acercaban a su cuarto, tomó un florero que estaba en la cómoda.

Se apostó detrás de la puerta, estaba completamente fuera de sí.

A su mente llegaban los recuerdos de "la bruja", ella y su esposo instigaron a la gente para que le arrebataran a su hijo y la quemaran viva, pero no pudieron hacerlo porque "murió" desangrada en medio del campo. Al menos eso creyeron todos al dejarla ahí.

Ella no estaba convencida de que estuviera muerta, por eso su temor; los pasos se oían más cerca, ella levantó el florero.

Afuera la lluvía parecía querer limpiar los pecados de toda la gente. No amainaba, al contrario parecía ciclón, llovía a cántaros, el agua golpeaba las ventanas como si quisiera romperlas y entrar.

Yaqui estaba dispuesta a defender su vida, aunque su miedo era más fuerte que su valentía, pero no le quedaba otro remedio, de pronto oyó cuando del otro lado de la puerta alguien tocó el picaporte e intentó abrir.

Las manos le temblaban encima de la cabeza, aferrando con fuerza el florero.

Su respiración agitada, y el corazón como queriendo salirse del pecho.

Varios intentos de abrir la puerta, parecía atascada.

Otros intentos más, hasta que por fin la puerta cedió.

Se fue abriendo poco a poco, la oscuridad era total, ni siquiera la luna se veía.

Por un momento la luz de un rayo iluminó todo el ambiente, luego otro, Yaqui casi lloraba de miedo.

La puerta se abrió de pronto, un personaje salió a relucir, Yaqui, al momento de que este entró, le dio un fuerte golpe en la cabeza derribándolo en el acto...

Casi de inmediato volvió la luz, Yaqui se quedó de una pieza al ver quien estaba tirado en el piso...

Un grito agudo

Yaquelyn, al ver a Eugenio en el piso se asustó tanto que se desmayó, ahí permanecieron en el suelo hasta que Yaqui recobró el sentido.

Amor, perdóname, tuve mucho miedo, tú no llegabas, pensé que era un...

Fue cuando Eugenio despertó y se tocó la cabeza adolorida, ay, ¿por qué me pegaste?

Perdón, amor, no sabía qué hacer... Yaqui lo ayudó a levantarse, ¿estás bien?

Sí, deja de tocarme, me daré un baño, había mucho tráfico, la lluvia no nos dejaba pasar. Tuve un mal día, y mira cómo me recibes. Tus ideas locas de que hay fantasmas, un día nos van a matar a los dos.

No fue mi intención, perdón.

Eugenio se metió a baño, Yaqui se fue a la cama, el miedo aún estaba ahí, se sentía observada por alguien, cuando volteó a la ventana unos ojos estaban ahí, ¿o era su imaginación?

Mejor se tapó la cabeza, y así como estaba pronto se quedó dormida.

"Yo no soy una bruja, juro que me las pagarán, uno a uno pagarán, no se olviden que conozco muy bien a todos.

Y tú, Yaquelyn, eres la peor de todas, tú azuzaste a la gente para que vinieran en pos de mí, solo porque me achacaste tus propios miedos e inseguridades, el no poder tener hijos, te ha hecho insegura. Pero juro que vendré del más allá y les haré pagar, uno a uno".

Yaquelyn se revolvía en la cama, la sensación de no poder abrir los ojos la tenía al borde de un paro cardíaco. Sacando fuerzas de no sé dónde, logró abrir los ojos, todo estaba en completa calma. Afuera ya no llovía, los árboles, plantas y flores, parecían agradecer por el agua que les había caído del cielo.

Estaban muy verdes y coloridas, como si no temieran nada de la vida. La única que no se sentía bien era Yaquelyn.

Con los ojos desorbitados veía a todas partes, pero no había nada extraño, todo estaba en su lugar, entonces, ¿qué era lo que la preocupaba mucho?

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Dos días después, Sonia fue al internado, llevaba las hojas firmadas por Héctor.

Buenos días, Madre Superiora.

Buenos días, ¿cómo le va?, ¿trae los papeles firmados?

Sí, madre, aquí están...

¿Y por qué no vino su esposo con usted?, esto deben hacerlo los dos, van a adoptar a una niña, no a un perrito.

Disculpe, mi esposo no pudo venir, pero no se preocupe, yo me las puedo arreglar sola.

Bueno, al parecer todo está en orden. ¿Quiere ver a las niñas? Hay varias de 3 años y solo una de dos semanas de nacida.

Sí, quiero verlas, sobre a todo a la bebé, por favor.

Venga conmigo para que las conozca. En realidad no tenemos muchos niños...

La madre Superiora llevó a Sonia a conocer a las niñas, pero al ver a la beba, quedó encantada con ella.

!Dios mío!, esta es la que quiero, dijo señalando a la beba. ¿La puedo cargar?

Por supuesto que sí.

¡Es tan linda!, ¿cómo se llama?

Alejandra, le pusimos ese nombre porque así se llamaba una monja que murió hace unos meses, ella era muy buena.

¡Qué hermoso nombre!, ¿me la puedo llevar?

Aún no, todavía faltan algunos requisitos, tiene que venir con su esposo, los dos necesitan firmar.

¿Y por qué no me la quiere dar a mí?, al fin y al cabo mi esposo ya firmó los papeles.

Lo siento, señora, son los protocolos de este lugar. Es necesario que vengan usted y su esposo.

Ok, gracias, madre superiora.

Sonia salió de ahí un poco descorazonada. La niña le había robado el corazón, pero, ¿cómo decírselo a su esposo?

Tendría que encontrar la manera.

Esa misma noche habló con él... Amor, ¿qué has pensado de lo que te dije?

¿De qué estás hablando?

De lo de adoptar a una niña...

Sigues con eso.

Por favor, la niña es hermosa, tiene solo dos semanas.

¿Por qué fuiste a verla?, ya te había dicho que no.

Por favor, no me niegues el derecho de ser madre.

Sonia, así estamos bien, ¿para qué quieres una hija?, yo te amo, con o sin hijos.

Héctor la dejó hablando sola, no tenía intención de adoptar un hijo, pero veía a su esposa muy ilusionada y no le quedó más remedio que aceptar.

Regresó con ella, está bien, vamos a ver a esa niña.

Sonia le sonrió, gracias, amor, no sabes toda la felicidad que me das.

Mañana vamos a primera hora. Pero vamos a dormir, estoy muy cansado.

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Amor, voy a trabajar en el despacho, procura dormir, al rato te alcanzo.

Yaqui se fue a su cuarto, se dio una ducha y se acostó a dormir.

Al poco rato ya estaba dormida, pero algo perturbaba su sueño. Se revolvía en la cama inquieta...

Solo se oía a los grillos y uno que otro lobo por ahí.

Sin embargo, el sueño de Yaqui era tortuoso.

Había algo que no la dejaba dormir, sentía la respiración a un lado de ella.

Mientras tanto, Eugenio revisaba unos papeles importantes, tenía que firmarlos y entregarlos al día siguiente.

Estaba muy absorto en lo que hacía, no escuchaba nada.

Eugenio era el dueño de una importante agencia de autos. Tenía sucursales en varias partes de México.

Los autos habían tenido una aceptación excelente. Eugenio iba todos los días, tenía que mantener el orden, y que todo marchara bien. Era muy quisquilloso, no aceptaba faltas de ninguna especie, era autoritario y cruel.

Pero la empresa marchaba bien, tenía mucha gente a su servicio.

Terminó de firmar los papeles y se dispuso a subir a la habitación.

No había subido un peldaño, cuando un grito salió de la habitación...

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