Jacob había regresado a su ciudad natal tras cinco años viviendo en el extranjero. Había estudiado y trabajado en Europa, pero ahora sentía la necesidad de volver a sus raíces y estar cerca de su familia. La ciudad no había cambiado mucho; los mismos edificios, las mismas calles y, en muchos aspectos, la misma gente. Sin embargo, Jacob había cambiado. Había descubierto mucho sobre sí mismo durante esos años fuera, incluyendo su identidad y orientación sexual. Era gay y, por primera vez en su vida, estaba en paz con ello.

Una tarde, mientras paseaba por el centro de la ciudad, Jacob decidió entrar en una librería que solía frecuentar en su adolescencia. El olor a papel y tinta lo recibió con una cálida familiaridad. Mientras hojeaba algunos libros, se dio cuenta de que había alguien más en la sección de poesía, aparentemente tan absorto en su lectura como él.

Era un hombre alto, con el cabello castaño oscuro y rizado, y una barba cuidadosamente recortada. Llevaba una chaqueta de cuero que contrastaba con su actitud tranquila mientras leía un libro de poemas. Jacob no pudo evitar sentirse intrigado y, aunque normalmente era bastante reservado, decidió acercarse.

—Es un buen libro —dijo Jacob, señalando el libro de poemas que el hombre sostenía—. Neruda siempre sabe cómo llegar al corazón.

El hombre levantó la vista, sorprendido pero sonriendo. —Sí, tienes razón. Hay algo en sus palabras que te atrapa. —Cerró el libro y extendió su mano—. Soy Sam.

—Jacob —respondió, estrechando la mano de Sam.

La conversación fluía naturalmente, como si se conocieran desde hacía mucho tiempo. Hablaron de sus autores favoritos, de los libros que los habían marcado y de cómo la literatura podía ser un refugio en tiempos difíciles. Jacob se sintió cómodo, más de lo que se había sentido en mucho tiempo.

Después de un rato, Sam sugirió tomar un café en la pequeña cafetería adjunta a la librería. Jacob aceptó encantado. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, desde donde podían ver la vida pasar en la calle. La conversación continuó, tocando temas más personales. Sam le contó a Jacob que era profesor de literatura en una escuela local y que, aunque amaba su trabajo, a veces sentía que la rutina lo atrapaba.

—¿Y tú, Jacob? ¿Qué te trae de vuelta a casa después de tanto tiempo?

Jacob tomó un sorbo de su café antes de responder. —Necesitaba un cambio. Europa fue increíble, pero sentí que era hora de volver, estar cerca de mi familia y encontrar un nuevo equilibrio. Además... —dudó un momento, pero decidió ser honesto—, necesitaba un lugar donde pudiera ser completamente yo.

Sam asintió, entendiendo perfectamente lo que Jacob quería decir. —A veces, estar en casa es justo lo que necesitamos para redescubrirnos.

Pasaron las horas y la noche comenzó a caer. Se despidieron con la promesa de volver a verse. Jacob se sentía ligero, como si una nueva energía hubiera entrado en su mente al pasar del tiempo se dijeron cosas hermosas

Durante las siguientes semanas, Jacob y Sam se vieron con frecuencia. Exploraron juntos la ciudad, visitando museos, asistiendo a lecturas de poesía y descubriendo pequeños cafés y restaurantes. La conexión entre ellos creció, no solo como amigos sino como algo más profundo.

Una tarde, mientras caminaban por el parque, Sam se detuvo y miró a Jacob con una mezcla de nerviosismo y determinación.

—Jacob, hay algo que quiero decirte. Desde que te conocí, me he sentido más vivo. Me haces ver el mundo de una manera diferente, y no puedo negar que... siento algo por ti.

Jacob sintió que su corazón latía con fuerza. Había esperado este momento, pero escuchar las palabras de Sam hizo que todo fuera real. Sonrió y tomó la mano de Sam.

—Yo también siento lo mismo, Sam. No he dejado de pensar en ti desde el día en que nos conocimos en la librería.

Se quedaron allí, en el parque, tomados de la mano, sintiendo que el mundo se había detenido por un momento. Se besaron, y el beso fue suave y lleno de promesas.

Su relación floreció a partir de ese momento. Pasaron más tiempo juntos, conociéndose a niveles más profundos y construyendo un vínculo basado en la confianza y el amor. Aunque ambos sabían que la vida podía ser complicada, estaban dispuestos a enfrentar cualquier desafío juntos.

Una noche, mientras cenaban en el apartamento de Sam, Jacob decidió abrirse completamente. Le contó a Sam sobre sus miedos y dudas, sobre cómo había luchado para aceptar su identidad y cómo el regresar a casa había sido un paso importante para él.

—Quería ser honesto contigo desde el principio, Sam. No ha sido fácil, pero siento que contigo puedo ser yo mismo, sin miedo.

Sam lo escuchó con atención y luego lo abrazó. —Jacob, todos tenemos nuestros miedos y batallas. Lo importante es que estamos juntos en esto. Y te prometo que siempre estaré aquí para ti.

Con el tiempo, sus amigos y familiares comenzaron a notar lo felices que estaban juntos. Aunque hubo algunos desafíos y momentos difíciles, especialmente con aquellos que no entendían o no aceptaban su relación, Jacob y Sam encontraron fuerza en su amor mutuo. Su relación se convirtió en un ejemplo de valentía y autenticidad, inspirando a otros a vivir sus vidas con verdad y amor.

tuvieron una fiesta donde charlaron con amigos y disfrutaron la noche como nunca tuvieron sexo esa noche la pasaron excelente ninguno había tenido algo tan lindo en su vida "era su primera vez" se levantaron juntos abrazados como una hermosa pareja se quedaron a desayunar con sus amigos vieron muchas cosas hermosas ese día que decían que el destino se las había enviado, el atardecer estuvo preciosos después de caer el sol salieron para su casa a descansar pero Sam quería dormir con el haci sea una noche más

le gustaba dormir con Jacob le gustaba dormir abrazado de un hombre que le cabio su vida para siempre le gustaban sus brazos sentía que lo protegía sus brazos y su pecho le daba la seguridad que nunca sintió sentía su corazón latir como respiraba y eso lo tranquilizaba mucho

Sam y Jacob estaban sentados en el parque, en su banco habitual bajo el gran roble. Sus manos entrelazadas eran un gesto de consuelo mutuo y de amor. Habían estado juntos en secreto durante meses, disfrutando de los momentos tranquilos y felices lejos de las miradas curiosas. Pero el secreto ya no era sostenible, y esa noche, todo cambió.

Al regresar a casa, Sam notó la tensión en el aire. Su padre estaba sentado en el sofá, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Su madre tenía una expresión de preocupación, con los labios apretados.

—Sam, necesitamos hablar —dijo su padre con una voz grave.

Jacob, que había acompañado a Sam hasta la puerta, también sintió la inquietud. Quiso quedarse para apoyar a Sam, pero su intuición le dijo que era mejor irse.

—Te veo mañana, Sam —dijo Jacob con una sonrisa forzada, dándole un apretón rápido en la mano antes de marcharse.

Una vez que Jacob se fue, Sam entró en la sala y se sentó frente a sus padres. Sabía que algo grande estaba por suceder.

—Tu madre y yo encontramos algo —dijo su padre, sacando un sobre de la mesa. Era una carta de Jacob, una declaración de amor que Sam había guardado celosamente—. ¿Qué es esto, Sam?

El corazón de Sam latía con fuerza. Respiró hondo, sabiendo que ya no había vuelta atrás.

—Papá, mamá, Jacob y yo… somos novios. Nos amamos.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Su madre llevó una mano a la boca, sorprendida. Su padre, en cambio, se puso de pie de un salto.

—¿Qué? ¿Cómo has podido hacer esto? —gritó su padre, la furia en sus ojos—. ¡Esto no es natural! ¡No en esta casa!

—Papá, por favor, escúchame —imploró Sam—. No elegí esto, simplemente pasó. Jacob me hace feliz.

Su madre, con lágrimas en los ojos, intentó intervenir.

—Por favor, cariño, calmémonos. Deberíamos hablar de esto con más calma.

Pero su padre no quería escuchar.

—¡No hay nada que hablar! ¡Esto es inaceptable! —gritó, su voz temblando de rabia—. No puedo permitirlo. No bajo mi techo.

Sam sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Su padre, el hombre que siempre había sido su modelo a seguir, lo estaba rechazando de la manera más dolorosa. Se levantó y, sin decir una palabra más, salió corriendo de la casa.

Corrió hasta el parque, hasta el roble donde Jacob lo estaba esperando. Sin aliento, se lanzó a los brazos de Jacob, dejando que las lágrimas fluyeran libremente.

—Jake, mis padres… no lo aceptan. No sé qué hacer.

Jacob lo abrazó con fuerza, sus propias lágrimas cayendo.

—Lo superaremos, Sam. Estamos juntos en esto. Siempre.

Al día siguiente, Jacob también enfrentó a sus propios padres. La reacción fue similar, llena de shock y confusión, pero con un rayo de esperanza cuando su madre dijo:

—Jacob, te amamos. No entendemos del todo, pero si Sam te hace feliz, queremos intentar aceptarlo.

No fue fácil. Los días siguientes estuvieron llenos de discusiones, lágrimas y momentos de tensión. Pero poco a poco, ambos padres comenzaron a ver el amor genuino entre Sam y Jacob.

Aunque el camino no sería sencillo, Sam y Jacob sabían que juntos podrían enfrentarlo todo. Bajo la sombra del gran roble, hicieron una promesa: enfrentarían cualquier obstáculo, porque su amor era más fuerte que cualquier adversidad.