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La Mala Suerte Que Nos Une

Verano inolvidable

Chandler y Robert habían decidido que este verano sería diferente. Después de años de enfrentar la mala suerte juntos en su pequeño pueblo, decidieron embarcarse en unas vacaciones en la playa para escapar de las rutinas y desventuras cotidianas.

El plan era sencillo: alquilaron una pequeña cabaña frente al mar en un tranquilo pueblo costero. Chandler había investigado meticulosamente para asegurarse de que fuera un lugar donde las olas rompieran suavemente en la arena y el sol se pusiera en tonos cálidos de naranja y rosa cada tarde. Robert, con su habitual cautela, había comprobado que la cabaña estuviera bien protegida contra las tormentas costeras, asegurándose de que no se repitieran las desgracias pasadas.

El primer día de sus vacaciones, Chandler y Robert se despertaron con el sonido relajante de las olas chocando contra la playa. Estaban emocionados de explorar un lugar nuevo juntos, dejando atrás las preocupaciones y los incidentes desafortunados que parecían perseguirlos en casa.

Sin embargo, la mala suerte no tardó en aparecer, aunque esta vez de una manera más suave y cómica. Durante su primera caminata por la playa, Chandler tropezó con una concha marina gigante y cayó en la arena, provocando risas de ambos. Robert, intentando ser caballeroso, le ofreció una mano para ayudarla a levantarse, solo para terminar deslizándose y cayendo junto a ella.

"Creo que ya estamos empezando con nuestro propio estilo de vacaciones", bromeó Chandler mientras se sacudían la arena de la ropa.

Esa noche, disfrutaron de una cena romántica en un restaurante local, donde probaron mariscos frescos y brindaron por el comienzo de unas vacaciones bien merecidas. El ambiente era perfecto: velas parpadeantes, música suave y el murmullo del mar de fondo. Por un momento, parecía que la mala suerte los había dejado en paz.

Pero las vacaciones tenían otros planes. Al día siguiente, decidieron alquilar bicicletas para explorar más allá de la playa. Todo iba bien hasta que se encontraron con un camino lleno de baches que provocó que Robert perdiera el equilibrio y cayera de su bicicleta, raspándose una rodilla. Chandler, detrás de él, frenó bruscamente para evitar chocar, solo para terminar volando por encima del manillar y aterrizando con un ligero golpe en la arena.

"¿Estás bien?", preguntó Robert, riendo a medias mientras se levantaba y ayudaba a Chandler a ponerse de pie.

"Estoy bien, pero parece que las bicicletas no son nuestro medio de transporte ideal", respondió Chandler, examinando con cuidado sus rodillas para asegurarse de que no se hubiera hecho daño.

A pesar de estos contratiempos, continuaron explorando el área, visitando pequeños pueblos cercanos y descubriendo playas escondidas donde se sentían como los únicos habitantes del mundo.

Los días pasaron rápidamente entre caminatas por la playa, siestas bajo sombrillas y cenas al aire libre con vista al mar. Chandler capturaba los atardeceres con su cámara, tratando de guardar cada momento especial en fotografías que pudieran mirar con nostalgia en el futuro. Robert, por su parte, se relajaba leyendo libros que había querido leer desde hacía tiempo, disfrutando del sonido constante del mar que se filtraba a través de las páginas.

A mitad de su estancia, decidieron tomar un paseo en un pequeño bote de remos que el dueño de la cabaña les había prestado amablemente. Remaron mar adentro, admirando la vista de la costa desde una perspectiva completamente nueva. Justo cuando estaban a punto de regresar, una ráfaga de viento inesperada hizo que el bote se balanceara y casi los arrojara al agua. Por suerte, lograron mantener el equilibrio y regresar a la orilla sanos y salvos, aunque empapados y con un par de anécdotas más para añadir a su lista de "vacaciones accidentadas".

A medida que se acercaba el final de su estancia, Robert y Chandler reflexionaron sobre su tiempo juntos en la playa. A pesar de los pequeños incidentes y accidentes que habían enfrentado, ambos coincidieron en que estas vacaciones habían sido exactamente lo que necesitaban: un respiro del mundo exterior y una oportunidad para fortalecer su vínculo.

La última noche, se sentaron juntos en la arena, observando las estrellas mientras las olas susurraban a sus pies. Recordaron los momentos divertidos, las pequeñas calamidades y las risas compartidas, prometiéndose que volverían a este lugar especial en el futuro.

"Creo que podemos decir que estas vacaciones han sido... memorables", dijo Robert con una sonrisa, tomando la mano de Chandler y apretándola suavemente.

"Definitivamente memorables", respondió ella, devolviéndole la sonrisa con cariño.

Y así, con el corazón lleno de recuerdos y el espíritu renovado, Chandler y Robert regresaron a casa, sabiendo que sin importar cuánta mala suerte pudieran encontrar en el camino, siempre tendrían el uno al otro para enfrentarla juntos, con amor, humor y una pizca de aventura.

Días de relajación exhausta

Robert y Chandler eran una pareja de estudiantes que parecían atraer la mala suerte como un imán. Ese día en particular, se despertaron tarde y, apresurados, se vistieron rápidamente y se dirigieron a la escuela.

Al llegar, se dieron cuenta de que habían olvidado sus mochilas en casa. Mientras corrían de regreso para buscarlas, un perro callejero les persiguió y les hizo tropezar, causando que cayeran al suelo y se ensuciaran la ropa. Con las mochilas finalmente en sus manos, se encaminaron nuevamente hacia la escuela.

Sin embargo, cuando llegaron a la puerta de la escuela, se dieron cuenta de que la habían cerrado por un problema eléctrico. Los estudiantes estaban siendo enviados a casa, pero Robert y Chandler no tenían forma de comunicarse con sus padres, ya que sus teléfonos móviles se habían quedado en sus mochilas.

Decidieron caminar hacia la casa de Robert, que estaba más cerca, para pedir prestado un teléfono y avisar a sus padres. En el camino, un pájaro les dejó caer un regalo poco agradable justo encima de sus cabezas. Se rieron de su mala suerte y continuaron su camino.

Cuando finalmente llegaron a la casa de Robert, este tenía llaves así que entraron a su casa que ya no estaba tan sola, se miraron mientras sonreían de forma pícara y se dirigieron a la ducha. Se metieron a bañar juntos con la condición de únicamente ducharse y no mirar al otro, esto fue algo inevitable... Chandler empezó a tocar a Robert lentamente hasta llegar a su pito, lo empezó a frotar suavemente mientras aumentaba la velocidad, Robert no podía parar de gemir como loco mientras arañaba la espalda de su novio, salieron de la ducha y empezó la acción.

Chandler tiro a Robert con agresividad a la cama, con timidez se puso en cuatro preparados para ser penetrado por Chandler. Estaban muy excitados y la erección era inevitable, se aferraba con gran fuerza a las sabanas ya mojadas mientras lo cogían con agresividad, rogó piedad, pero Chandler le tapó la boca y le empezó a dar con más fuerza, estaba a punto de eyacular así que volteo a Robert mirando hacia su pito y se lo echó' todo en la boca, se lo tragó absolutamente todo sin dar ninguna queja. Después de la acción se cambiaron mientras se seguían besando y dándose cumplidos sexuales.

Decidieron ir a la tienda de comestibles cercana para usar un teléfono público y buscar los números de teléfono en línea. Pero cuando llegaron a la tienda, se dieron cuenta de que habían olvidado la cartera en casa.

Desanimados y sin opciones, se sentaron en un banco cercano para pensar en qué hacer a continuación. Justo en ese momento, un hombre se acercó a ellos y les preguntó si necesitaban ayuda. Les explicaron su situación y el hombre gentilmente les ofreció su teléfono para llamar a sus padres.

Con alivio, finalmente lograron contactar con sus padres y explicarles lo sucedido. Sus padres estaban preocupados, pero aliviados de que estuvieran a salvo. Acordaron encontrarse en la tienda de comestibles para regresar todos juntos a casa.

Mientras esperaban a sus padres, Robert y Chandler reflexionaron sobre su día lleno de mala suerte pero al mismo tiempo de mucha excitación. A pesar de todos los obstáculos, se dieron cuenta de que habían superado cada desafío juntos y que su amor y apoyo mutuo eran más fuertes que cualquier contratiempo.

Cuando sus padres finalmente llegaron, los abrazaron con fuerza y les agradecieron por estar allí para ellos. Aprendieron la importancia de la planificación y la organización, pero también se dieron cuenta de que incluso en los días más difíciles, siempre podían contar el uno con el otro.

A medida que regresaban a casa, Robert y Chandler prometieron hacer todo lo posible para evitar futuros días de mala suerte. Pero si la adversidad volvía a aparecer, sabían que siempre estarían juntos para enfrentarla y superarla, convirtiendo incluso los días más desafortunados en experiencias que fortalecían su relación.

Los padres de Robert llegaron por él minutos después, ya estando en casa le escribió a Chandler y empezaron a hablar de los planes que tenían para el fin de semana, querían una escapada de la vida de la ciudad porque toda su vida había sido agitada y llena de desafíos, y últimamente parecía que la mala suerte los perseguía más de lo normal.

-Necesitamos alejarnos de todo esto -dijo Robert

-¿Y si vamos de campamento? -sugirió Chandler. La idea le vino de repente, recordando los días felices de su infancia en el bosque Everfright.

El bosque Everfright tenía una reputación mixta. Era conocido por su belleza natural, con árboles imponentes y un lago cristalino, pero también por sus misteriosas historias y leyendas. A Robert y Chandler, sin embargo, les atraía la idea de desconectarse del mundo. Era el lugar perfecto, ese fue el plan de fin de semana

El viernes en la noche Empacaron lo esencial: una tienda de campaña, sacos de dormir, comida enlatada y una linterna. Robert insistió en llevar un pequeño botiquín de primeros auxilios, considerando su reciente historial de accidentes.

Salieron temprano el sábado por la mañana, el aire fresco y el cielo despejado prometían un buen fin de semana. Llegaron al bosque Everfright después de unas horas de viaje y se adentraron en un sendero que, según Chandler, los llevaría a un claro perfecto para acampar

El primer obstáculo llegó pronto. Mientras caminaban, la mochila de Chandler se rompió, esparciendo su contenido por el suelo. Se rieron, aunque algo frustrados, y recogieron todo rápidamente.

-Al menos no es algo grave -dijo Robert, tratando de mantener el ánimo.

Llegaron al claro y comenzaron a montar la tienda. Fue una tarea más ardua de lo esperado. Las instrucciones eran confusas y, después de varios intentos fallidos, lograron levantar la tienda, aunque quedaba un poco torcida.

-No es una mansión, pero servirá, podría ser un lugar muy excitante- bromeó Chandler.

La noche cayó rápido en el bosque. Encendieron una fogata y se sentaron alrededor, disfrutando del silencio interrumpido solo por el canto de los grillos. Se sentían más relajados que en meses. Robert acomodó su cabeza en el hombro de Chandler mientras este tocaba y apretaba su muslo

Pero su paz no duró mucho. A mitad de la noche, una tormenta repentina los despertó. El viento aullaba y la lluvia caía en torrentes, filtrándose por la tienda mal montada. La linterna falló justo cuando más la necesitaban, dejándolos en completa oscuridad.

-Esto es increíble -dijo Robert, empapado y temblando de frío. Chandler lo notó así que lo abrazó para intentar mantenerlo caliente y se sienta seguro.

Pasaron el resto de la noche intentando mantenerse secos y calientes, pero por la mañana los encontró exhaustos y de mal humor. Decidieron explorar un poco, esperando que un paseo matutino mejorara su ánimo.

El bosque Everfright era majestuoso. Los árboles se alzaban como gigantes y el suelo estaba cubierto de un manto verde de musgo. Se toparon con un arroyo, y decidieron seguirlo, esperando encontrar el lago del que Chandler tanto había hablado.

Después de una hora caminando, el arroyo los llevó a un pequeño lago escondido entre los árboles. Parecía sacado de un cuento de hadas, con el agua tan clara que podían ver los peces nadando bajo la superficie. Se sentaron en la orilla, disfrutando del sol que finalmente había salido.

-Quizás esto no sea tan malo después de todo-dijo Chandler, sonriendo.

Pero su suerte estaba a punto de cambiar de nuevo. Mientras caminaban de regreso, Robert tropezó con una raíz y cayó al suelo, torciéndose el tobillo.

-No puedo creerlo-dijo, tratando de levantarse con la ayuda de Chandler.

Con Robert cojeando, el regreso al campamento era lento y doloroso hasta que Chandler decidió cargarlo para que no fuera tan lento el regreso ni tan grande el sufrimiento. Para cuando llegaron, el cielo comenzaba a oscurecerse de nuevo. Encendieron la fogata y se prepararon para otra noche difícil.

-Al menos tenemos la fogata -dijo Robert, tratando de ver el lado positivo.

Esa noche, sin embargo, la mala suerte los golpeó de nuevo. Un mapache logró entrar en sus provisiones y se llevó la mayor parte de su comida. Desesperados, buscaron entre lo que quedaba y encontraron solo unas pocas latas.

-Parece que la naturaleza no nos quiere aquí -dijo Chandler, riendo ante la ironía.

A la mañana siguiente, decidieron que era hora de empacar y regresar a la ciudad. Mientras desmontaban la tienda, una rama cayó de un árbol cercano, golpeando a Chandler en el hombro. Por suerte, no fue una herida grave, pero sí dolorosa.

-Esto es ridículo -dijo Chandler, frotándose el hombro.

Finalmente, con todo empacado, comenzaron el camino de regreso al coche. La caminata fue dura debido al tobillo de Robert, Chandler lo cargó todo el camino, y el sol estaba alto cuando llegaron al sendero principal. Exhaustos y hambrientos, llegaron al coche solo para descubrir que una de las llantas estaba pinchada.

-¿Qué hemos hecho para merecer esto? -se lamentó Robert.

Cambiaron la llanta con mucho esfuerzo y finalmente se pusieron en marcha. Mientras conducían de regreso a la ciudad, la mala suerte pareció quedarse atrás. El sol brillaba y el tráfico era ligero.

-Quizás todo esto fue una prueba -dijo Chandler, mirando a Robert con una sonrisa cansada mientras le tocaba la pierna.

-Si es así, creo que la pasamos -respondió Robert, devolviéndole la sonrisa.

La fortuna Adversa de Robert y Chandler en el V universo

Robert y Chandler eran una pareja peculiar, unidos por el amor y una desafortunada propensión a atraer la mala suerte. Vivían en un pequeño apartamento en el centro de la ciudad, un refugio lleno de plantas y libros que contaban historias de mundos lejanos y aventuras épicas. A pesar de su infortunio, su amor era una constante, un faro que iluminaba incluso los días más oscuros.

La historia de Robert y Chandler comenzó en una librería polvorienta, donde ambos buscaban el mismo libro raro sobre mitología antigua. Fue un encuentro fortuito, pero no fue más que el inicio de una serie de eventos desafortunados que, paradójicamente, los acercaron más.

Un viernes por la tarde, decidieron embarcarse en una aventura que cambiaría sus vidas para siempre. Chandler había encontrado un viejo mapa en una tienda de antigüedades, un pergamino amarillento que prometía la ubicación de un tesoro escondido en las montañas cercanas. Con el entusiasmo de dos niños, empacaron sus mochilas y se pusieron en marcha, ignorando las señales ominosas que presagiaban la catástrofe.

El primer obstáculo surgió cuando su coche, un viejo y querido sedán llamado Betsy, decidió no arrancar. "Siempre empieza en el tercer intento," dijo Robert, optimista, girando la llave una vez más. Pero esta vez, Betsy permaneció en silencio. Con una resignación que solo aquellos acostumbrados a la mala suerte pueden conocer, tomaron sus mochilas y empezaron a caminar.

Las primeras horas del viaje fueron agradables. El sol brillaba y una brisa fresca soplaba, llenando el aire con el aroma de los pinos. Sin embargo, pronto, el cielo comenzó a oscurecerse. "Creo que va a llover," dijo Chandler, mirando las nubes que se amontonaban en el horizonte. "Deberíamos encontrar un refugio."

Justo cuando la primera gota de lluvia cayó, encontraron una cabaña abandonada. La puerta estaba entreabierta y chirrió al empujarla, revelando un interior oscuro y polvoriento. "Mejor que mojarnos," dijo Robert, encendiendo su linterna. Chandler asintió y se adentraron en el refugio improvisado.

La cabaña estaba llena de objetos olvidados: una vieja mesa de madera, sillas rotas y un estante lleno de libros mohosos. Mientras exploraban, Robert tropezó con algo en el suelo. Al inclinarse, descubrió una trampa para osos oxidada. "Cuidado donde pisas," advirtió, levantando la trampa con cuidado.

Chandler, mientras tanto, encontró un diario en el estante. La cubierta estaba deteriorada, pero las páginas interiores aún eran legibles. "Escucha esto," dijo, leyendo en voz alta. "El 3 de noviembre de 1892, encontramos el mapa que lleva al tesoro. Pero la mala suerte nos persigue. A medida que nos acercamos, los obstáculos se vuelven más peligrosos. Me temo que nunca llegaremos a nuestro destino."

La lluvia golpeaba el techo de la cabaña, creando una sinfonía inquietante. Robert y Chandler se miraron, sus mentes girando con la revelación. "¿Y si nuestra mala suerte está conectada con este tesoro?" preguntó Robert. "¿Y si es una especie de maldición?"

"No lo sé," respondió Chandler, cerrando el diario. "Pero no podemos detenernos ahora. Debemos seguir adelante. Tal vez, si encontramos el tesoro, podamos romper la maldición."

La lluvia amainó al amanecer, y con renovada determinación, reanudaron su viaje. Cada paso parecía llevarlos más cerca del misterio que rodeaba al tesoro y la maldición que lo acompañaba. Pero con cada obstáculo que superaban, la sombra de la mala suerte se cernía más oscura sobre ellos.

Mientras continuaban su marcha, el sendero se hacía cada vez más escabroso. Las rocas y raíces traicioneras obligaban a Robert y Chandler a avanzar con cautela, pero su determinación no disminuía.

Al mediodía, el sol se filtraba a través de las ramas de los árboles, creando patrones de luz y sombra en el suelo del bosque. Fue entonces cuando encontraron un río que bloqueaba su camino. El agua corría rápida y profunda, y no había un puente a la vista.

"Debemos cruzar de alguna manera," dijo Robert, mirando la corriente con preocupación.

Chandler examinó los alrededores y encontró un tronco caído que parecía lo suficientemente sólido como para usarlo como puente. Con cuidado, ambos comenzaron a cruzar, sus corazones latiendo con fuerza en sus pechos.

Justo cuando Chandler estaba a mitad de camino, el tronco comenzó a ceder bajo su peso. "¡Rápido, Chandler, salta!" gritó Robert, extendiendo su mano. Chandler se lanzó hacia adelante, agarrando la mano de Robert justo cuando el tronco se rompió y cayó al río con un estruendo.

Ambos cayeron al suelo del otro lado del río, respirando con dificultad y riendo nerviosamente. "Eso estuvo cerca," dijo Chandler, levantándose y sacudiendo la tierra de sus pantalones. "Nuestra mala suerte casi nos atrapa otra vez."

"Pero no lo hizo," respondió Robert, sonriendo. "Estamos juntos en esto, y eso es lo que importa."

Continuaron su camino, y finalmente llegaron a la base de una montaña. Según el mapa, el tesoro estaba escondido en algún lugar de las cuevas que se encontraban en la cima. La subida sería ardua, pero no tenían otra opción.

La escalada fue lenta y agotadora. Las manos de Chandler estaban raspadas y sangraban ligeramente por aferrarse a las rocas afiladas, mientras que Robert se esforzaba por mantener el equilibrio en los estrechos salientes. A mitad de camino, una tormenta se desató de repente, enviando lluvia y viento en su contra.

"Tenemos que encontrar refugio," gritó Robert por encima del rugido del viento. Avanzaron con dificultad, buscando desesperadamente una cueva donde puedan resguardarse. Finalmente, encontraron una pequeña abertura en la roca y se metieron dentro, temblando y empapados.

La cueva era oscura y fría, pero al menos los protegía de la tormenta. Encendieron una pequeña fogata con los escasos suministros que tenían y se acurrucaron juntos para calentarse.

"¿Recuerdas la primera vez que nos conocimos?" preguntó Chandler, mirando las llamas danzantes. "Estábamos buscando el mismo libro, y ahora aquí estamos, buscando un tesoro maldito."

Robert sonrió, tomando la mano de Chandler. "Sí, y a pesar de toda la mala suerte, no cambiaría nada. Estoy feliz de estar contigo, incluso en medio de todo esto."

Pasaron la noche en la cueva, y al amanecer, la tormenta había pasado. Reanudaron su escalada, más decididos que nunca a encontrar el tesoro y poner fin a su mala suerte.

Cuando finalmente alcanzaron la cima, la vista era impresionante. El sol brillaba sobre un mar de árboles y montañas que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Pero no estaban allí para admirar el paisaje. Según el mapa, había una entrada a una red de cuevas cerca de la cima, donde se encontraba el tesoro.

Buscaron alrededor y encontraron una entrada oculta entre unas rocas. Chandler encendió una linterna y avanzaron con cautela, el eco de sus pasos resonando

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