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Atrapados Por El Destino

Capítulo 1 : El Acuerdo Familiar y la Boda

El salón principal de la mansión Rossi-Bianchi estaba repleto de familiares y amigos cercanos, todos ansiosos por presenciar la boda del año. La unión de Valentina Rossi y Leonardo Bianchi había sido un tema candente desde que se anunció, principalmente debido a las circunstancias inusuales que rodeaban su matrimonio. Ambas familias habían estado en conversaciones durante meses, negociando los términos y condiciones que llevarían a esta unión.

El Acuerdo

La familia Rossi había sido propietaria de vastas tierras y viñedos en la Toscana durante generaciones, pero recientemente habían enfrentado problemas financieros significativos. La familia Bianchi, por otro lado, poseía una cadena de hoteles de lujo en toda Europa y se encontraba en una posición económica envidiable. La alianza matrimonial entre Valentina y Leonardo no solo uniría dos linajes prestigiosos, sino que también proporcionaría la estabilidad financiera que la familia Rossi tanto necesitaba.

El acuerdo era simple: Valentina recibiría el apellido Bianchi y, a cambio, Leonardo inyectaría capital en los viñedos Rossi, asegurando su supervivencia. Sin embargo, había un detalle crucial que la mayoría de los presentes desconocía: Leonardo no tenía ningún interés en Valentina más allá de cumplir con su deber familiar.

La Boda

La ceremonia se llevó a cabo con todo el esplendor que se esperaba de dos familias de tal calibre. Valentina, con su vestido blanco de encaje, caminó por el pasillo con una expresión estoica, consciente de que su vida estaba a punto de cambiar irrevocablemente. Leonardo, impecablemente vestido con un traje negro, la esperaba en el altar con una mirada indiferente.

El sacerdote ofició la ceremonia de manera breve y directa. Los votos se intercambiaron sin emoción visible, y el beso que selló la unión fue un mero roce de labios, sin pasión alguna. Valentina se consoló pensando en el bienestar de su familia, mientras Leonardo ya planeaba su regreso a la oficina.

El Destierro

Tras la recepción, Leonardo se acercó a Valentina y, en voz baja, le informó sobre sus planes. "Valentina," comenzó con frialdad, "hemos cumplido con nuestra parte del acuerdo. Ahora, quiero que entiendas algo: este matrimonio es solo un contrato. No tengo interés en ti ni en mantener una relación contigo."

Valentina lo miró con sorpresa y tristeza, pero mantuvo la calma. "¿Qué quieres decir, Leonardo?"

"Vas a vivir en nuestra villa en el campo," dijo Leonardo, "es un lugar hermoso, aislado y perfecto para alguien como tú. Tendrás todo lo que necesites: personal de servicio, seguridad y todas las comodidades que puedas imaginar. Pero no esperes que te visite ni que mantenga contacto contigo más allá de lo necesario. Solo tienes mi apellido y la seguridad que conlleva."

Valentina asintió lentamente, sintiendo una mezcla de alivio y desilusión. Aunque había esperado algún tipo de conexión, incluso superficial, con su esposo, estaba claro que Leonardo no tenía intención de involucrarse emocionalmente. "Lo entiendo," respondió con voz firme.

La Partida

Esa misma noche, después de la recepción, Valentina fue escoltada a la villa. La propiedad era impresionante, con vastos jardines, un lago privado y una mansión que parecía sacada de un cuento de hadas. A pesar de la belleza del lugar, Valentina no podía evitar sentirse prisionera.

Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Valentina se adaptó a su nueva vida con resignación, dedicando su tiempo a cuidar los jardines, leer libros y aprender sobre la administración de los viñedos de su familia. Las visitas de Leonardo eran inexistentes, y las pocas veces que recibía una llamada o una carta suya, eran meramente asuntos administrativos.

La Soledad

El aislamiento comenzó a hacer mella en Valentina. Aunque tenía todo lo material que podía desear, la falta de compañía y afecto humano era dolorosa. Los sirvientes eran amables, pero mantenían una distancia respetuosa, conscientes de su posición. Valentina anhelaba una conversación sincera, una risa compartida, algo que le recordara que aún era una persona, no solo un nombre en un contrato.

Un día, mientras paseaba por el jardín, encontró una pequeña carta escondida entre las flores. Era de su hermano menor, Enzo, quien había sido su confidente y mejor amigo. La carta estaba llena de palabras de aliento y amor, recordándole que, aunque estuviera sola en la villa, su familia siempre estaría con ella en espíritu. Las lágrimas rodaron por las mejillas de Valentina mientras leía las palabras de Enzo, sintiendo un rayo de esperanza en su corazón.

La Decisión

Valentina sabía que no podía seguir viviendo de esa manera. La vida que había llevado durante los últimos meses no era vida en absoluto. Necesitaba encontrar una manera de ser feliz, incluso en medio de su situación. Decidió involucrarse más activamente en la gestión de los viñedos, encontrando un propósito y una pasión en el trabajo que había pertenecido a su familia durante generaciones.

Poco a poco, comenzó a ganar respeto y admiración de los trabajadores y administradores del viñedo. Su determinación y habilidades sorprendieron a muchos, incluidos aquellos que habían dudado de su capacidad debido a su juventud y falta de experiencia. Valentina encontró una nueva familia en ellos, un grupo de personas que la apreciaban por quien era y no por su apellido.

El Encuentro

Un año después de su boda, Leonardo recibió un informe detallado sobre los progresos en los viñedos Rossi. La eficiencia había aumentado, las cosechas eran más abundantes y las ventas estaban en su punto más alto en décadas. Intrigado y un poco desconcertado, decidió visitar la villa para ver qué estaba ocurriendo.

Al llegar, encontró a Valentina supervisando la cosecha, su rostro iluminado por una sonrisa genuina mientras hablaba con los trabajadores. La imagen de la joven tímida y reservada que había visto el día de su boda había desaparecido, reemplazada por una mujer fuerte y segura de sí misma.

"Valentina," llamó desde la distancia. Ella se giró, sorprendida de verlo allí. "Leonardo," respondió, manteniendo la calma.

"Quería ver por mí mismo los cambios que has implementado," dijo, caminando hacia ella. "Estoy impresionado."

"Gracias," respondió Valentina, sin bajar la guardia. "He encontrado algo que me apasiona y me he dedicado a ello."

Leonardo la miró con una nueva apreciación, dándose cuenta de que había subestimado a su esposa. "Quizás deberíamos hablar," sugirió. "Sobre nuestro futuro."

Valentina lo miró a los ojos, evaluando sus intenciones. "Estoy dispuesta a escuchar," respondió finalmente, dejando abierta la posibilidad de un nuevo comienzo.

Conclusión

La visita de Leonardo marcó un punto de inflexión en su relación. Aunque los comienzos habían sido fríos y distantes, ambos se dieron cuenta de que había espacio para el crecimiento y el entendimiento mutuo. Con el tiempo, aprendieron a respetarse y valorarse, encontrando en su matrimonio una alianza más fuerte y significativa de lo que jamás habían imaginado. Valentina ya no era una niña desabrida, y Leonardo descubrió que había mucho más en su esposa de lo que había visto en el día de su boda.

Capítulo 2 : Confrontación en el Viñedo

El sol estaba en su punto más alto cuando Valentina se encontraba trabajando en el viñedo, supervisando la cosecha. Había pasado gran parte de los últimos ocho años construyendo y manejando el negocio de la familia, transformando los viñedos en una operación próspera y reconocida. Mientras observaba a los trabajadores recolectar las uvas, su mente no podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con Leonardo unas semanas antes. Habían intentado encontrar un terreno común, pero la verdad era que sus diferencias seguían siendo abismales.

Valentina se quitó el sombrero de paja y se secó el sudor de la frente, observando con satisfacción el progreso de la cosecha. Sin embargo, una nube de preocupación ensombrecía su mente. Sabía que debía confrontar a Leonardo de nuevo, esta vez con una decisión más firme.

El sonido de un coche que se acercaba por el camino de grava llamó su atención. Valentina entrecerró los ojos para ver quién era. El coche negro y elegante era inconfundible; Leonardo había llegado.

Cuando el coche se detuvo, Leonardo salió con su característico porte seguro. Su presencia dominaba el lugar, pero esta vez Valentina no estaba dispuesta a dejarse intimidar. Con el corazón latiendo con fuerza, se dirigió hacia él, decidida a poner fin a su situación.

—Leonardo —dijo, intentando mantener la voz firme y calmada.

—Valentina —respondió él, mirándola con una mezcla de curiosidad y desdén—. ¿Qué sucede? ¿Por qué me has llamado aquí?

—Necesitamos hablar —dijo ella, señalando una mesa de madera bajo una pérgola cubierta de enredaderas—. Por favor, toma asiento.

Leonardo la miró por un momento antes de acceder. Ambos se sentaron, el aire lleno de tensión.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó Leonardo, cruzando los brazos.

—Han pasado ocho años desde que nos casamos —comenzó Valentina, sus ojos fijos en los de él—. En ese entonces, yo era una niña ingenua, prácticamente una adolescente de diecisiete años. Pero ya no soy esa niña desabrida. Ahora soy una mujer de veinticuatro años que sabe lo que quiere.

Leonardo arqueó una ceja, claramente intrigado pero sin perder su postura arrogante. —¿Y qué es lo que quieres, Valentina?

—Quiero el divorcio —dijo ella, sin rodeos.

El rostro de Leonardo se endureció al instante. —¿El divorcio? —repitió, incrédulo—. ¿Te has vuelto loca?

—No, Leonardo. Estoy completamente cuerda. Quiero terminar con este matrimonio que nunca debió ser —respondió Valentina, manteniendo su mirada fija en él.

—Eres una mujer casada —dijo él, con un tono de advertencia en su voz—. Me debes respeto.

Valentina se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con determinación. —¿Respeto? —dijo, casi riendo amargamente—. ¿Y tú, Leonardo? ¿Dónde estuvo tu respeto hacia mí? Me dejaste aquí, en el viñedo, mientras tú te convertías en la comidilla de la sociedad con tus conquistas y tus fiestas. No soy una niña tonta, y ya no estoy dispuesta a soportarlo más.

Leonardo se levantó de un salto, furioso. —¡Esto es ridículo! —exclamó—. No te daré el divorcio, ni en sueños.

Valentina también se levantó, enfrentándolo con valentía. —No te estoy pidiendo tu permiso, Leonardo. Te estoy informando de mi decisión. Quiero iniciar una nueva vida, tener una verdadera oportunidad de ser feliz. Y eso no incluye estar atrapada en un matrimonio sin amor contigo.

—Eres mía, Valentina —dijo Leonardo, su voz baja y peligrosa—. Llevas mi apellido y eso conlleva una responsabilidad. No puedes simplemente desecharlo.

—Ya no tengo diecisiete años, Leonardo. He cambiado. Soy una mujer de veinticuatro años que merece algo mejor que esto. Mereces encontrar a alguien que te haga feliz y yo merezco lo mismo.

Leonardo la miró con una mezcla de furia y algo más, algo que Valentina no pudo identificar. De repente, dio un paso hacia ella y la tomó por los hombros, atrayéndola hacia él. Antes de que pudiera reaccionar, la besó con fuerza, un beso lleno de rabia y posesión.

Valentina luchó por liberarse, finalmente empujándolo con todas sus fuerzas. —¡No me toques! —gritó, limpiándose los labios—. ¡Esto es exactamente lo que quiero dejar atrás!

Leonardo la soltó, respirando con dificultad. —Nunca te daré el divorcio, Valentina —dijo, su voz llena de veneno—. Eres mía, y siempre lo serás.

Y con esas palabras, se dio la vuelta y se marchó, dejándola temblando de ira y frustración.

Reflexión en Soledad

Valentina se quedó en la viña, observando cómo el coche de Leonardo se alejaba. Sentía una mezcla de emociones intensas: ira, dolor, y una determinación renovada. Sabía que conseguir el divorcio no sería fácil, pero no podía renunciar a su búsqueda de la felicidad.

Se dirigió a su pequeño despacho en la casa principal del viñedo y cerró la puerta. Necesitaba un momento para calmarse y pensar en sus próximos pasos. Mientras se sentaba frente a su escritorio, recordó todas las noches solitarias, las cenas vacías y los momentos en los que se había sentido invisible. Este era su momento para reclamar su vida.

Decidida, tomó una hoja de papel y comenzó a escribir una carta a su abogado. Detalló su deseo de divorciarse de Leonardo, explicando sus razones con claridad y firmeza. Sabía que esto sería un proceso largo y complicado, especialmente dado el carácter obstinado de Leonardo, pero estaba lista para luchar por su libertad.

Apoyo Inesperado

Al día siguiente, Valentina decidió buscar apoyo en alguien que siempre había estado a su lado, su amigo de la infancia, Marco. Marco había sido su confidente durante años y conocía bien la situación que ella había vivido.

—Marco, necesito hablar contigo —dijo Valentina, llamándolo a su despacho.

Marco entró, su rostro mostrando preocupación al ver la expresión seria de Valentina. —¿Qué sucede, Valentina?

—He decidido pedir el divorcio a Leonardo —dijo ella, observando su reacción.

Marco asintió lentamente. —Sabía que este día llegaría. Estoy contigo, Valentina. ¿Cómo puedo ayudarte?

Valentina sintió un alivio inmenso al escuchar sus palabras. —Necesito apoyo legal y también emocional. Leonardo no aceptará esto fácilmente.

—Lo sé —respondió Marco—. Pero tienes derecho a buscar tu felicidad. Haré todo lo que pueda para ayudarte.

El Encuentro Decisivo

Unas semanas después, Valentina recibió una llamada de su abogado informándole que había conseguido una cita para discutir el divorcio con Leonardo y sus representantes legales. La reunión se llevaría a cabo en una oficina en la ciudad.

Valentina llegó al lugar con una mezcla de nervios y determinación. Al entrar en la sala de conferencias, vio a Leonardo sentado al otro lado de la mesa, rodeado de sus abogados. La miró con frialdad, su expresión dura como una roca.

—Valentina, ¿estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó su abogado, a su lado.

—Sí, estoy segura —respondió ella, manteniendo la mirada fija en Leonardo.

La reunión comenzó, y Valentina presentó su caso con calma y claridad. Habló de los años de abandono emocional, de la falta de respeto y de su deseo de comenzar una nueva vida. Los abogados de Leonardo intentaron refutar sus argumentos, pero Valentina se mantuvo firme.

Finalmente, Leonardo se inclinó hacia adelante, su rostro una máscara de furia contenida. —Esto no cambiará nada, Valentina. No te concederé el divorcio.

—Eso lo decidirá el juez —respondió Valentina con firmeza—. Pero ten por seguro que no me rendiré.

Capítulo 3 : Un Encuentro en la Mansión Bianchi

Valentina sabía que había llegado el momento de tomar medidas más drásticas. Había intentado razonar con Leonardo y buscar una solución legal, pero se daba cuenta de que necesitaría un apoyo más sólido para lograr su objetivo. Sabía exactamente a quién recurrir: el patriarca de la familia Bianchi, Don Alessandro.

Don Alessandro Bianchi era un hombre de gran influencia y poder dentro de la familia y en la sociedad italiana. Si alguien podía hacer entrar en razón a Leonardo, era su abuelo. Con esta convicción, Valentina decidió visitar la majestuosa mansión Bianchi.

La Llegada a la Mansión

El coche de Valentina avanzaba por el largo camino de entrada que conducía a la imponente mansión. Las arboledas bien cuidadas y los jardines perfectamente diseñados hablaban del estatus y la riqueza de la familia Bianchi. Mientras el coche se detenía frente a la gran entrada principal, Valentina respiró profundamente, preparándose para la conversación que estaba por venir.

Un mayordomo la recibió, conduciéndola a la sala de estar donde Don Alessandro esperaba. El patriarca estaba sentado en un sillón de cuero, con un porte digno y autoritario. A pesar de sus años, sus ojos aún mostraban una inteligencia aguda y una fuerza de voluntad inquebrantable.

—Valentina, qué sorpresa verte aquí —dijo Don Alessandro, levantándose para saludarla—. Siéntate, por favor.

—Gracias, Don Alessandro —respondió Valentina, tomando asiento frente a él.

El patriarca la observó con interés, notando la determinación en su mirada. —Dime, ¿qué te trae a mi casa?

Valentina enderezó los hombros, sabiendo que debía hablar con claridad y franqueza. —Vine porque necesito su ayuda. Estoy buscando el divorcio de Leonardo, y necesito que me ayude a hacerlo entrar en razón.

Don Alessandro levantó una ceja, sorprendido pero intrigado. —¿El divorcio? Explícate.

—Como usted sabe, nuestro matrimonio fue arreglado cuando yo era apenas una adolescente —comenzó Valentina—. Han pasado ocho años, y en todo este tiempo, Leonardo y yo nunca hemos tenido una verdadera relación de pareja. Nuestro matrimonio nunca se consumó. Vivimos vidas separadas y, francamente, estoy cansada de esta situación. Quiero una oportunidad para rehacer mi vida.

El patriarca la miró en silencio por unos momentos, asimilando sus palabras. —Entiendo tu frustración, Valentina. Pero el divorcio no es algo que se tome a la ligera en nuestra familia.

—Lo sé —respondió ella—. Pero no estoy pidiendo esto a la ligera. He pensado mucho en ello. Leonardo ha dejado claro que no tiene intención de cambiar, y yo no puedo seguir viviendo de esta manera. Además, si es necesario, puedo pedir la anulación del matrimonio, ya que nunca se consumó.

Don Alessandro frunció el ceño, reflexionando sobre sus palabras. —Eso complicaría las cosas aún más. La anulación es un asunto serio.

—Lo sé, pero estoy dispuesta a hacerlo si es necesario —insistió Valentina—. Solo pido una reunión con usted y Leonardo, para que podamos hablar de esto abiertamente.

El patriarca se quedó en silencio durante unos instantes, sopesando sus opciones. Finalmente, asintió. —Muy bien, Valentina. Hablaré con Leonardo y organizaremos una reunión. Pero debes estar preparada para lo que pueda surgir de esta conversación.

—Lo estoy, Don Alessandro —dijo Valentina con determinación—. Gracias por su ayuda.

Preparativos para la Reunión

Valentina pasó los días siguientes preparándose mentalmente para la reunión. Sabía que no sería fácil enfrentarse a Leonardo en presencia de su abuelo, pero estaba decidida a mantener su posición. Esta era su oportunidad para liberarse de un matrimonio sin amor y buscar la felicidad que tanto anhelaba.

La reunión se programó para una tarde en la biblioteca de la mansión Bianchi, un lugar que exudaba autoridad y tradición. Valentina llegó temprano, queriendo asegurarse de que estuviera lista para lo que estaba por venir.

Cuando Leonardo llegó, su rostro estaba tenso, claramente irritado por la situación. Se sentó frente a Valentina, y ambos esperaron en silencio la llegada de Don Alessandro.

Finalmente, el patriarca entró en la biblioteca, su presencia imponente dominando la habitación. Se sentó en la cabecera de la mesa, mirando a ambos con seriedad.

—Gracias por venir, Leonardo —comenzó Don Alessandro—. Valentina tiene algo importante que discutir con nosotros.

Leonardo miró a Valentina con una mezcla de frustración y desafío. —Ya sé de qué se trata esto. ¿Realmente piensas que puedes obtener el divorcio?

—Leonardo, este matrimonio no tiene sentido —dijo Valentina, tratando de mantener la calma—. Nunca hemos sido una pareja real. Ambos merecemos la oportunidad de buscar la felicidad por separado.

—Este matrimonio fue un acuerdo familiar —replicó Leonardo—. No puedes simplemente deshacerlo.

—No fue un acuerdo justo para ninguno de los dos —respondió Valentina—. Yo era una niña, y tú nunca quisiste este matrimonio. No tiene sentido seguir fingiendo.

Don Alessandro intervino, su voz firme y autoritaria. —Leonardo, escúchala. Valentina tiene derecho a expresar sus sentimientos. Este matrimonio no ha sido lo que esperábamos. Debemos considerar lo que es mejor para ambos.

Leonardo miró a su abuelo, sorprendido por su apoyo a Valentina. —¿Estás de su lado, abuelo?

—No se trata de tomar lados, Leonardo —respondió Don Alessandro—. Se trata de encontrar una solución que sea justa para ambos. Si Valentina no es feliz, y tú tampoco lo eres, ¿qué ganamos manteniendo este matrimonio?

Valentina sintió una oleada de gratitud hacia el patriarca. —Gracias, Don Alessandro. Solo quiero una oportunidad para vivir mi vida de una manera que me haga feliz. Si eso significa pedir la anulación del matrimonio, estoy dispuesta a hacerlo.

Leonardo se levantó bruscamente, su rostro rojo de ira. —Esto es ridículo. No te daré el divorcio, y no permitiré que humilles a nuestra familia de esta manera.

—Leonardo, si realmente te importara nuestra familia, aceptarías que esta situación no puede continuar —dijo Valentina con firmeza—. No estoy pidiendo esto por capricho. Es lo que necesito para ser feliz.

—¡Feliz! —gritó Leonardo, golpeando la mesa con el puño—. ¡Esto no es sobre tu felicidad! Es sobre el honor y las tradiciones de nuestra familia.

Don Alessandro levantó una mano, llamando al orden. —Leonardo, basta. No resolveremos nada con gritos. Necesitamos encontrar una solución que respete tanto nuestras tradiciones como los deseos de Valentina.

Leonardo respiró hondo, tratando de controlar su ira. —¿Y cuál sería esa solución, abuelo? ¿Dejar que Valentina se vaya y humille a nuestra familia?

—No se trata de humillación, Leonardo —dijo Don Alessandro con calma—. Se trata de aceptar la realidad de la situación. Valentina tiene razón en que este matrimonio nunca fue consumado, y si ella desea una anulación, tiene derecho a buscarla.

Valentina se sintió fortalecida por el apoyo del patriarca. —Leonardo, sé que esto es difícil para ti, pero no podemos seguir así. Ambos merecemos algo mejor.

Leonardo la miró con una mezcla de frustración y resignación. —¿Y qué propones que haga? ¿Simplemente firme los papeles del divorcio y te deje ir?

—Sí, Leonardo. Eso es exactamente lo que propongo —dijo Valentina—. Podemos hacerlo de manera amistosa y discreta, sin necesidad de escándalos. Pero necesito tu cooperación.

Hubo un largo silencio en la habitación mientras Leonardo miraba a su abuelo y luego a Valentina. Finalmente, suspiró profundamente, como si toda la resistencia se desvaneciera de golpe.

—Está bien, Valentina —dijo, su voz cargada de cansancio—. Si esto es lo que realmente quieres, firmaré los papeles. Pero que quede claro que lo hago por el bien de la familia, no porque crea que es lo correcto.

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