El aroma a desinfectante impregnaba la sala, mezclándose con la tristeza y la desesperanza. Las luces fluorescentes, frías e implacables, bañaban la habitación de un blanco mortecino que contrastaba con el cálido resplandor de la piel de Annia, ahora pálida y frágil bajo las sábanas del hospital. Su respiración era apenas un susurro, un hilo de vida que parecía aferrarse con una terquedad dolorosa.
Junto a la cama, su prima Elena no podía contener las lágrimas. Sollozaba con amargura, mientras su cuerpo era sacudido por espasmos de dolor. Cada recuerdo de su infancia compartida, cada risa y secreto confidenciado, se agolpaban en su mente como una marea imparable. Elena sostenía la mano de Annia, esa mano que tantas veces había apretado en momentos de felicidad y apoyo. Ahora, esa conexión parecía desvanecerse, escurrirse entre sus dedos como arena.
A unos pasos, de pie, se encontraba Marcos, el prometido de Annia. Su rostro, habitualmente sereno y decidido, estaba ahora desencajado por la angustia. Los ojos castaños, que siempre habían reflejado amor y seguridad, estaban empañados de lágrimas contenidas. Marcos miraba a Annia con una mezcla de incredulidad y desesperación, como si aún no pudiera aceptar que la vida que habían soñado juntos se desmoronaba ante sus ojos.
El doctor Rodríguez, un hombre de mediana edad con el rostro surcado de arrugas y el cabello canoso, revisaba los signos vitales de Annia con profesionalismo, pero en sus ojos se reflejaba la tristeza de quien ha visto demasiadas vidas apagarse prematuramente. La maquinaria médica emitía pitidos regulares, un débil eco de la batalla que se libraba en el interior del cuerpo de Annia.
Elena levantó la vista, su mirada desesperada buscaba respuestas que el médico no podía ofrecer. -Doctor, ¿no hay nada más que puedan hacer?- preguntó, con su voz quebrada por la desesperación. El doctor Rodríguez negó lentamente con la cabeza, su expresión compasiva.
-Lo siento mucho, hemos hecho todo lo posible- respondió con suavidad. Cada palabra parecía pesar toneladas, hundiéndose en la atmósfera de la habitación.
De repente, un inevitable sonido largo y sostenido rompió el frágil equilibrio. El monitor cardíaco, que hasta entonces se hallaba emitiendo pitidos rítmicos, emitió un tono continuo y ominoso. Elena soltó un grito desgarrador, un alarido de dolor puro que resonó en los corazones de todos los presentes.
-¡No! ¡Annia, no!- sollozaba Elena, abrazando el cuerpo inmóvil de su prima. Su llanto era una cascada de dolor incontenible, sus lágrimas caían sobre las sábanas blancas. Marcos se dejó caer de rodillas junto a la cama, sus manos temblorosas buscando el rostro de Annia, acariciando sus mejillas como si pudiera traerla de vuelta con el calor de su tacto.
-Annia... mi amor...- susurró Marcos, con su voz rota.
El médico se acercó al monitor, confirmando lo inevitable. Con una pesadez que parecía aplastarlo, observó la máquina, silenciandose así el último vestigio de la lucha de Annia.
Elena y Marcos se encontraron de pronto unidos en su dolor. La habitación quedó sumida en un silencio espeso, solo roto por los sollozos ahogados de Elena y la respiración entrecortada de Marcos. El doctor Rodríguez, sintiendo el peso de la pérdida, se retiró en silencio, dejándolos a solas con su dolor.
A sus apenas veinticuatro años, la vida de Annia se había apagado, pero su recuerdo seguiría vivo en los corazones de quienes la amaban. Qué lamentablemente no eran muchos, ni tampoco quienes ella había creído. En la habitación de hospital, entre lágrimas y susurros de despedida, se sentía la promesa silenciosa de que Annia nunca sería olvidada.
Minutos después de que el galeno saliera de la habitación...
-Ya no hay nadie, cariño- le dijo Marcos a Elena en un tono de voz que ya no reflejaba tristeza ni angustia, más bien frialdad y satisfacción
Elena dejó de llorar abruptamente, secó las lágrimas de sus ojos y con una sonrisa torcida se puso de pie y caminó hacia donde se encontraba el prometido de su prima fallecida. Miró con detenimiento el cuerpo de la joven que yacía sin vida en aquella la cama...
-Es una pena que ya no puedas ser partícipe de la herencia de nuestro abuelo- dijo con sarcasmo Elena- debiste tener más cuidado con la comida que consumías querida prima.
Marcos oía y observaba mientras la expresión de su rostro se transformaba en una mueca satisfecha, Elena se aferró a él, y sin previo aviso lo besó en la boca con una pasión que hacía tiempo ocultaba.
-¿Sabes?- dijo dirigiéndose nuevamente al cuerpo inerte de su prima- Ahora Marcos es mi prometido y como la herencia del abuelo era para la primera que contrajera matrimonio, pues nosotros nos vamos a casar- dijo Elena con mucho entusiasmo.
Marcos la besó de nuevo, con más intensidad y sin pudor alguno, sellando su pacto y su complicidad sobre el cuerpo aún tibio de Annia. La pareja unida por la pasión y por una ambición insaciable salió de la habitación del hospital dejando dentro de esas cuatro paredes el rastro de su traición y sus mentiras.
Apenas unos minutos después de que aquellos traidores salieran, el sonido de la máquina volvió a escucharse, lento, suave, lejano, tomando poco a poco una magnitud mayor hasta que el ritmo cardíaco comenzó a hacerse normal. Y así como un milagro divino el cuerpo de Annia se sobresaltó recibiendo una enorme alistó de vida y la muchacha abrió los ojos, su respiración se aceleró llenándole los pulmones de aire y su corazón de una renovada voluntad de vivir.
Con cada nuevo latido que sonaba en el monitor, la conciencia de Annia se aferraba más a la realidad, recordando las palabras recientes de su prima y el momento en el cual recibía un plato de comida de parte de Marcos unas horas antes. Terminando así de comprobar que Elena y Marcos jamás la quisieron bien.
A pesar de la angustia que le suponía la traición recibida, la conciencia de Annia se aferraba más fuertemente a la realidad, había vuelto, tenía una segunda oportunidad la cual no pensaba desaprovechar, y estaba dispuesta a encargarse de aquellos que la habían arrastrado hasta allí.
Minutos después de que Elena y Marcos salieran del hospital con la excusa de preparar todo para el sepelio de Annia. El doctor Rodríguez regresó a la habitación con paso pesado, el peso de la pérdida aún se hallaba gravitando sobre sus hombros. Cuando abrió la puerta, se detuvo abruptamente al notar la ausencia de la familia de la joven. Frunció el ceño, mientras su mente luchaba por comprender lo que veía. ¿Dónde estaban Elena y Marcos? ¿Por qué habían dejado a Annia sola en ese momento crucial?
Pero la sorpresa del doctor se transformó en asombro cuando sus ojos se posaron en la muchacha, quien yacía en la cama, con una expresión aturdida pero sorprendentemente viva. La incredulidad lo embargó, su corazón latía con fuerza ante el milagro que presenciaba. Sin detenerse a pensar, el doctor Rodríguez llamó a una enfermera, su voz era temblorosa con la emoción y el desconcierto.
-¡Elena! ¡Marcos!- llamó el doctor, buscando a los familiares de Annia en vano. La habitación parecía vacía, solo ocupada por la figura desconcertante de Annia, cuya presencia desafiaba la lógica y la ciencia.
La enfermera acudió a toda prisa, su rostro reflejababa el mismo asombro y desconcierto que el del doctor Rodríguez. Juntos, comenzaron a examinar a Annia, asegurándose de que todo estuviera bien, de que no fuera un truco de la mente o un espejismo de la desesperación.
-¿Estás bien, Annia?- preguntó el doctor, con su voz temblorosa producto de la emoción reprimida. Annia asintió lentamente, con su mirada perdida en algún punto más allá de la realidad tangible.
-No entiendo qué está pasando- murmuró la muchacha su voz era apenas un susurro en la habitación. La enfermera le sostuvo la mano con gentileza, ofreciéndole un ancla en medio del desconcierto.
El doctor Rodríguez intercambió una mirada perpleja con la enfermera, incapaz de encontrar una explicación lógica para lo que estaba presenciando. Pero en ese momento, las preguntas y las dudas quedaron en segundo plano frente al milagro innegable ante sus ojos: Annia había vuelto a la vida.
Con cada latido de su corazón, la promesa de un nuevo comienzo se extendía ante ellos, una segunda oportunidad que desafiaba todas las expectativas y convenciones médicas. Y mientras la realidad se reconfiguraba a su alrededor, el doctor Rodríguez y la enfermera se aferraban a la certeza de que, a veces, la vida supera incluso a la muerte.
El doctor Rodríguez se sintió abrumado por una mezcla de emociones indescriptibles. La esperanza, la incredulidad y el asombro se entrelazaban en su mente mientras observaba a la muchacha, quien, contra todo pronóstico, había regresado del abismo de la muerte.
-Deberíamos informar a los familiares sobre esto- sugirió la enfermera, con su voz cargada de emoción contenida.
El doctor asintió, aún sin apartar la mirada de Annia. -Sí, por supuesto. Pero primero, asegurémonos de que Annia esté bien. Necesitamos hacer más pruebas, asegurarnos de que su recuperación sea completa y sin complicaciones.
La enfermera asintió y comenzaron a realizar una serie de exámenes, comprobando cada signo vital y cada indicio de salud en el cuerpo de la muchacha. A medida que avanzaban, la sensación de asombro seguía creciendo dentro de ellos, como si estuvieran presenciando un evento que desafiaba toda explicación racional.
Después de un exhaustivo examen, el doctor Rodríguez y la enfermera intercambiaron una mirada significativa. Aunque no podían explicar cómo ni por qué, Annia estaba viva y aparentemente bien. Era un milagro que desafiaba toda lógica médica, pero también era una fuente de esperanza y renovación para todos los involucrados.
Después de cerciorarse de que todo estaba bien con ella, el galeno la observó con una sonrisa de alivio en el rostro.
-Estás en buen estado, Annia. Voy a informar a tu familia sobre tu recuperación. Deben estar preocupados por ti.
Pero Annia, con una expresión de determinación en sus ojos, le detuvo.
-Por favor, doctor, no les diga nada. Creo que será mejor que ellos no lo sepan, todavía. ¿Podría traerme mis pertenencias? Quisiera hacerlo por mi cuenta.
El doctor asintió comprensivamente.
-Por supuesto, Annia. Deja que me asegure de que la enfermera te traiga todo lo que necesitas.
Ordenó a la enfermera que estaba con él que trajera las pertenencias de Annia, mientras él preparaba el alta médica. Una vez que todo estuvo listo, el doctor Rodríguez le entregó los documentos a Annia.
-Te deseo una pronta recuperación, Annia. Si necesitas algo más, no dudes en llamarme- le dijo el doctor con una sonrisa reconfortante antes de retirarse de la habitación, dejando a Annia a solas con sus pensamientos.
Con sus pertenencias en las manos, Annia sacó su teléfono móvil y marcó el número de su amiga Cleo, la única persona en quien confiaba para ayudarla en ese momento.
-Cloe, soy yo, Annia. Estoy en el hospital- dijo Annia con voz temblorosa, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de ella nuevamente.
-¿En el hospital? ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?- preguntó Cleo, con su voz llena de preocupación.
Annia respiró hondo antes de contarle a Cloe lo que había sucedido, desde el accidente en el restaurante, hasta su repentino despertar en el hospital. Le explicó sobre la ausencia de Elena y Marcos, y cómo estaba segura de que habían intentado hacerle daño.
La muchacha se quedó en silencio por un momento, procesando la información.
-¡Dios mío, Annia! No puedo creerlo. ¿Estás segura de que estás bien? ¿Necesitas que vaya al hospital ahora mismo?
-No, no te preocupes, estoy bien físicamente. Pero necesito tu ayuda, Cloe. No sé qué hacer ahora. No quiero enfrentarme a Elena y Marcos sola. ¿Puedes venir aquí? Necesito tu apoyo- suplicó Annia, sintiendo un nudo en la garganta.
-Claro que sí, cariño. Estoy en camino. Mantente fuerte, amiga. Vamos a asegurarnos que ninguno te haga más daño- prometió Cleo con determinación.
Con un suspiro de alivio, Annia colgó el teléfono y se preparó para enfrentar lo que sea que estuviera por venir. Con Cloe a su lado, sabía que no estaría sola en esta batalla contra las sombras del pasado..
Aproximadamente treinta minutos después, Cleo ingresó a la clinuca, se detuvo en la recepción con la urgencia fácilmente detectable en su tono de voz.
-¡Señorita, señorita! - le habló a una de las enfermeras que pasaban a su lado, esta se detubo- ¿Donde debo dirigirme para saber sobre mi amiga que está aquí?
-A recepción- le respondió la mujer- Por alli- le indicó señalando hacia uno de los pasillos y Cloe se apresuró hasta estar frente a aquella puerta, tocó de manera insistente hasta que alguien le abrió, le explicó a quien buscaba y minutos después prácticamente derrapaba dentro de la habitación donde se hallaba su mejor amiga.
-¡Annia, Annia! - exclamó acercándose a su amiga mientras la envolvía en un cálido y reconfortante abrazo- ¿Qué pasó, cariño? Calmate...Cuéntame - le pidió mientras su amiga sollozaba de manera incontrolable.
-Elena y Marcos- dijo la muchacha una vez que pudo calmar su llanto y su angustia- Ellos están juntos, intentaron matarme para quedarse con la herencia del abuelo.
-¿Como? ¿Estas segura? - indagó Cloe, Annia hizo un movimiento afirmativo- No te preocupes, cariño. Ya vamos a solucionar eso, ahora mejor salgamos de aquí.
Y así, luego de que Annia terminara de arreglarse, ambas jóvenes salieron de la clínica y fueron directamente al departamento de Cloe, ya que Annia no tenía intenciones de regresar a la mansión donde vivía con su abuelo y su prima.
Una vez en el departamento de Cloe, Annia se sintió segura, se dejó caer en el sofá y llevando sus manos a la cabeza comenzo a llorar nuevamente.
-Tranquilizate, cielo- le dijo su amiga acercandose a ella y acariciando su espalda con ternura y afecto- Te prometo que vamos a hacer que esos dos paguen por lo que te han hecho- afirmó.
-No, Cloe- replicó la muchacha- yo no quiero que ellos paguen, lo único que me interesa es que desaparezcan de mi vida- afirmó la muchacha.
-No, nena- le dijo su amiga- Esos dos tienen que pagar, además la herencia de tu abuelo es tuya, de nadie más. Elena ni siquiera es hija legitima de tu tio.
-Lo sé, pero eso no tiene influencia sobre los deseos de mi abuelo- dijo Annia- en su testamento lo único que tiene importancia es quien se casé primero.
-Ok- dijo Cloe quedándose pensativa unos minutos- ¡Ya sé! - exclamó, la mirada de Annia fue de desconcierto- ¡Ya sé cómo arreglar eso! Voy a conseguir que tú te cases primero que ellos.
Annia se quedó observando a su amiga como si se hubiera vuelto loca de repente y mientras negaba con la cabeza el llanto volvió a surgir.
Mientras tanto en la mansión de una familia muy importante...
-Por favor, abuelo. Necesitas descansar como te dijo el médico- le decía Kyle a su abuelo quien tosia de manera descontrolada e intentaba incorporarse en la cama en la cual yacía.
-Ok- dijo el anciano logrando reincorporarse- James me dijo que no quieres casarte con Rebecca Davis- agregó casi con enfado.
El joven frente a él negaba con su cabeza lleno de fastidio mientras su abuelo continuaba con el discurso de los motivos por los cuales debía contraer matrimonio con la joven heredera de una de las mejores familias del lugar.
- Eso es absurdo- continuó el hombre mayor- Nuestra compañia tiene serios problemas y necesitamos con urgencia una inyección de fondos. Tu matrimonio con Rebecca es la mejor solución.
El joven seguía negando con su cabeza, esperando que su abuelo terminara con su repetido discurso para negarse una vez más.
-Desde que tus padres murieron- continuó el anciano- te he estado entrenado para ser el heredero de la compañia pero para que eso pase es necesario que te cases. Por favor, no me decepciones- Terminó para luego comenzar a toser nuevamente y el joven frente a él a quien le importaba mucho la vida del hombre frente a él, se lleno de paciencia e hizo un asentimiento con la cabeza y salió de la habitación.
Cuando estaba saliendo por la puerta de la mansión, su asistente lo detuvo...
-Señor- le dijo- su abuelo quiere saber si se casará con la señorita Davis.
-Rebecca es arrogante- comentó el muchacho- Sé perfectamente el juego que ellos están tratando de jugar conmigo- reflexionó ante la atenta mirada del asistente- Porque una vez que me case con ella, estaré bajo su control. Esto necesita ser abordado, ¿donde esta ella?
-Se verá en el café Sunshine con una amiga esta tarde- le explicó el joven a su lado, él asintió y terminó por marcharse de la mansión.
Mientras tanto Annia iba llegando al café donde Cloe le había dicho que se encontraría con quien podía ayudarla a resolver su problema. La muchacha se detuvo frente a uno de los grandes ventanales y desde allí observó a un joven alto, de cabello castaño que se hallaba de espaldas sentado en una de las mesas del lugar.
- Bien, aquí estamos...camisa negra, alto, guapo. Debe ser él- murmuro Annia recordando las palabras de su amiga unas horas antes de salir del departamento.
-"Conozco a un modelo guapo, que está corto de dinero- le había dicho Cloe- y como podría necesitar un lugar para quedarse yo podría hablar con él, arreglar para que se encuentren y ustedes puedan negociar un contrato por matrimonio."
Así, tomando valor la muchacha ingresó al establecimiento y se dirigió directamente a la mesa en donde se encontraba el joven que había visto desde afuera, y alejando cualquier vergüenza se sentó frente a él esbozando una gran sonrisa.
-¡Hola, tú debes ser kyle Travis! - saludó la muchacha - soy la amiga de Cloe, Annia Black- se presentó y continuó hablando de corrido pues sabia que si detenía sus palabras todo aquello se arruinaría- Estoy aquí por lo del contrato de matrimonio, el matrimonio falso- termino diciendo ante la mirada desconcertada de Kyle, quien ladeo la cabeza sin comprender muy bien lo que la muchacha decía.
"¿De qué está hablando? - pensó Kyle desconcertado-¿Matrimonio falso? "
-Señor- dijo ella
-¿Disculpa? - dijo él al unísono-¿Dijiste matrimonio falso?
-Umm, sí- respondió Annia - ¿Cloe no te lo explicó? - Es urgente, y si no te molesta espero que podamos casarnos mañana- aclaró con una sonrisa.
"Parece que me ha confundido con alguien que quiere casarse"- pensó Kyle.
-Mira, sé que quizás es mucho pedir- dijo Annia- así que entiendo si no estás interesado - agregó poniéndose de pie lista para marcharse- Así que, gracias y sin rencores- término diciendo y tras tomar su bolso sé encaminó por donde mismo había venido. Pero al pasar junto a Kyle, este le tomó la muñeca deteniendo sus pasos.
-Señorita- le dijo, ella lo observó nerviosa- Mañana, entonces- confirmó el joven y luego la soltó.
-Ok- dijo Annia- mañana a la nueve en el despacho de Turners- confirmo, luego se marchó.
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