En los albores del mundo, las criaturas del orbe danzaban en una armoniosa y frágil sinfonía, un equilibrio tan delicado que pronto se desharía.
Desde las profundidades de la tierra, una entidad horrenda emergió, fruto de la insensata ambición humana por alcanzar la inmortalidad. Esta abominación, nacida del capricho y la desesperación, se volvió contra su creador, devorándolo con furia inusitada.
Con insaciable sed de sangre, esta especie extinguió a la humanidad, llevando al mundo al borde del colapso. Mas, la vida no podía prosperar en tal penumbra; su voracidad y ansia de poder eran desmedidas, insostenibles incluso para ellos mismos.
Hoy, los vampiros, oscuros señores, se erigen como pilares de la civilización y la tecnología, prosperando a costa de las especies más débiles, que esclavizan para saciar sus más bajos instintos.
En este día, la noche no era común entre los vampiros, pues se celebraba una fecha de gran importancia: el natalicio de Killian, miembro más joven de la familia más poderosa. Killian alcanzaba los ciento once años, una cifra que, entre los mortales, sería extraordinaria, pero que para los inmortales era un susurro en la eternidad. Aun en su juventud, su presencia era notoria.
Con ojos de ámbar y un género secundario que lo marcaba como omega, Killian destacaba entre los suyos. En un mundo de ojos rojos como el vino derramado, su mirada casi humana era un misterio palpable.
La cena de celebración había concluido y llegaba la hora de los regalos. Sentado en su trono, el joven de cabellos dorados desvelaba los presentes, ninguno de los cuales lograba encender su ánimo. Entre ellos, un diario. ¿Qué menester tendría él con un diario?
Para lanzarlo por la ventana, no. Pero bueno, como no quería ser maleducado, sonreía.
—Gracias.
Entre los invitados, su primo Rick se asomó con una sonrisa maliciosa.
—Primo querido, ¿adivina qué te he traído hoy?
Aquel moreno alto y musculoso era un primo lejano de Killian. Solían jugar juntos de niños, pero ahora Rick se había convertido en un aventurero que, con la riqueza de su familia, exploraba criaturas inferiores, satisfaciendo sus necesidades sin importarle el sufrimiento causado. Rick era, sin dudas, un vampiro hecho y derecho, un alfa que podía poner de rodillas a cualquier criatura.
—En mi último viaje, encontré una especie que creíamos extinta hace cientos de años.
Rick tomó el micrófono para que todos lo escucharan, mientras las grandes puertas de caoba se abrían para dar paso a una enorme jaula cubierta con una tela roja de seda.
—Una especie que se mantuvo oculta de todos, menos de mí.
Su voz grave causaba escalofríos de excitación entre los invitados, que expectantes, veían cómo los esclavos de Rick arrastraban la jaula hasta dejarla frente a Killian.
—¿Mhm?
El rubio arqueó una ceja al ver cómo Rick hacía todo un espectáculo, llevándose todas las miradas. Todos los vampiros conocían al moreno; él era uno de los pocos que salía de su zona de confort para embarcarse en aventuras, viajando por todos lados. A veces, otros vampiros le pedían que trajera especies de lugares lejanos, y le pagaban generosamente.
—Y hoy te he traído el regalo más increíble que tendrás en tu corta vida.
Era de esperar que se pavoneara de sus logros, cosa que a veces hacía que Killian rodara los ojos ante el comportamiento único de su primo.
—Tú siempre me das los regalos más curiosos y originales, adelante, a ver si me sorprendes como el año pasado —Le retó Killian, mirando expectante, al igual que todos los invitados.
Finalmente, se reveló la criatura majestuosa. El omega no era gran fan de esclavizar seres, de hecho, esta sería su primera criatura. Ya tenía esclavizados a algunos de sus familiares, quienes le complacían en sus caprichos, con eso tenía suficiente, aunque una ayudita más no vendría mal.
Sonriendo, desabotonó el botón de su saco y, agarrando la seda, descubrió con violencia la jaula iluminada, dejando a la vista de todos una mujer cuervo que trataba de soltarse de las cadenas que la aprisionaban. Le habían quitado las garras y cortado las plumas, pero su mirada permanecía desafiante mientras su aroma silvestre invadía la estancia, un aroma seductor innato en ella.
—Wow... Esto sí que no me lo esperaba.
Killian parpadeó sorprendido.
—Eres increíble, Rick. A veces me pregunto por qué no tienes un zoológico con todas estas cosas.
Sonrió de oreja a oreja, presentando aquel trofeo obtenido de las profundidades del Amazonas.
—¿No es encantador el aroma de esta bolsa de sangre? Además, son muy resistentes a las torturas. Puedes aporrearlas y siempre se levantarán.
Rick comentó con una sonrisa maliciosa, sacando una navaja con la que cortó el hombro de la mujer que luchaba por liberarse con todas sus fuerzas. La habían despojado de su dignidad, vistiendo su cuerpo con ropas de seda e hilos de oro que dejaban ver sus atributos. Aquellos senos redondos resaltaban a través de la escasa tela que la cubría. El dulce aroma provocaba un sobre estímulo en los invitados, que miraban envidiosos aquella muestra de un festín envidiable.
—¿Y adivina qué? Su especie está muy bien dotada por si te aburres del sadismo.
Rick levantó la tela que cubría la entrepierna de la mujer amordazada, de mirada salvaje con ojos negros tan profundos como el ébano. Era un cuervo albino. Sus preciosas alas habían sido cortadas en un patrón que le impedía volar. Su cabello ondulado y tornasol era enigmático a la vista.
—Gracias por este regalo, primo, te lo agradezco mucho. Déjamela en mi habitación y me encargaré de ella.
Obviamente, esta demostración pública ayudaría a Rick a conseguir clientes, quienes harían cualquier cosa por obtener criaturas poco comunes. Ya algunos vampiros se acercaban al moreno para pedirle que la próxima vez que encontrara una criatura majestuosa les avisara.
—Al parecer, esto te está promocionando como aventurero, siempre tan astuto.
Sonrió, cortando el trozo de tarta que tenía en su plato y llevándoselo a la boca. La tarta estaba deliciosa, era de las favoritas de Killian, de frambuesa. Seguramente os estaríais preguntando qué hace un vampiro comiendo algo que no es sangre, pero a algunos les gusta variar de alimentos.
—¿Seguimos con la celebración?
Rick asintió orgulloso mientras sus sirvientes alejaban de los ojos del público aquella majestuosa y bien dotada obra de la creación.
Los presentes sonreían, orgullosos de haber sido testigos de aquel espectáculo.
El resto de los obsequios, aunque impresionantes, como joyas raras y telas hechas de los mejores materiales, no podían competir con la novedad y la provocación del esclavo presentado por Rick.
Los vampiros de alta sociedad se codeaban entre ellos, saboreando la sangre de alta calidad servida en el banquete, pero ninguna era tan tentadora como la que habían olido en el regalo de Rick.
Rick narraba sus aventuras, contando cómo había exterminado a los más rebeldes miembros de la tribu y cómo había violado a los más atractivos por mero morbo mientras lloraban las muertes de sus seres queridos.
Los invitados lo miraban como un héroe admirable que había limpiado una parte del mundo para ellos y les había traído regalos que podían comprar con gusto. Esas bolsas de sangre eran algo sin igual.
La noche transcurrió llena de anécdotas del fabuloso aventurero, a quien la mayoría admiraba por sus cualidades de caza.
Se la pasaron muy bien en general, y como los vampiros no tenían la necesidad de dormir, se quedaron hasta muy tarde.
Killian decidió retirarse a su habitación para descansar. No es que estuviera agotado, pero le encantaba dormir.
Puede que no lo necesitara, pero nada era mejor que un pequeño desconectar de la realidad.
Se había olvidado totalmente del regalo de su primo, dado que, como hemos dicho, no le interesaban los esclavos; sólo se había sorprendido porque no había visto a esa especie nunca.
Entró en su habitación y se quedó parado, viendo a su regalo encadenado, aún en la jaula.
—Espero que no seas muy ruidosa... Realmente quiero dormir.
La esclava había estado tratando de quitarse las cadenas o al menos la mordaza, pero estaba atada.
Tenía frío y se cubría con sus alas. Sus garras arrancadas eran una molestia, mientras sus plumas, suaves como la seda, relucían a la luz de la luna.
Niki hablaba una lengua muy antigua, por ello no se entendía del todo lo que dijeran esos chupasangres, pero aprendía rápidamente que eran criaturas crueles y hostiles.
Killian abrió la jaula donde la chica estaba encerrada, quitándole la mordaza. No solo lo hizo por curiosidad de escuchar su voz y cómo hablaba, sino también porque sabía lo incómodo que podía ser llevar aquel artilugio durante tanto tiempo. También le cubrió con una manta para protegerla del frío.
— ¿Qué voy a hacer contigo? Tal vez podría darte a otra persona.
Pensó en voz alta, creyendo que la chica no le entendía. El problema era que Killian no tenía intención de utilizar a la esclava y consideraba que sería mejor dársela a alguien que pudiera sacarle más provecho. Sin embargo, aún estaba reflexionando sobre ello.
Los dientes de la chica, sin colmillos, eran blancos y limpios, y su aliento olía a frutas silvestres.
Ella no podía evitar recordar lo aterrador que había sido ver aquel monstruo que masacró a su aldea y secó cada gota de sangre de los guerreros con sus colmillos.
Su mirada, de un tono oscuro, irradiaba el odio que había desarrollado por su especie.
"Bestia", dijo con una voz aterciopelada, lo cual resultaba irónico, ya que todos sus intentos de intimidación, en la cultura de los vampiros, no eran más que una provocación seductora de un animal exótico.
— Ajam, di lo que quieras, como si me importara. Solo no hagas mucho escándalo y porta bien. Tal vez así te dé una cama digna.
Killian tiró la mordaza con poco interés y se tumbó en su cama. No cerró la jaula porque era inútil; después de todo, la chica estaba encadenada tan firmemente que resultaba aterrador, gracias a las habilidades de su primo para capturar cosas, pobres criaturas.
— Genial, ahora no me podré vestir aquí.
Aunque para la mayoría de los vampiros aquella chica solo era vista como un animal, Killian encontraba extraño tratarla de esa manera. No era por empatía, simplemente no le resultaba tan natural.
Niki comenzó a lamerse la herida hecha durante la exhibición con la poca movilidad que tenía, una herida que le dolía más que los moretones causados por las cadenas.
Mirar la luz de la luna la entristecía profundamente. No hace mucho, había estado feliz celebrando con su tribu durante la luna llena anterior, y ahora estaba despojada de su identidad como mujer cuervo.
"El dolor en el trasero, el vampiro ser un idiota, el vampiro ser vacío, el vampiro no tener vida", murmuró en su lengua antigua, expresando su desdén hacia los vampiros y su situación actual.
— Wow... Esto sí que no me lo esperaba.
Killian parpadeó sorprendido al ver la reacción de la mujer cuervo dentro de la jaula.
— Dime, chica, ¿te vas a portar bien?
Preguntó inclinando la cabeza, evaluando cómo respondería ella. El trato que recibiría dependería de su respuesta; si cooperaba, soltaría una de las cadenas y le proporcionaría una cama en su habitación, donde había camas de sobra. Pero si se negaba, la dejaría tal como estaba.
La mujer cuervo ladeó la cabeza sin entender del todo lo que le decían, tratando de morder las cadenas con frustración.
"¡No entenderte, estúpido chupa-todo! ¡Ser increíble, creer que yo entender su idioma! ¿Ser retrasado? ¿No ver que acabo de llegar?"
Exclamó refunfuñando mientras buscaba una posición más cómoda dentro de la jaula.
Killian se llevó la mano a la cara, pensando en lo difícil que sería comunicarse con ella.
— ¿Cómo se supone que me voy a comunicar con esta cosa? Vaya trabajo difícil me has dado, primo...
Pocos segundos después, le sacó el dedo medio como gesto de ofensa.
— Lo que sea, me rindo contigo.
Alzó una ceja como si le dijera "¿En serio, eso es lo mejor que tienes?" y le respondió sacándole la lengua, aunque no pudo levantar los brazos debido a las cadenas.
"Qué chupa-todo más estúpido. Tener agua en lugar de cerebro, ser como pez plato. Si ser como pez gato, ser más agradable, pero pez plato ser taaaaan aburridooooo. Tener casa horrible y terrible estilo de ropa, tener más ropa que cuerpo. Cuerpo no respirar con tanta basura."
— Eh... ¿qué?
Killian intentó entender lo que había dicho, parpadeando varias veces, pero no lograba descifrar nada con esa conjugación tan peculiar. La mujer cuervo parecía estar decidida a frustrarlo con su lenguaje.
— Sabes qué, me voy a dormir. Jódete.
Decidió finalmente, dándole la espalda y dejándola sola en la jaula, pero la observó de reojo.
Killian parpadeó sorprendido cuando la mujer cuervo le sacó la lengua de nuevo y trató de quitarse las cadenas con los dientes, haciendo mucho ruido.
—"¡¿Por qué no puedo quitar estas cosas?!"—Reclamó
Comenzó a moverse violentamente de un lado a otro, estresada al estar en una jaula.
— Por mucho que me gustaría que te fueras de mi vista, daría mala imagen.
Comento pensando en voz alta con un suspiro
A Killian le gustaba estar solo en su habitación, tener su espacio. Esa era la razón por la que nunca había tenido un esclavo; además, le daban un poco de pena.
Era obvio el odio que la mujer cuervo tenía hacia los vampiros. Se notó cuando la miró por primera vez; seguramente no dudaría en intentar matarlo.
— Pero no te preocupes, en unos días te devolveré a Rick.
Habian pocas palabras que ella comprendía, una de ellas era el nombre con el que se referían a la bestia que extinguió a su raza, por ello la mujer cuervo comenzó a negar efusivamente y dijo, molesta y un poco asustada:
—"¡¿SER EL AWEAWE?! ¡NO, NO, NO, NO, NO! ¡NO QUERER! ¡DEJARME IR! ¡SOLTARME!"—
Killian entendía el miedo de la mujer. Su primo podía ser un bastardo en muchos aspectos, pero tampoco había mucho que él pudiera hacer.
— ¿Tú, yo, trato? Tú buena, tú no ver Rick.
No podía creer que se estuviera rebajando a hablar de esa manera, solo porque la criatura no entendía nada. Tenía que simplificar tanto que le chirriaban los oídos al oír lo que él mismo decía.
La mujer cuervo no sabía exactamente qué le estaba diciendo, pero pensó que si se quedaba sin estorbar, no la llevarían de vuelta con aquel demonio moreno.
Se quedó muy quieta, temblando ligeramente por la adrenalina de encontrarse nuevamente con el creador de su trauma. Había decidido transformarse en una muñeca.
Pasaron dos días y todo había ido bien. Killian había ayudado a la mujer cuervo a entender mejor su lenguaje, dándole libros y muchas cosas más.
Como ella no hacía mucho alboroto, le dejaba ciertas libertades: Le había dado una cama en la que dormir y le había quitado todas las cadenas menos una, por precaución.
Aún así, si se ganaba su total confianza, tal vez se la quitaría permanentemente. Por ahora, solo lo hacía a ratos para que la piel de ella no se dañara tanto por el roce con la cadena de hierro.Era un regalo muy costoso como para dejar que se dañe.
Niki había estado aprendiendo para desenvolverse mejor, pero trataba de no moverse mucho para no molestar a Killian. No quería que la llevaran de vuelta con Rick.
Killian acababa de entrar a su habitación con una bandeja llena de comida deliciosa, poniéndola en la mesilla de Niki por si tenía hambre. Ella había estado mirando el techo por horas, tendida en aquella lujosa cama que si bien era cómoda, la odiaba.
— ¿Por qué no te has movido nada estos días? No me digas que te has quedado paralítica.
Se acercó a la mujer cuervo y le dio un toque con su dedo índice en la mejilla, moviéndole la cabeza un poco mientras sonreía de una manera burlona. Realmente no sabía por qué estaba tan quieta; a veces parecía que le habían apretado el botón de pausa.
Niki lo miró con desagrado, considerándolo un niño pretencioso y sensible, probablemente débil entre los de su especie.
Desganada, simplemente dejó que la tocara. ¿De qué servía la vida si probablemente todos estaban muertos?, toda su sociedad, su vida, su futuro se había ido por el caño el día que Rick apareció en su vida y ahora no era más que el juguete de un niño mimado.
Atrapó el dedo de Killian, mordiéndolo ligeramente y sintiendo lo blando y suave que era. Tocó con su lengua la punta del dedo del vampiro para ver si tenía algún sabor.
— Am...
Para nada se esperaba que la chica hiciera eso. Killian miró, confundido, cuando ella se metió su dedo en la boca.
— No me comas, por favor... Al menos de esa manera no. Es poco emocionante, además, ni siquiera me he arreglado. Esto es injusto.
Ella lo observó tranquila, lamiendo con calma su dedo y jugando con cuidado, como si estuviera masticando una pelota de juguete. Esto la relajaba un poco; se sentía deprimida por su vida, pero más porque él sabía a agua y perfumes que la hacían estornudar.
— Creo que debería comprarte algún juguete para morder. No quiero que destroces mi dedo.
Killian rodó los ojos. No le dolían las mordidas, pero era un comportamiento extraño. Normalmente no mordías los dedos de alguien que conocías hace dos días como si fueran gominolas.
Estaba a punto de hacer un movimiento cuando alguien tocó la puerta y la abrió. Killian se giró para identificar a la persona que acababa de entrar en su cuarto sin permiso. Al ver a su primo, Óscar, sonrió.
— Hola Óscar, ¿qué tal? ¿Qué haces aquí?
— Nada, solo quería avisarte que hoy va a haber una cena familiar. Quiero que asistas.
— Ohhh, ¿y a qué se debe esa cena? De normal no hacemos cenas porque sí. Debe haber un motivo especial.
Óscar suspiró y asintió.
— Voy a presentar a mi pareja a nuestra familia. Queremos hacerlo oficial.
— ¿En serio?
Niki miró con desagrado al intruso, solo viéndolo como una escoria curiosa que venía a verla como a un bicho raro.
Niki chasqueó la lengua. "Metido."
Respondió en su idioma, casi segura de que no la entenderían. ¿Por qué la querían si no era para verla? ¿Por qué eliminar a su pueblo solo por diversión?
— No digas eso. Él ha venido para avisarme de un evento. Si quieres, puedes venir conmigo. Si no, no.
Dijo Killian a la chica.
Lo último que quería era enfadar a Óscar, ya que eso podría traer consecuencias para Niki. Después de todo, la mayoría de los vampiros se creían con derecho a maltratar a otras especies para que se comportaran.
— La puedes traer si quieres, pero asegúrate de que no haga nada malo.
Amurrada, Niki se cubrió con sus alas soportando el molesto sonido de la cadena, soltando un ligero silbido de ave que sonaba muy llamativo, pero que era un insulto en su idioma pájaro.
— Lo curioso es que alguien de la tribu de Niki va a estar en la cena. Creo que sería bonito volver a ver a uno de sus amigos cuervo.
La cabeza de Niki se alzó sobre sus alas al oír la palabra "Cuervo". Si mal no recordaba, así es como los llamaban a ellos. Tal vez estaba alguien de su familia o su pareja.
— Mhmm... Pues no sé, depende de lo que me diga ella.
Killian se giró hacia la chica cuervo, mirándola sugerentemente para preguntarle si querría acompañarle a la cena.
— ¿Quieres ir?
— ¿Cuervo?
Preguntó Niki, sentándose rápidamente por la emoción repentina.
— ¡Cuervo! ¡Cuervo!
Respondió en una especie de afirmación arcaica con el poco lenguaje que había aprendido.
— ¿Estás segura de que quieres ir? Rick va a estar allí. No creo que te agrade mucho, pero si quieres ir, adelante. Te dejo acompañarme.
Respondió el rubio con calma, al menos su esclava ya no parecía una estatua.
Ella al escuchar el nombre de Rick, el miedo la hizo detenerse.
— ¿Rick?...
Dicho esto en un tono asustado Niki se cubrió con sus alas nuevamente, debatiéndose. Era una decisión difícil, pero no podía perderse la oportunidad de saber si había alguien vivo de su gente.
— ¿Tú vas a venir, Killian? —preguntó Óscar.
— Sí, yo sí voy a ir. Ya sabes lo difícil que es escapar de las cenas familiares.
— Bien, os espero allí.
El primo de Killian se despidió de ambos y se fue sin pensarlo demasiado, saliendo por la puerta y dejando al vampiro y a la chica cuervo a solas.
— ¿Malo, malo? —preguntó Niki, refiriéndose al moreno, el destructor de sociedades.
— No creo que te vaya a hacer nada. Ahora estás conmigo. Eso sí, si quieres ir, te tienes que vestir mejor.
Niki arrugó la nariz al oír sobre la ropa. No le gustaban las prendas restrictivas y pomposas que solían usar la especie del contrario, pero si con eso podía ver a su gente, estaría dispuesta a hacerlo.
Este muchas veces le había dado ropa a Niki para que se la cambiara, pero ella se había quedado como una estatua estos días. Había sido imposible convencerla para que se pusiera ropa nueva, y ya empezaba a oler un poco.
— Y te tienes que duchar... hueles mal.
— Hmmmm...
Niki suspiró y asintió, cerrando los ojos de mala gana.
— Toma, esto es lo que te vas a poner.
Del armario, Killian sacó un vestido que se veía cómodo y bonito. No era tan extravagante como las cosas que su familia solía llevar. No quería vestirla así porque sabía que Niki nunca había usado ese tipo de ropa y podría ser incómodo al principio para ella, así que empezarían con algo simple y cómodo. Más adelante se acostumbraría a llevar más ropa.
— Te espero aquí. Dúchate y vístete.
Asumiendo que la chica se iría a duchar, Killian se tiró en la cama por un rato.
Niki miró la ropa, ladeando la cabeza y mirando alrededor en busca de algo.
— ¿Lengua?
— preguntó confundida. ¿Habría pensado que ella era de las que se bañaban con la lengua? ¿Por qué diría que se bañara si en aquella habitación no había agua?
Killian suspiró. Al parecer, tendría que enseñarle dónde estaba el baño. Le daba pereza levantarse otra vez, pero lo hizo y abrió la puerta del baño, mostrando un cuarto de baño bastante grande con una bañera, que también tenía el mango de ducha y lavabo.
— Ven, te explico.
Una vez la chica se acercó, él abrió el agua de la ducha y empezó a salir instantáneamente.
— ¿Lo ves? Así se abre el agua.
A continuación, le explicó cómo funcionaba, cómo se regulaba la temperatura del agua y cómo se cerraba. No quería que ella causara un desastre por no saber usarlo. Era mejor prevenir.
— Ahora te dejo que te bañes. Te espero afuera.
Ella lo miró atentamente y asintió, pero no entró al baño.
— Cadena... corta...
Miró al suelo y vio la cadena. Se había olvidado totalmente de ella.
— Ay, mierda, es verdad... la cadena.
Se arrodilló frente a Niki, quitándole la única cadena que tenía, mirándola para ver qué hacía, como si esperara que intentara escapar.
— Supongo que me tendré que quedar aquí...
Ni bien alcanzó a levantarse, Niki saltó sobre Killian, corrió y abrió la puerta para llamar efusivamente a los suyos con ese canto característico de su tribu.
— ¡Auch! Hija de...
Exclamó Killian, irritado. ¿Cómo se atrevía aquella esclava a intentar huir? Era inaceptable.
El ruido que Niki emitía era similar al de un ave pequeña en las mañanas antes de que los rayos de luz se asomaran por el mundo.
Molesto, Killian se levantó rápidamente, corriendo hacia la mujer cuervo que no logró pasar de la puerta de la habitación. Una vez la alcanzó, le tapó la boca y sacó los colmillos, clavándolos en su cuello de manera brusca.
Killian estaba enfadado, pero no solo eso. Había estado toda la semana aguantándose para no abusar de su poder y usar a Niki como bolsa de sangre, ya que ella había demostrado ser lista al portarse bien.
Pero ahora, se dejó llevar. Ya no merecía su piedad.
— Mhm...
Desesperada, Niki trataba de resistirse mientras sentía cómo su sangre era consumida por el rubio. Se sentía tan impotente, ni siquiera tenía garras para atacarlo. Había sido despojada de su dignidad como aprendiz de guerrero.
Su cabello blanco se teñía de su propia sangre, aquella que tenía un aroma exótico, como a hierbas dulces. Sin embargo, su sabor no llegaba a ser empalagoso.
Luchaba con todas sus fuerzas por soltarse, apretando la mandíbula debido al dolor punzante que sentía en su cuello.
— Agh... Lo siento...
El vampiro se alejó de la chica, dejándola un poco débil por aquella extracción de sangre que había realizado. Realmente estaba hambriento. Tanto que, mientras bebía la sangre de la mujer cuervo, emitió sus feromonas con un olor a sandía.
Podría decirse que la soltó por pena. Era una lástima matarla solo por una buena probada de ella. Tenía que admitir que Rick le había regalado una comida de excelente calidad.
Mordió su propio labio, chupándose a sí mismo la sangre. ¿Por qué de repente tenía tanta hambre? Es verdad que hacía mucho que no bebía sangre, pero tampoco había estado tanto tiempo sin hacerlo.
Ella cayó de rodillas con la cara enrojecida por las feromonas y la fiebre. No había probado bocado en todo este tiempo porque la última vez que lo hizo, Rick la drogó para traerla a este lugar. Era un trauma más que agregar a la lista de Rick.
— Desgraciado...—Comentó, agarrándose el cuello con rencor.
Sin pensarlo mucho, Killian le volvió a poner la cadena en el pie rápidamente y suspiró.
Estaba tan hambriento y se sentía confundido por aquel sabor tan... adictivo que tenía.
Decidió ignorar a la chica y fue al baño a lavarse la cara. Antes se mordió los labios para intentar calmarse, pero solo lo calmó temporalmente.
Cerró los ojos, respirando y exhalando. Sus colmillos seguían afuera, lo que hacía que se vieran muy filosos.
La cuervo se quedó en el piso, más pálida de lo que su albinismo le permitía.
Algo le había quedado claro: Los vampiros no son criaturas en las que se deba confiar, y menos en aquel rubio del que poco y nada sabía.
Se lamentaba de haberlo subestimado solo porque parecía más ingenuo que los "chupa-todo" que había conocido antes.
Pero tenía que reconocerlo, estaba en desventaja: si a ese chico no le apetecía, se quedaría ahí sin poder conocer a la misteriosa persona de su tribu, sin poder despejar la incertidumbre de quién era. No se lo perdonaría si esta era su única oportunidad.
— Tengo hambre... Tengo hambre...
Repetía en el baño y lamió sus propios labios, los cuales estaban manchados de su sangre y de la de Niki, a quien había mordido anteriormente.
A veces odiaba ser un vampiro, ya que tenía que tomar sangre. A Killian no le gustaba la sangre, por muy contradictorio que fuera tenía que tomarla; era necesario para su supervivencia, aunque no le encantara.
Se miró en el espejo por un rato, teniendo una mini crisis existencial hasta que, por fin, pensó:
— Qué guapo me veo.—Comentó y sonrió al espejo, admirando su propia belleza, olvidando la crisis anterior.
Niki trataba una y otra vez de agarrar la manija de la puerta, esperando lograrlo antes de que su agresor saliera del baño.
Su cuerpo se sentía muy caliente, muy distinto a lo que era normalmente. Como si no pudiera controlarse para nada, su cuerpo intentó soltar un olor para mantener alejadas a las amenazas, pero no fue más que un patético intento que terminó teniendo el efecto contrario.
Un olor dulce y fresco como la menta se arremolinaba a su alrededor mientras se estiraba tanto como podía inútilmente.
— Tengo que encontrarlos... -concluyó determinada.
El aroma de la mujer cuervo llegó a las fosas nasales de Killian, a través de la puerta, intoxicándolo de una manera tentadora.
El vampiro era un Omega; era una verdad innegable y, por consecuencia, era obvio que el aroma de los Alfas ponía a los de su clase un poco calientes, y más si no tenían Alfa ni estaban marcados por nadie, como él.
— Para... Te llevaré con tu amigo de la tribu, pero para de emitir ese olor.—Comentó en alto mientras salía del baño y miraba a Niki con las pupilas dilatadas.
Al oír su voz, ella trató de alejarse de él tanto como pudo. Para ser un Alfa, era muy débil en comparación con un vampiro, y más considerando que no tenía garras.
— Eres malo...—Dijo con un hilo de voz, tan lamentable que parecía que iba a llorar.
Trataba de alejarse porque la mínima confianza que había comenzado a tenerle se había esfumado.
Por mucho que quisiera, no podía controlar sus olores.
— Tú también eres mala... Así que, por favor, para ese olor. No quiero hacer algo de lo que me terminaré arrepintiendo.—Su voz salía entrecortada. La intensidad del aroma de la mujer era sorprendente.
A Killian, esto le estaba debilitando mucho; le empezaron a temblar un poco las piernas mientras su cara se ponía rojiza.
Se estaba conteniendo lo mejor que podía, pero la chica cuervo no contribuía. Necesitaba su cooperación, sino podría pasar cualquier cosa. Las feromonas de Killian empezaron a salir en más cantidad.
— Solo para.
Niki soltó un suspiro entrecortado. El aroma que soltaba, acompañado de su sangre, era demasiado seductor.
— ¿Olor?—Preguntó confundida, ya que no podía oler su propio aroma, solo aquel olor a sandía que aumentaba su hambre.
— No entiendo...—Comentó confundida mientras las cadenas atadas a su pie sonaban con cada movimiento.
— Soy un Omega, idiota...
No estaba seguro si Niki conocía esos términos, pero había una gran posibilidad de que así se enterara de lo que estaba pasando. Aunque claro, para eso debía entender lo que había dicho.
— El olor que desprendes me hace débil.—Explicó con simpleza.
De vez en cuando, se le nublaba la vista por todo ese aroma exquisito y pedía al cielo que ella entendiera a qué se refería.
La palabra "débil" le pareció algo bueno a Niki, porque si él estaba débil, no podría atacarla, y por ende, le sería más fácil escapar.
Entonces, intentó concentrarse para soltar más de ese aroma que emitía inconscientemente.
Los aromas combinados eran demasiado relajantes, demasiado tentadores para que los hiciera una simple cuervo que apenas podía moverse del piso.
Era como una fruta prohibida que todos los vampiros querían probar.
— Mierda...
Killian cayó al suelo. Sus piernas seguían temblando. Odiaba esta sensación. Para colmo, respondía al olor de la mujer cuervo con más feromonas, sacándolas como loco. Ya fue, ya perdió un poco el autocontrol que podía tener, había perdido.
— ¿Ves cómo eres mala? MHMG...
Se mordió el labio inferior, quedándose completamente quieto en el piso, sin moverse para nada. Tenía mucho calor, demasiado.
— Calor... Calor...
Niki tomó la caída de su atacante como algo bueno, aunque se sentía extraña. Un cosquilleo inminente la inundaba desde adentro, como un calor que la hacía sentir ansiosa. Pero en su inexperta experiencia, creía que eso era hambre, un hambre producto de su obstinación. Un hambre autoprovocada.
Corrigió su postura con la debilidad que el calor le producía y trató de quitarse de alguna manera la cadena.
— Yo no soy mala... tú atacar...—Respondió sonrojada y débilmente entre jadeos acalorados de una angustia desconocida.
— Tú casi te escapas, si lo haces mi familia me mata.
Tener esclavos era muy importante y signo de superioridad, pero cuando se te escapaba, no le hacía mucha gracia a los demás.
Le encantaría liberar a la mujer cuervo, pero sería peor para ella, todo estaba repleto de vampiros y seguramente le esperaba un destino peor.
Además, la familia de Killian no se lo tomaría para nada bien, después de todo, era algo muy serio para ellos.
Al final, decidió darle una oportunidad a la chica; no sabía si su cambio de opinión repentina se debía a las feromonas de Niki o por qué sentía pena por ella, se sentía tan débil, sacando algunos jadeos. Se arrastró hacia la pelinegra y le sacó la cadena.
— Vete si quieres, pero date cuenta de que gracias a eso podrían matar a tu amigo de la tribu y seguramente alguno te intentaría castigar... Volverías en manos de Rick, pero tú misma... Ya verás lo que haces, luego no vuelvas llorando por qué te salvé de Rick…. Ah..~
La irritaba demasiado los argumentos que daba, incluso si tenía la razón. Era una impotencia que surgía desde adentro con una ola de emociones.
— Maldito...—Exclamó molesta, abalanzándose sobre el rubio, mirándolo con rencor, pálida y con la cara enrojecida por la fiebre.
— Ser tan cruel. Malos. Chupa-todo robar vida y morder como perros.
Había quedado sobre él, se sentía tan impotente y muy caliente, era un calor que al contacto de la piel empapada de feromonas del omega despertó sus bajos instintos.
Él era tan malditamente molesto, como lo odiaba, como los odiaba a todos, como odiaba todo lo que le han hecho al mundo desde que los humanos de antaño buscaron la inmortalidad, ¿Y se suponía que la salvaje era ella?, los vampiros solo tomaban lo que les gustaba, lo arrancaban de las manos ajenas solo por capricho, codeándose entre lujos inútiles por lo vacío de sus vidas.
Algo era seguro, lo haría pagar, haría que se arrepienta de haber nacido, de haber sido participe de aquella horrible camada de monstruos que se encargaban de extinguir la felicidad del mundo.
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