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La Súplica De Heran

La Magia de Ana

--Déjela! Fue el grito desesperado de mami.

Fue corriendo y le sujetó la mano a la mujer, la lanzó lejos. Ella casi cayó, se veía molesta.

--Estas bien mi preciosa?

Me sobaba mi carita que la tenía roja por la cachetada que me había dado la patrona.

--No duele mami. Le mentí, no quería verla otra vez enojada por mi culpa. Y tener que buscar otro lugar donde vivir.

--Ve al cuarto y arreglas tu ropita. Ponla en tu mochila. Yo voy de inmediato. Me dijo con una dulce voz.

--No crees que estás exagerando? Dijo Doña Luisa

--Tú me empujaste!!

--Llevo veintiocho días trabajados, me debe casi el mes, quiero mi dinero. Dijo mami ignorando lo que ella hablaba.

--Si sales por esa puerta, no te pagaré nada. Gritó

--Le diré a todos por aquí que eres una loca sin respeto.

--Vuelve a lavar, haré como que no tuvimos esta conversación.

--¿Usted cree que olvidaré que golpeó a mi niña? --¿Es tonta o que?

--Cuando entré a trabajar le dije que si mi hija hacía algo malo me lo contara y yo lo arreglaría. --Que se lo pagaría con trabajo y si ella rompía algo que me lo descontara.

--¿Qué se piensa usted?

--¿Qué por tener dinero puede hacer lo que quiera.?

--Soy una empleada no su esclava.

--Se equivocó conmigo,me voy.

--Si cruzas esa puerta no verás un peso. Dijo la mujer con rabia.

Ana la miró con desprecio y desilución, salir de allí sin un peso era como tirarse a los leones, sola de noche y con una niña pequeña no era un buena decisión, pero siempre sentía que no estaba sola.

--Déjelo Señora Luisa le hace más falta, gente miserable como usted merece lo que tiene, mucha riqueza y mucha miseria espiritual.

--Siga golpeándose el pecho en su iglesia. Continúe engañando a su pastor.

--No se olvide que toda injusticia se paga en esta vida.

Estaba lloviendo, y las lágrimas de mami se lograban disfrazar, con el agua que caía del cielo, yo tenía seis años. Con los bolsos, y tomando mi mano, una vez más salimos.

Ella me decía, nunca aceptes injusticias, arriba hay un señor muy grande y poderoso que todo lo mira y las puertas siempre se abren cuando uno se porta bien mi preciosa.

--Vamos, tenemos que llegar al paradero de buses, ahí pasaremos la noche, hasta que amanezca.

--Jugaremos al adivine quien es. Nos divertiremos.

--Pero cuidado con hacer trampa. Esas las cobro con muchas cosquillas. Levantándome y provocando mi risa.

--Mañana tu mamá encontrará un nuevo trabajo. --Cuando se tienen ganas de trabajar, siempre hay algo por ahí.

Pasaron años para que entendiera que mi madre lo hacía todo para que yo no me asustara. Y no entendiera como podían haber seres humanos tan perversos.

...****************...

Llegue a casa, estaba todo en silencio, era mejor.

Solo éramos mamá, y yo en nuestro hogar.

Eran tiempos felices

Éramos pobres, pero no al extremo. Nunca faltaba la comida y apreciábamos la vida, nos llevábamos muy bien, nuestra relación era muy especial.

No sabía quién era mi papá, nunca le pregunté, en los recuerdos de mi niñez nunca supe de él. Y al revés de muchas personas no me interesaba, no me hacía falta, la gran persona que era mamá suplía con creces ese lugar. Mis primeros recuerdos son de varias casas donde mamá trabajaba. Ella era empleada doméstica. Generalmente, trabajaba puertas adentro. Elegía trabajos en dónde la aceptaran conmigo. Dormíamos juntitas en una cama, a veces en un dormitorio diminuto o en una cabaña afuera de la casa principal.

Había patrones buenos, otros malos. Pero mamá era fiera. Cuando veía que alguien me trataba mal ya sea por qué me llamaban la atención, ella rápidamente arreglaba nuestras cosas y salíamos por la puerta ancha. Así me decía ella.

--Cuando decido irme de un trabajo nunca será ni por floja ni ladrona. Será porque no me gusta el trato.

Ana era eficiente, rápida y sobre todo honesta. Por lo que muchas veces después que nos íbamos y buscaba ella otro trabajo, sus antiguos patrones volvían a buscarla. Rogando que volviera.

Que no había como ella para cocinar o planchar.

--Mi hija es sagrada, ella no se toca. Ella es una buena niña y nadie mientras yo viva la dañará.

--Gracias busque otra persona, yo no vuelvo la vista atrás.

Esa frase la escuché tantas veces salir de su boca.

Mi madre la persona a la que más admiraba.

Pasamos por varias casas y mansiones. Ella nunca me dejó que la ayudara en las labores de casa.

--Su labor señorita Rosario es estudiar, yo no tuve esa oportunidad, pero tú si la tendrás hija.

--Cuando tengamos nuestra casa te enseñaré a cocinar y a preparar los más ricos platos.

Termina tu enseñanza media y si quieres estudiar yo te apoyaré y sacarás la carrera que quieras.

Mamá cocinaba como los dioses. Entre la clase alta se había corrido la voz de una mujer pequeña que sus platos eran verdaderas obras de arte.

Los fines de semana la buscaban para cenas elegantes, me sentaba en un rincón y mientras yo estudiaba historia, ella sazonaba carne y preparaba acompañamientos que inventaba en su cabeza hermosa.

Cada receta ella la anotaba en su cuaderno de tapas verdes, ella le decía "Los secretos de Ana".

--Cuando logre reunir el dinero que necesitamos, haremos una casita en el campo.

--Que?

--Hace varios años compré un pedacito de tierra. Junté el dinero desde antes que nacieras. El próximo mes iremos a conocerla.

Fueron tres años de ahorro. Era una gran terreno con un bosque de grandes robles, los ojos del amor, la hacían ver un paraíso, veía un terreno maravilloso. Ella en su mente hacía planes.

--Aquí estará la casa, quiero muchos árboles alrededor, dónde lleguen los pájaros a anidar. En las mañanas escucharemos sus cantos. Y si te quedas en silencio sentirás el cantar del agua. El río pasa a los pies de la propiedad.

Allá en esa lomita rodeada de helechos hay una vertiente que dicen que nunca se seca. De ahí sacaremos agua pura para beber.

--Pondremos una cerca blanca de madera, parecida a la casa del viejo militar, él era un caballero bueno y su esposa una dama ¿Te acuerdas de ellos? Lamenté irme de ahí eran buenas personas, pero a su edad lo mejor era que estuvieran con sus hijos. No me arrepiento de haberles escrito y contado.

Mamá me conversaba y veía todo construido. Yo en mi mente infantil solo veía lomas, pasto árboles un río y piedras.

--Como pudiste comprar ésta tierra mami?

--Es una larga historia, por uno de mis patrones me enteré que el dueño era un alcohólico que vendía pedazos de su tierra para beber.

-- Es un hombre joven, pero dicen que una pena lo volvió así.

--Me preguntó que hacía?, le conté un poco de nosotras y accedió a vendernos dos hectáreas. Son las últimas que vendere. Y cerramos el trato.

--Se ve un hombre muy triste, su casa está cerca pero está en el monte por eso no la vemos

--Este lugar se llama "Rinconada del Puma".

La veía tan hermosa y fuerte a mi mamita. La luz brillaba en sus ojos.

Ahora iremos por la casa mi niña.

Nunca he tenido nada hija, más que solo a ti. Ésta tierra será nuestro refugio. Por fin podrás invitar a tus amiguitos a celebrar un cumpleaños.

Muy pronto tendremos nuestra casita, será pequeña, pero la iremos ampliando. Tendrá un gran jardín y una pequeña huerta dónde plantaremos verduras con nuestras propias manos. Ya verás que se oleran de lejos el cilantro, y los cebollínes.

Los sueños se pueden cumplir Rosario únicamente uno debe proponérselo.

Alguien allá arriba ve el sacrificio y eso se premia hija. Pero se consigue siendo honesta. El buen camino es el más difícil, pero finalmente tiene recompensa.

Tenía díez años cuando me lo dijo. Ella siempre cumplía sus promesas.

Nunca la vi llorar. Ella es únicamente fuerza y poder para mí.

La vi por años con la misma ropa, los zapatos habían visitado tantas veces al zapatero que había perdido la cuenta.

Pero a mí nunca me faltó mi ropa, ella también la cocía con su pequeña máquina. Muchos patrones le regalaban ropa que ellos desechaban y ella los transformaba en vestidos y poleras y faldas. Que yo lucía sin vergüenza. Mi mamá era mágica.

Demoró años en reunir el dinero para la construcción de nuestro hogar.

Los maestros demoraron más de lo que se comprometieron, y gastaron todos los adelantos, pero finalmente quedó terminada. Aunque a medias.

No teníamos agua ni luz. Y nuestras ventanas no tenían vidrio, solo nylon.

Pero estábamos felices.

--El dinero no alcanzó. Me dijo con pena.

-- Pero trabajaré los fines de semana hasta poder juntar el dinero hija.

--Mamá no te preocupes, seremos felices y que importa si nos alumbramos con velas y que tengamos que sacar agua con valde de la vertiente.

--Nuestra tierra hija, nuestra casa. Ya no tendremos que rogarle a nadie que nos admita a las dos o qué tengamos que dormir en malas condiciones. Tendrás tu cuarto adornado y pintado a tu gusto.

--Yo pintare el mío de blanco y el techo será celeste con nubes.

--Estamos en lo nuestro mi niña. Nuestra casa. Nuestro refugio.

Nos mudamos de inmediato y aunque quedaba lejos de todo, no nos importó.

Era pequeña, sin pintura, pero a los ojos de ambas, era nuestro palacio.

Tenía trece años. Y mamá treinta y cinco.

Consiguió trabajo de inmediato. Ahora era puertas afuera. Trabajaba en tres casas los siete días de la semana.

Cumplió su palabra y en un año ya teníamos luz, el nylon fue reemplazado por vidrios.

Todo se cubrió de pequeños arbolitos, muchas plantas y flores. Ella se levantaba en cuanto amanecía y yo la imitaba. Tomábamos desayuno juntas, esos momentos eran mágicos para mí, conversar y reírnos. Que bellos recuerdos en dónde no sabía lo que era llorar. Mi niñez y juventud solamente fue felicidad.

Ahora ya era una señorita me decía ella. Y muy pronto tendría que decidir que estudiar.

En mi mente ya lo había decidido, tantas injusticias en la vida de mami me habían hecho decidir estudiar derecho. Cuántos sueldos impagos, cuántos accidentes domésticos que nunca cubrieron enfermedades que no se pudo cuidar, por qué no tenía derecho a vacaciones. Una caída limpiando vidrios de un segundo piso le provocó una pequeña cojera, que no le impedía ser quien era .

En mi mente idealista creía que yo podría sola contra un sistema acostumbrado a proteger al más fuerte.

Había comprado en la tienda varías cositas, quería preparar algo especial para celebrar mi decisión. Trabajaba apoyando a otras alumnas a mejorar y se me pagaba como tutora. Con mi dinero había comprado todo para nuestro cocktail.

Terminé de preparar todo, había aprendido de la maestra.

Sin embargo había algo que solo en mi madurez había comprendido, mamá tenía un halo de tristeza, cuando su sonrisa aparecía nunca ví la alegría en sus ojos, sabía que ella guardaba una pena en el corazón, sería a causa del hombre que era mi padre?

Nunca hablaba de su pasado, era como si su vida hubiera comenzado conmigo. No sabía de su pasado. A veces tenía miedo porque se habrían puertas dentro de mí, quería saber, necesitaba respuestas a tantas preguntas.

Sentí la campana de la puerta era ella que venía entrando, mi corazón se encogió de alegría, era mamá.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Siempre me pregunto como me decidí a escribir? Mi vida aunque no perfecta, siempre ha sido demasiado benevolente conmigo, crecí en un hermoso hogar, en dónde el dinero siempre faltó, pero el amor, los valores y el respeto me hicieron quien soy, una hija amada y con la mejor familia. Por lo mismo escribir jamás se pasó por mi mente.

En los últimos meses de mis viejitos, las noches eran largas y solitarias, y recordé historias antiguas de la familia y de mi trabajo, soy campesina y trabajo la tierra.

Dicen que tengo el Don de escuchar, y aquí estoy escribiendo sus vidas.

Historias de mujeres que compartieron partes de su vida conmigo. Historias tristes, descarnadas, historias de caídas y levantadas. De milagros de supersticiones y creencias religiosas.

Decidí escribir la historia de Rosario, así como antes lo hice con mis cuatro novelas anteriores basadas en las vidas de Rocío, Gabriela, Aylin y Marina.

Ésta historia ocurrio décadas atrás, ella es una persona con un aura especial. Rodeada de un círculo de personas con historias de vida tan fuertes. Que la hicieron quien es.

Cómo siempre les he contado mis protagonistas son mujeres verdaderas, normales, con virtudes y defectos, humanas y fieras.

Mis novelas no son de mujeres bellas o multimillonarios, son historias de vida, de personas que Dios ha puesto en mi camino.

Las lectoras y lectores que crean que en ésta novela encontrarán vidas fantásticas, de riquezas se equivocan. Mis novelas son de gente común y corriente.

¿Puede uno odiar o dejar de sentir lo que se amó con el alma?

 Cuando se han escrito varias novelas siempre existen las comparaciones, personalmente no puedo elegir hasta el momento cuál me ha gustado más. Pero siento un miedo profundo de pensar que a ustedes no les gustará.

Solo pido que le den una oportunidad, me encanta que ustedes comenten, me maravilla esa conexión. Saber de que país me leen.

Es tiempo de escribir, las extrañaba y como siempre les pido comprensión, yo sé que no ha todos les gustan mis personajes, pero como siempre les comento mis historias son verdaderas y también hay mucha imaginación. Pero recuerden que las vidas no son cuentos de Hadas. Y las vidas perfectas no existen.

Espero no desilusionarlos,

Gracias,❤️

Carmen Zambrano Fernández...

Clic

Tenía diecisiete años cuando lo ví por primera vez.

Mi corazón latió desenfrenadamente, nunca me habían llamado la atención los muchachos, vivía metida en mis libros. Mis objetivos eran mis estudios.

Todos los años sacaba los primeros lugares en mi curso. Había salido con quince años de mi enseñanza media. Y ahora estaba terminando mi segundo año de derecho y me iba muy bien. Tenía una buena memoria y gran capacidad para leer. Desde pequeña mamá me incentivo a leer. Me compraba como podía libros de historia de segunda mano, le leía la historia de grandes personajes y ella me escuchaba.

Mamá era la más orgullosa, seguía levantándome a las seis para compartir nuestro desayuno.

Conversábamos de todo, de sus patrones, recetas, de mis tías y yo le contaba de mis estudios.

--Has hecho nuevos amigos?

--No mami, no me pidas eso, soy mala para relacionarme.

--Quieres ser abogada. ¿Y como entablaras una conversación con esa timidez hija?

--Ya llegará el momento de que me nazca tener amigos.

--Algún chico que te guste?

--Mamá, no me molestes.

--Hija, ya eres una mujer y es normal enamorarse a tu edad, no es nada malo.

--Eres una niña responsable y quiero que sigas así, tan madura a tu edad.

--Cuando te enamores, lo sabrás, ese corazoncito que está ahí se volverá loco y tu cuerpo lo sabrá. Te dará señales.

--Y es ahí donde debes ser responsable y cuidarte.

--Hay mami, ni siquiera tengo a alguien en mente y tú ya me estás dando anticonceptivos.

--Tranquila, tú serás la primera en saberlo. Si me enamoro, te lo contaré de inmediato. Y serás tan feliz como yo.

--Ahora sígueme explicando cómo es la torta cielo.

Ana sabía que su hija era muy tímida y por eso tenía miedo, no quería que la historia se repitiera.

Venía pedaleando de la universidad cuando la cadena de mi bicicleta se rompió. Caí lejos, pero nada que solo mi orgullo se resintiera.

Vivíamos en una zona rural, dejaba la bicicleta encadenada en la estación y de ahí tomaba un tren para llegar a la ciudad. Esa era mi rutina diaria. Nunca mi vieja amiga me había fallado hasta ahora. Fue mi regalo de los quince años, aunque era usada, era perfecta para mí.

Había recorrido unos cuantos kilómetros, llevándola a cuestas, cuando una camioneta paró a mi lado.

--¿Te ayudo?

--¿Qué le pasó a tu bicicleta?

Era una camioneta vieja con un tremendo motor, manejada por un joven muy guapo, moreno. El se bajó, era muy alto.

Me puse nerviosa y no emitía palabra.

--¿Estás bien? o no tienes lengua?

--Estoy bien, muy bien gracias.

--No necesito ayuda, no me encuentro lejos de casa.

--Estoy probando el motor de esta preciosura, te puedo llevar.

--No es necesario, gracias.

Seguí tirando mi bici y lo dejé parado en el camino.

Sentí que se subió y dió vuelta, no lo vi más.

Llegué a casa con la lengua afuera, y arrepentida de no haber aceptado el ofrecimiento.

Subí directo a la ducha.

Después de bañada, fuí a alimentar a las aves y a recoger los huevos. Mamá llegaba después de las seis y yo siempre un poco antes, aunque hoy por mi accidente mucho más tarde.

Preparé la cena , algo liviano para las cuatro, hoy vendría la tía Camila y tía Odette ellas eran amigas y hermanas de la vida de mamá, se habían conocido hacía muchos años atrás. Desde ese momento no se separaron más. Éramos familia sin sangre decían las tres

Buscaban trabajo siempre cerca y puertas afuera para trasladarse juntas y cuando contrataban a mamá para algún evento, siempre eran las tres se complementaban de maravilla y yo de mesera.

Camila era la calma, Odette la alegría y mamá la fuerza. Era una buena sociedad.

Sentí las campanas de la puerta habían llegado.

Cómo siempre Tía Odette era la más bulliciosa. Todas nos reíamos de sus bromas y las celebrábamos.

--Alguien de ustedes conoce un taller de bicicletas?

--Mi bici sufrió un accidente.

--¿Qué te pasó?

--Se cortó la cadena y salí volando. Dije riendo.

--Hija no te rías esos golpes son peligrosos.

--Dejame verla. Me dijo Tía Odette

Salimos y ella la revisó.

Mañana te compro la cadena y la coloco, es fácil.

Estaba acostumbrada, en su juventud lo hacía a diario era la mayor de tres hermanos y como eran muy traviesos vivían dañando sus bicicletas.

Estuvimos hasta tarde, generalmente ellas venían seguido. Lo pasábamos muy bien.

Yo las veía como si fueran mis tías verdaderas. Mamá era huérfana, Camila era de ascendencia árabe, había tenido problemas con su familia y se separaron y Odette escapó de un ambiente de delincuencia y alcoholismo que había en su familia, cortó esos lazos cuando huyó de ellos.

Mamá era la mayor de las tres. Por lo que pasábamos todas las fiestas juntas, navidades, cumpleaños. Éramos las cuatro de la suerte, ja, ja, ja así nos nombramos.

No sé por qué decidí no contarles del chico guapo que ofreció traerme.

Creí que me interrogarían y sería el objeto de burla de ellas, siempre bromeábamos de quién sería la primera en encontrar un galán. Ninguna tenía una relación seria.

Se quedaron a alojar, yo me acosté y no supe más de la vida.

Al otro día me vine caminando, cuando llevaba como cinco minutos de caminata, se detuvo un auto a mi lado yo ni siquiera miré. Era tímida y desconfiada de los extraños.

--Y tu bicicleta? ¿La reparaste?

Era el mismo muchacho de ayer.

--La están arreglando. Yo seguía caminando sin detenerme.

--Quieres que te lleve?

--No, muchas gracias, mi casa no queda lejos.

--Que muchachita tan rara eres.

-Sabes que muchas se pelearían por subirse a mi auto?

--Genial, no me gusta pelear.

--Como te llamas muchacha rara?

--No crees que te estás demorando mucho, no pierdas tu tiempo.

Jamás me detuve a conversar, pero mi corazón latía a mil por hora.

Sentí que se dió vuelta y se fue.

Pensé, demasiado guapo para mí. Aunque lo veía de reojo, era un hombre hermoso.

--Llegue a casa con la lengua afuera. Y pensando en el joven. Mientras estudiaba no lo podía sacar de mi cabeza. Que problema tenía en mi cabeza.

Pero no quería pensar en el.

Cómo nunca hubo hombres a mi alrededor no sabía nada de ellos. Era totalmente ignorante, no tuve padre, hermanos y estudié en un colegio de mujeres. Por lo que mi experiencia era nula.

Tía Odette me llamó para contarme que la cadena de mi vieja bicicleta no estaba en la ciudad y que mañana seguramente llegaría. Que tuviera paciencia, porque ya estaba encargada.

Al otro día volví a la misma hora y empecé mi caminata eran alrededor de una hora caminando a paso rápido. Habían pocas casas era un camino rural donde aún se veían muchas vacas y caballos en los campos. Pasó un auto muy rápido, escuchaban música a todo volumen, me alejé del camino para que no me salpicaran las piedras. A lo lejos había un viejo roble y ví que había alguien.

La polvareda del auto se detuvo más adelante, se dieron vuelta y regresaron, algo me avisó, no sé un sexto sentido, pero me pasé por los alambres y entré a una pradera. Cuando ví que se bajaban en un lugar sin casas me asusté, me saqué un calcetín y lo llené de piedras grandes.

El auto frenó cerca de donde me metí, se bajaron cuatro hombres. Y empezaron a caminar rápido detrás de mí.

Pensé no saco nada con seguir corriendo, es mejor enfrentarlos.

Solté mi mochila y sujeté con fuerza mi calcetín o mejor dicho mi arma, años atrás tía Odette me había enseñado.

--Cuando se vive en barrios muy malos hay que saber cuidar la cartera y otras cosas, en esos años no entendí lo segundo, ahora sí.

--Que quieren? Dije con la voz más dura.

--Vamos bonita, solo pasar un buen rato los cuatro.

--Vamos a una fiestecita, acompáñanos

No me había percatado que alguien se acercaba corriendo.

Escuché que gritaba algo, pero por mis nervios no lograba comprender lo que decía. No quería quitarles la vista.

Los hombres se dieron vuelta a mirarlos aunque eran macizos el hombre que se acercaba era un gigante.

Sentí su respiración agitada cuando llegó a mi lado, cuál no sería mi sorpresa, era el joven que me ofreció llevarme.

Él miró mi mano y vió mi arma hechiza.

--No erres golpe, balancea tu brazo para que agarre más fuerza.

--Que esperan?

--Vengan!!

--No son tan valientes los cuatro ahora verdad?

--Vamos!!

Si pudiera describirlo, se veía como un luchador de la Grecia antigua. Miraba a los hombres y los veía dudosos. Las miradas de lascivia habían cambiado ya no eran tal.

Se miraban entre ellos, se preguntaban si serían capaces contra el grandote y la muchacha que daba vueltas el calcetín con las piedras.

Finalmente, desistieron, se dieron vuelta y se fueron discutiendo entre ellos.

Mantuve la respiración durante muchos minutos, hasta que él me habló.

--Ves, al final igual te ayudé. Aunque no querías.

Lo miré a la cara, de cerca era más guapo, tenía una tez mate hermosa.

Sentí que mi corazón latía a mil por hora y me di cuenta que mi cabeza y corazón habían hecho un clic.

...****************...

Heran

No entendía como llegó corriendo. Creo que al ver mi confusión creyó que era digna de una explicación.

--Cómo no aceptaste mi invitación en dos ocasiones, dejé a mi preciosa y me vine caminando, decidí esperarte allá apoyado en ese árbol.

Me señaló el viejo roble.

--Me dije: Hombre, a ti ninguna mujer te desprecia y a pesar del polvo del camino decidí que no ibas a ser tú la primera.

--Que gran ego tienes. Del porte de un buque.

--Se sincera y agradéceme que te salvé la vida o mejor dicho tu virtud.

--Gracias, señor.

--No hay de que, pero no te acostumbres. Si me sigues tratando así, es posible que me aburra.

Para mis adentros me reí. Este hombre está loco.

Tiré las piedras y miré mi calcetín, no servía, con tanta vuelta se había agrandado. Lo doble y lo metí en mi mochila.

Comencé a avanzar hacia el camino, lo dejé atrás, aún seguía choqueada por todo lo que había sufrido.

-- Adonde vas?

--A mi casa, debo alimentar a mis aves

--Eso es todo Muchacha?

--Que más quieres?

--Ya te agradecí y ahora me voy. La vida continúa.

--Ni siquiera me dirás tu nombre?

--¿O preguntarás por el mío? Me estoy preocupando realmente. Tu desinterés me está empezando a lastimar.

--Quieres que sea sincera?

--Realmente agradezco tu gesto, no sé que habría pasado si tú no hubieras llegado. Ese favor nunca te lo terminaré de pagar. Pero eso es todo.

--Soy una joven del montón, soy aburrida y sin gracia.

--No pierdas tu tiempo en una chica como yo. No soy lo que buscas.

--Tu mismo dices que las mujeres te persiguen como hormigas tras azúcar. Ve a sentarte y esperar que lleguen a tí.

--Si fueras del montón jamás te hubiera ofrecido llevarte una segunda vez.

--Si eres así, a lo mejor es porque no has encontrado al indicado él que te muestre un mundo diferente.

--Y porque crees que no eres a quien busco?

Yo seguía caminando tratando de alejarme lo antes posible de este hombre, pero él seguía a mi lado. Me agaché y crucé el cerco alambres que él abrió para mí. A su vez yo hice lo mismo.

Pero su tamaño hizo que quedará enganchado. Lo destrabé y me di cuenta de que cuando pasó por primera vez se había roto su camisa por varios lados y tenía rastros de sangre que la manchaban.

Me sentí culpable. Y a pesar de que quería alejarme de él lo antes posible no podía dejarlo así. Aún faltaban varios kilómetros para mi casa Lo miré a los ojos y no sé. ¿Vi ternura en su mirada?

No lo puedo descifrar.

--Vamos a mi casa.

--Uff por fin. Se detuvo al medio de camino y estiró su mano.

--Soy Herán.

Miré su mano y extendí la mía.

--Rosario.

--Viste era tan fácil. Nunca había tenido que enfrentarme a cuatro matones para que la chica que me interesa me dijera su nombre.

Traté de no mirarlo y comenzar a caminar para que no se diera cuenta de mi nerviosismo.

--Quien te enseñó a caminar?

-- Vas muy rápido.

--No, eres tú qué caminas como una tortuga.

--Uff que carácter por Dios mujer.

--Pero cuanto más complicada te pongas más interesante te pones para mí.

--Que eres? ¿Bromista o payaso?

--No. Solo soy un hombre que le gusta vivir la vida con alegría, tuve una niñez difícil ahora solo quiero que todo sea luminoso.

--Como tú. Tú eres luminosa, irradias una luz maravillosa, de inteligencia y bondad.

--Así convences a todas las chicas? Les dices que son luminosas.

--Ja ja ja que original de tu parte y estoy segura que todas caen así. Pobres se creen ampolletas con tus palabras. Le hice un gesto de desmayo. Él se sonrió

--Rosario, no necesito decirles nada. Todas caen rendidas a mis pies. Con mi físico no pasó desapercibido y mi sonrisa es espectacular.

Me comencé a reír sinceramente, nunca había conocido a nadie como él. Tenía muchos compañeros, y algunos habían demostrado interés por mí, pero nadie nunca me había llamado la atención en realidad ninguno como Herán

Él me miraba de forma divertida.

--Sigamos, falta poco, pero por lo visto estás equivocado de profesión, o eres comediante?

--No. Lo mío son los fierros, reparo autos.

--Ya me imagino que mientras estudiabas tus compañeros se deben haber entretenido con tu conversación.

--Nunca he estudiado, soy autodidacta. Llegué a octavo básico, mi niñez fue muy dura. Mi mamita tuvo todo en contra. Y yo ahora soy el sostén de ella.

--Oh! Algo bueno tenías.

--Falta poco para llegar.

--Y tú en qué curso vas? Segundo medio?

--Que sentido del humor. Ni que tuviera catorce años

--Me imagino que debes tener unos quince.

--Tengo diecisiete y estoy en segundo año de derecho.

--Viste. Sabía que eras especial. Así que quieres ser abogada.

--Con razón, eres así. Tienes tus metas. Y un hombre guapo como yo. Por muy guapo que sea no es digno de ti. Seguro buscarás un colega o un empresario, todos buscan subir, a mi mamá le pasó así, mi papá la abandonó por ser pobre.

--De que hablas Heran? Y por primera vez me detuve frente a él en medio del camino.

Elevé mis ojos miré directo a su cara, con toda la seguridad que me daban mis principios, le restregué a su ego.

--Soy hija de una sirvienta, desde que abrí mis ojos vi a mi mamá trabajando honradamente, acariciando mi rostro con sus manos despellejadas de tanto lavar, trabajando dieciocho horas sin parar, tuvo patrones buenos y otros fueron unos abusadores.

--Pero ella es mi ejemplo a seguir, una mujer honesta. Que jamás nadie la doblegó, que fue y es fiel a sus principios. No tuve padre, pero no me hizo falta, ella suplió ese lugar.

--Si decidí estudiar derecho fue para ayudar, a mujeres como mi mamá, que son abusadas por gente inescrupulosa. No para hacerme rica y lograr un buen matrimonio.

--Que tontera!

--Si cada día salgo caminando y cubriéndome de las piedras que saltan de los vehículos es por qué quiero cumplir mi sueño. Y eso se logra solamente con sacrificio y tesón y eso gracias a mi madre, lo tengo.

Me molesté, lo dejé parado y seguí caminando, que pensaba? que todas las mujeres queremos ser unas mantenidas? ¿De dónde sacó eso este hombre?

--Disculpa, no debí decirte eso. Sé que eres diferente.

No me detuve, él me seguía.

Los árboles comenzaron aparecer, el viento hacía que se mecieran y produjeran esa música que a las dos con mamá nos gustaba tanto.

Abrí la reja y entré, él a su vez también lo hizo.

--Tienes una bonita casa de campo.

--Me gustaría tener una así, con muchas flores y arbustos de colores como la tuya. Estoy seguro que a mi mamita le encantaría. Pero ella no pudo. Tuvo todo en contra.

-- La Sociedad la castigó por ser madre soltera.

Pensé mamá también es madre soltera, pero no iba a discutir con él.

--Entra, pasemos a la cocina para curarte esas heridas.

--Sacate la camisa, iré por el botiquín.

Cuando volví, y lo vi de espaldas era más impresionante de lo que creía. Tenía muchos desgarros.

--Te desinfectaré con alcohol y luego te pondré un spray que sirve para éste tipo de heridas.

Traté de concentrarme en limpiar los desgarros, pensaba mil cosas, él me hablaba, pero yo estaba determinada a terminar pronto.

--Tienes manos de monja. Nunca sentí nada.

--Porque tienes tantas cicatrices antiguas?

--Mamita tuvo malas parejas y también estuve en un hogar de menores, los más grandes acostumbraban a pegarnos. Son cicatrices del pasado.

--Terminé, estás listo, tendrás que ponerte tu camisa rota, nunca aprendí a cocer. Y no tengo una prenda tan grande para pasarte.

--No te preocupes cada rasguño valió la pena.

Se levantó y nuevamente miró la casa. Miró por el ventanal que daba al jardín interior.

--Tu casa es muy bonita. Las piedras pintadas le dan alegría.

--La casa no es bonita, tiene muchos arbustos y flores que la hacen ver hermosa, pero es una casa sencilla, que falta mucho por pintar y arreglar. Pero te agradezco tu comentario.

--Amamos éste lugar, es el fruto del trabajo de mamá.

Él no respondió nada se guardó sus palabras. Se encaminó hacia el camino.

-- Eres especial Rosario, fue un gusto acompañarte. ¿Cómo te vendrás mañana?

--Le contaré a mamá y veremos qué hacemos.

--Gracias Heran, te debo una.

--Mi nombre suena bonito en tu boca. Pero mejor me voy, antes que me retes.

Se dió vuelta y se fue riendo.

--Me debes una camisa, o una buena costura.

--Cocer no es lo mío. Le grité

Me entré de inmediato no quería que pensara que lo iba a mirar hasta que se perdiera en el camino.

Pero el tambor de mi corazón no dejaba de sonar. Que raro se sentía.

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