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HELL CITY

CAPÍTULO 1

Leon golpeaba con fuerza la puerta del ascensor, mientras la pantalla con el contador para llevarlo a otro lugar seguía contando.

El temor por la vida de la única mujer que había amado realmente estaba a flor de piel, tanto que incluso dejó atrás su imagen fuerte y comenzó a llorar con fuerza.

Desde que se había divorciado de Claire, sintió que la única luz que le daba esperanza en su vida de porquería se había ido.

Sin embargo, aquella noche, que pensó que sucumbiría a la muerte, la luz volvió con ella. Quería salir de ese infierno y no deseaba que fuera sin ella.

—¡Abre la puta puerta, Claire!—gritó golpeando sin éxito alguno.

Una mujer pálida, cuyo cabello castaño rojizo había perdido el brillo, se encontraba examinando algo en el ordenador de aquella lúgubre sala de control.

No obstante, la herida de mordida en su pierna estaba cobrándole la poca cordura que le quedaba.

Tenía poco tiempo para que la criatura abominable, que estaba a las afueras del pabellón E, derribara las puertas y entrara.

Si podía meterse en el sistema de seguridad del laboratorio y abrir las demás compuertas, podía hacer que otros infectados entraran y atacaran al monstruo.

No obstante, ella estaría vulnerable también. Aunque entre eso y la muerte que le esperaba por su infección, preferiría usar una de las dos únicas balas que tenía en su revolver para ponerle fin a todo antes que volverse como aquellos seres.

Había pasado mucho para reencontrarse con su exesposo después de su divorcio, debía sacarlo de allí si quería salvar a su hijo.

A fin de cuentas, él era más importante que ella. Le dolía no volver a ver a su bebé, pero la sangre de su esposo era lo más importante.

"60 segundos antes de la apertura del tren subterráneo, recomendamos tomar asiento en las sillas de seguridad"

Terminando de vulnerar el sistema de seguridad, pudo hacer que las compuertas se abrieran para cuando el contento terminara.

Así, levantándose de la silla y tomando su arma, se acercó a la puerta del ascensor y tomó el botón del micrófono para hablar con su ex.

—Toma asiento, Leon—habló la mujer—el descenso al tren subterráneo será brusco.

—¡¿Cómo me dices eso?!—preguntó molesto—¡Te quiero adentro! ¡Ahora!

—Aun en estos momentos sigues siendo autoritario—se rio con amargura—¿Sabes? Te odio...no, a quien realmente odio es a mí misma, por seguir amándote pese a todo el dolor que me hiciste pasar.

—Claire...—susurró con tristeza—no me hagas esto, ¡Aún podemos salvarte! ¡Vuelve conmigo!

—Salva a nuestro hijo y cuídalo—respondió antes de soltar el botón del intercomunicador—protege lo único bueno que salió de nosotros.

Cuando iba a intentar forzar la puerta, negándose al hecho de perderla de nuevo, la cuenta regresiva terminó y comenzó a caer con brusquedad, haciendo que se golpeara la cabeza. Luego de eso, solo vio oscuridad.

Claire, quien se encontraba en lo último del pabellón de seguridad, escuchó como el segundo sistema de seguridad se iniciaba.

Sabía que dentro de poco el sistema de autodestrucción dejaría en escombros aquel lugar; sin embargo, antes daría fin a su vida antes de que fuera alcanzada por aquellas miserables criaturas.

No podía negar el hecho de que anhelaba volver con su hijo. Era lo único bueno que había tenido su existencia. Solo un milagro podría salvarla, pero sentía que ya era muy tarde para ella.

CUATRO AÑOS ANTES...

REMEMBRANZA DE UN AMOR PROHIBIDO...

Hay un dicho que dice que, antes de una tormenta, siempre hay un momento de calma. Para la humanidad, acostumbrada a enfrentarse a desastres naturales, este dicho cobra un nuevo significado cuando se trata de enfrentar una de las mayores colisiones posibles: las consecuencias de sus propios actos.

Leon Williams conocía bien esta verdad. Con casi treinta años, una carrera prometedora en la policía y la presión de ser el hijo del alcalde, encontraba una forma peculiar de aliviar la tensión que sentía: los brazos de las mujeres.

Buscaba jóvenes, hermosas y sensuales para satisfacer sus deseos y mantener así su desempeño en alto.

Sin embargo, Leon sabía que, si no era cuidadoso, sus acciones podrían acarrear consecuencias devastadoras, no solo para él, sino también para su padre.

Una tarde, su jefe, el capitán Edwards, el cual le dejaría su cargo antes de retirarse, le pediría que lo acompañara a la academia de policía para conocer a los próximos oficiales de policía.

Si bien no era una tarea que le interesara, decidió ir para contentar a su aún superior.

Allí, observó el entrenamiento de varios cadetes en el patio, donde una mujer pelicastaña resaltaba por encima de sus compañeras femeninas.

La mujer estaba liderando un pequeño escuadrón de búsqueda y rescate en un hangar, mientras otros de sus compañeros hacían de secuestradores.

Sin embargo, desde lo lejos, observó como la mujer se movía con tanta tranquilidad mientras guiaba a su equipo.

Una vez lograron infiltrarse al hangar, la cadete dio la señal para tirar por una esquina granadas de humo. Al hacerlo, poco a poco la visión de los "secuestradores" se redujo.

No obstante, aquello era una distracción: ya que mientras aquello pasaba, dos agentes atacaban a los secuestrados más cercanos, inmovilizándolos con pistolas eléctricas.

Así, otros dos compañeros pudieron evacuar a las víctimas mientras lo demás se encargaban de reducir al resto de los criminales.

Después del ejercicio, el capitán Edwards se acercó a la joven mujer y le dio una palmada en la espalda con una sonrisa de aprobación. Si bien era un ejercicio de entrenamiento, lo había manejado en la mayor brevedad posible.

CLAIRE

LEON

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Nota: ¡Gracias por apoyo que me han dado! Jamás pensé que esta novela fuera tan bien recibida debido a que es la primera vez que escribo en este género. Por último, me he basado e inspirado en Resident evil, soy fanática de las sagas terror y zombies, pero principalmente de esta última jejejeje.

Así que, para todos los amantes de este tipo de historias, pero quieran un poco de romance, ¡bienvenidos sean!

CAPÍTULO 2

La cadete, de nombre Claire, sonrió ante los elogios que estaba recibiendo de su superior. Su anhelo era poder ingresar al equipo S.W.A.T, por lo que desde muy joven había estado practicando para obtener todos los honores posibles de la academia.

—Leon, ven aquí —llamó Edwards, haciendo un gesto para que se uniera a ellos—¡Quiero presentarte a una de las mejores promociones de la academia!

De los 20 cadetes que componía dicha promoción, solo dos eran mujeres: la cadete que había liderado el ejercicio y su compañera Sara. La última miraba con asombro la belleza de Leon, con el corazón acelerado. Quería llamar la atención del hombre, por lo que intentó acomodarse un poco su cabello.

Sin embargo, cuando extendió su mano para saludarlo, este la dejó en el aire, ya que en realidad quería saludar a Claire. Provocando ciertas risas bajas de sus compañeros, que se divertían ante la humillación que había pasado.

Sonrió apretando la mano de ella con sus dos manos, pensando en lo sexy que se vería estando así de roja por el ejercicio, pero sin ropa alguna y bajo sus sabanas. Se notaba que era mucho más joven que él, por lo menos diez años de diferencia colocaba él.

Y si bien las relaciones entre subordinados y superiores estaban prohibidos, le daba igual aquella regla si podía tener aquella fruta tan diferente en su cama y probar así su sabor. La curiosidad comenzó a atormentarlo, deseaba comprender que era lo que ella provocaba en él.

—El placer es mío, cadete—respondió con una sonrisa—usted y su equipo hicieron un excelente trabajo, ¡felicitaciones!

—Gracias, señor. Es un esfuerzo de equipo—dijo.

Para alguien como Sara, que tuvo problemas con otras compañeras de otros escuadrones, era increíble ser rechazada por un hombre. La cadete respiró profundo, intentando contener su vergüenza, mientras observaba con celos a Claire.

—Es un placer conocerlo, teniente Williams—saludó con respeto.

Una vez entrelazó su mano con la de él, Leon sintió un corrientazo que le erizó un poco la piel. Si bien no encajaba en sus gustos, la dulzura y ternura evidente de la cadete, así como su forma de hablar tan respetuosa, le había llamado la atención.

Sara, intentando buscar la forma de acercarse a Leon, quien se mostraba cada vez más interesado en Claire, intentó ser su amiga; sin embargo, ya era muy tarde. Después de haberla enamorado y robarle su virginidad, Leon se volvió cada vez obsesivo con Claire.

El sexo con ella era distinto, lo llevaba a un nivel de pasión que ninguna de sus amigas eran capaces de hacer. Y si bien seguía frecuentándolas, adoraba seguir con Claire y tener esos dos tipos de pasión a su mano.

No obstante, temiendo perderla, en contra de cualquier regla, decidió hacerla su esposa. Al fin de cuentas era hijo del alcalde, por lo que podría manejar ciertos hilos para obtener lo que quería.

SEIS MESES DESPUÉS...

Sara se encontraba terminando de preparar un poco de cocoa caliente para aquella noche fría de invierno. En espera de su compañera, quien terminaba de arreglarse para salir con su novio.

"¡Ay, amiga, estoy tan feliz!"

"¡Jamás pensé que el capitán fuera tan romántico!"

"¿Te hubieras imaginado que alguien como yo sería su futura esposa?"

Eran las palabras constantes que Claire, quien también era su compañera en la academia de policía, le decía constantemente. La ira en su interior era casi incontenible, por lo que le costaba mantener una cara de felicidad ante ella.

No podía entender cómo alguien podía tener una vida tan perfecta, no solo pronta a graduarse con honores como oficial de policía, sino también tendría de esposo al hombre que encarnaba la perfección tanto física como económica y que ella siempre había deseado.

Suspirando con profundidad, terminó de triturar unas cuantas pastillas anticonceptivas y las echó en la taza que le daría a Claire.

No sabía que tan posible sería que aquello la dejara sin posibilidad de tener un hijo, pero mientras le impidiera llevar a término un embarazo, se las seguiría dando.

—Él será mío—susurró terminando de revolver la bebida—¿por qué me obligas a hacerlo, Claire?

Una vez lista la bebida, tomó dos tazas calientes y caminó hasta la habitación de su roommate, tocando la puerta con la punta de su pie. El ruido enseguida despertó a la chica de 20 años, quien se había quedado dormida después de salir del baño.

Claire, aun con su bata de baño, se despertó sobre exaltada. Sabía que había tenido una terrible pesadilla, tanto como para hacerle sentir sangre en su garganta; sin embargo, no podía recordar lo que era. Intentando calmarse un poco, suspiró para luego caminar hasta la puerta.

—¡Amiga!—sonrió Sara—¿Te quedaste dormida? ¿No ibas a salir hoy con el capitán?

—Sí, me quedé dormida. Tuve una pesadilla, gracias por despertarme—sonrió con gentileza—es que...los últimos exámenes antes de graduarnos estuvieron pesados.

—¡Ni que lo digas!—respondió extendiéndole la taza—¡Toma! ¡Hice cocoa!

Claire sintió una sensación de déjà vu bastante fuerte, tanto como para dejarla inquieta; sin embargo, era normal que su compañera cada cierto tiempo le diera un poco de lo que hacía, por lo que terminó aceptándolo.

Supuso que el chocolate le ayudaría a aliviar el mal trago que había tenido con aquella misteriosa pesadilla que no recordaba.

Tras eso, terminaría de arreglarse. Era el cumpleaños de su novio y quería ir lo más presentable posible, aunque no tuviera mucho que ponerse.

Ya que su padre no la aceptaba como nuera, debido a su bajo estatus social, no podía entrar a la mansión familiar y estar en la celebración oficial.

Sin embargo, esa misma tarde, habían quedado en tener una cena romántica en el departamento del codiciado hombre, así que estaba emocionada por su encuentro.

Con un vestido sencillo negro y su cabello suelto, salió de su departamento y bajó hasta el primer piso.

CAPÍTULO 3

Aunque no tuviera casi maquillaje, su cuerpo tonificado y dulzura juvenil era algo apreciado para varios hombres, en especial los mayores que ella. Aquello también era notorio para Leon, quien la observó salir del edificio.

El hombre de 30 años, al ver como los vecinos de ella se quedaban observando a su joven prometida, acercó su descapotable para dejarla entrar y que no se mojara tanto debido a la lluvia.

Si bien le encantaba verla con ese vestido, le molestaba que hubiera salido así con el frío que había y con las miradas indiscretas de los otros hombres.

Sintiendo el mismo nerviosismo de cuando lo conoció por primera vez, subió sonrojada al automóvil de su futuro esposo. Un poco mojada, su piel y ropa contrastaban con la rojez de sus mejillas. Así que, intentando controlar su timidez, se acercó a su prometido y le dio un dulce beso en sus labios.

Lleno de ternura ante la belleza de su novia y un poco caliente ante la imagen de las gotas de agua cayendo por su piel descubierta, profundizó el beso dominando su lengua y demostrándole que él podía dominarla.

Satisfecho al escuchar su suspiro de placer, dejó de lado sus labios rojos e hinchados y comenzó a besar su cuello, mientras una de sus manos ascendía por sus piernas hasta su intimidad. Introduciendo sus dedos, se emocionó ante el poder que él tenía sobre ella: solo unos besos en sus zonas sensibles era capaz de dejarla muy humedecida en su entre pierna.

—Leon, espera...—dijo en un leve susurro—pueden vernos.

—No—respondió besando el escote de su vestido—las ventanas están poralizadas.

—Por favor—suplicó besando su cabello—quiero estar contigo pero en tu apartamento.

El capitán de policía asintió y comenzó a conducir, sacando su mano de la feminidad de su prometida. Viendo que en las puntas de sus dedos quedó parte de su elixir, se las llevó a su boca para degustar el sabor dulce de Claire.

Mientras conducía hasta un semáforo en rojo, tomó su celular para silenciar las constantes llamadas de su padre. El alcalde de la ciudad quería que él estuviera con otra mujer digna de él y estaba molesto por haberse ido tan temprano de la fiesta de cumpleaños que le organizó nada más por estar con Claire en su día especial.

No obstante, cuando rechazó una de las llamadas de su padre, frunció el ceño al encontrar el mensaje de texto de una de sus amantes de turno. Lo que Leon tenía en inteligencia y habilidades de combate, lo tenía de mujeriego; sin embargo, intentaba ocultar esa faceta.

Dejando en visto a la mujer que le escribía, decidió centrarse esa noche en Claire. La joven chica, de la cual le llevaba una diferencia de diez años, había sido la primera en captura su corazón y que deseara sentar cabeza. Y aunque no pudiera dejar a sus amantes, si le daría el puesto de esposa a ella.

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Apenas subieron al piso del lujoso edificio de apartamentos donde él vivía, entró de inmediato y la colocó contra la puerta. Besando con ferocidad sus labios, entrecruzó su pierna con la de ella, provocando que su rodilla jugara un poco con su feminidad.

Claire terminó por cruzar sus piernas en su cintura, mientras intentaba sostenerse por los hombros de su musculosa y ancha espalda. Quitando su ropa mientras la llevaba a su habitación, ignorando la cena que estaba lista en la mesa, su piel trigueña por el sol contrastaba directamente con la piel blanca de la mujer que quería como esposa y madre de sus hijos.

Ya en la cama matrimonial de Leon, el hombre comenzó a besar el cuerpo de Claire hasta llegar a su feminidad, para comenzar a devorarla y prepararla para cuando la embistiera. La próxima a graduarse de policía no pudo evitar gritar el nombre de su prometida mientras sucumbía ante los espasmos que tenía.

Así, después de una hora de tenerla en sus brazos, logró implantar su cálida semilla en su interior mientras le daba un último beso. Se quedaron unos segundos en posición de misionero, antes de que el capitán de policía se colocara a su lado y la abrazara.

—Tengo sueño—susurró escuchando el latir acelerado del corazón de Leon—lo siento... quería celebrar tu cumpleaños.

—No lo lamentes—respondió besando su frente—esto es todo lo que quería hoy. Por cierto, bebé, ya hace más de un mes que me he estado viniendo dentro de ti, dime, ¿ya te bajó la regla?

—Aún no—aclaró—se supone que debe ser esta semana.

Leon sonrió mientras asentía y acunaba aún más en sus brazos a Claire, estaba ansioso que la mujer le diera un hijo. Prefería a una niña, ya que saldría igual a la mujer que amaba, pero si le daba un niño también estaba bien. Con tal de que fuera un hijo de Claire, lo aceptaría tal cual.

Una vez Claire se quedó dormida, Leon aprovechó para tomar su celular y entrar al baño. Quería que su padre dejara de llamarlo, por lo que, después de hacer sus necesidades, cuando estuvo por llamar a su progenitor, observó un mensaje preocupante de una de sus amantes.

"¡Estoy embarazada! ¡Ven a mi casa o te juro que revelaré todo a la televisión!”.

Temiendo que la loca de su amante pudiera afectar su carrera y la de su padre, no tuvo de otra más que aceptar su exigencia. Dejando una nota en la noche de mesa en la que se excusaba, ya que tenía que ir un momento a la comisaria, Leon se vistió y salió de su apartamento, esperando volver pronto al lado de Claire.

Su carro finalmente llegó a uno de los suburbios de clase media-alta de la ciudad, donde una actriz aspirante a modelo lo esperaba desde la puerta de su casa.

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