Tras, Tras, Tras escucho uno a uno los espejos romperse.
Muchas cosas de cristal quebrarse a mi alrededor, estoy aterrada, mi cuerpo tiembla.
Un dolor agudo se hace presente en mi pierna y al mirar veo un gran trozo de espejo clavado en ella.
Mi pierna sangra y me duele horrores, pero nada se compara al dolor que siente mi corazón.
Como termine en esta situación me pregunto una y otra vez y la respuesta esta ahí frente a mi nariz, siempre ha estado ahí y yo de estúpida y ciega nunca quise ver mi triste realidad.
Mi nombre Mackenzie Bailey la hija del medio de los prestigiosos abogados Adolfo Bailey y Cristina Caruso, por mis apellidos debería ser valorada, respetada y hasta temida, pero como ven nada de eso sirve cuando quien te daña es tu propia familia.
Mi hermano Mariano Bailey influenciado por su estúpida esposa y a quien tanto defendió mi hermanita Cristal son mis verdugos hoy por hoy.
Pero que paso, no lo sé con exactitud, pero ellos me odian dicen que soy el patito feo de la familia y que con mi horrible cara y cuerpo gordo daño la imagen perfecta de la familia Bailey Caruso.
Intento levantarme y no puedo, estoy pensando sacar el trozo de vidrio, pero no tengo nada con que hacer presión para detener el sangrado.
Me tomo de una mesa para apoyarme y cuando me estoy levantando una roca impacta en mi frente.
El golpe me deja aturdida y siento el líquido caliente correr rápidamente por mi rostro.
Si el lugar está lleno de cosas rotas nada está tan rota como lo estoy yo.
Mi corazón se estruja al recordar como Felipe el guapo amigo de mi hermano se hizo pasar por mi enamorado para llevarme al que sería mi infierno.
Con las pocas fuerza que me quedan camino lastimando mis pies, no quiero morir.
No merezco esto, no he sido una mala hija, hermana o cuñada, nunca le he hecho daño a nadie, mi único pecado es ser gordita.
Papito donde estás, auxilio papi digo con lágrimas bañando mis mejillas.
Siento como mi cabello se pega a mi rostro.
Llego a una parte donde no hay vidrios y me dejo caer lentamente, esperando que alguien me ayude o que la muerte llegue.
A estas alturas creo que la segunda opción es la más segura.
Mi cabello antes peinado en ondas elegantes está hecho una maraña pegajosa de sangre.
Intento no cerrar los ojos me da miedo la oscuridad y siento que ella se apoderará de mí para siempre.
Comienzo a recordar mi vida, era feliz, inmensamente feliz antes que la víbora de Brenda Guzmán llegara a nuestras vidas, es decir antes de entrar a la universidad, si es cierto anteriormente era gordita o mejor dicho tenía grandes curvas, pero nada demasiado malo a mi parecer.
Era respetada y querida en la preparatoria por los profesores y alumnos, llegue a ser la presidenta de la junta estudiantil dos años consecutivos.
Pero, mi vida dio un giro, cuando mi hermano mayor empezó a salir con la zo**a, le digo así porque tuvo un pasado bastante libertino antes de atrapar al idiota de mi hermano.
Ella llegaba a casa con ínfulas de reina de certamen y se ganó a mama y a mi hermana, quien me desplazo para convertirse en su incondicional.
Me siento rota y no por los golpes y cortes que tengo, sino por las heridas que llevo en el alma.
Cada humillación, cada rechazo, cada comparación me ha dolido demasiado, me han llevado a sentirme fea y eso ha deteriorado mi autoestima.
Me apodaron el patito feo y en la boda de mi hermano me obligaron a usar un vestido lleno de horribles holanes que me hacía lucir como una piñata amarilla.
Ver y oír los comentarios y las risas de todos los presentes, fue uno de los momentos más humillantes de mi vida.
Papá se molestó porque abandone la fiesta en gran llanto dijo que deje a la familia en vergüenza y me reprendió por usar un vestido tan feo, como si fuese mi elección.
Cuando intenté decirle que me obligaron, Brenda entro llorando haciéndose la víctima diciendo que la hice pasar un mal momento y que todos hablarían mal de su boda.
Papá la abrazo consolándola, mientras que yo estaba estática, era el colmo mi padre me dio la espalda para apoyar a mi verdugo, no sé que me dolió más; las burlas de todo o la reacción de mi padre.
Mis padres le dieron más días de luna de miel para compensar la vergüenza que YO les hice pasar que buen chiste cierto.
Me deprimí mucho y la comida era mi escape, principalmente el helado y los chocolates, subí varios kilos y cuando regresaron casi un mes después, comenzaron las burlas de nuevo.
Ya estaba en la universidad, ellos dos años más que yo, quien apenas iniciaba.
Mis calificaciones eran las mejores y eso parecía molestarlos más, pues mi hermano a pesar de ir dos años más avanzado no lograba superarme.
Poseía tanto a más conocimiento que ellos, por lo que termine mi primer año en unos meses, me saltaron varias materias pues presente evaluaciones obteniendo puntaje perfecto.
Eso, alegro a mi padre y volví a ser la niña de sus ojos, no imagine que eso pondría celoso a más de uno y sería el inicio del infierno que hoy vivo.
Cuatro mentes torcidas preparaban un plan malvado y yo como cordero fui directo al matadero.
Mi respiración se vuelve más lenta y siento que ya mis fuerzas me abandonan.
Tantos sueños, tantas metas por cumplir, tantos lugares que no conoceré, nisiquiera pude ser amada, ni mi primer beso di.
Cierro mis ojos lentamente y en mi último intento por mantenerme consiente clamo a Dios por otra oportunidad.
Escucho voces, pero son lejanas más pareces susurros.
La puerta es abierta lo sé porque ella golpea mi pierna herida, aunque el dolor es grande no puedo emitir ni un quejido, siento que mi alma me abandona y unas manos que toman haciéndome flotar.
Papá me llama y quisiera poder despedirme, porque todo se vuelve oscuridad, una oscuridad que me aterra y al mismo tiempo me llena de paz.
Mackenzie Saray Bailey Caruso 18 años.
Adolfo Bailey y Cristina Caruso de Bailey padres de Mackenzie.
Mariano Bailey hermano mayor 21 años.
Cristal Bailey 16 años.
Brenda Guzmán 21 años esposa de Mariano.
Los brazos eran los de mi padre, quien me sujetó y me saco de la cabaña más apartada de la mansión donde Felipe me llevo supuestamente para darme una sorpresa.
Me sentó en un mueble declarándome su amor, yo toda ilusionada, Felipe me parecía un sueño de hombre.
Me dio un beso en la frente aunque yo deseaba fuese en la boca y así recibir mi primer beso, que ilusa fui.
Espérame corazón voy a buscar tu sorpresa, se retiró rápidamente.
No te muevas de ahí me grito desde la cocina, obedecí tontamente.
Creo que salió por la puerta de la cocina y me dejo sola, ilusionada creyendo que vivía un sueno, que pronto se convirtió en pesadilla.
No una de esas donde dormido sueñas algo feo, pero despiertas y fue solo eso un mal sueño, estas pesadillas eran reales.
Fue en ese momento cuando grandes rocas atravesaron las ventanas impactando contra los espejos que adornaban la sala.
Esta cabaña diseñada por mama era cariñosamente llamada espejito, pues los espejos abundaban por doquier.
Fue donde el infierno dio inicio, no sé cuanto tiempo a pasado, pero mis ojos me duelen por la intensidad de la luz por eso vuelvo a cerrarlos.
Estoy viva pienso, pero podrían terminar lo que empezaron me digo y finjo seguir igual hasta estar segura.
Mi garganta está seca y desearía un sorbo de agua aunque sea un pequeño.
Escucho la puerta de la habitación, que por el olor a desinfectante deduzco que estoy en un hospital.
La voz de dos hombres resuena y una de ellas es de mi padre.
La paciente esta estable es raro que aún no despierte, ya hemos administrado los medicamentos para que salga del coma inducido, su cerebro está desinflamado, explica quien creo es el médico.
Doctor y si no despierta, no quería que la inducirán al coma.
Señor Adolfo si va a despertar tranquilo, su cerebro presenta actividad y ya casi todos los aparatos fueron desconectados y ella se mantiene estable, tal vez despierte en cualquier momento, voy a dejarlo solo háblele así podría ayudarla.
Papá no responde, pero oigo pasos que se alejan.
Siento como mi padre toma mi mano con cariño, también el roce de sus labios en ella cuando deposita un beso.
Mackenzie mi niña abre esos hermosos ojitos su voz quebrada hace que mi corazón se estruje, aun así me mantengo serena.
Princesa no te cuide bien y por ello esto pasó, aunque era una broma, sé salio de control y por poco te pierdo, me sentí morir cuando abrí esa puerta y te encontré casi muerta.
Vamos bebe abre esos ojitos, tu mamá ha estado muy triste y ni decir de tus hermanos y cuñada, cuando papá los nombra comienzo a temblar de pánico y mi ritmo cardiaco se acelera al punto que las máquinas comienzan a sonar.
Escucho mucho movimiento en la habitación y un ardor en mi brazo.
Le pedí que le hablara no que la alterara, que le dijo para ponerla así el médico regaña a mi padre y me duele, pero aun así no abro mis ojos, tengo miedo de volver a la mansión, mi vida peligra en ese lugar y sé que diga lo que diga nadie va a creerme para muestra un botón.
El ardor era un medicamento que administraron al suero y poco a poco voy perdiendo mis sentidos y vuelvo a la oscuridad de paz.
Ahora sé que estuve en coma, pero por cuanto tiempo.
Cuando el medicamento hizo efecto y el doctor se cercioró de que Mackenzie se relajó y quedo profundamente dormida, le hablo a Adolfo Bailey para que saliera.
Algo que deba decirme señor pregunto serio.
Quien crees que eres para hablarme así dijo molesto Adolfo.
Yo soy el médico a cargo de la recuperación de su hija, sé que es un hombre importante, pero está en mi clínica y no soy tonto para no darme cuenta de que algo grave le paso a esa chiquilla y usted no quiere decirlo, su reacción lo demuestra.
A mi hija no le paso algo más de lo que ya dije y le recomiendo no entrometerse en lo que no le incumbe o lo lamentará, Adolfo estaba molesto, pero al mismo tiempo preocupado si se abría una investigación el nombre de sus otros dos hijos saldría a relucir dañando su imagen como abogado intachable y familia de ejemplo.
Aunque estaba indignado con lo sucedido no permitiría jamás que eso saliera a relucir y le afectara.
Debo retirarme infórmeme si mi hija mejora dijo cortante y se giró caminando altivo y prepotente.
El médico no le respondió, ingreso a la habitación de Mackenzie la vio tan frágil e indefensa.
Algunos cabellos estaban sobre su delicado rostro y los aparto con cuidado.
Que te han hecho pequeña, como pueden dañarte si pareces un ángel, sé que me escuchas y sé que ya estás despierta, pero descansa que el calmante te ayudara.
El médico tomo un algodón lo humedeció y mojo sus labios varias veces, lo hizo sin malicia alguna.
Era un hombre mayor y Mackenzie le inspiraba tanta ternura.
La acción del médico alivio grandemente el malestar de garganta de Mackenzie, también le dio un poco de esperanza.
Se sintió protegida en esa clínica, pero que pasaría cuando volviera, el solo imaginarlo le erizaba la piel.
Las horas pasaron, el esfuerzo mental de Mackenzie al recordar todo lo vivido la agoto por lo que descanso bastante.
La habitación se escuchaba y sentía en completa calma, pero temía abrir los ojos, agudizo su oído y al percatarse que estaba sola, abrió lentamente los ojos la intensidad de la luz había disminuido aun así le molestaba la claridad, por lo que parpadeo un par de veces hasta acostumbrarse.
Efectivamente estaba sola.
Toco su frente y en ella había una cicatriz, cuanto tiempo pase en coma se preguntó.
Descubrió su pierna y en esta si se notaba aún la herida bastante grande.
La puerta se abrió y el médico sonriente ingreso.
Veo que mi paciente favorita despertó.
Mackenzie estaba estática, su cuerpo comenzó a temblar y lo miraba aterrada.
Calma pequeña no voy a hacerte daño y ni permitiré que alguien lo haga esas palabras causaron el efecto deseado pues se calmó.
Felipe de Lucas 21 años mejor amigo de Mariano, hijo único de uno de los mejores abogados en el buffet Bailey Caruso.
Me despierto horas más tarde, cuantas exactamente no se, no coordino nada.
No sé en que día estamos, o si es de día o noche.
Toco mi frente y la herida ya no está, ni siquiera el granito, solo la cicatriz, cuanto tiempo ha pasado me pregunto.
Con cuidado me incorporo y quito la cobija para mirar mi pierna derecha, esta herida aún se ve y es bastante profunda, va a quedarme una marca horrible.
Pero en comparación a estar muerta no es nada.
Toco suavemente mi pierna y la siento algo entumecida, cuanto tiempo abra transcurrido y que pasaría en mi hogar.
Seguro se estarán riendo de mí, de mi estupidez al creer en Felipe.
Brenda debió disfrutar al máximo su fiesta de cumpleaños, su maldad no tiene límites y yo fui el arlequín de su espectáculo, estoy perdida en mis pensamientos que no noto al médico entrar hasta que me dice.
Veo que despertó mi paciente favorita, mi cuerpo tiembla de miedo, aún no quería que supieran, no quiero regresar a la mansión de mis padres.
Lo miro estática con absoluto terror, mientras suplico internamente que no de aviso a mis padres.
Como si leyera mis pensamientos, me dice que no me dañaría ni permitirá que alguien más lo haga y siento alivio y algo que me dice confía, pero como hacerlo cuando estás rota.
Respiro profundo y trato de calmarme.
El médico se acerca vacilante y yo niego, así que se para y me explica que debe chequear mis signos vitales por lo que acepto.
Cuando lo veo anotar varias cosas en su carpeta, me animo a preguntar que día es y cuanto tiempo llevo en el hospital.
Su respuesta me deja sorprendida.
Es lunes y ya tengo 10 días.
Pase 10 días en coma, estuve al borde de la muerte y mi padre dice que solo fue una broma que sé salio de control, acaso es un chiste me cuestiono.
Quiero agua, aunque ya no siento la garganta seca, tengo mucha sed.
Me alcanza un vaso con una pajilla y me dice que tome despacio y sorbos muy pequeños, pues podría marearme.
Luego examina mis ojos, la linterna me molesta.
Recuerda quien es y lo que paso, asiento pues la verdad.
Aunque quisiera no hacerlo digo muy bajo, pero él alcanzo a escucharme.
Cuál es tu nombre me pregunta con una sonrisa.
Mackenzie Saray Bailey Caruso tengo 18 años de edad y estudio derecho internacional, soy hija de los abogados Adolfo Bailey y Cristina Caruso.
Podría decirme que paso, como resulto herida de esta manera.
Trago grueso, pues un nudo se forma en mi garganta y lágrimas amenazan con salir.
Ellos me odian, no se detendrán dijo con miedo, ayúdeme tomo las manos del médico suplicante.
No dejen que me lleven a casa ruego.
Sus padres te maltratan me pregunta indignado y yo niego.
No ellos son buenos y me quieren, en especial papá, pero mis hermanos ellos... no termino de decir pues la puerta es abierta y mi padre ingresa furioso.
Como es que mi hija despierta y nadie me informa.
El médico intenta soltarse y yo lo apretó más.
No pronuncio palabra, pero mis ojos dicen más que miles de ellas.
Calma pequeña estas a salvo, le dedica una mirada asesina a mi padre y este solo le devuelve una retadora.
Es... Estoy bien doctor gracias digo bajo, no quiero que se meta en un problema, mi padre puede destruirlo en un abrir y cerrar de ojos.
Esa mirada la pone cuando algo no le gusta y jamás pierde, pienso asustada.
El doctor no muy convencido asiente, suavizo mi agarre para que se retire.
Señor Bailey su hija acaba de despertar, le estaba haciendo preguntas de rutina y parece recuerda todo, esto lo dice en tono serio.
Le recomiendo no alterarla, debe descansar, en un rato vendrá una enfermera con algo para que ella coma, asegúrese que lo haga y cuide no coma muy deprisa, su estómago esta vacío y puede ser incómodo y doloroso.
Papá solo asiente y se acerca a la cama donde estoy.
Que bueno que despertaste princesa, acaricia mi cabello.
Papi yo... hice una pausa no quería llorar, quería darte las gracias.
Papa solo me mira y puedo ver arrepentimiento en sus ojos.
Me agradeces mi niña, yo debo disculparme por no cuidarte y tú me das las gracias, su voz se quiebra y las lágrimas que intento contener escapan como cascadas.
Si no hubieras llegado yo... No me deja terminar, pone un dedo en mis labios para callarme.
No lo digas ni de broma, si algo te ocurre no lo soportaría, me abraza suavemente y besa mi cabeza.
La enfermera ingresa con una bandeja, encontrándonos abrazados.
Permiso la comida de la señorita.
Papá agradece, la enfermera deja la comida en una mesa y se retira.
Ya escuchaste al médico debes comer mi amor, me dice con ternura.
Acerca la bandeja que solo contiene una poco de sopa y un jugo.
Papa toma una cuchara y comienza a alimentarme como cuando era niña, no puedo dejar de pensar cuando todo cambio, cuando nació ese odio de mis hermanos.
Papá siempre ha sido un hombre ocupado, pero eso no lo ha limitado para ser un buen padre y a los tres no trata igual.
Como poco a poco y siento arder mi garganta, así que le digo a papa que pare cuando llevo tres cucharadas de sopa.
Me alcanza el jugo, doy un sorbo a la pajilla y la frescura de la fresa llena mi paladar del delicioso sabor que tanto adoro.
Quiero descansar digo, pues siento un gran agotamiento luego de tres cucharadas más de sopa y dos sorbos del rico jugo.
Papa me ayuda y me da un beso en la frente, cierro mis ojos y me quedó dormida.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play