La fría guerra entre Francia e Inglaterra se llevaba vidas por miles y despojaba poblaciones enteras de sus viviendas y lo poco que tenían, campos destruidos por los enfrentamientos y bombardeos y el miedo en el rostro de civiles inocentes que no sabían si volverían a ver la luz de un hermoso amanecer.
Dentro del campo de batalla, un capitán peleaba con valor contra aquellos enemigos que se acercaban a intentar derribarlo, pero solamente encontraban la muerte bajo el filo de su espada. Las balas de su arma se habían agotado hacia un par de horas atrás y únicamente podía defenderse cuerpo a cuerpo con el filo de su arma. De pronto no muy lejos de allí, el enemigo prepara un cañón para acabar con aquellos que aún estaban peleando, claro está que la explosión también mataría aliados, pero los sacrificios eran necesario cuando de guerra hablamos.
Un joven sargento ve la intención de hacer explotar todo y corre a cubrir al capitán con su propio cuerpo, salvándolo de lo que en otras circunstancias hubiese sido una muerte segura lo que ahora eran unos pequeños raspones.
Dime tu nombre, pues te debo mi vida- dijo aquel capitán sorprendido por el accionar de ese hombre.
Soy el Sargento Lewis y mi deber ahora mismo es ponerlo a salvo- le contesto sin reverencia, pero tomándolo rápidamente para alejarlo de aquel campo.
En el ajetreo de aquellos que llegaban a socorrerlos y los otros que venían a matarlos, el joven sargento consiguió llevar a su capitán, lejos de todo y ponerlo a salvo. Si bien las heridas visibles eran apenas unas cortadas, lo cierto es que el capitán también poseía fracturas de costillas y de una pierna.
Por suerte ambos hombres sobrevivieron a la guerra y casi 9 meses después de irse de sus casas hacia ella, volvían a sus pueblos. Uno con el reconocimiento del rey y ahora un título de Lord y el otro con el regalo de nuevas tierras bajo su mando, por sacrificarse defendiendo a un capitán.
El Lord Black volvía a su casa donde sus dos hijos lo esperaban ansiosos, su esposa había muerto hacía unos años atrás, dejándolo solo con los dos pequeños. Hoy esos niños tenían 12 años y de nombre Eric y 7 años y de nombre Anibal, inteligentes como su papá e igual de bondadosos que su difunta madre. Los tres hombres poseían cabello negro casi largo que ataban en una coleta alta, sus ojos eran igual de negros que la noche más oscura. Entre los dos hermanos la diferencia de temperamentos era abismal, el mayor callado y de fuerte carácter, mientras que el pequeño era alegre, confianzudo y juguetón.
Por otra parte, el sargento volvía a su humilde casa, donde lo recibía su esposa y sus dos bellas hijas, Anabella de tan solo 7 años e Isabella de 6 años. Ambas niñas eran como dos gotas de agua, con sus cabellos ondulados negros azabache, de la misma altura y mismo porte, pero se las diferenciaba muy fácil, ya que la mayor tenía ojos negros como su padre y la mejor poseía ojos azules, como los zafiros más hermosos, al igual que su madre. En cuanto a sus gustos, eran el agua y el aceite. Mientras Anabella cocía y leía todo el día, la pequeña Isabella disfrutaba de tocar el pianoforte y la flauta, poseía la voz de un ángel y podía embelesar a todo el mundo con sus bailes.
El Lord Black mantenía una buena relación a través de cartas con Lewis y un año después de volver a su casa, decidió aceptar una invitación para pasar los dos meses de vacaciones en White Horse, el pueblo donde el sargento vivía con su familia. Black había decidido no solamente hacer negocios con dicho hombre, sino también que en forma de agradecimiento, compartiría su título de Lord con el y la mejor forma de hacerlo era arreglando el matrimonio entre sus dos hijos con las dos hijas del otro. De esa manera los cuatro niños podrían disfrutar cuando sean grandes de todo aquello que el había conseguido cuando lo recompensaron por su desempeño en la guerra. Con esa idea les avisaba a sus hijos del viaje que realizarían y pidiéndole a ambos que se comportaran de excelente manera, pues después de 3 días de viaje conocerían a aquel hombre que el Lord narraba en sus historias como el salvador de su vida.
La llegada de un carruaje de lujo, alegro a la familia Lewis, pues por fin sus invitados habían llegado. Los cuatro miembros estaban afuera esperando, y mientras los adultos mostraban sonrisas sinceras, una joven de ojos negros, no tenía ningún sentimiento hacia esos extraños y la menor se escondía detrás de las faldas de su madre.
Bienvenidos a mi humilde casa- dijo Lewis - ella es mi hermosa esposa y estás de aquí son mis dos niñas, Anabella e Isabella- las mencionadas dieron un paso al frente e hicieron reverencia a los recién llegados. Algo que para los adultos fue demasiado tierno, mientras que para los niños fue una revelación.
Ellos son mis hijos, Eric el más grande y Aníbal el más pequeño- dijo dejando que sus pequeños también hicieran esa reverencia de presentación.
Pasen por favor, que el almuerzo ya está servido. Luego si lo desean podemos ir a conocer el pueblo- dijo Lewis indicando con su mano la puerta de ingreso de la vivienda.
Lo que los adultos jamás hubiesen podido saber, era que aquellos niños si aceptarían casarse, pero no como ellos deseaban. Pues Eric a pesar de ser el más grande, si había quedado embobado, pero no con Anabella como quería su padre, sino con la pequeña y su hermano también se había quedado sorprendido, pero de la belleza de la hermana mayor. El problema era que ninguno de los dos hermanos admitiría sus sentimientos y las niñas, bueno ellas no ayudaban mucho, ya que la idea del casamiento, mal o bien, no la entendían demasiado.
La comida transcurrió sin ningún contratiempo y la sobremesa se hizo con una taza de café en mano de los adultos y una leche caliente en mano de los pequeños.
Me encantaría formar parte de ese negocio, este pueblo tiene muchos recursos pesqueros y veo que tu familia también está en ello, pero aparte de ser socios de negocios, también me gustaría que fuésemos consuegros y poder compartir con toda tu familia el título de Lord que adquirí gracias a que me salvaste la vida. Quiero que permitas que tu hermosa hija Anabella se case con mi hijo Eric y que Aníbal despose a la tierna Isabella- dijo el Lord sin muchas vueltas. Ninguno de los adultos vio o sintió como los niños se tensaron.
Claro que acepto, Lord Black, muchas gracias por este gran ofrecimiento- dijo Lewis, sellando así el destino de sus hijas.
Narra Eric.
Aun recuerdo la impresión que me llevé al conocer a Isabella, la dulzura de su mirada y la sonrisa tan atrapante que tenía, te dejaban mirándola durante largos periodos de tiempo. Obviamente, ella conectó muy bien con Aníbal, ya que, sus personalidades eran muy parecidas. Aunque también lo eran la mía y la de Anabella, pero ninguno de los dos nos podíamos dirigir la palabra.
Recuerdo que visitamos varias veces el pueblo y creo que a mis 14 años fue que conocí lo que sería el amor de mi vida. En una reunión social conocí a un almirante y por dios que embelesado con las historias de alta mar y con su traje, tan así fue mi enamoramiento que antes de comer los 15 ya estaba en listado en la marina.
Toque tierra un par de veces, antes de que a los 18 me nombrarán teniente, si así como les digo, a mis 18 años era conocido por como el Demonio de Alta mar, apodo que me gusta y al mismo tiempo no. me da el miedo y el respeto de mis camaradas y enemigos, pero también me pone un blanco en la espalda para que todos quieran matarme.
Según tengo entendido mi matrimonio se llevara a cabo cuando Anabella cumpla los 18 años. No es algo que realmente me interese, al menos no con ella, pero según mi padre debo cumplir con el honor de nuestra familia y representar con esta unión a ambas familias. No he podido visitar tan seguido el pueblo de los Lewis, a diferencia de mi pequeño hermano, tengo que embarcarme bastante seguido y tocar tierra después de varios meses.
A mis 21 años, volvía a mi casa después de una travesía de casi 11 meses, por alguna razón mi padre y mi hermano no se encontraban y los sirvientes tenían un aspecto lúgubre peor de lo normal.
¿qué es lo qué ocurre, Augusto?- le pregunte al sirviente de mayor confianza de mi padre.
Joven Amo, disculpe que no salí a recibirlo, Lord Black recibió hoy una noticia demasiado triste mi señor, la jovencita Lewis contrajo una enfermedad bastante grave y su vida depende de un hilo- sus palabras fueron un puñal directo a mi corazón.
No pensé dos minutos en procesar la información, si no me hubiese dado cuenta de que hablaba de Anabella y no de Isabella. A caballo era un viaje completo de dos días y medio, ganaba medio día, a diferencia de ir en carruaje, así que por lógica suposición debería poder alcanzar a mi familia y llegar junto con ellos.
Quizás fui demasiado impulsivo, pero lo cierto es que el miedo que tenía de perderla me carcomía en cada paso que mi caballo daba. Era como si los latidos de mi corazón se fuesen apagando por la angustia que sentía. Esos dos días de camino eran mi tortura, debía mantenerme cuerdo y no perder las esperanzas, mi caballo descansaba y comía en los pueblos que iba cruzando, pero yo no frenaba a dormir en alguna cabaña, pues quería llegar cuanto antes y juro que en algún punto me arrepentí.
Llegue casi exhausto a la mansión de los Lewis y la escena que vi ni bien cruce la entrada, fue un puñal directo al corazón. Mi amada secreta, lloraba desconsoladamente en brazos de mi hermano, y mi dolor era precisamente el de no poder ser quien la consuele, ni acaricie su pelo mientras descarga todo su dolor.
¿Eric?- mi padre me saca de mis pensamientos y giro a encontrarme con su mirada sorprendida, no solo por verme ahí, sino también por las condiciones en las que me encontraba. Estaba todo sucio y mi cabello estaba alborotado con hojas y ramitas enganchadas.
Lo lamento padre, no debí haber llegado así- hice una reverencia y vi que detrás de él salía el Señor Lewis con un semblante parecido al de un muerto al que obligaban a seguir viviendo.
El médico del pueblo había decidido sedar a la señora Lewis, luego de que está casi se ahogara en llanto. Anabella por una enfermedad respiratoria, había fallecido el día anterior, luego de pelear por su vida durante 10 días. Más allá de todo el ambiente sombrío, mis ojos seguían mirando a mi hermano y al amor de mi vida abrazados llorando. Fue en ese momento que recordé una carta recibida por el sirviente de mi padre, en donde me contaba que había descubierto que mi hermano tenía el plan de escapar con mi prometida, al parecer se habían enamorado e iban a ir en contra de la decisión de los adultos. Le pedí que no dijese nada, de esa manera yo podía desposar a la mujer que realmente amaba.
Me dieron una habitación donde pude asearme y prepararme para el velorio. Un cura llegaría a dar la bendición y al día siguiente el cajón iría al mausoleo familiar que se encontraba en el cementerio local. Anabella nos había abandonado a la edad de 16 años y en esa partida dejó no solamente el corazón de sus familiares roto, sino también el de mi hermano, que se mostraba fuerte aunque sus lágrimas cayeran de su rostro sin necesidad de hacer la más mínima fuerza.
Mientras el cura daba comienzo a la ceremonia, tuve que salir al patio a tomar aire, escuchar el llanto desgarrador de Isabella, me hacía querer cometer una locura, necesitaba llegar a ella y envolverla en mis brazos, prometerle que no la dejaría sola, que estaría ahí para ella, era capaz de dejarlo todo por solamente verla sonreír de nuevo.
¿Hijo que ocurre?- mi padre nuevamente me sacó de mis pensamientos. No podía mostrarme débil en su presencia, tenía que creer que era de hielo y sin sentimientos como siempre había sido.
Es solo que no soporto estar allí adentro, todo este lugar me sofoca, no debería haber venido- mis palabras salieron sin contemplación a quien las escuchara, no sabía que años más tarde me arrepentiría de haberlas dicho, aun cuando mi padre pensaba que mi dolor era por perder a mi amada y que no había otra razón para mi molestia.
Sin tan mal le hace estar en este pueblo y más precisamente en mi casa, puede retirarse cuando guste Teniente Black- maldije una y mil veces al oír su voz, cargada de dolor y de odio al mismo tiempo.
Señorita Isabella, pido disculpas en nombre de mi hijo, está abrumado con la situación- mi padre disculpándose por mi, era algo que no podía aceptar, debía decirlo yo mismo, pero cuando me di vuelta y la vi, sus ojos hinchados de tanto llorar, sus mejillas rojas de frotárselas para secarse las lágrimas y aun abrazada de mi hermano, quien la sostenía fuertemente, eso me lleno de coraje y ensombreció mi mirada.
Eres un idiota- fue lo único que salió de la boca de Aníbal, mientras me fulminaba con la mirada y se llevaba nuevamente a Isabella adentro de la casa.
mi padre no me dijo nada y me dejó solo en aquel lugar, la había cagado y en grande, todos estos años formando un carácter basado en el miedo de otros hacia mi y ahora había lastimado a la única mujer que conseguía derretir mi corazón.
A mis 23 años, regrese a mi casa, la verdad era que escapaba de mi pasado y de la mirada des aprobatoria de mi padre, pero en la última carta que me había llegado, él me contaba que Lord Lewis había aceptado que mi unión sea con Isabella, en vez de casarla con Aníbal, ya que por derecho siempre era el mayor quien se casaba primero.
Iremos este verano a verlos, por favor hijo controla tus palabras- me dijo antes de emprender el viaje.
Tranquilo padre, aún remueve mi conciencia el comportamiento que tuve- le dije sabiendo que él entendería.
Isabella es una hermosa joven, que al igual que su hermana, fue educada para ser la próxima Lady. sé que el cambio, quizás, no era de tu agrado, ni del de ella, ya que se ve que tiene buena relación con Aníbal, pero espero que realmente puedan conectarse y darle el heredero al apellido Black. Por cierto, tu hermano se unirá en unos días a nosotros, sé que no se han hablado desde ese día y espero que puedan recomponer su relación- dijo seriamente mientras la carroza avanzaba por el camino hacia White Horse.
¿cómo le va en la milicia?- pregunte sin importarme la respuesta, pero era una buena forma de desviar el tema central.
Hoy por hoy es sargento y sé que pronto lo ascenderán a Capitán. No te das una idea de lo orgulloso que estoy de ustedes, mis dos Demonios como los llaman- dijo esbozando una sonrisa.
Era cierto, a Aníbal lo conocían como el Demonio de la tierra, mientras mis historias como el Demonio de Alta mar seguían resonando por todos lados. Hasta en algún punto se llegó a hablar de los Demonios Black, pues todos sabían que éramos hermanos.
Al llegar a la casa de los Lewis, ellos ya estaban en la entrada esperándonos. El semblante de los dos adultos, si bien querían esconderlo con sonrisas, era de dolor y quien los culparía, no hacía ni dos años que habían perdido a su hija. Isabella se encontraba al lado de su madre, su hermosura había aumentado estos años, pero el brillo de su mirada y hasta su alegría se había perdido. Quizás fue en ese momento que me jure devolverle esos tesoros que eran tan importantes para ella como para mí.
Lord Black, espero que el viaje haya sido de su agrado ¿cómo dice que le va?- pregunto Lewis y fue la señal para que tanto mi padre como el y su señora se alejaran un poco para dejarnos solos a nosotros.
Teniente Black- dijo ella haciéndome una reverencia.
Señorita Isabella- dije tomando su mano y depositando un casto beso en sus nudillos, acción que sonrojo un poco sus mejillas.
Espero que tenga una buena estancia en este lugar, a pesar de que no sea de su agrado- y ahí estaban, las palabras que yo había dicho años atrás y que ella jamás había olvidado.
¿Usted me acompañará en mi estadía?- le pregunté.
¿Tengo otra opción? Ahora que nuestros padres han decidido nuestro futuro juntos, no pareciera que pudiese escapar de tal acto- me dijo dándome la mirada más afilada posible. En todos mis años, jamás una mujer me había rechazado, se tiraban a mis brazos sin ningún inconveniente y siendo sinceros cuando podía aprovechar la situación lo hacía, pero esta niña me miraba como siquiera matarme. me odiaba y era justo, me había comportado como un idiota el día más oscuro de su vida, aunque no había sido mi intención.
Si está disconforme con la resolución de su destino, puede oponerse- le dije fríamente, no me gustaba que alguien me hablara de esa forma y a veces mi lengua reaccionaba antes que mi cerebro.
Sabe que eso no es posible- me dijo desviando su mirada y por una fracción de segundo puede ver en esos ojos ¿dolor? ¿Molestia?. ¿Acaso tanto mal le generaba el casarse conmigo?.
Iba a hablar, cuando fuimos interrumpidos por nuestros padres, ya era hora de ir a comer al hotel y luego haríamos caminata por el mercado y la playa. El almuerzo transcurrió sin ningún problema, ella a penas me miraba y lo cierto es que no podía culparla, ni siquiera de odiarme, me lo han ganado.
Lord Black ¿Aníbal nos acompañará este verano?- su pregunta me descolocó y me molesto en demasía ¿por qué preguntaba por mi hermano? Ella bien sabia que se había comprometido conmigo ¿acaso tenía sentimientos por él? Por eso me rechazaba con tanta fuerza.
Se unirá a nosotros en unos días, por suerte su batallón regresa sano y salvo y con solo dos bajas para la magnitud que fue el enfrentamiento- dijo mi padre con cierto orgullo mezclado con pesar.
Mi hija siempre ruega por su regreso a salvo- dijo la señora Lewis -siempre me alegro de que su amistad casi hermandad fuese tan grande, él fue quien ayudó mucho a nuestra niña a salir de la depresión por la partida de mi amada Ana- terminó esa frase antes de derramar las lágrimas que se aguantaba.
Mire a mi prometida y pude ver como se esforzaba en hacer regresar esas gotas que amenazaban por caer de sus ojos. Quise estirar la mano y darle a entender que estaba para ella, pero mi orgullo, mi maldito orgullo me impedía consolarla. la comida transcurrió sin más, mi padre y él suyo hablaban de cosas triviales y de los negocios que por suerte para ellos iban creciendo allí.
¿por qué no llevas al Teniente a pasear por la playa? Así pueden conocerse más- dijo el señor Lewis, sé que fue una sugerencia, pero para Isabella fue más una orden a la que no se podía negar, aunque lo quisiera.
¿Le gustaría acompañarme a caminar?- dijo mirándome con algo que se mezclaba entre el desprecio y la negación.
Será un placer- dije extendiendo mi mano para escoltarla, pero ella la rechazo sutilmente.
El camino fue silencio, pero me agradaba por demás su compañía, aunque deseaba que ella me mirara una sola vez. Podía notar como sus caderas contoneaban sutilmente y sus manos se movían de forma tan sutil. Era hermosa por donde sé mirara y se que aunque estuviese enojada conmigo, y con justa razón, aun así se la veía sumamente preciosa.
En la playa había un concurso de veleros, sinceramente no me interesaba, pero estar cerca del mar me daba la tranquilidad que necesitaba y calmaba los latidos dé mi estúpido y enamorado corazón.
Isabella- una chica grito su nombre y por inercia me giré a verla. Llegaba corriendo hacia donde estábamos nosotros con unos papeles en las manos.
Hola Dana ¿qué estás haciendo?- le pregunto mi amada.
Me toca inscribir a los participantes ¿quieres acompañarme?- le dijo y en ese momento se percató de mi presencia -oh lo siento no sabía que estabas acompañada, discúlpeme joven-
Dana déjame que te presente al Teniente Black, mi prometido- quería sonreír por sus palabras si no fuese porque la palabra prometido salió casi con odio de sus labios. Enfríe mi mirada y extendí la mano a su amiga en un saludo cordial.
Deberías ir con ella, yo me quedaré un rato más aquí y te esperaré- le dije desviando mi mirada hacia el mar nuevamente, obligarla a estar a mi lado no era una buena opción en ese momento. Así que solo por ahora dejaría que se librase de mi presencia.
Vuelvo en un momento Teniente- me hizo una reverencia y se fue, podía ver como con su amiga reía y se cubría la boca. Eso era lo que yo quería que hiciera conmigo, pero por ahora debía ser paciente, algo que sinceramente nunca en mi vida había sido.
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