...🏰PRÓLOGO🏰...
En esta vida hay personas que no creen en la magia, así como hay otras que no creen en los cuentos de hadas.
Min HeeRa no creía en los cuentos de hadas con finales felices y se negaba a cambiar de opinión, hasta que un día fue a la biblioteca de su universidad a por un libro de inglés, ya que ella estudiaba idiomas, y se encontró con una anciana que jamás había visto en su vida.
—¿Qué buscas mi niña? —se escuchó la desgastada voz de la señora, voz que asustó a la pelirroja.
—U-un libro d-de inglés. —dijo ella con voz temblorosa, pues nunca había visto a aquella señora en la universidad.
—Oh, entiendo pequeña. —dijo la señora mirando al suelo, pero luego de unos minutos subió la mirada asustando nuevamente a la chica quien la observaba con curiosidad—. Mira —sacó un libro bastante grande de alguna parte de su kimono y se lo extendió a la chica frente a ella—, te regalo este libro, léelo cuando estés en casa, te va a gustar mucho.
La pelirroja miró el libro y al leer el título bufó, se cruzó de brazos y miró a la anciana.
—¿Esto es alguna clase de broma? —dijo ella con burla—. ¿No cree usted que hace el suficiente calor como para andar usando esa ropa gigante? ¿A caso hay alguna feria de cosplay por aquí cerca en la que usted está participando? —rió bajo. Al notar que la anciana estaba seria decidió guardar más respeto y cortar aquella conversación rápidamente—. Por favor, estoy bastante ocupada con mis estudios como para prestarle atención a estas ridiculeces.
Dicho aquello se retiró luego de tomar el libro que estaba buscando y que encontró en el estante que se ubicaba justo a su lado, mientras hablaba con la señora aquella.
La joven se fue a su casa horas después y al llegar a su departamento no lo pensó dos veces para ir directo al baño a darse una ducha con agua caliente.
Al salir del baño se preparó algo de comer y se sentó en la mesa de centro de la sala para estudiar y cuando estaba sacando los libros y cuadernos de su bolso encontró el libro que la señora horas antes le había ofrecido.
Claramente asombrada, tomó el libro en sus manos y lo examinó.
—“Un mundo diferente” —leyó el título. Hojeó el libro notando que tenía páginas en blanco y que solo estaba escrito el inicio, algo muy raro para ser un libro tan grande y que parecía ser de calidad, pues era raramente un libro bellísimo.
Hizo una mueca de no saber, mientras alzaba sus hombros y colocó el libro en una esquina de la mesita.
El libro cayó al suelo abriéndose en una página cerca del centro y allí vió una imagen muy bonita...
Se trataba de un campo adornado con pequeñas flores y a lo lejos se encontraba una persona sobre un caballo enorme y de color blanco, el cual vestía ropas finas.
Ella curiosa y completamente atraída por lo que veía, se fue acercando más y más a la imagen hasta que de repente una luz cegadora proveniente del libro apareció y la absorbió.
El libro se cerró provocando que la luz desapareciera y todo alli quedó intacto, excepto que la muchacha ya no estaba.
Había desaparecido, por arte de magia.
...PERSONAJES:...
Min HeeRa
La anciana misteriosa:
...🏰...
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...Me ayudarían muchísimo....
...Gracias por leer....
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...U.M.Diferente by SenioritaRMDeJeon...
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Rey Jeon caminaba por el pueblo, exactamente pasaba por el mercado, todos le sonreían a él y a sus escoltas, nadie lo odiaba porque él era un buen Rey.
Un estruendo causó un revuelo entre todos los pueblerinos, algo acababa de impactar fuertemente contra algo en la plaza del pueblo.
El Rey Jeon caminó más rápidamente dejando atrás al señor con quién hablaba sobre las deliciosas frutas que vendía. Sus guardias se apresuraron para seguirle el paso al veloz y escurridizo Rey.
Una vez llegaron a la plaza, todos estaban allí reunidos obstruyendo el paso del Rey y sus guardias quienes rodearon al Rey para poder pasar la multitud.
Fue impactante para el Rey ver su estatua rota desde la mitad hacia arriba, esa estatua era un regalo de su padre por la primera batalla que había librado el nuevo y más joven Rey años atrás.
Sus ojos marrones, los cuales miraban la estructura, o lo que quedaba de ésta, bajaron hacia donde unos pueblerinos trataban de desenterrar rápidamente de los escombros algo, el polvo no le permitía ver bien lo que estaba ocurriendo allí, pero cuando el polvo se dispersó al mismo tiempo que los pueblerinos terminaron de sacar de los escombros ese algo, los ojos del Rey pasaron a ser ojos curiosos tratando de identificar esa figura que estaba allí tirada en el suelo hecha bola con su rostro contra el suelo (en posición fetal).
Trató de acercarse al notar que era una mujer, pues esta levantó su cabeza de un tirón haciendo que de su esponjoso cabello saliera más polvo, tosió y se sentó en posición de buda sobre el suelo mientras se rascaba los ojos, el Rey gruñó hacia su esculta personal cuando éste no le permitió acercarse, lo miró con enojo y éste solo le negó al Rey.
El hombre con vestimenta costosa regresó su vista enojada a esa mujer de vestimentas raras, tenía dos prendas que permitían ver completamente su piel, muchos cuchicheos a cerca de eso mismo atormentaron los oídos del Rey quién estaba perdiendo la paciencia, hasta que unos ojos color grises conectaron con su mirada y mágicamente su enojo y todo su entorno pasó a segundo plano, pero por fuera no lo demostró, se mantenía con el ceño fruncido pero bajo esas ropas costosas su piel estaba erizada y en su interior, su corazón había saltado y no sabía porqué.
Los ojos de ella se apartaron primero, pues su atención se fijó en los hombres que la hablaban por ambos brazos levantándola del suelo, volvió a mirar al Rey y luego desapareció en la multitud.
El Rey miró a su guardia y le ordenó:
—Llama al arquitecto, que inicien la reconstrucción de mi estatua de inmediato. —el escolta hizo una reverencia y llamó a otro guardia para darle aquella orden.
El Rey, que se quedó solo por unos segundos, escuchó los comentarios de un grupo de pueblerinos:
—Yo la vi. —afirmó un hombre.
—Ella, cayó del cielo. —dijo otro más delgado.
—Atravesó la estatua del Rey Jeon como un rayo. —dijo un tercer hombre y todos a su alrededor asintieron afirmando aquello.
—Y no tiene ni un rasguño. —agregó una mujer de edad que comenzaba a notarse.
—Es rara. —dijo una chica y todos asintieron. Hubo un silencio hasta que el tercer hombre en hablar volvió a hacerlo:
—¿Vieron su cabello y sus ojos? yo creo que... es una bruja.
El Rey chasqueo la lengua, hace muchos años las brujas dejaron de existir, pasaba algo más que eso, algunos tenían razón, ella no tenía ni un rasguño, cómo podía ser posible que tuviese tal fuerza para destruir aquella estatua, eso era inexplicable.
Su escolta regresó luego de unos minutos de darle instrucciones a los guardias de algunas cosas.
—Rey Jeon, es hora de volver. —dijo él.
Llegando al castillo en su caballo, el Rey, sintiéndose un poco más molesto por no saber lo que realmente sucedía, le ordenó a su escolta:
—Llévala a mi estudio NamJoon. Y avísale al curandero real, siento que mi cabeza va explotar.
Al hombre se le puso la piel de gallina de inmediato y cómo no, el Rey acababa de llamarlo por su nombre, demostrando lo realmente enojado que se encontraba. Hizo reverencia y se separó del Rey cuando éste estuvo al pie de las escaleras.
El escolta Kim NamJoon, había acompañado al Rey desde que ambos eran muy pequeños, eran buenos amigos y todos lo sabían, NamJoon era su mano derecha en todo y lo protegía de los peligros, más aún desde que se volvió Rey hace ya 5 años.
El escolta en persona fue a buscar a la chica quien no había dicho palabra alguna,pues estaba en shock aún. NamJoon se quitó su capa color sangre y la envolvió en ésta, cubriendo su cuerpo del exterior y de los ojos maliciosos.
Ese hombre, a diferencia de los guardias que la habían arrastrado hasta allá, era más cuidadoso, cosa que la pelirroja no paso por alto.
Ella se sentía asustada pero mantenía la calma tratando de buscar alguna explicación para todo lo que sucedía, pero para cuando volvió en sí, se encontraba en una habitación poco iluminada y con una presencia masculina que le daba la espalda.
Rápidamente lo identificó, era el muchacho que había visto hace una hora allá en la plaza.
Las velas iluminaban escasamente aquella habitación, habían algunas sobre el escritorio, otras cuantas en un estante de libros esparcidas en diferentes espacios y algunas que iluminaban el lugar donde se encontraba él sirviéndose un trago.
—No lo mires a los ojos. —indicó el escolta, que notó como le veía fijamente la espalda.
La chica bajó la mirada hasta que escuchó la voz del hombre.
—Déjanos solos. —ordenó el Rey.
Al escuchar aquello, el corazón de la muchacha latió con fuerza, estaba en problemas, lo sabía, pero no sabía que eran problemas tan graves como realmente eran.
Y lo peor de todo era que se encontraba en un lugar que no conocía en lo absoluto.
Y tenía miedo.
...PERSONAJES:...
El Rey Jeon:
Escolta Kim NamJoon.
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—Déjanos solos. —ordenó el Rey.
Pero, su majestad- —se vió interrumpido cuando el Rey se volvió y lo miró. Sin otra opción hizo reverencia y salió de la habitación quedándose en la puerta por si algo sucedía.
El Rey estaba pensando cómo iniciar la conversación, no se esperó no ser él quien la iniciara.
—¿Dónde estoy? —dijo ella tratando de contener sus lágrimas.
Odiaba la oscuridad y desde hace minutos está sintiendo la necesidad de correr y abrir esas feas cortinas que tapaban los rayos del sol. Su cuerpo estaba sudoroso, esa capa la estaba asfixiado por lo que la dejó caer al suelo bajo la atenta mirada del Rey quién se había volteado a verla pero ella no lo sabía, pues su mirada estaba perdida en sus manos lastimadas, en sus piés descalzos y en su cuerpo sucio.
Al Rey le latió el corazón rápidamente cuando ella levantó la mirada y se encontró con sus ojos grises nuevamente, pero esta vez estaban llenos de lágrimas. Sus mejillas estaban sucias y su cabello ondulado y largo también, era tan curioso para él la forma de su cabello.
Y no podía pasar por alto la forma de hablar de ella, era el mismo idioma, pero su tono era raro, diferente.
—¿No sabes dónde estás? —preguntó con paciencia. La vió observarlo directamente a los ojos cuando había escuchado a NamJoon decirle claramente que no podía hacerlo.
Ella negó.
El Rey, se tomó de uno el trago en su copa y dejó esta sobre su escritorio, se acercó al ventanal enorme y por unas cuerdas, de las cuales tiró, se comenzaron a separar las cortinas dejando que el sol alumbrase la habitación, lo había notado, ella quería abrir esas cortinas, lo decía su mirada.
—¿Mejor? —preguntó el Rey hacia ella sin mirarla, asintió ella mirándo al suelo—. ¿Quién eres? —ella levantó su mirada ante aquella pregunta—. ¿Por qué... rompiste mi estatua?
—Yo... —bajó la mirada—. No lo sé. —susurró
—Levanta la mirada y habla fuerte. —ordenó él haciendo que se acumularan lágrimas en los ojos de ella, odiaba esto. Odiaba sentirse regañada.
—Yo no lo sé.
—¿Qué no sabes?
—Como rompí la estatua. Ni siquiera sé quién eres.
Ante aquello el Rey se sintió más enojado ¿Cómo se atrevía a no conocerlo estando en su pueblo y frente a él?
—¿No sabes quién soy? —ella negó—. ¿Cuál es tu nombre?
—Min HeeRa. —respondió segundos después—. ¿Cuál es el tuyo?
¿Min? Los Min no tenían una hija, por lo que pensó que era una Min cualquiera.
—Soy el Rey Jeon, así es como debes llamarme —le dió una mirada— ¿De qué Reino eres?
—¿Reino? —negó—. Soy de la ciudad, esto... esto debe ser un mal sueño. Debe ser ese libro que me dió esa mujer —habló para sí misma.
—No murmures más. —ordenó él con voz grave. Ella lo miró.
—Escúchame, no quiero estar aquí, debo encontrar a la señora que me dió el libro, ella debe saber cómo puedo regresar a casa.
—¿De qué hablas? —dijo él.
HeeRa se pasó sus manos por su cabeza, le dolía demasiado ésta. Se acercó al Rey.
—No soy de aquí, este lugar es... una fantasía, no es real, tú no eres real... —alargó su mano y tocó la mejilla del Rey quién se quedó viéndola fijamente.
Le parecía una falta grave decirle aquello, él sí era Real, su pueblo era real, ella era la que estaba loca. Pero cuando su sube mano tocó su mejilla, todos aquellos reclamos que le quería hacer desaparecieron.
Los ojos de ella lo observaron tan grandes por el asombro, una lágrima cayó de uno de ellos y se observaron el uno al otro hasta que alguien entró a la habitación interrumpiendo ese momento.
El Rey se volteó rápidamente y la chica miró su mano, se suponía que debía traspasar su mejilla como si fuese un fantasma o una persona digital. Cayó de rodillas al suelo cuando alguien chocó contra su cuerpo.
—Rey Jeon, Rey Jeon —se escuchó una voz femenina.
Alguien sostuvo el brazo de la chica haciendo que levantase la mirada y se encontró con una sonrisa cálida de una fémina.
—Hola ¿Te encuentras bien? —preguntó la chica. HeeRa bajó la mirada y negó—. Vamos, te acompañaré.
La joven se dejó ayudar. La chica amable la llevó hacia la salida de aquel lugar luego de volver a colocarle la capa del escolta y antes de irse, desde la puerta, volvió a juntas su cristalina mirada con la del Rey.
──────────────────🏰
—Entra, está calentita. —dijo la chica amable.
HeeRa seguía desconcertada, estaba pasando por mucho en muy poco tiempo. Miró a la chica.
—¿Me... me puedes decir tú nombre? —pidió con cierto temor, ya no sabía cómo debía hablar o actuar con estas personas.
Por otro lado, la chica frente a ella sonrió aliviada, al fin encontraba a alguien que no la trataba como si fuese alguien intocable. Miró a la chica de cabellos rojos.
—Mi nombre es Jeon NaHye, soy la hermana del gruñón que estaba hablando contigo hace un rato, y soy la... —no le gustaba decirlo pero debía hacerlo—, soy la princesa del Reino de Corea.
A HeeRa le tomó un minuto asimilar aquella información y segundo después su reacción hizo que la princesa riese a carcajadas.
—Princesa... —hubo un silencio, ella estaba procesando aquello—... si tú eres la princesa... y él es tu hermano... —abrió sus ojos— ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! —le hizo reverencia desde el suelo a la muchacha quién estaba asombrada por aquella reacción por parte de la pelirroja—, es mi fin, me van a decapitar o me van a tirar viva a los perros, o quizás me lancen a una jaula de leones por ser tan bocona e irrespetuosa.
La princesa, al escuchar todo aquello, no pudo aguantar la risa y cayó a la cama riendo a carcajadas. La pelirroja, que se encontraba en el suelo haciendo reverencia aún, levantó la mirada curiosa por tan bonita risotada.
—¿Decapitar? ¿Lanzarte a los perros? ¿Jaula de leones? —limpió sus lágrimas de tanto reír—. Eres muy divertida. —rió. Al ver a la chica en el suelo aún, se sentó correctamente en la cama y raspo su garganta—. Mi hermano no es así, él no es tan cruel como aparenta. El Reino de Corea es muy pacífico, por lo que la decapitación ya no se usa desde hace años, solo se encarcelan a los criminales y ya. —pensó—. Aunque, actualmente se usan más los azotes, en dependencia del crimen o falta cometida, será valorado como serán los azotes. —miró a la chica quien estaba más pálida de lo normal—. Q-quiero decir.. mi hermano no te mandará a azotar por haber destruido su estatua, que le regaló nuestro padre antes de morir-
—Es mi fin, sin dudas que lo es. —concluyó HeeRa pasándose la manos por su cabeza.
—Oye, lo siento, en ocasiones hablo demasiado —la chica la miró—, mi hermano el Rey, no te hará daño, él es bueno.
—Creí que era el príncipe, pero resulta que es el Rey —sintió que el aire se le fue de los pulmones.
—De verdad que eres muy divertida. Anda vamos, métete a la tina, el agua debe estarse enfriando.
Le dijo una vez más, la pelirroja, aún dudosa, se metió a la tina y cerró sus ojos al sentir el agua caliente limpiar su cuerpo y sus músculos se relajaron, lo necesitaba.
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Princesa Jeon.
Princesa Kim.
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