Aquí comienza una nueva historia en mi vida, puesto que a esta chica quiero conocerla y saber quién es, y por qué aparece en mis sueños. A donde voy, ella está ahí, observándome, con esa maldita mirada perversa.
Esta historia acaba de empezar: la búsqueda y respuesta de un nuevo rostro. De esta manera, bajaré del cielo y me cubriré con las llamas del fuego del infierno para saber de ella.
Mi nombre es Mina Kim, estudiante de medicina de último año. Mi estancia es en Japón, Tokio. Dentro de unos meses cumpliré veintitrés años. Mis padres murieron cuando era muy pequeña, así que fui adoptada a los diez años. Desde entonces, empeñé mi vida a cuidar de otros, ya que no lo hice con mis padres.
—Mina Kim, por favor, responda la pregunta.
Escuché mi nombre a lo lejos, así que me levanté y alcé mi mano.
—Presente —fue un impulso, y sonó nervioso.
—Por favor, ponga atención, señorita Kim —el profesor dijo esto mientras seguía con la clase.
La clase transcurrió con normalidad hasta la hora de salida. Me encontraba sentada en la cafetería hasta que escuché una voz familiar.
—Mina, ¿qué te pasa últimamente? —la voz de mi compañera sonó a mi lado.
Marie es una de mis amigas desde que fui adoptada; siempre ha estado conmigo, incluso en la universidad.
—No lo sé, he estado muy distraída últimamente. No he podido dormir bien debido a pesadillas que me han estado atormentando todas las noches.
—Has estado sola mucho tiempo. Con la carrera y las dificultades, te estás estresando mucho —dijo Marie con ganas de darme ánimo, aunque sin conseguirlo.
—Supongo que sí. La casa me ha estado atormentando en soledad, pero, ¿qué más da? —dije sonriendo mientras tomaba mi celular para revisar mis mensajes.
—Todo estará bien, ya verás —Marie siguió con las palabras de ánimo.
—Oh, ¿esto qué es? —al revisar mis mensajes, un contacto desconocido apareció. Decía: “Hola”. No sabía quién era, así que no le di importancia. No suelo tomar los números desconocidos a la ligera, ya que no me interesa mucho alguna relación social en estos momentos.
—Mina, ¿qué te parece? —preguntó ella, distraída.
—¿Qué pasa? —reaccioné a lo que me decía Marie.
—Mina, por favor, concéntrate —reí por lo distraída que estaba—. ¿Qué te parece si vamos por unos tragos en la noche? —sonrió.
—Ah, sí, claro, me gustaría —respondí sonriendo.
La noche llegó y esperé por un rato la llegada de Marie. En la espera, revisé mi teléfono y nuevamente vi un mensaje del número anterior que decía lo mismo: “Hola”. Con esto, respondí lo mismo: “Hola”. Luego de esto, esperé un rato que respondiera, pero no lo hizo. Poco después, Marie llegó, así que lo olvidé.
Me empeñé en divertirme e ignoré todo lo que me estaba molestando. Fui al baño por un minuto y, al mirarme al espejo, noté que una chica muy parecida a la de mi sueño pasó justo detrás de mí. Cuando quise reaccionar, ya era muy tarde. Salí del baño, pero no la encontré por ningún lado, así que volví con Marie.
—Era ella... sé que era esa chica —me dije a mí misma en voz baja.
—¿Qué pasó? Parece que viste un fantasma —dijo Marie con tono burlón.
—No es nada —respondí, dudosa—. Tengo un poco de hambre.
Marie no le dio mucha importancia, así que fui a buscar algo de comer. Caminé un rato hasta que encontré un puesto de comida y tomé asiento mientras esperaba mi pedido.
Durante la espera, revisé mis mensajes. Nuevamente, el número desconocido había escrito. Esta vez decía algo más: “Mina Kim, hola”. Quien fuera, sabía mi nombre, lo cual me asustó un poco. Sin embargo, decidí ignorarlo y comí, tratando de olvidarme del mensaje.
Un tiempo después, regresé donde estaba Marie, pero al verla, noté que estaba hablando con un chico. Era alto, usaba anteojos, tenía el cabello un poco largo y ondulado. No quise involucrarme, así que seguí por mi cuenta, tomando y bailando hasta olvidarme de todo.
A la mañana siguiente, me dolía demasiado la cabeza. Estaba mareada y no tenía idea de dónde estaba.
—¿Dónde estoy? —murmuré al levantarme de la cama. Miré alrededor—. ¿Es un hotel?
Busqué mi teléfono por todo el lugar, pero no lo encontraba. En cambio, encontré un papel que decía: “Hola, cuídate”.
—¿Habrá sido ella? ¿O fue Marie? —pensé mientras me dirigía al baño.
Ahí encontré mi teléfono, así que lo revisé enseguida. Era tarde, y tenía muchos mensajes y llamadas perdidas de Marie.
Me apresuré a cambiarme y salir del lugar. Todas mis cosas estaban intactas, incluso había ropa nueva. Me acerqué a la recepción, pero no quisieron darme información sobre quién me había llevado ahí. Resignada, decidí irme.
Al llegar a casa, llamé a Marie, pidiéndole que viniera para hacerme compañía esa noche. Ella aceptó y llegó poco después.
—¿Dónde te habías metido? —preguntó con un tono ligeramente preocupado.
—Salí por algo de comer, y al volver, te noté algo ocupada —respondí con calma.
—Ah, sí... Tony —dijo, sonriendo—. Es un chico que conocí anoche. Es muy lindo, aunque me dijo algo raro.
—¿Qué dijo? —pregunté, curiosa.
—Dijo: “Aleja a la chica de ella”. No sé por qué lo dijo, pero estaba un poco ebria para recordarlo bien.
Reí, intentando restarle importancia.
—Por cierto, ¿dónde amaneciste? —preguntó de repente.
—En un hotel, con una carta que decía: ‘Hola, cuídate’.
Nos quedamos mirándonos en silencio por un momento.
—¿Hay algo que no me has contado? —pregunté, desconcertada.
—No es nada... He estado soñando con una chica, y ayer me pareció verla, pero creo que me equivoqué —dije, intentando sonar despreocupada.
—Está bien. Solo estaré aquí si necesitas algo.
Durante la madrugada, algo me despertó. Tenía sed, así que decidí ir a la cocina. En el camino, tomé mi teléfono y recordé que no había respondido el mensaje del número desconocido. Finalmente escribí:
“¿Fuiste tú quien me llevó al hotel? No te conozco, pero quisiera saber más de ti.”
Tras enviar el mensaje, tomé un vaso de agua y regresé a dormir.
Me levanté y me dirigí a la cocina. Noté que el teléfono de Mina estaba ahí y, sin pensarlo demasiado, lo tomé. Al revisar el último mensaje, leí:
"No sé de qué hablas."
Este número me resultaba vagamente familiar.
—¿Cómo que un hotel? —murmuré, intentando recordar, justo cuando noté que Mina se acercaba.
Mina me vio con su teléfono en la mano, pero no pareció darle importancia.
—Buenos días, Marie.
—Hola, ¿cómo estás? —pregunté, dejando el teléfono a un lado como si nada.
—Estoy bien —respondió Mina mientras tomaba asiento.
—¿Quieres que me quede esta noche? —pregunté con curiosidad.
—Estoy bien, pero si quieres quedarte, no tengo problema —respondió Mina, restándole importancia—. Por cierto, ¿no saldrás con Tony hoy?
—No lo sé. No ha respondido mis mensajes desde aquella noche —dije, algo aburrida.
—Oh, está bien. Me voy a bañar —dijo Mina, levantándose para prepararse.
Un rato después, salimos juntas de la casa rumbo a la universidad.
En el camino, pasamos frente a un pequeño orfanato. Fue entonces cuando Mina se detuvo de repente.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Mina no respondió de inmediato. Parecía hipnotizada, mirando hacia el orfanato. Seguí su mirada y noté a una mujer entrando al edificio. Llevaba un traje negro, su cabello suelto y lucía elegante. Un hombre igualmente bien vestido estaba a su lado.
—¿Quién es ella? —murmuró Mina antes de acercarse al lugar.
El hombre que estaba junto a la mujer se dio cuenta de su presencia y se acercó.
—¿La puedo ayudar en algo, señorita? —preguntó amablemente.
De cerca, se veía incluso más imponente.
—Lo siento, ¿cómo se llama la chica que acaba de entrar? —preguntó Mina, curiosa.
—La señorita es la directora de este orfanato. ¿Necesita hablar con ella?
—¿Podría? —preguntó Mina, con cierto nerviosismo.
—Puede ingresar y solicitar una cita —respondió el hombre, manteniendo su profesionalismo.
Antes de que Mina pudiera decir algo más, la mujer llamó al hombre desde un auto. Él se giró hacia ella y luego se dirigió a Mina.
—Un gusto. Me retiro.
El hombre entró al auto junto a la mujer y, momentos después, se marcharon.
Volvimos a caminar y llegamos a la universidad. Durante el trayecto, Mina parecía perdida en sus pensamientos.
—¿Estás bien? —pregunté, preocupada.
—Sí, estoy bien —respondió distraídamente.
Después de un rato, noté que Mina se acercó a una chica. Me pareció reconocerla, pero no lograba recordar bien quién era. Mina volvió junto a mí y seguimos nuestro camino.
Mientras tanto, en otro lugar...
Nathalie observaba el orfanato desde dentro de su auto. Estaba revisando unos documentos cuando vio a Mina acercarse al edificio.
—Rian, deshazte de ella —ordenó Nathalie con voz firme.
—Sí, señorita Nathalie.
El hombre se dirigió hacia Mina mientras Nathalie permanecía en silencio, viéndola desde lejos.
—No puedo acercarme a ella... no así —murmuró Nathalie.
Rian regresó al auto tras cumplir la orden.
—¿Por qué no? —preguntó Rian, intrigado—. Igual ya se conocen de antes, ¿verdad?
—Sí, pero después del accidente... no creo que me recuerde —respondió Nathalie, cabizbaja.
—Tal vez al verte sí lo haga.
—No lo creo. No puedo arriesgarme —dijo Nathalie, desviando la mirada mientras el auto arrancaba.
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