Fernando Cáceres, alto con un cuerpo de ensueño, ojos azules, cabello negro; 27 años, una vida planeada, feliz con lo que ha logrado hasta ahora.
Se graduó en las mejores universidades del mundo; realizó dos carreras, Administración y Finanzas, las cuales le permitirían recuperar la empresa familiar. Cuando murió su padre, tomó posesión de la empresa como CEO principal. Ya han pasado cuatro años, ha tenido grandes logros, colocando a la empresa como una de las mejores del país y lo ha logrado. No ha sido fácil. Ha sacrificado su vida personal.
Sale con mujeres, pero nada serio; no tiene planes de casarse por ahora. Está convencido de que cuando llegue su tiempo hará su elección con una lista bien definida de las características que deseaba en una mujer.
Sofía Méndez, una chica de 19 años muy linda, inmigrante, con sueño de un futuro mejor, llegó al país, sola sin ninguna familia. Aunque en su país, la familia de su tío Augusto, su esposa y dos primos, su madre murió de cáncer y su padre murió 6 meses después, un poco después. Era de esos amores, que ni la muerte lo puede separar. Su padre intentó superar la pérdida de su esposa. Quería hacerlo por su hija, pero la depresión lo sobrepasó.
UN MES ANTES
Casa de los tíos de Sofía.
Sofía: Tío, tengo que irme
Tío Augusto: Sofía, le debo a tus padres, cuidarte.
Sofía: Tío necesitó vivir, lograr cosas grandes. No quiero limitarme, quiero cumplir con mis sueños; también se lo debo a mis padres.
Tío Augusto: Te he tratado como una hija, pero entiendo que ya eres mayor de edad, y no puedo evitar que tomes tus propias decisiones, pero solo te puedo decir que medites bien porque son decisiones de vida, y sola en otro país no es fácil. Solo te aconsejo que cuídate y no confíes rápido en las personas.
Sofía: Tío confía en mí, quiero muchas cosas, mis estudios, mi carrera, un empleo; aquí no tengo muchas opciones, tengo que irme.
Tío Augusto: Está bien, hija; siempre estaremos para ti. Si quieres regresar, no lo dudes, siempre puedes comenzar de nuevo.
En NEW YORK (actualidad)
Fernando está concentrado en su trabajo; su empresa se dedica a la actualización tecnológica. Quiere crear software y apps que faciliten la vida cotidiana de las personas.
En su oficina, Fernando, con mucho trabajo, entra su amigo Diego, sin anunciarse y sin tocar la puerta.
Fernando le reclama: podrías por lo menos tocar la puerta, ya que no te anuncias.
Diego le responde: Te conozco desde que tenemos 6 años, estudiamos y trabajamos juntos; no creo que deba ser tan formal.
Puedo estar ocupado o en una llamada o en una reunión o en una videoconferencia. Se defiende Fernando.
Fernando, te hace falta salir, andas de un humor de perro; vamos a un bar con unas chicas esta noche. Te hace falta divertirte. Dice Diego.
Fernando: Según tú, todo se soluciona con una salida madura hasta cuando no vas a poner seriedad, con todo el trabajo que tenemos.
Diego: Cómo vas a conocer a una mujer, si no sales de la empresa, y aquí no vas a conocer a nadie, porque ninguna cumple con tus estándares.
Fernando: ¿En qué momento llegamos a este tema? Solo te pedí que tocaras la puerta; por ahora no estoy buscando a nadie.
¿Cómo vamos con los App nuevos, Diego?
Estamos realizando las pruebas. Para evitar cualquier error, dice Diego.
¿Cómo está tu madre, Fernando?
Diego Hasta donde sé, está bien, he estado ocupado; en cualquier momento paso por allá.
Fernando, deberías visitarla más seguido o llamarla; ella te tiene a ti solamente.
Diego es muy fácil decirlo: tengo que trabajar en esta empresa, no se maneja sola.
Emma siempre ha sido especial contigo. Pero cambiaste, cuando murió tu padre. Sé que no te gusta hablar de ese asunto. Pero tu madre está viva y necesita que le preste un poco de atención.
Diego, cambiemos el tema.
Emma (Madre de Fernando), En el jardín de su mansión, reflexiona sobre su vida. Se dedicó toda la vida a su hijo y esposo; ahora no está ninguno; su esposo murió hace 4 años, y su hijo ni siquiera la llama. No sabe ni qué hacer; se ocupa de su casa y el jardín; su compañía es la nana, una señora mayor que la ayudó con Fernando, desde bebé.
La Nana le dice a Emma: "¿Por qué no buscas una asistente? Podrían leer, pintar juntas. Y te haría compañía.
No es mala idea, Nana.
Sofía Tengo dos semanas en Estados Unidos; mi llegada fue difícil, aunque necesitaba buscar mi futuro. Se siente el vacío de no estar en casa, con ese ambiente familiar que mi tío y su familia siempre trataron de darme.
Sigo caminando por las calles buscando trabajo, he realizado trabajos empaquetados en el supermercado, limpiado algunas casas; agradezco todo porque eso me ayuda a que no merme la poca economía que tengo. Conseguí quedarme en una especie de residencia, no está mal; quisiera alquilar un departamento pequeño, compartido con una chica; espero tener suerte.
A veces lloro, seco mis lágrimas y continúo creyendo que vienen tiempos mejores.
Ya estoy aquí; no es momento de flaquear. La señora Teresa, dueña de la residencia, donde me estoy hospedando, me ha recomendado con algunas amigas, para limpiar sus casas, aunque también le he cocinado. La paga ha sido buena. Quedan encantados con mi trabajo y mi comida.
En mi tiempo libre voy a un café que tiene computadoras. Me permite seguir mis estudios de programadora; siempre estudié online, aprovechando todas las oportunidades de estudios que existen en la web.
A veces realizó trabajo freelance haciendo páginas web, tiendas online y demás. En cuanto consiga mi departamento compraré mi computadora y comenzaré a trabajar freelance a tiempo completo.
Pasan los días y la señora Teresa me comenta que su hija Luisa trabaja en un salón de belleza exclusivo, donde van personas de mucho dinero e importantes. Una de sus clientes más influyentes quiere una persona como asistente personal, que la acompañe en sus actividades diarias. No lo dude ni un momento. Tengo comida gratis por un tiempo, lo cual me permitiría ahorrar para alquilar mi departamento.
Teresa: Esta niña tiene disposición para trabajar, es buena muchacha; su historia fue complicada, pero ella logró salir adelante. Tiene una facilidad para evitar ver el vaso medio vacío; siempre busca la manera de verlo medio lleno.
La observo, a veces triste, pero se anima rápido. La escucho hablar en voz alta: vendrán tiempos mejores, y sonríe rápido. Tiene fe en un futuro mejor.
Contagia a todo el que la conoce; he comenzado a cambiar y ver las cosas distintas; no sé qué tan cierto sea, pero las situaciones mejoran, depende de la actitud.
Mi hija Luisa quiere ayudarla. Se la recomendó a la Señora Emma Cáceres para trabajar como asistente; cuando le comenté, se quedó pensativa, pero unos cuantos segundos después se le ilumina su rostro.
ACEPTO.
Sofía: Tomé un taxi porque a esta zona es exclusiva, no pasa transporte público. Llegó a una mansión hermosa, nunca había visto tanto lujo. Me recibió una señora muy amable llamada Belén, como de 69 años, me llevó al despacho. Pasé a la Sra. Cáceres la espera.
Toco la puerta, me indica que pase. Al entrar veo a una señora muy bella, no sé qué edad tiene.
Emma le indica, ¿cierra la puerta, tu nombre es Sofía?
Sí señora.
Ella se presenta; soy la Señora Emma Cáceres, mucho gusto.
No estés nerviosa, pasa Siéntate, me han contado un poco tu vida, luego hablaremos de eso. Lo primero será explicarte tus funciones. Necesito que te encargues de mis cosas personales como una asistente, ¿estás de acuerdo?
Claro, claro, respondió Sofía.
La señora Emma llama a la señora que me atendió al principio; se llama Belén, pero ella me dice que la llame Nana.
Me lleva a mi habitación, es en el piso superior. Esta mansión es realmente hermosa, todos los detalles en la decoración son exquisitos.
La habitación que me dieron es enorme. Tiene su propio baño. No puedo pedir más; estoy feliz.
Narrador
¡Alguna vez se han puesto a pensar, en el momento exacto donde comienzan a cruzarse los caminos de dos personas, sin que ellos ni lo sospechen! ¿Cómo fue o cómo será? Su futuro.
Sofía: Estoy emocionada. Llevo dos semanas en la casa de los Cáceres. La Señora Cáceres es amable; su esposo murió hace 4 años, tiene un hijo, se llama Fernando; está encargado de la empresa familiar; todavía no lo he visto.
La señora se entristece, porque no viene a verla, pero ella lo justifica, que es un hombre ocupado.
Por eso me contrato; necesita compañía; leemos en las tardes; me encargo de organizar sus cosas, la compra de víveres y todo lo que se requiera para el funcionamiento de casa.
He preparado el desayuno en varias oportunidades. Queda encantada con mi comida. Y ni hablar de los postres le encantan.
A las chicas de la cocina, en el principio, no les gustó la idea, pero entendieron que me gusta cocinar.
Fernando: Estoy en la oficina, trabajando, pero de pronto pienso: mi madre no ha llamado.
Todos los días, ante comenzar a trabajar, siempre, le indico a mi secretaria Tiffany que no me pases llamada de mi madre, porque llama cada rato, pero ha pasado como dos semanas y no sé nada de ella…
Señorita Tiffany ¿Mi madre no se ha comunicado?
No, señor, responde mi secretaria.
Busco rápido mi celular y reviso nada ni un mensaje.
Esto me parece raro.
¿Le Marcó tarda para responder?…
Aló, hijo, ¿cómo estás? Responde mi madre.
Fernando: Evaluó su tono, está "feliz".
Fernando: Hola, Madre, ¿Cómo estás?
Emma: ¿ ¿Muy bien y tú?
Fernando: ¿Bien y tu salud?
Emma: Excelente, mejor imposible, dime, hijo, ¿para qué me llamas?
Fernando: Para saber de ti.
Emma: Umm, qué raro, hijo, estoy bien, bueno, no tengo mucho tiempo, adiós, cuídate.
Fernando
Me colgó. Esto no me gusta. Me colgó. Voy a casa de mi madre.
Bajo rápidamente al estacionamiento y entro en mi deportivo; quiero manejar. Viajo en silencio, un poco preocupado.
Llegó a la mansión 20 minutos después.
Abro la puerta, no se ve nada, pero se escuchan risas provenientes de la cocina. Ya estoy molesto por lo que pasa aquí.
Mi madre está con las empleadas preparando una especie de postre, pero si ella no se acerca a la cocina, será que está delirando.
Hola, hijo, qué sorpresa, a hora que lo pienso, tú no llamas y mucho menos vienes a esta hora. Pasa algo.
No, Madre, no te preocupes, no pasa nada, solo quería visitarte.
Todas se quedaron atónicas, viéndolo; eso era extraño; ahora parecía un loco o mentiroso. En ese momento aparece una joven muy hermosa, con un delantal y el postre en sus manos. Fernando no podía quitar la mirada; ella lo miró, y quitó rápido la mirada, sin ninguna expresión en sus ojos; en cambio, el corazón de Fernando saltó.
Emma: dice, hijo, ella es Sofía, la contraté como asistente, me llevas las cuentas, me organiza todo, a veces cocina, leemos y te confieso algo; me tiene adicta a sus postres.
Fernando: Ella me miró, asintió, con la cabeza.
Sofía: Mucho gusto, Señor Fernando.
Fernando notaba que ella Estaba tranquila, a diferencia de él, que estaba sin habla.
Fernando No sabe, que me pasa. Trata de retomar el aliento. Gracias a Dios, su madre lo lleva al despacho, pero antes toma dos porciones del postre.
Hijo ¿estás bien? Pregunta
Emma con curiosidad.
Fernando: madre, me pareció extraño que no llamaras.
Emma: ¿Es eso? Es que ahora tengo compañía, y muchas actividades. Sofía me ha enseñado a buscar lo que me gusta hacer, ¿sabes? Se me da bien cocinar.
Fernando: Madre, tú en la cocina, lo viera mi padre.
Emma: Esta muchacha, en solo dos semanas, me hizo ver que aún tengo vida, y puedo hacer muchas cosas.
Fernando: ¿Esta joven de donde salió tiene familia?
Emma: Aquí no, en su país solo un tío y su familia; sus padres murieron; creo que eso la hizo madurar, pero lo más destacable es que eso no marcó su vida para mal; siente que debe luchar por un futuro mejor.
Fernando: No sé, madre; debes de irte con cuidado.
Emma: Hijo, come tu postre a ver si así te endulzas un poco.
Fernando: Este postre está delicioso.
Emma: Muy bueno, como se llama torta tres leches, muy bueno. Lo hizo Sofía.
Fernando: Quisiera hablar a solas con Sofía, madre.
Emma: ¿por qué? ¿Para qué?
Fernando: Madre por favor.
Emma: está bien; ya la llamo.
Sale a llamar a la joven.
Fernando: Espero que lo que pasó antes solo fue la impresión de ver alguien nuevo en la casa de mis padres. Me saca de mis pensamientos el toque de la puerta.
Adelante.
Entra Sofía.
Fernando: Mi corazón palpita que me pasa, no soy un adolescente, ¿por qué reaccionó así?
Sofía: Me mandó a llamar señor.
Fernando: Si quería hablarte de mi Madre, la veo contenta. Me preocupa un poco.
Sofía: Disculpe, señor. Con todo respeto le preocupa que su madre esté feliz.
Fernando: No me lo tomes a mal, pero eres una extraña; ella es una persona mayor, que puede ser influenciada. Por una persona astuta. Que quiera aprovecharse de ella.
Fernando: Su rostro cambió, estaba molesta. ¿Me puede decir, señorita, tengo razón en preocuparme?
Sofía: ¿Le puedo responder francamente?
Fernando: Sí, eso espero.
Sofía: Primero, usted, como bien dice, no me conoce, y creo que sí, su madre le dio ese tamaño y le enseñó lo que sabe. No debe ser tan ingenua para dejarse engañar por una jovencita.
Segundo, debería darle vergüenza que su madre tenga que contratar a esta extraña, para no sentirse sola, porque su hijo no la toma en cuenta.
Tercero, le agradezco que me respete, y a la medida de lo posible no me dirija la palabra.
Cuarto y no se preocupe; como le dije a su madre, este empleo tiene que ser temporal, porque estoy estudiando; aspiro a lograr mis metas con mi esfuerzo y el favor de Dios, y no ando casando, señoras mayores abandonadas por su hijo, para hacerle, quién sabe qué, según su retorcida mente… Y me disculpa. Me retiro.
Fernando salió de la oficina. Me quedé sin palabras. Aturdido. Que no le dirija la palabra. Que sea creído.
NARRADOR
Fernando no podría creer lo que le acaba de ocurrir una empleada hablándole de esa forma, y mucho menos que su corazón no dejaba de latir.
Cuando Sofía lo miró directamente a los ojos, él vio lo hermosa que era.
Y con ese carácter Sofía era de armas tomar.
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