El sol se deslizaba suavemente detrás de las montañas, bañando el pueblo de Valle Sereno en un cálido resplandor dorado. Las calles empedradas reflejaban la luz, creando un aura casi mágica.
A lo lejos, se escuchaba el murmullo del río fluyendo apaciblemente. Era el tipo de tarde que prometía paz y quietud, una sensación que estaba a punto de ser interrumpida.Sofía había llegado al pueblo con la intención de escapar de su vida en la ciudad y encontrar un poco de tranquilidad.
El trabajo en la biblioteca local parecía el refugio perfecto. Con una maleta en una mano y un mapa en la otra, se dirigió hacia su nueva casa, una antigua casona de estilo colonial que había alquilado por un precio sorprendentemente bajo.Al abrir la puerta, un chirrido la recibió. El interior estaba lleno de muebles antiguos y libros polvorientos, pero también había algo acogedor en el ambiente.
Mientras recorría las habitaciones, se percató de un retrato enmarcado en la pared del pasillo. Era un hombre joven, de mirada intensa, que la observaba desde la pintura. El nombre en la placa era Alejandro.Decidió no darle importancia y se centró en desempacar.
Mientras acomodaba sus cosas, una sensación extraña la invadió. Era como si no estuviera sola. "Estás exagerando", se dijo a sí misma, tratando de convencerse de que era solo el nerviosismo de una nueva etapa.Al caer la noche, Sofía se dirigió al café del pueblo, un lugar pequeño pero lleno de encanto.
Las mesas estaban ocupadas por lugareños que la miraban con curiosidad. Fue entonces cuando lo vio por primera vez. En una esquina, Alejandro, el hombre del retrato, estaba sentado, observándola.
La misma intensidad en la mirada, la misma pose relajada. Se sintió atraída y aterrorizada al mismo tiempo.Antes de que pudiera reaccionar, él se levantó y se acercó a su mesa. "Hola, soy Alejandro. Eres nueva en el pueblo, ¿verdad?" Su voz era profunda y suave, con un tono que inspiraba confianza. Sofía asintió, incapaz de pronunciar palabra. "Te he visto en la casa. Ese lugar tiene historia. Si necesitas algo, no dudes en preguntar." Dicho esto, se despidió con una leve inclinación de cabeza y salió del café, dejándola con una mezcla de inquietud y curiosidad.De vuelta en la casona, Sofía no podía dejar de pensar en Alejandro. ¿Cómo podía ser el mismo hombre del retrato? ¿Era posible que simplemente se parecieran? Mientras se debatía con estas preguntas, un crujido en el piso de arriba la sobresaltó.
Subió lentamente las escaleras, su corazón latiendo con fuerza. La puerta del ático estaba entreabierta. Con mano temblorosa, la empujó.La habitación estaba oscura, iluminada solo por la luz de la luna que se filtraba a través de una ventana sucia.
Al fondo, una sombra se movió. "¿Hola?" Su voz resonó débilmente en el espacio vacío. La sombra se detuvo y, por un instante, el aire se volvió helado. Con un suspiro, la sombra desapareció, y Sofía se quedó sola, con más preguntas que respuestas.Decidió cerrar la puerta y bajar de nuevo al salón.
Al sentarse en el sillón, un sobre cayó del respaldo.
Lo recogió y lo abrió con manos temblorosas. Dentro, una carta con una letra elegante: "Bienvenida a tu nuevo hogar. Espero que encuentres lo que estás buscando. - A". El sobre no tenía remitente, pero Sofía sabía quién era el autor.
Así comenzó su nueva vida en Valle Sereno, enredada en un misterio que prometía cambiarlo todo. La presencia de Alejandro, el hombre del retrato, parecía estar ligada a la casa y a ella de una manera que aún no comprendía. Pero estaba decidida a descubrir la verdad, sin importar a dónde la llevara.
El amanecer en Valle Sereno trajo consigo una bruma ligera que envolvía el paisaje en un halo de misterio. Sofía se despertó temprano, incapaz de sacudir la inquietud que había sentido la noche anterior. Decidió explorar la casona con más detenimiento. Había algo en ella que la atraía y la inquietaba al mismo tiempo.
Comenzó por el sótano, un lugar oscuro y lleno de telarañas. La humedad se sentía en el aire, y el crujido de la madera bajo sus pies añadía una nota de suspense. Encontró viejos baúles llenos de ropa y objetos personales que parecían pertenecer a otra época. Mientras revisaba los contenidos, descubrió un diario con una portada de cuero desgastada.
Sofía se sentó en el suelo frío y empezó a leer. Las primeras páginas detallaban la vida cotidiana de una mujer llamada Emilia, quien había vivido en la casona a finales del siglo XIX. Las entradas hablaban de sus sueños y miedos, de su amor por un hombre llamado Alejandro, un nombre que hizo que el corazón de Sofía se acelerara.
Emilia describía a Alejandro como un hombre apasionado y misterioso, alguien que siempre parecía estar envuelto en secretos. A medida que leía, Sofía se dio cuenta de que este Alejandro tenía un parecido inquietante con el hombre que había conocido en el café. La coincidencia era demasiada para ignorarla.
Decidió tomar el diario y subir al salón. Al sentarse junto a la ventana, continuó leyendo, cada página la sumergía más en la historia de Emilia y Alejandro. Descubrió que Emilia había desaparecido misteriosamente, y que Alejandro había sido acusado injustamente de su desaparición. La historia estaba llena de intriga, amor y tragedia.
Sofía no pudo evitar preguntarse si el Alejandro que había conocido era un descendiente del hombre del diario o si había algo más sobrenatural en juego. Necesitaba respuestas, y decidió que la mejor forma de obtenerlas era hablar directamente con Alejandro.Esa tarde, volvió al café con la esperanza de encontrarlo. Para su alivio, él estaba allí, en la misma esquina, leyendo un libro. Al verla entrar, Alejandro levantó la vista y le dedicó una sonrisa cálida. Sofía se acercó a su mesa con determinación. "Necesito hablar contigo", dijo, sin preámbulos.Alejandro la invitó a sentarse y escuchó atentamente mientras Sofía le hablaba del diario de Emilia y de sus sospechas. Para su sorpresa, él no parecía sorprendido. "Hay muchas historias en este pueblo", dijo con voz calmada. "Algunas son verdaderas, otras son leyendas.
Lo importante es lo que decides creer."Sofía lo miró a los ojos, tratando de descifrar sus intenciones. "¿Quién eres realmente?", preguntó, buscando alguna señal de sinceridad en su mirada. Alejandro tomó una profunda respiración antes de responder. "Soy alguien que, al igual que tú, busca respuestas. Tal vez juntos podamos encontrarlas."Esa noche, Sofía volvió a la casona con una mezcla de esperanza y temor. Sentía que se encontraba al borde de un descubrimiento que podría cambiar su vida para siempre.
Subió al ático nuevamente, esta vez con la intención de encontrar más pistas. Al abrir un viejo armario, encontró un cofre pequeño y cerrado con llave.Con el diario en una mano y el cofre en la otra, Sofía se sentó en el suelo, dispuesta a desentrañar el misterio. Sabía que estaba a punto de descubrir algo grande, algo que había permanecido oculto durante más de un siglo.
Y aunque no sabía qué encontraría, estaba decidida a seguir adelante, sin importar los riesgos.La conexión entre ella, la casona y Alejandro era innegable. Cada paso que daba la acercaba más a la verdad, y aunque el camino estaba lleno de sombras, Sofía estaba lista para enfrentarlas. El eco del pasado resonaba con fuerza en Valle Sereno, y ella estaba decidida a escuchar cada nota hasta el final.
La noche envolvía a Valle Sereno con su manto oscuro, mientras Sofía se sumergía más profundamente en el misterio que rodeaba la casona y su conexión con Alejandro. Con el cofre en sus manos, se sentó frente a la ventana del ático, iluminada por la pálida luz de la luna. El crujido del viejo suelo de madera resonaba en la habitación, acompañado por el latido acelerado de su corazón.
Con manos temblorosas, Sofía insertó la llave en la cerradura y giró lentamente. El cofre se abrió revelando un montón de documentos amarillentos y fotografías antiguas. Entre los papeles, encontró una carta dirigida a Emilia, escrita con una caligrafía elegante y fluida. La carta estaba fechada décadas atrás y llevaba la firma de Alejandro. A medida que leía, Sofía descubrió la verdad detrás de la historia de Emilia y Alejandro.
Resultó que Alejandro había sido injustamente acusado de la desaparición de Emilia, pero antes de que pudiera limpiar su nombre, había desaparecido misteriosamente. La carta detallaba sus esfuerzos por encontrarla y su promesa de regresar algún día para buscar justicia.Sofía se quedó sin aliento mientras absorbía la magnitud de lo que acababa de descubrir.
La historia de amor entre Emilia y Alejandro había sido interrumpida por la tragedia, y ahora, casi un siglo después, ella se encontraba enredada en el mismo drama.Decidida a desentrañar completamente el misterio, Sofía continuó revisando los documentos. Entre ellos encontró un mapa antiguo que marcaba un lugar en las afueras del pueblo. Una sensación de urgencia la invadió mientras se daba cuenta de que aquel lugar podría contener las respuestas que buscaba.
Sin dudarlo, Sofía se levantó y guardó los documentos en el cofre. Bajó las escaleras con determinación y salió de la casona hacia la noche oscura. El camino hacia las afueras del pueblo era largo y solitario, pero su determinación la impulsaba hacia adelante.Finalmente, llegó al lugar indicado en el mapa: un antiguo cementerio rodeado de árboles retorcidos y lápidas cubiertas de musgo.
Una sensación de opresión la envolvió mientras avanzaba entre las tumbas, con la luna como su única compañía.En el centro del cementerio, encontró una lápida que sobresalía entre las demás. Con manos temblorosas, limpió el polvo y leyó la inscripción: "Aquí yace Emilia, amada esposa de Alejandro, que desapareció sin dejar rastro". Una lágrima solitaria rodó por su mejilla mientras absorbía el peso de la tragedia que había ocurrido en ese lugar.
De repente, una figura emergió de entre las sombras. Era Alejandro, con la misma mirada intensa que había visto en el retrato y en el café. "Lo siento", dijo con voz rota. "Lo siento por todo lo que pasó." Sofía se acercó a él, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio. En ese momento, sabía que había encontrado las respuestas que había estado buscando, pero también sabía que su historia estaba lejos de terminar.
Mientras el viento susurraba entre los árboles del cementerio, Sofía y Alejandro se quedaron en silencio, absorbidos por la solemnidad del momento. A pesar del dolor del pasado, había una chispa de esperanza en sus corazones, una sensación de que juntos podrían encontrar la paz que tanto ansiaban. Con las manos entrelazadas, se enfrentaron al futuro incierto, sabiendo que mientras estuvieran juntos, podrían superar cualquier desafío que la vida les presentara.
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