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Me Muero Con Él

LA VIDA DE MARCOS

Marcos

Capítulo 1 - La Vida de Marcos

Mientras el profesor continúa con su lección, miro a mi alrededor en el salón de clases. Mis amigos y yo intercambiamos bromas en voz baja, tratando de pasar desapercibidos. Sé que debería estar más atento, pero es difícil mantener la concentración cuando mi mente se desvía constantemente a los problemas que me aquejan en casa.

Soy Marcos, un chico de 17 años que vive en la parte más pobre y desfavorecida de Florida. Provengo de una familia de escasos recursos económicos, y la lucha diaria por llegar a fin de mes es algo que me acompaña desde que tengo uso de razón.

Después de la escuela, me apresuro a regresar a mi humilde hogar, un pequeño apartamento de dos habitaciones que comparto con mis padres y mis dos hermanos menores. Es un espacio reducido y a veces agobiante, pero es todo lo que tenemos y lo hacemos funcionar de la mejor manera posible.

Mis padres trabajan arduamente, turnándose para tomar turnos extra cuando pueden, con la esperanza de generar un ingreso suficiente que nos permita cubrir los gastos básicos. Siento la presión de tener que ayudar con los costos, así que me esfuerzo al máximo en la escuela, con la esperanza de poder conseguir una beca que me abra nuevas oportunidades y me permita salir de esta situación.

Mientras preparo la cena junto a mi madre, escucho a mi padre quejarse en voz baja sobre lo difícil que es encontrar un trabajo estable y bien remunerado. Me rompe el corazón verlos luchar tanto, y desearía poder hacer más para aliviar esa carga que recae sobre sus hombros.

Una vez terminada la cena, me retiro a mi pequeña habitación compartida. Mientras repaso mis deberes y tareas escolares, no puedo evitar pensar en lo diferente que debe ser la vida de los chicos que provienen de familias ricas y acomodadas. Me pregunto cómo será tener todo lo que uno quiere sin tener que preocuparse por pagar las facturas o tener lo básico para subsistir.

Sé que hay una enorme brecha social entre ellos y yo, y a veces me siento abrumado por la injusticia que parece permear todo a mi alrededor. Pero a pesar de las dificultades, me niego a rendirme y sigo luchando por un futuro mejor, no solo para mí, sino también para mi familia.

Recuerdo cuando era más pequeño y solía soñar con tener una vida diferente, con poder disfrutar de lujos y comodidades que parecían estar fuera de mi alcance. Anhelaba poder ir a esas escuelas privadas a las que asisten los hijos de los ricos, imaginar cómo sería tener acceso a todas esas oportunidades que parecen reservadas solo para ellos.

Pero con el paso del tiempo, he aprendido a ver las cosas de una manera más realista. Sé que mi realidad es muy distinta a la de esos chicos afortunados, y que tendré que trabajar el doble, o incluso el triple, para poder salir adelante. Pero eso no me desanima, al contrario, me motiva a esforzarme más y a no perder de vista mis metas.

Recuerdo con claridad el día en que decidí que haría todo lo posible por conseguir una beca que me permitiera ingresar a una universidad de prestigio. Fue como si una chispa se encendiera dentro de mí, y desde entonces, me he dedicado a estudiar con un ahínco que sorprende incluso a mis maestros.

Mis padres, a pesar de sus propias preocupaciones, me han apoyado incondicionalmente en este camino. Saben que la educación es la única manera en la que puedo romper este ciclo de pobreza y ofrecer un futuro mejor a mi familia. Por eso, me esfuerzo día a día, consciente de que cada calificación y cada logro académico me acercan un poco más a ese sueño.

A veces, cuando miro a mi alrededor y veo a mis compañeros de clase disfrutando de privilegios que yo ni siquiera puedo imaginar, me invaden sentimientos de envidia y frustración. ¿Por qué ellos nacieron en la riqueza y yo en la pobreza? ¿Acaso el destino es tan cruel como para condenarme a una vida de lucha constante?

Pero entonces recuerdo las palabras de mi madre, quien siempre me recuerda que, aunque nuestra situación económica sea difícil, somos ricos en valores, en fortaleza y en el amor que nos tenemos como familia. Eso me ayuda a mantener la perspectiva y a recordar que, a pesar de las adversidades, soy afortunado de tener a mis seres queridos a mi lado.

Mientras me preparo para ir a dormir, me digo a mí mismo que, sin importar lo duro que sea el camino, nunca me rendiré. Tengo un sueño, una meta que me impulsa a seguir adelante, y estoy decidido a alcanzarla, cueste lo que cueste.

Mañana será otro día de escuela, otro día de enfrentar las miradas de superioridad y los comentarios despectivos de aquellos que no entienden mi realidad. Pero eso no me detendrá. Sé que, con esfuerzo y determinación, puedo lograr cosas increíbles, y no solo mejorar mi propia vida, sino también la de mi familia.

Tal vez, algún día, mi vida será diferente. Tal vez, en el futuro, seré yo quien pueda disfrutar de esos lujos y comodidades que parecen tan inalcanzables ahora. Pero por ahora, esta es mi realidad, y haré lo que sea necesario para cuidar de los míos y abrirme paso hacia un mañana más prometedor.

Una Noche De Halloween

Marcos

Capítulo 2 - Una Noche de Halloween

Después de una larga jornada en la escuela, regreso a mi pequeño hogar con pasos cansados pero decididos. Cada día es una batalla, pero me niego a rendirme.

Al llegar, encuentro a mi madre preparando la cena. El aroma de los alimentos recién cocinados llena el aire y me recuerda lo afortunado que soy de tener una familia que se preocupa por mí.

—Bienvenido, Marcos —me saluda mi madre con una cálida sonrisa—. ¿Cómo te fue hoy en la escuela?

—Bien, mamá —le respondo, dejando mi mochila en el suelo—. Aunque ya sabes, lo de siempre. Algunos de los chicos siguen haciéndome bromas por mi ropa y mi aspecto.

Ella suspira y pone una mano sobre mi hombro.

—Lo sé, hijo. Pero no les hagas caso. Tú eres mucho más que eso. Eres un chico inteligente y trabajador, y eso es lo que realmente importa.

Asiento en silencio, consciente de que mis compañeros nunca entenderán la realidad en la que vivimos. Para ellos, la pobreza y la escasez son conceptos abstractos, ajenos a sus privilegiadas vidas.

Mientras ayudo a mi madre a poner la mesa, mis hermanos menores, Javier y Sofía, llegan del colegio. Sus rostros se iluminan cuando ven la cena lista, y me alegro de ver que, a pesar de nuestras dificultades, siguen manteniendo esa chispa de inocencia y alegría.

Una vez que todos nos sentamos a comer, mi padre se une a nosotros. Trabajó horas extras en la construcción para poder traer un poco más de dinero a casa, y se le nota el cansancio en el rostro.

—¿Cómo estuvo tu día, papá? —le pregunto, tratando de mantener una conversación tranquila.

—Agotador, como siempre —responde con un suspiro—. Pero al menos pude conseguir algunos trabajos extra. Espero que eso ayude a cubrir los gastos de este mes.

Asiento con empatía. Sé lo mucho que se esfuerza mi padre por mantenernos a flote, y me duele verlo cargando con tanta presión.

Después de la cena, me retiro a mi habitación para estudiar. Mientras repaso mis apuntes y hago mis tareas, no puedo evitar pensar en lo diferente que sería mi vida si hubiese nacido en una familia acomodada.

Imagino cómo serían mis días si no tuviera que preocuparme por el dinero, si pudiera disfrutar de lujos y comodidades que parecen estar fuera de mi alcance. Tal vez entonces podría concentrarme plenamente en mis estudios, sin tener la constante preocupación de cómo cubrir los gastos básicos.

Pero rápidamente sacudo esos pensamientos de mi mente. No puedo darme el lujo de lamentarme por lo que no tengo. Debo mantener la mirada fija en mi objetivo: conseguir una beca que me permita estudiar en una universidad de prestigio y así cambiar el rumbo de mi vida y la de mi familia.

Mientras reviso mis apuntes de matemáticas, escucho unos golpes en la puerta de mi habitación. Es mi madre.

—Marcos, ¿puedo pasar?

—Claro, mamá. Adelante.

Ella entra y se sienta en la orilla de mi cama, observándome con ese cariño y preocupación que solo una madre puede tener.

—Sé que has estado trabajando muy duro, hijo. Estoy muy orgullosa de ti y de tus esfuerzos.

—Gracias, mamá —le digo, sonriéndole con sinceridad.

—Sé también que a veces te sientes abrumado por la carga que llevamos en casa. Pero quiero que sepas que, pase lo que pase, siempre estaremos aquí para apoyarte.

Sus palabras me llenan el corazón. A veces, cuando me siento abrumado por las dificultades, tiendo a olvidar lo afortunado que soy de tener una familia que me ama y me sostiene.

—Lo sé, mamá. Y les agradezco todo lo que hacen por nosotros. Sé que no es fácil, pero les prometo que haré todo lo posible por conseguir esa beca y poder darles una vida mejor.

Ella me abraza con ternura, y en ese momento me siento protegido y reconfortado. Sé que, pase lo que pase, siempre podré contar con el apoyo incondicional de mis padres.

Después de un rato, mi madre se levanta y me dice que descanse un poco. Mañana es sábado, y aunque no tengo que ir a la escuela, tengo mucho por hacer.

Una vez a solas, me recuesto en la cama y trato de desconectarme un poco de mis preocupaciones. Pero es difícil, pues siento que la carga de mantener a mi familia está siempre presente, incluso en mis momentos de descanso.

De pronto, un golpe en la ventana me sobresalta. Me levanto rápidamente y me acerco a ver qué sucede. Al asomarme, me encuentro con una mirada que me deja sin aliento.

Una chica, vestida de forma elegante y con un antifaz que le cubre la mitad del rostro, me observa desde afuera. Sus ojos brillantes y su sonrisa misteriosa me cautivan al instante.

—Hola —susurra, con voz suave y melodiosa—. ¿Puedo pasar?

Tardo unos segundos en reaccionar, sorprendido por su inesperada presencia. Luego, me apresuro a abrir la ventana, invitándola a entrar.

—Claro, claro. Pasa —le digo, sin poder ocultar mi nerviosismo.

Ella se desliza con gracia dentro de mi pequeña habitación, observando a su alrededor con curiosidad. Siento que el corazón me late con fuerza, consciente de lo inusual de la situación.

—¿Quién eres? —le pregunto, sin poder contener mi curiosidad.

—Mi nombre es Alejandra —responde, quitándose lentamente el antifaz—. Y he venido a buscarte, Marcos.

Me quedo paralizado, sin saber qué decir. ¿Cómo es que esta chica sabe mi nombre? ¿Y qué hace aquí, en mi humilde hogar?

—¿Cómo sabes mi nombre? —logro articular, mirándola con asombro.

Ella sonríe misteriosamente.

—Digamos que he estado observándote desde hace un tiempo. Y esta noche, en una fiesta de disfraces, vi la oportunidad perfecta para acercarme a ti.

Me sorprendo aún más ante sus palabras. ¿Por qué alguien como ella se interesaría en un chico como yo?

—Pero... ¿por qué? —pregunto, genuinamente confundido.

Alejandra se acerca un poco más, y puedo percibir el sutil aroma de su perfume.

—Porque creo que tú y yo podemos ayudarnos mutuamente. Veo algo especial en ti, Marcos. Algo que me intriga y me atrae.

EL Encuentro

Alejandra

Capítulo 3 - El Encuentro

Mientras me deslizo por la ventana de la pequeña habitación de Marcos, siento una oleada de emoción recorrer mi cuerpo. Desde que lo vi en aquella fiesta de Halloween, no he podido dejar de pensar en él.

Hay algo en ese chico que me fascina, una mezcla de determinación y vulnerabilidad que despierta mi curiosidad. Sé que nuestros mundos parecen tan distantes y diferentes, pero eso mismo me atrae aún más.

Observo con atención el modesto espacio donde vive Marcos, notando los detalles que reflejan su humilde realidad. A pesar de ello, percibo un orden y una limpieza que revelan el cuidado y el esfuerzo que pone en su hogar.

Cuando mis ojos se encuentran con los suyos, siento una conexión instantánea, como si nuestras almas se reconocieran en ese momento. Hay una chispa de asombro y desconcierto en su mirada, pero también veo un destello de interés que me anima a continuar.

—Hola —susurro, dejando que mi voz resuene suavemente en la pequeña habitación—. ¿Puedo pasar?

Veo cómo Marcos tarda unos instantes en reaccionar, pero luego se apresura a abrir la ventana para dejarme entrar. Me deslizo con gracia, observando con curiosidad su entorno.

—¿Quién eres? —me pregunta, con una mezcla de desconcierto y cautela.

—Mi nombre es Alejandra —respondo, quitándome lentamente el antifaz que cubría mi rostro—. Y he venido a buscarte, Marcos.

Veo cómo sus ojos se abren con sorpresa al escuchar mi nombre y al darme cuenta de que conozco el suyo. Puedo imaginar las preguntas que deben estar pasando por su mente en este momento.

—¿Cómo sabes mi nombre? —me cuestiona, con una expresión de asombro en su rostro.

Sonrío misteriosamente, consciente de que mi presencia aquí debe parecerle totalmente fuera de lo común.

—Digamos que he estado observándote desde hace un tiempo. Y esta noche, en una fiesta de disfraces, vi la oportunidad perfecta para acercarme a ti.

Veo cómo Marcos se sorprende aún más ante mis palabras. Puedo entender su confusión, pues sé que para él debe ser inconcebible que alguien como yo se interese en un chico como él.

—Pero... ¿por qué? —pregunta, con genuina curiosidad en su voz.

Me acerco un poco más, permitiendo que el sutil aroma de mi perfume lo envuelva. Quiero que sienta que mi presencia aquí no es casual, que hay una razón detrás de todo esto.

—Porque creo que tú y yo podemos ayudarnos mutuamente. Veo algo especial en ti, Marcos. Algo que me intriga y me atrae.

Mi mirada se cruza con la suya, y puedo ver la mezcla de emociones que lo atraviesan. Sé que debe estar preguntándose qué puede ver alguien como yo en un chico como él, proveniente de una realidad tan diferente a la mía.

Pero en ese momento, no me importan las diferencias que nos separan. Lo único que puedo pensar es en la conexión que siento con él, en esa chispa que se encendió cuando nuestras miradas se encontraron en aquella fiesta.

Tomo una de sus manos con delicadeza, sintiendo la calidez de su piel y la aspereza de sus dedos, producto del esfuerzo físico. Sé que para él debe ser una sensación totalmente ajena, acostumbrado a la suavidad y el cuidado que rodea a los de mi clase social.

—Marcos, sé que nuestros mundos parecen tan distantes y diferentes —le digo, con una voz cálida y sincera—. Pero creo que juntos podemos lograr cosas increíbles. Tú tienes un potencial que brilla con intensidad, y yo puedo ayudarte a pulirlo y a llevarlo al siguiente nivel.

Veo cómo su expresión se suaviza, y siento que empieza a bajar sus defensas. Quiero que sepa que mi interés en él es genuino, que no hay segundas intenciones ocultas.

—¿Qué quieres decir? —me pregunta, con una mezcla de curiosidad y cautela.

—Quiero ofrecerte la oportunidad de abrirte puertas que tal vez hasta ahora has creído inalcanzables —le explico, apretando suavemente su mano—. Quiero ayudarte a conseguir esa beca que tanto deseas, a ingresar a una universidad de élite y a cumplir tus sueños.

Veo cómo sus ojos se iluminan con una chispa de esperanza, y sé que he tocado una fibra sensible. Sé que la educación es su mayor prioridad y su boleto hacia un futuro mejor, no solo para él, sino también para su familia.

—Pero... ¿por qué harías algo así por mí? —pregunta, con incredulidad reflejada en su rostro.

Sonrío con sinceridad, consciente de que mi presencia aquí debe parecerle completamente fuera de lo común.

—Porque creo que juntos podemos lograr algo realmente especial, Marcos. Tú tienes el talento y la determinación, y yo tengo los recursos y las conexiones necesarias para abrirte las puertas que necesitas.

Veo cómo su expresión se relaja, y siento que empieza a bajar sus defensas. Sé que está sopesando mis palabras, tratando de entender por qué alguien como yo estaría interesada en alguien como él.

—Pero... ¿qué obtendrías tú a cambio? —pregunta, con cautela.

Tomo su rostro entre mis manos, buscando transmitirle la honestidad y la sinceridad de mis intenciones.

—Nada más que tu amistad y tu confianza, Marcos. No quiero nada a cambio, excepto la oportunidad de trabajar juntos y de ver hasta dónde pueden llevarte tus sueños.

Veo cómo su expresión se suaviza, y siento que empieza a abrirse a la posibilidad de aceptar mi oferta. Sé que para él debe ser difícil creer que alguien como yo esté interesada en ayudarlo sin pedir nada a cambio, pero quiero que sepa que mi interés en él es genuino.

—¿Y qué tengo que hacer? —pregunta, con cautela.

Sonrío, sabiendo que he logrado captar su atención.

—Simplemente confía en mí, Marcos. Déjame guiarte y acompañarte en este camino. Juntos, podremos abrir puertas que hasta ahora has creído inalcanzables.

Veo cómo sus ojos se llenan de esperanza y determinación. Sé que está sopesando la posibilidad de aceptar mi oferta, y espero que lo haga, pues creo sinceramente que juntos podemos lograr cosas increíbles.

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