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Amantes A Través Del Tiempo

Capitulo 1

Capítulo 1

La lluvia golpeaba con fuerza los cristales de la ventana, como si el cielo quisiera ahogar los pensamientos de Sofía. Sentada en la pequeña cafetería, miraba distraídamente el ir y venir de las personas en la calle, intentando encontrar respuestas a las preguntas que atormentaban su mente.

Hacía apenas unas horas, su mundo se había desmoronado cuando descubrió que su prometido, Andrés, la había engañado. Aún podía sentir el ardor de las lágrimas en sus mejillas y el nudo en la garganta que le impedía respirar con normalidad.

¿Cómo pudo hacerle esto? ¿Acaso no significaba nada para él? Sofía se reprochaba no haber visto antes las señales, pero el amor que sentía la había cegado, haciéndola creer en una ilusión.

Hundida en sus pensamientos, no notó que alguien se había sentado frente a ella hasta que una voz suave la sacó de su ensimismamiento.

—¿Puedo ofrecerte un café? —preguntó un hombre de ojos color avellana y cabello oscuro.

Sofía lo miró sorprendida, sin saber qué responder. Normalmente habría rehusado la oferta de un extraño, pero había algo en aquella mirada que la hizo sentir una extraña tranquilidad.

—Sí, por favor —murmuró, intentando esbozar una sonrisa.

El hombre le dedicó una cálida sonrisa y se levantó para ir a la barra a buscar los cafés. Sofía lo observó, intrigada por aquel gesto inesperado de amabilidad. Quizás, en medio de su desolación, aquel encuentro fortuito podría ser el inicio de algo nuevo.

Cuando el hombre regresó con los dos humeantes cafés, Sofía lo miró con curiosidad.

—Gracias —dijo, rodeando la humeante taza con sus manos frías.

—De nada —respondió él, con una voz serena—. Disculpa mi atrevimiento, pero es que te veías un poco triste y me pareció que necesitabas compañía.

Sofía esbozó una sonrisa tímida. Era cierto, en ese momento se sentía perdida y desolada, y la presencia de aquel extraño, en lugar de incomodarla, le brindaba una extraña sensación de confort.

—Tienes razón, he tenido un día bastante difícil —admitió, sintiendo cómo las lágrimas volvían a agolparse en sus ojos.

El hombre la miró con empatía y le ofreció un pañuelo.

—Lamento escuchar eso. ¿Quieres hablar de ello? A veces compartir nuestras penas con un extraño puede ser más fácil.

Sofía dudó por un momento, pero algo en la mirada sincera de aquel hombre la hizo confiar en él.

—Mi novio... bueno, mi ex novio me engañó —dijo con voz entrecortada—. Lo descubrí esta mañana y todo se derrumbó. Todavía no puedo creer que haya sido capaz de hacerme algo así.

El hombre asintió en silencio, escuchando atentamente mientras Sofía le contaba los detalles, las lágrimas rodando por sus mejillas. Cuando ella terminó, él le ofreció una sonrisa comprensiva.

—Entiendo lo que sientes. Una traición así es una herida profunda, pero te aseguro que con el tiempo, y con la ayuda de los seres queridos, lograrás sanar. No dejes que este episodio envenene tu corazón.

Sofía lo miró con sorpresa. ¿Cómo podía un completo extraño entender tan bien su dolor?

—Gracias —murmuró—. Es reconfortante saber que alguien me escucha sin juzgarme.

—Para eso estamos los extraños —bromeó él con una sonrisa—. A veces es más fácil abrirse con alguien que no forma parte de nuestra vida. Soy Alejandro, por cierto.

—Encantada, Alejandro. Yo soy Sofía.

Ambos estrecharon sus manos y Sofía sintió una descarga eléctrica recorrer su cuerpo. Había algo en la mirada de Alejandro que la intrigaba, algo que iba más allá de la simple amabilidad de un desconocido.

Sumidos en una cómoda conversación, el tiempo pareció detenerse. Sofía olvidó por un momento su pena y se encontró riendo junto a Alejandro, como si fueran viejos amigos. Cuando finalmente se despidieron, ella se sentía más ligera, con una chispa de esperanza reavivada en su corazón.

Mientras caminaba de vuelta a su apartamento, Sofía no podía dejar de pensar en aquel inesperado encuentro. ¿Sería posible que, en medio de su desolación, hubiera encontrado un rayo de luz? Tal vez, solo tal vez, aquel hombre podría llegar a ser algo más que un simple extraño.

Los días siguientes, Sofía no pudo sacarse a Alejandro de la cabeza. Cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro, sus ojos color avellana y su sonrisa tranquilizadora. Poco a poco, comenzó a darse cuenta de que aquel encuentro fortuito en la cafetería se había convertido en algo más que un simple consuelo pasajero.

Una tarde, durante su pausa para el almuerzo, Sofía se armó de valor y regresó a la cafetería, con la esperanza de volver a encontrarse con Alejandro. Para su sorpresa, él estaba allí, sentado en la misma mesa, leyendo un libro. Al verla, una sonrisa iluminó su rostro.

—Sofía, qué agradable sorpresa —dijo, levantándose para saludarla—. ¿Te apetece acompañarme?

Sofía asintió, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. Se sentó frente a él, y durante la siguiente hora, se sumergieron en una conversación que parecía fluir con naturalidad, como si se conocieran de toda la vida.

Poco a poco, Sofía fue desvelando los secretos de su pasado a aquel hombre que, de alguna manera, se había convertido en un refugio en medio de su tormenta. Le contó sobre su sueño frustrado de ser escritora, sobre su relación fallida con Andrés y cómo ese engaño había sacudido los cimientos de su vida.

Alejandro, a su vez, le habló de su propia historia, de cómo había dejado atrás una carrera corporativa para dedicarse a sus verdaderas pasiones: la lectura y la escritura. Sofía se sorprendió al descubrir que, al igual que ella, Alejandro albergaba el sueño de publicar una novela.

Conforme pasaban los días, Sofía y Alejandro se encontraban con más frecuencia en la cafetería, y su amistad floreció lentamente, convirtiéndose en una conexión profunda y significativa. Hablaban por horas, compartiendo sueños, miedos y esperanzas, y Sofía se sentía cada vez más cautivada por aquel hombre misterioso.

Una tarde, cuando el otoño comenzaba a teñir las calles, Alejandro le confesó que sentía algo más que una simple amistad por ella. Sofía, sorprend

Capitulo 2

Capítulo 2

Sofía se quedó sin aliento ante la confesión de Alejandro. Había albergado la esperanza de que su conexión fuera algo más que una simple amistad, pero escucharlo en voz alta la dejó aturdida.

—Alejandro, yo... —titubeó, sin saber cómo responder.

Él le tomó la mano con suavidad y la miró a los ojos.

—Sé que puede sonar apresurado, pero desde el momento en que te vi en esa cafetería, supe que eras alguien especial. Contigo me siento como si te conociera de toda la vida.

Sofía sintió que el corazón le latía con fuerza. Las palabras de Alejandro resonaban en su interior, despertando una calidez que creía haber perdido desde que Andrés la había traicionado.

—Entiendo lo que sientes —dijo con sinceridad—. Y... también creo que hay algo más entre nosotros. Pero no puedo negar que aún me siento herida por lo que pasó con Andrés. Necesito tiempo para sanar esa herida.

Alejandro asintió con comprensión y apretó suavemente su mano.

—Lo entiendo, Sofía. No quiero presionarte. Tomémonos las cosas con calma y, si tú lo deseas, iremos construyendo algo juntos, sin prisa.

Ella esbozó una tímida sonrisa, agradecida por la paciencia y la sensibilidad de Alejandro. Poco a poco, fueron acercándose más, profundizando en su amistad y disfrutando de cada momento compartido.

Sofía se sorprendía de la facilidad con la que podía hablar con Alejandro sobre sus sueños, miedos y anhelos más profundos. Él la escuchaba con atención, ofreciendo palabras de aliento y una perspectiva fresca que la ayudaba a ver las cosas de un modo diferente.

Una tarde, mientras paseaban por el parque, Sofía se animó a compartir con él su anhelo de ser escritora.

—Siempre he soñado con publicar una novela —reveló, con la mirada perdida en el horizonte—. Pero nunca me he atrevido a dar el paso. Tengo miedo al rechazo, a no ser lo suficientemente buena.

Alejandro la miró con admiración.

—Entiendo ese miedo, Sofía. Pero creo que tienes un don, una manera única de ver el mundo. ¿Por qué no intentas plasmar tus historias en papel?

Ella suspiró, dudosa.

—No lo sé. A veces siento que mis sueños se han desvanecido, como si Andrés se los hubiera llevado consigo.

Alejandro se detuvo y la tomó de las manos, buscando su mirada.

—Escúchame bien, Sofía. Tus sueños siguen ahí, esperando a ser rescatados. Y yo creo en ti, creo que tienes el talento y la determinación para hacerlos realidad.

Sus ojos se encontraron, y Sofía pudo ver la sinceridad y el entusiasmo reflejados en los de Alejandro. Poco a poco, una chispa de esperanza comenzó a reavivarse en su corazón.

—¿Y si te ayudo? —propuso Alejandro—. Puedo ser tu lector y tu editor personal. Juntos podemos convertir tus sueños en realidad.

Sofía se sintió conmovida por su ofrecimiento. La idea de tener a alguien que la apoyara y creyera en ella le parecía reconfortante.

—¿De verdad harías eso por mí? —preguntó con asombro.

—Por supuesto —respondió Alejandro con una sonrisa—. Eres una persona excepcional, Sofía, y me siento honrado de poder acompañarte en este viaje.

Sin poder contener la emoción, Sofía lo abrazó, agradecida por haber encontrado a alguien que la impulsaba a perseguir sus sueños en medio de la adversidad.

Desde ese día, Alejandro se convirtió en el confidente y el mentor de Sofía. Juntos, exploraron las tramas y los personajes de la novela que había comenzado a gestar en su mente, compartiendo ideas y puliendo cada detalle con dedicación.

A medida que avanzaba el proyecto, Sofía se sorprendía de la facilidad con la que las palabras fluían de su pluma cuando Alejandro la inspiraba. Él parecía tener la habilidad de sacudir su imaginación, despertando en ella una creatividad que creía perdida.

Durante aquellas tardes de trabajo, Sofía también descubría facetas ocultas de Alejandro. Más allá de ser un simple lector, él poseía una aguda sensibilidad para la narrativa y una vasta erudición literaria que la asombraban. Juntos, debatían sobre temas profundos, desde la condición humana hasta los misterios del universo, y Sofía se sentía cada vez más cautivada por la inteligencia y la profundidad de este hombre.

Pero Alejandro no solo la inspiraba en el ámbito creativo; también se convirtió en un pilar fundamental en su proceso de sanación emocional. Cuando los recuerdos de Andrés la asaltaban, él siempre estaba allí para escucharla, para darle consuelo y para recordarle que su valor no dependía de la traición de su ex prometido.

Poco a poco, Sofía fue dejando atrás el dolor y la inseguridad que la habían atormentado. Alejandro se convirtió en su fuerza, en su refugio, y ella comenzó a sentir que, quizás, era posible abrirse a un nuevo amor.

Una noche, mientras trabajaban en el manuscrito, Alejandro se acercó a Sofía y le acarició suavemente el rostro.

—Eres una mujer increíble, Sofía. Me siento afortunado de poder estar a tu lado en este viaje.

Ella lo miró con una mezcla de ternura y nerviosismo. Su corazón latía con fuerza, consciente de la intimidad del momento.

—Tú también eres alguien muy especial para mí, Alejandro —susurró, sintiendo cómo sus dedos rozaban su piel.

Lentamente, Alejandro inclinó su rostro hacia el de ella, y sus labios se encontraron en un beso suave y cálido. Sofía cerró los ojos, entregándose a la sensación de estar entre sus brazos, dejando que la calidez de aquel contacto le llenara el corazón.

Cuando finalmente se separaron, se miraron con una mezcla de asombro y emoción.

—Sofía, ¿quieres ser mi compañera en este viaje, no solo como escritora, sino también como algo más? —preguntó Alejandro, con la voz cargada de esperanza.

Ella lo observó, maravillada por la sinceridad de sus palabras y la profundidad de su mirada.

—Sí, Alejandro. Quiero estar a tu lado, en este viaje y en todos los que nos esperan.

Sellaron su promesa con un beso aún más apasionado, mientras Sofía sentía que, por fin, había encontrado un amor verdadero, capaz de sanar las heridas del pasado y de iluminar su futuro.

Los meses siguientes, Alejandro y Sofía se sumergieron en una vorágine de creatividad y romance. Juntos, pulieron la novela que había nacido de los sueños de Sofía.

Capitulo 3

Capítulo 3

Los primeros rayos del sol se colaban a través de la ventana, bañando el rostro de Sofía con su cálida luz. Abrió lentamente los ojos, sintiéndose serena y plena como no lo había estado en mucho tiempo.

A su lado, Alejandro dormía apaciblemente, su brazo rodeándola con delicadeza. Sofía lo observó, maravillada por la forma en que este hombre había entrado en su vida y la había transformado por completo.

Recordó el camino que los había traído hasta aquí, repleto de altibajos, pero con una constante: la profunda conexión que habían forjado. Junto a Alejandro, Sofía había encontrado no solo un compañero creativo, sino también un refugio emocional en el que sanar las heridas del pasado.

Suavemente, acarició el rostro de Alejandro, despertándolo con una sonrisa. Él le devolvió el gesto, atrayéndola hacia sí para depositar un tierno beso en sus labios.

—Buenos días, mi amor —susurró Alejandro, envolviéndola en un cálido abrazo.

Sofía se acurrucó más cerca de él, sintiéndose segura y amada.

—Buenos días. ¿Sabes? Aún no puedo creer que este sea nuestro hogar.

Alejandro asintió, esbozando una sonrisa.

—Tampoco yo. Pero me alegro de que hayamos dado este paso juntos.

Sofía recordó cómo, después de meses de trabajo arduo en la novela, habían decidido dar un salto aún más significativo: mudarse a vivir juntos. Fue una decisión que los llenó de emoción y nerviosismo, pero que reafirmó el compromiso que habían adquirido el uno con el otro.

Ahora, despertando entre los brazos de Alejandro, Sofía se sentía más segura que nunca de haber tomado la decisión correcta. Su relación había madurado, convirtiéndose en un vínculo inquebrantable que la hacía sentir amada, respetada y valorada.

—¿Qué planes tienes para hoy? —preguntó Alejandro, acariciando suavemente su cabello.

—Bueno, tengo que terminar de empacar algunas cosas y revisar los últimos detalles de la mudanza —respondió Sofía—. ¿Y tú?

—Voy a reunirme con el editor que está interesado en publicar nuestra novela —dijo Alejandro con entusiasmo—. ¡Espero tener buenas noticias!

Sofía sintió que su corazón se aceleraba. Después de tanto esfuerzo y dedicación, la posibilidad de ver su sueño hecho realidad la llenaba de emoción.

—¡Eso es increíble, Alejandro! —exclamó, dándole un beso apasionado—. Estoy segura de que todo saldrá bien.

Él le devolvió el beso con la misma intensidad, acariciando suavemente su espalda.

—Gracias, mi amor. Sabes que nada de esto habría sido posible sin ti.

Permanecieron abrazados, disfrutando de la tranquilidad y la intimidad de aquel momento. Sofía se sentía dichosa, consciente de cuánto había cambiado su vida desde aquel fatídico día en la cafetería.

Finalmente, se levantaron y se prepararon para comenzar el día. Mientras Sofía revisaba las últimas cajas, Alejandro se alistaba para su reunión. Antes de salir, se acercó a ella y la envolvió en un cálido abrazo.

—Deseo con toda mi alma que esta reunión sea un éxito —dijo Sofía, mirándolo con orgullo.

—Lo será, te lo prometo —respondió Alejandro, dándole un suave beso en los labios—. Te amo, Sofía. Nos vemos pronto.

Ella lo observó marcharse, sintiendo cómo su corazón se llenaba de esperanza y emoción por el futuro que les esperaba.

Durante el resto de la mañana, Sofía se sumergió en los preparativos de la mudanza, supervisando a los encargados y asegurándose de que todo estuviera en orden. A medida que las horas pasaban, su mente no podía evitar vagar hacia Alejandro y la importante reunión que estaba teniendo.

Finalmente, cuando el sol comenzaba a declinar, escuchó la llave en la puerta y el rostro de Alejandro apareció con una radiante sonrisa.

—¡Lo logramos, Sofía! —exclamó, envolviendo a su amada en un apretado abrazo—. ¡Nuestro libro será publicado!

Sofía sintió que las lágrimas de felicidad se agolpaban en sus ojos mientras Alejandro le narraba emocionado los detalles de la reunión. Juntos, habían logrado lo que parecía un sueño inalcanzable, y ahora estaban a un paso de ver sus historias plasmadas en las páginas de un libro.

—¡No puedo creerlo! —dijo Sofía, cubriendo el rostro de Alejandro de besos—. ¡Estoy tan orgullosa de ti, mi amor!

Alejandro la abrazó con fuerza, riendo y compartiendo su alegría.

—Y todo esto gracias a ti, Sofía. Sin tu talento y tu determinación, nada de esto habría sido posible.

Emocionados, se dejaron caer en el sofá, entrelazando sus manos y contemplando juntos el futuro que se abría ante ellos.

—Ahora que nuestro sueño de publicar se ha hecho realidad, ¿qué más planes tienes? —preguntó Sofía, acariciando el rostro de Alejandro.

Él sonrió y le besó suavemente la mano.

—Bueno, tengo algunas ideas que me gustaría compartir contigo.

Sofía lo miró con curiosidad, esperando ansiosa sus palabras.

—Sé que nuestra relación ha sido una aventura maravillosa hasta ahora —comenzó Alejandro, buscando su mirada—. Y quiero que sigamos construyendo juntos, no solo como escritores, sino también como compañeros de vida.

Hizo una pausa, y Sofía contuvo la respiración, sintiendo que su corazón latía con fuerza.

—Sofía, ¿te casarías conmigo?

Sofía se quedó sin aliento, observando el rostro de Alejandro, bañado por una mezcla de esperanza y nerviosismo. Después de todo lo que habían vivido juntos, esta pregunta la llenó de una inmensa felicidad.

—¡Sí, Alejandro! —exclamó, arrojándose a sus brazos—. ¡Sí, quiero ser tu esposa!

Alejandro la estrechó con fuerza, riendo y llenándola de besos. Sofía se sentía plena, consciente de que este hombre, con su amor y su apoyo, le había devuelto la confianza en el amor y en la posibilidad de un futuro feliz.

Esa noche, mientras yacían abrazados en su nuevo hogar, Sofía contemplaba el anillo que Alejandro había deslizado en su dedo. Era una señal tangible del compromiso que habían adquirido, un símbolo de la unión de sus vidas.

—Todavía no puedo creer que esto esté pasando —murmuró Sofía.

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