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Mia Moglie N#2

Sinopsis.

Años atrás.

Marrakech, Marruecos.

La sensación cálida bajo mi piel mantenía mis músculos tibios, en alerta, preparados para moverse y huir si era necesario, mis sentidos se agudizan lentamente, como si todo dentro de mi despertara poco a poco, aguardando, calentándose y sólo esperando el momento para explotar dentro de mí, la adrenalina logrando la liberación de la dopamina dentro de mi sistema, todo un cóctel de sentimientos corriendo libremente por mi pecho.

¿El motivo?

Ocultarme de mi hermano mayor Yasser, a él no le gustaba que entrara en su alcoba, pero la noche anterior había tomado mi collar de mi cajita de tesoros, lo sabía porque era el único que se metía con las cosas que me gustaban, estaba celoso de que mi abuela Dalia me diera ese collar en lugar de a él, pero no entendía, su obsequio fue mejor que el mío, quiero decir; le había dado dinero y un reloj brillante, ¿por qué quería también mi collar?

Así que no me quedó de otra que meterme en su alcoba mientras él no estaba en casa, pero desperdicié mucho tiempo en quitarme el uniforme de la escuela y no sabía que hoy llegaba temprano de la preparatoria, así que apenas encontré mi collar en su mesita de noche estuve a punto de regresar a mi alcoba, pero escuché sus pasos en el pasillo y no me quedó de otra que correr en la dirección contraria, metiéndome entre los pasadizos y diminutos pasillos que conformaban nuestra casa, yo lo veía como escondites para jugar, mientras que papá lo llamaba de otra manera; “caminos para sobrevivir”.

Me había escabullido por un pasadizo que estaba al final del camino, conocía cada rincón de la casa y sabía que dicho pasadizo tenía salida al otro lado de la casa, hacía otro pasillo que llevaba directamente a la oficina “aislada” de papá, él tenía varias oficinas, despachos o salas especiales para él, pero está era especial, ni siquiera Yasser podía entrar y eso que mi hermano entraba a donde quisiera en la casa, lugares que ni mamá o yo podíamos ir.

Había movido suavemente el fondo del librero que tapaba el pasadizo, estaba a punto de empujar algunos libros con la intensión de salir y meterme por otro pasillo que salía hasta la escalera del ático, pero podía ir por ahí y llegar a mi alcoba sin que se dieran cuenta de que estuve en el otro extremo de la casa, pero mi plan quedó en el olvido cuando escuché que la puerta se abría y pasos inundaban la oficina.

El pánico bombeó en mi pecho y regresé al librero, sin oportunidad de volver a poner el fondo sin hacer ruido, así que simplemente me tiré sobre mi estómago y traté de ocultarme detrás de los libros.

El aroma a tabaco inundó el aire picándome la nariz, además del polvo de los libros, no eran buena combinación para mi reciente alergia, cerré los ojos con fuerza, preparándome para regresar por donde vine en cualquier momento.

—¿Qué me dices de tú hija?

—¿Mi hija? —la voz ronca de papá me mantuvo quieta, de repente fue como si todo mi cuerpo se congelara.

—Ya arreglaste el futuro de Yasser, ¿por qué no lo has hecho con ella?

¿Por qué hablaba de mí? ¿Con quién hablaba de mí?

—¿Alguna sugerencia?

—¿Hablas en serio, Bahir? —el tono burlesco en su voz me hizo reconocerlo, era mi tío Karim, el mayor de ellos.

—Sigo planeándolo, debe de ser perfecto.

—No puedo creer que seas el único que tiene una hija y no acepte matrimonios o acuerdos, al menos 3 Jeques pagarían oro por ella. —su charla me revolvió el estómago.

—El único hasta ahora, Diya aún no se casa. —añadieron.

—Insuficiente para mí hija. —retomó papá.

—Tiene 8 años, la edad suficiente para aún formalizarle una unión.

—No nos quedaremos aquí durante mucho tiempo, nos iremos a Italia dentro de unos años. —la confesión de papá me sacó el aire en un suspiro tembloroso que sin querer voló el polvo de los libros, levantándose hacía mi nariz y antes de que pudiera reaccionar, las partículas se adentraron por mi canal, irritando mis paredes y picando hasta mi garganta en donde un estornudo fuerte se me escapó, cerré los ojos con fuerza cuando el aire salió de manera precipitada, lastimándome la nariz y garganta, irritándolas.

Apreté los labios y me cubrí la nariz con ambas manos, abriendo los ojos con sorpresa y escuchando los pasos moverse hacía el librero, la adrenalina y todos los sentimientos que inundaban mi cuerpo hace unos momentos se disipó, volviéndose hielo enfriando mis músculos, los vellos de mi cuerpo se erizaron y sentí la piel de gallina al ver los resplandecientes zapatos negros a pocos centímetros de mí.

—Falak, sal de ahí. —su voz serena y helada me hizo temblar.

—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? ¿Un pequeño ratoncito? —el librero se movió, era inevitable e inútil moverme, así que me levanté con mis extremidades temblando, manteniendo la cabeza abajo, mirando más zapatos a mi alrededor.

Un estornudo salió de mi nariz, encogí los hombros y me cubrí con la manga de mi caftán cuando sentí que algo escurría por mi nariz.

—¿Qué hacías ahí, Falak? —preguntó papá dándome un pañuelo con el cual me limpié, levanté la cabeza mirándolo, sus ojos avellana me consumían lentamente, como si me empujara hacía abajo en dirección a un abismo.

—Me escondía de Yasser. —respondí en un murmullo apenas.

—¿Por qué? —preguntó con paciencia, sabía que se contenía delante de sus hermanos.

—Entré a su alcoba. —bajé aún más mi voz, la molestia se filtró por su rostro, tomó mi hombro y me empujó para que caminara, arrastré mis pies por el piso relucientemente oscuro de su oficina.

—Sabes que no debes entrar a su alcoba, Falak. —advirtió caminando a su escritorio para buscar algo. Me removí asustada, miré a mis tíos, todos estaban ahí, Karim, Moad y Diya, el último era el menor, el más amable y el que más me agradaba.  

—Tomó el collar que mi abuela me obsequió, sólo recuperé lo que es mío. —fruncí el ceño mientras sacaba la cadena de mi bolsillo y se la mostraba para que me creyera.

—¿Te gusta mucho ese collar? —preguntó mi tío Diya.

—Sí, en la luz brilla, es bonito y es mío. —repetí.

—De acuerdo, está bien cuidar lo que es tuyo. —me regaló una ligera sonrisa, sus facciones se suavizaron.

—Aún así, no debería meterse a la alcoba de su hermano.

—Él se metió a la mía primero, lo tomó de mi cajita debajo de la cama. —acusé, me dedicó una mirada de advertencia, bajé la cabeza y jugué con la cadena.

—Vete a tú alcoba, hablaremos más tarde.

—Sí papá. —murmuré caminando a la puerta.

—Falak. —advirtió como si me olvidara de algo, rápidamente levanté la cabeza y acomodé mi postura echando mis hombros hacía atrás.

—Que tengan buena noche, permiso. —miré a mis tíos, respondieron el saludo, salí de la oficina, tuve que moverme rápido para ir al otro extremo de la casa en donde apenas entré a mi alcoba sentí que el corazón se me agitaba con violencia, mi cuerpo tenso se soltó y los ojos se me llenaron de lágrimas.

El pánico se adueñó de mí, mi estómago se retorció en dolorosos nudos que me impedían respirar con tranquilidad, quería vomitar y sólo esperaba el momento.

Un castigo.

El cual llegó minutos después, papá entró a mi alcoba, mis pulmones se apretaron al detallar la aterradora regla de metal recubierta con madera en su mano derecha, sus ojos nuevamente sumiéndome en la oscuridad.

—Bahir, Bahir, ¿qué haces? —la voz preocupada de mamá inundó el pasillo, vi su silueta detrás de papá.

—Educar a la mocosa que se escabulle por los pasadizos, no te metas, Cala. —gruñó cerrando la puerta detrás de él.

Automáticamente le tendí el collar, si algo le gustaba a Yasser, lo obtenía o papá se lo daba, así que debía de dárselo para que mi hermano lo conservara, aunque fuese mío y me gustara más a mí.

Lo tomó, se lo metió al bolsillo y la piel de mi mano se escoció al recibir el primer golpe, no contuve el grito de dolor.

—Si lo quiere, lo obtiene, ¿entendiste? —tomó mi otra mano y azotó la regla en mi palma, asentí cuando el pinchazo se disparó por mi muñeca.

1…

2…

3…

4…

No sentía las manos…

5…

6…

El dolor se extendió hasta mis codos…

7…

8…

9…

Esperé otro golpe en mis manos, pero solté un grito al sentir que el último golpe llegó a mi mejilla, me asusté cuando saboreé el sabor a sangre dentro de mi boca, rompí a llorar cuando lo vi salir de mi alcoba como si nada, mamá estaba en el pasillo y pude ver que también golpeaba su mejilla antes de llevársela, dejándome sola… En la oscuridad…

Desde ese entonces traté de no meterme con Yasser, ni con papá, aunque todo quedó en la basura cuando conforme pasaban los años, las atenciones de papá crecían más y más hacía mí, regalándome collares, ropa, llevándome a lugares, aprendí muchas cosas… Cosas que no debí de aprender a mí edad, pero se quedaron incrustadas en mi cerebro durante mucho tiempo…

Capítulo 1; Soledad.

Años después.

Catanzaro, Italia.

Maritza Webster.

Abrí los ojos de golpe, sintiendo como mi corazón bombeaba con violencia contra mi pecho, mi respiración era demasiado agitada, mis pulmones a punto de un colapso, mi piel estaba cubierta de sudor y un ardor extraño se extendió por mis manos hasta mis codos.

Me senté en la cama, buscando a ciegas la lámpara, la luz tenue iluminó parte de la alcoba.

—Tuve esa pesadilla otra vez, amor. —giré a mi izquierda, con la intención de buscar algo de consuelo, pero no fue así, mi pecho se oprimió al ver el otro lado de mi cama vacío y frío.

Mi respiración se agitó aún más, algo salado subiendo por mi garganta y picando en mis ojos, alcancé su almohada y la apreté contra mi pecho, enterrando mi nariz en la tela, en busca de su aroma el cual ya ni siquiera era perceptible, 9 semanas, hace 9 semanas se había ido y no ha regresado.

Busqué la rabia para sustituir la tristeza, necesitaba mantenerme fuerte con o sin él.

Dejé la almohada a mi lado y decidí salir de la cama a las 4 de la mañana, tomé una ducha de agua tibia, me cambié de ropa y salí de mi alcoba, caminando tranquilamente hacía la puerta que estaba casi al fondo del pasillo, por precaución, la puerta no tenía manija, no después del accidente que tuvimos hace 2 semanas; Nathan se encerró y se dio un atracón de comida que lo dejó inconsciente en el piso, vomitando y ahogándose.

A veces tenía momentos lúcidos en donde buscaba comer lo que antes comía, obviamente su cuerpo aún no podía soportarlo y lo desechaba, haciendo que una repentina ansiedad y desesperación lo abrumara hasta que le inyectaban un calmante, volviendo a su estado habitual; una estatua o una momia.

La ayuda psicológica era casi nula, no prestaba atención y mucho menos hablaba con la psicóloga, cambiamos a varios, pero era imposible tratarlo aún.

Entré a la alcoba, la luz tenue me permitía ver que estaba acostado en la cama, ladeado, aferrado a una almohada, abrazándola y respirando agitadamente.

—¿Tuviste una pesadilla? —caminé hacía él, asintió, sorprendiéndome, otras veces ni siquiera se movía—. Yo también tuve una, ¿quieres escucharla? —me senté en la cama, volvió a asentir, moviendo los ojos y fijándose en mí, el corazón se me agitó—. Soñé que estaba en mi casa de la infancia, el lugar tenía muchos pasadizos y escondites, los conocía todos y siempre me ocultaba en ellos, jugando conmigo misma, pero mi padre se enojaba cuando me encontraba jugando en esos lugares, me castigaba mucho —froté mis manos, el escozor picando en mi piel, suspiré profundamente— supongo que por eso nunca los castigué a ustedes, no quería recordar cosas malas.

Lo miré, parpadeó lentamente, me acerqué aún más, toqué su cabello, se sentía extraño, era poroso, reseco y sin vida, sin importar cuantas veces lo ayudara a lavarlo; se veía sucio.

—¿Quieres contarme tú pesadilla? —susurré.

Negó cerrando los ojos y acomodándose casi sobre la almohada, seguí tocando su cabello hasta que se quedó dormido, su respiración calmándose hasta volverse suave.

Arrastré la mano por su brazo, sintiendo su piel también opaca y reseca, me quedé con él unos minutos más, mirándolo dormir tranquilamente, se movió al otro lado, estirando las piernas y un brazo, me levanté para arroparlo, tomé la frazada y la levanté un poco, descubriendo lo que había debajo de la almohada cuando la acomodé, era una sudadera oscura, la toqué y sentí algo duro debajo, aparté la tela descubriendo un porta retrato mediano.

Un par de lágrimas escurrieron por mis ojos al ver la fotografía, Pam y Nathan, ambos sonriendo, felices, ella usando la sudadera, los ojos de ambos brillaban con tanta intensidad que parecían irreales.

Miré a Nathan que seguía dormido, dejé todo como estaba y salí de la alcoba, sintiendo como todo se cernía sobre mí, aplastándome, comprimiéndome y llevándome a un abismo oscuro que sólo me apretaba cada vez más.

Dios Santo.

No podía hacer todo esto yo sola, lo necesitaba, necesitaba a Santiago, tenía que apoyarme en alguien más fuerte y sólido que yo o sino iba a colapsar.

Él no estaba y no le importaba…

Pasé varias horas en la sala, pensando, buscando y anhelando recobrar las fuerzas que tenía hace semanas, pero estaba agotada.

—Hola mamá, buenos días. —la voz de Kenn me hizo parpadear, se acercó a mí y besó mi mejilla.

—Hola cariño, buenos días, ¿cómo dormiste? —me aclaré la garganta, bajando el nudo que me estrangulaba por dentro.

—Meh, normal, ¿qué tal tú? Te ves agotada. —me detalló, sus preciosos ojos tiñéndose de preocupación tan temprano.

—No lo estoy, simplemente ya no he tenido tiempo de ponerme todas esas mascarillas y tratamientos que antes usaba. —logré formar una pequeña sonrisa que sólo lo hizo sospechar aún más.

—Deberías salir a despejarte un rato, Dan vendrá junto con Nonna.

—¿Ah sí?

—Sí, descansa un poco. —besó mi cabeza y salió.

Desayunamos juntos, la mucama dijo que Nat aún no despertaba, quería que descansara, pero el enfermero llegó para administrarle los medicamentos, así que lo despertó, le pusieron el suero, le inyectaron las vitaminas y todas las cosas que necesitaba, le revisaron el pulso, la presión y le recomendaron salir al sol unos minutos al día o al menos; acercarse a la ventana para recibir un poco de vitamina D.

En cuanto Larissa y Dan llegaron, Kenn me envió directamente a mi alcoba en donde su gemelo me esperaba, Karl era el triple de terco que el menor de mis hijos y su actitud me hacía recordar a Santiago.

Se quedó conmigo un tiempo mientras yo me veía obligada a realizarme toda mi rutina de cuidado facial y capilar, Karl hablando de vez en cuando o toqueteando todos los productos, preguntando como Zuz podía fabricarlos y en base a qué los hacía.

A veces respondía sus dudas, ya que su nivel de paciencia era nulo y terminaba por buscar sus propias respuestas en internet para después brindarme los datos que encontraba ocasionalmente.

Incluso me ayudó a enjuagarme el cabello y a secarlo con la secadora, me hizo sentarme en mi peinador, imaginé las veces que su padre hacía eso cada vez que había parido, básicamente se convertía en mis manos, secándome el cabello, peinándome, ayudándome a vestir o darme besos cada vez que podía… Todo eso antes de embarazarme por última vez de los gemelos en donde sus atenciones y mimos mermaron violentamente.

En alguna ocasión lo dijo, no directamente, pero dio a entender que él no quería más hijos, 3 eran suficientes y su karma llegó con 2 bebés de golpe, tuvo que aguantarse, por suerte; los gemelos eran todo lo que podía desear en la vida y los únicos que estaban pegados a mí en cualquier momento.

Vi el reflejo de Karl en el espejo, se veía tan concentrado pasando la secadora por los mechones de cabello, arrugando suavemente las cejas, su cabello rubio oscuro tenía algunos reflejos dorados, las puntas del flequillo le rozaban la nariz, tenía la mandíbula muy marcada, una nariz fina y larga igual a la de su padre.

Mis hijos habían obtenido buenos genes y lo supe desde que eran niños, me sentía satisfecha con ello.

—Lista. —bajó el secador y sonrió un poco mirándome por el espejo, pasó el cepillo suavemente por mi cabello antes de que yo vaciara unas gotitas de aceite en sus manos para que lo esparciera.

—Karl… —solté una risita al ver que se limpiaba las manos en el chándal después de haberme aplicado el producto—. Gracias mi amor. —me giré para mirarlo.

—Por nada, 4 besos. —pidió inclinándose, rápidamente besé sus mejillas, dándole más de los besos que él me dijo—. Si me diste de más no esperes a que te los devuelva. —advirtió sonriendo con suficiencia, como lo haría su padre.

Respiré profundamente.

—Intentaré no hacerlo.

Cuando estuve más presentable, bajamos al jardín trasero a merendar un poco, sorpresa me llevé al ver a Nat sentado en una mecedora sobre el césped, moviéndose ligeramente mientras que el perro que le compró a Pam, le olfateaba los pies descalzos o le lamía las manos cada vez que él intentaba tocarle la cabeza, sólo usaba una bermuda gris, los rayos del sol bañándole la piel opaca, incluso la tinta negra se veía descolorida, tenía el cabello largo y la barba comenzaba a oscurecerle la mandíbula.

—Te hace falta un buen corte de cabello, luces como un vagabundo. —le dijo Karl, el perro se levantó en sus patas traseras para recargarse en las piernas de él—. ¿No es así muchacho? Tú padre parece un vagabundo.

—Sus tíos tampoco se ven muy presentables que digamos. —les dijo Larissa, Dan arrugó las cejas.

—¿Qué te pasa, Nonna? Nos vemos bien. —se ofendió, después de todo, los gemelos aún usaban el pijama, Dan llevaba jeans y una playera simple.

Kenn comenzó a jugar con Balto, me senté a un lado de mi suegra, Dan y Karl hablaban, Nat no quería hablar con nadie, simplemente se mecía en la mecedora.

—¿Sabe algo sobre ellos? —pregunté tomando el vaso de limonada que la mucama sirvió.

—Siguen en Cracovia, no hay registro de algún hospedaje, así que supongo que están viviendo con Jankiel. —suspiró suavemente—. Aytron está furioso y le advirtió a Santiago que no volviera hasta que pasaran los 3 meses que él dijo.

—Aunque quieran volver…

—No van a poder, te lo repito, Aytron está ardiendo en rabia. —miró a Nathan—. ¿Cómo estás tú? —sentí que tomó mi mano.

—No puedo más, después del último accidente; lo necesito, sea como sea, lo quiero a mi lado. —confesé sintiendo como las lágrimas aparecían otra vez.

—Lamento decirte esto, pero debes resistir un poco más, intenta mantenerte firme, por ellos, no sé en que momento dejaron de tener un padre y me siento culpable al haber tenido un hijo que hiciera todo esto.

—¿Saben algo de Zachary? —me limpié con una servilleta al sentir que Kenn me miraba de reojo.

—No, es como si se encerraran en una burbuja, ni siquiera Rafael sabe algo.

—Creo que nosotros estamos haciendo lo mismo, ¿no? Encerrarnos.

—Es lo mejor que podemos hacer en situaciones como estas. —asintió, vi que Nat movía una mano, rápidamente el perro corrió hacía él, desesperado por conseguir su atención, acarició su cabeza mientras que Nat levantaba el rostro hacía el cielo durante unos segundos antes de que una mueca se formara en sus facciones, me levanté rápidamente caminando hacía él.

—¿Necesitas algo, amor?

—Sombra, me duele la cabeza. —respondió ronco.

—De acuerdo, ¿quieres que te ayude? —me moví hasta estar frente a él, negó, se apoyó en los brazos de la mecedora y se levantó lentamente, tomé uno de sus brazos al ver que las piernas le temblaban.

—¿Por qué no me llamas? —llegó Dan para sujetar su otro brazo.

—Sólo quiero ir a la sombra. —respondió bajando la cabeza y respirando profundamente antes de caminar, lo sentamos al lado de Larissa, el perro colándose debajo de la mesa para estar cerca de él.

—Alguien te extrañó mucho. —le dijo la abuela.

—No soy el único a quien extraña. —murmuró bajando la mano, el perro metió la cabeza entre sus piernas, Nat le tocó la cabeza—. La extrañas mucho ¿verdad? yo también lo hago, cada maldito segundo. —su voz se volvió más ronca y ahogada, como si estuviese aguantando las lágrimas, el perro gimoteó antes de comenzar a gruñir suavemente.

—Estoy segura de que ella los estará cuidando desde…

—Ni siquiera lo digas. —negó Nat sin dejar de mirar al perro.

—Ya sabes dónde. —finalizó mirando hacía otro lado.

—¿Cuánto crees que te tome recuperarte? En verdad te necesitan en la empresa, algunos tíos vinieron para ayudar al abuelo en la oficina. —le dijo Dan.

—El tiempo que sea necesario. —suspiró profundamente.

—Disculpe, la señorita Miller y el señor Farrell vienen a ver al joven Nathan. —avisó la mucama, mi hijo se quejó suavemente.

—¿Quieres verlos? —pregunté.

—Sí. —murmuró, la mucama entró y los amigos salieron, la hija de Rafael ya tenía 5 meses de embarazo y debido a su complexión delgada, se le notaba aún más.

—Hola, buenas tardes. —saludó la francesa.

—Buenas tardes. —respondimos.

—¿Cómo está rojito bebé? —sonrió Kenn, Nat se levantó lentamente.

—Está bien, creciendo y a veces moviéndose. —sonrió caminando hacía mi hijo, lo abrazó como pudo, Nat recargó los brazos en sus hombros, Stef también se acercó para abrazarlo en cuanto la chica lo soltó—. ¿Ya sales más seguido? —se limpió los ojos.

—Me sacaron a la fuerza. —respondió Nat de mala gana, todos nos sentamos.

—Gracias a dios lo hicieron, Casper tiene más color que tú.

—Ajá, ¿y tú porque sacas tanto la barriga? ¿Quieres sacar a rojito a la fuerza? —le preguntó Nat arrugando las cejas, una sonrisa se me escapó de los labios, Stef rió un poco.

—No sé si ofenderme o alegrarme por escucharte bromear de esa manera. —negó Leah con cierta indignación.

—Tú dirás. —Nat encogió un hombro, sonreí aún más, sintiéndome… Más ligera.

—Yo si me alegro de escucharlo decir bromas. —le dijo el amigo.

—Tú te alegras más con Nathan que conmigo. —reclamó Leah.

—Es que Stef a veces es pasivo. —una ligera, sutil y apenas visible sonrisa curvó los labios de mi hijo, dejando de lado el comentario que hizo, el corazón me saltó de alegría.

—Uy… Ya comenzamos con los comentarios gays, me gusta, Nat siempre quiere ser el macho italiano. —aplaudió el pelirrojo, Dan soltó una ligera carcajada.

—No comiencen con sus cosas groseras en frente de Maritza y Larissa. —los regañó Leah, yo simplemente vi como mi hijo convivía y hablaba más que otras veces, al menos durante unos minutos, porque después de un rato simplemente se quedó callado, con la mano izquierda tocándole el vientre a la chica, sumido en sus pensamientos y respirando profundamente de vez en cuando.

—¿Ya se te acabó la batería social? —preguntó Karl, Nat lo ignoró.

—Deberían ponerlo al sol otro rato a ver si se vuelve a cargar. —dijo Kenn frunciendo el ceño.

—Sabes… Hace tiempo pensé en algo muy estúpido, tenía planeado lo que haría una vez que Impera se fuera, porque sabía que lo haría, no creí que la Sacra estuviese bajo mis narices. —murmuró distraídamente.

—¿En qué pensaste? —le tocó el cabello, vi como los ojos grises le brillaban con ternura cuando le hablaba a Nat, sabía que el cariño de ambos era mutuo y la primera vez que mi hijo vio a Leah me pidió “comprársela”, incluso le ofreció sus ahorros a Rafael, claramente el hombre le dijo que no estaba a la venta, pero podría visitarla cuando quisiera, la niña tenía 3 años en ese entonces y mi hijo acababa de cumplir 12 años.

Siempre supe que ambos se llevarían bien y no me equivoqué con eso, prácticamente es como su hermana, se defienden y se molestan el uno al otro.

—Ya estaba casado, sólo me faltaba tener hijos. —respondió suavemente, como si fuese un secreto, pero todos lo estábamos escuchando claramente.

El nudo se apretó en mi garganta.

—Planeaba dejarlo todo, irnos a Nueva York, trabajar mientras ella iba a la universidad y después tener hijos, todo perfecto. —sonrió como si lo estuviese imaginando, un ligero destello iluminó sus ojos y mi pecho colapsó al ver que los ojos se le opacaban otra vez—. Pero ahora soy viudo a los 26 años.

—Algún día te casarás otra vez y tendrás hijos. —se limpió los ojos y tocó su brazo, la mano de Nat aún seguía en el vientre de la chica.

—No, ya no quiero eso, después de ella, ya no quiero nada más. —negó volviendo a suspirar profundamente.

—Deja que el tiempo pase…

—Ya pasaron 2 meses y se siente jodidamente igual, estoy agotado. —se alejó lentamente de ella, miró a Dan quien reaccionó rápidamente para ayudarlo a levantarse y subirlo a la alcoba.

No miró ni se despidió de nadie, vi como Balto lo seguía hasta que entraron a la casa y desaparecieron de mi vista, Stef se acercó a su novia, no paraba de limpiarse los ojos.

—¿Quieres irte? —preguntó, ella asintió.

—Gracias por visitarlo un rato. —me levanté para despedirme de ellos.

—Gracias por recibirnos. —me dijo Leah, la abracé.

—Si necesitan cualquier cosa no duden en pedirla a Axel o a mí, ¿tienen mi número? —habló Stef.

—Estoy segura de que Dan lo tiene. —sonreí un poco.

—Aún así, le dejaré la tarjeta. —sacó su cartera y me entregó una tarjetita con sus nombres, números telefónicos e incluso correos.

Se despidieron y se fueron, yo decidí subir con Nat, me acosté a su lado y sentí que comenzaba a juguetear con mi cabello.

—Creo que… Me gustaría hablar con la psicóloga. —murmuró horas más tarde, cuando la oscuridad tomó poco a poco la alcoba y la luz tenue apenas alcanzaba a iluminarnos sutilmente.

—Claro que sí mi amor, ¿mañana en la tarde?

—Sí… —suspiró sin dejar de jugar con mi cabello durante todo ese tiempo.

—La llamaré mañana temprano, ¿quieres comer algo?

—No.

Lo miré, tenía los ojos cerrados, respiraba profundamente mientras sus dedos seguían moviéndose hasta que finalmente se quedó dormido, me acerqué a él, besé su frente.

—Buenas noches mi amor, te amo. —susurré mientras me levantaba sigilosamente, no quería despertarlo.

Salí de su alcoba, cené con los gemelos, Dan y mi suegra, Aytron la recogió después de comer, Dan se fue unos minutos más tarde, los gemelos le dieron una vuelta a Nat que seguía dormido como si nada y se fueron a acostar, los arropé, porque sin importar la edad que tuvieran, yo siempre les daría un beso de buenas noches antes de dormir, me duché con agua caliente sin lavarme el cabello, me puse el pijama e intenté, como todas las noches, llamarle a Santiago.

Los ojos se me llenaron de lágrimas al escuchar el buzón de voz.

—Maldito hijo de puta. —susurré acomodándome en la cama, lancé su almohada al suelo y me acurruqué en la mía, apartando las lágrimas e intentando dormir.

Tenía que descansar bien para mañana, Nat al fin había pedido hablar con la psicóloga y eso ya era el avance que tanto anhelaba tener, sólo esperaba que esta vez, participara un poco más…

Capítulo 2; Amenaza.

Cracovia, Polonia.

Jackson Webster.

La música sonaba de una manera ensordecedora, el alcohol ya ni siquiera me producía picazón en la garganta, sentía los labios adormecidos, el sudor me pegaba la ropa en la piel, agua me escurría por mi cabello y rodaba por mi frente, me limpié con el dorso de la mano, me hice hacía atrás el cabello y volví a empinarme la botella tratando de buscar una manera de apaciguar todo lo que tenía en el pecho.

La imagen… Aquella imagen que no me dejaba de inundar la cabeza volvió a instalarse delante de mí, verla en el suelo, suplicándome con la mirada, las lágrimas amontonándose en sus ojos, rogándome… Gritando por ayuda… El estómago se me revolvió como ese día en el que vi cuando la subían a la lancha.

Gritando.

Rogándole a mi padre quien se mantuvo firme e inexpresivo.

Líquido amargo subió por mi garganta, me levanté del sofá y corrí al baño, pasando entre la gente que no paraba de tomar, logré encontrar un cubículo vacío y apenas alcancé a llegar al retrete, vacié todo lo que había en mi estómago.

Mis rodillas cedieron y terminé cayendo al piso, como ella cuando le rogó a mi padre que no lo hiciera.

El pecho se me contrajo y algo salado subió por mi garganta al recordar como se aferraba a él, Erek burlándose mientras la jalaba por detrás y la obligaba a separarse, en ese momento la duda cruzó las facciones de papá, pero era demasiado tarde para arrepentirse.

Ni siquiera tuve el valor de ver como la subían a la lancha, sus gritos… La manera en la que gritaba me aniquiló por dentro, tuve que apartar la mirada o terminaría yendo por ella sin importar qué.

No era justo.

No era honorable ni correcto lo que hicimos.

Pero lo hicimos y no había vuelta atrás.

Me levanté del suelo con las piernas temblando y los ojos húmedos, sorbí por la nariz, escupí un par de veces para alejar el sabor amargo y me limpié, bajé la cadena para después salir y enjuagarme el rostro y la boca.

Mi respiración agitada parecía hacer eco en el baño, la música no era tan fuerte y al parecer estaba solo, pasé saliva.

Sin importar que hiciera cualquier cosa para distraerme o liberarme de la culpa, no funcionaba, sentía el pecho pesado y el estómago adolorido, a todo eso que ya sentía, se sumaba lo que le había pasado a Nat.

Casi se muere… En realidad, estuvo a punto de morirse, 8 días inconsciente…

—Ey, ¿ya nos vamos? —un ebrio Konrad entró tambaleante al baño. Me sequé con las toallas desechables.

—Sí, ahora voy. —respondí, utilizó el mingitorio, regresé a la mesa para pagar la cuenta.

Creí que salir a un club con él me dejaría lo suficientemente ebrio como para sentir algo que no fuese el alcohol en mi cuerpo, pero me equivoqué, me sentía peor que cuando entré.

Ambos salimos, uno de los choferes nos llevó a la propiedad de los Borkowski, quienes se ofrecieron a darnos asilo mientras la Sacra nos “aceptaba”, lo cual aún lo veía difícil, nuestra familia perteneció durante generaciones a la mafia ‘Ndrangheta, era imposible cambiarse de grupo así como así, pero Jankiel nos ofrecía protección, después de todo, también la Sacra planeaba atacar a mi familia, lo cual me ofendía y me parecía estúpido y provechoso.

Legal ya no existía, no había quien defendiera a mis hermanos, abuelos ni madre.

Así que papá buscaba extender la protección para ellos también, tratando de aliarse con Valerio Lorza quien se había posicionado como el Capo de la Sacra al ver que Toledo aún no aparecía después de que se encontró su barco incinerado.

Entramos a la mansión, caminé pesadamente hacía la alcoba que ocupaba con mi esposa, me adentré intentando no hacer ruido, pero ella estaba despierta, esperándome sentada en el pequeño comedor que teníamos al otro lado de la cama, cerré la puerta a mi espalda.

—Últimamente estás bebiendo mucho. —entrecerró los ojos.

—Lo sé. —respondí quitándome los zapatos, me desabroché la camisa y el jean mientras caminaba a la ducha.

Sentía la piel pegajosa.

—¿Por qué?

—No lo sé.

—Sientes culpa. —indicó siguiéndome, abrí la regadera.

—¿Qué te hace pensar eso? —me giré para mirarla, el alcohol no aplacaba mi pecho, pero si me hacía sentir mareado, apenas podía hablar claramente.

—Tengo dos suposiciones, o sientes culpa o sentías atracción por ella. —casi me aniquiló con los ojos.

—¿Disculpa? —levanté una ceja.

—La otra noche te escuché jadear su nombre… O murmurar, pero escuché claramente que decías; Pamela… Pam, ¿soñaste con ella? —cruzó los brazos.

—Sinceramente, no recuerdo nada. —me quité el bóxer y entré a la ducha. El agua refrescándome la cabeza.

—¿Te parecía atractiva?

—¿En verdad me estás preguntando eso ahora? Ya falleció hace casi 3 meses. —comencé a ducharme.

—Quiero asegurarme.

—Claro, no se me vaya a ocurrir contactarla por una Ouija y serte infiel. —solté con ironía.

—¿Qué? Podría presentarse como un íncubo.

—Súcubo mi amor, el demonio sexual femenino se llama Súcubo. —corregí enjuagándome el cuerpo.

—Sólo responde, ¿te parecía atractiva? —insistió.

—No. —respondí terminando de ducharme, tomé una toalla y la envolví en mi cintura, ella seguía mirándome fijamente.

—¿Seguro?

—¿Dudas de mí? —tomé su cintura y la pegué a mí, envolvió los brazos en mi cuello.

—Es que todo ha sido tan raro, no me gusta que salgas con mi hermano. —hizo una mueca.

—¿Por qué? —toqué sus mejillas, su piel siempre estaba suave y brillante.

—Konrad es un mujeriego, tú eres mi esposo, es extraño saber que sales con él a beber y regresas ebrio a casa, directamente entrando a la ducha, me hace sentir insegura.

—¿Prefieres que me acueste contigo sudado y apestando a cigarrillos? —fruncí el ceño.

—Sabes a lo que me refiero. —rodó los ojos, me incliné hacía ella, alcanzando sus labios, rápidamente nuestras lenguas se encontraron durante algunos segundos.

—Zuzka, llevamos conociéndonos más de 10 años y tenemos 3 años de matrimonio, las inseguridades no van conmigo y tampoco deberían de ir contigo. —afirmé, ella se lamió los labios.

—Tienes razón, supongo que es todo el estrés, ¿sabes algo de Nat? —se separó un poco, la solté para ir al vestidor y cambiarme.

—No tengo comunicación con nadie. —confesé, mi corazón se apretó al recordar la rabia de mi Nonna cuando se dio cuenta de lo que hicimos, mi abuelo básicamente nos desterró de Catanzaro y sinceramente no tenía el valor de llamar a mi madre.

Era un jodido cobarde.

—Ayer quise conversar con Kenn, pero no está muy abierto a charlar conmigo en este momento, hicimos videollamada para que Massi lo viese, está triste. —me siguió, respiré profundamente.

—Ya casi se cumplen los 3 meses, regresaremos y resolveremos algunas cosas. —me tiré en la cama después de ponerme un bóxer, nuevamente, me siguió, se acomodó a mi lado, abrazando suavemente mi cintura, me giré hacía ella para envolverla en mis brazos.

—Papá aún se ve preocupado, no sé que piensa, no quiere conversar.

—Es que las cosas han sido difíciles últimamente.

—Massi preguntó por ti antes de dormir.

—Lo veré mañana al despertar. —cerré los ojos, relajándome al tenerla pegada a mí, sintiendo su calor y su aroma, mi sistema apagándose e ignorando momentáneamente el huracán que arrasaba con mi pecho.

Sólo necesitaba unos minutos de paz, los cuales conseguía durante un rato en la noche, antes de que la tormenta aumentara y las pesadillas aparecieran en la madrugada, agotándome, desgastándome y la culpa llenándome, ahogándome otra vez.

...⊱⋅ ────── ❴ • ✿ • ❵ ────── ⋅⊰...

Abrí la lata de bebida energética y le di un trago, las burbujas picando en mi lengua y garganta, vi como el auto deportivo de Konrad entraba a la mansión, me acerqué a la puerta del copiloto.

—Llegas tarde. —vi que tomaba un celular de carcasa roja con diseños extraños, fruncí el ceño al detallar las letras P y N entrelazadas, erguí la espalda mientras él bajaba como si nada.

—Ya no tenía gasolina, pasé a llenar el tanque y le compré algo a Massi. —levantó el juguete.

—¿De dónde sacaste ese celular? —pregunté, ambos caminando a la entrada.

—¿Qué celular?

—Sabes bien a que me refiero. —sujeté su brazo, me miró con algo de diversión.

—Está desactivado, tranquilo. —sonrió como si nada, se soltó y entró.

—¿Estás demente? Nathan se lo regaló, pueden rastrearlo incluso si está en el fondo del mar, ¿lo encendiste? —sentí que la sangre me burbujeaba, maldita sea, me mudé a Cracovia para no lidiar con fallos irresponsables y Konrad era una copia aún más infantil que mi jodido hermano.

—Lo hice y no pasó nada, así que relájate, lo desactivé, lo llevé a que lo revisaran y es indetectable ahora, ¿contento? —rodó los ojos con fastidio, apreté los labios, resistiendo las ganas de darle un puñetazo.

—Mira quien llegó, el más puntual del mundo. —mi esposa sonrió, su hermano se acercó a ella, la abrazó y besó su cabeza.

—¿Y Massi? Le traje un juguete.

—Le están saliendo más dientes, Jackson lo durmió hace un rato. —suspiró tomando la cajita de bloques grandes para que jugara mi hijo, dejé la lata de lado y me froté el rostro—. ¿Qué pasa? —me miró.

—Nada, tú esposo es algo paranoico. —se burló.

—Y tú un jodido irresponsable, aún conserva el celular de Pam. —solté a punto de estirarme el cabello.

—¿Qué? —papá lo miró con el ceño fruncido.

—Ya lo arreglé, es indetectable, por dios. —caminó al mini bar, Jankiel entró seguido de Erek.

—¿Por qué lo conservas aún? —preguntó Zuzka cruzando los brazos.

—Como un recuerdo, es inofensivo, ¿bien? —se sirvió un vaso de whisky.

—Más te vale, no podemos arriesgarnos a tener algo que nos una directamente a la muerte de Pam. —le dijo su padre.

—¿Por qué? ¿Acaso la van a investigar? ¿Quién lo hará? Los alemanes están prácticamente encerrados en su casa, no hay movimiento de nada.

—Dios, dame el jodido celular. —exigió Erek.

—No te daré ni mierda.

—¿Para qué quieres conservarlo? ¿Acaso te gustaba la muerta? —se burló, el estómago se me revolvió.

Muerta…

—Era linda. —respondió inclinándose el vaso, papá bufó al igual que mi esposa, tenía ganas de vomitar, sentí la mirada de Zuz sobre mí.

—Él lo dijo, no yo. —le regresé la mirada.

—¿Qué pasa hermanita? ¿Estás celosa de una muerta? —se rió Konrad.

—Para nada, simplemente estoy cansada de escuchar sobre ella, ya no está con nosotros y al menos debemos de tener respeto por los fallecidos. —suspiró pesadamente.

—Que santa y devota eres. —siguió con la burla, le advertí con la mirada que cerrara la boca, volteó los ojos.

—No le hables de esa manera a tu hermana. —advirtió Jankiel.

—Lo siento Zuz. —murmuró segundos después.

—El celular. —insistió Erek, Konrad bufó antes de entregárselo.

No pasaron ni 2 segundos cuando un celular sonó, el chico sacó el suyo, lo puso sobre la barra y respondió mientras se servía otro trago.

—Konrad Borkowski, ¿quién habla?

Nos quedamos en silencio, no se escuchó nada, ni siquiera estática o algo, simplemente la otra línea estaba en silencio.

—¿Hola? ¿Tienes algo que decir? —se inclinó sobre el aparato.

—¿Disfrutaste recortarme de las fotografías? —una voz ronca, apagada y verdaderamente amenazante se escuchó.

—¿Disculpa? —Konrad frunció el ceño.

—¿Te gustaron las fotografías que te enviaste al celular?

—¿N-Nathan? —la voz de Konrad tembló, abrí los labios y caminé lentamente hacía la barra, deteniéndome a medio camino.

—En cuanto te vea, no sólo te voy a arrancar los dientes, sino las uñas también, una por una, maldito enfermo de mierda. —la gélida voz de mi hermano hizo eco en la sala, vi que incluso Konrad palidecía.

—¿Cómo te atreves a amenazar a mi hijo, Nathan? —habló Jankiel.

—¿Amenazar? Es una jodida promesa que se extiende a usted y a su otro puto hijo.

—¿Ya tienes fuerzas para decir pendejadas? ¿Te estás recuperando bien? —el hombre llegó hasta la barra, miré a papá, él seguía atento, mirando el celular y escuchando.

—¿Por qué no viene a comprobarlo por si mismo?

—Pronto te visitaré y llevaré un arreglo lindo de flores para la tumba de tú novia. —sonrió.

—Jankiel… —murmuró papá como si le advirtiera de algo.

—Gracias, yo me aseguraré de que Zuzka reciba los restos de su padre y hermanos, junto con lindos arreglos florales.

—Cuelga. —le ordenó a Konrad, él tomó el celular.

—Una cosa más. —habló Nat.

—¿Qué? —bramó Konrad.

 —El celular no está desactivado, me gustan las estatuas que están en el jardín delantero, los escoltas cambian de puesto cada 5 minutos, ¿no es así? —el tono que utilizó se sintió como algo helado recorriendo la espalda, a todos nos sorprendió lo que dijo porque nos quedamos quietos, mirándonos y apenas respirando.

Cortó la llamada, acentuando el silencio dentro de la sala.

—¿Está aquí? —preguntó Zuzka en un pequeño susurro que nos despertó a todos, Jankiel salió hecho rabia de la sala, Konrad apenas podía respirar.

—Te dije que podría rastrearlo. —lo señalé.

—¡Ya lo había mandado a desactivar! Creí que estaba bien. —se alteró.

—¿Qué? ¿Acaso le tienes miedo? —se burló Erek, estrelló el celular en el suelo, la pantalla volviéndose añicos cuando lo pisoteo varias veces.

—No, ¿pero como supo lo de las estatuas y los escoltas? —se aclaró la garganta.

—¿Cómo lo hizo, señor Webster? —miró a mi padre.

—No lo sé, pero lo averiguaremos. —fijó los ojos en mí, pasé saliva.

—Llamaré a mamá. —saqué mi celular y busqué su número, sorprendentemente respondió al tercer tono, deseaba… Anhelaba que no hubiese respondido, ¿qué le diría?

—Hola.

—Hola, ¿cómo estás? —me froté la nuca.

—¿Sólo eso? ¿Después de casi 3 meses sólo eso? —su voz apagada y agotada me formó un nudo en la garganta.

—Lo siento. —miré hacía otro lado.

—¿Tú padre está ahí?

—Sí. —murmuré.

—Entonces habla con él, porque yo no quiero hablar con ninguno de ustedes. —la rabia le brotó y colgó.

Me lamí los labios, mi garganta doliendo a un más, el nudo haciéndose cada vez más grande que incluso me costaba respirar.

—¿Qué te dijo? —preguntó papá.

—No quiere hablar. —logré responder después de carraspear un poco, tenía la boca seca.

Negó lentamente y salió de la sala, Zuzka me miró, sus facciones suavizándose lentamente.

—Vamos con Massi. —extendió una mano, suspiré y caminé hacía ella, entrelazó nuestros dedos y subimos las escaleras en dirección de la alcoba de mi hijo—. Legal ya no existe, ¿verdad? —preguntó cuando entramos y la niñera salió.

—Estoy seguro de que no. —me senté en el sofá, Massi durmiendo en su cuna, ella se acomodó en mi regazo, toqué sus piernas.

—Nathan tenía buenos escoltas, ¿por qué no pedirle a Raptor que venga?

—No vendrá.

—Todos tienen un precio, Titán lo tuvo, Raptor también debe de tenerlo. —entrecerró los ojos.

—No, él no, en verdad es leal a mi abuelo y en especial a Nathan.

—¿Por qué?

—Es su padrino de bautismo, Angelo, el abogado, también es padrino de primera comunión y confirmación de Nathan, lo cuidan como si fuese su hijo. —murmuré mirando a Massi dormir.

Preguntándome si sus padrinos de bautismo lo cuidarían del mismo modo que a Nathan.

—Vaya, creo que es afortunado, tiene a buenas y leales personas que lo cuidan. —sonrió suavemente.

—Así es.

—¿Qué hay de los demás?

—Aunque Nathan ya no sea Capo, mi abuelo sigue siendo el Don, los escoltas están bajo sus órdenes y después de que Legal se desintegró; sólo conservó a los más leales, los demás se unieron a otros clanes, los Coppola tomaron fuerza al igual que Iván Greco, el idiota se quedó con el muelle. —apreté los dientes.

—Debe de ser difícil para ustedes permanecer quietos aquí, te aseguro que Erek está resolviendo rápidamente la alianza con la Sacra, tú padre sabe cómo trabajar en estas circunstancias, le agrada a Valerio.

—¿Cómo sabes eso? —la miré.

—Porque siguen aquí y no han atacado a tu familia. —respondió, fruncí el ceño.

—¿Esa es tú manera de calmarme?

—Tengo otros métodos, pero te ves preocupado y no sé sí quieras hacerlo estando así. —peinó mi cabello.

—Sólo quiero acabar con esto, necesito volver a la empresa. —me tallé un ojo al sentir picazón.

—No hagas eso, te tirarás las pestañas. —me regañó, me miré los dedos y ella se quejó al ver un par de pestañas en ellos, sonreí un poco.

Se acurrucó en mi pecho, enterrando el rostro en mi cuello y suspirando, la acuné en mis brazos.

—Todo mejorará muy pronto, ya lo verás.

—Eso espero. —murmuré cerrando los ojos, sentí que besaba mi cuello, sonreí un poco apretándola contra mi cuerpo y sumiéndonos en un relajante silencio, escuchando los suaves ronquidos de mi hijo—. Ronca igual que tú.

—Yo no ronco. —soltó una risita.

—Lo haces y se escucha exactamente igual. —asentí.

—Deberías grabarlo.

—Lo haré. —giré el rostro para besar su frente.

—Te amo.

—Yo también te amo, nena.

Regresamos a nuestra pequeña burbuja silenciosa y feliz…

Santiago;

Insistí por tercera vez, ahogué un bufido de frustración al escuchar que ahora el número estaba fuera de servicio.

Inhalé profundamente, buscando calmarme, pero no pude hacerlo, sentía que iba a explotar, la puerta de mi alcoba se abrió.

—¿En qué puedo ayudarle, señor? —habló Titán.

—¿Tienes información nueva?

—Ninguna importante, señor. —negó.

—¿Seguro?

—Su hijo comenzó a tratarse desde hace la semana pasada, un psicólogo ha ido tres veces durante la semana, se queda en casa dos horas y después sale. —vaciló un poco.

—¿Por qué no lo dijiste antes? —me acerqué a él.

—Porque dijo que no quería perder el tiempo conociendo la salud de su hijo. —se aclaró la garganta.

—Pues ahora lo van a mantener vigilado las 24 horas del día. —ordené.

—¿Alguna medida en especial?

—Sólo avísame de cualquier cosa que haga.

—Sí señor, ¿eso es todo?

—¿Qué tal va todo? —hice un ademán mirando hacía la ventana.

—Los escoltas hicieron rondines, no hay nada, reforzaron la seguridad, Jankiel se puso rabioso, ¿puedo saber lo que ocurrió?

—Nathan le llamó a Konrad y lo amenazó, comienza a despertarse, preferiría que se mantuviera calmado un par de meses más. —confesé cruzando los brazos.

—Entonces no está rabioso, sino nervioso.

—¿Lo crees?

—Considero que Nathan es alguien a quien no debemos subestimar, no lo conozco como hijo, sino como Capo y si el señor Aytron lo puso en ese puesto fue por algo…

—En vano, porque fracasó. —recalqué.

—Con todo respeto señor, quien acabó con Nathan no fueron los enemigos, sino su propia familia.

—¿Qué insinúas? —entrecerré los ojos, mirándolo fijamente, sintiendo como mis latidos se aceleraban lentamente, la sangre corriendo por mis venas más rápido y mis respiraciones tornándose más profundas y largas.

—Sí usted y el joven Jackson no hubiesen intentado comunicarse con Marwa, intentando desesperadamente destronar a su hijo, Nathan seguiría siendo Capo y la señorita Köster estuviese viva aún.

—Lárgate. —hice un movimiento con la cabeza.

—Permiso señor. —asintió y salió.

Lo había dejado claro, merecía un poco de crédito por todo esto, Nat no estaba preparado y no iba a permitir que mi desordenado hijo se impusiera ante mí, ¿yo rendirle cuentas a él? Nunca.

No me arrepentía de nada.

Jamás me arrepentiría de nada.

Pasé el resto del día tratando de comunicarme con Maritza, pero después de varios intentos me di por vencido, llamé a Kenn, demoró casi 4 tonos en atender la llamada, pero lo hizo.

—¿Sí? —respondió apenas en un murmullo.

—Pásale el celular a tu madre. —ordené. 

—Está con Nathan.

—Entonces llévale el puto celular, Kennedy. —me pellizqué el puente de la nariz.

—No puedo.

—¿Por qué carajos no? —la impaciencia me recorrió el cuerpo.

—No sé en dónde están, Karl y yo nos quedamos con Nonna en su casa, mi abuelo salió con mamá, Nathan y Dan. —explicó soltando un pequeño suspiro… O liberando el aire suavemente.

—Perfecto. —murmuré cerrando los ojos con fuerza.

—¿Cuándo regresarán? —preguntó en un susurro.

—Cuando tengamos que hacerlo. —colgué, busqué el número de Dan y llamé, repitiendo la acción un par de veces hasta que respondió.

—Diga.

—¿En dónde están?

—No te lo puedo decir.

—No comiences con esa pendejada, respóndeme.

—En verdad no puedo.

—Daniel, maldita sea…

—Tengo que colgar. —murmuró y lo hizo.

Pequeño hijo de…

Me senté en la cama, me levanté y recorrí la extensa alcoba, me sentía… Enjaulado, encerrado y atado, con una puta cadena en el cuello y las manos atadas tan jodidamente fuerte que comenzaba a desesperarme.

Jamás había dependido tanto de nadie como en ese momento, recordar que varias cosas dependían de los polacos me hizo sentir inservible, yo resolvía cosas, no me gustaba que los demás se metieran en lo mío porque sólo lo jodían y eso estaba ocurriendo.

Hice lo que hice para saldar el embrollo con la Sacra, al mismo tiempo que me ganaba a Valerio Lorza al ayudarlo con el problema que tenía con Toledo, a final de cuentas; matando a dos pájaros de un tiro… Una bala que se incineró en el mar, pero después de todo, había resultado.

O simplemente tenía suerte de que ese jodido barco se quemara y que Toledo fuese por el mismo camino que la mocosa.

La duda seguía latente en mi cerebro, ¿quién había sido? ¿Quién se atrevió y cómo logró quemar el barco de Toledo? La información fue rápida, precisa y sospechosamente perfecta. Lo habían catalogado como un accidente en los circuitos, añadiéndole crédito a los supuestos cables viejos del sistema de navegación, pero me permitía dudar eso, había escuchado rumores sobre el “Averno” era lo último en tecnología marítima, era imposible que un corto circuito lo hubiese quemado, no se esa manera y si fuese así; las llamas no avanzaban tan rápido, tenían tiempo de escapar y los botes salvavidas se quemaron junto con el barco, a excepción de uno.

Jankiel se precipitaba a afirmar que Toledo estaba muerto cuando posiblemente había escapado del barco y seguía con vida, pero, sobre todo; Valerio Lorza subía como espuma, escalando puestos en la Sacra como si fuese dueño de todo, mientras que yo, el hijo del Don de la mafia ‘Ndrangheta estaba ahí, esperando un favor de él…

¿Qué mierda estaba haciendo aquí?

Sí hace meses pude matar a un Capo de la Sacra podría hacerlo otra vez, ¿no es así?

La puerta se abrió lentamente, Zuzka entró con un recién despierto Massimo, quien aún se frotaba los ojos.

—¿Nos acompaña a comer? —sonrió sutilmente, sonando amigable y mirándome como si me apreciara más allá de ser su suegro.

Siempre me miró así desde que la conocí cuando cumplió 20 años.

—No tengo apetito. —confesé, la rabia e indignación apenas me permitía respirar.

—Supongo que Nathan nos alteró a todos, Jackson y yo estaremos abajo en el comedor, con Massi obviamente. —miró al bebé, el niño se recostó en su hombro, ocultando su rostro en el cuello de su madre.

—¿Sólo ustedes? —arrugué las cejas.

—Sí, mi padre y hermanos salieron junto con su escolta, Titán. —asintió, después me dedicó una mirada discreta—. ¿No lo sabía?

—Provecho, Zuz. —luché contra el alambre de púas que se envolvía alrededor de mi cuello, apretándome la garganta y rasgándome la piel.

Abrió los labios para respirar y terminó por salir de la alcoba, apreté los puños.

Verdaderamente ya no podía esperar.

Tenía que ir a Catanzaro en cuanto antes, sin importar que los 3 meses finalizaran dentro de 2 semanas más, tenía que ir ahora mismo y aguardar o tener paciencia, ya no eran opciones para mí…

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