...Tomamos siempre decisiones. Decisiones que cambian nuestras vidas. Pero a veces... Nuestra vida cambia sin que podamos evitarlo....
...Me gustaría haber podido evitar todo esto....
...Mi nombre es Levi....
Conduzco a través de esta carretera sin final aparente, no sé a dónde lleva. Mis ojos se sienten pesados y secos, mi cuerpo entumecido y mi mente confundida. Traigo en el asiento trasero a esta chica que está agonizando del dolor... Mis manos en el volante escurren su sangre, y me pregunto... ¿Cómo llegué hasta aquí?
Bueno... Sé bien cómo llegué hasta aquí.
Llegó el momento de aceptarlo.
Hace 6 meses me mudé a la ciudad de Cuzfield, llevaba una vida relativamente normal, me mudé para iniciar mi trayectoria universitaria, ya saben, como cualquier chico normal.
Mis calificaciones no fueron algo de otro mundo, así que esta universidad no era la más sobresaliente, pero de cierto modo, no estaba mal con eso.
Recibí una beca pequeña, bien ahí, mi madre no podía costear toda una carrera universitaria. Entonces una semana antes de iniciar, tomé mis cosas, las llaves de mi auto y a mi perro, me despedí de ella, y viajé para establecerme en esta nueva ciudad.
Era una ciudad mucho más grande de la que yo venía. Rutilante, bulliciosa, iluminada de esquina a esquina, con mucha vida y yo estaba básicamente perdido.
Si uno siempre pensara en que las apariencias engañan... No se les llamarían apariencias... ¿Verdad?
— Disculpe, ¿Dónde queda la calle Esi? — Pregunté por la ventanilla del auto a una señora que iba pasando. Ya estaba en la ciudad, pero a penas tenía un papel con la dirección de mi habitación, y no, nunca supe usar maps.
— Sí, vas bien, sólo debes entrar por la tercera calle desde aquí a tu derecha.
Agradecí y seguí conduciendo hasta que llegué a mi nueva vivienda.
Estaba oscureciendo, estaba muy agotado, sentí paz al escuchar el traqueteo de la cerradura abriéndose para dejarme entrar a lo que sería mi habitación.
Era un espacio pequeño, pero acogedor, estaba iluminado de forma cálida, realmente era lo que necesitaba, aunque admito que era un poco pequeño para Reno, mi perro.
Sí, el perro se llama Reno. Es un San Bernardo.
Mi vejiga pedía clemencia así que fuí al baño, y al salir, la vejiga de Reno también pedía clemencia, entonces decidí llevarlo a pasear.
Mi cansancio era mucho, tanto que ni siquiera pensé en bajar mis cosas del carro, sólo quería dormir, ya luego me preocuparía por eso.
Reno estaba haciendo lo propio en un árbol y yo me dispuse a revisar todos los mensajes que no había podido hasta ahora, cuando del otro lado de la calle, unos niños jugaban con fuegos artificiales. Claro que no le dí atención.
Honestamente pensándolo ahora, no sé a qué echarle la culpa. No sé si a mí mismo por despistado, no sé si al cansancio, no sé si a los niños. Sólo sé que en un descuido, sus cohetes vinieron a parar hacia nosotros, y Reno corrió asustado.
¿Alguna vez han intentado frenarle la correa a un San Bernardo que corre con todas sus fuerzas? Porque yo no era el ejemplo perfecto de fuerza, era el ejemplo perfecto de cansancio, y se me zafó de las manos. De haber tratado de sostenerlo habría terminado en el piso probablemente.
Lo ví correr calle abajo y suspiré en ese momento, también me había sobresaltado por el ruido de los cohetes, pero estábamos en este sitio que no conocía y necesitaba buscar a Reno.
Bajé por la calle y ya no ví más que su celaje. En ese momento me asusté.
Seguí buscándolo por un rato más, pero no pude encontrarlo. Decidí gritar su nombre, seguramente al escucharme podría venir, pero hasta yo me encontraba perdido entonces.
Pasaron horas... Era muy de noche, empecé a pensar en la posibilidad de volver y buscarlo quizás desde el auto.
Las calles cada vez se hacían más oscuras y solas.
De repente escuché un chillido que provenía de un callejón angosto.
Me acerqué y ahí estaba Reno. Suspiré de alivio, se había escondido y temblaba. Al verme tuvo esa mirada de culpa, como si hubiera hecho algo mal. Me acerqué y lo acaricié para que se calmara. Entonces ví en mi teléfono la hora.
1:30 A.M
— Tchs. Reno, es muy tarde, debemos irnos.
Volví a sujetar su correa y me dispuse a salir del callejón, cuando escuché el llanto de alguien.
El callejón se seguía extendiendo por un tramo de algunos metros, y mis sentidos se agudizaron al escuchar ese gimoteo que provenía de más profundo en él. Me levanté muy despacio y Reno me miró con confusión.
Este es el tipo de situaciones en las cuales alguien me diría que simplemente saliera de ahí, que me fuera a mi casa, pero no fué eso lo que hice.
Le hice señas a Reno para que no se moviera, era un perro bien entrenado y se sentó inmóvil.
Me acerqué a paso lento hasta lo profundo del callejón. Mientras caminaba los ruidos se hacían más y más audibles. Era como si estuvieran arrastrando algo por el asfalto. Mi vista aún no se acostumbraba a la oscuridad del callejón. Veía muy poco.
El aire se ponía muy pesado, una brisa fría erizó mi cuerpo y escuché de nuevo ese ruido, como un jadeo, como un quejido.
Al fin pude observar una silueta. Era un hombre, estaba en el suelo, se había apoyado en la pared al final del callejón.
Pero no estaba sólo. Frente a él había otra silueta, era una chica. Una chica encapuchada. Su cabello cubría su rostro y parecía estar hablando con este hombre.
Todo en mí entró en estado de alerta. Mis ojos, mejor acostumbrados a la oscuridad pudieron distinguir mejor las figuras en medio de la noche. El hombre estaba muy golpeado, se le hacía difícil hasta respirar, se sostenía el abdomen, su camisa blanca estaba manchada de carmesí, al igual que su cabeza.
La chica frente a él permaneció en silencio, y él con dificultad por algún motivo esbozó una sonrisa.
Me sentí confundido, estuve a punto de acercarme, pero la chica entonces apuntó con un arma al hombre frente a ella.
Mi cuerpo se congeló, mis manos empezaron a sudar, mis piernas no respondían. Apreté mis manos contra mi boca, ahogando el susto. Esta chica se veía muy delgada y aquel hombre muy robusto. Mis ojos se abrieron como platos. ¿Qué estaba ocurriendo? Todo en mí me pedía correr y salir de aquel callejón, pero simplemente no podía.
Hasta la brisa se detuvo, pero... El silencio no duró mucho.
Aquella mujer disparó al hombre frente a ella. Disparó varias veces. El ruido se volvió ensordecedor, mi reacción al instante fué agacharme y cubrirme, no sé si había una razón real para eso.
Los disparos dejaron de sonar.
Me levanté nuevamente y esta chica se acercó al hombre, se agachó frente a él y observó su cuerpo, ahora muerto.
El cuerpo de aquel hombre empezó a llenarse de sangre, manchando su camisa ahora llena de agujeros de bala.
Yo no pretendía quedarme más tiempo en ese callejón que se volvió una pesadilla en segundos.
Di un paso muy lentamente hacia atrás. Mis piernas decidieron responder.
Caminé hacia atrás sin despegar la vista de aquella mujer, grave error.
Tropecé y caí, caí y de forma muy ruidosa, dejando escapar un grito ahogado.
Inmediatamente la chica volteó a verme.
Mi percepción del tiempo estaba alterada, para mí pasaron minutos, que seguramente fueron instantes. Pero la ví. Ella se levantó y la ví.
Una chica delgada, de cabello castaño y ondulado, con ojos hundidos y expresión inanimada, cuya cara estaba manchada, probablemente con la sangre de aquel hombre.
Mi corazón quería salir de mi pecho. Mis piernas en un intento de recobrarme, empezaron a patalear para buscar ponerme de pie, y mi único impulso fué correr fuera de ahí. Sí, lo mismo que tuve que haber hecho muchísimo antes.
Corrí fuera de ese callejón.
Casi en la entrada, obediente pero asustado, seguramente por también haber oído los disparos, Reno me esperaba, echado en una esquina. Tomé su correa y jadeando le pedí que corriera para irnos de ese lugar.
Nunca había corrido de esa forma en mi vida. Mi cuerpo ignoró todo el cansancio y sólo siguió, arrastrado por Reno, quien tiraba de mí, por ser más rápido.
Corrí y corrí, sin saber qué hacer, corrí hasta volver a algún sitio que me resultara más conocido.
Luego de ubicarme mejor, pude regresar a mi habitación.
Tenía las piernas entumecidas, mis manos temblaban, pero sentí alivio de ver mi habitación nuevamente.
No procesaba nada de eso. No sabía si llamar a la policía.
Miré la hora.
2:30 A.M
Había pasado una hora ya...
Pero no podía quedarme así, estaba recién llegado a este sitio, y esto podría tener consecuencias.
Llamé a la policía.
...Todos tenemos debilidades. A veces nuestra máscara se cae sin que así lo queramos....
Sigo conduciendo por esta enorme carretera, ya el sueño está empezando a hacer mella en mí.
— Levi... Quiero tomar agua...— Dice la chica en el asiento trasero, su voz apenas se oye, mientras respira con dificultad.
Extiendo mi mano sin quitarle la mirada a la carretera y le alcanzo una botellita con agua.
— Esto me duele mucho, Levi...
Sus palabras se vuelven cada vez más pesadas mientras el tiempo transcurre y sigo pensando en aquella noche...
Es increíble cómo tu vida pasa de normal a visceral en un instante.
— Entonces joven — Me veía el policía con una pequeña libreta de anotaciones en su mano — ¿Puede mostrarme dónde ocurrió todo lo que me está contando?
2:45 A.M
Llamé a la policía. Llamé y conté todo lo que había pasado y cómo había ocurrido. en minutos una patrulla estaba fuera de la residencia y un policía tocando a mi habitación.
— Sí señor, yo... Como le dije, soy nuevo en esta ciudad, pero creo recordar bien el sitio donde pasó todo.
El policía puso su mano en mi hombro. Parecía llevar una larga jornada, se le veía algo cansado.
— Te veo algo tenso, tranquilo, haremos esto con calma.
Asentí y subí a la patrulla, el policía condujo y una vez más, estuve fuera del callejón.
— Quédate detrás mío y camina en silencio, ¿Estamos de acuerdo?
Asentí con la cabeza.
Mi corazón se empezó a acelerar al ver el callejón, el miedo se apoderó de mí, mis piernas vacilaban entre caminar o huir, pero de cierto modo, tener al oficial de policía conmigo me daba seguridad.
Caminamos en completo silencio, observando el haz de luz de la linterna del policía, quebrando la oscuridad de aquel callejón. Nos acercamos nuevamente al final del callejón, donde el oficial me hizo una seña para que esperara y caminó delante hasta el final.
Había mucha calma, algo era diferente, el lugar no tenía esa misma atmósfera extraña de antes, o yo estaba tan cansado que ya no me importaba. Sólo quería llegar a casa, donde Reno me esperaba.
Transcurrieron algunos minutos y el policía salió del final del callejón, con una mirada un tanto desconcertante.
— ¿Podrías acercarte? No hay ningún peligro.
— Claro, oficial, ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?
— Por supuesto — Me hizo señas para que caminara delante de él — Puedes ayudarme por ejemplo, a identificar si este es el callejón correcto — Llegamos al final del callejón — Ya que, aquí no hay nada, muchacho.
El final del callejón estaba completamente vacío.
Un nudo se me hizo en la garganta y todo el rastro de sueño en mí se volvió a desvanecer.
— Es... Esto no puede ser... Oficial, mire, estaba aquí, la mujer estaba aquí, parada justo en este lugar, ¡Y el hombre estaba allí contra esa pared!
¿Me había equivocado? No. Este era el mismo callejón, el mismo en el que hacía poco tiempo había estado con Reno, nada de esto tenía sentido. Había desaparecido el cuerpo, no estaba allí.
— Oye hijo... — El oficial puso su mano en mi hombro — De verdad que me gustaría creer lo que dices pero, no hay nada aquí. Dices que le dispararon a una persona allí, pero, ni siquiera hay una mancha de sangre, no hay rastros de pólvora, no hay casquillos de bala. No hay nada de lo que dices, ¿Entiendes?
— No, no, no — ¿Mi mente me estaba engañando? — Se lo juro señor, yo no...
El policía me detuvo.
— Oye, dijiste que habías estado viajando durante algunas horas. ¿Estuviste tomando o consumiendo algo?
La mirada de incredulidad del oficial de policía en ese momento fué devastadora. No entendía absolutamente nada. Hacía unos momentos atrás esa pared estaba bañada en la sangre de aquel hombre. Ahora simplemente parecía que nada había ocurrido allí.
Todo apuntaba ahora a que yo era un ebrio mentiroso, y así se me trató.
Me sometí a una prueba de alcoholemia y una de antidoping, sólo para descartar el llevarme detenido en ese momento. Se me dió una charla del por qué no es bueno jugar con las autoridades y luego me dejaron en mi residencia nuevamente.
4:57 A.M
Un sentimiento de incertidumbre empezó a apoderarse de mí. Todo lo que me ocurrió, todo lo que ví, ¿No pasó? ¿Acaso estaba enloqueciendo?
Esto era mucho más de lo que podía manejar, pero nada de eso pudo ser una alucinación.
Abrí la puerta de mi habitación y Reno me saludó como de costumbre.
Me tumbé en la cama y sentí el peso de todo el cansancio sobre mí. Llevaba muchas horas sin dormir. ¿Tal vez lo había imaginado?
Miré el techo y no podía dejar de verla. Sus ojos, hundidos en sus cuencas, apuntando hacia mí fíjamente.
Eso no pudo ser obra de mi imaginación.
Aún más importante, ¿Qué había ocurrido realmente? ¿Cómo todo desapareció en tan poco tiempo? ¿Era tan fácil limpiar todo y ya?
Observé por la ventana el sol salir lentamente. Tomé el teléfono de mi mesa de noche y ví la hora.
6:32 A.M
Amaneció, y no pude conciliar el sueño.
Me levanté y decidí darme una ducha. Mientras el agua caía sobre mí, daba vueltas en mi cabeza una y otra vez sobre todo lo que había pasado. Parecía irreal, realmente pensé que estaba enloqueciendo.
Decidí simplemente hacer de lado esos pensamientos, a fin de cuentas, ya había hecho todo lo que me había sido posible.
Era de día, estaba en una ciudad nueva, había mucho por hacer, tenía mucho que preparar, y en pocos días daría comienzo a la universidad. Simplemente había sido un mal trago.
Me vestí luego de salir del baño y me preparé para terminar con la mudanza.
Estuve todo el día ordenando, limpiando y ocupando mi nuevo espacio. A pesar de no tener muchas cosas realmente me esforcé por volver mi habitación un lugar acogedor para mí. Ahí iba a pasar mis próximos años mientras estudiaba a fin de cuentas.
5:30 P.M
Había terminado, ya estaba instalado completamente, igual Reno, quien sí pudo dormir plácidamente sobre mi cama la noche anterior, ahora tenía su propio espacio y cama que llenar de pelos.
Ni siquiera me fijé en que no había comido o bebido en todo este tiempo, realmente todo pasó tan rápido que no me dió tiempo a nada.
Abrí la nevera. Vacía.
Tendría que salir a comprar algo para al menos cenar ese día, y luego llenar la nevera.
Subí a mi auto con Reno de copiloto y encontré un buen lugar de pizzas, pero no dejaron entrar a Reno, así que pedí para llevar.
Comí en el estacionamiento y mientras lo hacía, encendí la radio del auto.
La voz del presentador se escuchó un poco distorsionada:
— El día de mañana tendremos un día soleado y...
Me recosté un momento de mi asiento y me quedé profundamente dormido.
9:17 P.M
Me despertaron los ladridos de Reno en conjunto con golpes a mi ventanilla.
— ¿Amigo limpio tu ventana? Vamos, se ve un poco sucia, ¡Sólo te quitaré 20!
Un hombre me estaba ofreciendo limpiar la ventana frontal de mi auto. Me negué amablemente y al ver la hora me sobresalté porque era bastante tarde.
Toda esa ciudad tenía vida a todas horas, había mucha iluminación y tiendas por doquier. Me preguntaba cómo terminé justo en la zona más oscura de un callejón con Reno...
Desaparecí esos pensamientos de mi cabeza y volví a la residencia.
Abrí la puerta y me senté directo al escritorio, encendí la computadora y Reno pasó a mi lado.
De inmediato sentí una sensación extraña en el ambiente.
Reno me lo confirmó justo después con sus gruñidos.
Sentí algo frío empujando mi cabeza.
— Si te atreves a moverte aunque sea un poco, tu cerebro quedará esparcido en esa bonita laptop.
Era una voz de mujer.
...Era esa mujer....
...Mira bien a tu al rededor. Así sabrás a la perfección que no tienes el control de nada....
Vislumbro en el firmamento de la carretera un pequeño paraje, quizás sea un Motel, o eso espero. Creo que la chica en el asiento trasero ya no está consciente, pero escucho su respiración, pesada y dificultosa.
Alguna vez quise ignorar lo que me pasaba.
...Pero nadie escapa a su propia historia....
Esta mujer se había metido a mi casa. Estaba apuntando con un arma a mi cabeza. Nunca en mi vida había corrido el riesgo que ahora tenía justo detrás de mí.
— Dile al can que soy tu amiga, a menos que estés buscando alguien fiable para hacerle una eutanasia — Empezó a reír en voz baja.
— Reno. Shht. A la cama. — Mis palabras no tranquilizaron del todo a Reno, quien obedeció vacilante, sin quitarle la mirada de encima a la chica a mis espaldas.
El nudo en mi garganta me hacía difícil la tarea de respirar, lo cual agradezco en este momento, porque en cada inspiración de aire mi olfato se llenaba de un olor nauseabundo a sudor y sangre.
— Eso está mejor... — Escuché cómo dió pasos en retroceso y apagó la luz de la habitación — Apaga la laptop.
Obedecí sin chistar. No me malinterpreten pero no soy a prueba de balas. Tampoco un superhéroe, ni un militar entrenado. Estaba a merced de alguien que tenía la forma rápida de acabar con mi vida.
— Que obediente. Casi haces que no quiera matarte... — Empezó a reír nuevamente. Se burlaba de mí, mi corazón iba a estallar en cualquier momento, yo simplemente estaba ahí inmóvil.
¿Cómo había entrado esta chica a mi casa? ¿Cómo sabía dónde vivía? Mi estómago me estaba apuñalando, todo esto era un verdadero desastre. Estaba tan acorralado que sentí que no podía mover ni un músculo. Su presencia era imponente, a la vez que aterradora.
— ¿Qué es lo que quieres? — Apenas pude tragar saliva mientras mi voz temblaba.
Escuché como resoplaba, seguramente formando una sonrisa en sus labios.
Se acercó a mi oído, y sentí su arma del otro lado de mi cabeza, haciéndome sudar frío.
— Relájate lindo... Tú y yo... — Hablaba a mi oído — Tendremos una pequeña charla. — Susurró, haciendo mi piel erizarse.
Su voz era seca, casi como si no hubiera tomado agua en días.
— No te conozco, no tengo nada que hablar contigo — Un patético intento de hacerme el valiente se vió diezmado por un cuchillo en mi garganta.
— Te dije que íbamos a charlar, ¿No es así? — Mantuvo el cuchillo en mi cuello realizando presión, si me movía un poco más, mi piel sería seguramente atravesada por el filo. — Si yo te digo que vamos a charlar... Charlamos. ¿Sí?
Asentí con la cabeza.
— ¡Que bueno! —Bajó el cuchillo y la pistola, acercando su cara a la mía — Casi me ibas a hacer arrepentirme de tener que dañar esa linda carita.
Besó mi mejilla.
Sentí sus fríos labios y mis ojos se abrieron como platos. No entendía nada, pero traté de no caer en pánico.
— Ya te puedes dar la vuelta — Dijo apartándose de mi espalda.
Sentí el hedor a muerte en el aire. Es algo indescriptible, penetrante, repulsivo.
Giré lentamente en mi silla para observar a la mujer encapuchada en una esquina de la habitación, donde había colocado uno de mis muebles para sentarse.
La oscuridad no me permitía ver su rostro. Esto no era más que un alivio para mí. Las ventanas cerradas y luces apagadas hacían del silencio una brecha espeluznante.
— ¿Cuál es tu nombre? — Preguntó.
— Jonás — Mentí, era el nombre de mi hermano, falleció hace años en un accidente.
— Hola Jonás... No soy una ladrona. Tus cositas están a salvo.
— Entonces q... — Me interrumpió.
— Entonces el que no está a salvo... Eres tú. — Se inclinó hacia adelante en el mueble y me hizo tragar saliva.
Al fin pude observar bien su rostro.
Ojos oscuros, hundidos, tal como antes, grandes, pero vacíos. Cabello ondulado, castaño y reseco. Piel pálida, como si no corriera sangre en sus venas. Labios delgados, rotos.
Era el aspecto descuidado y salvaje lo que le daba esa presencia aterradora. Era sobrecogedora.
Me observó y sonrió, con los ojos bien abiertos, no dejó de sonreír mientras hablaba, era algo inquietante. Sus dientes eran blancos como la nieve y estaban perfectamente alineados.
— Sabes Jonás... — Empezó a reírse de forma audible — Cuando era niña, mi padre me dijo... Que los problemas reales son aquellos que tenemos que enfrentar en completa soledad. Así que, ya que lo sabes... Eres el único testigo de mis acciones que aún se encuentra con vida. ¿Cómo pretendes enfrentar este problema sin tener que estar corriendo como una perrita a buscar a la policía?
Apreté mis manos contra los apoyabrazos en mi silla. Su mirada observaba cada rincón en mí, mientras su sonrisa hacía a mi estómago dar vuelcos.
— Yo no...
— Ah... ¿Qué crees...? ¿Que no te observé llorar tratando de explicar lo que viste? No, no, no, muy mal... Pero creo que te equivocaste de callejón. Te equivocaste de persona. Te equivocaste de lugar. Te equivocaste. Y ahora debes pagar por las consecuencias de tu error.
El sudor recorrió mi frente hasta mi nariz, mientras la miraba. Parecía tener mi misma edad, ¿Cómo es que estaba en esta situación?
Me resigné a pensar que ese sería mi final. Pero que injusto final.
— ¿Tú... Vas a matarme?
— No... Tú vas a matarme a mí.
Mi mente se confundió. ¿Me acababa de decir que yo la iba a matar?
— ¿Qué?
— Ay no pongas esa carita... Ven aquí, deja te regalo un par de bolas.
Se puso de pie y caminó hacia mí, mi instinto fué retroceder hasta que mi espalda chocó contra el escritorio y la tuve a centímetros de mi rostro.
— Resuelve tus problemas, Jonás. Si no me matas, corres peligro de morir. No tienes a la policía contigo, sólo eres tú, tomando la decisión de acabar con tus problemas.
Todo ese tiempo mantuvo contacto visual constante conmigo, mi pulso estaba enloqueciendo, traté de evitar su mirada, pero era imposible. Se encontraba prácticamente sobre mí.
Sus manos estaban heladas, con ellas tomó mi mano, y me dió la pistola. Mis ojos se abrieron de par en par.
— ¿Qué estás haciendo? ¿Qué es esto? — Pregunté jadeando.
— Ya te lo dije. Te estoy dando la salida a tu problema, amigo — Me hizo sostener el arma y apuntarla entre sus cejas — Tienes tu problema justo mirándote a los ojos ahora, Jonás. — Quitó el seguro del arma — ¿Qué vas a hacer?
Mis manos temblaban, no lograba comprender lo que estaba ocurriendo. ¿Esta mujer me pedía sin reparos que acabara con su vida? ¿Quería volverme un asesino?
— Sólo tienes que presionar el disparador... Vamos, vamos, vamos, vamos, vamos Jonás... — Se reía ahogadamente y sostenía con fuerza mi muñeca.
Observé sus ojos. Parecía complacerse en mi sufrimiento, parecía saber que yo no quería matar a nadie. Ella entendía perfectamente mi confusión. Nunca dejaba de sonreír. Mis ganas de vomitar sólo eran superadas por mis ganas de escapar de todo esto.
— Ánimo carita bonita... — Me dijo para entonces cerrar los ojos — No querrás que tu amigo el buen Reno sufra el mismo destino que el hombre del callejón, ¿Verdad?
Me estaba manipulando, me tenía donde quería. Reno me miró y chillaba por lo bajo, por obedecerme sin cuestionamientos, por ser leal sin reparos.
La miré, y entonces sostuve el arma con fuerza en mi mano. Puse mi dedo justo en el disparador.
La mujer frente a mí tenía los ojos cerrados y una sonrisa de oreja a oreja.
¿Qué cruzaba por su mente?
¿En qué estaba pensando?
¿Por qué jugaba conmigo de esta forma?
Todas mis emociones se arremolinaron sin control alguno.
"Si no me matas, corres peligro de morir..."
Esas fueron sus palabras.
Empuñé el arma con firmeza. De mis ojos brotaron lágrimas sin que yo pudiera hacer nada para detenerlas. Mi mente se quedó en blanco por un instante.
...Sólo un instante y......
...BANG....
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