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Como Un Conejo Asustado

Cómo imanes

John

Los pinos susurrantes, era un lago tranquilo y muy poco habitado. Había planeado mi suicidio hace ya bastante tiempo y no quería ser salvado. Pasé horas buscando mil maneras de morir, pero cada una, desde el ahorcamiento hasta saltar desde una gran altura, me parecían muertes bruscas y con gran probabilidad de ser interrumpidas en su proceso. Por eso, empecé a planear mi suicidio perfecto. 

Busqué los lugares con menos visitas humanas, no importaba su lejanía. Entre las entradas encontré en letra mayúscula “LAGO PINOS SUSURRANTES, sí cumple deseos”. Aunque no iba a pedir algún deseo moralmente correcto, esperaba que después de tantos intentos fallidos funcionara. Guardé en mi mochila lo que iba a necesitar y, aunque había dejado de comer hace días, esperando que el hambre y la deshidratación me matara, guardé un poco de pan. Necesitaba fuerzas para poder caminar toda la trayectoria. 

Llegué 30 minutos antes, ansioso por no perder el bus, esperé en la parada de autobuses. Según mi investigación, el bus llegaba a las 8, pero ya eran las 8:15 y aún no se veía por ningún lugar. ¿Tal vez la ruta había dejado de funcionar? De todas maneras, era un lugar que pocos visitaban. ¿Y si había pasado más temprano y había perdido el bus? ¿Acaso debería dormir aquí? Era muy peligroso para un omega permanecer en las afueras completamente solo. Podría esconderme entre los árboles y dormir allí, sería una mejor opción… Quince minutos después de pensamientos intrusivos, llegó el autobús. Suspiré de alivio al verlo acercarse. En su cartel decía "LOS PINOS" en grande y negro.

Me sentí confundido porque no era el destino que esperaba, aun así subí al autobús a preguntar.

–Disculpe, señor. ¿Ya no hay buses hasta el lago, pinos susurrantes? –

El señor, aún sin arrancar el autobús, se volteó para responderme.

–Ya no van los buses hasta allá, hay muy poca demanda. Pero te dejamos en el pueblo más cercano y allí puedes alquilar un transporte para que te lleve–

Asentí.

–Sí, sería de mucha ayuda, gracias–

Me acerqué a pagar el pasaje, pero antes de ello el señor dijo.

–Puedo oler tus feromonas, deberías tomar un inhibidor. Muchos omegas saben que no deben viajar solos, entonces, ¿por qué lo hacen? ¿Acaso realmente quieren ser violados? –

Quise responderle muchas cosas, qué sabía él de mi situación, no sabía nada. No sabía que los inhibidores eran muy costosos y los baratos que compraba no eran muy efectivos. Además, estaba solo porque realmente lo estaba; había abandonado a mis padres y no tenía amigos, ni siquiera los de la escuela. Las personas del trabajo eran solo compañeros del trabajo; nunca hubo una interacción demás. ¿Entonces, cómo iba a estar acompañado si estaba completamente solo? ¿Cómo iba a esconder por completo mis feromonas si solo tenía dinero para los inhibidores más baratos?

–Oh, muchas gracias por avisarme– fue lo único que pude decir. Mi corazón dolía, pero, aún así, sonreí y asentí mientras le entregaba el dinero. Busqué un asiento con ventana, eso me ayudaría a esconder las feromonas. Las personas que había en el bus eran tres aparte de mí, todos eran adultos mayores. Esto, de alguna forma, me confirmaba que era un buen lugar para morir.

Cerré mis ojos y dejé que el aire me cayera en la cara todo el viaje. Serían unas dos horas, mucho tiempo para atormentarme. Tomé mi inhibidor. Quedaban solo tres pastillas, aun así, después de hoy, ya no las necesitaría más, así que no hubo preocupación alguna. Después de un rato me quedé dormido.

El bus se detuvo; aquel sonido espeluznante dejó en evidencia lo viejo que era el autobús. Tomé mi bolso y salí de allí, no antes de agradecer. Eran las 11:30 cuando llegamos, debía comer antes de buscar el lago. Saqué mi dinero y conté todo lo que tenía, no sabía cuánto costaba el transporte, así que debía ahorrar lo que más pudiera. Después de deambular por el pueblo, me encontré un supermercado. Era pequeño y no había personas excepto por mí. Tomé una botella de agua y la pagué. Ahora me quedaban 5 dólares. Creo que será suficiente. Me senté en una de las sillas que había afuera. Saqué el pan que había traído para comer y destapé la botella de agua. No pude comer mucho; mi estómago no podía recibirlo todo. Guardé lo que sobró, que fue casi todo, y a la persona que iba entrando le pregunté: 

–Disculpa, ¿sabrá dónde puedo conseguir transporte para ir hasta el lago? –

–Oh, si necesitas ir, puedo decirle a mi sobrino. Acaba de comprar una motocicleta y él está haciendo domicilios. Tal vez él te lleve– La mujer estaba emocionada y alegre.

–Sería de una ayuda– 

–Mi nombre es Andrea. Déjame llamar a mi sobrino para que venga–

Ella se alejó y habló por teléfono. Al menos así no tendría que caminar más; mis músculos ya estaban doliendo y me sentía somnoliento y cansado. 

–Ya lo he llamado y ya viene para acá. Bueno…– Ella esperó a que le dijera mi nombre.

–John– respondí.

–Bueno John, entonces te dejo. Necesito hacer las compras de mi bebé–

 Asentí sonriendo. Aunque hubo un momento en el que soñé con tener una familia, era un omega pobre, no tenía familia y estaba solo. Lo único que podría encontrar eran alfas o betas que querían experimentar con un omega. A excepción del celo, nunca había sentido la necesidad de estar con alguien, así que nunca lo había hecho por voluntad.

Después de unos minutos llegó un muchacho en su motocicleta.

–Mi tía me dijo que había alguien que necesitaba ir al lago, ¿eres tú? – 

–Sí, soy yo– 

–Excelente, mi nombre es Claus, entonces yo te llevaré al lago. ¿Piensas hacer camping allí? –

–Sí, por unos días. –

–Entonces puedes llamarme cuando ya te vayas a ir, yo te recogeré– 

No planeaba volver, pero eso no se lo iba a decir... Realmente esperaba no volver a este mundo. 

–Sí, claro… – Dije, con una sonrisa completamente falsa.

Claus me dio su número y yo lo guardé. No lo iba a utilizar.

El camino hacia el lago quedaba bastante escondido, pero, aun así, después de 20 minutos ya habíamos llegado. El lugar era hermoso, había flores alrededor y todo estaba rodeado por pinos. Lo mejor, era que no había personas, tenía todo esto para mí solo. El lugar perfecto para morir.

–Es aquí– dijo el jovencito sonriendo. 

Seguramente aún no se había revelado su segundo género y no podía oler mis feromonas. Agradecía eso. 

–Muchas gracias por traerme… te llamaré si hace falta– dije.

Le pagué la tarifa y le di dos dólares de propina, no era mucho, pero él lo recibió con cariño. De igual manera era todo lo que tenía para dar.

–Muchas gracias. Bueno, entonces me voy. Tenga mucho cuidado con los animales– Aconsejó. 

Asentí y el muchacho se fue en su motocicleta. Volteé hacia el lago nuevamente, era más cristalino que los otros que había visto por internet. Era un lugar encantador. Me acerqué y saqué la sábana que había traído, la puse en el suelo y me senté a contemplar el lugar. Tomé el cuchillo del bolso y lo puse a un lado. Ya no tenía más cosas. 

Me quité la ropa sucia y me quedé en ropa interior. Mi cuerpo era la obra de arte de mi padre, múltiples cicatrices que él había dejado en mí. Pero eso ya no importaba, nada importaba. Iba a morir y eso era lo único que deseaba.

No quería perder más tiempo, quería acabar con todo y ahora era posible. Agarré la cuchilla y entré al lago, nadé hasta lo profundo. Me cortaría las venas, la sangre fluiría constantemente y no había manera de que sobreviviera, esta vez no fallaría. Esta vez lo lograría, me libraría de este mundo. El agua era fría, tranquilizadora. Hasta este momento no había derramado una sola lágrima, no hasta que sentí el ardor en mis muñecas. Como esperaba, la sangre no paró de salir, se unió con el agua de tal manera que dos imanes se unían. 

–Dios, sé que soy cobarde y egoísta con la vida que me diste, pero déjame serlo ahora, déjame morir, déjame irme de este mundo… Perdona mis ofensas, pero ya no quiero seguir aquí, llévame lejos, te lo pido… no, te lo ruego, Dios mío… Ya no quiero odiar más– 

Sentí cómo mis brazos se entumecían y la conciencia se iba extinguiendo poco a poco hasta que...

Yo no fumo, Dr.

John

Vi luces y resultaban fastidiosas a la vista, sentí que el mundo se movía. Recordé que estaba en el lago y luego lo hice, pero entonces, ¿dónde estoy? Intenté enfocar más la mirada y pude ver a las enfermeras en uniforme. No, no otra vez, por favor, no, no, no, no pude haber quedado vivo, no.

Lo había planeado tan meticulosamente, todo era perfecto, el lugar era hermoso, pensé que saldría todo bien. Pero aquí estaba, siendo llevado al doctor y siendo salvado cuando no lo quería. No podía vivir en paz y nunca había podido morir en paz…

Abrí los ojos, el doctor estaba justo frente a mí.

-¿Quién les pidió que me salvaran, ¿por qué no me dejan morir en paz? –

Intenté sentarme, pero mis manos dolieron. Lo odiaba, odiaba todo esto.

–Le aconsejo que se esté quieto, perdió mucha sangre… jovencito, ¿Cómo es su nombre?–

– John– dije, sin aliento.

–¿Qué clase de persona se intenta matar donde hay niños? ¿Acaso quiere que todos ellos se traumen?– dijo la enfermera que estaba detrás del doctor… Jeison Grey. Se veía muy enojada, la entendía, yo también estaba muy enojado. Nada de lo que decían tenía sentido.

–Srta, por favor, mantenga la compostura. –

La enfermera dio un paso atrás y guardó silencio.

–Estoy confundido. No había nadie, yo, no vi a nadie, estaba solo… Yo no…–

-Está bien, ahora, ¿podría darme su apellido? No hemos encontrado nada que nos ayude a identificar y a localizar a su familia–

No podía, si lo hacía mi padre me encontraría y… No, no podía permitir que me volviera a maltratar y abusar.

–No lo sé, no lo recuerdo…– miré la pared. No era bueno mintiendo.

El doctor me miró con sus ojos verdes, sus cejas eran bastante pobladas, pero fijas, tenía un rostro hermoso y cabello negro. Por su estatura y compostura sabía que era un alfa, pero, ¿qué hacía un alfa atendiendo omegas?

–Entiendo que no quiera decirlo, si está escapando podemos ayudarlo, pero necesitamos identificarlo, vendré en un rato, espero que esté listo para hablar– El doctor caminó hacia la puerta, pero antes de siquiera llegar, dijo:

–No trate de autolesionarse– Casi de manera automática asentí.

Los alfas tenían un efecto en los omegas de sumisión total. Se decía que era biológico, pero había conocido omegas que eran dominantes. Javier, uno de esos omegas dominantes, me había dicho: “¿Cómo esperas que un lobo actúe como un lobo si ha sido criado para ser una oveja?” A los omegas nos criaban como seres sumisos, dependientes de un alfa. Unos tenían la ventaja de ser protegidos y para otros era más peligroso estar en casa que solos en la calle.

La enfermera trajo una bandeja con comida. Sin saludar siquiera, la dejó en la mesa que había justo al lado y luego se marchó. Mi estómago sonó, traté de levantarme con los codos, pero seguía siendo difícil. Aun así logré sentarme. Tomé el vaso de gelatina, mis manos se sentían muy débiles y sin fuerza. Comí la mitad del postre y volví a recostarme nuevamente en la cama. Me quedé mirando al techo y recordé que todo había salido mal. Tres intentos de suicidio fallidos, ¿acaso Dios quería que no muriera? Pensé que el tercero sería el definitivo, pero aquí estaba, respirando y consciente otra vez.

El doctor entró a la habitación. Sus ojos verdes rodeados por su cabello y cejas negras lucían muy llamativos. Tal vez si no fuera quien era, me permitiría enamorarme y justo el Dr. Grey sería mi tipo.

-¿La enfermera no se encuentra aquí?- preguntó mirando alrededor.

–Mm... – Negué con la cabeza.

–Muy bien…– Dijo, mirando la bandeja.

–Tienes desnutrición y estás deshidratado, has perdido mucha sangre y si quieres mejorar necesitas alimentarte como es debido–

–Entiendo, Dr. –

El doctor guardó silencio.

–Muy bien, mi nombre es Jeison Gray, soy médico y cirujano. Tuvimos que reparar tus vasos sanguíneos y los tejidos dañados, aunque estás estable, sufres de desnutrición, por lo que la sanación de tus heridas puede retrasarse. Debido a tus notorias heridas, incluso las quemaduras de cigarrillo, necesitamos identificar su origen para continuar el procedimiento, ¿Has causado tú mismo estas heridas? – Preguntó el doctor. Respiré tratando de responder sin recordar nada.

– Yo no fumo, Dr. – Dije por fin.

–Podrías ser más específico, por favor–

–Yo no lo hice–

–Entiendo, ¿podrías darme tus datos personales y básicos? No encontramos ninguna tarjeta de identificación. –

–La perdí hace mucho. Me llamo John… John Puentes, tengo 21 años, soy A positivo, hombre omega. No sé qué más necesite saber… –

—Es suficiente para seguir investigando, pero, ¿A qué te refieres con hombre omega? –

–Eh, pues, soy omega. Ya sabes, temporada de celo, feromonas, útero y demás cosas que no recuerdo ahora. –

–¿Puedes recordar todo?, ¿no sientes que tus memorias están confundidas? – pregunto.

-Lastimosamente no–

–Muy bien, entonces procederemos con las intervenciones del psicólogo mientras identificamos a un familiar. –

–Espere, Dr., no lo haga, por favor, eso no es necesario…– Mi corazón se encogió de miedo, no podía encontrarme, si lo hacía sería vendido y usado una y otra vez. Mi pecho se sintió pequeño y no podía respirar. Trataba instintivamente, pero no podía. Sentí una presencia en mi espalda y atrapó mis brazos. Su voz me habló casi susurrando.

–Respira profundo, no dejaré que nada malo te pase, estás seguro conmigo. Respira profundo, John. – Su voz me tranquilizó, cerré mis ojos y me fui calmando cada vez que sentía su presencia, sabía que él estaba ahí…

Y que esa vida sea mía.

Grey

–Dr. Grey. Este es el informe del paciente de la habitación 306. ¿Quiere que le dé un resumen? –

–No es necesario, Manuel, ya puedes retirarte. —

Una vez estuve solo, abrí el informe del paciente.

Su padre y hermano habían muerto en un incendio. Nunca se encontró el cuerpo de John. Aun así, se dio por muerto. El incendio había sido causado por una fuga de gas, todo había explotado y no había quedado casi nada. Era un milagro que hubieran quedado restos del accidente. No se había sabido nada del chico hasta ahora y, viendo las cicatrices que tenía en su cuerpo, era evidente que había sufrido maltrato físico y como evidencia del maltrato psicológico, su comportamiento. Tal vez incluso sexual, pero eso no podía saberlo aún. John era perfecto para lo que estaba buscando y lo iba a tener. Era una persona asustada con ansias de morir. Si no quería su visa, ¿por qué no me la daba a mí para usarla?

Salí de mi oficina y me dirigí a su habitación. Cuando entré, él estaba haciendo un gran esfuerzo para mover sus manos y poder comer su desayuno. Cuando me vio, sus ojos se abrieron y emocionado me llamó.

–Dr. –

Sonreí, así me gustaba. Había dos formas de entrenar a un perro, el miedo o el amor. Vi la necesidad de afecto del chico y no fue muy difícil ofrecérselo.

–Déjame ayudarte con eso– Tomé el plato de caldo y le di una cucharada. Así, como a un buen perrito. Sentí que mi entrepierna se emocionó. No, aún era muy temprano para eso, debía tener paciencia.

–Tengo buenas y malas noticias para ti, ¿cuál quieres primero? – pregunté.

–Realmente no importa ya – dijo sin ánimos.

–Muy bien, entonces las malas– Estuve investigando sobre ti. Tu padre y hermano murieron en un incendio hace 5 años, tu cuerpo nunca se encontró, así que eres el principal sospechoso. No encontramos familiares, podría decirse que estás completamente solo. Además, si la policía sabe de ti, serás arrestado–

John se mostró impresionado. Después hubo un silencio que no quise interrumpir.

– ¿Me estás diciendo que mi padre y hermano están muertos? –

No esperaba esa respuesta. Pensé que se volvería loco de saber que podía ser arrestado, pero él actuó como si no le importara.

–Sí, pero, ¿no lo sabías? –

John negó con la cabeza y sus ojos se cristalizaron. Le ofrecí otra cucharada de caldo, pero se negó. Aún estaba aprendiendo. Aprendería que no debía negarse.

–Debería estar feliz por esto, pero no se siente bien— dijo.

–Está bien, John. Pero ya no estarás solo–

–¿No? – preguntó.

–Esta es la buena noticia, puedo sacarte del hospital y hacer como que nunca hubieras estado aquí. La policía no te llevará y podrás estar en mi casa. Te ofrezco una nueva vida y que olvides tu pasado–

Los ojos de John brillaron, pero muy lentamente se fueron apagando.

–Tú, a cambio, ¿quieres que te dé hijos alfas? –

Fruncí el ceño, aunque no sabía de lo que hablaba, por la expresión en su rostro de profunda tristeza, supe que no era bueno.

–No quiero que me des nada, solo quiero que empieces una nueva vida.–

“Y que esa vida sea mía” pensé.

-Puedes pensarlo, pero no hay mucho tiempo… —

John me interrumpió y dijo.

–Está bien, iré contigo. – El muchacho sonrió y las lágrimas se derramaron.

Aunque había un historial de sufrimiento en su cuerpo, no podía entender cómo podía ser tan inocente. Era un idiota por creer en las palabras de una serpiente, aun así, ahora era su idiota y debía ser entrenado.

–Enviaré a mi asistente por ti en unas horas, yo me encargaré de todo. Él te llevará a casa, tú solo espérame allí. ¿Bien? –

John asintió y sonrió inocentemente.

–John, ya no es necesario que mueras, tu vida ahora es mía, ¿bien? –

Él volvió asentir.

No sería difícil domesticar a un cachorro asustado y roto, le daría lo que necesitaba y él me daría lo que yo quería.

John

El Dr. Grey me había dicho que me fuera con él, que ya no necesitaba morir, que ya no estaría solo, que tendría una nueva vida. Todo parecía una fantasía demasiado dolorosa si no era cierto, o demasiado perfecta si lo era. Sin pensarlo mucho, lo acepté. Aún no lograba entender cómo es que mi padre y hermano habían muerto en un incendio.

Hace cinco años había escapado y, aunque no me había vuelto a contactar con mi padre, sabía que me estaba buscando por cielo y tierra. Después de todo, había nacido omega y él se beneficiaría con ello.

Había muchas cosas por entender ahora, sentía como si ya no estuviera en el mismo mundo. Un alfa que ofrecía ayuda a cambio de mi tranquilidad, nunca me había pasado eso. Además, habían pasado tres días sin que a nadie le importara que fuera un omega. Era como si eso no importara. Si fuera como en mi antiguo mundo, me habrían enviado con mi padre, si seguía vivo. Y si estaba solo, me habrían enviado al reformatorio omega y entregado al alfa que ofreciera una dote por mí. En otras palabras, sería vendido y obligado a estar con un alfa al que no conocía. Lo importante era dar más hijos alfa al alfa.

Pero el Dr. Grey no pedía nada de eso, a él no le importaba. Dios sí me había dado una nueva vida. Aunque aún no estaba seguro de si era el mismo mundo, el Dr. Grey ya lo hacía diferente.

Intenté tomar el caldo, pero no pude terminarlo. Mi estómago se sentía lleno y mis manos y brazos aún se sentían débiles. Dejé el desayuno y cuando la puerta se abrió, esperaba ver al Dr. nuevamente, pero no era él. Era la enfermera que no soportaba verme. Recogió la comida y se la llevó sin antes agregar.

–Qué desperdicio de comida para una basura como tú–, dijo la enfermera, sus palabras cortantes penetraron mi corazón y mi conciencia me lastimó aún más. Sabía que me odiaba por intentar suicidarme, y para empeorar las cosas, lo había hecho en un lugar público. Para mí, no había sido así. Yo era la única persona en el lago, no entendía por qué decían eso. Sentí que era otra señal de que estaba en un nuevo mundo.

El suicidio no era moralmente correcto, pero entonces, ¿qué se hace cuando ya no hay ganas de vivir?

Las lágrimas brotaron de mis ojos. Sabía que era un desperdicio, todo lo que me tocaba a mí, el aire, la cama en la que me encontraba, la comida, todo era un desperdicio. Siempre había pensado que todas las cosas que tenía debían darse a las personas que deseaban vivir.

Ahora, yo quería vivir y experimentar la vida que el Dr. me ofrecía. Aunque no me creía merecedor de sus palabras, sería egoísta y viviría esperando algo mejor. El Dr. me había devuelto la esperanza de vivir.

Súbitamente, un hombre desconocido entró en la habitación. Era alto, pero no tanto como el Dr., su cabello castaño oscuro y sus ojos marrones me recordaron a mi hermano menor. Aunque había tenido la posibilidad de escapar conmigo, no lo había hecho y se había casado a temprana edad con un alfa mayor que buscaba tener más hijos de los que ya tenía. Era mi culpa, él sería mi esposo. Y había dejado a mi hermano. Nunca había sabido cómo llegó a vivir mi hermano y cómo iba a estar, ¿estaba bien? ¿Estaba mal?, ¿cómo volvería a su mundo? Sentí que mis ojos se aguaron y cuando pasé mi mano para secarlos, el hombre habló.

–Buenos días, el Dr. Grey me ha enviado. Traje ropa para ti. Tienes que cambiarte para que podamos salir. Yo estaré esperando aquí—

Acepté e ingresé al baño para cambiarme. Aunque tenía preguntas, no las hice, no debía hacerlas. Aunque era el asistente del Dr., no era nadie para siquiera hablar.

Me puse los jeans y un buzo de color negro con una cara de alien. Los zapatos eran unos tenis blancos. Mis manos aún dolían, pero logré hacer todo debidamente. Antes de salir, me miré al espejo. Mis labios aún estaban resecos. Me lavé la cara y lamí mis labios esperando que se hidrataran. Peiné mi cabello con mis manos, lo había dejado crecer, así que se encontraba largo. Una vez me vi decente, salí del baño y me dirigí al secretario.

Riendo, preguntó:

–¿Listo? –

Asentí. Estaba listo para mi nueva vida. La vida que el Dr. me ofrecía.

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