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LA PERDICIÓN DEL CEO MUJERIEGO

CAPITULO 1

...RACHEL...

—Deja de mirarlos, cariño. Estás siendo terriblemente grosera.

Termino apartando la mirada de la pareja y miró a mí esposo. Mi esposo me mira con el ceño fruncido, la desaprobación era evidente en su rostro amable.

Ruedo los ojos, a la expresión de Nickolas.

—Lo que es de mala educación es que prácticamente se están manoseando frente a nosotros.—siseó. —Es un lugar público. Ya es bastante malo que tengamos que sentarnos junto a esas personas durante horas, pero no necesitamos mirar eso, a esa indecencia.

Nick se rie entre dientes y me da unas palmaditas en el muslo.

—¿Indecencia? Suenas como una dama victoriana de algún drama de época de la BBC. Es el siglo XXI, Richi. Déjalos ser.

—Podria ser su hija.— Digo entre dientes.

Miró a mí esposo, molesta porque no comparte con mi enfado. Vuelvo a dirigir la mirada a la pareja con la que compartíamos la cabina de primera clase y termino frunciendo el ceño.

El hombre mayor, el de cabello oscuro y ojos color chocolate, estaba reclinado en su asiento, su postura era perezosa e indulgente. Los dos botones superiores de su camisa azul estaban desabrochados, revelando un indicio de su pecho musculoso.

La chica, una pelirrojo, estaba prácticamente en su regazo, besando el cuello bronceado del hombre. No podía ver su mano izquierda, pero estoy bastante segura de que estaba debajo de la camisa del hombre de cabello oscuro.

Era absolutamente repugnante.

Son un par de inmorales Él probablemente está casado y con hijos. Y ella solo busca una billetera con bastantes billetes de cien.

 —Deja de mirarlos boquiabierta, Rachel—susurra Nickolas desesperado.

Apenas lo escuchó. Mi mirada sigue a la mano derecha de la pelirroja mientras bajaba por el musculoso torso del otro hombre, sobre sus abdominales, hasta su cinturón....

—Asqueroso, —dije, mirando hacia arriba.

Unos ojos marrones se cruzaron con los míos. Su dueño arqueó las cejas y me mira tan fijamente.

Su rostro tan cálido. Me hizo sentir avergonzada, como si yo fuera la quien hubiera sido sorprendida comportándose descaradamente en un lugar público.

—Brenda, muévete a tu propio asiento, —dijo el hombre, empujando a la pelirroja suavemente. —No queremos ofender la sensibilidad de nadie.

La pelirroja, aparentemente Brenda, gimió.

—Vamos, Daemon, simplemente ignora a la fanática, —se quejó, besándolo en la mandíbula. —Nos ha estado mirando desde el aeropuerto.

Daemon me determino detenidamente.

—Lo sé.— Termina decir el promiscuo.

Maldito, termino sonrojándome, apartando la mirada y miro a las nubes fuera de la ventana.

Nick se aclaró la garganta.

—Pido disculpas por mi esposa, —dijo. —Rachel no quiso ofender a nadie.

—Estoy seguro de que no, —dijo Daemon, su voz muy seca.

—No, de verdad, —dijo Nickolas. —No es intolerante. Mi hermano también le gusta las menores que el y Rachel se lleva muy bien con él.

Termino sonriendo un poco, sintiendo una oleada de cariño.

Nickolas siempre fue el pacificador, pero eso

era una exageración incluso para sus estándares. Se llevaba bien con su cuñado, Liam Hertford si

por "llevarse bien" yo diría tolerablemente y más

era por el bien de la empresa y por el bien de Nick.

Apenas y nos hablabamos, a menos de que se

trate de Hertford Enterprises, y mucho menos me he hablado con su esposa. No podía soportarlos: Mejor dicho no me nacía soportarlos, y no tenía nada que ver con mi intolerancia.

Simplemente me habían robado todo por lo que he trabajado desde que tengo veinte años.

Termino, suspirando reclinandome en mi asiento, cerrando los ojo y trató de conciliar el sueño. El sueño ayudara pasar el largo vuelo de Bali de regreso a los EE. UU., y tenía el beneficio adicional de evitar que tuviera que mirar a esas personas durante horas.

Había sido una semana relajante, solo nosotros dos en la cabaña junto a la playa en la que nos habíamos hospedado, pero con lo molesta y tensa que estoy dudo que pueda conciliar mi sueño tranquila.

Pero al final terminó logrando por unos minutos, porque lo siguiente que siento es una violenta sacudida que termina por levantarme sobresaltada.

Por un momento, me siento desorientada, sin saber dónde estaba y qué estaba sucediendo.

Correcto. El avión.

El avión se estremeció una y otra vez.

Parecían como si estuviéramos atrapados en una tormenta, las nubes fuera de la ventana muy oscuras, con relámpagos cayendo a nuestro alrededor con alarmante frecuencia.

El intercomunicador sonó, seguido de una voz femenina tensa que solicitaba a todos los pasajeros que se pusieran sus asientos en posición vertical y se abrocharan el cinturón.

Haciendo lo que le dijeron, miró a esposó en el asiento junto a mi. En camino el está tranquilo sereno tratando de no alarmarse parque yo pueda estar tranquila. Ya me imagino mi estado de cara toda pálida, mientras que mis dedos agarran con fuerza el apoyabrazos.

—Oye, es normal, —dijo Nick con una sonrisa tranquilizadora. —Turbulencia. Cada vuelo experimenta algo. Los rayos no pueden

dañar el avión—. Trató de no pensar en las excepciones a la regla: los pocos casos en que los aviones se estrellaron o se destrozaron debido a fuertes tormentas.

Esos casos fueron una anomalía estadística.

Le devuelvo con una sonrisa levemente y asiento.

Un hombre pasó a toda prisa junto a nosotros y unos segundos más tarde algunos tripulantes lo siguieron. Otro golpe en el aire sacudió el avión de nuevo, los temblores se volvieron más alarmantes.

Alguien en clase económica gritó.

Me acercó a Nick y tomó su mano.

—No nos vamos a estrellar, no seas tonta, —dijo mi esposo, apretándome la mano.

No le respondo nada, solo lo miro con los ojos muy abiertos llenos de terror.

Nickolas tragó saliva y respira hondo. Sabía que debía mantener la calma por su bien, incluso si él también estaba nervioso.

—Está bien, cariño —digo. —Todo saldrá bien.......

El avión se convulsionó más fuerte y luego cayó,

y los gritos de terror llenaron el avión.

Ahora descendían a una velocidad implacable.

Tomó la mano de Nick, la aprieto contra las mías con tanta fuerza que nos resulta dolorosa.

Mordiendome el interior de mi mejilla, mirando alrededor de la cabina, tratando de distraerme del miedo en el rostro de mi esposo, que ya sé

empezó a notar.

Mi mirada sé cruzó con la de Daemon. Los ojos del hombre eran sombríos, pero su expresión era tranquila y resuelta. No parecía asustado. A diferencia de la mi esposo y la mía.

Su amante pelirroja estaba llorando en su asiento, agarrando su cinturón de seguridad y murmurando algo en voz baja.

Máscaras de oxígeno cayeron de nuestros compartimentos, Nick entre aturdido, me ayudó

a ponerme, antes de agarrar la suya. Respiró y tomo nuestras manos entrelazándolas, tratando

de mantener la calma.

Por primera vez en años, Comienzo a orar por nuestras vidas.

CAPITULO 2

...DAEMON...

Gimó, mientras me levanto. Mi visión aparecía y desaparecía, todo el cuerpo me dolía por todas partes. Me obligó a concentrarme.

Lo primero que veo es el cuerpo de Brenda a mí lado.

No necesitó comprobar el pulso para saber que esta muerta. Hay una herida abierta en la cabeza de Brenda. Sus ojos azules estaban sin vida, todavía abiertos por el miedo.

La bilis subió a mi garganta. Conocí a Brenda desde hacía unos pocos días, pero todavía era increíblemente inquietante ver muerta a la chica al que había estado besando unas horas antes.

Dios, Brenda aún no tenía veinticuatro años.

Apartando la mirada, miró a mi alrededor. No estábamos perdiendo altitud; eso era obvio. Entonces ya habíamos aterrizado.

Estrellado mejor dicho.

Había suficiente luz para ver, lo que significaba que todavía era de día, donde quiera que hubiéramos aterrizado. Trato de calcular exactamente dónde habíamos bajado, basándome en el tiempo de vuelo, pero me quedó en blanco. Bueno; no era

importante. Por el momento.

Mi mirada finalmente cayó sobre la chica al otro lado del pasillo. La mujer, Rachel, si recordaba correctamente, estaba llorando, sacudiendo a su esposo y rogándole que se despertara.

La miró fijamente, vagamente asombrado por la transformación. Atrás quedó a la mujer altiva y perfecta que se burlaba de mí con desprecio. Esta chica apenas se parecía a mí, su cabello castaño rizado era lo único que teníamos en común.

Sacudiéndome para salir de mi estupor, ¿Me había golpeado la cabeza? Me obligó a moverme. Me desabrochó el cinturón de seguridad y me pongo de pie, ignorando el dolor sordo en mis costillas.

El avión estaba en silencio. Muy silencioso.

Había esperado que hubiera pánico y gritos de la gente, pero no hubo nada.

Apartó la partición que separaba la cabina de primera clase de la clase económica, descubro por qué: parte del avión había desaparecido.

Miró al cielo nublado y luego a la playa cercana. Parecía que el avión, lo que quedaba de él, se había estrellado en las aguas poco profundas de alguna isla, lo suficientemente lejos de la tormenta en la que nos había sido atrapado el avión. O tal vez habían pasado horas. ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?

Sin lugareños. Sin casas a la vista. Sin señales de que haya nadie más que nosotros en la isla. Probablemente deshabitada, entonces. Donde quiera que estuviera la otra mitad del avión, no lograría verla. Era posible que ya se la hubiera tragado el océano.

Hablando del océano, parecía que la marea estaría subiendo pronto.

Regreso al interior dirigiendome a la cabina. No tenía muchas esperanzas de que alguien dentro de ella estuviera vivo, mis expectativas resultaron ser correctas cuando encuentro los cuerpos del piloto y el copiloto.

Suspirando, los sacó del avión, uno por uno, luego me dirijo a sacarlo el cuerpo de Brenda. Por fin, solo quedaba la intolerante, yo y su esposo muerto.

—Vamos, déjame sacarlo—digo con brusquedad. —No podemos dejar los cuerpos aquí. El avión se inundará cuando llegue la marea.

La mujer levantó la cabeza y parpadeó aturdida. Sus ojos muy abiertos eran muy verdes. Extraño. había pensado que eran azules.

Frunciendo el ceño y agitó una mano frente a la cara de Ella.

—¿Te golpeaste la cabeza? ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Vamos, la marea está empezando a subir. No hay tiempo que perder. Déjame sacar el cuerpo.

—El cuerpo, —repite la mujer, luciendo pérdida. —Él está... no está muerto. Simplemente está inconsciente.

Miro hacia otro lado, apretando la mandíbula. No quería sentir pena por esa idiota intolerante, pero era imposible no hacerlo.

—Está muerto, —digo, un poco más suave, mirando el ángulo antinatural de mi cuello. Apretando mi dedos contra su garganta, solo para estar seguro, y no me sorprendió no encontrar el pulso.

—Lamento tu pérdida, pero tenemos que movernos. No puedes quedarte aquí. Necesitamos llevarlo afuera.

No esperó a que la mujer siga mis instrucciones. No hay tiempo para cuidarla: a juzgar por la altura de las olas, nos queda muy poco tiempo. Desabrochó su cinturón de seguridad y lo llevo con los demás cuerpos.

Así que rápidamente también me ocupó de sacar las maletas de mano del avión y luego tomo la comida y el agua que puedo encontrar. No tenía idea de cuándo llegaría el rescate, por lo que era mejor estar preparado que no estarlo.

En algún momento, la mujer debió haberse movido, porque no estaba en el avión cuando regrese después de poner las maletas en un punto más alto de la playa.

Frotando mis doloridas costillas, miró alrededor del avión que se inundaba rápidamente, buscando cualquier cosa que pudiera ser remotamente útil. Agarró un puñado de mantas, almohadas y algunas herramientas, y miró hacia la cabina. El

sistema de comunicación del avión no parecía funcionar. Solo podía esperar que el avión hubiera enviado una señal de socorro antes de estrellarse y que el rescate llegaría pronto.

El agua ya me había llegado a la cintura, así que abandonó el avión, pensando que había hecho todo lo posible.

Dejo todo junto a las maletas y sacó mi teléfono. Sin señal, como se esperaba. Eso hubiera sido demasiado fácil.

Pasando una mano por mi rostro, suspiró y me dirijo hacia los cuerpos. Me voy cuenta que falta uno el del esposo de la idiota. Hay rastro que alguien arrastró algo por la arena.

Mejor la dejo en paz, por el momento.

Dudó. ¿Y si los rescatan pronto?, enterrar los cuerpos no tendría sentido, mierda pero tampoco me gusta la idea de dejarlos insepultos con tanto calor.

Entonces mejor comienzo a trabajar.

Cavar tres tumbas con herramientas rudimentarias y limitadas resultó ser un trabajo largo y agotador, cuando terminó, sudaba profusamente y me dolían las costillas magulladas. Me quitó la camisa empapada, la lavo en el océano y la dejó secar sobre una roca.

Tomó una botella de agua y me voy en búsqueda de la mujer. Por mucho que no me gustaba esa idiota, no quería que muriera de deshidratación. La encuentro en el recodo de la isla, junto a una palmera alta.

Estaba arrodillada frente a un montículo de arena poco profundo. Una tumba. Estaba cubierto de arena, sus manos sucias y ensangrentadas.

frunció el ceño. ¿Había cavado la tumba con las manos?

—Oye, —digo. —Deberías meterte un poco de agua.

La mujer no se movía, todavía estaba encorvada sobre la tumba. Respiraba entrecortadamente, su aliento salía en fuertes jadeos. O sollozos.

—¿Estás herida? —digo, mirándola con sentimientos encontrados. Por mucho que odiara la idea de estar varado en una isla abandonado con una fanática, la mujer acababa de perder a su esposo. Un hombre agradable que había pasado

el vuelo tratando de defender a su mujer anticuada.Si bien recordaba correctamente, había mencionado que habían estado casados durante nueve años.

Nueve años con una persona fue

mucho tiempo. No podía esperar comprender la enormidad de perder a tu pareja que habían estado casados durante nueve años.

Aunque me sentía triste por Brenda, apenas y nos conocíamos Brenda era, había sido,

otra turista con la que me había conectado en Bali; difícilmente podría compararse con perder a tu propia pareja.

Mis labios se tensaron. Nunca había sido conocido exactamente por mi paciencia y desafortunadamente para Rachel, estaba demasiado exhausto y estresado para hacer un esfuerzo ahora.

Dejó caer la botella a los pies de Rachel y me alejó. La tipa era una mujer adulta. No iba a cuidarla.

Si quería morir de deshidratación, era su propia elección.

...***************...

Paso los siguientes días explorando la isla.

Desafortunadamente, no había mucho que explorar. Estábamos varados en un pequeño pedazo de tierra de apenas una milla

cuadrada. La isla probablemente ni siquiera tenía nombre. Probablemente no estaba en ningún mapa, solo una de las miles de pequeñas islas en el Océano Pacífico.

La única buena noticia fue que había agua dulce: un pequeño arroyo. El agua tenía un sabor un poco metálico, pero era lo suficientemente buena para beber. Al menos no había sido envenenado después de beberla.

No había vida animal, y no había señales de que humanos estuvieran aquí.

A la luz de todo esto, y considerando que el rescate aún no aparecía, pasó un día entero haciendo una red de pesca con la ropa que había encontrado en el bolso de mano de Nickolas.

Me había sentido un poco incómodo por destruir las pertenencias del hombre muerto, pero no es que a él le importe que usará su ropa, para poder alimentar a su viuda. Era solo práctico: fuera de toda la ropa, la de ella no era algo que pudieran usar, a menos que estuviera realmente desesperado, pero traté de no pensar en esa opción.

Si estuviera realmente desesperado como para necesitar usar la ropa de una mujer, eso significaría que habríamos estado varados en esta isla durante mucho, mucho tiempo.

De hecho, quería que Rachel se enojara por la ropa de su esposo. El silencio estaba empezando a ponerme malhumorado y nervioso. La tipa caminaba por la isla como una especie de fantasma, con la mirada apática y perdida. Apenas tocaba el agua y la comida que le dejaba varias veces al día. No hablaba en absoluto.

Era un marcado contraste con la tipo de confrontación con que había estado mirándonos a Brenda y a mí con disgusto hace solo unos días.

En algo tendrá que ceder; no podría seguir así.

CAPITULO 3

...RACHEL ...

Quería emborracharme.

Había una botella de vodka entre las cosas que Daemon había rescatado del avión.

La agarró cuando el hombre no estaba mirándome, fuí a la tumba de mi esposo y me emborrachó tremendamente. Era un buen sentimiento.

El idiota me encontró unas horas más tarde y, como era de esperar, estaba furioso. Pero, de nuevo, parecía tener solo dos estados de ánimo, en lo que me refería: disgustado y furioso.

—Vete —balbuceó, mirándolo desde el suelo. —Estás matando el estado de ánimo aquí.

Mi voz sonaba extraña incluso para mis propios oídos. Ronca y croada. ¿Cuánto tiempo no la había usado? Desde que…

Tomó otro trago de la botella, saboreando la

quemadura. Estaba bastante segura de que el rostro de Daemon se habría puesto rojo de rabia si no hubiera estado tan bronceado por el sol.

—Te lo dije: no tienes permitido tomar nada sin mi aprobación primero, —Daemon apretó los dientes, un músculo haciendo tic en su sien.

Resople, pateando la espinilla de Daemon. Era una pena que estuviera descalzo. Probablemente ni siquiera le hizo daño a

ese idiota.

—Eres el mayor fanático del control que he conocido—. Sus labios se torcieron en una sonrisa. —Y he conocido a bastantes

fanáticos del control, así que eso dice mucho. ¿Estás seguro de que no asististe a la escuela de Rick Hertford para los idiotas

más controladores del planeta?

Daemon me lanzó una mirada de disgusto.

—Levántate. Bebe un poco de agua y ve a dormir.

Le doy otra patada en la espinilla. El idiota ni siquiera se movió.

—Tú no eres mi jefe.

—No, —dijo Daemon. —Pero yo soy el encargado del alijo, no tú. No puedes tomar nada que te guste. Nuestros suministros son

limitados.

—Es solo vodka. ¿Qué uso-

—Era lo único aquí que podía usarse como antiséptico, —gruñó. —Y ahora no tenemos nada, gracias a ti.

Oh.

Devuelvo mi mirada a la botella.

Hubo un largo y tenso silencio.

Miró la etiqueta de la botella.

—Hoy es su cumpleaños, —susurró, y luego me rió, el sonido era áspero y discordante incluso para sus propios oídos. —Yo

creo. ¿Qué tan jodido es que ni siquiera sé con certeza qué día es?

Suspiro.

—Eso no es una buena razón para emborracharse-

—El pensó que podría estar embarazada.

Silencio.

Daemon no dijo nada.

Tragó lo que quedaba en la botella y miró al cielo mientras luchaba contra la opresión en mi garganta. Joder, no sabía por qué me sentía así. No era como si hubiera deseado tanto a los niños: Nick había sido el que los deseaba tanto. Aún podía recordar su amplia sonrisa y las lágrimas en sus ojos cuando le dije que mi período se había retrasado.

Le había dicho que me haria una prueba de embarazo cuando regresaramos a

los Estados Unidos, temiendo otra decepción. Lo habiamos estado

intentando durante cuatro años, Nickolas se desesperaba cada vez más a medida que se acercaba a los cuarenta. ¿Era

irónico que hubiera muerto justo cuando su sueño posiblemente estaba a punto de hacerse realidad? Irónico era la palabra

equivocada. Jodido. Cruel. Jodidamente injusto y estúpido.

Y ahora ni siquiera sabría El sí realmente había estado embarazada. Siempre se lo preguntaría.

Pero para mala suerte. Mi periodo menstrual había llegado. Así que prefiero que se fuera con la idea que propia estar, a qué verlo pasar por otra decepción.

—Lamento tu pérdida, —dijo Daemon con voz ronca.

Resopló.

—Correcto. No es como si gente como tú pudiera entender alguna vez lo que es perder un esposo o esposa.—Gente como yo, —dijo daemon rotundamente.

Pateó la botella hacia el océano.

—Promiscuos

—¿De verdad quieres que te azote el trasero?

Levantó los ojos y centró mi mirada en el rostro cabreado del idiota y sonrió. Quizás sí. El dolor físico puede distraerme del dolor en mi pecho sonaba casi bienvenido.

—¿Te he ofendido? ¿No eres un Promiscuo? ¿Un mujeriego? ¿Un asalta cuna?

Los labios de Daemon se comenzaron apretar, sus ojos marrones se oscurecieron.

—No sé qué estás tratando de lograr, pero no me enojarás con algunos insultos juveniles.

Estiró la boca en una mueca de desprecio.

—No puedo evitar notar que ni siquiera derramaste una lágrima por tu novia, o lo que sea que era esa chica que estaba sobre ti. Pero, de nuevo, siempre he sabido que a los

mujeriegos no les importaba una mierda nada más que meter sus pollas en un buen coño. No entenderías cosas como el amor y el dolor... —grite de sorpresa cuando Daemon me levanto bruscamente.

—Una palabra más y te daré unos buenos azotes.—dijo, sus dedos se clavaron dolorosamente en mis hombros—Te di mucha holgura, porque estás de duelo y todo, pero realmente me estoy hartando de tus tonterías intolerantes—. Me sacudió

como a una muñeca de trapo. —Esta es tu última advertencia.

Tragó, mi corazón latía tan rápido que se sentía como si estuviera tratando de escapar de mi pecho.

Daemon era grande. Fue una estupidez darse cuenta, pero nunca antes había estado tan cerca de él. Era grande. Lo extraño era que no se veía tan grande desde lejos, tal vez porque era alto y musculoso sin mucha grasa, pero así de cerca, era obvio

que el tipo estaba construido como un tanque. Se elevaba sobre mí en más de media cabeza, tampoco era

exactamente baja: un metro setenta. No era solo la altura o la constitución muscular. La presencia del tipo era opresivamente

fuerte, su oscura mirada pesada y hostil.

Junto con su pelo oscuro y su carácter gruñón, se parecía increíblemente a

Wolverine, lo cual era divertido, considerando su nombre. O habría sido divertido si fuera capaz de seguir divirtiéndome.

—Quítame las asquerosas manos de encima.

El puñetazo en su estómago no fue sorprendente, pero la fuerza que lo envíe por lo menos lo dice tambalear.

Él rió con malicia.

—¿Se supone que debo tener miedo, promiscuo?

Daemon enterró una mano en mi cabello y tiró de mi cabeza hacia arriba, obligándome a mirarlo.

—Eres una idiota intolerante... —Se interrumpió, solo mirándome intensamente.

Estudiandome.

Me sentí incómoda. Transparente. Como si el hombre pudiera ver directamente en mi alma. Por fin, exhala un suspiro, la ira y la tensión abandonaron su cuerpo. Se pasó una mano por la cara y luego

me miró miró a los ojos.

Volviendome a sentar en la arena.

—Mira, —dijo. —Siento mucho tu pérdida. Pero júntate. Este... comportamiento autodestructivo es jodidamente malsano.

Consigue un maldito control. Estoy seguro de que tu esposo no hubiera querido que te metieras en peleas que no puedes ganar o

que bebas hasta una tumba temprana.

Parecía un hombre inteligente. Amable Pero ella se ha ido. Tú no.

Mi visión se vuelve borrosa de repente.

Parecía una hombre inteligente. Amable. Pero él se ha ido.

No sabía por qué esas palabras me golpearon con tanta fuerza.

No era como si no hubiera sabido que Nick estaba muerto, lo había enterrado con mis propias manos, pero de alguna manera,

esas palabras, pronunciadas por un casi extraño, me hicieron realidad. Él se ha ido. Él realmente se había ido. Ido. Muerto.

Nunca lo volvería a ver.

Un nudo se formó en mi garganta, mi visión se volvió más borrosa. Parpadeó rápidamente, odiándome a mí misma

por mostrar debilidad frente a este hombre, pero no podía detenerme. No podía contener las lágrimas.

Devolví la cara hacia un lado, tratando de esconderlas, mi respiración salía en jadeos entrecortados.

Daemon estaba afortunadamente callado.

Pero no se había ido.

Esperaba que el sonido de las olas rompiendo contra la orilla enmascarara mí respiración entrecortada, pero conociendo mí suerte, probablemente no fue así.

Daemon permaneció en silencio por un rato, lo que me permitió

controlar mis emociones mientras ambos fingían que no estaba

llorando. Dios, qué jodidamente humillante.

Finalmente, el idiota se aclaró la garganta.

—Vamos, levántate —dijo con voz ronca. —Necesitamos hidratarte.

Lo miró, diciéndose a mí misma que no me

avergonzara por las lágrimas en mis ojos. Mí esposo estaba muerto. Tenía todo el derecho a llorarlo, maldita sea.

—¿Por qué te importa? —susurró.

La expresión de Daemon era algo apretada.

—No lo hago. Pero que me condenen si tengo que cavar otra tumba.

A pesar de sus duras palabras, sus ojos oscuros no fueron desagradables cuando me ofreció la mano.

—Levántate, vamos.

Miró esa mano por un momento. Finalmente, la aceptó y permito que me pusiera de pie.

Me temblaban las rodillas y el mundo a mi alrededor no estaba del todo enfocado, pero Daemon me atrapó cuando tropiezo.

Se sintió simbólico, de alguna manera.

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