Diana es una joven de dieciocho años, ella ha tenido que vivir momentos que no se le pueden desear a nadie, ni a tu peor enemigo siquiera. Momentos de soledad, momentos de incomprensión y culpabilidad por ser abandona, creyendo que había algo malo en ella para merecer ese cruel destino. Lo más malo que puede suceder con alguien es no saber su historial, su origen, de donde proviene. No saberlo es como no tener un inicio en la vida, un punto de partida de quien somos y hacia dónde vamos.
El caso es que Diana desde pequeña fue dejada en un orfanato de la manera más cruel posible. Tenía poco más que ocho meses cuando la hermana sol Inés la encontró, estaba frágil e indefensa en el suelo de la entrada del orfanato. La dejaron allí, sobre el frío suelo en la entrada. Ella era un lindo bebé en ese entonces, con rostro angelical. De esos bebés que te hacen preguntarte cómo pudieron ser capaces de abandonarlo así. Llevaba solo una manta y una carta que decía, ya no la quiero, cuídenla por mí.
Y allí vivió hasta cumplir su mayoría de edad. En sus dieciocho años de vida jamás nadie preguntó por ella, ni recibió nunca una llamada al menos para saber si todo iba bien con ella, si estaba viva o muerta, saber de su progreso allí. Al parecer la persona que era responsable de ella en ese momento había asumido en toda regla el anonimato y también correctamente asumido que Diana ya no formaba parte de su vida.
A pesar de sufrir ese abandono por parte de su familia. Diana fue muy querida en el orfanato por todos los allí presentes. Las monjas la adoraban, era la consentida del lugar, sobretodo para la hermana sol Inés que le tomó un cariño sin referentes hasta el momento. Para la hermana Diana era la hija que nunca tuvo, la había tomado como una hija propia, le daba un trato especial.
Al parecer Diana no gozaba de mucha suerte en la vida, ya que a pesar de entrar siendo un bebé y que esto le daba ventajas sobre los demás pequeños del orfanato para ser adoptada, nadie se fijo en ella como para desear adoptarla. Ahora arribando a la mayoría de edad tendría que dejar el lugar, no había suficiente ayuda monetaria, ni ninguna ley del Estado que ampara, como para seguir protegiendo a un mayor de edad en el sistema, ya estaba apta para valerse por si misma y trabajar. No había nada más que hacer por ella.
Las monjas no fueron capaz de dejarla marchar, mucho menos la hermana sol Inés. No la dejade por síasta no estar seguras de que le iría bien en la vida y fuera capaz de mantenerse a salvo, capaz de tener un techo y comida. Así que se pusieron de acuerdo en ayudarla y tenerla allí un poco más. Había una habitación de más olvidada en el orfanato, estaba en desuso desde hace varios años la habitación de la puerta negra, así la llamaban.
Esa habitación antiguamente era una especie de sala de primeros auxilios, pero con la remodelación que habían hecho en el orfanato ya no se usaba, así que la ordenaron y limpiaron para que ella estuviese oculta de la vista de los demás allí. Para que estuviese segura hasta que fuera capaz de valerse de por ella y emprender el rumbo de su vida.
El mundo más allá del orfanato era cruel de por si y sería mucho más cruel con alguien como ella. Las monjas querían que estudiara, que buscara un trabajo y fuera una persona de bien. También tenía otro camino, ser monja como ellas y entregar su vida a Dios, pero no era la voluntad de Diana.
Diana aspiraba a más, quería conocer el mundo y formar una familia. Tener hijos, ser la madre presente y cariñosa que no tuvo, quería tener siete hijos, para no estar sola jamás, tener una familia amplia para llenar el vacío de su corazón. Fue así que las monjas en silencio habilitaron una habitación al final del pasillo para ella, a escondidas de su superior y de ella misma, solo le informaron cuando todo estaba listo.
Diana aceptó con gran emoción el gesto tan noble de las hermanas, la verdad que a Diana le aterraba su futuro, le aterraba no tener casa, no tener trabajo, no tener familia y enfrentarse sola al mundo, así que lloro, lloro mucho cuando vio que para esas hermanas ella era importante a tal punto de burlar el sistema por ella.
Diana no desperdició ni un segundo de su tiempo. Se apresuro a estudiar, tomo un curso de masajistas, no tenía tiempo ni dinero para algo más. El curso duro seis meses y obtuvo certificado, con eso podía comenzar a buscar trabajo. Ya con la certificación pudo buscar trabajo y para su sorpresa lo consiguió en breve. En el primer intento fue contratada, al parecer su suerte comenzaba a mejorar para bien.
El trabajo era en un salón de belleza, como masajista ya que casualmente ese día había pedido la baja laboral una de las masajistas por problemas con el jefe, quedando un hueco libre. Comenzaba al día siguiente y estaba muy feliz.Llegó contenta a casa a darle la noticia a las hermanas, sol Inés estaba tan emocionada que hasta horneo un pequeño pastel para celebrar.
Las hermanas insistiera en que continuara viviendo allí hasta que cobrará su primer salario o más tiempo, no había prisas para que abandonase el lugar. Solo debía hacer silencio y no dejarse ver mucho, ya que el nuevo sacerdote del orfanato llegaría al día siguiente y realizaría inspección de todo el lugar, de verla y comprobar su edad tendría que marchar seguramente.
Diana en silencio sufría mucho, lloraba casi a diario en cuanto cerraba la puerta negra de su habitación. Se sentía infeliz y temerosa a cada instante, quería ser capaz de valerse por ella, pero lo veía difícil de momento. También Temía ser descubierta y expulsada de allí. Cada noche antes de dormir rezaba y daba gracias a Dios por no soltar su mano y ponerle a estas personas buenas en su camino que la apoyaban en todo momento, sobre todo por conocer a la hermana sol Inés.
Diana vestía un poco diferente de más demás jóvenes de su edad, sus vestidos y sayas era largos con blusas muy anchas. Toda su ropa proviene de la caridad, nunca pudo comprar algo a su gusto y como era de esperar los atuendos eran conservadores, nada juvenil. En realidad ahora mismo por su cabeza no pasaba ni una idea de como le gustaría lucir, que estilo iba con ella, nada y mucho menos cómo iría a su primer día de trabajo vestida.
Pasó varias horas eligiendo las prendas para el día siguiente. Se colocaba una tras otras, hasta que al final optó por jeans y pullover, de eso tenía varios y consideró que era lo mejor. De todas formas allí al llegar le darían un uniforme, pero no quería ser juzgada como una chica rara desde un inicio. Ya más calmada y con la elección tomada fue a la cama más conforme, debía despertar temprano para no llegar tarde, necesitaba descansar.
La hermana sol Inés fue a su habitación bien temprano en la mañana con una bandeja con un vaso de leche y tostadas con mantequilla para que no marchara al trabajo sin desayunar en su primer día, también quería darle su bendición. Llegó hasta su habitación y dio tres toques en la puerta negra, luego de unos segundos Diana respondió.
- Buenos días mi pequeña, dijo la hermana sol Inés en cuanto la puerta se abrió.
- Buenos días, contestó ella con alegría al verla indicándole que entrara.
- Te traje el desayuno, para que tengas fuerzas para enfrentar tu día. Decía ella mientras colocaba la bandeja en la mesita.
- Muchas gracias, contestó dando un sorbo a la leche.
Luego de comérselo todo, le comentó a la hermana todas sus inseguridades, estaba de los nervios por su primer día de trabajo. La hermana la escucho con atención, eso la ayudó mucho, desahogarse con la hermana la relajó. La hermana sol Inés también le dio algo de dinero por si necesitaba para una emergencia allí en su nuevo trabajo.
Diana terminó de arreglarse completamente y se despidió de la hermana común beso, ya se iba a marchar cuando la hermana le recordó que tuviera cuidado en el regreso porque hoy vendría el nuevo sacerdote y era mejor seguir con discreción por si acaso.
El orfanato era un anexo de una parroquia, donde el sacerdote anterior enfermó repentinamente y fue sustituido por otro más joven, en realidad muy joven, Alexandro se llamaba el nuevo sacerdote. Como dato curioso he de comentar que Alexandro fue criado en un orfanato también, siempre tuvo inclinación religiosa y recién terminó los estudios para ser sacerdote, tiene solo veintitrés años y fue trasladado aquí para cumplir con su labor por ser una zona tranquila.
Fue trasladado a esta parroquia que lleva por nombre Hijas de las Mercedes por estar ubicada en un pequeño pueblo, donde él se puede adaptar mejor y desempeñar su labor muy diferente en las grandes urbes, lo cual requeriría de mayor esfuerzo para él, dado que es muy joven y recién comienza en esa labor.
Diana le hizo saber a la hermana sol Inés que tendría cuidado de no ser vista por él, no saldría de la habitación casi, solo lo necesario. De formas la habitación de Diana estaba casi escondida a la vista, quedaba en el pasillo que daba a la bodega, era muy díficil que el sacerdote fuera por ese rumbo, tenía una fachada como de terror, una puerta vieja toda negra, lo más probable que dado el caso que el sacerdote pasará por allí, no intentaría abrirla.
Diana era una chica hermosa tanto por dentro como por fuera, todo lo que la vida le había quitado, se lo había retribuido en belleza. Su piel era muy blanca, haciendo un contraste perfecto con sus ojos azules cristalinos y cabellos negros como la noche más oscura. Su voz era suave y dulce, así como toda ella. Era imposible no sentir la necesidad de cuidarla y protegerla, solamente sus padres que Dios sabe cuales fueron sus motivos para dejarla abandonarla.
Su primer día de trabajo le fue excelente, todos los clientes salieron satisfechos con su labor, incluso reservaron para tener nuevamente una sección con ella para otra ocasión y aseguraron recomendarla. Esto llamó mucho la atención del jefe, el cual le pidió a su secretaria que la llevara ante él para felicitarla en persona y así hechar un vistazo a la chica. Él no era el que contrataba a los empleados, ni tenía ni la más mínima idea de como se veía, ya que tenía a otra persona destinada a esa función.
Cuando Diana supo que su jefe la solicitada en el despacho sintió tanto temor que se puso pálida en un instante, rápidamente le explicaron que no era por nada malo, más bien para felicitarla, lo había hecho excelente en su primer día. Ella poco a poco fue recomponiéndose del susto, pero igual estaba muy nerviosa de ver al jefe en su primer día de trabajo, era algo tímida.
Según escuchó de otros empleados el jefe era una persona muy estricta, mujeriego, aunque muy bello, tenía veintisiete años y no estaba comprometido con nadie, a veces se aprovechaba de las empleadas más hermosas para satisfacer sus deseos carnales, así que fue advertida de su actuar, esto le daba más temor aún. Pero no había más opción que obedecer e ir a su encuentro.
Diana llegó a la oficina del jefe, estaba algo mareada de tanto nerviosismo, toco la puerta sutilmente y fue ordenada a entrar, su jefe tenía una voz grave, impresionaba un poco escucharlo.
- Buenas tardes, soy Diana. Dijo al entrar.
Al verlo había que admitir que era precioso, sus rasgos eran muy parecidos a los de ella, ojos azules, cabello negro y piel blanca.
- Diego, siéntate que no muerdo. Contestó su jefe mientras le daba la mano en señal de saludo.
Escuchar ese comentario le dio más nerviosismo a Diana, no estaba acostumbrada a esa manera de hablar, era algo que nunca creyó que escucharía de su jefe en la primera línea de conversación. Ella tomó asiento y lo miró en espera de que continuara hablando, ya que ella no tenía nada más que decir.
- Te cité aquí para felicitarte, es tu primer día y ya tienes varias citas agendadas, si sigues así te daré un aumento, dijo él.
-. Gracias. Dijo ella sonrojada aún por lo ocurrido anteriormente.
- Lo que necesites aquí estoy. Te invito a un café si gustas, le dijo él.
Al parecer Diana le cayó en gracia y no era para nada un alarde que ella gozaba de gran belleza, pero está lo rechazo alegando que se le hacía tarde para volver a casa, claro omitió que no tenía hogar, más bien vivía de caridad. Él la dejó ir, pero que no lo acompañará le chocó un poco, no estaba acostumbrado a que las chicas lo rechazaran, pero no insistió, la dejó ir sin resistencia.
Diana fue corriendo al orfanato, al llegar fue apresurada a su habitación para no ser vista por el nuevo sacerdote, al pasar el horario de la cena fue que salió para darse un baño y comer algo, luego regresó a su habitación, antes de dormir la hermana sol Inés fue por su cuarto para saber de su día. Antes de dormir Diana rezaba por qué su vida marchara bien sin complicaciones.
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