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Es Tu Hijo

La llamada.

Octavio Saldaña estaba en una reunión empresarial, era el director general de una importante cadena de abastecimientos a supermercados.

Una llamada los interrumpió.

Con permiso, veré quien me llama.

Bueno...

Buen día, soy Marcos, tengo un mensaje muy importante para ti.

Adelante, dime.

Es mejor que nos veamos, es muy delicado para tratarlo por teléfono. Dijo Marcos Morales al otro lado de la línea.

¿Ah sí?, ¿de qué se trata?

¿Te parece si nos vemos hoy mismo?

En este momento estoy en una reunión, te veré a las cuatro.

Está bien, entonces te espero.

Octavio volvió a entrar a la junta.

Una hora después Octavio terminó con la junta, y fue a su cita con su amigo Marcos.

Hola, ¿qué es eso tan importante que quieres decirme?

Este mensaje nos llegó por fax, al parecer viene del extranjero...

Habla claro, ¿qué dice ese mensaje?

Lo único que sé, es que se trata de la difunta Lourdes Pichardo.

Al escuchar ese nombre, Octavio sintió que le quitaban el piso.

¡Oh Dios! ¡Lourdes! Hace tanto tiempo... Lo borró tan bien, que casi llegó a convencerse de que nunca había sucedido; la única infidelidad en todos sus años de matrimonio.

¿Por qué ahora?, ¿por qué después de todo este tiempo? Y, ¿no insistió ella misma en que no volvieran a verse jamás, en que nunca se comunicaran?

Pero, un momento...

Marcos, ¿acaso dijiste la difunta Lourdes Pichado?, ¿ha muerto?

Marcos asistió con la cabeza, y añadió:

Lamento no tener detalles, lo siento, Octavio.

Pero, ¿quién es la persona a la que debo llamar?, preguntó Octavio con una mueca de disgusto.

Marcos solo se encogió de hombros. ¿Puedo presentarte mi más sentido pésame?, y discúlpame, pero tengo otras cosas que hacer.

Era un atardecer del mes de marzo, donde la primavera hacía una entrada triunfal, y llenaba todos los paisajes con flores de todos colores, los árboles retoñaban, y las mariposas y pájaros inundaban la ciudad.

Octavio captó la indirecta de Marcos, y se puso de pie. Bueno, gracias Marcos.

De nada. No tienes por qué darlas.

Un apretón de manos.

.

.

Con paso vacilante Octavio salió, y se dirigió hacia su coche que estaba estacionado en diagonal por la calle de enfrente, justo donde estaba un restaurante muy famoso.

Al lado de restaurante había un bar también muy conocido. ¿Sería bueno tomarme una copa para armarme de valor?, se preguntó.

No, mejor primero haría la llamada importante, pero claro, la haría con la mayor discreción posible.

Todo el lugar estaba en silencio, parecía que toda la gente se había ido de vacaciones.

Octavio entró a su oficina y cerró la puerta, se sentó detrás de su escritorio y pidió la comunicación a Estados Unidos.

Hello, se oyó una voz somnolienta al otro lado de la línea.

Eh... Habla Octavio Saldaña, ¿me podría comunicar por favor con el señor Quiñones?

Octavio, soy yo, Jaime; qué gusto de volver a escucharte, al fin te encuentro, cuánto trabajo me costó localizarte.

Habían pasado muchos años, pero su voz era inconfundible. Lo conocía tan bien. Tenía en su voz la aspereza que causaba haber fumado miles y miles de cigarrillos.

Sí, lo sé, ¿aún sigues trabajando en la procuraduría?

No, ya no, ¿puedes creer que me pusieron a descansar como si fuera un viejo?

Octavio estaba demasiado tenso como para oir anécdotas demasiado largas.

Jaime, ¿qué es todo esto de Lourdes Pichardo?

Fue toda una tragedia, hace dos semanas, ella venía manejando y chocó con un tráiler que venía en el sentido contrario, desgraciadamente, no sobrevivió al impacto. Toda la ciudad está de luto.

¡Cómo lo siento!

¿Te imaginas?, realmente era muy joven, no merecía morir así. Todos sus amigos de la facultad asistieron al funeral.

Ella no tenía ni sombra de egoísmo, no era muy religiosa, pero tuvimos que hacerlo, no nos quedó de otra.

Jaime hizo una pausa para respirar, Octavio aprovechó la oportunidad.

Jaime, yo sé que es una noticia terrible, pero, ¿por qué quisiste que te llamara? Si la última vez que vi a Lourdes fue hace 10 años...

De pronto, un silencio invadió la línea, pero después, Jaime dijo:

Por el niño.

¿El niño? ¿Qué niño? ¿Lourdes se casó?

Por supuesto que no, ella era una madre independiente, por decirlo de alguna manera. Ella sola lo crió.

Bueno aún no entiendo que tengo yo que ver con todo eso.

Octavio, no sé cómo decírtelo.

¡Vamos, dilo ya!

Jaime, antes de decir lo que tenía que decir, suspiró fuertemente y luego, le soltó la frase.

El hijo de Lourdes, es tu hijo también. Aseguró confiado, Quiñones.

Por un momento, hubo un silencio sepulcral en las dos partes de la línea, Octavio se había quedado completamente sin habla y atónito.

Octavio, ¿estás ahí todavía?, Jaime preguntó como apurándolo un poco.

¿Qué cosa has dicho?, preguntó Octavio, que aún no le caía el veinte de lo que había escuchado.

Sé que esta noticia tal vez te haya conmocionado...

No, Jaime. Sencillamente, no puedo creerlo.

Octavio le contestó cuando había recobrado las fuerzas.

Créeme Octavio, yo más que nadie hubiera querido que no fuera cierto, pero yo era su confidente para todo.

Y, ¿qué diablos te da la seguridad de que yo soy el padre de ese niño?

Octavio, ¿recuerdas las manifestaciones?, el niño llegó a su debido tiempo. Tú fuiste el último hombre con el que ella anduvo.

Eso no quiere decir absolutamente nada. Además, yo no podría estar seguro de que si fuera mi hijo.

Octavio el niño tiene 9 años es justo el tiempo en el que anduviste con ella. Haz las cuentas, dijo Jaime con toda la seguridad del mundo.

Además, ella me dijo que tú eres el único hombre por esas fechas que ella tuvo, Así que quieras o no, el hijo es tuyo.

Dios mío, dijo Octavio, esto es increíble.

Una aventura.

Pero esto no puede ser, Jaime, yo no podría hacerme responsable de un niño, aunque eso fuera verdad.

Cálmate, Octavio, nadie está diciendo que tengas responsabilidad. Owen tiene todo lo necesario. Créemelo, yo soy el tutor, hizo una pausa y añadió, no hay más que un pequeño problema...

Octavio imaginaba qué clase de problemas podría haber. Él tenia dos hijas pequeñas y se preocupaba de que tal vez tendría que cuidar a un niño que no conocía, y lo que llegara a pasar con su esposa si se enteraba de esto. La sola idea lo atemorizaba, jamás hubiera imaginado que Lourdes hubiera tenido un hijo de él.

Además la infidelidad pasó hace mucho tiempo, ya ni siquiera se acordaba de que existía ella.

Pero eso de ninguna manera quería decir que su hijo no existiera. Estaba ahí, en Estados Unidos y él tenía miedo de llegar a conocerlo. No sabía qué actitud tomaría su hijo, no sabía nada, estaba con la mente en blanco.

¿Cuál problema es ese?, contestó él después de varios segundos que estuvo pensando.

El chico no tiene absolutamente a nadie. Lourdes no tenía familia, y él ha quedado solo por completo.

Octavio no respondió, seguía tratando de deslumbrar el alcance de aquella conversación.

En condiciones normales, nosotros no nos haríamos cargo de él, mi esposa y yo... Jaime hizo otra pausa, somos sus tutores, Pero ella está enferma, Octavio, gravemente enferma. No le queda mucho tiempo de vida.

Qué pena me da, interpuso Octavio en tono suave.

¿Qué puedo decir? Tuvimos una luna de miel de 35 años, pero tú no comprendes que ahora es imposible. Si no podemos darle al asunto otra solución, y rápida, las autoridades recogerán al niño.

Octavio sintió un terror indescriptible, imaginaba a dónde iba a parar el diálogo. Su ira aumentaba al ritmo de sus de su respiración.

El chico está inconsolable, prosiguió Jaime. Su tristeza rebasa las fronteras del llanto. Su amargura es tal, que ni siquiera puede llorar, no hace más que estar ahí, inmóvil...

Al grano, Jaime, apremió Octavio.

Jaime titubeó.

Yo quiero decirle...

¿Decirle qué?

Que tú existes.

¿Pero acaso te has vuelto loco?, ¿sabes lo que eso significa?, estoy casado, tengo dos hijas pequeñas. ¿Qué crees que pasará si mi esposa se entera de que tengo un hijo fuera del matrimonio?, ¿que le fui infiel?

Comprendo tu manera de pensar, Octavio, pero piensa también en nosotros, ya te dije lo que pasa con mi esposa, piensa en tu hijo él está completamente deshecho necesita a su padre para poder llorar en su hombro.

Si él supiera que tú existes créeme que será un gran aliciente para él.

Pero para mí sería el acabóse, mi matrimonio se iría al caño.

Entonces, ¿que propones que hagamos?, dijo Jaime disimulando un poco su decepción.

No sé, esto es muy delicado. Yo sé que el chico debe estar sufriendo, pero no puedo hacer sufrir a mi familia, me niego rotundamente, es mi última palabra.

¿Estás seguro?, preguntó Jaime.

Sí, y no se hable más del asunto; Octavio colgó el teléfono muy enojado.

Jaime se sintió muy decepcionado de Octavio, aunque no eran los grandes amigos, se frecuentaban de vez en cuando.

Octavio hundió la cabeza entre sus manos, ¿cómo era posible que Lourdes volviera a su vida de una manera tan intempestiva? ¿Cómo era posible que hubiera un hijo de por medio, si solo duró muy poco con ella? Además, no hubo amor, solo sexo.

¡Dios mío!, ¿y ahora qué puedo hacer?

.

.

.

Diez años atrás...

Octavio y Facundo estaban sentados en una mesa de un restaurante de Estados Unidos, comiendo tranquilamente.

Octavio volteó a ver a la mesa que estaba a un lado y vio a una linda joven, en compañía de otras dos chicas más.

Inmediatamente, le habló al mesero...

Buenas tardes, señoritas, el señor de aquella mesa les manda estas bebidas para cada una...

Lourdes volteó a ver al hombre, era muy atractivo y le llamó bastante la atención. Le sonrió y mostró unos dientes tan blancos como la luna.

Eso le dio la confianza a Octavio para acercarse a la mesa, Facundo solo lo observó.

Hola, mi nombre es Octavio. ¿Y tú cómo te llamas?, dijo dirigiéndose a Lourdes.

Yo me llamo Lourdes. Estoy estudiando en la Facultad de Medicina.

Qué bien, yo me dedico al abastecimiento de tiendas de autoservicio.

¿Quieres sentarte con nosotras a la mesa?

Si no te molesta, por supuesto.

Las otras dos chicas se pusieron de pie, nosotros lo sentimos, pero nos tenemos que ir. Nos vemos mañana.

Facundo también optó por irse. Mañana te marco, Octavio para ponernos de acuerdo, ok.

Sí, está bien. Hasta mañana, bye.

Eres muy guapa, ¿lo sabías?, dijo Octavio muy coqueto.

Gracias, pero solo soy una chica como todas.

¿Tienes novio? ¿Eres casada?

Claro que no, no estuviera comiendo contigo. Y tú, ¿tienes novia?

No, soy casado, pero mi esposa está en México, no habría ningún problema. Yo quiero que tú y yo nos conozcamos.

¿Estás seguro que no habrá problemas?

Completamente.

A partir de ese momento Octavio y Lourdes empezaron a salir, ellos se habían hecho inseparables, entre ellos había una atracción mutua.

Llevaban dos semanas saliendo y ese día decidieron entrar a un hotel.

Ahí consumaron su amor, Octavio se sentía como pez en el agua. Lourdes llegó a significar mucho para él, solo que el gusto les duró poco, porque él tenía que regresar a México.

Ya que vas a regresar, será mejor que ya no vuelvas a buscarme, solo fue una aventura sin importancia.

Me da gusto que pienses así, tú y yo la pasamos bien, pero me llegó la hora de regresar a México.

Y recuerda que jamás me volverás a buscar.

Esa noche la pasaron bien, y al día siguiente, Octavio se levantó muy temprano para irse al aeropuerto.

Un cúmulo de sentimientos.

Octavio y Lourdes no volvieron a verse, y cada quien hizo su vida habitual.

Octavio guardó esos momentos en el fondo de su corazón, los guardó tan bien que pareciera que no pasó nunca.

Época actual...

¿Y ahora, qué voy a hacer?, Octavio se sentía muy mal por lo que había hecho, pero más le aterraba saber que tenía un hijo.

.

.

.

Octavio estaba tan ensimismado checando todos los lugares donde habría de abastecer, cuando alguien entró:

Buen día, don Octavio...

Buen día, era la señora de la limpieza, que hacía su trabajo de todos los días.

¿Cómo va su día?, preguntó ella.

Pues ahí va, nunca falta un supermercado donde me pidan abastecer, ya hasta los medianos también entra en mis recorridos.

Qué bueno, en cambio, yo ando en la vil ruina, ya mero se me vence la renta y no tengo para pagar.

Ni quedándome horas extras.

No se preocupe, doña Sofía yo sé que sí va a lograr pagar su renta. En cambio, a mí no me va tan bien que digamos.

Bueno, con permiso voy a limpiar su escritorio. Después de limpiar el escritorio vació la papelera. Nos vemos, don Octavio, por aquí andaré rondando. Procure no concentrarse demasiado en los problemas.

Octavio observó como Sofía cerraba la puerta con mucho cuidado. Ya veré cómo resuelvo esto, algo tengo que hacer.

.

.

.

Octavio estaba pensando mucho en las cosas que le estaban pasando, por un instante, se quedó inmóvil viendo el teléfono, la señora Sofía ya sabía alejado lo suficiente ya no se oía trajinando por el corredor.

Trataba de librar una batalla desgarradora que tenía por dentro. La cabeza parecida a querer estallarle, se sentía muy mal.

"¡Dios mío!, no puedo poner mi matrimonio en peligro, tiene que ser una mentira, no creo que Lourdes haya tenido un hijo mío y no me haya avisado en su momento. De seguro anduvo con otro hombre y no lo dijo. Ese niño no puede ser mío, olvidaré el asunto y se acabó." Octavio estaba sumido en sus pensamientos.

Pero, ¿cómo puedo olvidar eso?

Sin pensarlo, Octavio marcó un número pero no sabía que iba a decir.

Hola, soy yo Octavio.

Hola Octavio, qué bueno que has reflexionado las cosas.

Por favor, te pido tiempo para asimilar las cosas. Esto es algo muy grave que tengo que afrontar. Te llamaré mañana, pero por favor, no me presiones.

Está bien, no te preocupes, Owen es un chico muy bueno, te gustará ya lo verás. Pero, por favor, llama más temprano.

Lo siento, Jaime. Buenas noches.

Octavio colgó el teléfono, las manos le temblaban, ¡pero qué había hecho!, su matrimonio corría peligro, y sin embargo, él volvió a llamar, ¿por qué lo hizo?

No se imaginaba a su esposa aceptando a un hijo de él producto de la infidelidad. Él la amaba, pero como la mayoría de los hombres, no se pudo resistir a la tentación de una aventura.

La verdad es que estaba aterrado, no sabía qué hacer ni cómo actuar.

La sola idea de tener que decirle a su esposa esto, lo llenaba de un pavor indescriptible.

Un cúmulo de sensaciones revoloteaban en su interior, odio por Lourdes porque nunca le dijo que estaba esperando un hijo suyo, terror, miedo a lo desconocido, no sabía cómo decirle a su esposa lo que estaba pasando.

"¿Por qué tuve que meterme con Lourdes, si estaba tan tranquilo yo en mi matrimonio? ¿Por qué se me cruzó en mi camino? Y ahora, ve tú vas a ver cómo resuelvo esto."

Octavio se imaginó a su esposa corriéndolo de su casa, con las maletas hechas y llorando a raudales. Ella abrazaba a sus dos hijas. Fue muy tajante con él, no, no y no. De ninguna manera iba a aceptar a ese niño, y no por el niño en sí, sino por la infidelidad.

Tenía un hijo que no conocía.

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Camino sin muchas ganas por el estacionamiento. Él sabía que tenía que hablar con alguien era Presa del pánico y de la confusión.

En el mundo entero no había nadie que lo comprendiera mejor y que lo amara tanto como su esposa, ella era su compañía, su esposa, su amante, su mejor amiga. Pero no sabía cómo sería después de contarle lo que pasaba.

Andrea era su amiga más íntima, por decirlo de alguna manera, en realidad era su única amiga.

Ellos se amaban demasiado y siempre resolvían los problemas de la mejor manera. Andrea siempre le había demostrado un amor sin fin y una comprensión que no cualquier mujer tiene.

Era buena y hacendosa y muy amorosa con sus hijas. Siempre buscaba alguna razón para no entristecerse, preparaba unas comidas deliciosas y era muy buena esposa.

Cualquier hombre sería feliz de tener una esposa como Andrea. Entonces, ¿por qué la infidelidad?

Ni él mismo sabía por qué. Simplemente, se presentó la oportunidad y él no pudo rechazarla.

Y ahora, tendría que afrontar las consecuencias de sus actos. El problema era que no sabía cómo.

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