En los confines del Golfo Pérsico, en un remoto rincón donde las aguas se fundían con el cielo en un horizonte interminable, yacía el Reino de Jaddara, un oasis de tradición y opulencia regido por el sabio y temido Jeque Akram Hassan. En las altas torres de su palacio, rodeado por los susurros del viento y los ecos del pasado, el jeque se encontraba reunido con sus consejeros más leales en una deliberación que determinaría el destino de su reino.
Entre las sombras de la sala de consejo, donde la luz de las antorchas danzaba en las paredes adornadas con relieves de épocas olvidadas, resonó la voz de uno de los consejeros, rompiendo el silencio que pesaba en el aire cargado de expectación.
"Su Excelencia, ¿ha tomado una decisión con respecto a la joven?", inquirió con reverencia, sus ojos fijos en el semblante imperturbable del jeque.
Akram Hassan, un hombre de mirada penetrante y porte majestuoso, frunció el ceño con gesto reflexivo. Desde hacía días, su mente se había sumido en una encrucijada de pensamientos y dilemas, sopesando con cautela el futuro de su reino y su propia descendencia. A pesar de tener dos hijos varones nacidos de su primer matrimonio con Dalia y las numerosas concubinas que poblaban su harén, había llegado el momento de tomar una decisión que marcaría el rumbo de su legado.
—Tomaré como segunda esposa a Aziza Rai'f, anunció con determinación, su voz resonando con autoridad en la sala. Los consejeros asintieron con gesto complacido, comprendiendo la magnitud de la elección del jeque. Aziza Rai'f, la hija del sultán de Marambit, representaba mucho más que una simple unión matrimonial.
Con su herencia real y los recursos petroleros que yacían en las tierras de Marambit, el matrimonio entre Akram Hassan y Aziza Rai'f no solo fortalecería los lazos entre ambos reinos, sino que aseguraría el futuro de Jaddara en un mundo marcado por la incertidumbre y la intriga política. La alianza entre ambos monarcas no solo traería prosperidad económica, sino también estabilidad y seguridad para sus pueblos.
En las sombras del palacio, mientras las estrellas titilaban en el cielo nocturno y el rumor del mar acariciaba las murallas del reino, se forjaba un nuevo capítulo en la historia de Jaddara. Un capítulo marcado por la excelencia del Jeque Akram Hassan y su visión para unificar y enriquecer las tierras del Golfo Pérsico con sabiduría y determinación.
Aziza Rai'f era hija única en teoría, tras la muerte del Rey de Marambit, Akram sería nombrado soberano de Marambit, el uniria sus reinos.
El anuncio del Jeque Akram Hassan reverberó más allá de las paredes del palacio, extendiéndose por los pasillos y llegando hasta los rincones más remotos del reino. En las calles adoquinadas de Jaddara, el rumor de la noticia se propagó entre sus ciudadanos, despertando un murmullo de expectación y anticipación.
Desde los mercaderes en los bulliciosos zocos hasta los pescadores que faenaban en las aguas del Golfo Pérsico, todos hablaban del compromiso del jeque con la hija del sultán de Marambit. Para muchos, era un motivo de celebración, un augurio de tiempos prósperos y un futuro lleno de oportunidades.
Sin embargo, entre las sombras de los callejones estrechos, también se tejían intrigas y envidias. Los rivales del jeque, tanto dentro como fuera de las fronteras de Jaddara, observaban con recelo la consolidación de su poder y la expansión de su influencia. Para algunos, la alianza con Marambit representaba una amenaza a sus propios intereses, un obstáculo en su búsqueda de dominio y supremacía en la región.
Mientras tanto, en el corazón del palacio, los preparativos para la llegada de la princesa Aziza Rai'f estaban en marcha. Los jardines se adornaban con flores exóticas y perfumadas, las cocinas bullían con la actividad febril de los chefs preparando banquetes dignos de reyes, y los artesanos trabajaban sin descanso para crear joyas y regalos que honraran la llegada de la futura reina.
En medio de la efervescencia y la agitación que acompañaba al inminente matrimonio real, el jeque Akram Hassan se mantenía sereno y firme en su propósito. Con su visión clara y su voluntad inquebrantable, estaba decidido a forjar un futuro brillante para su reino y su pueblo.
Así, mientras el sol se ponía en el horizonte y el cielo se teñía de tonos dorados y rojizos, Jaddara se preparaba para recibir a su nueva princesa y dar inicio a una nueva era de grandeza y prosperidad bajo el reinado del Jeque Akram Hassan.
Aziza Rai'f caminaba por el jardín cuando su padre la mandó a llamar tenía dieciocho años. Rubia y de ojos pardos, una belleza extraña para un país del Golfo Pérsico.
Hija de una enfermera inglesa y un Jeque se podía decir que era hija única en teoría, pero lo cierto era que su hermana había escapado a vivir en occidente luego de enamorarse de un inglés.
A ella nunca le habían permitido viajar a occidente a diferencia de su hermana Nazira.
Ella caminó hacia la oficina de su padre y espero a que la dejaran pasar.
En cuanto ingreso a la oficina Aziza hizo una reverencia.
— Padre,¿en que puedo servirle?, dijo ella mirando el pisó.
— Quería informarte que esta mañana he arreglado tu matrimonio.
Aziza lo miró sorprendida, sabía que algún día tenía que casarse, pero no pensó que ese día estaba tan cerca. – He pactado tu matrimonio con Akram Hassan el Rey de Jaddara. En unos días serás llevada al palacio real la boda se celebrará en dos semanas.
Ella lo miró estupefacta no quería casarse y la reputación de Akram era de un hombre implacable además ella sabía que era casado seria su segunda esposa. Ella sabía que era una posibilidad ser segunda esposa, pero su padre solo había tenido una esposa y si bien ella había sido criada bajo los estandares de Marambit, siempre habia soñado con ser la única esposa.
— Como ordene padre exclamó Aziza aunque en el fondo estaba destrozada.
Ella salió de la oficina de su padre y corrió a su habitación. No podía imaginar como sería su vida a partir de ese matrimonio. Su padre era un hombre tradicional con un gran legado arraigado en las viejas costumbres.
Pero también era un padre compasivo, no solía golpear a sus hijas y aunque había renegado de Nazira no la había hecho regresar para que fuera castigada.
Aziza decidió escribirle una carta a su hermana, se la entregó a una de las sirvientes que tenía a su disposición y en la cual confiaba ciegamente para que la enviara a Sudamérica su hermana vivía en Brasil, Nazira había adoptado por completo las costumbres de occidente.
— Bahiya, toma ya sabes lo que tienes que hacer.
— Su Alteza no se preocupe respondió Bahiya haciendo una reverencia.
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No era un hombre pequeño ni corpulento. También era considerablemente joven. Vestía una túnica negra, bordada en oro. Su tocado blanco contrastaba con sus marcadas facciones. Imponente y poderoso, resultaba increíblemente intimidante. Así era Akram a sus 42 años. En contraste con el tocado blanco, su piel lucía bronceada y dorada, mientras que sus ojos tenían el color del chocolate amargo.
El sol descendía como una cascada de oro. Bajo sus rayos, sobre la dorada del decierto un grupo de hombres permanecía sobre sus caballos, en un profundo silencio. Todas las miradas estaban fijas en el Rey cuyo caballo se mantenía apartado del resto y en el halcón que se aferraba a su muñeca enguantada. Finalmente, uno de los hombres condujo su caballo suavemente hasta ponerse al lado del Rey.
—Ha llegado la hora, Su Alteza —le dijo en voz baja.
—Lo sé. Abdul, hermano mío —dijo con emoción —, te envío a Basir para que tú y él permanezcan juntos por siempre volando en inmensidad de los cielos de Jaddara.
Luego extendió el brazo hacia adelante y el halcón desplegó sus alas, saltó del guante y se elevó hacia el resplandeciente cielo. Durante un momento, nadie se movió ni dijo nada. Entonces el sultán carraspeó.
—Ya está. Hermano descansa en paz. Akram quería creer que así era, pero la repentina muerte de Abdul aún estaba fresca en su mente.
Su avión se había estrellado durante un vuelo de rutina del ejército. Akram levantó la vista y vio a Basir volando alto sobre su cabeza. Akram tomó las riendas y montó en el caballo.
Akram Hassan observó a sus hijos correr por el jardín.
En ese momento su esposa Dalia llegó junto a él haciendo una reverencia.
— Su Excelencia deseaba conversar conmigo exclamó ella.
— Siéntate, quiero comunicarte que he decidido tomar una segunda esposa, mis consejeros ya han pactado mi enlace con la hija del Rey Rai'f, en unos días la joven estará aquí.
Dalia se quedó sorprendida, no solo se casaba sino que además lo hacía con una mujer más joven que además era la única heredera de Marambit.
— Lo felicito esposo mío, aunque debo reconocer que me sorprende su decisión de querer una segunda esposa.
— Quiero más hijos y tu ya hace diez años que no me has dado más descendencia dijo Akram, quiero que te ocupes de que la joven sea bien recibida. Ahora retírate y déjame solo con mis hijos dijo Akram haciendo un gesto con la mano.
Dalia se puso de pie hizo una reverencia y se marchó.
Akram miró a sus hijos Vadhir su heredero tenía 14 años y Zaid de 12 años ambos se encontraban montando a caballo mientras él los observaba eran excelentes jinetes.
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Una semana después Aziza Rai'f veía desde su coche fuertemente custodiado el Palacio de Jhardda el cual sería su nuevo hogar.
El palacio parecía una fortaleza por fuera, por dentro era un enorme laberinto compuesto por amplios pasillos y tranquilos patios. Tenía varios minaretes y preciosos jardines y los edificios estaban unidos a través escaleras de piedra y pasarelas aéreas.Los techos altos estaban adornados con intrincados diseños de estrellas y arabescos, mientras que las paredes estaban revestidas de mármol blanco con incrustaciones de oro y plata. En cada esquina, brillantes lámparas de cristal colgaban del techo, iluminando los pasillos con una luz cálida y acogedora. Las habitaciones estaban decoradas con tapices finamente tejidos y muebles elaboradamente tallados, mientras que los balcones ofrecían vistas impresionantes del paisaje circundante. En el corazón del palacio se encontraba un majestuoso salón de audiencias, con un trono tallado en madera de ébano y adornado con gemas preciosas. El aire estaba impregnado con el suave aroma de incienso, añadiendo una sensación de serenidad al ambiente.
Akram Hassan se encontraba trabajando en su oficina cuando le informaron que Aziza Rai'f ya se encontraba en el palacio.
El aún no había conocido a la joven, lo cierto era que su elección se basaba más en lo que Marambit sería para él a futuro.
Al día siguiente, nada más amanecer, Aziza se encontraba en la cama cuando le llevaron un delicioso desayuno y no había hecho más que terminarlo cuando su futura cuñada fue a buscarla para conducirla a la parte más antigua del palacio.
La novia recibe ahora todo tipo de tratamientos de belleza -le explicó Zhafira encantada-. Debes relajarte y disfrutar. Te lo vas a pasar fenomenal.
Aziza asintió con un movimiento de cabeza y la siguió.
Zhafira la condujo a un antiguo baño que había formado parte del harén del palacio en tiempos pasados. Tras dejarla un rato en un sauna, aparecieron dos mujeres que le administraron una fina película de algas por todo el cuerpo.
—Es buenísimo para la piel -le dijo su cuñada.
Aziza se rió al imaginarse lo que diría su futuro esposo si la viera convertida en un monstruo marino.
Lo cierto es que aún estaba nerviosa porque aún no conocía a su futuro esposo. Temía ser devuelta con su padre, en realidad su mente era un caos no quería ese matrimonio pero tampoco quería ser devuelta con su padre.
Aziza se sorprendió cuando le quitaron la mascarilla seca, su piel estaba más suave que nunca. A continuación, le lavaron en el pelo con un preparado de hierbas y la esteticista del palacio le hizo una mascarilla facial, le depiló las cejas y la deleitó con otros muchos tratamientos de belleza.
— A la hora del té conocerás a Dalia la primera esposa de Akram.
Bahiya le había hecho algunos comentarios que hacían los empleados sobre Dalia. Estaba muy agradecida porque Akram había accedido a que ella llevara a su empleada.
Por medio de ella seguiría en contacto con su hermana Nazira.
Aziza se encontraba sentada en su ala del palacio junto a su futura cuñada cuando Dalia llegó acompañada de varias empleadas.
Aziza hizo una reverencia, ya que Dalia era la reina.
Dalia se quedó sorprendida al ver el cabello de la futura esposa de Akram, sabía que tenía varias concubinas en el harén y nunca se sintió amenazada, pero no había esperado que fuera tan hermosa, ya de por sí era más joven ella tenía 32 años.
Dalia era castaña de ojos negros todo lo contrario a Aziza que era rubia de ojos pardos.
— Su Alteza es un honor para mí recibirla dijo Aziza.
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