PRÓLOGO:
Año 17, después de la llegada del Aheterium:
La vista poco a poco comienza a despejar su neblina inicial, el paisaje borroso se enfoca gradualmente ante mis ojos. Junto con la claridad visual, regresan los mareos y los dolores físicos que acompañan a mi maltrecho cuerpo.
“Ah… ¿Qué? ¿Qué sucedió?” Balbuceo, tratando de comprender y recordar por qué me encuentro en este lamentable estado.
Una sensación quemante se manifiesta en cada músculo a medida que mi visión termina de enfocarse por completo.
Mis ojos entonces se abren con horror, al apreciar plenamente el paisaje dantesco que me rodea, un grito ahogado en mi garganta.
“¡Q-QUE DEMONIOS!”
Observo con creciente desazón la ciudad de Oriana, – la ciudad donde crecí, llena de recuerdos contradictorios, algunos amargos pero también de momentos dulces y
felices qué, de igual manera, ahora yacen aplastados bajo estas ruinas manchadas de sangre y estos sonidos agónicos de las personas que suplican ayuda.
“¡A-yud..a! ¡P-por favor…” Los gritos balbuceantes de un hombre atrapado bajo los escombros taladran mis oídos.
Sus piernas destrozadas forman un ángulo grotesco, la sangre manando a borbotones.
Más allá, una mujer yace cerca de un cadáver irreconocible, con los miembros arrancados y esparcidos en un charco sanguinolento.
“¡Nooo! ¡Mijooo! ¡Mi hijoooo!” Aúlla desconsolada, abrazando lo que una vez fue un pequeño cuerpo.
Un panorama aterrador, desolado y horripilante que sigue extendiéndose ante mis ojos.
El señor Orlander sale abruptamente de entre una pila de escombros, apenas raspado. Sus ropas están hechas jirones y su expresión es de profundo horror.
“Finalmente, te detuviste, Cedric… Maldita sea, ¿por qué hiciste esto?” Pregunta con voz temblorosa.
Los recuerdos vuelven a mi mente uno a uno.
Cada persona, anciano, niño, mujer, cada ser humano débil que destrocé de manera cruda e inmisericorde.
Las imágenes se acumulan incesantemente. Cuerpos retorcidos, miembros dispersos, charcos de sangre y vísceras.
Una masacre sin nombre.
“No lo sé, señor Orlander…" Le respondo, "No sé qué fue lo que me pasó…” con voz ronca, todavía aturdido.
Orlander suspira decepcionado, negando con la cabeza.
“Pero…” Prosigo tras una pausa cargada de tensión. “Lo que sí sé, es que todo este escenario, todas estas muertes y estos llantos… Me tienen muy satisfecho y feliz”
“…”
“No me arrepiento de nada.”
----16 años atrás----
El aire de mis pulmones sale con relajación mientras mi pecho sube y baja, mi respiración es fresca y relajada.
Siento una textura suave y húmeda en mi espalda.
Hmm, ¿Qué será? ¿Césped? Tal vez... No lo sé, me siento relajado, tengo los ojos cerrados disfrutando este momento solo para mí.
La brisa acaricia mi piel con suavidad.
Abro los ojos lentamente y ahora veo el cielo extendiéndose hasta el horizonte, las nubes flotando y danzando, proyectando sombras frescas sobre mí.
Waaa... Parece el paisaje que te imaginas mientras una melodía relajante suena, transportándote a un lugar de serenidad absoluta.
de hecho, es bastante gracioso... no tengo idea de por qué estoy aquí, pero estoy tan a gusto, que eso no importa por ahora.
Este momento de paz es como un bálsamo para mi alma.
Por desgracia, una nube que cubre el sol se mueve perezosamente, permitiendo que los rayos me den directamente en la cara.
Me enojo de inmediato, ¿Por qué demonios tiene que ser así? Habiendo tantos lugares en el mundo para dar, tiene que ser en mi cara.
Maldición...
Me muevo ligeramente, pero un suave dolor se manifiesta en mi espalda.
Hum.
Me llevo una mano hacia la molestia, tratando de tantear con el tacto, Pero es difícil.
Aunque después de un rato lo consigo.
"Parece un piquete de mosco" pienso, "Pero es más que eso, es más larga... ¿Es esto costra?"
La toco más, con cautela, solo para sentir un dolor punzante.
"Auch... Duele más de lo que pensaba, parece que es más que una herida normal, que demo..!"
Me encuentro explorando mi cuerpo regordete, moviendo lonjas de piel suave para seguir tactando, hasta qué.
"ah... Q-que es est..."
La cautela por la herida se acaba, la sangre me hiela y mi boca se amarga como si hubiera probado un limón. Me doy cuenta de algo más... Escalofriante.
Mis manos...
Cuando me toco la pequeña herida, observo que mis manos son extremadamente... Pequeñas... Y gordas. Como las manos de un bebé.
Pero... ¡Q-QUÉ!
Inmediatamente trato de ponerme de pie, pero ahora mismo es como si el instinto que uno tiene se hubiera largado, no puedo hacerlo... Es más, no se cómo hacerlo.
¿p-pero y esto? ¿Porque no puedo ponerme de pie?
Mi respiración se agita mientras trato desesperadamente de ponerme de pie, una y otra vez. Solo para caer de espalda y mancharme de lodo.
Además, estoy usando un pañal... Un pañal que está lleno de 'algo'
puajj, no puede seeeerr.
¿Cómo llegué aquí? No lo sé, no hay nada... Como si fuera nuevo, mi mente está vacía. No hay recuerdos, no hay pasado, sólo un presente desconcertante en el que aparentemente soy un maldito bebé.
es algo difícil de explicar.
El pánico se apodera de mí y empiezo a llorar.
"W-w... ¡WGHAAA!"
En medio de mi llanto, escucho cómo una puerta se abre tras de mí, el sonido chirriante cortando el aire.
Sigo moviéndome como un gusano en el pasto, lleno de mugre y mi cuerpo me pesa, no puedo hacer nada, no puedo pararme y correr.
Pero empiezo a pedir ayuda desesperadamente aunque mis palabras no son más que chillidos de rata y balbuceos de bebé.
¡Ayuda! "¡GHAA!"
Ayuda "GHAA"
"¿P-por qué no puedo hablar?"
La sombra de una mujer se posa sobre mí, oscureciendo mi visión. La veo de cabeza, su rostro enmarcado por mechones de cabello castaño que danzan con la brisa.
Tiene ojos cafés, profundos y expresivos. Es joven, no pasa de 30 años y además es muy linda... Pero su expresión no es nada amigable.
"Ay no... No, no, no, no... ¡NO PUEDE SER!" me grita con un enojo desconocido.
"¡QUÉ ESTÁS HACIENDO AHÍ, NIÑO?! QUÉ NO TE ACABO DE DEJAR DORMIDO EN LA CAMA?"
"pff, que genio!" pienso, y agradezcoque no puedo hablar, imagina que pasaría si le dijera que ni yo mismo sé que hago aquí?
La verdad Quisiera responderle y exigir respuestas, pero mi boca no coopera.
"Aghagdhah." Es todo lo que sale de mis labios, un balbuceo sin sentido que solo parece enfurecerla más.
"Tch... Nada más me quitas tiempo... anda, vente... Te voy a volver a bañar. ¡AY NO! ¡ESTÁS TODO COCHINO!" Regaña, su ceño fruncido crea arrugas en su frente.
Sin darme tiempo a reaccionar, me toma de un brazo con brusquedad y me lleva adentro.
¡No puede ser! De la nada una mujer desconocida me está cargando como un animal rumbo a lo desconocido.
Tengo tantas preguntas en mi cabeza.
por alguna extraña razón, comienzo a moverme en sus brazos mientras lloro, tratando desesperadamente de liberarme de su agarre.
Pataleo, manoteo y me sacudo.
"Por dios, Ademir ¡YA DEJA DE MOVERTE."!! Farfulla la mujer con molestia, sacudiéndome como maraca, sentí mi cerebro en mí estómago y mi riñón en la boca.
Ni modo, si no puedes con la bestia, deja que te coma.
Me he resignado en los brazos de aquella mujer, en una posición incómoda donde se observa el cielo despejado del día.
Derrotado y con la cabeza colgando, veo una cosa que capta mi atención en ese cielo azul, una cosa extraña que nunca había visto en mi vida.
Mis ojos se abrieron como platos cuando veo algo hermoso, observo algo que desafía toda lógica... 2 lunas... ¡2 LUNAS! Brillando incluso en el día como 2 hermanas que solo se tienen la una a la otra, abrazadas, rodeadas de nada mas que un color azul celeste.
Es muy bello, un paisaje tan bello que compite con un campo de flores en plena primavera, un oasis en medio del desierto o una noche estrellada.
Es tan bello que me dió náuseas.
Puajj.
O quizá las náuseas sean por culpa de la mujer quien me está cargando bruscamente.
El tema es que esto no es para nada normal.
De la nada las náuseas crecen tanto que empiezo a vomitar un líquido lechoso color blanco con algunos grumos.
Como tengo Tan mala suerte, se me ocurre manchar el vestido de la mujer.
Ella de inmediato se da cuenta y me observa con shock.
Ahora no solo estoy con el pañal lleno, sino también vomitado.
"¡Q-que has hecho!" Grita, se enoja aún más y me revienta la nalga con un tremendo manotazo.
¡AAHH!
El dolor explotando en mi piel sensible.
"¡YAA ME MANCHASTE!" Ruge, su voz retumbando en mis oídos.
No lo entiendo, no entiendo qué pasa, no entiendo qué demonios estoy haciendo en el cuerpo de un bebé, no entiendo por qué hay dos malditas lunas en el cielo y tampoco entiendo quién es esta mujer.
Maldita sea... ¿En qué lío me he metido?
***
"Tuc, tuc, tuc..." Hace el reloj, reventando el silencio de la habitación, cada segundo marcado por su incesante tictac. Y no dejo de preguntarme a mi mismo ¿qué demonios estoy haciendo aquí?
Estoy asfixiante, las cobijas envuelven mi cuerpo como una prisión de tela, sofocándome de calor y frustración.
La mujer de hace rato, no tengo del todo claro quien, pero me he dado una idea. Entramos en una pequeña casa de madera, polvosa y decaída, con una atmósfera densa y una rara melancolía.
Me bañó con una intensidad tan brusca, que dejó mi trasero rosado, luego me mal cambió, me acostó y aquí me dejó.
No había nadie más en la casa y alcance a ver una foto donde aparecía ella, otro hombre y creo que yo, a menos que haya otro bebé en este lugar.
Con eso que ví, pienso que es nada más y nada menos que mi madre.
"Kjjhaaaaaa." Suelto amargamente, tratando de mover mi cuerpo pero fallando miserablemente.
La habitación es sencilla, una cama individual con almohadas y colchas en el borde para no caerme.
Por dios, mujer... No creo que esa sea una barrera efectiva contra un bebé.
Frente a mí, hay una ventana, donde puedo apreciar las lunas en todo su esplendor.
Hum... ¿Por qué demonios habrá 2 lunas en el cielo?
Ya son aproximadamente las 10 pm, la noche ha caído y, por ende, las lunas brillan intensamente en el cielo oscuro.
Una es la típica luna blanca, con cráteres asimilándose a cicatrices post-acneicas de un adolescente inseguro. La otra, es más pequeña, como menos de la mitad del tamaño de la luna principal.
Su brillo es de un color rojizo inquietante y es más bien un tipo de roca, no tiene la forma perfectamente circular de su compañera. Supongo que la razón de que se vea a la par de la luna normal, es porque está más cerca de la Tierra.
Maldita sea, tengo comezón y no puedo rascarme, mis extremidades inútiles me fallan una vez más.
Mi vista ahora se clava en el techo, ya estoy más tranquilo pero mi mente sigue girando con preguntas sin respuesta.
¿Cómo he terminado aqui? siendo un bebé nuevamente y con una madre enojona que da miedo.
Por más que trato de recordar... No hay nada, no hay ninguna imagen, ni un solo recuerdo que pueda darme una pista de cómo llegué a esta situación surrealista.
pfff.
Tampoco puedo andar por ahí tratando de investigar, no tengo la manera ni la edad suficiente.
Mis pensamientos son reventados como un globo por un sonido aterrador proveniente de afuera, son unos chillidos y sollozos desgarradores que me ponen la piel de gallina.
¿Qué demonios es eso?
Cada vez suenan más intensos, siento un terror frío invadirme, contraste con la calidez de las mantas que me rodean.
Espera... Esa voz....
Los llantos vienen de afuera, la voz es muy familiar y como no tengo recuerdos, solo hay una persona que conozco.
Es mi madre, que por alguna razón está llorando.
Maldita sea, la curiosidad me mata pero no puedo hacer nada... Estoy atrapado en este cuerpo inútil, a merced de esta mujer y de las circunstancias.
¿Por qué está llorando? ¿Acaso le hice algo? ¿O hay algo más que no sé, algún dolor oculto que la atormenta?
No lo sé, no sé nada de nada y esa ignorancia me corroe por dentro.
Por ahora, creo que debería descansar, o al menos tratar, esto es demasiado abrumador para procesarlo de una sola vez.
******* PARTE 2 ******
Así pasan los meses directamente, atrapado en un cuerpo pequeño.
Ahora me encuentro en una carriola mientras paseo con mi madre, observando el cielo despejado que me rodea, a excepción de las dos lunas tan bellas y únicas.
Despertar como bebé, sin poder hacer nada más allá de chillar y dormir fue espantoso, pero gracias al tiempo, me he tranquilizado. Después de todo, no puedo hacer nada al respecto.
Mi nombre es Ademir Graymond y tengo la impresionante edad de 1 año y medio. Vivo en una ciudad industrial llamada Monreal en un país llamado Veneria, llena de fábricas que contaminan el aire, Pero que extrañamente atrae a las masas.
Lo que veo es asqueroso, un hervidero de gente, vagabundos, damas, niños malcriados, obreros y nobles estirados.

Un auténtico circo.
Pero tranquilos, no me quejo. A mi madre tampoco le gusta venir a mezclarse con la chusma, por lo que la mayoría del tiempo me quedo en mi casa, lejos de tanta bulla, solo que ahora me arrastró a comprar víveres.
Pero si, la mayoría de gente que vive aquí es gente que da asco, solo con el olor tendría para vomitar todos mis órganos, pero me he acostumbrado.
Ahora mismo siento cómo la marcha de la carriola se detiene en un lugar donde los malditos ruidos son fuertemente molestos, incomprensibles y torturantes: chillidos de niños, ladridos de perros y los balbuceos de las ingenuas personas que no tienen nada que hacer en sus casas y vienen a perder el tiempo en la ciudad.
Estaba tranquilo maldiciendo todo, cuando de repente una gran masa de cueros arrugados aparece en mi campo de visión,
"¡A-AHHHHH! Maldición, ¿de donde salió esa cosa? que asco, puedo oler su aliento a cebolla podrida.
"¡Mira qué bebé tan lindo!"
Es una anciana sonriente, con dientes amarillentos y podridos que no hacen más que darme ganas de vomitar.
Una bruja.
Quisiera retroceder y alejarme de esta vieja, pero estoy atrapado en la carriola, indefenso y vulnerable mientras la anciana comienza a chillar y hacer caras extrañas esperando que reaccione tiernamente.
Qué asco, ¿quién dejó la puerta del infierno abierta? Ya se les escapó un demonio.
Siento mi estómago revolverse, el vaivén que hace la carriola junto al asco que me provoca la anciana, provocan finalmente que el vómito parecido a yogurt salga de mi boca.
Maldita sea... ¡AHHH!
"Oh no... Has vomitado, ¿tesoro, te encuentras bien?" Dice el demonio, mientras me acaricia la mano.
"Ay Ademir... ¿Por qué vomitaste? ¡Cielos!" Una voz familiar interrumpe y se une a la fiesta. Sus manos se me acercan y con un pedazo de tela me limpia el vómito.
Es mi madre.
"Ay, no lo sé, tal vez porque el saco de huesos me ha echado el resuello de la cebolla que se comió la semana pasada."
"Ay no te preocupes querida... Los bebés hacen eso todo el tiempo." Dice la anciana con una sonrisa desdentada.
"Sí claro... Adiós, me tengo que ir." Responde mi madre, quien de igual manera se repudia de aquella anciana, alejándome rápidamente de la vieja bruja.
Ella es Clarissa Graymond, una mujer que me causa muchos sentimientos... Por un lado, me siento mal por ella. Se la pasa triste, es un poco torpe y está sola. He sido testigo de muchos de sus llantos.
Llora por las noches, se pierde en sus pensamientos, se estresa demasiado rápido... No lo sé, tiene sus problemas.
Por un lado, la observo con pesar. Es una mujer joven y linda, no pasa de los 30 años... Escucharla llorar me hace sentir mal y no lo sé, siento que no debería estar pasando por eso.
Pero por otro lado...
Yo tampoco la estoy pasando nada bien. Conmigo se comporta de una manera muy brusca. Cuando lloro inconscientemente, llega un punto donde se estresa y me zarandea como maraca, no se porque le fascinará tanto hacer eso.
Un recuerdo se presenta en mi mente.
Fue poco después de que "llegué" y me encontraba llorando desgarradoramente. Los bebés hacen eso, ¿saben? Aunque no quiera, es inconsciente.
"¡Ghaaaaa! !!Ghaaaaa!!"
"¡YA POR FAVOR! ¡YA CÁLLATE! ¡ME TIENES HARTAAA!"
No lo sé, estaba frustrada y estresada. Al no poder callarme, me comenzó a zarandear como trapo viejo. La mujer, al ver que eso solo me hizo llorar más fuerte, me aventó a la cama y ahí me dejó.
"¡AY NO! ¡YA ME TIENES CANSADA! ¡AHÍ QUÉDATE Y DUÉRMETE!"
Y así sucesivamente.
Después de un rato, la carriola se detiene frente a nuestra casa, un pequeño hogar encima de una colina. Tiene buena vista, hasta eso. Puedes ver parte de la ciudad y el mar que se extiende por el horizonte.
Entramos y mi madre me coloca en el suelo. Inmediatamente, siento la textura de la madera debajo de mis manos y rodillas mientras comienzo a gatear, queriendo moverme por la casa.
Observo la cocina y el comedor a mi derecha, separados por una pared junto al recibidor. Frente a mí, las escaleras llevan al segundo piso, y al lado, un espacio con muebles acoge librerías y fotos de mi madre, también hay flores secas y polvosas en jarrones.
Desde mi posición en el suelo, escucho a mi madre encender la radio.
Las voces de los locutores llenan la habitación con un tono grave y urgente.
"Las últimas noticias desde el frente no son alentadoras", dice un locutor. "Celestia continúa perdiendo territorio ante el avance implacable de las fuerzas de Zyrionia. Los informes indican que las bajas entre nuestros valientes soldados son alarmantemente altas".
La radio informa sobre la situación actual que se está viviendo en este lugar: una guerra entre dos territorios enteros que buscan tener en su poder una extraña sustancia muy rara.
No sé mucho los detalles.
Solo sé que esa sustancia se encuentra debajo de la superficie de la luna rojiza, y según lo que he escuchado, buscan llegar a ella para extraerla.
Una basura.
Veneria, la ciudad donde yo vivo, se encuentra en el continente llamado "Celestia", por lo que no sé si es cosa de mi mala suerte o es algún dios queriendo jugarmela.
Veo cómo los hombros de mi madre se hunden y cómo sus manos tiemblan ligeramente mientras ajusta el volumen de la radio.
"Dariel... Por favor vuelve con vida." Susurra a la nada, preocupada y con los ojos lagrimeando.
Dariel Graymond, el hombre de aquella foto familiar que mire nomás llegar aquí.
Un hombre físicamente fuerte, barbón y con el cabello medio largo, de piel blanca y ojos marrones.
Él es mi padre.
El papel del hombre es ser un soldado en la guerra, y ser el culpable de los llantos nocturnos de mi madre, ya que no se sabe nada de él desde que se fue a pelear en una batalla.
Una madre con problemas psicológicos, un padre probablemente muerto, un mundo en guerra, humanos ambiciosos y ancianas que escaparon del infierno.
El paraíso perfecto para un bebé de 1 año y medio.
Espero con todas mis fuerzas poder sobrevivir y encontrar un poco de paz en medio de este caos. Pero por ahora, solo me queda observar y tratar de entender este mundo al que he llegado, con la esperanza de que algún día las cosas mejoren.
Las gotas de lluvia caían de forma constante, llenando y golpeando los charcos formados en la calle. Cada gota era un pequeño susurro de melancolía que hacía más incómodo ese ambiente. La luz tenue del día se filtraba a través de nubes grises, tiñendo todo de un tono apagado, mientras sombras de figuras pasaban por delante de mi visión.
Monotonía total. ¿Cuánto tiempo llevaba atrapado aquí? Tres años y medio. Aún no sabía cómo había llegado aquí; no sabía si acaso había nacido o simplemente surgido de la nada. La verdad era que podría haberme despertado en un acantilado y seguiría sin saber qué demonios estaba haciendo en ese cuerpo.
En ese momento solo miraba por aquella aburrida ventana de mi casa, esperando que pasara algo interesante, o al menos un meteorito que terminara con ese espectáculo de aburrimiento. Afuera, los vagabundos se agazapaban en sus cartones, buscando refugio de las gotas bajo trozos de cartón. ¿En serio?
Por otro lado, las personas de clase baja, que no eran lo suficientemente desafortunadas como para ser vagabundas, corrían como si el agua pudiera perseguirlas y no lo entendía, si se suponía que adelante también estaba lloviendo.
En fin, aunque su clase económica podía variar, lo que nunca cambiaban eran sus rostros cansados y decaídos. Todo por culpa de una guerra.
Al principio, entenderlo había sido un rompecabezas. Demasiados datos para un mocoso de menos de cuatro años. Pero, como cualquier buena tragedia griega, uno se adaptaba.
El mundo estaba paralizado por una guerra por el control de un mineral que venía de una de las lunas que se veían en el cielo. Esa sustancia se llamaba Aheterium.
Si los escasos periódicos y libros que había encontrado en la basura de la ciudad no se equivocaban, el Aheterium era una sustancia negra, viscosa y apestosa, con más propiedades de las que podía contar.
Había sido descubierta cuando un pedazo de Ethas, la luna rojiza, decidió jugar a la caída libre y aterrizó en territorio de Celestia.
Tenía propiedades que podrían cambiar el juego, como aumentar la fertilidad del suelo, funcionar como materia prima en la elaboración de productos y hasta curar ciertas enfermedades si se ingería.
Básicamente, podría revolucionar el mundo. Pero, como en cualquier buena novela ligera escrita por un rarito en su habitación, el Aheterium también tenía otra propiedad más allá de lo posible.
Esa cosa otorgaba poderes ridículos a algunos humanos. ¡Poderes! ¡Porque claro, eso era justo lo que todos necesitaban!
Y, en lugar de influir de manera positiva en la sociedad, todo se había ido ala mierda.
Gracias a nuestros dos protagonistas: Celestia, el lugar donde yo vivía, que era tan grande como un continente dividido en países que podrían ser catalogados como un país ideal.
Liberal, donde todos tenían derechos, podían expresarse libremente y hasta influir en la política.
Estaba lleno de cultura propia y cada país tenía sus propias normas. Todos eran felices, nadie pasaba hambre, gracias a la brillante economía que florecía entre fábricas y negocios industriales que estaban revolucionando la sociedad. Solo había que mirar esta ciudad: llena de fábricas, humo, obreros y calles contaminadas.
Definitivamente, el paraíso.
Contrario a Zyrionia, el enemigo, de similar tamaño pero de características radicalmente opuestas. Allí, el gobierno tenía el control absoluto, no había derechos, y la crisis y la hambruna eran los panes de cada día. Esas tierras colosales chocaban constantemente debido a sus diferencias de pensamiento, de gobierno y de vida.
Ya había habido una guerra colosal que mató a tantas personas que cada uno decidió encerrarse en su mundo, odiándose entre sí durante décadas. Aunque Zyrionia era un enigma para mí, se decía que allí ni siquiera existían vehículos motorizados.
Esa paz que había en ambas naciones se había esfumado ahora gracias al Aheterium.
Zyrionia temía que Celestia explotara ese mineral para aniquilarlos, así que pidieron que se compartiera para equilibrar la balanza.
Pero Celestia, temerosa de que eso significara su propia aniquilación, dijo que no. Así que, ¿qué hicieron? Comenzaron la guerra de nuevo. No solo por el control de Aheterium, sino por el control del mundo.
Desde entonces, todo había ido en picada. Refugiados y más refugiados, vagabundeando y generando lástima a su paso. Las crisis y la hambruna eran el pan de cada día, gracias a los ataques a ciudades productoras y demás.
La verdad era que cuando supe que había una guerra, pensé que podría sobrellevarlo, pero ahora con toda esa información sacada de la nada, estaba un poco preocupado, pues aunque tenía 5 años, no iba a la escuela, ni podía salir mucho de casa debido a que siempre estaba la incógnita de qué pasaría afuera.
Los peligros que había no eran para tomarse a la ligera; además no era como si mi madre me sacara mucho a pasear.
¿Hum...? Hablando de ella...
Pude visualizar cómo la figura de una mujer familiar venía caminando directo a mi hogar, mojada, con los hombros abajo y una mirada sombría.
Clarissa Graymond, mi madre, avanzaba; su andar era lento, como si cada paso le pesara más que el anterior.
Ese día llevaba un vestido de color oscuro, que se adhería a su figura empapada, mientras un abrigo negro la envolvía, pero no lograba ocultar esa aura triste que la rodeaba.
La tela estaba manchada de barro, y me preguntaba si alguna vez se había tomado el tiempo para mirarse en un espejo.
Sus manos estaban cruzadas deteniendo su abrigo.
Sus ojos sombríos estaban perdidos en el suelo y la lluvia le caía sobre el cabello, que se adhería a su frente, mientras su rostro se veía más cansado que nunca.
"Pobre mujer, ¿cómo le habría ido esta vez?"
La incomodidad se instalaba en mi pecho, y por un momento, un sentimiento ajeno me invadía, como si de la nada fuera solo un espectador más en ese cuerpo, y el niño original fuera quien ahora tomaba el mando.
Tragué saliva dejando que pasara lo que tuviera que pasar.
La puerta se abrió bruscamente y ella llegó a casa, suspiró profundamente y dejó caer el abrigo con un gesto casi automático, como si fuera un peso que la agobiara.
Por un instante, nuestros ojos se encontraron, y Ademir original buscaba algo, una mirada que le permitiera ponerse contento por su llegada. Pero en vez de eso, lo que encontraba era una mirada dura y fruncida, que solo transmitía enojo.
"¿Qué demonios estás viendo?", me preguntó con enojo y su voz destruyó la melancolía que había en el hogar.
"Ah... y-yo..."
"Tch... Maldito niño."
Me interrumpió con el ceño fruncido y continuó su camino, dejándome ahí, tieso, incómodo y triste, muy triste.
Solo la observaba mientras se dirigía a la radio que siempre sonaba cuando ella estaba en casa, en la misma estación de noticias donde se hablaba principalmente de las batallas y los muertos reconocidos.
Mientras la escuchaba, ella abría la alacena y sacaba pan, salami, entre otros ingredientes que se ponía a cortar tan tensamente, con su boca temblando, como si de un momento a otro fuera a derrumbarse y desbordar esas emociones que la carcomían.
Era extraño; ella y yo éramos dos personas extrañas, de la nada cuando hacía contacto visual conmigo, o cuando estaba cerca de mí, podía sentir cómo algo más se apoderaba de mí, como si el Ademir original tomara control de los sentimientos, y me dejara a mí, quien entró ya tarde en ese cuerpo, en segundo plano.
No sabría precisamente cómo explicarlo, y decía que era extraño porque jamás, en lo que había estado en ese sitio, había recibido un cálido sentimiento de cariño de ella como madre; en su lugar solo había recuerdos de desprecios, maltratos y una que otra golpiza.
Y ahí seguía, tensa, sin un solo porcentaje de relajación, sus labios temblando, sus manos intentando cortar un pedazo de pan, pero ni siquiera lo podía hacer bien. Era como ver un fantasma en plena cocina. Aunque la verdad no siempre había sido así; bueno, sí, siempre había sido una mujer un poco repugnante y enojona, conmigo más que nada. Pero con el paso de los años se había ido hundiendo sola en un hoyo que ni ella misma había hecho, sino que había sido esa persona.
Mi vista inconscientemente se dirigía hacia el cuadro puesto en la sala principal. No había un hijo sin un padre, y era él a quien me refería. Dariel Graymond se enlistó en el ejército apenas inició la guerra. La última comunicación que tuvo con Clarissa fue donde mencionaba que se dirigía a una guerra en un lugar llamado Canarias. La mala noticia era que esa batalla fue una completa masacre; nadie más que soldados enemigos sobrevivieron y no estuvo del todo claro cómo pasó, solo fue una masacre y, desde entonces, no se había visto un rastro de ese hombre. Fue ahí donde Clarissa se vino abajo. Precisamente en este radio fue donde se enteró. Ahora cada montaña de cadáveres traída por soldados era cuidadosamente esculcada por Clarissa, ya que hasta la fecha nunca se había encontrado el cuerpo del hombre. La cordura la dejaba a un lado; cada olor putrefacto que seguramente olía al revisar cadáveres, cada gota de sangre que le quedaba en las manos, sumado al cansancio, la incertidumbre y la falsa esperanza, estaba acabando poco a poco con la mujer.
Era gracioso porque, aunque no hubiera conocido a mi padre, su desaparición también me afectaba. En esta casa no era el hijo querido, más bien, el pequeño saco de boxeo de mi madre.
La oía llorar por las noches y golpear la puerta o tirar cosas, pero de día era yo quien se llevaba los gritos y, a veces, hasta los golpes. A veces me soltaba palabras que quemaban más que cualquier golpe: "Demonio, bastardo". Acompañadas de una mirada de odio puro, como si yo tuviera la culpa. Sabía que no era el problema real, pero era el que estaba allí, y parecía que eso le bastaba para que descargara todo. ¿Que si la odiaba? No sabía. Era difícil odiarla del todo porque, al final... seguía siendo mi madre. No sabía ni cómo se suponía que debía sentirme. Sentía que, a veces, era yo el que estaba atrapado en ella, obligado a verla desmoronarse mientras no hacía nada más que observar cómo se destrozaba.
Y por más que la odiara por todo lo que hacía, a veces, cuando la veía así de perdida, me daba lástima.
***
Sin embargo... Ahora mismo, en este preciso momento.
"¡KYAAAAAAAAAAAA!! ¡N-NO PUEDE SER!!!"
Esa monotonía que les he contado, esa Clarissa que tenía el mundo abajo, con falsas esperanzas... Al parecer, habían tenido un resultados positivo.
"¡D-D-arieeeelll! ¡ERES TUUUUUU!" en menos de un segundo, la mujer de la nada estaba en el aire lanzada con una cantidad de lágrimas en sus ojos totalmente exageradas, sobre aquel hombre del cuadro, quie está justo ahora, parado enfrente de la puerta de la casa, mojado por la lluvia, herido y con un brazo roto.
"!Hola Clarissa! He vuelto"
¡¡Mi padre ha aparecido!!
El sol se filtraba a través de la polvorienta ventana de mi habitación, un claro indicio de que la tormenta nocturna había llegado a su fin.
Es gratificante mencionar que la tempestad no solo terminó en el exterior, sino también dentro de las paredes de mi hogar.
El reloj marca aproximadamente las 7 de la mañana y me encuentro recostado en mi cama, con la mirada en el techo.
En el fondo escucho a Clarissa afanándose en la cocina, a pesar de haber conciliado el sueño por escasas horas.
La pesada atmósfera que solía imperar en mi casa se desvaneció en el instante en que Dariel Graymond, mi padre, hizo acto de presencia anoche, empapado por la lluvia.
Estoy ansioso por conocerlo, ya que el día de su partida yo aún no estaba en este mundo... Bueno, si estaba, era un bebé, pero no tenía consciencia como ahora.
Por lo que su retorno despierta en mí más curiosidad que otra cosa.
La verdad es que yo lo dí por muerto desde un principio.
Es emocionante tener a una persona más en la familia y estar finalmente completos, ahora que la persona que mi madre ha estado buscando, está aquí... Confío plenamente en que mi vida... No... Nuestra vida, comience a mejorar.
Incluso ahora, escucho que mi madre ha encendido la radio como de costumbre, pero en lugar de las habituales noticias sobre el conflicto bélico, simplemente se escucha música alegre y bailable.
Señales inequívocas de que la guerra ya no ocupa sus pensamientos.
También puedo oír las sonoras arcadas de Dariel mientras se cepilla los dientes en el baño, y resulta reconfortante escuchar los típicos sonidos de un padre.
En resumen, me siento entusiasmado por lo que depara este día, todo parece indicar que será muy agradable.
***
"¡Ademir! Ven a desayunar", exclama mi madre desde la cocina con un tono de voz relajado, algo que no había escuchado en mucho tiempo.
Salgo de la habitación con pasos cautelosos, nervioso, pero a la vez ilusionado por lo que está por venir.
Me siento a la mesa con cautela, mientras mi madre sirve los platos. Observo a mi padre, absorto en la lectura del periódico, impidiéndome ver su rostro.
Desde anoche, no ha intercambiado conmigo más que unas pocas frases, aparte de un escueto "¿Este es Ademir?", pero oye, es comprensible, el pobre hombre ha llegado exhausto y su esposa lo despierta a las 7 de la mañana para desayunar, incluso el más amoroso se llenaría de flojera.
El desayuno transcurre con normalidad, con mi madre charlando como de costumbre, aunque con un tono más distendido.
Mi padre, por su parte, se mantiene en silencio, sin apartar la mirada del periódico.
Los minutos se deslizan lentamente y, para ser sincero, empiezo a sentir cierta ansiedad al percibir cómo el ambiente inicialmente agradable se va enrareciendo poco a poco, pero decido no darle importancia.
"Dariel, la comida está servida. Come antes de que se enfríe," dice mi madre, esperando una respuesta de mi padre.
Algo como "Oh, lo siento, cariño... Te amo, deja al pequeño Ademir en paz y no lo golpees nunca, déjalo tranquilo y trátalo con la dulzura que un niño merece." hubiera sido perfecto.
Lamentablemente, se limita a emitir un "hm" como respuesta, maldita sea.
Un segundo después, Dariel aparta el periódico y me sorprendo al ver su expresión. Ahora estoy ansioso y preocupado, pues su semblante denota seriedad y frialdad.
¿Que carajos le pasa?
Inmediatamente, dirijo mi mirada hacia mi madre, quien también ha notado la expresión de su rostro.
Puedo percibir cómo la preocupación empieza a apoderarse de ella, aunque decide mantener su tono relajado.
Después de todo, la persona que la había sumido en el estrés finalmente estaba tranquila y a salvo, comiendo junto a ella.
Tranquilo mocoso, tranquilo... Todo está bien, todo está bien. pienso, mientras comienzo a picar la comida.
Clarissa finalmente reúne el valor y le pregunta con una sonrisa y un tono de voz suave, mientras se sienta a su lado: "¿Qué tal, Dariel? ¿Cómo has estado todo este tiempo? ¿Qué has hecho?"
Dariel traga el bocado que tenía en la boca y responde seriamente: "Oh, Clarissa, no tienes ni idea de todo lo que he pasado."
Mi madre sorprendida, le cuestiona: "¿A qué te refieres?"
"Pues sí, Clarissa," contesta él con un tono un tanto sombrío, "estos últimos años he estado sufriendo por culpa del gobierno, que nos envía a morir en vano... pero bueno, ahora solo quiero comer."
Incluso para mí, un aparente niño, noté como su respuesta venía incluida de un "no preguntes más y déjame comer." En forma de señas.
Quería que lo dejáramos en paz.
Clarissa, ajena a las señales de advertencia en el tono de mi padre, continúa la conversación con ingenuidad, aumentando el estrés del soldado.
"¿Y eso? Cuéntame, cariño... Quiero saberlo todo." Pregunta con un poco más de confianza, su tono de voz siguió siendo suave y relajado, pensando que por fin ha mejorado el ambiente de la casa, pero sin saberlo, ella solo ha estado haciendo lo contrario.
La había cagado.
Mi padre deja de comer abruptamente, el tenedor suena contra el plato.
Chasquea los dientes y clava su mirada en la pobre mujer, su voz elevándose con cada palabra: "Tch... Clarissa, ¿de verdad quieres saberlo?"
"Ah... pues s--", trata de responder, pero es interrumpida por mi padre.
"Muy bien Clarissa, pues verás... estuve en medio de la batalla de Canarias, en primera línea, donde todos mis compañeros quedaron irreconocibles porque los jodidos Zyrianos nos superaron en armas, número y poder."
Menciona mi padre con enojo, respirando ruidosamente por la nariz y con sus ojos clavados tanto en Clarissa como en mí.
"Ni siquiera con el imbécil de Hendrick Faena, el primer supersoldado, pudimos hacer nada.
Nos hicieron pedazos. Vi cómo mis compañeros eran degollados vivos, cómo las balas les reventaban la cabeza, cómo mataban a niños, violaban a mujeres y torturaban ancianos. Luego de herirme, tuve suerte de escapar a un pueblo donde me escondí hasta recuperarme." dice señalando una cicatriz."
Sus manos se estrellaron contra la mesa, haciendo saltar a Clarissa de un susto, ella ya se encontraba con la mirada abajo y las lágrimas llenando sus ojos.
Su voz se alza, cargada de resentimiento y furia apenas contenida:
"¡Viví en carne propia la muerte de cientos de personas! ¡Fui testigo de como esos perros sanguinarios hicieron lo que quisieron con los civiles y con mis compañeros! Para colmo se quedaron con el maldito país, además, casi tuve que chuparle la polla a un comerciante para que me trajera de vuelta a Monreal gratis.
Cuando finalmente llego, cansado, traumatizado y jodido, ¿Qué me encuentro? A mi esposa y mi hijo, que no han hecho más que vivir tranquilamente en esta ciudad bajo la protección de otros soldados como yo. Mientras yo mismo sufría y me retorcía de dolor.
Encima vienen a hacerme recordar toda esta mierda con sus preguntas." Se pasa una mano temblorosa por el pelo, los ojos inyectados en sangre.
"Ahora solo quiero descansar, porque dentro de una semana tendré que largarme de nuevo, ya que tuve la mala suerte de sobrevivir y ahora que el gobierno lo sabe, me han mandado a otra batalla para terminar de matarme. Eso es lo que ha pasado, Clarissa. ¿Satisfecha?", escupe las últimas palabras, su pecho agitado.
El tenso silencio invadió el comedor ante sus palabras. Mi madre se encontraban sollozando en silencio, la felicidad que tenía fue derrumbada al instante.
Ella tampoco lo podía creer.
La felicidad que había iluminado su rostro momentos antes se desvaneció, reemplazada por una máscara de angustia y desilusión.
Sentí cómo mi sangre comenzó a hervir tanto que incluso mis huesos me dolían.
¿Quién se cree que es? ¿Con qué derecho viene a decir que vivimos tranquilamente cuando ni siquiera estuvo aquí para ver por lo que pasamos?
El muy cabrón tuvo los huevos de minimizar nuestro sufrimiento, un sufrimiento causado por su maldita ausencia.
Por su culpa, mi madre se ha estado torturando física y psicológicamente, llevándome a mí entre las putas patas, me he convertido en su saco de boxeo personal, recibiendo la fuerza de sus frustraciones que él mismo debe consolar como su esposo.
Los recuerdos destellaron en mi mente como una película macabra. Mi madre llorando en la oscuridad de la noche, su voz rota implorando su regreso.
Cada mañana, pegada a la radio, escuchando ansiosamente cada noticia, rezando por su bienestar, por alguna señal de que seguía vivo.
La expresión de alivio en su rostro cada vez que el cadáver que fue a identificar no era el suyo, seguida inmediatamente por la devastadora decepción cuando las autoridades no tenían noticias para ella.
Mi cuerpo temblaba de rabia, mis puños cerrados tan fuertemente que mis uñas se clavaban en mis palmas. El instinto primitivo de saltarle encima, de hacerle pagar por cada lágrima, cada moratón, cada noche sin dormir, pulsaba en mis sienes.
"Tch... A tomar por culo el desayuno, me lo has jodido, Clarissa, maldita sea..." Dariel se levantó bruscamente, su silla chirriando contra el suelo.
"Me largo, vuelvo en la noche."
Y con eso, se fue, dejando a la mujer que lo había esperado fielmente durante años, la mujer que había soportado un infierno por él, sollozando sobre los restos de un desayuno arruinado.
Sus problemas eran graves, si, pero eso no le da el derecho de venir a cagarnos diciendo que hemos vivido tranquilamente, cuando estábamos en la misma miseria.
Me quedé allí, sintiéndome tan estúpido por confiar en este hombre mientras temblaba de furia e impotencia.
¡Ja! Que ingenuo fui.
La idea de que estaba viviendo un karma, cada vez se hacia más fuerte.
En ese momento, supe con una certeza helada que algo dentro de mí se había roto irreparablemente. Cualquier esperanza, cualquier ilusión que pudiera haber tenido sobre esta reunión familiar, yacía hecha añicos a mis pies.
Este bastardo no es mi padre.
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