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ASCENCIÓN EN CAÍDA

PRÓLOGO.

PRÓLOGO:

Año 17, después de la llegada del Aheterium:

La vista poco a poco comienza a despejar su neblina inicial, el paisaje borroso se enfoca gradualmente ante mis ojos. Junto con la claridad visual, regresan los mareos y los dolores físicos que acompañan a mi maltrecho cuerpo.

“Ah… ¿Qué? ¿Qué sucedió?” Balbuceo a la nada, tratando de comprender y recordar por qué me encuentro en este lamentable estado.

Una sensación quemante se manifiesta en cada músculo y cada centímetro de mi ser a medida que mi visión termina de enfocarse por completo.

Mis ojos entonces se abren en un horror desquiciado al apreciar plenamente el paisaje dantesco que me rodea, un grito ahogado en mi garganta.

“¡Q-QUE DEMONIOS!”

Observo con creciente desazón la ciudad de Oriana, – la ciudad donde crecí, llena de recuerdos crudos y maltratos, pero también de momentos amorosos y

felices que ahora yacen aplastados bajo estas ruinas manchadas de sangre y estos sonidos agónicos de las personas que suplican ayuda.

“¡A-yud..a! ¡P-por favor…” Los gritos balbuceantes de un hombre atrapado bajo los escombros me taladran los oídos.

Sus piernas destrozadas forman un ángulo grotesco, la sangre manando a borbotones.

Más allá, una mujer yace cerca de un cadáver irreconocible, con los miembros arrancados y esparcidos en un charco sanguinolento.

“¡Nooo! ¡Mijooo! ¡Mi hijoooo!” Aúlla desconsolada, abrazando lo que una vez fue un pequeño cuerpo.

Un panorama aterrador, desolado y horripilante se extiende ante mis ojos.

El señor Orlander sale abruptamente de entre una pila de escombros, apenas raspado. Sus ropas hechas jirones y su expresión de profundo horror.

“Finalmente, te detuviste, Ademir… Maldita sea, ¿por qué hiciste esto?” Pregunta con voz temblorosa.

Los recuerdos vuelven a mi mente uno a uno.

Cada persona, anciano, niño, mujer, cada ser humano débil que descuarticé de manera cruda e inmisericorde. Las imágenes se acumulan incesantemente. Cuerpos retorcidos, miembros dispersos, charcos de sangre y vísceras.

Una masacre sin nombre.

“No lo sé, señor Orlander… No sé qué fue lo que me pasó…” Respondo con voz ronca, todavía aturdido.

Orlander suspira decepcionado, negando con la cabeza.

“Pero…” Prosigo tras una pausa cargada de tensión. “Lo que sí sé, es que todo este escenario, todas estas muertes y estos llantos… Me tienen muy satisfecho y feliz”

“…”

“No me arrepiento de nada.”

----16 años atrás----

El aire de mis pulmones sale con relajación mientras mi pecho sube y baja, mi respiración es fresca y relajada.

Siento una textura suave y húmeda en mi espalda.

Hmm, ¿Qué será? ¿Césped? Tal vez... No lo sé, me siento relajado, a gusto, tengo los ojos cerrados disfrutando este momento solo para mí.

La brisa acaricia mi piel con suavidad.

Abro los ojos lentamente y veo el cielo extendiéndose hasta el horizonte, las nubes flotando y danzando, proyectando sombras frescas sobre mí.

Waaa... Parece el paisaje que te imaginas mientras una melodía relajante suena, transportándote a un lugar de serenidad absoluta.

Jaja, es bastante gracioso... no tengo idea de por qué estoy aquí, pero estoy tan a gusto, que eso no importa por ahora.

Este momento de paz es como un bálsamo para mi alma.

Por desgracia, una nube que cubre el sol se mueve perezosamente, permitiendo que los rayos me den directamente en la cara.

Me enojo de inmediato, ¿Por qué demonios tiene que ser así? Habiendo tantos lugares en el mundo para dar, tiene que ser en mi cara.

Maldición...

Me muevo ligeramente, pero un dolorcito se manifiesta en mi panza... Me observo y veo una pequeña marca color rojo, resaltando sobre mi piel.

¿Un pellizco?

Auch... Llevo mi mano hacia la marca y la toco con cautela, solo para sentir un dolor punzante.

Pero... Algo está mal. Muy mal.

Mis manos...

Cuando me toco la pequeña herida, observo que mis manos son extremadamente... Pequeñas... Y gordas. Como las manos de un bebé.

Pero... ¡Q-QUÉ!

Inmediatamente trato de ponerme de pie, pero no sé cómo, no puedo hacerlo... Es como si mi cuerpo no respondiera a mis comandos.

Siento cómo mi respiración se agita mientras trato de hacer esto... Levanto mi cabeza con dificultad, cada músculo protestando por el esfuerzo.

Mi barriga está ahí, desnuda y con más marcas rojas... Heridas que duelen, y mi ombligo está saltado.

Además, ¿estoy usando un pañal? ¿Por qué?

Mis movimientos son torpes y descoordinados, como si estuviera controlando un cuerpo que no es mío. Miro ambas manos de nuevo y un escalofrío recorre mi columna vertebral.

Son pequeñas y regordetas... son las malditas manos de un bebé.

¿Qué demonios está pasando?

Desconcertado, empiezo a pensar.

¿Cómo llegué aquí? No lo sé, no hay nada... Como si fuera nuevo, mi mente está vacía. No hay recuerdos, no hay pasado, sólo un presente desconcertante en el que aparentemente soy un maldito bebé.

No... No puede ser... Cómo...

El pánico se apodera de mí y empiezo a llorar.

"W-w... ¡WGHAAA!"

Lloro cada vez más fuerte, mis pequeños pulmones se esfuerzan al máximo para liberar mi angustia en forma de gritos.

En medio de mi llanto, escucho cómo una puerta se abre tras de mí, el sonido chirriante cortando el aire. Sigo recostado en el pasto, lleno de mugre y mi cuerpo me pesa, no puedo hacer nada, no puedo ver quién es... Pero empiezo a pedir ayuda desesperadamente.

¡Ayuda! "¡GHAA!" ¿Qué...? Mi voz no me obedece.

Ayuda "GHAA" Intento de nuevo, pero solo balbuceos incoherentes salen de mi boca.

¿P-por qué no puedo hablar?

La sombra de una mujer se posa sobre mí, oscureciendo mi visión. La veo de cabeza, su rostro enmarcado por mechones de cabello castaño que danzan con la brisa.

Tiene ojos cafés, profundos y expresivos. Es joven, no pasa de 30 años y además es muy linda... Pero su expresión no es nada amigable.

"Ay no... No, no, no, no... ¡NO PUEDE SER!" Grita, su voz teñida de enojo y frustración.

¿Q-qué? ¿Qué hice?

"¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO AHÍ, NIÑO?! ¿QUÉ NO TE ACABO DE DEJAR DORMIDO EN LA CAMA?" Su tono es duro, como si hubiera hecho algo imperdonable.

Pues yo qué sé, maldita sea... Dímelo a mí. Quisiera responderle, exigir respuestas, pero mi boca no coopera.

"Aghagdhah." Es todo lo que sale de mis labios, un balbuceo sin sentido que solo parece enfurecerla más.

"Tch... Nada más me quitas tiempo... anda, vente... Te voy a volver a bañar. ¡AY NO! ¡ESTÁS TODO COCHINO!" Regaña totalmente enojada, su ceño fruncido creando arrugas en su frente.

Sin darme tiempo a reaccionar, me toma de un brazo con brusquedad y me lleva adentro. El pánico se apodera de mí y comienzo a moverme en sus brazos mientras lloro, tratando desesperadamente de liberarme de su agarre.

Quería que me soltara, quería que me dejara para salir huyendo... Pero mis esfuerzos son inútiles contra su fuerza muy superior.

Aún así, no quería seguir sufriendo esta tortura, por lo que me sigo moviendo desesperadamente para safarme.

Pataleo, manoteo y me sacudo.

"Por dios, Ademir ¡YA DEJA DE MOVERTE." Farfulla la mujer con molestia, sacudiéndome como maraca, dejándome en una posición incómoda donde se observa el cielo despejado del día.

Sin embargo, hay otra cosa que capta mi atención en ese cielo azul, una cosa extraña que nunca había visto en mi vida.

Mis ojos se abrieron como platos cuando volteo hacia arriba y observo algo que desafía toda lógica... 2 lunas... ¡2 LUNAS! Brillando incluso en el dia como un mal presagio.

Qué...

Ay Dios... Esto... Esto no es normal... No estoy en mi mundo... Esto no es para nada normal.

Mientras pataleo de nuevo, en un intento frenético por escapar, sin querer le clavo un golpe a la mujer en la cara. Ella se enoja aún más y me revienta la nalga con una tremenda nalgada, el dolor explotando en mi piel sensible.

"¡YA QUÉDATE QUIETO!" Ruge, su voz retumbando en mis oídos.

El dolor y el shock me paralizan. No muevo un músculo más, temiendo provocar aún más su ira.

No lo entiendo, no entiendo qué pasa, no entiendo qué demonios estoy haciendo en el cuerpo de un bebé, no entiendo por qué hay dos malditas lunas en el cielo y tampoco entiendo quién es esta mujer.

Maldita sea... ¿En qué lío me he metido?

***

"Tuc, tuc, tuc..." Hace el reloj, reventando el silencio de la habitación, cada segundo marcado por su incesante tictac. Y no dejo de preguntarme a mi mismo ¿qué demonios estoy haciendo aquí?

Estoy asfixiante, las cobijas envuelven mi cuerpo como una prisión de tela, sofocándome. La mujer de hace rato, que parece ser mi madre, una mujer enojona y miedosa, me bañó con brusquedad, me pegó en el trasero y me amarró en la habitación para no escaparme de nuevo.

"Kjjhaaaaaa." Suelto amargamente, tratando de mover mi cuerpo pero fallando miserablemente.

La habitación es sencilla, una cama individual con almohadas y colchas en el borde para no caerme.

Por dios, mujer... No creo que esa sea una barrera efectiva contra un bebé.

Frente a mí, hay una ventana, donde puedo apreciar las lunas en todo su esplendor.

¿Por qué demonios hay 2 lunas? Esa pregunta no deja de dar vueltas en mi cabeza.

Ya son aproximadamente las 10 pm, la noche ha caído y, por ende, las lunas brillan intensamente en el cielo oscuro.

Una es la típica luna blanca, con cráteres asimilándose a cicatrices post-acneicas de un adolescente inseguro. La otra, es más pequeña, como menos de la mitad del tamaño de la luna principal.

Su brillo es de un color rojizo inquietante y es más bien un tipo de roca, no tiene la forma perfectamente circular de su compañera. Supongo que la razón de que se vea a la par de la luna normal, es porque está más cerca de la Tierra.

Maldita sea, tengo comezón y no puedo rascarme, mis extremidades inútiles me fallan una vez más.

Mi vista ahora se clava en el techo, ya estoy más tranquilo pero mi mente sigue girando con preguntas sin respuesta.

Empiezo a pensar en la razón por la que estoy en este lugar, siendo un bebé nuevamente y con una madre enojona que da miedo.

Por más que trato de recordar... No hay nada, no hay ninguna imagen, ni un solo recuerdo que pueda darme una pista de cómo llegué a esta situación surrealista.

Carajo.

Tampoco puedo andar por ahí tratando de investigar, no tengo la manera ni la edad suficiente. Suspiro decepcionado, por ahora tendría que acostumbrarme a vivir mi vida en este estado, por más que odie la idea.

Mis pensamientos son interrumpidos por un sonido aterrador proveniente de afuera, son unos chillidos y sollozos desgarradores que me ponen la piel de gallina.

¿Qué demonios es eso?

Cada vez suenan más intensos, siento un terror frío invadirme, contraste con la calidez de las mantas que me rodean.

Espera... Esa voz....

Los llantos vienen de afuera, la voz es muy familiar y como no tengo recuerdos, solo hay una persona que conozco.

Es mi madre, por alguna razón está llorando, sus sollozos resonando en la noche silenciosa.

Maldita sea, la curiosidad me mata pero no puedo hacer nada... Estoy atrapado en este cuerpo inútil, a merced de esta mujer y de las circunstancias.

¿Por qué está llorando? ¿Acaso le hice algo? ¿O hay algo más que no sé, algún dolor oculto que la atormenta?

No lo sé, no sé nada de nada y esa ignorancia me corroe por dentro.

Por ahora, creo que debería descansar, o al menos tratar, esto es demasiado abrumador para procesarlo de una sola vez.

******* PARTE 2 ******

Así pasan los meses directamente, atrapado en un cuerpo ajeno con una mentalidad adulta, o tal vez adolescente... No lo sé, no tengo recuerdos pero lo que sí está claro es que ahora mismo, mi mente no encaja con mi cuerpo.

Ahora me encuentro en una carriola mientras paseo con mi madre, observando el cielo despejado que me rodea, a excepción de las dos lunas, recordándome constantemente que este no es mi mundo.

Despertar como bebé, sin poder hacer nada más allá de chillar y dormir fue espantoso, pero gracias al tiempo, me he tranquilizado. Después de todo, no puedo hacer nada al respecto.

Mi nombre es Ademir Graymond y tengo la impresionante edad de 1 año y medio. Vivo en una ciudad industrial llamada Monreal en un país llamado Veneria, llena de fábricas que contaminan el aire, pero que extrañamente atrae a las masas. Un hervidero de gente, vagabundos, damas, niños malcriados, obreros y nobles estirados.

Un auténtico circo.

Pero tranquilos, no me quejo. A mi madre tampoco le gusta venir a mezclarse con la chusma, por lo que la mayoría del tiempo me quedo en casa, lejos de tanto gentío.

Ahora mismo siento cómo la marcha de la carriola se detiene en un lugar donde los malditos ruidos son fuertemente molestos, incomprensibles y torturantes: chillidos de niños, ladridos de perros y los balbuceos de las ingenuas personas que no tienen nada que hacer en sus casas y vienen a perder el tiempo en la ciudad.

Estaba tranquilo quejándome de todo, cuando de repente una gran masa de cueros arrugados se acerca a mí, tanto que puedo oler su aliento a cebolla podrida.

"¡Mira qué bebé tan lindo!" Es una anciana sonriente, con dientes amarillentos y podridos que no hacen más que darme ganas de vomitar.

Una bruja.

Quisiera retroceder y alejarme de esta vieja, pero estoy atrapado en la carriola, indefenso y vulnerable mientras la anciana comienza a chillar y hacer caras extrañas esperando que reaccione tiernamente.

Qué asco, ¿quién dejó la puerta del infierno abierta? Ya se les escapó un demonio.

Siento mi estómago revolverse, el vaivén que hace la carriola junto al asco que me provoca la anciana, provocan finalmente que el vómito parecido a yogurt salga de mi boca.

Maldita sea... Maldita anciana ¡AHHH!

"Oh no... Has vomitado, ¿tesoro te encuentras bien?" Dice el demonio, mientras me acaricia la mano.

"Ay Ademir... ¿Por qué vomitaste? ¡Cielos!" Una voz familiar interrumpe y se une a la fiesta. Sus manos se me acercan y con un pedazo de tela me limpia el vómito.

Es mi madre.

"Ay, no lo sé, tal vez porque el saco de huesos me ha echado el resuello de la cebolla que se comió la semana pasada." Pienso con sarcasmo.

"Ay no te preocupes querida... Los bebés hacen eso todo el tiempo." Dice la anciana con una sonrisa desdentada.

"Sí claro... Adiós, me tengo que ir." Responde mi madre, alejándome rápidamente de la vieja bruja.

Ella es Clarissa Graymond, una mujer que me causa muchos sentimientos... Por un lado, me siento mal por ella. Se la pasa triste, es un poco torpe y está sola. He sido testigo de muchos de sus llantos.

Llora por las noches, se pierde en sus pensamientos, se estresa demasiado rápido... No lo sé, tiene sus problemas.

Por un lado, la observo con pesar. Es una mujer joven y linda, no pasa de los 30 años... Escucharla llorar me hace sentir mal, no debería estar pasando por eso.

Pero por otro lado...

Yo tampoco la estoy pasando nada bien. Conmigo se comporta de una manera muy brusca. Cuando lloro inconscientemente, llega un punto donde se estresa y me zarandea. Un recuerdo se presenta en mi mente.

Fue poco después de que "llegué" y me encontraba llorando desgarradoramente. Los bebés hacen eso, ¿saben? Aunque no quiera, es inconsciente.

"¡Ghaaaaa! !!Ghaaaaa!!"

"¡YA POR FAVOR! ¡YA CÁLLATE! ¡ME TIENES HARTAAA!"

No lo sé, estaba frustrada y estresada. Al no poder callarme, me comenzó a zarandear como trapo viejo. La mujer, al ver que eso solo me hizo llorar más fuerte, me aventó a la cama y ahí me dejó.

"¡AY NO! ¡YA ME TIENES CANSADA! ¡AHÍ QUÉDATE Y DUÉRMETE!"

Carajo, si mami, ahora me duermo, gracias por sacudirme y darme tu amor.

No lo sé, mis sentimientos infantiles me hacen tenerle un poco de miedo, pero también me siento mal por ella y quisiera ayudarla. Es algo difícil.

Después de un rato, la carriola se detiene frente a nuestra casa, un pequeño hogar encima de una colina. Tiene buena vista, hasta eso. Puedes ver parte de la ciudad y el mar que se extiende por el horizonte.

Entramos y mi madre me coloca en el suelo. Inmediatamente, siento la textura de la madera debajo de mis manos y rodillas mientras comienzo a gatear, queriendo moverme por la casa.

Observo la cocina y el comedor a mi derecha, separados por una pared junto al recibidor. Frente a mí, las escaleras llevan al segundo piso, y al lado, un espacio con muebles acoge librerías y fotos de mi madre con flores secas en jarrones.

Desde mi posición en el suelo, escucho a mi madre encender la radio.

Las voces de los locutores llenan la habitación con un tono grave y urgente.

"Las últimas noticias desde el frente no son alentadoras", dice un locutor. "Celestia continúa perdiendo territorio ante el avance implacable de las fuerzas de Zyrionia. Los informes indican que las bajas entre nuestros valientes soldados son alarmantemente altas".

Escucho atentamente el radio, informando sobre la situación actual que se está viviendo en el mundo: una guerra entre dos continentes enteros que buscan tener en su poder el "Aheterium", una sustancia muy rara que genera poderes en los humanos.

Esa sustancia se encuentra debajo de la superficie de la luna rojiza, y según lo que he escuchado, buscan llegar a ella para extraerla.

Una mierda sacada de la ficción.

Veneria se encuentra en el continente llamado "Celestia", por lo que mi suerte no mejora en absoluto y un escalofrío recorre mi espalda al escuchar la noticia. El enemigo está entrando en el territorio cada vez más rápido.

Veo cómo los hombros de mi madre se hunden y cómo sus manos tiemblan ligeramente mientras ajusta el volumen de la radio.

"Dariel... Por favor vuelve con vida." Susurra a la nada, preocupada y con los ojos lagrimeando.

Dariel Graymond, un hombre físicamente fuerte, barbón y con el cabello medio largo, de piel blanca y ojos marrones. Él es mi padre y pareja de mi madre.

El papel del hombre es ser un soldado en la guerra, y ser el culpable de los llantos nocturnos de mi madre, ya que no se sabe nada de él desde que se fue a pelear en una batalla.

Una madre con problemas psicológicos, un padre probablemente muerto, un mundo en guerra, humanos ambiciosos por un poder que probablemente no puedan controlar y ancianas que escaparon del infierno.

El paraíso perfecto para un bebé de 1 año y medio.

Espero con todas mis fuerzas poder sobrevivir y encontrar un poco de paz en medio de este caos. Pero por ahora, solo me queda observar y tratar de entender este mundo al que he llegado, con la esperanza de que algún día las cosas mejoren.

Entorno familiar l:

Han pasado tres años y medio volando, y finalmente puedo caminar y controlar mi cuerpo infantil.

Ahora tengo 5 años, y no he desaprovechado el tiempo a pesar de las circunstancias. Gracias a mis pensamientos adultos, aprendí rápidamente el idioma, lo que me llevó a dominar la lectura y escritura más rápido que un niño normal.

Mi hogar, aunque pequeño, tiene ciertos libros que me ayudaron a entrar más en contexto con el mundo en general y su situación actual. La radio que Clarissa escucha a diario me mantiene informado sobre las noticias del momento.

Aún no sé qué demonios me pasó para estar en este cuerpo, ni tampoco el por qué, pero me muero de ganas por averiguarlo.

Mientras estoy en el patio de la casa, el lugar donde desperté, observo cómo el sol poco a poco se va metiendo en el agua.

Otro día que se va.

El humo del dióxido de carbono que proviene de las fábricas sale como una densa capa gris, extendiéndose por toda la ciudad.

Las personas caminan despreocupadas de la vida con sus típicas vestimentas: gabardinas, trajes y boinas. Algunos andan en carros tirados por caballos y otros en vehículos motorizados.

Los soldados también están presentes. En estos tres años y medio, Celestia ha estado perdiendo varios países en su guerra contra Zyrionia. Batallas feroces que han traído a Veneria muchos refugiados, la mayoría vagabundea.

Observo la luna roja, relacionándola directamente con la guerra.

Aheterium... esa sustancia que se encontraba en su interior, capaz de potenciar y otorgar habilidades sobrehumanas.

Celestia, el lugar donde vivo, un lugar con ideales liberales donde todas las personas pueden decidir que hacer y que no hacer.

Pretende usar esa sustancia para crear gente con poderes y "proteger al mundo", pero en realidad pienso que es algo más para monopolizarlo y usarlo como arma.

Solo de ver a la gente que habita esta ciudad, llena de desigualdad social y pobreza, me hizo llegar a esa conclusión.

Zyrionia, el territorio opuesto, un lugar con ideales conservadores y controladores.

Se opuso totalmente, como bien se sabe, este territorio ha estado en constante conflicto con Celestia, por ende, quería que lo compartieran para estar al mismo nivel, pues temían que Celestia lo usara la sustancia para exterminarlos por completo.

Ya tienen historia. Hace más de 30 años hubo otra guerra entre estos territorios, pero no conozco los detalles.

Cosas de altos mandos.

Un viento frío me llega. Miro el cielo y veo las nubes moverse rápidamente, mientras los relámpagos también se hacen presentes.

En el horizonte, unas nubes grises se amontonan y vienen hacia la ciudad. Es una tormenta.

Maldita sea.

Me pongo de pie y entro a la casa. Observando como Clarissa está sentada en el sillón, escuchando atentamente la radio.

Noticias sobre la guerra, números de muertos, nombres de los identificados.

Está escuchando con el ceño fruncido, algunas canas y manchas en sus brazos han aparecido debido al estrés que la carcome por dentro.

Así ha estado por tres años, con la esperanza de encontrar a su marido.

Me da bastante lástima y tristeza ver a mi madre en ese estado.

Queriendo tanto a una persona que de repente desaparece, sin saber nada de él, incluso puede estar muerto, pero no lo sabes.

Si mi padre hubiera muerto aquí, aunque sea tendria un lugar donde llorarle, dónde pueda visitarlo y contarle sus problemas.

En cambio, como está desaparecido se aferra a la idea de que está con vida hasta que no mire el cadáver.

Se estresa tanto, que la culpa la carcome, aunque no tenga nada que ver.

Mientras pienso y la observo, ella se da cuenta de mi presencia. Sus ojos cansados se posan sobre mí.

"¿Qué estás viendo?" me pregunta con molestia, su ceño fruncido.

Bajo la cabeza, sin atreverme a mirarla. Fue ahí cuando noté las huellas de barro por todo el piso de la sala. No me di cuenta y mis zapatos mancharon todo el suelo desde la puerta principal.

La he cagado.

Los ojos de Clarissa también vieron aquel desastre y su rostro se puso rojo de coraje.

Tragué saliva con miedo, sabiendo lo que se venía. "Aquí vamos otra vez", pensé resignado.

"¡Mira lo que hiciste, pedazo de imbécil!" rugió furiosa, señalando los charcos de lodo. "¡Ensuciaste todo el maldito suelo! ¡Te dije mil veces que no salieras!"

Se levantó y se dirigió hacia mí rápidamente.

Cerré los ojos con fuerza, encogido, preparándome para la golpiza. De inmediato su mano me abofeteó con violencia, haciéndome tambalear. El ardor se extendió por mi cara mientras el ruido seco resonaba en mis oídos.

"¡ARGHHHH!"

"¡¿POR QUÉ NUNCA ME HACES CASO?!" bramó desquiciada, dándome otra bofetada que me hizo girar el rostro.

Clarissa siempre hacía esto, desde que dí mis primeros pasos.

Por cualquier tontería, cualquier pequeña excusa, su ira estallaba desmedida contra mí a base de golpes e insultos. Como si necesitara esos arrebatos para desahogarse de su amargura.

Primero me zarandeaba de un lado a otro, poco a poco fue escalando a golpes en la cabeza, luego en la espalda. Y ahora con más fuerza.

"¡YA ME TIENES HARTA! ¡ME TIENES HARTA!"

Tch...

Siguió golpeándome a puñetazos sin control, maldiciendo y gritando incoherencias.

Finalmente, se cansó. Soltó un pesado suspiro y me observó unos segundos con ojos desorbitados.

Volteo mi vista evitando la suya, pero parece que eso solo la hace enojar más.

"T-tú..."

Un grito salió de su garganta y buscó desesperada algo más para seguirme golpeando. Encontró el cable de la lámpara, lo arrancó de un tirón y comenzó a azotarme fuertemente con ese látigo improvisado.

Me encogí aún más en el suelo, las lágrimas ahora sí salen de mis ojos, mientras me cubro la cabeza con los brazos y aprieto los dientes.

Eventualmente, jadeante, Clarissa dejó caer el cable al suelo. Su cuerpo temblaba y su rostro estaba empapado en sudor y lágrimas.

Maldita sea...

***

Luego de eso entré a mi cuarto a terminar de chillar como rata, mientras ella sigue abajo. La tormenta comenzó, truenos y relámpagos se escuchan por todas partes, creando un ambiente triste y melancólico.

Clarissa es un tema muy complicado, que me causa muchos sentimientos encontrados. Como mencioné, la mujer siempre se la pasa llorando y chillando por la desaparición de mi padre Dariel.

Hace tres años, Zyrionia lanzó un ataque devastador contra el país de Canarias, al sur de Celestia. Fue una masacre cruda y profunda, donde los soldados de Zyrionia no distinguieron entre militares y civiles, acabando con la vida de mujeres, niños y ancianos por igual.

Dariel Graymond, el padre a quien conozco solo por las fotos de mi hogar y los chillidos de mi madre, fue llamado al campo de batalla para defender el territorio de Celestia, o al menos eso decía la carta que le envió a mi madre.

Sin embargo, el gobierno no invirtió lo suficiente en esa batalla, lo que resultó en una completa masacre a manos de los Zyrianos, quienes finalmente se apoderaron de ese país.

Escuché cada movimiento de ambos ejércitos en su lucha por el control del territorio, gracias a mi madre Clarissa, quien no se despega de la radio desde la mañana hasta la noche, cuando va a dormir.

Pero es lo de menos, pues la mujer todo el tiempo se empeña en golpearme y hacerme la infancia más miserable.

Está bien, la verdad es que no me molestaba que se desquitara con un mocoso como yo. Después de todo era mi madre, una madre que cargaba con el peso de estar en una guerra y tener un soldado desaparecido como esposo.

Pero aunque mentalmente soy un adulto y puedo empatizar con ella, mi cuerpo y sentimientos de niño simplemente no pueden seguir el ritmo.

Llevo marcas en mi espalda, pecho, piernas y cuello.

También llevo heridas emocionales: miedo a dormir por las inevitables pesadillas, los diarios ataques de ansiedad, los delirios de persecución y poco más.

Yo, por mi parte, no me he relacionado con mi padre. Es más, ni siquiera lo conozco.

No puedo decir que me afecte su ausencia, más allá del daño físico y emocional que las frustraciones de mi madre le provocan a mi cuerpo infantil.

Todo por mantener viva la esperanza, y no dejar ir a Dariel.

Aunque no me gusta ver a mi madre en ese estado, la verdad es que ya estoy arto de ser su saco de boxeo.

Escucho la lluvia, dejándome llevar por el sonido repetitivo y relajante, pensando en los problemas que tengo hasta ahora.

Si esto es lo que estoy sufriendo a esta edad, no quiero ni imaginar los problemas que tendré dentro de 10 o 15 años.

Es un poco triste.

Imagina despertar de la nada volviendo a ser un bebé, con tu madurez mental intacta, y con la oportunidad de tener una buena vida, tomando buenas decisiones y con un futuro feliz. Pero lo triste es que apareces en un mundo en medio de una guerra, por un objetivo que ni siquiera se podrá controlar en un futuro.

Aunque no tener recuerdos también puede jugarte en contra. Probablemente fuiste una persona asquerosa, un asesino, un violador o un ladrón, y esta nueva vida caótica es tu karma. Ahora lo estás pagando con un padre ausente, probablemente muerto, con una madre mentalmente dañada como tú, tan sola y cerrada.

Con una madre que está echando a perder su vida y a su vez está echando a perder la tuya también. Todo por culpa de una puta guerra que no tiene ningún beneficio, en un mundo donde la mierda de poderes sobrenaturales existe y ni siquiera te tocó uno a ti.

Nada más pienso en todo lo que estoy pasando ahora por culpa de esa guerra y su objetivo de crear humanos con poderes, para que en unos años, un fenómeno con esas habilidades de mierda venga a salvar a un gato de un árbol y se sienta como un maldito héroe, sin saber que hay gente como Clarissa y yo que hemos sufrido por su horrible proceso para convertirse en esa mierda de meta-humano que es.

Malditos altos mandos, maldita guerra bastarda, maldito Zyrionia y Celestia.

Los odio y siempre los odiaré...

***

Tras unos minutos de estar chillando y maldiciendo a la vida, escucho un grito desgarrador proveniente de abajo.

¿Que carajos?

Con las lágrimas secas y mis heridas apenas cerrándose, me asomo con cautela por las escaleras.

Observé a Clarissa, brincando de alegria sonriendo y llorando de felicidad.

¿Que?

La entrada estaba abierta, la tormenta aún estaba en su mero punto y un hombre que solo había visto en fotos estaba parado ensuciando todo el suelo de barro.

"D-DARIEL... ¡¡¡ERES TUU!!!"

"Hola Clarissa, he vuelto."

Es mi padre.

Entorno familiar ll:

El sol se filtraba a través de la polvorienta ventana de mi habitación, un claro indicio de que la tormenta nocturna había llegado a su fin.

Es gratificante mencionar que la tempestad no solo terminó en el exterior, sino también dentro de las paredes de mi hogar.

El reloj marca aproximadamente las 7 de la mañana y me encuentro recostado en mi cama, con la mirada en el techo.

En el fondo escucho a Clarissa afanándose en la cocina, a pesar de haber conciliado el sueño por escasas horas.

La pesada atmósfera que solía imperar en mi casa se desvaneció en el instante en que Dariel Graymond, mi padre, hizo acto de presencia anoche, empapado por la lluvia.

Estoy ansioso por conocerlo, ya que el día de su partida yo aún no estaba en este mundo... Bueno, si estaba, era un bebé, pero no tenía consciencia como ahora.

Por lo que su retorno despierta en mí más curiosidad que otra cosa.

La verdad es que yo lo dí por muerto desde un principio.

Es emocionante tener a una persona más en la familia y estar finalmente completos, ahora que la persona que mi madre ha estado buscando, está aquí... Confío plenamente en que mi vida... No... Nuestra vida, comience a mejorar.

Incluso ahora, escucho que mi madre ha encendido la radio como de costumbre, pero en lugar de las habituales noticias sobre el conflicto bélico, simplemente se escucha música alegre y bailable.

Señales inequívocas de que la guerra ya no ocupa sus pensamientos.

También puedo oír las sonoras arcadas de Dariel mientras se cepilla los dientes en el baño, y resulta reconfortante escuchar los típicos sonidos de un padre.

En resumen, me siento entusiasmado por lo que depara este día, todo parece indicar que será muy agradable.

***

"¡Ademir! Ven a desayunar", exclama mi madre desde la cocina con un tono de voz relajado, algo que no había escuchado en mucho tiempo.

Salgo de la habitación con pasos cautelosos, nervioso, pero a la vez ilusionado por lo que está por venir.

Me siento a la mesa con cautela, mientras mi madre sirve los platos. Observo a mi padre, absorto en la lectura del periódico, impidiéndome ver su rostro.

Desde anoche, no ha intercambiado conmigo más que unas pocas frases, aparte de un escueto "¿Este es Ademir?", pero oye, es comprensible, el pobre hombre ha llegado exhausto y su esposa lo despierta a las 7 de la mañana para desayunar, incluso el más amoroso se llenaría de flojera.

El desayuno transcurre con normalidad, con mi madre charlando como de costumbre, aunque con un tono más distendido.

Mi padre, por su parte, se mantiene en silencio, sin apartar la mirada del periódico.

Los minutos se deslizan lentamente y, para ser sincero, empiezo a sentir cierta ansiedad al percibir cómo el ambiente inicialmente agradable se va enrareciendo poco a poco, pero decido no darle importancia.

"Dariel, la comida está servida. Come antes de que se enfríe," dice mi madre, esperando una respuesta de mi padre.

Algo como "Oh, lo siento, cariño... Te amo, deja al pequeño Ademir en paz y no lo golpees nunca, déjalo tranquilo y trátalo con la dulzura que un niño merece." hubiera sido perfecto.

Lamentablemente, se limita a emitir un "hm" como respuesta, maldita sea.

Un segundo después, Dariel aparta el periódico y me sorprendo al ver su expresión. Ahora estoy ansioso y preocupado, pues su semblante denota seriedad y frialdad.

¿Que carajos le pasa?

Inmediatamente, dirijo mi mirada hacia mi madre, quien también ha notado la expresión de su rostro.

Puedo percibir cómo la preocupación empieza a apoderarse de ella, aunque decide mantener su tono relajado.

Después de todo, la persona que la había sumido en el estrés finalmente estaba tranquila y a salvo, comiendo junto a ella.

Tranquilo mocoso, tranquilo... Todo está bien, todo está bien. pienso, mientras comienzo a picar la comida.

Clarissa finalmente reúne el valor y le pregunta con una sonrisa y un tono de voz suave, mientras se sienta a su lado: "¿Qué tal, Dariel? ¿Cómo has estado todo este tiempo? ¿Qué has hecho?"

Dariel traga el bocado que tenía en la boca y responde seriamente: "Oh, Clarissa, no tienes ni idea de todo lo que he pasado."

Mi madre sorprendida, le cuestiona: "¿A qué te refieres?"

"Pues sí, Clarissa," contesta él con un tono un tanto sombrío, "estos últimos años he estado sufriendo por culpa del gobierno, que nos envía a morir en vano... pero bueno, ahora solo quiero comer."

Incluso para mí, un aparente niño, noté como su respuesta venía incluida de un "no preguntes más y déjame comer." En forma de señas.

Quería que lo dejáramos en paz.

Clarissa, ajena a las señales de advertencia en el tono de mi padre, continúa la conversación con ingenuidad, aumentando el estrés del soldado.

"¿Y eso? Cuéntame, cariño... Quiero saberlo todo." Pregunta con un poco más de confianza, su tono de voz siguió siendo suave y relajado, pensando que por fin ha mejorado el ambiente de la casa, pero sin saberlo, ella solo ha estado haciendo lo contrario.

La había cagado.

Mi padre deja de comer abruptamente, el tenedor suena contra el plato.

Chasquea los dientes y clava su mirada en la pobre mujer, su voz elevándose con cada palabra: "Tch... Clarissa, ¿de verdad quieres saberlo?"

"Ah... pues s--", trata de responder, pero es interrumpida por mi padre.

"Muy bien Clarissa, pues verás... estuve en medio de la batalla de Canarias, en primera línea, donde todos mis compañeros quedaron irreconocibles porque los jodidos Zyrianos nos superaron en armas, número y poder."

Menciona mi padre con enojo, respirando ruidosamente por la nariz y con sus ojos clavados tanto en Clarissa como en mí.

"Ni siquiera con el imbécil de Hendrick Faena, el primer supersoldado, pudimos hacer nada.

Nos hicieron pedazos. Vi cómo mis compañeros eran degollados vivos, cómo las balas les reventaban la cabeza, cómo mataban a niños, violaban a mujeres y torturaban ancianos. Luego de herirme, tuve suerte de escapar a un pueblo donde me escondí hasta recuperarme." dice señalando una cicatriz."

Sus manos se estrellaron contra la mesa, haciendo saltar a Clarissa de un susto, ella ya se encontraba con la mirada abajo y las lágrimas llenando sus ojos.

Su voz se alza, cargada de resentimiento y furia apenas contenida:

"¡Viví en carne propia la muerte de cientos de personas! ¡Fui testigo de como esos perros sanguinarios hicieron lo que quisieron con los civiles y con mis compañeros! Para colmo se quedaron con el maldito país, además, casi tuve que chuparle la polla a un comerciante para que me trajera de vuelta a Monreal gratis.

Cuando finalmente llego, cansado, traumatizado y jodido, ¿Qué me encuentro? A mi esposa y mi hijo, que no han hecho más que vivir tranquilamente en esta ciudad bajo la protección de otros soldados como yo. Mientras yo mismo sufría y me retorcía de dolor.

Encima vienen a hacerme recordar toda esta mierda con sus preguntas." Se pasa una mano temblorosa por el pelo, los ojos inyectados en sangre.

"Ahora solo quiero descansar, porque dentro de una semana tendré que largarme de nuevo, ya que tuve la mala suerte de sobrevivir y ahora que el gobierno lo sabe, me han mandado a otra batalla para terminar de matarme. Eso es lo que ha pasado, Clarissa. ¿Satisfecha?", escupe las últimas palabras, su pecho agitado.

El tenso silencio invadió el comedor ante sus palabras. Mi madre se encontraban sollozando en silencio, la felicidad que tenía fue derrumbada al instante.

Ella tampoco lo podía creer.

La felicidad que había iluminado su rostro momentos antes se desvaneció, reemplazada por una máscara de angustia y desilusión.

Sentí cómo mi sangre comenzó a hervir tanto que incluso mis huesos me dolían.

¿Quién se cree que es? ¿Con qué derecho viene a decir que vivimos tranquilamente cuando ni siquiera estuvo aquí para ver por lo que pasamos?

El muy cabrón tuvo los huevos de minimizar nuestro sufrimiento, un sufrimiento causado por su maldita ausencia.

Por su culpa, mi madre se ha estado torturando física y psicológicamente, llevándome a mí entre las putas patas, me he convertido en su saco de boxeo personal, recibiendo la fuerza de sus frustraciones que él mismo debe consolar como su esposo.

Los recuerdos destellaron en mi mente como una película macabra. Mi madre llorando en la oscuridad de la noche, su voz rota implorando su regreso.

Cada mañana, pegada a la radio, escuchando ansiosamente cada noticia, rezando por su bienestar, por alguna señal de que seguía vivo.

La expresión de alivio en su rostro cada vez que el cadáver que fue a identificar no era el suyo, seguida inmediatamente por la devastadora decepción cuando las autoridades no tenían noticias para ella.

Mi cuerpo temblaba de rabia, mis puños cerrados tan fuertemente que mis uñas se clavaban en mis palmas. El instinto primitivo de saltarle encima, de hacerle pagar por cada lágrima, cada moratón, cada noche sin dormir, pulsaba en mis sienes.

"Tch... A tomar por culo el desayuno, me lo has jodido, Clarissa, maldita sea..." Dariel se levantó bruscamente, su silla chirriando contra el suelo.

"Me largo, vuelvo en la noche."

Y con eso, se fue, dejando a la mujer que lo había esperado fielmente durante años, la mujer que había soportado un infierno por él, sollozando sobre los restos de un desayuno arruinado.

Sus problemas eran graves, si, pero eso no le da el derecho de venir a cagarnos diciendo que hemos vivido tranquilamente, cuando estábamos en la misma miseria.

Me quedé allí, sintiéndome tan estúpido por confiar en este hombre mientras temblaba de furia e impotencia.

¡Ja! Que ingenuo fui.

La idea de que estaba viviendo un karma, cada vez se hacia más fuerte.

En ese momento, supe con una certeza helada que algo dentro de mí se había roto irreparablemente. Cualquier esperanza, cualquier ilusión que pudiera haber tenido sobre esta reunión familiar, yacía hecha añicos a mis pies.

Este bastardo no es mi padre.

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