Caminando por las calles empedradas del pueblo, Raze se sumía en sus pensamientos después de una larga jornada en la universidad. La luz del crepúsculo se filtraba entre los árboles, pintando el mundo con tonalidades doradas y creando una atmósfera de ensueño. Fue entonces cuando un destello en el cielo capturó su atención: una estrella fugaz surcaba el firmamento con una estela de un rojo carmesí, deslumbrando con su fulgor.

El corazón de Raze latía con fuerza, su mente divagando entre la realidad y la fantasía. ¿Cómo era posible que una estrella pudiera brillar con tal intensidad? Cerró los ojos por un instante, dejando que un susurro escapara de sus labios: "Quisiera pertenecer al mundo de las historias que me contaba Oda".

Una sonrisa irónica se formó en su rostro mientras agregaba en un murmullo: "Claro, si aparecerán dragones", soltando una carcajada que se perdió en el aire nocturno.

De vuelta en su hogar, Raze se sumergió en las rutinas diarias. Regó con cuidado las plantas que adornaban su modesto departamento, compartió un poco de comida con los gatos callejeros que merodeaban por la vecindad y preparó una cena sencilla para sí misma. Sin embargo, una sensación extraña y opresiva se apoderaba lentamente de su pecho, como una sombra que se cernía sobre ella.

"¿Qué me sucede?", se preguntaba, sintiendo cómo la nostalgia y la pérdida se entrelazaban en su interior. La ausencia de Oda aún pesaba sobre sus hombros, recordándole el vacío que había dejado en su vida. Recordaba una tarde de verano donde Oda preparo una canasta con sus mejores manjares y decidió llevar a Raze a acampar, la llevo al lago del pueblo contándole un historia sobre los poderes curativos y lo especial que era el lago. Oda relataba de una manera especial y fantásticas sus historias, y le contó a Raze que en las noches de luna llena aparecían centenares de criaturas a curar heridas de magia y sanaban gracias al poder curativo de la luz de la luna que se reflejaba en el lago... pero solo sanaba a las criaturas de corazón noble, el lago le pertenecía a un clan de hadas híbridas que lo cuidaba con amor y esmero hace siglos , donde sé bañaban y llenaban de vitalidad su cuerpo, también el lago había sido motivo de una gran y triste guerra de distintos clanes, donde cientos de criaturas , con el afán de protegerlo, perdieron sus vidas , sus casas y el lago perdió su poder divino.

Mientas Raze recordaba ,de repente, la luz se extinguió de manera abrupta, sumiendo el ambiente en una oscuridad impenetrable. Raze se levantó de un salto, sus sentidos alerta mientras se dirigía hacia la ventana en busca de alguna explicación. Afuera, el cielo nocturno brillaba con un resplandor celestial, adornado por las estrellas que parpadeaban como diamantes en la negrura del firmamento. Pero una de esas estrellas parecía descender demasiado rápido, acercándose con una rapidez alarmante hacia la tierra.

El resplandor de la estrella creció, deslumbrando los ojos de Raze con su fulgor. Un grito escapó de sus labios mientras el mundo parecía desvanecerse en un torbellino de luz y oscuridad, y Raze se desplomó en el suelo, sumida en el abismo de la inconsciencia y dando inicio a una nueva y extraordinaria aventura.

Raze se despertó en medio de la noche, con el corazón latiendo con fuerza, su respiración entrecortada. La luz de la luna filtrándose entre las ramas de los árboles iluminaba débilmente el oscuro bosque que la rodeaba. Se levantó con cautela, observando su entorno con una mezcla de asombro y confusión. Los árboles parecían enormes, sus ramas extendiéndose como brazos protectores sobre ella. El silencio del bosque era abrumador, roto únicamente por el suave susurro del viento entre las hojas.

Caminó con cuidado, sintiendo la tierra húmeda bajo sus pies descalzos. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? Cada paso la llevaba más adentró en la oscuridad del bosque, sin encontrar ninguna señal de vida humana a su alrededor.

Entonces, divisó un resplandor a lo lejos. Una luz brillante reflejada en la superficie de un lago, similar al que Oda solía describir en sus cuentos más fantásticos. Raze se sintió atraída hacia ella, como si esa luz fuera su único punto de referencia en medio de la oscuridad.

Sin embargo, su avance fue interrumpido por un tropezón. Raze cayó al suelo con un grito ahogado, sintiendo un dolor punzante en su pierna. Se llevó la mano a la herida, sintiendo la sangre empapando su piel. La desesperación comenzó a apoderarse de ella, pero entonces recordó el lago y decidió dirigirse hacia él en busca de alivio.

Se acercó al borde del lago con cautela, sumergiendo sus piernas en el agua fría. Comenzó a limpiar la herida con manos temblorosas, sintiendo el cosquilleo del agua sobre su piel. Pero entonces, algo extraño comenzó a suceder.

El agua del lago comenzó a agitarse, formando pequeñas burbujas que surgían desde el fondo. Raze retrocedió con sorpresa, observando cómo el agua se iluminaba con un brillo mágico. Los reflejos danzantes parecían susurrarle secretos ancestrales, despertando en ella una sensación de asombro y temor.

Y entonces, ocurrió lo impensado. La herida en la pierna de Raze comenzó a sanar ante sus propios ojos, cerrándose lentamente hasta desaparecer por completo. Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras contemplaba maravillada el milagro que acababa de presenciar.

¿Qué significaba todo esto? ¿Acaso estaba soñando? Raze se preguntaba, sintiendo una oleada de emociones revoloteando en su interior. Los cuentos de hadas y dragones que Oda solía contarle parecían cobrar vida ante sus ojos, sumergiéndola en un mundo de magia y misterio.

Pero antes de que pudiera encontrar respuestas, un sonido la sacó de su ensimismamiento. Un susurro suave y melodioso resonaba entre los árboles, envolviéndola en una melodía hipnótica. Raze levantó la vista, buscando el origen de aquel sonido, y entonces lo vio.

Un par de ojos rojos brillaban en la oscuridad, fijos en ella con una intensidad cautivadora. Una presencia misteriosa se ocultaba entre las sombras del bosque, observándola con curiosidad. El corazón de Raze dio un vuelco ante aquella mirada penetrante, sintiendo cómo la magia del lugar cobraba vida a su alrededor.

Sin decir una palabra, los ojos rojos se apartaron de ella, desvaneciéndose en la oscuridad como un sueño fugaz. Raze se quedó allí, sola en la orilla del lago, con el eco del susurro aún resonando en sus oídos y el latido acelerado de su corazón como único testigo de lo que acababa de experimentar.

¿Qué era aquel lugar? ¿Y quién o qué la observaba desde las sombras? Con estas preguntas dando vueltas en su mente, Raze se preparó para adentrarse más en el misterioso bosque, sin imaginar los secretos y peligros que aguardaban en su camino.

Raze se quedó paralizada en la orilla del lago, con la mirada perdida en la oscuridad del bosque. Los ojos rojos que la habían observado con tanta intensidad habían desaparecido, pero su presencia aún resonaba en el aire como un eco inquietante.

Se obligó a sí misma a respirar profundamente, intentando calmar los latidos desbocados de su corazón. ¿Quién o qué había sido esa criatura? ¿Era real o solo fruto de su imaginación desbocada por el misterioso entorno en el que se encontraba?

Decidió que no había tiempo para dudas ni miedos. Se levantó con determinación, ignorando el ligero dolor que aún persistía en su pierna, y se adentró en el bosque con paso firme. Aunque la oscuridad era densa y el camino estaba lleno de sombras, no permitiría que el temor la detuviera.

Caminó durante lo que le pareció una eternidad, dejando que sus instintos la guiaran a través del laberinto de árboles retorcidos y arbustos frondosos. El susurro del viento entre las hojas parecía susurrarle advertencias y consejos, pero Raze se aferraba a su determinación con cada paso que daba.

Finalmente, emergió en un claro del bosque, iluminado por la luz plateada de la luna que se filtraba entre las ramas. En el centro del claro se alzaba un antiguo roble, su imponente presencia parecía emanar un aura de poder y sabiduría.

Raze se acercó con cautela al árbol, sintiendo una extraña conexión con él. ¿Podría este ser el guardián del bosque, el espíritu que había sentido su presencia momentos antes? Se quedó allí, observando el roble con reverencia, esperando alguna señal que pudiera guiarla en su extraña travesía.

Fue entonces cuando una figura emergió de entre las sombras, avanzando hacia ella con pasos silenciosos. Raze contuvo el aliento, preparada para enfrentarse a cualquier peligro que pudiera acechar en la oscuridad.

Pero cuando la figura estuvo lo suficientemente cerca, Raze vio que no era una criatura monstruosa ni un espíritu vengativo. Era una joven mujer, de cabellos oscuros y ojos brillantes como la luna llena. Su presencia irradiaba una energía serena y tranquilizadora, disipando el temor que había estado atormentando el corazón de Raze.

"¿Quién eres tú?", preguntó Raze con voz temblorosa, sintiendo una mezcla de curiosidad y desconcierto.

La mujer sonrió con ternura, sus ojos brillando con una luz misteriosa. "Soy Luna", dijo ella, su voz suave como el susurro del viento en la noche. "Soy un hada guardiana", y he estado esperando tu llegada".

Raze se quedó sin habla, sorprendida por las palabras de la mujer. ¿Cómo podía ser que alguien la estuviera esperando en medio de este bosque desconocido? ¿Y qué significaba todo esto para ella y su búsqueda de respuestas?

Luna pareció leer sus pensamientos, extendiendo una mano en un gesto de paz. "No temas, Raze", dijo ella con suavidad. "Estás aquí por una razón, una que solo tú puedes descubrir. Pero antes de que puedas encontrar las respuestas que buscas, debes aprender a confiar en ti misma y en el poder que yace dentro de ti".

Raze asintió lentamente, sintiendo un nuevo sentido de determinación ardiendo en su pecho. Si había algo que había aprendido en esta extraña aventura, era que no podía permitir que el miedo la detuviera. Debía seguir adelante, enfrentarse a los desafíos que el destino le deparaba y descubrir la verdad que aguardaba en lo más profundo del bosque.

Con la guía de Luna a su lado, Raze se preparó para continuar su viaje hacia lo desconocido, sin saber qué peligros o maravillas encontraría en el camino. Pero una cosa era segura: no estaría sola.