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BAJO EL MISMO CIELO

PRÓLOGO

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...Tejiendo el amor con los dedos...

Podría comenzar esta historia dando algunas razones por la que escribo novelas románticas con emociones muy marcadas al maltrato, a los malos entendidos entre las parejas protagonistas que al final todo se soluciona. Sin embargo, sondeando en mi interior, llegué a la conclusión de quienes escribimos historias de la índole que sea, es porque hubo una circunstancia que nos marcó o leímos un libro que se quedó en nuestra memoria lectora.

Está historia, considero que es una historia de amor que tiene cierta calidez humana. Se desarrolla en Yara y Adrián. Ambos viven en contextos diferentes, desde su manera de vivir y subsistir.

Un día de estos, sentada tomando una taza de café, leyendo un poco sobre la parálisis temporal en las piernas luego de un accidente, sentí la inspiración de crear una historia donde uno de los personajes tuviera una condición de parálisis temporal, tuve muchas interrogantes, dudas que las iba aclarando mientras indagaba en el tema. Una de esas interrogantes, más que de diagnóstico clínico, era emocional o curiosidad, ¿Puede surgir un verdadero amor entre una persona con discapacidad y una persona que no tiene ninguna condición? Quiero creer que sí, quiero pensar que a pesar de vivir en un mundo lleno de carencias emocionales, demasiado egoísmo y con tanto egocentrismo, puede haber en algún lugar de este planeta, alguna pareja en estas condiciones o similares viviendo un gran amor.

Después de estas palabras llenas de sentimientos, quiero dedicar esta historia de amor a mi hermano Fernando, que día a día lucha con una enfermedad renal crónica o nefropatía crónica.

Agradecer de todo corazón a cada uno de ustedes mis apreciados lectores por darle una oportunidad a esta historia. Pidiéndole que cuando juzguéis mi novela no sean severos. Me disculpo de antemano si por ahí hay una u otra ortografía que corregir.

...Bendiciones ...

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YARA CORTÉZ

Sentada en una banqueta que está junto a la estatua de un general, tenía entre mis manos una bolsa plástica blanca. Esperaba a una chica para hacer entrega de una bufanda.

Me llamo Yara Cortéz, soy una mujer de 23 años, recien graduada en Diseño y Moda.

Tenía 15 minutos esperando, veía el movimiento de todo, los vehículos iban de un lado a otro, niños andando en bicicleta, familias, parejas, todo giraba, todos se movían, y yo aquí estática, esperando, como toda mi vida, con miedo al movimiento, miedo a salir de mi zona conocida.

La rutina ha marcado mi vida, desde que recuerdo siempre he trabajado con la máquina de coser que mi madre usaba cuando estaba viva. Me dedico a elaborar bufandas, pañuelos y algún que otro vestido como parte de mi subsistencia.

Me gradué hace más de un mes, y no he encontrado empleo en alguna empresa reconocida, y no porque no me he movido, sino que no soy lo que buscan, no tengo un apellido que pesa, o no tengo experiencia.

— Tú eres la chica de las bufandas— se acercó una chica que acababa de bajarse de un Ferrari.

—Si soy yo. ¿Tú eres la chica que encargó está bufanda de color rojo?

— Obvio— Le extendí la bolsa y ella sacó el dinero y me lo entregó.

Ni siquiera la revisó. No entiendo como una chica que se baja de un Ferrari quiere comprar una bufanda que no es de marca.

Me quedé un poco más en la banqueta. Pocas veces podía contemplar el cielo.

Suspiré.

— Si tan solo mi madre estuviera viva— me lo dije para mí misma.

La alarma de mi celular sonó. La apagué.

Vivía así, programada para cada cosa. Me levanté y empecé a caminar.

Un mensaje de Marketplace entró.

Siempre publicaba mis servicios de costura por ahí. Empecé el chat con el posible cliente, quedé en entregar por la noche, Pero está vez en mi casa.

— Ya vine papá— En la sala estaba mi padre sentado con una señora un poco más joven.

— Siéntate— mi padre estaba muy serio.

Ya sabía lo que me iba a decir. Esa señora es su novia, era la cuarta mujer que llevaba a casa después de la muerte de mamá. Odiaba esto, pero en fin, mamá no estaba y él era libre de hacer lo que quisiera.

— Rápido papá, tengo que hacer una entrega por la noche y debo ponerme a trabajar.

— Ella es Amanda, mi esposa.

—¿Esposa? — le clavé la mirada a mi padre.

— Si. Soy la esposa de tu papá— Sonrió — necesito decirte algo, como sabes todo casado necesita su privacidad y tu ya estás adulta, hecha y derecha.

— Papá, ¿qué está tratando de decir está señora? Esta casa es de mi madre y, por lo tanto, es mía.

— Yara, está casa es mía y creo que es momento de independizarse, de salir del nido. Entiendes.

— No entiendo. Me estás corriendo de la casa de mi madre.

— No seas malcriada con tu papá.

— Tú cállate, que no eres nada mío.

— Respeta a mi esposa.

Dejé a mi padre hablando y me fui a cuarto, para mi sorpresa la máquina de coser no estaba y mis cosas estaban en una maleta. Salí enfurecida tirando la puerta del cuarto.

— ¿Dónde está la máquina de mi madre? ¿Quién se atrevió a tocar mis cosas?

— Fui yo— contestó Amanda— Yo saqué la máquina y preparé tus cosas.

— ¿Por qué me haces esto padre? ¿Eres un estúpido o que? Lo que quiere está lagarta es quitarte lo poco que tienes.

— Hija, entiéndeme, estoy enamorado.

— Me importa poco lo que sientas por esta aprovechada, yo solo quiero la máquina de coser de mi mamá— lloré, estaba enojada y decepcionada. Era un recuerdo de mi mamá, me dediqué a la costura por ella, estudié diseño y moda por mi madre, quería hacer realidad su sueño.

Regresé al cuarto. Amanda trás mi.

— Empezamos con el pie izquierdo. Solo quiero que te mudes por favor, quiero disfrutar mi matrimonio con tu padre, él merece ser feliz. Eres una hija egoísta.

— Sal de mi cuarto, o verás de lo que soy capaz. Tengo dientes y uñas— le mostré mis uñas.

— Vete de esta casa, ya, o verás mis dientes y uñas también— tomó la maleta y la tiró a la calle.

— Saca todo lo que quieras, pero de aquí yo no salgo. Esta es mi casa, intrusa.

—Hagamos un trato chiquilla malcriada, si te digo dónde está tu máquina, te vas de la casa sin renegar.

— Si— Quería sobre todas las cosas recuperar la máquina de mi mamá.

— La máquina la tiene doña Paula, ve y dile que te la dé. Que yo te envío. Ahora sal de esta casa.

— Todo esto lo vas a pagar, todo regresa, recuerda mis palabras— Salí de la casa, mi padre ni me miraba.

Recogí la maleta de la calle. Era algo temprano aún, fui donde doña Paula, Pero ella ya había vendido la máquina, dado que la nueva esposa de mi papá, se la había regalado.

Regresé de nuevo a la banqueta que estaba junto a la estatua del general. Abrí el chat del Messenger y le escribí a la persona que le iba a entregar en la noche.

Me perdí en mis pensamientos. Miraba un punto fijo en el cielo. Mis lágrimas rodaban. Mientras elevaba una oración a Dios y a mi madre, un hombre tomó mi maleta y salió corriendo con ella. Quedé inmovilizada.

Era lo último que me faltaba, que hasta los calzones me robaran. ¿Por qué me sucede esto? ¿Fue embrujado mi papá?

Recibí una llamada de un número que no tenía registrado.

— Hola, Soy un admirador tuyo, ¿te gustaría que nos conociéramos?

— ¿Tú quien eres? ¿Te conozco?

— Me gustaría que nos conociéramos. Podemos chat un rato.

—No. Gracias. No tengo tiempo para estas bromas— le colgué la llamada.

Este día es de bromas. Mi padre se casó y no me lo dijo, la nueva señora de él, me regala mi máquina de coser y me tira la maleta a la calle, un ladrón me la roba y ahora un desconocido quiere conocerme. ¿Cómo es posible esto? Y para colmo, solo traigo el dinero que acabo de ganar con la bufanda que vendí.

Hice un par de llamadas a algunas conocidas para ver si podía quedarme en su casa está noche. María, una ex compañera de la universidad, aceptó.

EL CLUB

YARA CORTEZ

María me recibió en su casa.

— Perdón por pedirte este favor.

— Tranquila Yara, fuimos compañeras de clase.

— Tu casa es muy bonita y sobre todo grande— quería darle un cumplido.

María es la hija de la ministra, la casa parecía un pequeño palacio.

— Es hora de cenar, puedes acompañarnos. Ya le dije a mi mamá que tengo una invitada, puedes quedarte hasta que consigas un cuarto.

— Gracias. Perdón por pedirte ayuda.

— Está bien, no te preocupes.

Bajé a cenar con la familia de María.

— Deberías llevar a tu amiga al club campestre. Mañana hay una exposición de caballos.

— Si ella quiere ir, la llevo— Vi un poco incómoda a María.

—No puedo. Mañana voy a una entrevista de trabajo y de paso voy a buscar un cuarto— Sonreí mientras bajaba mi rostro por la incomodidad.

Terminé de cenar y me fui al cuarto.

Un mensaje de Marketplace, era la chica que le había vendido la bufanda roja.

— Hola, me ha encantado la bufanda, quiero dos más, una de color negro y otra de color rosa. ¿Puedes entregarme mañana?

— Buenas noches, por el momento no estaré recepcionando los pedidos, tuve un problema con mi máquina de coser.

— ¡Qué mal! Tu trabajo es muy bonito.

— Gracias. Pasá buenas noches— me despedí.

Entré a marketplace y borré todas mis publicaciones dónde ofrecía el servicio de costura.

Salí muy de mañana de la casa de María y me fui como siempre a la banqueta junto a la estatua del general. Fui a organizar mis ideas. Ver ese mundo que pasa por mis ojos, pero desde la mañana.

Caminé de un lado a otro buscando algún rótulo de empleos. Me detuve en uno, era en una tienda de ropa. Entré y hablé con la señora.

— Nececito tu currículo y fotocopias de documento de identidad.

— Voy a un ciber café, por favor no le dé el trabajo a nadie más, de verdad que lo necesito.

— Está bien, solo no dilates— la señora quitó el rótulo y lo guardó — aquí te espero jovencita.

Salí casi corriendo de la tienda. Busqué un ciber cercano y pedí una computadora. Redacté mi currículum y saqué un juego de copias de mis documentos. Llegué nuevamente a la tienda. Le entregué mis documentos para solicitar empleo formalmente.

— Muy bien, por formalidad, mañana realizarás la entrevista con mi jefe.

— Está bien.

Salí de la tienda un poco decepcionada, porque yo creía que ya tenía el trabajo en mis manos, pero tiene razón, por formalidad debería hacer la entrevista.

No me había fijado, pero la tienda es bastante grande y la ropa no es cualquier ropa.

Regresé antes del mediodía a casa de María.

— Saliste muy temprano que no desayunaste.

— Salí a buscar empleo, siendo honesta me siento un poco avergonzada contigo, por quedarme aquí en tu casa. Te agradezco por tu ayuda.

— No trajiste ropa. ¿Qué fue lo que pasó realmente? Cuéntame.

—Mi padre se casó y me echaron de la casa. Alguien, me robó mi maleta y ahora solo tengo lo que llevo puesto.

— ¿Y tu mamá?

— Mi madre ya falleció.

— Lo siento, no sabía. Sabes, creo que tengo ropa que no uso, tú eres más o menos de mi talla— me tomó de la mano y me llevó a su habitación.

Ella tenía una máquina de coser y unos maniquíes hermosos.

— Que bonito, se nota que estudiaste Moda— le hice el comentario.

— Estudié Moda como un hobbies, estoy estudiando ciencias políticas actualmente.

Ella sacó una caja de su closet.

— Mira si te queda, la ropa está bien cuidada. Puedes medirte aquí, no hay problema. Ahí está el baño.

Entré al baño y me medí un pantalón y una camisa y salí para mostrarle.

— Yo sabía, que éramos de la misma talla. Bueno, te lo regalo. Puedes usarlo. Si no estás ocupada a las 3 de la tarde, puedes acompañarme al club.

— No te sentirás incómoda conmigo.

— No. No pienses así, sabes que cuando estudiábamos juntas, siempre me pregunté por qué no socializabas con nadie. Llegabas a clases y te ibas cuando terminaba, prácticamente salias corriendo.

— Por qué trabajaba después de clases, me encanta coser. Así que hacía bufandas, pañuelos, trajes, y todo lo que pidieran. Yo no tuve las mismas posibilidades que tú tienes, así que tengo que esforzarme al doble.

— Entiendo. ¿Y mi número como lo tienes?

— Hay un grupo que dice exalumnos, de ahí lo tomé.

— Ya. Bueno, eres una chica muy elocuente y agradable. ¿Te parece que almorcemos y luego nos alistemos muy pretty para irnos al club?

— Si— Le sonreí.

Ha cambiado mi opinión sobre María, ella es muy agradable.

Almorzamos y Luego nos fuimos a su cuarto a arreglarnos. Llegamos al club casi puntualmente.

Era la primera vez que visito un club, se nota que solo van las personas que tienen dinero.

A lo lejos reconocí la bufanda que le hice a la chica del Ferrari. Ella iba con un chico que lo llevaba en una silla de ruedas.

— María, ¿ella quien es? La chica de la bufanda.

— Ella es mi prima Antonella, ¿La conoces?

— ¿Tu prima?

María levantó la mano dándole la ubicación a su prima. Ella se acercó con el chico.

— Yara, ella es mi prima Antonella y él es mi primo Adrián. — El chico miró de reojos a Antonella y dirigió su mirada a un lado.

— Un gusto.

— María, ya la conocía, ella es la chica que hace estás hermosas bufandas. Es agradable encontrarla aquí. ¿Cómo se conocen?

— Ella es mi amiga y excompañera de clase y está de visita en mi casa.

Antonella miró de reojos a Adrián.

— Vamos a sentarnos.

— Te alcanzamos prima.

Diez minutos después solo se acercó Antonella.

— ¿Dónde está Adrián? — preguntó María.

— Vino el chófer por él, se sintió un poco mal.

— Está bien. Siempre le molesta el ruido y la gente.

Terminó la presentación y regresamos a casa.

— ¿Te gustó el club?

— Muy hermoso todo.

— No sabía que ya conocías a Antonella y que era una clienta.

— Si. Ayer me compró esa bufanda. Tu primo, Adrián, ¿por qué está en silla de ruedas?

— Es una historia larga de contar, pero él es un buen chico, tiene nuestra edad y es muy guapo, ¿verdad que si?, él era modelo antes del accidente.

No quise preguntar más. Cada quien vive algo diferente, seamos pobres o ricos, feos o bonitos, cada quien vive sus propios problemas.

UN NUEVO DÍA

YARA CORTÉZ

Un nuevo día, una nueva oportunidad. Ya ni para llorar por la leche derramada, eso decía mi madre. Me levanté de la cama y me alisté para ir a la entrevista.

Caminé hasta la tienda. Entré.

— Buenos días, vengo por la entrevista. Ayer vine a dejar mis documentos. ¿Me recuerda?

— Buenos días señorita, el dueño revisó sus documentos y dijo que todo estaba bien, pero él no vendrá.

— Entonces, ¿cuando me hará la entrevista?

— Me dijo que podía empezar a trabajar. Va a firmar el contrato conmigo. El puesto es de despachadora, no incurre mucho en el trabajo y el salario es muy bueno.

Ella sacó el contrato y lo primero que hice fue leer. Cuando llegué a la parte del pago, miré a la señora.

— Creo que ha habido un error al momento de escribir el contrato, el pago es demasiado alto para lo que voy a hacer.

— El salario es proporcional a tu preparación. Eres una diseñadora de moda. Así que, considerando eso, el jefe hizo tu salario.

Me quedé un poco pensativa, pero al final firmé.

— ¿Cómo te llamas? Eres como la cajera aquí.

—Soy Angie, soy la gerente de esta tienda.

—Y el jefe como se llama. Me fijé que en el contrato solo está tu nombre.

— El jefe prefiere mantener un perfil bajo, así que no hay necesidad de preguntar ahora, él viene de vez en cuando, ahí lo conocerás.

Ahora me intriga aún mas el jefe de esta tienda.

— Empiezas a trabajar la próxima semana. Aún falta afinar detalles en esta tienda, como ves es nueva.

— Está bien.

— Recuerda el horario de trabajo, de 9 am a 3 pm.

— Está bien, Angie. Me retiro por hoy. El lunes me presento en la hora establecida.

Al salir de la tienda, que para mí ya era demasiado sospechosa, vi el Ferrari de Antonella o uno muy parecido. Me paré en frente de él, tratando de ver por dentro, pero no salió nadie.

Caminé un poco por la plaza.

Ahora, ¿Qué hago?

Me puse a buscar cuartos económicos cercanos a la tienda, pero todos cobraban un montón de plata, debido a la zona.

Mi vida es como un cubo de Rubik, mientras se acomoda una parte, la otra se descompone. Anduve caminando todo el día de un lado a otro, me daba un poco de pena estar en la casa de María, comer los tres tiempos y usar los beneficios de vivir ahí.

Llegué a eso de las 6 de la tarde a la casa, afuera estaba el Ferrari, y en el jardín estaban María, Antonella y Adrián sentados.

—Ven Yara, siéntate un rato con nosotros —Me llamó María.

Me acerqué a ellos. Me senté a un lado de María. Saludé a Antonella y Adrián. Sin duda alguna, en esta familia sobra la belleza física. Me sentía como un patito feo. Las facciones de Antonella y Adrián son similares, se nota que son hermanos.

— Mañana es el famoso día de las flores amarillas— hizo el comentario Antonella— a ver si somos dichosas este año, el año pasado recibí ya no sé cuantas. ¿Y tu primita de mi alma?

— Mmm… Mauro me llevó flores. Cuando salíamos, está vez, no creo recibir.

— ¿Y tu Yara? — Le sonreí a Antonella.

— Nunca he recibido flores de ningún color— Sonreí mostrando un poco mi desdicha.

— ¿Pero has tenido novio?

— Ehhh, no quiero hablar de eso. Por los momentos tener una relación no está en mis planes.

Adrián no decía una sola palabra y todo el tiempo evadía mi mirada.

La madre de María nos llamó a cenar. Nos sentamos en la mesa, y siendo honesta me sentía rara, me sentía una intrusa en la familia. Cómo deseaba que mi madre estuviese viva, aún siendo una mujer de 23 años, necesito a mi madre. Es algo que nunca se supera.

Terminamos de cenar y Antonella y Adrián se retiraron. Yo agradecí por la cena y subí a mi cuarto.

Un mensaje entró en mi celular.

"Te veías hermosa, tu sonrisa es una dicha que mis ojos pueden ver"

Otra vez este número. ¿Quién será?

Guiada por el impulso, le marqué a su número.

— Aló, Aló— aunque me contestó, no hablaba— Deja de enviarme estos mensajes, eres un acosador, te voy a denunciar.

— No soy un acosador— Una voz masculina muy atractiva contestó. Era una voz muy linda.

—¿Quién eres? — le pregunté.

Otra vez el silencio. Así que colgué.

Que fastidio que me estén molestando con este tipo de bromas.

María entró al cuarto.

— ¿Salimos un rato mañana?

— Sí. Hoy fui a una entrevista de trabajo y me contrataron. También anduve buscando cuarto, aunque están algo caros, creo que encontré uno de buen precio.

— Me alegra que las cosas se arreglen para ti. Aunque creo que me harás falta. Eres genial.

— ¿Tienes traje de baño?

— No. Tú sabes que me robaron todo y ando ropa, gracias a ti.

— Es cierto. Perdón, se me había olvidado.

— Mañana vamos a ir de compras, antes de ir un rato a la playa.

— ¿Playa? Pero no sé nadar.

— Entonces modelas tu traje de baño y tomas el sol.

— Está bien.

A la mañana siguiente, María entró al cuarto cuando apenas despertaba.

— Amiga, ponte de pie, vámonos.

— Son las 6, aún no hay tiendas abiertas. Ni me he dado una ducha.

— ¿Las 6? Son las 9.

María me sacó de la cama prácticamente, me di una media ducha. Cuando salí del baño, ella tenía en mi cama unos shorts muy cortitos y una camisa traslúcida.

— Póntelo. Si vamos a la playa, entre menos ropa mejor— ella llevó su mano a la boca y se puso a reír.

Me puse la ropa. Fuimos de compras. Ella me escogió el traje de baño y pasamos por una casa que era más grande que la de ella.

— Aquí vive mi prima.

— Antes que ella venga, quiero preguntarte algo. ¿Por qué Adrián no habla? ¿Es mudo?

— Lo dices por lo de ayer. Él habla poco, pero si habla. Cuando te tome confianza, verás que es una lora. Por los momentos, solo entiéndelo. Ha vivido muchas cosas feas.

— Está bien. Trataré de ser más amigable.

María bajó del auto, y entró a la casa. Yo me quedé en el auto.

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