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La Herencia Del Copiango 2: La Aldea

Prologo

-          “Nadie te va a juzgar si decides que quieres irte… - le sonrió – es tu vida y tienes que vivirla como creas que es mejor…

 

-          Todavía no sé qué es lo que quiero hacer… - suspiró y suplicó – no me hagas elegir a mí… decide tú…

 

-          No cariño… - su voz sonó tan dulce como un arrullo – aquí no obligamos a nadie… el que quiere irse por amor, se va… y el que quiere quedarse por amor, se queda…

 

-          Es que mi amor está completamente dividido…”

 

La Familia Tecol volverá a enfrentarse a innumerables obstáculos para defender a su gente. Descubrirán que la ambición de las personas puede llegar a tal extremo que no les importe el dolor que causan o lo que destruyen en su camino.

Guaci y Karai estaban terminando sus carreras universitarias, como su madre, habían ingresado antes de tiempo y sobresalían no solo por sus inteligencias… eran extremadamente bellos los dos. Tenían 21 años, Guaci estaba de novia con uno de sus compañeros de clase que se llamaba Esteban y Karai no estaba interesado en nada más que en estudiar, terminar y volver a su tierra.

No le gustaba mucho el novio de su hermana, se lo había dicho, pero jamás sería capaz de intervenir en sus decisiones. Seguían soñando con Kuarahy de vez en cuando y cuando en sueños le había preguntado por su cuñado, Kuarahy había cambiado sus facciones, pero no había dicho absolutamente nada.

Tenían 2 hermanos más pequeños, Pitá, que ahora tenía 14 años de edad y era tan parecido a Luriel que inspiraba respeto con solo verlo, sus anchos hombros resaltaban entre los demás jóvenes que parecían escuálidos en su presencia.

Araí era la menor, tenía apenas 11 años y era la verdadera princesa de la aldea, muy diferente a Guaci en su comportamiento y temperamento, aunque físicamente se parecía a ella a pesar de tener ojos marrones. Era delicada, vivaz, sonreía con timidez cuando alguien le hablaba. Como habían hecho sus hermanos, ambos estudiaban a distancia y algún día tendrían que decidir si se iban o se quedaban.

¿Cómo conciliar el corazón con el honor y la familia?

¿Serían tan valientes como Irupé para enfrentar a todo lo que temen…? ¿O astutos como su madre que había sabido esperar y escuchar el consejo de los ancianos que saben mucho más de lo que reconocen?

Se sentían completamente orgullosos de ser indígenas, pero se habían encontrado con muchas dificultades a su vez por serlo. Si bien vestían y se comportaban como la gente del pueblo, tuvieron que vivir en la casa de Antonio por el constante asedio de algunos malintencionados.

El atractivo exótico de ambos sumado al hecho de frecuentar a Kenichi Tanaka, el reconocido genetista, había disparado el interés de algunos inescrupulosos que buscaban  a unos niños de apellido Toledo que presentaban una anomalía cromosómica, y cuyos datos de investigación habían desaparecido misteriosamente algunos años atrás. Desconocían la edad exacta, solo sabían que eran niños.

Pero antes de concretar todos los planes que tenían trazados, se encontraron con el destino o Tupá que nuevamente había elegido otro camino para ellos.

 

Primera parte: Guaci

Guaci estaba nerviosa, Florencia, su mejor amiga de la universidad, la había llamado para decirle que tenía que hablar con ella.

Ken había insistido cuando fueron a la ciudad, que tuvieran celulares para poder contactarse con él si ocurría algún contratiempo o si necesitaban algún tipo de ayuda.

Ellos los utilizaban más que nada para contactarse con sus compañeros de estudios, pero siempre cuando viajaban a la aldea, los apagaban o los dejaban en la casa de Antonio. Eran completamente inútiles en la aldea porque no tenían señal y todavía no había avanzado tanto la aldea como para proponerlo. Aún así, Ken los convenció de instalar un teléfono fijo en la casa de Mario para poder estar en contacto más fluido.

Otro cambio que había hecho Guaci era que usaba lentes de contactos para unificar su color de ojos. La heterocromía la hacía ver más rara aun y eso la ponía nerviosa, así que Ken le había acompañado al oftalmólogo para que le recetara unos lentes apropiados de color marrón… porque era el único color que disimulaba la diferencia.

Cuando Guaci comenzó a salir con Esteban, le sorprendió que era muy empático con sus costumbres, era un poco mayor que ella porque había iniciado la universidad a la edad habitual y ella había asociado a que era más maduro, y que por eso la entendía mejor.

Ella le había dicho que era virgen y que quería mantenerse así hasta estar segura que esa relación valía la pena y él la había entendido y apoyado, pero le había pedido que para evitar excitarse  sin que hubiera posibilidad de mantener sexo, que limitaran los besos  y los contactos a los más inofensivos.

A medida que fue pasando el tiempo, Guaci trató de avanzar con las caricias, pero Esteban siempre se escabullía diciendo que debía ser un caballero para presentarse ante su padre en la aldea. Y eso en cierta manera la hacía sentir especial.

Insistía mucho en querer ir a la aldea para conocer a toda su familia, pero como a su hermano Karai no le gustaba mucho, siempre había buscado una excusa como para evitar que eso ocurriera.

Guací sentía que lo amaba de verdad, pero cuando comparaba a Esteban con su mismo padre, no podía dejar de reconocer que su novio no la miraba de la manera que estaba acostumbrada de ver en sus padres.

Esteban era atlético, carismático y muy atractivo, estaba acostumbrado a las comodidades y a la vida de la ciudad, así que era imposible para ella no sentir que se le rompía el corazón, al pensar que él no se acostumbraría jamás a la aldea. La única que la entendía era su amiga Florencia, ella siempre había estado al tanto de los miedos que ella tenía respecto a su relación. Algunas veces le había advertido que Esteban no era el tipo de hombre que se fijaría en alguien como ella, pero de cierta manera esas advertencias solo habían provocado un poco de incomodidad entre ellas.

Cuando le había contado a su padre, porque absolutamente todo lo hablaba con Luriel, él le había advertido que a veces las personas pueden sentir celos, y no solo en una pareja romántica, sino también que podían ser celos de hermanos, celos de amigos y que esos celos podían ser inocentes como por ejemplo celar que le dedica más tiempo a otra persona o celos malintencionados porque le envidia algo al otro.

-          Pero papá… - había dicho en esa oportunidad que ella le contaba sus miedos – ¿Qué podría envidiarme Florencia?

 

-          Todo… - dijo sonriéndole – desde tu rostro que es hermoso hasta tu inteligencia que no la tiene cualquiera…

 

-          Me ves hermosa porque soy tu hija… - le respondió riendo con pesar

 

-          Te veo hermosa porque tengo ojos y tengo una hermosa esposa con la cual compararte… - le besó con cariño en la cabeza – si sientes que ese muchacho es el correcto… tráelo… - ella lo miró ilusionada – tu sabes que nuestra aldea tiene sus secretos… y que como la familia Tecol tenemos nuestras responsabilidades con la gente que protegemos, pero tu felicidad también es una prioridad para mí.

 

No podía dejar de pensar en su padre mientras que caminaba rumbo a la casa de Florencia. Al llegar golpeó la puerta y a los pocos segundos le abrió la puerta su amiga que vestía un babydoll muy sugerente. Antes que pudiera saludarla, le hizo señas que no hablara y la hizo pasar recalcándole con un dedo sobre sus labios que no emitiera sonido.

-          Amor… ¿A dónde te fuiste…?

La voz sonó desde el dormitorio y un escalofrío le recorrió toda la espalda a Guací. Reconocía esa voz.

-          Ya voy cariño… - contestó mirando con soberbia a Guaci – llegó mi amiga que va a formar el trío que querías…

Guaci negó con la cabeza y se giró para salir de ese lugar antes que las lágrimas la arrasaran… cuando tomó el picaporte de la puerta la escuchó

-          Te dije que él no era el hombre adecuado para ti… - la vio girarse y continuó – eres una mojigata que jamás lo va a hacer sentir lo que siente conmigo…

A pesar de las lágrimas, que pugnaban por derramarse, contempló el anillo que Esteban le había dado antes que se fuera a la aldea, le había pedido matrimonio pero no se lo había dicho a nadie, ni siquiera a su padre a quien adoraba. Guardo el anillo y recién se lo volvió a colocar cuando había regresado a la ciudad y venía decidida a decirle que si…

Una sensación que nunca había experimentado antes, se comenzó a gestar en la zona baja de su abdomen y comenzó a ascender hasta su pecho. Ella era Guaci Tecol, la hija de Luriel Tecol, el campeón de caciques y si eso era poco para convencerla, era la hija del Copiango… era imposible temer enfrentarse a lo que sea.  Se giró hacia su “amiga”.

-          Demuéstrame quien es… - dijo con voz grave, ya no había rastro del dolor en su mirada

Ambas se dirigieron a la habitación, cuando lo vio fue imposible no sentir repugnancia. Estaba completamente desnudo, con los ojos vendados y atado a la cama. Guací se quedó a los pies de la cama y Florencia se sentó a su lado y comenzó a acariciarlo

-          ¿Y tú amiga…? – no podía disimular el entusiasmo

 

-          Se está cambiando… trajo un disfraz… - se reía mientras que tocaba su erección – algún día podríamos invitar a tu novia…

 

-          Nooo – puso cara de asco – no voy a lograr funcionar… bastante ya que la tengo que besar…

 

-          Pensé que era tan exótica y eso llamó tu atención… - continuó insistiendo para lastimarla más

 

-          No es exótica… - se retorcía ante sus caricias – es una india sucia…

 

-          No se dice india… - ella reía a carcajadas – es indígena… y pensé que querías conocer a su gente

 

-          No te puedo explicar mis motivos… - dijo ansioso – pero de pensar que tengo que ir a conocerlos, ya me da urticaria…

 

-          ¿Por qué dices que es sucia…? – giró para ver si lloraba, pero la encontró estoica parada mirándolos – ¿tiene feo olor…?

 

-          No te sé explicar… debe ser el rechazo que siento – insistió – no hablemos de ella…

 

-          Pero te vas a casar con ella… - se hizo la ofendida – vi el anillo que le diste…

 

-          Ni loco lo pienso hacer… - reía nuevamente – va a ser la típica novia abandonada en el altar…

 

-          Pero eso es muy cruel… - trataba de sonar compasiva - ¿Por qué la odias tanto…?

 

-          Cree que es una princesa de Disney… - volvía a reír – me quiso manejar con su virginidad como si fuera un regalo divino… al que debo rendirle pleitesía…

 

-          ¿Me estás diciendo que se cree Pocahontas…? – reía a carcajadas –

 

-          Se negó a tener sexo conmigo… y a mí nadie me rechaza… ¿o acaso tú pudiste rechazarme? – dijo soberbio

 

-          Tienes razón… no te rechacé… - se volvió a ver a Guaci – y te doy absolutamente todo lo que quieres… así que quiero que cortes con ella en cuanto la veas…

 

-          No lo puedo hacer…, pero con gusto la dejaría por ti y lo sabes… - trataba de sonar sexy

 

-          Dejemos de hablar de ella… voy a ver si mi amiga ya está lista… - dijo Florencia levantándose de la cama

 

-          No me dejen así como estoy… - gemía – estoy tan excitado que me duele…

 

-          Ya regreso amor… - dijo besándolo – y te voy a curar todos tus dolores…

 

Se levantó y le hizo señas a Guaci para salir, sin embargo Guaci la miró y luego miró al hombre al que estaba decidida a decirle que si a su propuesta de tener una vida en común… con el corazón roto se quitó el anillo de la mano y se lo dejó en la mesa de luz, antes de girarse y salir de esa habitación y de esa casa.

No supo cómo salió a la calle, ni siquiera como podía caminar porque su cerebro no procesaba nada de su entorno. Camino sin sentido por tanto tiempo que ni siquiera sabía qué hora era. La sensación en su abdomen se incrementó, comenzó a sentir que su corazón latía más fuerte y que su respiración se volvía más superficial. Supuso que estaba entrando en pánico así que entró al primer lugar que encontró abierto.

 

Una Mojigata

Era ya tarde, pero en ese bar había lugar suficiente. Había ido pocas veces a bares como ese y siempre acompañada de Esteban, por lo que en todas esas oportunidades, iban a los reservados. Siempre creyó que era para tener más intimidad, pero ahora podía darse cuenta que era porque ella le daba vergüenza.

Se acercó a la barra y no pasó desapercibida, aunque estaba vestida sencilla y nada provocativa para un lugar así… Se acercó el barman, era un hombre de unos 40 años, musculoso y atractivo

-          ¿Qué te sirvo preciosa…? – su voz sonaba entusiasmada

 

-          Un whisky con hielo por favor – contestó casi mecánicamente

 

-          ¿No prefieres algún coctel de frutas menos potente…? – dijo tratando de sonar protector – no es un lugar apropiado si te emborrachas…

 

-          No se preocupe… - le sonrió con pesar – necesito ese whisky… ¿quiere mi identificación? –lo vio negar lentamente y correrse para servirle el trago

 

Mientras esperaba se quitó el pequeño bolso que tenía colgado atravesando su pecho y comenzó a hurgar dentro de él para encontrar unos pañuelos descartables. El barman le puso el vaso frente a ella y le sonrió… Guací tomó el vaso y lo tomó de un solo tirón.

-          Despacio niña… - dijo preocupado el barman

 

-          No se preocupe… - le sonrió molesta – sé tomar… mi padre me ha enseñado con algo mucho más fuerte que esto…

 

-          ¿Tu padre es alcohólico? – pregunto riendo burlándose de ella

 

-          No… es un hombre que me enseñó a cuidarme SOLA… - le recalcó la última palabra – sírvame otro por favor…

 

La discusión con el barman por lo menos la había distraído y se le habían ido las ganas de llorar. Escuchó unas carcajadas en un grupo de hombres en una mesa cercana y se giró levemente para verlos, pero luego volvió a enfrascarse en su propio vaso y los hielos que tintineaban ruidosamente.

Guací miraba fijamente esos trozos de hielo, que se asemejaban mucho a los pedazos que había dejado Esteban en su corazón. Las ganas de llorar se habían esfumado y una bronca comenzaba a gestarse en algún rincón de la mente que trataba de racionalizarlo todo.

Sentía que era observada y eso la estaba incomodando terriblemente. Levantó la vista hacia la vitrina del bar, estaba cubierta de espejos y trató de percibir si esos hombres que estaban haciendo tanto barullo eran los que la hacían sentir así. Miró la línea del bar y justamente en el otro extremo, estaban 3 hombres también sentados y enfrascados en una conversación, parecían que estaban hostigando al que estaba en el medio de ellos, porque él negaba todo el tiempo con la cabeza. No los podía ver bien, porque estaba más oscura esa zona. Y quedó por unos segundos, perdida mirándolos, pero sin pensar en nada…

En realidad se sentía tan vacía, sin su prometido… sin su mejor amiga…, se sentía engañada, se sentía lastimada… estaba en ese lugar sin nadie que se preocupara por ella. Necesitaba a su papá, al bravo Luriel Tecol, sería capaz de partirlo en dos si le contara lo que le había hecho… necesitaba a su madre, para que la abrazara mientras amenazaría con romperle todos los huesos a su victimario…

Necesitaba a sus abuelos que la colmarían de mimos, necesitaba a sus hermanos que eran protectores por naturaleza y curiosamente necesitaba a su hermanita pequeña, porque ella siempre era vulnerable y siempre necesitaba que Guaci la protegiera. No quería sentirse capaz de ser vulnerable…

Estaba ensimismada en su sentir, cuando una mano tomó su brazo de pronto y una voz extraña se sintió en su oído izquierdo… olía a alcohol

-          ¿Quieres venir con nosotros…? – se acercaba mucho a ella – te vamos a tratar muuuuuy bien – alargaba la palabra para acentuarla y ella giró a verlo

 

-          No, gracias – dijo mientras miraba sin disimulo su brazo que seguía aprisionado por esa mano, mientras que seguía sosteniendo el vaso con la otra mano – le voy a agradecer si me suelta el brazo señor… - dijo con toda la tranquilidad que tenía… pero sintiendo que desde su interior volvía a aparecer esa sensación que ascendía por su abdomen…

 

-          No seas arisca… - insistió tratando de estirarla hacia él

 

-          Le dije amablemente que me suelte señor… - dijo con un tono de voz más fuerte y podía sentir como su musculatura se iba comprimiendo – se lo advierto…

 

-          Puedes advertirme todo lo que quieras…. – sonaba asqueroso

 

Cuando intentó tocarle el rostro con su mano libre, otra mano… que no había advertido cerca de ella lo tomó por la muñeca y la empujó hacia atrás…

-          Hola amor… - dijo el desconocido mientras que se inclinaba sobre ella para tomarle la otra muñeca al hombre - ¿este señor te estaba molestando…?

 

-          Un poco… - dijo mientras que inspiró el aire muy cerca de su cuello y su aroma le hizo estremecerse completamente – ya se estaba despidiendo… - no podía despegar la nariz de su cuello, por lo que se veía como si se estuviera refugiando en ese hombre –

 

El hombre los miró confuso y trató de volver a tomarla del brazo, pero su salvador la abrazó protectoramente mientras le acribillaba con la mirada.

Guací no sabía quién era… pero olía tan bien, su voz era tan seductora, nunca había escuchado una voz como esa… y sin darse cuenta se arrebujó contra él mientras era abrazada. Lo sintió temblar suavemente y luego abrazarla un poco más fuerte.

-          Es una perra mojigata… - dijo el hombre riéndose a las carcajadas…

“Mojigata…”, esa simple palabra le sacó de su encantamiento y la trajo de cuajo a la realidad de su complicada existencia…

-          Hey nde... maldito ndovy'ái (Hey tú… maldito infeliz) – gritó soltándose del hombre que la abrazaba para abalanzarse sobre su acosador

El hombre ni siquiera tuvo tiempo para entender lo que ocurría, la primera trompada le dio en el rostro…, luego sintió la patada en sus genitales y cuando se encorvó por el dolor, otra trompada le daba en la nariz fracturándola y haciendo que el hombre cayera hacia atrás desmayado…

Su respiración se había acelerado y la sensación en el abdomen se había incrementado hasta sentirlo como un dolor agudo. Sentía la furia que se incrementaba sin poderla controlar, cuando sintió unos brazos fuertes que le rodearon el pecho aprisionando sus brazos contra su cuerpo.

-          Tranquila...  - su voz era un susurro en su oído – es un idiota…

La tenía contra su pecho y ella podía sentir en su espalda los latidos de su corazón, los amigos del acosador se habían levantado y su salvador temiendo que también quisieran pelea se volteó al cantinero y le dijo

-          Llama a la policía… - no la soltaba por más que ella estuviera forcejeando contra él – quédate quieta por favor – le susurró al oído – no quiero hacerte daño…

Los hombres al escuchar que llamarían a la policía, juntaron a su amigo del suelo, pagaron la cuenta y se fueron volteándose a ver a la mujer que seguía furiosa…

-          O me sueltas o vas a terminar igual que ese tipo… - Guaci seguía furiosa –

 

-          No puedo soltarte si no te tranquilizas… - le hablaba en un tono bajo y sedoso contra su oído – y puedo esperar todo el tiempo que quieras porque hueles riquísimo…

 

Guaci no sabía quién era ese hombre, tampoco pudo verlo pero debía reconocer que se sentía muy bien ese pecho contra su espalda y esos brazos bastantes musculosos que la comprimían. Ella sabía muy bien como deshacerse de esa toma, lo había practicado infinidad de veces con su padre y su hermano en sus entrenamientos, pero de alguna manera que aún no estaba pudiendo entender, su voz era adormecedora y se sentía muy bien que trataran de protegerla…

Luego de disfrutar de ese abrazo por unos segundos más, decidió que era hora de irse y escapar de esas sensaciones, así que relajó su cuerpo lo suficiente como para que él creyera que se había tranquilizado mágicamente.

-          Ya estoy bien… - suspiró y girando todo lo que podía su cuello hacia él, le sonrió – gracias…

Solo vio su perfil… su piel blanca, su cabello oscuro y una barba incipiente que oscurecía su mejilla e inicio del cuello, un pequeño piercing en su ceja en el punto exacto donde se cruzaba una cicatriz. El perfil regio, y una nariz recta que sobresalía arriba de una boca muy sexy que intentaba reprimir una sonrisa todo el tiempo.

La soltó suavemente y no pudo evitar sentir una desazón que nunca había sentido antes.

Guaci dio un paso para separarse de él y dudó unos segundos antes de girarse a verlo. Se sentía avergonzada por su arranque violento, pero no permitiría que nadie más le dijera que era una “mojigata”.

Cuando se volteó a verlo, lo hizo desde los pies a la boca… vestía ropas muy formales pero que le quedaban de maravilla, lo único que tenía desalineado era la camisa abierta en el cuello que le permitió ver el inicio de su pecho que en ese momento estaba bastante agitado…

-          Gracias otra vez… - dijo en un susurro mientras tomaba el vaso y terminaba su trago - ya me retiro…

 

-          Si vas a salir ahora, te voy a acompañar… - ella recién entonces lo miró a los ojos, eran oscuros, con largas y espesas pestañas – esos hombres podrían buscar venganza por la paliza que le diste… - la vio sonreír con pedantería – y aunque seas muy valiente, no creo que puedas con los 5 a la vez… ¿o eres también inmune a las armas…?

 

Guaci lo volvió a mirar de arriba abajo, realmente ese hombre era muy seductor y debía reconocer que esos pensamientos escatológicos que estaba teniendo en ese momento, no coincidían en nada con la visión que tenían su ex novio y su ex amiga…

-          ¿Y por qué me ayudarías…? – preguntó mientras que comenzaba a sentirse levemente mareada – no nos conocemos… y no voy a decirte nada de mi…

 

-          Me parece justo… - le sonrió encantadoramente cuando vio esos ojos marrones temerosos – no se con quién estas tan enojada… pero ni ese hombre ha tenido la culpa… - la vio bajar la cabeza avergonzada – ni yo la tengo…

 

-          Yo tampoco tengo la culpa que hoy todos quieran agredirme… - lo vio avanzar un paso y se sintió muy confundida – no soy una mojigata…  - lo vio avanzar otro paso y pararse muy cerca de ella, otra vez volvió a sentir su aroma, inspiró profundamente

 

-          Ven conmigo… - le tomó de la mano y comenzó a estirarla suavemente.

 

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