Prólogo:
En los anales del tiempo, hay historias que trascienden las páginas polvorientas de los libros, historias que se entrelazan con la esencia misma de la humanidad. Esta es una de esas historias, una narrativa que se teje con hebras de valentía, amor y determinación en medio de la oscuridad y el caos de la antigua Roma.
En los días de gloria del Imperio Romano, cuando los dioses aún caminaban entre mortales y la grandeza de Roma se extendía como un manto sobre el mundo conocido, los cielos resonaron con la decisión divina. Los dioses, en su infinita sabiduría, determinaron que era hora de que Roma fuera guiada por una mano diferente, una mano que llevaba la sangre de los mismos dioses que habían dado forma a la humanidad.
Pero esta mano no era consciente de su destino divino. Ella nació en el seno de una familia noble, sin conocimiento de su linaje divino ni de la influencia que los dioses tenían sobre su vida. Su infancia transcurrió sin pretensiones, ajena a las intrigas y conspiraciones que se tejían en las altas esferas del poder romano.
A medida que crecía, la vida la guiaba poco a poco por un camino destinado a cruzarse con el destino de Roma. A través de los giros y vueltas del destino, ella demostró ser una líder formidable y sabia, enfrentándose a desafíos que probarían el temple de los más fuertes y valientes.
Su reinado fue marcado por la victoria y la prosperidad, y su nombre resonó en los corazones de los romanos como un símbolo de esperanza y redención. Pero, a pesar de todo su poder y sabiduría, ella nunca supo el verdadero alcance de su destino divino.
A lo largo de su vida, los dioses guiaron sus pasos sin que ella lo supiera, tejiendo los hilos de su destino con manos invisibles. Fue solo en retrospectiva, a través de los ojos de la historia, que se reveló la verdad de su linaje y la magnitud de su papel en la historia de Roma.
Esta es la historia de una mujer cuya sangre divina la destinó a gobernar Roma en una época de grandeza y oscuridad, una mujer cuyo nombre perdura en los anales de la historia como un faro de esperanza y redención en un mundo sumido en las sombras del olvido. Esta es la historia de Aurelia Valeriana Salustia, cuyo destino fue moldeado por los dioses sin que ella lo supiera, una mujer cuya vida y legado trascendieron los límites del tiempo y el espacio, recordándonos el poder y la grandeza de aquellos destinados a cambiar el curso de la historia.
A medida que el destino de Aurelia Valeriana Salustia se entrelazaba con el de Roma, los dioses observaban desde lo alto con interés y benevolencia. Sin embargo, su influencia se ocultaba tras un velo de misterio, dejando a Aurelia inconsciente de su linaje divino y de la mano invisible que guiaría sus pasos en los momentos más cruciales de su vida. Así, en la vasta tela del tiempo, su historia se convertiría en un hilo dorado de valentía y determinación, tejido con la magia de los dioses y bordado con las hazañas de una mujer destinada a marcar el destino de una nación.
**Capítulo 1: En Tiempos de Guerra**
La tensión en Roma era palpable mientras la ciudad se preparaba para enfrentar una guerra inminente contra los musulmanes en la frontera. Los rumores de incursiones enemigas y ataques sorpresa mantenían a la población en vilo, y entre ellos, la familia noble de Salustia vigilaba atentamente los acontecimientos.
Aurelia Valeriana Salustia, la hija más joven de la prominente familia, se encontraba en el centro de la agitación. A pesar de su linaje noble y su posición privilegiada en la sociedad romana, Aurelia no era ajena al sufrimiento de los menos afortunados. Con un corazón compasivo y una determinación inquebrantable, se dedicaba a ayudar a los más necesitados, sin importar su estatus social.
Mientras la guerra se intensificaba en las fronteras, Aurelia se encontraba en un hospital improvisado, atendiendo a los heridos y enfermos que llegaban en busca de ayuda. A pesar de las críticas y los murmuros maliciosos que la rodeaban, ella continuaba con su labor sin vacilar, dedicada a aliviar el sufrimiento de aquellos que la necesitaban desesperadamente.
"¿Cómo puedes confiar en ella?", susurraban algunos, mientras observaban con desconfianza las habilidades curativas de Aurelia. "Dicen que es una bruja, que sus dones son obra de la oscuridad", murmuraban otros, alimentando las llamas del descontento y la desconfianza.
Pero para Aurelia, las palabras vacías de aquellos que la juzgaban no significaban nada. Sabía que su propósito era mayor que las habladurías y las acusaciones infundadas. Su familia, a pesar de su estatus noble, había demostrado una y otra vez su compromiso con el bienestar del pueblo romano, y ella estaba decidida a seguir su ejemplo, sin importar las adversidades que enfrentara.
Mientras se adentraba en el corazón del hospital, Aurelia se encontró con la mirada preocupada de su padre, Marcus Valerius Salustius. Conocido por su generosidad y su firme liderazgo, Marcus había sacrificado mucho por el bien de Roma, y su dedicación a la causa era evidente en cada acción que tomaba.
"Padre", dijo Aurelia con un gesto de respeto, acercándose a él con determinación. "Los heridos siguen llegando en grandes números. Necesitamos más suministros y personal médico si queremos seguir adelante."
Marcus asintió con solemnidad, reconociendo la gravedad de la situación. "Lo sé, hija", respondió con voz grave. "Hemos hecho todo lo que está en nuestro poder para ayudar a nuestro pueblo en estos tiempos difíciles, pero la guerra se acerca cada vez más a nuestras puertas."
Aurelia asintió, su mirada reflejando la determinación y la valentía que corrían por sus venas. "Entonces seguiremos adelante", declaró con firmeza. "Nuestra familia siempre ha estado al servicio de Roma, y no será diferente esta vez. Haremos todo lo que esté en nuestro poder para proteger a nuestro pueblo y mantener a salvo nuestra ciudad."
Con esa promesa resonando en su corazón, Aurelia se preparó para enfrentar los desafíos que les esperaban, sabiendo que, aunque el camino fuera difícil y peligroso, su familia estaría unida en su lucha por la libertad y la seguridad de Roma.
**La Lucha en las Fronteras**
Los días se convirtieron en semanas, y la guerra en las fronteras se intensificaba con cada amanecer. Las incursiones musulmanas se volvían más frecuentes y audaces, y Roma se preparaba para el inevitable enfrentamiento.
En medio de la agitación, Aurelia continuaba su labor incansable en el hospital, atendiendo a los heridos y enfermos con habilidad y compasión. A pesar del peligro que acechaba en cada esquina y del constante murmullo de las malas lenguas, ella se mantenía firme en su propósito de ayudar a aquellos que lo necesitaban desesperadamente.
Pero incluso en los momentos más oscuros, la luz de la esperanza brillaba con fuerza. A medida que la guerra avanzaba, Roma comenzó a recibir ayuda de aliados inesperados, y la moral del pueblo se elevaba con la promesa de la victoria.
Aurelia, inspirada por el espíritu de resistencia y determinación que la rodeaba, redobló sus esfuerzos en el hospital. Con cada vida que salvaba y cada herida que sanaba, se aferraba a la esperanza de un futuro mejor para Roma y su pueblo.
Sin embargo, la guerra también cobró su precio. Los heridos llegaban en números cada vez mayores, y los suministros médicos comenzaban a escasear. Aurelia y su equipo médico trabajaban sin descanso, enfrentándose a desafíos cada vez mayores mientras luchaban por mantenerse al día con la abrumadora demanda de atención médica.
En medio del caos y la confusión, Aurelia se encontró cara a cara con el dolor y la tragedia que acompañaban a la guerra. Miró con tristeza mientras los cuerpos de los caídos eran llevados al hospital, sus vidas segadas por la brutalidad del conflicto.
Pero a pesar del sufrimiento que la rodeaba, Aurelia se negó a perder la esperanza. Con cada día que pasaba, renovaba su compromiso con su pueblo y su ciudad, decidida a luchar hasta el final por la libertad y la seguridad de Roma.
Mientras el conflicto en las fronteras se intensificaba, Aurelia y su familia se enfrentaban a una prueba de fuego que pondría a prueba su coraje, su determinación y su lealtad a Roma. En medio de la oscuridad y el caos de la guerra, se alzaban como guardianes de la esperanza, dispuestos a enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino hacia la victoria.
Aurelia se adentró en su hogar, exhausta por los desafíos del día. El peso de la guerra y las responsabilidades que recaían sobre sus hombros la dejaban agotada, pero su espíritu indomable se negaba a ceder ante la fatiga.
Decidió darse una ducha para refrescarse y luego retirarse a su habitación, donde el cansancio la abrazó como una manta pesada. Se dejó caer en la cama, sintiendo cada músculo de su cuerpo tensarse por el esfuerzo del día.
Sin embargo, su breve respiro fue interrumpido abruptamente cuando su padre, Marcus, entró en la habitación con una expresión seria en el rostro. Aurelia lo observó con curiosidad mientras él hablaba de un casamiento de alianza que había arreglado para ella.
"Es hora de que te cases, Aurelia", dijo Marcus con voz firme, sin dejar espacio para discusiones.
Aurelia, sintiendo una oleada de incredulidad y frustración, respondió sarcásticamente: "Oh, claro, porque claramente he estado esperando ansiosamente el día en que un hombre mayor que yo me diga con quién debo casarme".
Marcus frunció el ceño ante la insolencia de su hija, pero no se dejó intimidar. "Esta es una decisión que he tomado por el bien de nuestra familia y nuestra posición en la sociedad", explicó con calma. "No puedes permitirte rechazar a todos tus pretendientes por capricho. Este matrimonio es una oportunidad para fortalecer nuestras alianzas y asegurar nuestro futuro".
Aurelia, aunque resentida por la falta de elección en el asunto, sabía que no podía desafiar abiertamente a su padre sin arriesgar el resentimiento de su familia. Con un suspiro resignado, aceptó la situación por el bien de la familia.
"Por supuesto, padre", dijo con sarcasmo, dejando en claro su descontento. "No quiero que pienses que ya no soy tu hija, ¿verdad?".
Después de la breve confrontación con su padre, Aurelia decidió retirarse a los aposentos de los heridos, donde encontró a una mujer parlanchina difundiendo rumores infundados sobre su familia y sus motivaciones. Con una mirada fría y palabras afiladas, Aurelia la confrontó, dejando en claro que no toleraría la difamación sin fundamentos.
"¿Qué sabes realmente de nuestra familia y nuestros sacrificios por Roma?", preguntó Aurelia con voz cortante. "Hablas sin conocimiento, alimentando rumores y chismes sin ninguna prueba. Si no tienes nada de valor que decir, te aconsejaría que te mantengas en silencio".
Con esa reprimenda, Aurelia dejó en claro su posición y su determinación de proteger el honor y la reputación de su familia, incluso en medio de los desafíos y las adversidades que enfrentaban.
Aurelia se encontraba en medio de un grupo de señoras chismosas que se reunían en la plaza de la ciudad para discutir los últimos rumores y cotilleos. Estas mujeres, conocidas por su amor por el drama y la intriga, no podían resistir la oportunidad de especular sobre la vida de los demás.
Una de las mujeres, con un brillo malicioso en los ojos, comenzó a insinuar acerca de la repentina decisión de Aurelia de casarse, alimentando los rumores con su propia versión distorsionada de la verdad.
"¿Has oído sobre la repentina boda de Aurelia?", susurró la mujer, con una sonrisa de satisfacción en su rostro. "Dicen que su familia la está casando por motivos políticos. ¿No te parece curioso que una mujer tan joven y hermosa termine comprometida de la noche a la mañana?".
Aurelia, sintiendo el peso de la crítica y el escrutinio, decidió intervenir con su característico sarcasmo.
"Oh, sí, porque claramente mi familia no podría tener otros motivos para unirme en matrimonio que no sean puramente políticos", respondió Aurelia con una sonrisa falsa. "Por supuesto, ¿qué importa el amor y la felicidad cuando se trata de asegurar alianzas y mantener nuestra posición en la sociedad?".
Las mujeres se miraron entre sí, sorprendidas por la franqueza y el ingenio de Aurelia. Sin embargo, no se dejaron intimidar y continuaron con su especulación.
"Pero, ¿y si el esposo que te han elegido no es de tu agrado?", preguntó otra mujer con malicia. "¿Qué harás entonces?".
Aurelia, manteniendo la compostura a pesar de la provocación, respondió con una mueca irónica.
"Oh, estoy segura de que mi familia ha tenido en cuenta mis preferencias y deseos al elegir a mi futuro esposo", dijo con un toque de sarcasmo. "Después de todo, ¿quién necesita el amor y la compatibilidad cuando se trata de matrimonios políticos, verdad?".
Con esa última observación sarcástica, Aurelia dejó en claro su desprecio por los cotilleos infundados y su determinación de no dejarse afectar por las opiniones de las mujeres chismosas. Aunque sabía que el escrutinio público no desaparecería fácilmente, se negaba a permitir que la malicia de los demás dictara su felicidad o su destino.
Aurelia se encontraba en la plaza del mercado, rodeada por un grupo de viejas chismosas que disfrutaban difundiendo rumores sobre ella y su familia. Cansada de escuchar las insinuaciones maliciosas, decidió intervenir con su característico sarcasmo.
"¿Has oído los últimos rumores sobre nuestra querida Aurelia?", susurró una de las mujeres, con una mirada de deleite en sus ojos arrugados. "Dicen que su familia está involucrada en brujería y hechicería. ¿No es eso fascinante?".
Aurelia, sintiendo una mezcla de irritación y diversión, decidió responder con una sonrisa burlona.
"Oh, sí, porque claramente mi familia tiene tiempo de sobra para dedicarse a lanzar hechizos en lugar de ocuparse de asuntos más importantes", respondió Aurelia con un tono sarcástico. "Por supuesto, ¿quién necesita preocuparse por el bienestar de la ciudad cuando se puede convocar a los espíritus malignos en su lugar?".
Las mujeres se miraron entre sí con sorpresa, sin esperar tal respuesta. Sin embargo, no se dejaron intimidar y continuaron con su charla.
"Pero, ¿y si es verdad lo que dicen?", preguntó otra mujer, con un brillo de malicia en sus ojos. "¿Qué harás si descubrimos que tu familia está realmente involucrada en la brujería?".
Aurelia, sin inmutarse por la provocación, decidió responder con un toque de humor negro.
"Oh, no te preocupes, querida", dijo con una sonrisa irónica. "Si alguna vez descubren que mi familia está involucrada en brujería, seré la primera en informar a las autoridades. Después de todo, no puedo permitir que la competencia se salga con la suya sin un poco de competencia justa".
Las mujeres se quedaron boquiabiertas ante la respuesta audaz y sarcástica de Aurelia, pero antes de que pudieran responder, ella continuó con su discurso.
"Y si alguna vez necesitan un buen conjuro para ahuyentar a los chismosos, no duden en llamarme", agregó con una risa sarcástica. "Parece que tienen mucha experiencia en el tema".
Con esa última observación, Aurelia dejó en claro su desprecio por los rumores infundados y su disposición para enfrentarse a cualquiera que intentara difamar a su familia. Aunque sabía que las habladurías nunca desaparecerían por completo, se negaba a permitir que la malicia de los demás afectara su orgullo o su reputación.
Aurelia y su amiga se encontraban en el jardín trasero de la casa de Aurelia, disfrutando de la cálida tarde de verano. La amiga de Aurelia, hija de una esclava que había servido a la familia de Aurelia durante generaciones, era su compañera constante en todas sus aventuras.
Mientras jugaban en el jardín, escuchaban a escondidas las reuniones de los senadores y los consejos de urgencia que tenían lugar en la casa de Aurelia. Aunque sabían que era peligroso espiar a los poderosos de Roma, no podían resistir la tentación de escuchar las intrigas y los secretos que se susurraban entre los muros de la mansión.
En más de una ocasión, el padre de Aurelia los descubrió, y ella recibió una reprimenda severa por su indiscreción. Sin embargo, su curiosidad insaciable y su espíritu rebelde no podían ser contenidos tan fácilmente, y continuaron escuchando a escondidas cada vez que tenían la oportunidad.
A pesar de sus travesuras y aventuras clandestinas, Aurelia también encontraba tiempo para aprender las habilidades básicas de una mujer y ama de casa. Aunque su padre la había enseñado a pensar y trabajar en todo desde una edad temprana, también creía en la importancia de aprender las tareas domésticas básicas.
Así que, mientras jugaban y escuchaban a escondidas, Aurelia también aprendía a tejer y coser, habilidades que consideraba esenciales para cualquier mujer romana. Aunque a veces se quejaba de tener que pasar tiempo en tareas domésticas en lugar de perseguir sus propios intereses, sabía que era parte de su educación y aceptaba su responsabilidad con gracia y determinación.
Aurelia y su amiga, unidas por la complicidad y la amistad, continuaron su juego en el jardín, sin darse cuenta de que sus aventuras juntas les preparaban para un futuro lleno de desafíos y oportunidades que nunca podrían haber imaginado.
** En el Umbral del Abismo**
La oscuridad se cernía sobre Roma, y con ella llegaba el caos y la desesperación. Aurelia, una vez una figura prominente en la sociedad romana, ahora se encontraba huyendo de su propia ciudad, perseguida por enemigos que buscaban destruir todo lo que ella había conocido y amado.
Su esposo, una vez su compañero en la vida, ahora se había convertido en un extraño distante y amargado. Su deseo de un heredero había envenenado su amor, transformando lo que una vez fue una unión de afecto en una relación marcada por el resentimiento y la amargura.
Aurelia, mientras tanto, luchaba con sus propios demonios internos. La presión de la sociedad romana, con sus expectativas irracionales y sus leyes draconianas, la había llevado al borde del abismo. La pérdida de su madre, forzada por las ridículas leyes que dictaban que una mujer debía seguir a su esposo a la muerte, la había dejado destrozada y desolada.
Pero incluso en medio de la oscuridad, había una luz de esperanza. Aurelia descubrió que estaba embarazada, una noticia que debería haber sido motivo de alegría y celebración. Sin embargo, para su esposo, era solo otro recordatorio de su incapacidad para darle un heredero varón.
La tensión entre Aurelia y su esposo llegó a un punto crítico cuando una pelea con bandidos dejó al esposo gravemente herido. Mientras él luchaba por su vida, Aurelia se encontraba en una encrucijada, enfrentándose a la realidad de su matrimonio y el dolor abrumador de perder a su madre y potencialmente a su esposo.
Mientras reflexionaba sobre los eventos que habían llevado a este punto, Aurelia recordaba los días de su matrimonio, marcados por insultos y humillaciones debido a su incapacidad para concebir un hijo. La presión de su esposo para que permitiera a sus amantes en su hogar solo aumentaba su angustia y desesperación.
Sin embargo, la muerte de su esposo la sumió en una profunda tristeza y desesperación. La realización de que nunca tendría la oportunidad de resolver sus problemas con él la dejó abrumada por la pena y el arrepentimiento. La noticia de la muerte de su madre, una tragedia que la dejó sin aliento, solo sirvió para empeorar su angustia.
En medio del dolor y la pérdida, Aurelia se encontró al borde del abismo, luchando por encontrar la fuerza para seguir adelante. Con el corazón roto y el alma en pedazos, se enfrentó a un futuro incierto, sabiendo que tendría que encontrar una manera de sanar las heridas del pasado y seguir adelante, por sí misma y por el hijo que llevaba en su vientre.
**Entre las Sombras del Pasado**
El mundo de Aurelia se desvaneció en una neblina de dolor y desesperación cuando perdió a su hijo no nacido. La noticia la golpeó como una marea de oscuridad, arrastrándola hacia las profundidades del abismo emocional.
Se desmayó, perdida en un mar de lágrimas y pesar, y cuando recobró el conocimiento, se encontró en una carroza de esclavos, el símbolo más crudo de su caída desde las alturas de la nobleza romana hasta las profundidades de la desesperación.
El viaje de regreso a Roma fue un tormento silencioso para Aurelia. La mirada vacía en sus ojos reflejaba la tormenta de emociones que agitaban su interior: el dolor de la pérdida, la angustia de un futuro incierto, y la amarga realización de que su vida había cambiado para siempre.
Mientras el carro avanzaba por los polvorientos caminos hacia la ciudad que una vez había llamado hogar, Aurelia se enfrentó a su propia desesperación. ¿Cómo podría seguir adelante después de haber perdido tanto? ¿Cómo podría enfrentarse a las sombras del pasado que la perseguían?
En medio de su dolor, las conversaciones sarcásticas de las personas que la rodeaban se filtraban en su conciencia, recordándole la crueldad y la indiferencia del mundo que la rodeaba.
"¿Ves a esa mujer en la carroza?", susurraba una voz maliciosa. "Dicen que fue una vez una noble romana, pero mira cómo ha caído. Todo por su propia necedad y orgullo".
Aurelia escuchaba en silencio, sintiendo el peso de las palabras crueles y despectivas. Sabía que no podía escapar de su pasado, ni de las miradas de desaprobación y condena que la seguían a dondequiera que fuera.
Pero en medio de la oscuridad, una chispa de determinación se encendió en el interior de Aurelia. A pesar de todo lo que había perdido, se negaba a rendirse. Sabía que tendría que enfrentar los demonios de su pasado y luchar por un futuro mejor, tanto para ella como para aquellos que habían sido arrastrados por la marea de su desgracia.
Con cada golpe del camino, Aurelia se aferraba a esa determinación, preparándose para el desafío que tenía por delante. Aunque el camino hacia la redención sería largo y difícil, sabía que no estaba sola. Con la memoria de su hijo perdido como su guía y su amiga de la infancia a su lado, se dispuso a enfrentar el futuro con valentía y determinación, sabiendo que incluso en las sombras del pasado, aún había luz por la que luchar.
** Entre las Multitudes del Bazar**
Aurelia se encontraba en el bullicioso bazar del centro, rodeada por una multitud de gente que se apresuraba de un lado a otro en busca de mercancía. Su melena, sin cepillar y sucia, caía desaliñada sobre sus hombros, mientras que sus ojos claros reflejaban el cansancio y el desgaste de su espíritu.
La piel pálida de Aurelia contrastaba con el polvo y la suciedad que cubría su cuerpo, marcando su estado de desnutrición y debilidad. A pesar de todo, se mantenía erguida, desafiante, resistiendo el peso del mundo que la oprimía.
El hombre que la retenía, su guardián en este nuevo y despiadado mundo al que había sido arrojada, la miraba con desprecio mientras hablaba con un mercader.
"¿Y qué hacemos con esta mujer?", preguntó el hombre con desdén, señalando a Aurelia con un gesto desdeñoso. "No parece ser de mucha utilidad en su estado actual".
Aurelia escuchaba en silencio, conteniendo su ira ante el tono despectivo del hombre que la había convertido en su prisionera. Sabía que debía mantener la compostura si quería sobrevivir en este nuevo y hostil entorno.
"¿Para qué voy a servir?", preguntó Aurelia con sarcasmo, su voz llena de amargura y desafío. "¿Acaso me ves como una simple mercancía para ser comprada y vendida al mejor postor? Pues te aseguro que no soy tan fácil de manejar como puedas pensar".
El hombre la miró con incredulidad, sorprendido por la insolencia de la mujer que tenía delante. Pero antes de que pudiera responder, Aurelia continuó con su diatriba, desafiando su autoridad con cada palabra.
"No me subestimes", dijo con determinación. "Puede que esté sucia y desaliñada ahora, pero soy más fuerte de lo que piensas. Y si piensas que puedes controlarme, te advierto que te estás metiendo con la persona equivocada".
Con esa última declaración, Aurelia dejó claro que, a pesar de su situación desesperada, no iba a dejarse pisotear por nadie. Aunque el futuro seguía siendo incierto y el camino hacia la libertad parecía empinado y peligroso, ella estaba decidida a luchar con todas sus fuerzas por su propia supervivencia y por recuperar la dignidad y el respeto que le habían sido arrebatados.
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