cap 1.
El regreso a casa después de años en el extranjero debería haber sido un momento de alegría y celebración para cualquier otra persona. Pero para mí, es solo el comienzo de una pesadilla que nunca termina.
Volver a casa.
Ser prisionera otra vez.
PERDER MI MALDITA LIBERTAD... OTRA VEZ.
El aire fresco de la ciudad de Londres, la que alguna vez llamé hogar se siente pesada y opresiva, como si estuviera atrapada en una celda diminuta.
Mi padrastro me recibe en el aeropuerto con una sonrisa fingida, sus ojos brillan con malicia apenas disimulada.
—Bienvenida de vuelta, Bárbara. Tengo noticias que compartir contigo, ya que te involucran.
Conozco ese tono, nunca es amable y se, que algo turbio se trae entre manos.
Me temo lo peor mientras me subo al automóvil que espera afuera del aeropuerto. Mi padrastro permanece en silencio durante el trayecto a casa, pero puedo sentir su mirada penetrante quemando la piel de mi nuca. Sé que algo está mal, pero no estoy preparada para lo que está por venir, quiero un maldito día de descanso antes de que la pesadilla comience.
Llegamos a casa y me encuentro rodeada de rostros familiares, sus familiares, todos sonriendo y felicitándome por mi regreso. Pero sé que detrás de esas máscaras de cordialidad se esconde un veneno oscuro e interesado. Todos son familiares de John y jamás me han demostrado interés... Todos ellos viven de la fortuna que me ha dejado mi madre y que administra mi padrastro.
Malditos parásitos.
John toma mi mano con una fuerza que me hace estremecer y se acerca a mi oreja solo para que yo lo escuche.
—He tomado una decisión , y como dije, te involucra. Sube a tu habitacion y ponte el vestido que deje sobre tu cama y baja inmediatamente. Si te tardas, subiré y estoy seguro de que no te gustará.
Los ojos verdes y maliciosos de John, son iguales a los de una serpiente que está a punto de atacar. Mejor hacerle caso, la última vez que hubo una reunión "Familiar" en la mansión, fue cuando me fui hace cuatro años, con la excusa de despedirme. No tenía idea que me enviaría a Alemania, a la universidad que él había elegido para mí sin consultarme y terminó humillándome frente a sus parientes, iguales de crueles y despiadados que él.
Subo las escaleras que llevan a mi habitación y al entrar me encuentro con un bonito vestido blanco. ¿De todos los colores que hay en el mundo, elige este color? Es un vestido fino, delicado y la cola larga... No, no seria capaz.
No debo pensar en cosas tan desagradables, apenas acabo de regresar.
El vestido no me queda mal, el blanco resalta el color de mi piel. Mis ojos oscuros en el espejo desaprueban lo que John eligió "especialmente" para mí. Recojo mi cabello rojizo en un peinado sencillo y retoco mi maquillaje.
Abandono rapido mi habitación, sé que si me demoro un minuto más, subirá por mí y obtendré marcas en mi piel muy bien escondidas de la vista de las personas.
Asi ha sido siempre.
Observo la decoración del gran comedor, no le habia puesto un minimo de atencion al llegar.
Blanco y dorado.
Flores aquí y allá, música suave y... un maldito pastel de bodas de dos pisos.
¡Hijo de perra!
Intento dar la vuelta para regresar a mi habitación pero, John me toma del brazo sin siquiera disimular amabilidad. Estoy en su entorno, rodeada de personas igual o peor que él.
—¿Adónde crees que vas pequeña inútil? Sé que eres una chica inteligente ¿Verdad? Ahora, debes hacer lo que te diga, porque de lo contrario, sabes muy bien lo que te pasará.
Aprieta mi brazo tan fuerte que, sé que después de cuatro años, aparecerán los primeros moretones.
Mi vista se nubla con las lágrimas que no puedo evitar derramar. ¿Por qué no huí cuando aún podía?
Volví porque no podía dejar la empresa que mi madre había construido en manos de esta bestia sin corazón. Por eso no escape... ¿Valía la pena? Claro que no, no después de lo que acaba de hacer conmigo. ¡Me hubiera quedado en Berlín!
—Este anillo no fue un regalo de tu parte el día que me enviaste al extranjero. ¿Verdad?
Él sonríe, la misma sonrisa oscura y cargada de malicia a la que me tiene acostumbrada.
—¡Por supuesto que no fue un regalo de mi parte! Pacte tu compromiso mucho antes de que te vayas, esa joya en tu mano es el anillo de tu compromiso con Alexander Harrington.
Alexander Harrington es el ser humano más vil y despiadado que pude conocer en mi vida. Sus padres son íntimos amigos de mi padrastro y tuve la desgracia de pasar tiempo con su hijo toda mi infancia y adolescencia.
Busco con la mirada y encuentro a la familia Harrington en una de las esquinas, conversando como si nada.
—¿Por qué él? No puedo creer que me hagas esto. ¿Qué clase de padre vende a su hija así nada más? Porque eso es lo que has hecho, venderme.
Una carcajada de John basta para que todos los ojos del gran salón se posen sobre nosotros. La familia Harrington se acerca al notar mi presencia. Los padres de Alexander y él, sin apuro en su caminar.
Despreocupado.
Soberbio.
De mirada altanera.
¡Lo detesto tanto! Me ha hecho la vida imposible todas las veces que estuvo cerca.
—Nunca quise hijos propios. ¿Qué te hace pensar que te quiero como a una? Solo eres una fina pieza de mucho valor para salvar la empresa de la quiebra. Tú eres la condición que Alexander exigió para los millones que recibiré esta noche.
Soy un maldito trueque.
—No quiero hacerlo.
Trato de que mi ritmo cardiaco se calme y mi respiración se normalice.
—Me importa muy poco, no tienes opción. Ahora compórtate como sabes que debes hacerlo o te hare la vida un infierno si decides oponerte.
Escucho con horror las palabras de John mientras Alexander se pare frente a nosotros, inexpresivo, con sus ojos recorriendo mi cuerpo de arriba abajo. La mueca que hace me confirma que no le agrado, nunca lo hice realmente.
Mientras mi futuro esposo, es descrito por los recuerdos de mi mente como un hombre de arrogancia desenfrenada, cuya riqueza y poder solo son superados por su crueldad y desdén por los demás, me ignora.
Mi padrastro habla de alianzas comerciales y deudas pendientes, pero todo lo que puedo escuchar son las cadenas que me atan a esta vida de miseria y tristeza.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy sola, rodeada de extraños que están dispuestos a venderme por un puñado de monedas de oro. El precio del silencio se ha vuelto más alto de lo que jamás hubiera imaginado, y sé que no hay escapatoria de esta prisión en la que me encuentro atrapada.
Y así, mientras la habitación da vueltas a mí alrededor y las sombras se ciernen sobre mí, me enfrento a un futuro incierto lleno de promesas rotas y sueños de una libertad que no tendré.
—Que preciosa te ves vestida de blanco, Cariño. Los cuatro años en el extranjero te han sentado de maravilla y ahora eres una mujer preciosa. Eres digna de mi hijo, tienes todo lo que necesita para ser su esposa, bella, delicada y... Obediente."
Obediente...
La mujer que le dio vida al ser miserable que se encuentra frente a mí, dice sus palabras con cariño, ha estado conmigo despues de que mi madre murio.
—Así es Nora, es digna del apellido Harrington. Podemos comenzar cuando ustedes quieran, el juez aguarda en mi despacho.
¿Qué? ¿Sera ahora?
—Quiero un abogado.
Exijo con total seguridad, pero asustada hasta la mierda, eso solo desata sonrisitas entre las personas que me rodean.
—No lo tendrás. Revisaras los documentos que te esperan sobre el escritorio y te guste o no los firmaras sin objeciones ni pataletas.
Dice quien se supone debería ser quien me cuide de personas como él.
Nos movemos con discreción hacia el despacho pero todos nos miran con expectación. Un hombre a quien conozco como el abogado de mi padrastro y otro que jamás he visto en mi vida, supongo que es el juez que hará legal el matrimonio.
Me siento frente al escritorio y tomo los documentos. Leo con cuidado cada palabra, son unos hijos de puta. Todos ellos...
-Tengo derecho a disponer de la fortuna de mi futuro esposo siempre y cuando no haga mal uso de él.
·Tengo prohibidas las salidas al extranjero sin la compañía de mi esposo.
·Tengo que estar casada con Alexander al menos dos años para pedir el divorcio.
·No puedo estudiar, ejercer o trabajar.
Claro, como una Harrington haría algo tan básico como trabajar, eso arruinaría su perfecta imagen en la sociedad.
Los siguientes puntos me importan un carajo, es más de lo mismo. Pero lo último, si me pone a la defensiva.
DEBO DARLE UN HEREDERO A LA FAMILIA HARRINGTON.
—Firma los documentos. El juez ya tiene el acta de matrimonio preparado para ser firmado por ambas partes.
No hay condiciones para Alexander, puede hacer lo que le dé la gana.
—No veo que sea un acuerdo justo. Aquí no veo nada más que condiciones y restricciones para mí. ¿Qué hay de Alexander? ¿El solo tendrá derecho a mí y yo solo debo aceptarlo así nada más?
—Exacto, tú serás mi esposa por dos años mínimo, me darás un hijo y luego puedes irte con una gran cantidad de dinero a donde se te antoje.— Los ojos fríos de Alexander me congelan cuando me habla directamente, como si estuviera haciendo una propuesta de negocios.— El acuerdo es solo para ti, yo haré lo que me venga en gana como lo he hecho toda la vida.—Sonrie, esta vez con diversión.— Seré discreto, no te preocupes, jamás te pondré en una situación en la que te veas envuelta por los rumores de mis indiscreciones.
—Firma.
John presiona y yo no tengo opciones. Solo seran dos años, pero ¿hijos?... ¡Que siga soñando!
—No tendremos hijos. Soy estéril.
Miento.
—No lo eres, te pusiste un dispositivo en Alemania hace dos años y te lo quitaras hoy mismo. No habrá barreras entre nosotros dos.
—¿Cómo sabes que tengo un dispositivo? ¿Desde cuándo sabes que hago o que no hago con mi cuerpo?
—Lo supe cuando comenzaste a vivir la vida loca de una universitaria. Eras mi maldita prometida, si te movías, yo estaba informado de que lo hacías.
Maldito desgraciado... Nunca tuve libertad como creía ... solo me dejo hacer lo que yo quería.
—¿Por qué dejaste que hiciera lo que yo quería todos estos años?
—Porque quería que tengas una vida normal antes de atarte a mí. Agradéceme eso al menos. John queria casarte antes de que te vayas, el infeliz esta desesperado por el resto del dinero o muere po sacarte de su vida de una vez por todas.
Él sonríe y me extiende una pluma para que firme los documentos.
—No dejare que me toques, tenlo presente.
Su mirada se oscurece más y sé que lo que dirá cortará mi piel.
—No tenía pensado tocarte, pero no descarto que tú sola te metas a mi cama.
¿Por qué me toma? No soy una de las tantas mujeres que se arrastra a él solo por su dinero o su apariencia de sami dios, porque sí, es un hombre hermoso, pero solo con abrir su boca arruina todo lo que su impresionante aspecto muestra.
—Sigue soñando"
Le quito de la mano la pluma que aún me tiende y firmo los documentos. Luego el juez desliza el libro y también dejo mi firma, descubro que Alexander no firmo aún y me quita sin delicadeza la pluma para dejar su firma junto a la mia.
—Felicidades señor y señora Harrington.
Señora Harrington... que asco. Me llamo Bárbara Caparano, tengo 22 años y juro que no le hare la vida tan sencilla a todos estos bastardos.
Alexander toma mi mano y rápidamente me arrastra sin disimulo a un automóvil. Cuatro camionetas con hombres de traje oscuro nos siguen por la carretera, sin saber a dónde demonios me llevaban.
¿Qué paso con todas esas personas en la mansión? La verdad no me importa, ninguno de ellos me quiere. Ahora que celebren los millones que este bastardo les dará.
Él no me ha mirado ni me dirige una sola palabra. Baja del vehículo y yo espero al menos que por amabilidad que me ayude a bajar, ya que el vestido es incómodo y pesado.
No lo hace. Se adentra a una mansión más grande que la de mi padrastro y cierra la puerta con tanta fuerza que el ruido me hizo sobresaltar en el asiento.
Me quedo quieta sin saber que hacer hasta que minutos después, uno de sus hombres, de traje a medida y mirada penetrante abre la puerta y me ofrece con gentileza su mano. El exterior es hermoso, el jardín es amplio y con flores rojas donde sea que mire.
—Permítame acompañarla a su habitación, señora Harrington.
Otra vez esa palabra.
—Solo Bárbara. No me digas señora.
El hombre niega con la cabeza y cuando iba a decir algo lo corto.
—Agradezco que me ayudes, al parecer, mi esposo olvido que estoy aquí.
Caminamos hasta la puerta de entrada, la abre y me deja pasar primero. Todo lo que hay aquí grita "Fortuna." Pero a mí, esas cosas no me impresionan.
—Solo dime donde queda mi habitación e iré sola. No hace falta que me acompañes.
El hombre asiente y lo sigo hasta el pie de la escalera.
—Tercer piso, primera puerta a la izquierda.
Subo la escalera, peleando con el vestido que me dificulta el ascenso y lo primero que hago es quitarme los malditos zapatos hasta que llego a la tercera planta de la impresionante mansión de mi maldito esposo.
Alexander ya se encuentra aquí. ¿No pensara que compartiré habitación con él, verdad?
—Bueno esposa, la cosa es así- Dice mientras se quita la chaqueta Armani y lo deja sobre la cama.- Tu y yo somos un matrimonio, eso quiere decir que iras conmigo a reuniones familiares, eventos sociales y en ocasiones iras a la empresa para que las personas te conozcan. Pero te diré todo lo que necesitas saber durante el vuelo.
No lo miro, recorro con la vista la habitación y tengo que reconocer que la vista exterior es preciosa. Hay mucho verde y el aire fresco que se cuela por la ventana me relaja.
—Escuchaste lo que te acabo de decir o...
—¿De qué vuelo hablas?— Lo interrumpo.
—El de nuestra luna de miel. ¿Qué esperabas? Tendremos todo un mes para nosotros solos en la isla Harrington.
Alexander se desprende botón por botón de su camisa, despacio, sin prisa y sin quitarme los ojos de encima. No mentiré, es malditamente atractivo, sus brazos amenazan con desgarrar la tela de su camisa y su abdomen parece una escultura de algún dios griego. Sus ojos negros son dos pozos que amenazan con arrastrarte al fondo y ni mencionemos sus labios y su mandíbula perfilada. Es perfecto, donde sea que ponga mis ojos, él es lo que toda mujer desea tener, incluso en sus fantasías si no lo tienen.
—¿Tienes que hacer todo tan dramático, Alexander? Podrías haberte cambiado en el vestidor como una persona normal.
Exagero en un tono sarcástico olvidando por completo lo de la luna de miel. Me distrae... Mucho.
Sonriendo de manera arrogante sigue con la tarea de quitarse la camisa.
—¿Y perderme el placer de tu reacción? No, gracias. Además, ¿no deberías estar agradeciéndome? Después de todo, estás presenciando un espectáculo que muy pocas tienen el privilegio de ver.
Con la fama de folla y deja que tiene, dudo mucho que lo haga vestido.
Finjo indiferencia, no le demostraré que me gusta la vista. Lo bueno que está, no compensa lo maldito que es.
—Oh, sí, claro. Un espectáculo de vanidad masculina ¡Qué suerte tengo! Es una pena que no seas mudo, en ese caso, serias perfecto.
—Si no te gusta lo que ves, simplemente cierra los ojos. No te afecta en lo más mínimo.
Lo miro fijamente, los cuatro años en Alemania me han ayudado a forjar mi carácter, ya no soy la niña tonta que amedrentaba cuando éramos niños.
—¿De verdad crees que a alguien le importa tu exhibicionismo? Ni siquiera llamas tanto la atención como el novio que deje en Berlín.
Se detiene por un momento con actitud desafiante y... hay algo nuevo en sus ojos, no sé qué podrá ser pero, definitivamente parece que no le gustó mi comentario.
—Si vas a mentirme en la cara, trata de que tus expresiones luzcan convincentes. Y sobre ese chico, más bien diría que estuvo forzado a abandonarte al saber que el anillo en tu dedo, era tu anillo de compromiso conmigo. Quedaste como una mentirosa ¿Acaso no lo sabias?
La sonrisa que me muestra después de decirme que Steve se vio forzado a dejarme, me golpea, tanto que me marea.
—¡Que acabas de decir! ¡Mientes!
Su camisa también termina sobre la cama, ahora mira su abdomen y acaricia el tatuaje de dragón que está en sus costillas y baja por las caderas perdiéndose más abajo en sus pantalones.
Es ardiente el muy maldito.
-No te desenfoques Bárbara.-
—¿Pensaste que te dejaría ir y no iba a saber qué hacías? ¿Con quién dormías y a dónde ibas? –Pone sus manos en la hebilla de su cinturón, lo hace muy, muy lento.- Ese tipo no tuvo oportunidad de nada cuando me vio llegar a su apartamento dos semanas antes de que vuelvas. Le deje una considerable suma de dinero por haber cuidado de ti los últimos tres años y con eso olvido todo el amor que supuestamente te tenia.
Eso explica por qué Steve rompió conmigo unos días antes de volver a casa. ¿Las relaciones a distancia no eran lo suyo? ¡Maldito mentiroso de mierda!
—¿Por que te tomaste tantas molestias por alguien a quien supuestamente odias? ¿Trabajaba para ti? mi ex... ¿Trabajaba para ti?
No es como si me hiriera del todo lo de mi novio en Alemania, pero si me molesta muchísimo que me haya dejado ir asi nada mas. Yo, lo queria mucho.
—No, ese idiota no trabajaba para mi. Ahora cámbiate, tenemos que salir en una hora. Y sobre mi físico, reconoce que él no está mejor que yo ni por asomo, era un enclenque con cara de piojo.- Sigo mirando su hermoso cuerpo y... -Se nota que te gusta lo que ves, esposa.
No me quitare el vestido delante de él. Ni siquiera tengo que ponerme... y sí, me gusta lo que veo, pero no lo pienso admitir.
—No iré a ningún lado contigo, y si, puede que me gusta cómo te ves, apuesto a que si hiciera lo mismo que tú, también me verías con ojos curiosos.
Alexander, con una sonrisa burlona, avanza unos pasos y se planta frente a mí, muy cerca para mi gusto. Creo...
—No eres mi tipo, eres tan... corriente. Pero tú, sí me ves con hambre, esposa. Me repasa de arriba abajo con asco.
—Ya quisieras. ¿No tienes algo mejor que hacer que molestarme con tus estupideces?
—No realmente, pero siempre puedo encontrar algo más interesante que hacer después. ¿Tienes alguna sugerencia, querida esposa?
Maldita sea, eso no me lo veía venir.
—Sí. Puedes buscarme algo para que pueda cambiarme.
Adiós pantalón, hola bóxer negro que le queda... ¡Mierda! Parezco adolescente hormonal.
—El cambiador, tienes ropa suficiente ahí, todo de tu talle y número de calzado, al igual que la lencería... Mi color preferido es el rojo.
Sonrió, ese es un color que no usaré entonces.
Me adentro al vestidor, tan inmenso como mi habitación, bueno, mi antigua habitación en casa.
Hay maquillaje, vestidos, ropa informal, zapatos y... Toda la maldita lencería es de color rojo.
Maldito bastardo.
Me quito el vestido y suspiro.
—Bonito tatuaje.
Escucho detrás de mí.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Alexander?
Alexander me observa con una sonrisa traviesa.
—Solo estoy asegurándome de que mis esfuerzos valgan la pena, querida esposa.
—¿Tus esfuerzos? ¿De verdad crees que comprar ropa interior de tu color favorito cuenta como un esfuerzo?
—Y el arte en tu espalda, no eres la niña boba de hace años, ese tatuaje lo demuestra.
Es Diana, la diosa romana de la caza apuntando con su arco.
—Apreciaría mucho más que dejaras de invadir mi privacidad. ¿Por qué demonios estás mirando?
Alexander sonríe encogiéndose de hombros.
—No puedo evitarlo. Y además, ¿a quién le importa la privacidad cuando se trata de mi propia esposa?
Trato de respirar profundamente para calmarme, esto no será fácil.
—No me importa lo que pienses. Solo retrocede y déjame en paz.
—Si insistes. Pero solo recuerda que esto es solo el comienzo. Hay mucho más por venir.
Esboza una sonrisa, no una buena y cálida, hay maldad en ella y se retira cerrando la puerta.
Holaaaaaa! hola nuevas lectoras! gracias por la oportunidad que le estan dando a la novela.
SI NO ME SEGUIS TODAVIA TE INVITO A HACERLO.
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JESS.
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