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Curando Tu Alma

Un prestigioso Doctor

Federico Belmonte se encuentra sentado detrás de un escritorio, viendo las historias médicas de los pacientes que atendió hoy, aunque no puede concentrarse porque se le hace imposible dejar de pensar en lo complicado que será el fin de semana, ya que debe asistir a la reunión familiar.

El día no causa ningún problema en sí, sino que deberá soportar las burlas por parte de su familia, al igual que Amadeo, porque son los únicos solteros.

Él jamás quiso relacionarse sentimentalmente con alguien porque le parecía más importante estudiar, recibirse y trabajar, para lograr lo que hoy es, un prestigioso médico general.

En sus 36 años y desde que inició su vida sexual, ha dormido con pocas mujeres y ha decir verdad, podría contar con los dedos, sus buenas experiencias sin mezclar un sentimiento. Aunque a veces se siente bastante solo y debe admitir que le genera un poco de envidia ver que todos sus hermanos han conseguido el amor en personas muy buenas, con las cuales están hace más de diez años.

Sus padres y tíos, son bastante insistentes con que él, como su primo Amadeo, deberían conseguir una linda historia de amor. Sin embargo, eso no les llega y tampoco lo buscan.

Sus sobrinitos ya no son tan chicos, no puede alzarlos en sus brazos o jugar a los autitos como antes hacían porque pasan de los 12 años.

Mara, la niña que les dió un título especial, está apunto de cumplir los 18 años y enloquece a su padre con los jovencitos que quieren coquetearle, puntualmente, con uno muy rebelde.

Las niñas Nahiara y Antonela, van a cumplir 15 años y la familia planea hacer una fiesta estilo princesas, aunque las protagonistas no quieran. Sin embargo, Bella quiere darle lo mejor a su única hija porque no tuvieron la bendición de otro bebé.

Los varones son más simples y no crean problemas mientras estén ocupados con una pelota de Fútbol o video juegos.

Y si bien al doctor le gusta compartir tiempo con sus familiares, a veces quiere quedarse solo en la comodidad de la Mansión de sus abuelos.

Recordarlos todavía le provoca un nudo en la garganta, pero sabe que desde donde están, son felices y volvieron a estar unidos.

Sí, Eduardo Belmonte los había abandonado hace casi veinte años y su querida abuela, Fátima, los dejó hace siete años. Ambos por causas naturales.

Tanto Brandon, como su esposa, hijos y nietos, lloraban el deceso de su amada viejita que siempre los hacía reír.

Los Naviz acompañaron en la despedida y también se hicieron cargo de todos los menores para que no estuvieran en un ambiente depresivo y tratar de distraerlos.

Felicia es otra mujer a la que se le recuerda por su cariño constante y la gran tristeza que dejó en Lady, la cual casi entra en depresión, pero su esposo, Emilio, fue ese muro de contención, aunque dándole cierto espacio y tiempo, también.

Las señoras mayores, las locas de juegos raros como se les llegó a catalogar, habían dejado amplias enseñanzas en sus conocidos, pero siempre sobresalía una en particular, la perversión en el delicioso.

El menor de los hijos de Brandon, vivía con las mujeres en los últimos años de sus vidas y fue quien más las cuidó, además de darse cuenta en los aspectos físicos, emocionales y médicos, de los cuales ellas querían disimular.

Él las atendió como buen doctor general, les pidió pruebas, les sacó sangre y esperó sus resultados para hablar seriamente.

Ninguna de ellas tenía una enfermedad por la que luchar, así que en conclusión, sólo eran la vida que ya habían vivido y en la que fueron muy felices.

Según el testamento de Fátima, todos sus nietos eran dueños de la Mansión, pero ellos decidieron que Federico es quien debe aceptarla, no sólo por estar en sus últimos respiros, sino porque cada uno tiene su hogar y familia formada, por lo que no lo hayan correcto.

Amadeo, al estar solo, también se mudó del departamento que tenía, a la mansión de Fátima para hacerle compañía a su primo. Mientras que Paolo vive con Nohemí y su pequeña hija de cinco años, en la que era de sus abuelos, Paola y Santiago Belmonte.

Las reuniones y cumpleaños se siguen haciendo en la mansión que ahora vive el doctor, puesto que es sagrado, para ellos, seguir la tradición que año tras año se ha hecho.

La única regla que se han impuesto ambos hombres y coincidentemente pensaron, es NO LLEVAR CONQUISTAS. Hay que respetar o temen que la abuelita pervertida les tire del pie cuando duerman.

En sí, fuera de la familia; la única persona femenina que ha ingresado allí y no tiene nada mutuamente sentimental con ninguno de ellos es Olga Hernández, la secretaria del Veterinario, Amadeo.

Y volviendo al tema de la reunión familiar, nuestro querido Doctor, no sabe como solucionar el tema "relación formal" para que su madre, Marisol, y su tía, Amanda, dejen de insistir.

Incluso, ha pensado que sería buena idea hacerlas olvidar de esa conversación con algo más interesante; lo que sería un hijo. Sin embargo, no está seguro que eso funcione tampoco.

Federico sabe que si sigue sin intereses, terminará viejo y soltero, pero no necesariamente solo, por lo que hace dos años decidió depositar su esperma en un banco que también hay dentro de la Clínica, ya que existe el área de Inseminación.

Ese edificio tenía todo lo que él quería y había soñado. Tal vez era "chico" pero había logrado su sueño de ser dueño, director y Doctor de la Clínica Belt, la que fue diseñada por el arquitecto de la familia, Emilio.

Un plan fallido

La familia Belmonte ha crecido demasiado a través del tiempo, pero aún siguen esperando que los "menores" (aunque pasan de los treinta años) formen su familia y a pesar de que no lo digan, sienten que la oportunidad se desvanece.

Marisol tiene miedo de que su hijo se hunda en algún tipo de agujero negro, donde no entre ninguna mujer que pueda iluminar su vida, o mejor dicho, alguna persona en sí, ya que no le interesa si su orientación lo lleva a su mismo sexo. Y es que, la señora de más de 70 años, no ha conocido ninguna chica por parte de su hijo, pero sí ha sucedido con su sobrino, Amadeo.

Además, la obsesión que tiene Federico por su carrera, la clínica y el orden, parecen dar señales erróneas a su madre.

Brandon y los hermanos del doctor, no piensan de esa manera, ya que a escondidas de Marisol, Marina, Isabella y sus respectivas esposas; han contratado a un chico homosexual para que fuese a atenderse con el castaño y tratar de seducirlo. Digamos que era una idea media retorcida para asegurarse de quién podría gustarle, pero supieron que ese no era su objetivo, así que lo intentaron con una linda mujer. Sin embargo, Ariam descubrió mensajes con la susodicha en el celular del Ceo y pelearon demasiado, incluso  ella prometió que le pediría el divorcio para que pudiese estar con esa chica.

El rubio con toda la tranquilidad que siempre reflejaba, aunque en ese momento no sentía; tuvo que decirle la verdad a su esposa para evitar una separación que parecía ser inmediata, así que le ganó el miedo y confesó que fue idea de su padre para ver al menor feliz porque a su abuela le hubiese encantado verlo con una mujer que lo ame.

A pesar de que Ariam guardó silencio ante tal confesión, Bastian le contó a los hombres lo que había pasado y que se retiraba de dicho plan para salvar su matrimonio.

En pocas palabras, ya no le importaba descubrir la orientación del Doctor para ser cupido. Es más, podía quedarse solo eternamente mientras eso no afectara su vida.

Isaías y Emilio sí querían ayudar, pero con tal revelación también abandonaron el plan, dejando a su padre solo en el proceso, así que nada funcionó y se quedó con ganas de saber la verdad, aunque lo supone.

Según Brandon, a Federico le gustan las mujeres, solo que no ha llegado la indicada.

Amadeo era menos obsesivo que Federico, pero sí se dedicaba a hacer su trabajo con gusto y prefería estar entre animales que tratar de caerle bien a una mujer.

Con la única que ríe sin necesidad de promesas amorosas, es su secretaria. La cual es hermana de un chico que estudió en su misma clase y hacían buen equipo en sus presentaciones Universitarias. Siempre eran ellos dos y crearon un lazo de mejores amigos.

Cuando Amadeo habló con Emilio para que creara su Veterinaria, todavía estudiaba y su compañero quiso ser el primer empleado a su mando y aceptó, ya que no deseaba socios en algo que él sólo podía conseguir.

Pocos años después de recibirse y ya trabajando en el local, llegó Olga pidiéndole a su hermano un trabajo con ellos y el cual la llevó con Amadeo, porque era el dueño y quien decidía, obviamente.

Él le ofreció un puesto a prueba para ver si podía con el trabajo y desde entonces se ha quedado ahí.

Más de seis años trabajando juntos, sin pasar los límites. Aunque hay alguien que sí quiere olvidar ese trato de "Jefe-empleada".

La vida de Amadeo es tranquila y a pesar de acostarse con algunas mujeres, todavía no quiere una familia, hasta se podría decir que tiene un poco de temor al pensar en hijos porque sabe que a veces son complicados de criar y eso lo nota con tantos niños que hay en su entorno.

La vida de la secretaria, en cambio, es más revoltosa, le gusta salir a bailar y tiene novio, pero ha estado muy sospechoso y ella ya está cansada de rogar atención.

Lo que no sabe es que él le es infiel con una chica que le presentó como su amiga y piensan ensuciar su reputación.

Olga es, hasta cierto punto, inocente y no desconfía de su relación, ni de la nueva integrante en su círculo amistoso. Sin embargo, el amigo de Amadeo ha notado las miraditas que ciertas personas se dan a escondidas de su hermana y se mantiene alerta porque tiene un mal presentimiento. Algo que también le ha contado a su amigo para que tenga cuidado si los ve dentro del local veterinario. Además, sumado a eso, planea algo para que su hermana se aleje del idiota que tiene como novio, pero hace varios años están juntos y teme que Olga no le crea porque unos meses atrás, le había comunicado que buscaría ser madre, ya que siente que su propio tiempo está pasando y no quiere ser vieja con un bebé recién nacido, sino disfrutarlo lo más que pueda.

Y si bien le gustaría ser tío, todo erradica en evitar que comenta un error con ese hombre. Le cae mal y sabe que esconde algo, pero prefiere verla llorar por tristeza que arrepentida y luchando por sus bienes, los que ha conseguido con esfuerzo propio.

Sabe, como hombre, que no es normal ni distante la interacción que tiene con su amiga y eso va a perjudicar a Olga, ya que les ha depositado toda su confianza por más de cinco años. Ahora no solo será evitar que ese estúpido se reproduzca con su hermana, sino evitar que se case y la dañe aún más.

Un pequeño accidente

Federico terminando su día decide ir a cenar al restaurante de Bella, aunque dicha dueña deja el cargo nocturno a Demian y Silvia, su chef principal.

Sale de la Clínica, sube a su auto Camaro y enciende el motor para empezar el camino, concentrándose como toda persona que debe manejar.

Su celular suena, pero ignora el sonido porque no piensa retirar la mirada del camino ni hablar por teléfono. Aunque antes de llegar a un semáforo, donde debe detenerse; mira de reojo quién es el que intenta comunicarse.

—¡Ay, mamá! — susurra para él mismo, mientras voltea los ojos, sabiendo el motivo de tal comunicación. La reunión está cerca y por alguna razón, aunque es una costumbre de pleno conocimiento, siempre lo llama para recordárselo.

De repente y por mirar la pantalla sin aún frenar, su cuerpo se balancea hacia adelante, por lo que en un inicio se asusta y luego comprende lo que pasa. Ha chocado un vehículo.

—¡Maldición!— reniega cansado. Lo único que quiere es llegar al Restaurante para comer tranquilo e ir a dormir, pero no. Parece que no es su día.

Baja del auto para mirar cual ha sido el daño, cierra la puerta y camina vestido con su impecable traje hasta la parte delantera, notando que solamente es una pequeña abolladura, casi sin importancia.

Por primera vez se fija en el auto que ha colisionado y puede darse cuenta que es bastante antiguo, aunque es conocedor de su precio. Sin embargo, los idiotas dirán que es chatarra.

El farol trasero del Mercedes se ha roto por su distracción, por lo que decide comunicárselo a su dueño y pagar lo que se necesite, pero dicha persona no ha bajado del auto y Federico supone que es porque podría haberse lastimado.

Algunos autos quieren detenerse a ayudar, pero les hace señas para que sigan su camino y alza el dedo pulgar en forma de agradecimiento. Aunque reza que nadie llame a la policía para no hacer de este asunto, algo tedioso.

Se acerca con tranquilidad y observa que quien está en el puesto de conductor es una mujer, la cual se ha quedado con las manos y la cabeza apoyada en el volante.

Trata de llamar su atención golpeando la ventana con cautela y quien está dentro lo mira con rabia, aunque hay algo más allí.

Ella abre la puerta y sale del vehículo mientras tiene los ojos llenos de lágrimas, causando un malestar en nuestro Doc.

—Señorita, ¿se siente bien?— cuestiona él un poco nervioso.

Como profesional escanea a la mujer que tiene en frente, buscando alguna herida extra, además del pequeño corte en su frente; aunque como hombre puede decir que fue el mejor accidente de su vida, ya que ella es quién llama su atención por primera vez.

Su pelo negro con algunas ondas, casi rulos. Sus grandes ojos marrones, largas pestañas y sus labios gruesos. Sin embargo, lo que hipnotiza al hombre frente a ella es su mirada.

Puede notar que detrás del accidente y sus lágrimas retenidas hay algo más, profundo y difícil de borrar. Una gran tristeza.

—No— niega mirando el daño que él ha provocado en el Marcedes y suspira pesadamente

—No debe preocuparse por eso, yo le pagaré — avisa Federico, haciendo que ella sienta una inmensa tranquilidad.—¿Le duele algo?— cuesiona guardando sus manos en el bolsillo del pantalón porque por alguna razón, estas pican queriendo acariciar la mejilla de quien tiene en frente.

—La cabeza un poco— admite—Tal vez es porque me golpeé con el volante— finaliza y aprieta sus labios.

—Soy Doctor, ¿puedo revisarla?— le encantaría tocarla y justo tiene la oportunidad perfecta, así que no la desaprovechará.

—Claro, señor...— asiente mientras ve como se acerca y espera que él diga su nombre.

Para ella, ese gran hombre transmite seguridad, confianza y protección, pero es un desconocido y no le dirá lo que recién se acaba de enterar. Es una mala noticia que la condenará a la soledad.

Está segura que después de informárselo a sus padres, se pondrán mal, ya que depositaron su esperanza en ella, su única hija. Aunque, viéndolo de esa manera, no pueden juzgarla. Si no tuvieron más hijos fue porque así lo decidieron en su pasado.

—Federico Belmonte —responde él y brinda su mano para estrecharla—¿Y, usted? — no se quedaría con la duda.

—Alma Ortega— contesta uniendo su pequeña mano a la de él, mientras se miran fijamente a los ojos.

Ambos sienten un tipo de conexión que consideran rara, más que nada para ellos que jamás han tenido parejas formales.

Alma está rozando la palabra "castidad" sino fuera porque tuvo un novio, pero aún así se le puede considerar una mujer nula de experiencia.

Con 30 años solo se ha dedicado a trabajar y cuidar a sus padres todavía jovenes; quienes quieren que ella siga su mismo mandato y no siempre se es lo que se desea. Cada uno tiene sus propias metas y sueños. Lo que espera y aspira, en su futuro.

Ellos ya tienen más de 50 años, pero dedicaron su vida a la milicia, terrestre y marina; hasta que se conocieron, empezaron una relación y la madre de Alma quedó embarazada teniendo que abandonar su trabajo para criarla, mientras su pareja seguía en lo mismo para mantenerlas.

—Sí usted me permite, me gustaría llevarla a mi clínica para ver que no se haya dañado internamente— ofrece él, pero recibe un gesto negativo. —Prometo que no le cobraré— le sonríe como parte de una pequeña broma, aunque ella no expresa absolutamente nada y es un enigma que ahora quiere descubrir— Además, no me quedaría tranquilo el resto de mi vida.

—Bueno, pero pagaré mis gastos— acepta seriamente.

—¿Todavía funciona?— pregunta Federico apuntando al auto con respecto al accidente, pero la mujer frunce el ceño.

—Por supuesto, tiene un buen motor— responde a la defensiva y él comprende que ha utilizado palabras equivocadas.

—Digo por el accidente— señala la abolladura de su propio auto volviendo a ese tema.

—¡Ah! Eh, sí, creo que sí— Alma entra al auto con bastante vergüenza e intenta encenderlo, lográndolo enseguida. El bonito hombre se inclina un poco hacia ella y le regala una pequeña sonrisa.

—Muy bien, entonces, ¿puede estacionario? No es recomendable que maneje por las dudas de que tenga algún mareo, así que seré su chofer — pide. Cierra la puerta de Alma como todo un caballero y se aleja un poco para que ella aparque en la orilla.

Luego, ella camina hasta Federico y él abre la puerta en el puesto de copiloto para que ella entre, al ver que lo hace, cierra y camina hasta su lugar, ingresa y gira la llave, iniciando un viaje de vuelta.

De vez en cuando mira de reojo para serciorarse si ella lo observa, encontrando con que sí, cual lo hace feliz de cierta manera.

—¡No necesito inflar mi ego con ella!— se autoregaña mentalmente porque estuvo aclarando cual es su apellido, su profesión y lo que tiene, ejemplo, ser dueño de la Clínica.

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