¡Aclaraciones!
Esta historia puede parecer inicialmente romántica, pero es importante señalar que
se adentra en el género de Dark Romance. Los personajes podrían tomar
decisiones y realizar acciones moralmente cuestionables a lo largo de la trama,
desafiando convenciones éticas y sociales.
La narrativa explorará dinámicas complejas y oscilantes entre los protagonistas, donde la línea entre el amor y la obsesión se difuminará.
Les advierto que la historia podría incluir situaciones que algunos lectores encuentren incómodas, perturbadoras o que activen señales de alerta (red flags). Estas escenas podrían abordar temas delicados y desafiantes, por lo que se recomienda discreción al abordar la lectura.
Si bien respeto la diversidad de gustos literarios, quiero garantizar que los lectores estén informados sobre la naturaleza de la historia antes de comprometerse con la trama.
¡Gracias por su comprensión y disfruten de la narrativa bajo su propia discreción!
Ximena
La plaza central de Santa Lucía brillaba con luces tenues, iluminada por faroles y linternas. Me encontraba con un elegante traje en color blanco que me ayudaba a mostrar seguridad y confianza a la gente.
Con mi mejor sonrisa, trataba de saludar a todos los ciudadanos que se habían congregado para el evento de recaudación. La música suave y las risas llenaban el aire mientras la gente disfrutaba de la animada atmósfera.
—¡Gracias a todos por estar aquí esta noche! Santa Lucía merece un futuro brillante, y juntos lo construiremos.
Continúe estrechando manos y tomándome algunas fotos con los niños que se emocionaban al verme. Les había prometido construir una gran escuela para ellos y eso planeaba hacer.
—¡Hola, Carmen! ¡Qué gusto verte aquí! ¿Cómo está la familia?— Me acerqué a la mujer que sostenía un pequeño bebé en sus brazos.
La había conocido después de que su caso llegó a mis oficinas. Durante su embarazo se habían presentado algunas complicaciones que requirieron de algunas cirugías que le eran imposible cubrir debido a sus altos costos.
—Estamos bien gracias a usted, señorita Ximena. ¡Es la esperanza de nuestra ciudad, va a ganar!— Me dijo algo emocionada.
—Trabajaremos juntos para hacer que Santa Lucía prospere y sea un buen lugar para que pueda crecer ese pequeñín.
Mientras continuaba saludando a los asistentes, un murmullo nervioso comenzó a extenderse por la plaza. En el horizonte, se escuchan motores rugir y luces brillantes de unas camionetas blindadas acercándose.
—¿Qué está pasando?— Le pregunté a mi asistente algo desconcertada.
En segundos, las camionetas se detuvieron y hombres armados descendieron de ellas rápidamente. El caos estalló en la plaza mientras la gente retrocedía, sorprendida y asustada.
—¿Qué está sucediendo?— Me dirigí a mi equipo de seguridad algo asustada.
—No lo sé, pero tenemos que sacarte de aquí— Alejandro, mi jefe de seguridad, no dudo en tomarme del brazo y arrastrarme entre la multitud para alejarnos.
Sé que varios grupos criminales se han puesto en mi contra debido a mi política de no tolerancia con ellos. Es por eso y después de recibir varias amenazas que adquirí seguridad.
—Quédate detrás de mi, Ximena— Nos encontrábamos completamente rodeados por aquellos hombres. Algunos de ellos tenían a su lado a varias personas como rehenes.
—Señores, por favor. No tienen que hacer esto— Insistí.
—Solo la queremos a usted, señorita Salazar— Habló uno de ellos. —Venga con nosotros.
—De acuerdo, iré. Pero antes liberen a esa pobre gente que no tiene nada que ver con esto.
—¡Ximena, no!— Alejandro dio un paso delante de mi apuntando su arma a uno de los hombres.
—Alejandro, no intervengas.
—Me contrataste para que velara por tu seguridad y eso voy a hacer.
—No quiero que nadie inocente muera por mi culpa— Le explico.
Estaba asustada, pero no se me hacia justo dejar que se derramara sangre inocente por mi culpa.
—Suéltenlos e iré con ustedes— Le dije acercándome con las manos en alto.
Uno de ellos se acercó y me tomó del brazo, mientras los demás soltaban a los rehenes.
—¡XIMENA, AGACHATE!— La voz de Alejandro es lo ultimo que escucho antes de que las cosas comiencen a pasar en cámara lenta frente a mi.
Un disparo que desencadenó una lluvia de balas por todo el lugar.
—¡NO!— Fue lo único que alcancé a decir cuando la sangre de uno de mis guardias que intentaba acercarse cubrió el blanco de mi traje.
Dos hombres más se me acercaron rápidamente tomándome de los brazos mientras veía horrorizada el cuerpo de varias personas yaciendo en el piso. Me obligaron a entrar a una camioneta que arrancó de inmediato marchándonos del lugar.
Estaba en completo estado de shock.
Jamás había visto morir a alguien, mucho menos de esa forma.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué están haciendo esto?
—Todo será explicado a su debido tiempo— Habló el hombre en el asiento del copiloto.
—Son unos cobardes. Ni siquiera tienen la valentía para mostrar sus rostros.
Ante el silencio de todos, comencé a observar por la ventanilla. La camioneta se deslizaba por caminos oscuros, apenas iluminados por la luna que se asomaba tímidamente entre las nubes. Nerviosa y desorientada, intentaba memorizar el trayecto, pero la falta de visibilidad frustraba mis intentos.
Finalmente, las luces de la camioneta revelaron una entrada majestuosa: una gran hacienda rodeada por lujos
¿Dónde diablos me trajeron?
La camioneta cruzó las puertas de la hacienda y se adentró en una propiedad imponente con establos, fuentes y una fila de autos costosos. Me estremecí al percatarme de la magnitud de la opulencia que me rodeaba.
—Bájenla del auto— Indicó quien para mi era el líder de los secuestradores.
Soy guiada por los secuestradores hacia el patio principal de la hacienda. La entrada está iluminada por lámparas colgantes, pero la penumbra prevalece. De repente, un hombre elegante, de un cabello castaño oscuro y de ojos azules que resplandecen aun en la oscuridad, rodeado de guardias armados, emerge de la oscuridad.
—¡Bienvenida a casa, Ximena!— confundida, me quedo en silencio mientras el hombre se acerca con gracia.
—Soy Santiago Vargas.— Me dice extendiendo su mano.
Aprieto con fuerza los dientes y acepto la mano del hombre frente a mi, sintiendo la firmeza de su apretón. No estoy en una situación favorable así que mejor sigo la corriente hasta que encuentre la oportunidad de irme de aquí.
—Tienes el honor de estar en la Hacienda de los Vientos. Ahora, por favor, disculpa la bienvenida tan... brusca. No es nuestra costumbre ser tan rudos.
Ignoro su patético intento de hacer como si nada de esto fuera una completa locura y observo a los guardias a mi alrededor.
—Entiendo que estés confundida. Permíteme aclararte las cosas. Esta, mi querida Ximena, será tu nueva casa.
Incrédula, sigo en silencio mientras Santiago le da una orden a uno de sus hombres.
—Llévala a su habitación. Que se bañe y la preparen para cenar conmigo. No queremos que su nueva patrona se sienta incómoda.
Aún sin entender lo que está sucediendo, me llevan hacía el interior de la hacienda mientras Santiago me observa con ojos que reflejan un interés que no puedo comprender.
...Sé que debí pedirle alguna explicación del porque me encontraba aquí, pero prefiero mantener mi mente enfocada en como salir de este lugar....
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Después de un baño con el que intento al menos aliviar la tensión de los últimos momentos, me encuentra en una habitación deslumbrante. Las empleadas me han vestido con un elegante vestido de cóctel en verde esmeralda, un contraste impactante con el escenario sombrío que me rodea. Insistí en volver a ponerme el traje con el que había llegado ya que no quería nada de estas personas, pero ellas se habían deshecho de este.
Mientras me ajusto el vestido, una de las empleadas se acercó con cara de pocos amigos.
—El patrón eligió personalmente este vestido para usted. Pensó que le quedaría a la perfección.
—Tu no pareces muy convencida de ello— No dice nada más. Tan solo retrocede algunos pasos sin mantener el contacto visual.
—El patrón la espera para cenar. Por favor dese prisa, señorita.
—¿Patrón?— Ya que esta es la situación y el hecho de que no me han dejado sola ni un segundo, al menos debo saber a que me enfrento.
—Si tanto desea saber, puede preguntarle usted misma a don Vargas— Ay pero que altanera, ni siquiera trata en ocultar su rechazo hacia mi.
Sin decir nada más, me obligó a seguirla por un lujoso pasillo hasta llegar a un comedor opulento en donde había una mesa impecablemente puesta, adornada con velas y cristalería. El mismo hombre que me recibió al llegar, se encontraba esperándome al final de la mesa.
—Sabía que te iba a quedar bien. Luces tan hermosa como siempre— Decidí enfrentarlo con una mirada férrea ya que parece insistir en continuar con esta falsa amabilidad.
—¿Por qué me trajeron a este lugar señor Vargas? Y ¿Por qué me habla como si me conociera?
—Todas tus preguntas tendrán respuestas, pero primero, siéntate y cenemos. Hay mucho que discutir.
—No me interesa cenar con usted. Quiero respuestas y las quiero ahora— Terminé por explotar al fin.
—¡Así me gusta, carajo!— Dijo bastante emocionado. —Chingona, con carácter. ¡Esa es la Ximena que me gusta! la que no le tiene miedo a nadie— Volvió tomar asiento, al parecer contento de lo que había confirmado. —Toma asiento y te explicaré todo— Volvió a insistir.
A regañadientes, tomé asiento mientras las empleadas comenzaron a servir la cena.
—Debo pedir disculpas por la forma en que llegaste aquí. Fue necesario para garantizar tu seguridad.
—¿Necesario dice? ¡Gente inocente murió! ¿Qué parte de eso fue necesario?
—Hay mucho que no entiendes, Ximena. Pero prometo que con el tiempo, todo se aclarará.
—No necesito tiempo, tan solo quiero irme de aquí. Así que dígame que es lo que quiere— No necesito ninguna explicación, solo quiero que me dejen ir ya, al menos si eso está en consideración.
—Es simple, Ximena. Quiero que te cases conmigo.
Santiago Vargas, 35 años
—Quiero que te cases conmigo— Declara con total sinceridad.
Me puse de pie abruptamente.
—¡¿Se ha vuelto loco?! ¡No me casaré con usted!
—Entiendo que te sorprenda. Pero confío en que, con el tiempo, podré hacerte ver las cosas de manera diferente.
—¿Diferente? ¡Es un criminal! No me casaré con usted ni en un millón de años.
Este tipo se ha vuelto loco. ¿Piensa que puede secuestrarme e invadirme de lujos y caeré rendida a sus pies?
—Ximena, he construido un imperio, y puedo darte todo lo que desees. Sé que, después de la boda, podré hacerte feliz— Dijo de la forma más serena posible.
—¡Ni en sueños! Quiero que me dejes ir, ahora. No quiero estar aquí.
—Dame la oportunidad de demostrarte que puedo ser el hombre que necesitas.
Perdí por completo la paciencia al ver su negativa a escucharme. Tomé el extremo del mantel y tiré de el lanzado todos los platos al piso.
—¿Todo bien, patrón?
Alarmados, los hombres de Santiago entraron al comedor y este tan solo les hizo un gesto con la mano para que se marcharan sin apartar los ojos de mí.
—Bien— Dijo poniéndose de pie. —Tampoco esperaba que aceptaras a la primera, por lo que te tengo un par de sorpresas para mañana que sé que te harán recapacitar.
Dio unos cuantos pasos hasta llegar a mí. En este momento, la rabia que me estaba conteniendo era demasiada, pero aun continúa forzándome a mantener la cabeza fría
—Hay personas que estarán buscándome. La gente hará preguntas. Tendrá muchos problemas cuando esto se sepa, señor.
—No pienso ocultarme, Ximena. Quién sea que venga aquí a mi hacienda le responderé como es debido— Fue lo único que me dijo antes de marcharse de la estancia y dejarme allí.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
No pude dormir en toda la noche. El recuerdo de ese hombre que murió frente a mí venía a mi mente y luego, estaba Alejandro. ¿Me estará buscando? ¿Y si cree que estoy muerta?
Empezó a trabajar conmigo hace a penas un año y medio, siempre se comportó muy correcto, completamente enfocado en su trabajo, pero desde que las amenazas empezaron, el tiempo juntos se extendió. No le confiaba mi seguridad a nadie más que él y un día, me había quedado hasta tarde en el trabajo e insistí en ordenar comida, después de eso, la relación entre nosotros se relajó un poco, hasta que nos dimos cuenta de que lo que sentíamos era algo mutuo, pero debido a mi campaña decidimos mantenerlo en secreto.
Lo revelaríamos después de las elecciones. El renunciaría a ser mi guardia de seguridad y podríamos ser libres, pero ahora, estoy encerrada aquí. Sin ninguna idea de que me depara el futuro.
¿Qué pasaría con mi campaña? Lo más probable es que me reemplacen, la vida debe continuar. Tal vez la gente se preocupará unos días, harán preguntas sobre mi desaparición, pero luego lo olvidarán, todos excepto mis padres. Sé que harán hasta lo imposible por recuperarme, aunque eso los ponga en peligro.
Entre lágrimas cargadas de cierta rabia y tristeza logré quedarme dormida. Hoy no tuve la oportunidad, pero mañana, sé que mañana con la luz del día podré encontrar la manera de largarme de este lugar.
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