En el reino élfico de Evergreen, el sol ascendía lentamente sobre los majestuosos bosques encantados, pintando el cielo de tonos dorados y rosados. Los rayos de luz se filtraban entre las ramas de los árboles antiguos, creando un juego de sombras y luces en el suelo cubierto de musgo. En medio de este paisaje de ensueño, se encontraba la ciudad de Lúmenor, la capital del reino de los elfos.
En las calles empedradas de Lúmenor, la actividad comenzaba a cobrar vida con el amanecer. Los comerciantes preparaban sus puestos en el mercado, los niños elfos jugaban entre los jardines y los pájaros cantaban melodías suaves desde las copas de los árboles. En una elegante mansión en el corazón de la ciudad, se encontraba Elyssia Thalassian, la joven elfa destinada a desempeñar un papel crucial en el destino de su reino.
Elyssia se encontraba en su habitación, mirando por la ventana hacia los jardines que se extendían más allá de los muros de la mansión. Su cabello dorado caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos del color del bosque estaban llenos de determinación. A pesar de la calma aparente que reinaba en Lúmenor, Elyssia podía sentir la tensión en el aire, como si una tormenta se estuviera gestando en el horizonte.
—¿Estás lista, Elyssia? —preguntó una voz detrás de ella, interrumpiendo sus pensamientos.
Elyssia se volvió para ver a su madre, la elegante Lady Elara Thalassian, quien la observaba con una mezcla de preocupación y cariño en sus ojos.
—Sí, madre —respondió Elyssia con determinación—. Estoy lista para enfrentar lo que sea que el día traiga.
Lady Elara asintió con una sonrisa triste y se acercó para abrazar a su hija.
—Eres valiente y fuerte, mi querida Elyssia —dijo con voz suave—. Pero recuerda que no estás sola. Siempre estaremos aquí para apoyarte, pase lo que pase.
Elyssia asintió, agradecida por las palabras de aliento de su madre. Sabía que el día que se avecinaba sería uno de los más difíciles de su vida, pero también estaba decidida a enfrentarlo con coraje y determinación.
Con un suspiro, Elyssia se separó del abrazo de su madre y se dirigió hacia la puerta de su habitación. Sabía que no podía retrasar más el inevitable encuentro que la esperaba fuera. Caminó con paso decidido por los pasillos de la mansión, con la cabeza en alto y el corazón lleno de determinación.
Al llegar al salón principal, Elyssia se encontró con su padre, Lord Thalassian, quien la esperaba con una expresión grave en el rostro.
—Elyssia, hija mía —dijo Lord Thalassian con voz serena—. Ha llegado el momento de partir hacia el palacio real. El rey nos espera para discutir los últimos detalles del evento de hoy.
Elyssia asintió, reuniendo todas sus fuerzas para enfrentar lo que estaba por venir. Sabía que el evento al que se refería su padre era el compromiso oficial entre ella y el príncipe Aldarion Galadrim, su amigo de toda la vida y el heredero del trono elfo. Aunque había sido criada para aceptar su destino como futura reina, Elyssia no podía evitar sentir una mezcla de emoción y temor ante el matrimonio que se aproximaba.
—Entiendo, padre —respondió Elyssia con voz firme—. Estoy lista para acompañarte al palacio.
Juntos, padre e hija salieron de la mansión y se dirigieron hacia el palacio real, donde les esperaba el rey elfo y el resto de la corte. Mientras caminaban por las calles de Lúmenor, Elyssia no pudo evitar preguntarse qué depararía el futuro para ella y su reino. Lo único que sabía con certeza era que estaba decidida a enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino, con coraje y determinación, como una verdadera hija del reino élfico de Evergreen.
Mientras el sol ascendía sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos, el príncipe Aldarion Galadrim cabalgaba a través del Valle de Lirien, acompañado por dos de sus leales compañeros elfos, Arianth y Thalor. Arianth, de cabello plateado y ojos del color del mar, era conocido por su astucia y habilidad en el combate, mientras que Thalor, de cabello oscuro y mirada penetrante, era un arquero experto y un fiel defensor de su príncipe.
—¿Qué tal te sientes, príncipe Aldarion? —preguntó Arianth con una sonrisa traviesa—. ¿Emocionado por tu inminente matrimonio?
Aldarion se rio entre dientes, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de emociones difíciles de descifrar.
—No tanto como tú pareces estarlo, Arianth —respondió con una sonrisa cómplice—. Pero sí, estoy ansioso por lo que el futuro nos depara.
Thalor soltó una carcajada, mientras ajustaba la correa de su arco sobre su hombro.
—Espero que la futura reina no te haga renunciar a tus bromas, príncipe —bromeó—. Sería una verdadera tragedia para todos nosotros.
Aldarion les devolvió la sonrisa, agradecido por el intento de sus amigos de alegrar el ambiente. Pero en el fondo, sabía que el matrimonio que se avecinaba traería consigo una serie de responsabilidades y desafíos que no podía ignorar.
Mientras cabalgaban por el valle, Aldarion no pudo evitar dejar que su mente vagara hacia el pasado, hacia los días felices de su infancia cuando él y Elyssia jugaban juntos en la fortaleza de Lord Caledor. Recordaba la risa cristalina de Elyssia mientras correteaban por los jardines, la emoción en sus ojos cuando descubrían nuevos secretos en los rincones oscuros del castillo, y la sensación de seguridad y conexión que siempre había sentido a su lado.
—¿Qué te hace sonreír de esa manera, príncipe Aldarion? —preguntó Arianth, notando la expresión soñadora en el rostro del príncipe.
Aldarion sacudió la cabeza, apartando los recuerdos nostálgicos de su mente.
—Nada, solo pensaba en los días felices de nuestra infancia —respondió con un suspiro—. Pero parece que nuestros recuerdos serán interrumpidos.
En ese momento, un grupo de elfos se aproximó a toda prisa, con expresiones preocupadas en sus rostros.
—¡Príncipe Aldarion! —exclamó uno de ellos, jadeando por el esfuerzo—. ¡Hay una emergencia en la aldea de Bosqueverde! ¡Hombres lobo están atacando a los aldeanos!
Aldarion frunció el ceño, comprendiendo la gravedad de la situación. Los hombres lobo eran una amenaza constante de las Tierras Váldicas, pero rara vez se aventuraban tan cerca de las fronteras del reino élfico.
—Preparad a los guardias, nos dirigiremos a Bosqueverde de inmediato —ordenó con voz firme—. No permitiremos que nuestros hermanos elfos sufran ningún daño.
Con un gesto rápido, Aldarion y sus compañeros se pusieron en marcha hacia la aldea amenazada, con el corazón lleno de determinación y la mente enfocada en proteger a su pueblo. Pero mientras galopaban por los senderos del Valle de Lirien, Aldarion no pudo evitar preguntarse si esta emergencia era solo el comienzo de un peligro mucho mayor que se cernía sobre su reino y sobre él mismo.
Los enormes portones del castillo de Lúmenor se abrieron majestuosamente mientras Elyssia Thalassian y su padre, Lord Thalassian, ingresaban al gran salón del trono. El aire estaba impregnado de una sensación de solemnidad, y Elyssia podía sentir la mirada de todos los presentes sobre ella mientras avanzaba con gracia junto a su padre.
Al llegar al trono, se inclinaron ante el rey Elario, quien los recibió con una mezcla de seriedad y calidez en su rostro.
—Bienvenidos, Lord Thalassian, Lady Elyssia —dijo el rey con voz profunda—. Es un honor tenerlos aquí en mi castillo.
Lord Thalassian asintió con respeto, mientras Elyssia le ofrecía al rey una reverencia elegante.
—Gracias por recibirnos, su majestad —respondió Lord Thalassian con cortesía—. Esperamos que este día lo encuentre bien.
El rey Elario asintió con una sonrisa amable, pero sus ojos reflejaban una seriedad subyacente.
—Desearía poder decir lo mismo, Lord Thalassian —dijo con solemnidad—. Pero desafortunadamente, hay problemas que requieren nuestra atención.
Elyssia frunció el ceño, preocupada por el tono sombrío del rey. Se preguntaba qué podría haber ocurrido para perturbar la paz en el reino élfico.
—¿Qué sucede, su majestad? —preguntó Elyssia con voz suave—. ¿Hay alguna amenaza que debamos enfrentar.
El rey Elario suspiró, pasando una mano por su barba plateada con gesto cansado.
—Mi hijo, el príncipe Aldarion, salió a cazar temprano esta mañana —explicó—. Pero aún no ha regresado, y estoy empezando a temer lo peor. He enviado tropas para buscarlo, pero hasta ahora no han tenido éxito.
Elyssia contuvo el aliento, preocupada por la seguridad de su amigo de toda la vida. Sabía que Aldarion era un cazador experto, pero también sabía que las Tierras Váldicas estaban llenas de peligros impredecibles.
—Espero que Aldarion regrese sano y salvo, su majestad —dijo con sinceridad—. Haré lo que esté en mi poder para ayudar en su búsqueda.
El rey Elario asintió con gratitud, pero luego su expresión se volvió más seria mientras dirigía su mirada hacia Elyssia.
—Hablando de Aldarion, Lady Elyssia —dijo con solemnidad—. Hay algo que necesito discutir contigo.
Elyssia se enderezó, sintiendo que el peso del mundo descansaba sobre sus hombros mientras esperaba las palabras del rey.
—Como sabes, el matrimonio entre tú y mi hijo ha sido pactado desde hace mucho tiempo —continuó el rey Elario—. Y ahora que se acerca el momento de la ceremonia, quiero asegurarte de que nada ni nadie pueda interponerse en tu camino hacia tu destino como futura reina de nuestro reino.
Elyssia asintió con solemnidad, aunque su corazón latía con incertidumbre ante el futuro que se aproximaba.
—Entiendo, su majestad —respondió con voz firme—. Estoy lista para cumplir con mi deber y aceptar mi destino como esposa de Aldarion.
El rey Elario le ofreció una sonrisa de aprobación, pero había un brillo de tristeza en sus ojos mientras la miraba.
—Eres una hija espiritual para mí, Elyssia —dijo con sinceridad—. Y aunque este matrimonio pueda parecer un sacrificio, confío en que encontrarás la felicidad y la realización en tu papel como futura reina de nuestro reino.
Elyssia se esforzó por devolver la sonrisa del rey, aunque su corazón estaba lleno de dudas y temores sobre lo que el futuro le deparaba. Pero sabía que no podía permitir que sus propias emociones se interpusieran en el camino de su deber hacia su reino y su pueblo.
Con un suspiro, Elyssia se inclinó una vez más ante el rey Elario, prometiendo a sí misma hacer todo lo que estuviera en su poder para cumplir con las expectativas que habían sido depositadas en ella. Y mientras se preparaba para enfrentar el desafío que se avecinaba, rezaba en silencio por la seguridad y el regreso de su querido amigo, el príncipe Aldarion.
Mientras el sol alcanzaba su punto más alto en el cielo, varios miembros de la guardia del rey Elario cabalgaban con determinación a través de los senderos boscosos hacia la aldea de Bosqueverde. Entre ellos se encontraba el valiente capitán de la guardia, Thalion, un elfo de cabello oscuro y ojos penetrantes que había jurado proteger al reino y a su rey con su vida. A su lado, lo acompañaban otros miembros destacados de la guardia, incluyendo a Arandur, un arquero experto conocido por su puntería precisa, y Galadriel, una guerrera formidable cuya destreza en el combate era legendaria en todo el reino.
A medida que se acercaban a la aldea, el sonido de la batalla resonaba en el aire, y los corazones de los elfos de la guardia se llenaron de determinación y valentía. Sabían que debían actuar con rapidez para proteger a los aldeanos y detener la amenaza de los hombres lobo que acechaba en las sombras.
Al llegar a Bosqueverde, encontraron al príncipe Aldarion y sus compañeros elfos ayudando a los heridos y organizando la defensa de la aldea. Aldarion se volvió hacia ellos con una expresión de gratitud en su rostro, pero también había una determinación feroz en sus ojos mientras se preparaba para enfrentar al enemigo.
—Capitán Thalion, Arandur, Galadriel —los saludó Aldarion con voz firme—. Gracias por venir en nuestra ayuda. Los hombres lobo han atacado la aldea, pero estamos decididos a detenerlos y proteger a nuestros hermanos elfos.
Thalion asintió con seriedad, admirando la determinación del príncipe a pesar de la adversidad.
—Estamos listos para luchar a tu lado, príncipe Aldarion —respondió con determinación—. Pero necesitaremos un plan si queremos tener alguna posibilidad de derrotar a los hombres lobo.
Aldarion asintió, consciente de la gravedad de la situación.
—Estoy de acuerdo, capitán Thalion —dijo con seriedad—. Pero primero, necesito partir hacia el bosque y enfrentar a los hombres lobo directamente. No puedo permitir que continúen causando más daño a nuestro pueblo.
Arandur y Galadriel intercambiaron miradas preocupadas, sabiendo que enfrentar a los hombres lobo sería una tarea peligrosa y llena de riesgos.
—Príncipe Aldarion, ten cuidado —advirtió Galadriel con voz grave—. Los hombres lobo son criaturas feroces y peligrosas. No debes subestimar su poder.
Aldarion asintió con gratitud hacia sus compañeros, pero también sabía que no podía permitirse dudar en este momento crucial.
—Entiendo los riesgos, Galadriel —respondió con determinación—. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras nuestro pueblo está en peligro. Prometo que regresaré victorioso, con la cabeza de la bestia que ha causado tanto sufrimiento a nuestros hermanos elfos.
Con esas palabras, Aldarion se despidió de sus compañeros y se adentró en el bosque oscuro, con el corazón lleno de valentía y la mente enfocada en la tarea que tenía por delante. Mientras se alejaba hacia la oscuridad del bosque, los elfos de la guardia observaron con admiración y respeto, sabiendo que estaban presenciando el coraje y la determinación de un verdadero líder.
Con el príncipe Aldarion liderando el camino, los elfos de Evergreen se prepararon para enfrentar a la amenaza de los hombres lobo y proteger a su pueblo a cualquier costo. Y mientras la batalla se libraba en los bosques oscuros, el destino del reino élfico de Evergreen pendía en el equilibrio, dependiendo del valor y la valentía de sus valientes guerreros elfos.
El príncipe Aldarion se ocultaba detrás de unos espesos arbustos, con su espada desenvainada y el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Observaba con cautela mientras los hombres lobo emergían del río cercano, sus formas imponentes y musculosas brillaban bajo la luz de la luna. Eran tres en total, y su presencia imponía una sensación de peligro inminente en el aire.
Los ojos del príncipe se estrecharon cuando vio cómo los hombres lobo se transformaban ante sus ojos, cambiando de bestias feroces a formas humanas. Pero lo que más llamó su atención fue una de las figuras, una mujer de aspecto salvaje y cautivador, con cabello oscuro y ojos dorados que brillaban con una intensidad feroz. Su piel bronceada estaba adornada con tatuajes tribales, y su mirada desafiante dejaba claro que no era una adversaria a subestimar.
Aldarion suspiró con pesar, sabiendo que no había vuelta atrás ahora. Se armó de valor y se preparó para el enfrentamiento que se avecinaba, sabiendo que no tenía otra opción que luchar por su vida y la seguridad de su pueblo.
Con un grito de guerra, Aldarion saltó de su escondite y se abalanzó sobre los hombres lobo con toda la ferocidad y destreza que poseía. La batalla era intensa y caótica, con el sonido de acero chocando contra acero y gruñidos salvajes llenando el aire. Aldarion luchaba con determinación, esquivando los ataques de sus enemigos y contraatacando con golpes certeros de su espada.
El primer hombre lobo cayó bajo el filo de la espada del príncipe, su cuerpo transformándose de nuevo en su forma bestial mientras caía al suelo con un gemido. Aldarion apenas tuvo tiempo de celebrar su victoria cuando se vio enfrentado al segundo hombre lobo, cuyos ojos brillaban con una ferocidad despiadada.
La batalla se intensificó mientras los dos luchaban con una furia desenfrenada, cada golpe y parada llevando al límite las habilidades de ambos combatientes. Pero Aldarion no vaciló, manteniendo su determinación y concentración en cada movimiento que hacía.
Finalmente, el segundo hombre lobo cayó ante la espada del príncipe, su cuerpo desplomándose en el suelo con un estruendo sordo. Aldarion apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento cuando se encontró cara a cara con la mujer lobo, cuyos ojos dorados brillaban con una mezcla de ferocidad y determinación.
La mujer lobo lanzó un ataque feroz, pero Aldarion estaba listo para ella. Esquivó sus golpes con agilidad, aprovechando cada oportunidad para contraatacar con golpes rápidos y precisos de su espada.
La batalla se prolongó durante lo que pareció una eternidad, con ambos luchando con una ferocidad y determinación implacables. Pero finalmente, Aldarion logró ganar la ventaja, desarmándola con un golpe certero y dejándola vulnerable ante su espada.
Con un último esfuerzo, Aldarion se abalanzó sobre la mujer lobo y clavó su espada en su corazón, poniendo fin a la batalla con un grito de victoria. La mujer lobo cayó al suelo con un gemido ahogado, su forma cambiando de nuevo a la de un humano mientras su vida se desvanecía.
Aldarion se quedó parado sobre el cuerpo de su enemiga caída, su pecho subiendo y bajando con el esfuerzo de la batalla. Sabía que había enfrentado una amenaza formidable esa noche, pero también sabía que había demostrado su valentía y habilidad como guerrero. Con la batalla ganada, se tomó un momento para recuperar el aliento y reflexionar sobre el peligro que aún acechaba en las sombras del bosque oscuro.
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