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CAPÍTULO 1

⭐⭐NOTA DE LA AUTORA ⭐⭐

Bienvenido a esta nueva historia, es la segunda parte de la novela "La Prostituta del CEO".

No olvides demostrar tu apoyo ☺️

...CAPÍTULO 1...

Era una calurosa tarde de verano y una numerosa familia estaba disfrutando de un día de playa.

Genoveva se encontraba en una tumbona recostada del pecho de su sexy marido. Definitivamente, este hombre era como el vino. Habían pasado diez años desde que conquistó a esta hermosa mujer y se había ganado un lugar en el corazón de sus hijos y Cristiano estaba más guapo y sexy que nunca.

—¡Padrino! ¡Prometiste jugar con nosotros! —le gritó Sebastián desde la playa y Cristiano le hizo señas con la mano.

Pero se sentía tan bien, tener a su mujer encima de él, que estaba negado a pararse.

—Vamos Sebastián, sigamos jugando nosotros —le dijo Santiago Jr. al ver a los tortolitos renuentes a separarse.

Entonces los hijos mayores, que ya tenían veinte años continuaron jugando entre ellos.

Genoveva observaba a sus pequeños con gran devoción. Era increíble para ella, ver que sus hijos Máximo, Sebastián y Santiago, sean unos adultos.

Pero no solo ellos. También estaban en sus dieciocho años Camila, Victoria y Esteban. Después venían los gemelos Alana y Ricardo que tenían catorce años y para terminar los trillizos Santoro que acaban de cumplir diez años. Andalucía, Arantza y Cristiano Jr.

—Once hijos y sigue estando tan bella como siempre —le susurró Cristiano que parece haber leído sus pensamientos.

—Tengo que conservarme señor Santoro, porque usted se ve más guapo cada día.

—Tal vez, pero solo tengo ojos para tí. —le respondió Cristiano besándola en los labios.

Genoveva interrumpió el beso al ver a Santiago acercarse.

—Tanta miel, me empalaga —le dijo Santiago, mientras se sentaba a su lado.

—Ja, mira quién lo dice. —le respondió Cristiano, dejando salir una pequeña risa. Pero al ver la expresión de tristeza de Genoveva, se puso serio de nuevo.

—Por la expresión de tu rostro, me imagino que no lograste convencerlo. —le dijo Genoveva, sin poder evitar que algunas lágrimas de tristeza salieran de sus ojos.

—No, Genoveva. Máximo se va en una semana y eso es un hecho. No sé de dónde sacó esa loca idea de ser militar. Tiene un mundo a sus pies. Puede manejar dos imperios con los ojos cerrados y a él se le ocurre la maldita idea de ir a arriesgar su vida.

—Solo podemos apoyarlo, los tres lo conocemos. No cambiará de idea, por nada, no por nadie. Únicamente debemos confiar en él y en Dios. —le dijo Cristiano, levantándose y alejándose de ellos.

No quería salir discutiendo de nuevo con Genoveva por el mismo tema.

Cristiano entendía perfectamente el deseo de Máximo de explotar su potencial en algo verdaderamente importante para él. Algo que fuese un reto diario, que lo haga usar el nivel máximo de su intelecto. Manejar dos imperios con los ojos cerrados, no era emocionante para el joven genio. Él quería sentirse útil y productivo.

Cristiano caminó hasta donde estaba su hijo mayor y se sentó a su lado.

—Gracias padrino, porque sé que tú me apoyas.

—Si hijo, pero eso no quiere decir que no entienda el comportamiento de tus padres. No te voy a negar que me encantaría que te quedarás. Pero no se puede encerrar a un águila. Sabes que ellos te aman, pero sigue adelante con tus planes, en el fondo ellos también te apoyarán.

—Lo sé y también sé que los primeros días que esté lejos me sentiré como una mierda. Pero es hora de abandonar el nido.

—Pero debes, jurarme que te cuidarás. Quiero muchos nietos de tu parte.

—Ja, ja, ja ¿Muchos? Padrino te confieso que tener hijos no está en mis planes. Tal vez, dentro de unos veinte años, cuando haya alcanzado todas mis metas.

—Ja, ja, ja. No hijo, cuando te enamores, vas a querer tener muchos hijos, porque ellos representarán una parte de tu amada y querrás inmortalizarla a través de ellos.

Máximo arrugó su nariz e hizo un pequeño puchero con sus labios, antes de responder.

—No, no digo que no. Pero un hijo ahorita, arruinaría mis planes, cortaría mis alas. Por eso, sigo siendo casto y puro. Ja, ja, ja.

—Bueno en realidad, ese es el mejor anticonceptivo que hay. Ja, ja, ja.

Los dos hombres continuaron charlando hasta que llegó el momento de cenar.

Para esa hora, ya había llegado Adila con sus hijos. La primera en llegar fue Emperatriz, ella era una niña muy hermosa. Tenía once años. Corriendo detrás de ella venían Alida y Adelaida de 9 años y patinando como un torbellino venía Dimitri, el último hijo de Santiago que tenía 6 años.

Máximo estaba rodeado por los cuatro pequeños, definitivamente él era el héroe de esa camada.

Las niñas lo besaron y se apartaron rápido, porque escuchaban el sonido de los patines acercarse.

Máximo se alejó de sus hermanas y recibió a su hermanito en brazos.

—¿Cómo está mi mafioso ruso? —le preguntó, mientras giraba con él y le hacía cosquillas.

—¡Máximo! No le digas así a mi bebé. Además Dimitri Tarásov no es ningún mafioso.

—Ja, si de seguro es un santo. Por algo le dirán "el príncipe de la maldad". —le dijo Santiago abrazándola por la cintura.

—¿Sigues celoso de Dimitri? Y eso que es el personaje de una novela. Imagínate si fuese algún vecino —le dijo Genoveva burlándose de él.

—Ja, ja, ja. Ya estuviese tres metros bajo tierra y mi pequeño no se llevara ese nombre.

🌹NOTA DE LA AUTORA 🌹

Gracias por acompañarme en esta nueva aventura. Por favor no olvides demostrar tu apoyo.

Solo te llevará un segundo, recompensar mis horas de trabajo. ⭐⭐⭐⭐⭐☕🌹📝👍🗳️

Presiona después de cada capítulo.

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CAPÍTULO 2

Ellos continuaron burlándose de Santiago hasta la hora de dormir. Sus hijos cuando se trataba de bullying eran implacables. Tenerlos a todos juntos, era una alegría inmensa para Genoneva.

Pero inevitablemente, los días pasaron y la familia había regresado a su casa.

Un nuevo día llegó y en la mansión Santoro, algunos ya estaban despiertos y otros aún se negaban a pararse.

Máximo seguía usando el silbato para molestar a sus hermanos. Santiago Jr. y Sebastián eran los más afectados, porque aún tenían la costumbre de dormir los tres en la misma habitación.

Máximo sonaba el silbato un par de veces y salía hacia el comedor. Era costumbre para ellos, encontrar a su padrino en la mesa con su periódico y a su madre sirviendo el desayuno.

—Buenos días. —dijo Máximo, mientras besaba la cabeza de su padrino y abrazaba a su madre.

—Buenos días, mi amor ¿vas a salir?

—Si, madre acompañaré a Sebastián a comprar su auto y de ahí daremos una vuelta y regresamos.

—¿Quieres algo especial para el almuerzo? —le preguntó Cristiano, sabiendo que habían planeado estrenar la parrillera nueva.

—Obviamente. Papi debe venir por ahí con todo lo necesario para la barbacoa. Preparalo todo padrino. Hoy pasaremos la tarde en la piscina. Quiero disfrutar cada segundo con ustedes antes de irme.

—Buenos días ¿Puedo invitar a Paulina? —le preguntó, su hermana Camila que venía llegando.

Todas las miradas se posaron en el rostro de Máximo y solo notaron que él levantó sus hombros en señal de desinterés.

—Si puedes invitarla, amor. Pero por favor que se comporte. —le susurró Genoveva a su hija en el oído.

Después, una turba se escuchó y todos reían en la mesa. Perfectamente, sabían que los otros seis hermanos venían bajando empujándose por las escaleras.

—Nunca crecerán —les dijo Máximo y todos comenzaron a reír.

Un poco después bajaron los trillizos Santoro que también venían corriendo. Las niñas llegaron hasta su padre y besaron sus mejillas. Mientras que Cristiano Jr. Saludó primero a su madre. Después todos se sentaron a desayunar.

Para Genoveva estos ruidosos desayunos eran lo mejor del día. Todos comentaban sus planes del día entre risas y bromas.

Después de desayunar. Máximo se levantó y le hizo señas a Sebastián, para que los acompañara. Entonces su hermano también se levantó y lo siguió.

Máximo subió a su auto y Sebastián se metió en el puesto del copiloto.

—Max ¿Estás seguro de lo que quieres hacer? —le preguntó Sebastián tratando de persuadir a su hermano.

—Totalmente. Sebas si hubieses escuchado a mi padrino hablar de mis futuros hijos, lo entendería.

—Si, eso lo entiendo. Esperan nietos de todos, pero esto es muy apresurado. Hermano apenas tienes veinte años. Puedes tener a tus hijos en vivo y directo.

—Si lo sé, Sebas. Pero quiero tener esto como un seguro en caso de que algo malo me ocurra. Recuerda que ser militar es una carrera muy peligrosa, arriesgaré mi vida cada día.

—Lo sé y por eso no entiendo tu afán de arriesgarte. Hermano, tenemos una vida por delante y gracias al trabajo de nuestros padres tenemos un futuro asegurado. Solo debemos trabajar para ser independientes y formar nuestras propias familias.

—Eso es lo que no me gusta. Todo es muy fácil para mí. Quiero retos, aventuras, necesito sentirme vivo cada día. Además esto no es definitivo, es solo un seguro. Si algo llega a pasarme. Tu serás el encargado de buscar a la mujer ideal y procrear a mis hijos. Quiero tener dos, deben ser gemelos o mellizos. Para que sea un solo parto. Los demás debes desecharlos.

—Si eso lo entendí, leí cada cláusula del poder que firmé. Pero también debes nombrarme tu heredero. ¿Acaso crees que será fácil para mí, buscar a una mujer que acepte tener a tus hijos? Eso me costará una fortuna. Ja, ja, ja.

—Ja, ja, ja. Imbécil —le respondió

Máximo, mientras se estacionaba, salía del auto y seguía a su hermano.

Los dos hermanos caminaban y todas las mujeres, fijaban sus miradas en ellos. Los hermanos solo sonreían, ya estaban acostumbrados a causar este efecto cada vez que estaban juntos.

Ellos llegaron a la recepción y la chica fijó su mirada en Máximo. La mujer estaba literalmente babeando por él.

—Señorita, señorita —le dijo Sebastián agitando su mano frente a ella.

La mujer salió de su trance y se sonrió, pero estaba totalmente sonrojada.

Definitivamente, este hombre había robado su corazón.

—Disculpen señores. ¿En qué puedo servirle?

—Señor soy yo. Este es mi hermano mayor y es señorito —le dijo Sebastián señalando a Máximo y soltando una carcajada.

Máximo no pudo evitar sonrojarse y sonreír, mostrando su sonrisa perfecta que hizo temblar las piernas de la chica.

—Cállate idiota. Señorita el Doctor Jauregui me está esperando. Por favor Dígale que Máximo Santibáñez está aquí.

La chica solo asintió y tomó el teléfono, para anunciar su presencia. Ella conversó algunos segundos por teléfono y luego salió de la recepción para acompañarlos.

—Estás consciente de que está arriesgando su trabajo para acompañarte. Deberías invitarla a cenar o algo así —le susurró Sebastián a Máximo, mientras caminaban detrás de la chica.

—Esta es una prueba de que no necesitaras mi herencia. Solo muestra una foto mía y encontrarás a la madre de mis hijos. Ja, ja.

Los dos hermanos iban murmurando a espaldas de la chica sin imaginarse que ella los estaba escuchando.

—Es aquí —le dijo la chica señalando una puerta blanca.

—Gracias —le dijo Máximo y la chica le sonrió.

—Yo encantada sería la madre de tus hijos. —le dijo la chica y ambos abrieron los ojos y se sintieron avergonzados.

La chica solo les guiñó un ojo y regresó a su puesto.

CAPÍTULO 3

Sebastián fijó su mirada en el rostro de Máximo, antes de reírse.

—Ella debe ser algún tipo de fenómeno o algo así. —le susurró a su hermano.

—No digas tonterías.

—Máximo por Dios. ¿Cómo fue posible que nos escuchara? Estaba a casi dos metros de distancia.

—Deja de decir estupideces y vamos a entrar. —le dijo Máximo a su hermano tratando de disimular su asombro.

Máximo tocó la puerta y ambos entraron al consultorio en el doctor.

—Buenos días, jóvenes Santibáñez. Tomen asiento por favor.

Los hermanos lo saludaron con un apretón de manos y se sentaron frente al Galeno.

—Doctor, mí hermano Sebastián será el guardián de mis muestras. Él será él único facultado para tener acceso a ellas, aparte de mí por supuesto. Él tiene un poder notariado que tendrá validez, solo si yo quedó imposibilitado de alguna manera o si llego a fallecer.

—Entendido, joven Santibáñez. Ahora vamos a proceder con el procedimiento.

Máximo entró con el doctor a una habitación y Sebastián esperó afuera.

Pasaron algunas horas, hasta que Máximo salió, para hacerse víctima de la burla de su hermano.

—Ya iba a pasarte la pastilla azul —le susurró Sebastián mientras se reía.

—Cállate y camina idiota.

Los dos hermanos caminaron y al llegar a la recepción. Sebastián se acercó a la chica y le susurró

—Hasta luego cuñada.

La chica le lanzó un beso a Máximo y este se sonrojó.

—Eres un idiota Sebas. —le reclamó Máximo a su hermano.

—Claro que no. Esa chica es una buena candidata. Además, que averigüe que es superdotada como tú.

—Déjate de idioteces.

—No, no en serio. Estuve dando vueltas por ahí y por acá. Hasta que una enfermera muy coqueta se me acercó. Y usé mis encantos, para obtener información.

—Si, ¿tus encantos? Ya veo —le dijo Máximo, señalando el pantalón de su hermano, para que se subiera el cierre.

—No, no es lo que piensas. Además, no me cambies el tema. Me enteré de que tu novia es la hija bastarda del doctor Jáuregui. Su madre murió recientemente y la dejó con su padre. La chica jamás fue a un colegio, pero tiene un nivel de aprendizaje muy alto. Te digo hermano. Lo mejor para el mundo, será que ustedes nunca se junten.

—Sebastián, ¿todo eso lo averiguaste en ese tiempo? Hermano, debiste ser reportero. Ahora vamos a comprar algunos aperitivos, para la barbacoa de esta tarde.

—Sí. Máximo, está bien, pero creo que olvidas algo.

—Ja, ja, ja. Para eso si eres inteligente. Está bien Sebas, vamos por tu auto.

Algunos días más pasaron y una jovencita seguía suspirando corazones. Todo lo que se había dicho de ella era verdad. Menos que no tuviera formación académica.

Celina Johnson, era de origen alemán, tenía veinte años y era una joven prodigio, su corazón era puro y noble. Había estudiado medicina y planeaba ejercerla al lado de su padre. Pero después de la muerte de su madre, se había enterado de una cruel verdad y su corazón se llenó de odio y de rencor, despertando en ella un profundo deseo de venganza.

Desde la triste muerte de su madre, su padre Juan quedó devastado al igual que ella. Un día Celina llegó algo tarde del trabajo y lo encontró ebrio, llorando sobre la foto de su madre. Ella lo abrazó y ese día Juan al mirarla a los ojos la rechazó.

Le dijo que tenía los ojos de su padre. Celina se quedó paralizada, pero no podía quedarse con la duda. Así que buscó otra botella y fingió beber con su padre.

Juan Johnson, ya estaba totalmente ebrio y entre tragos, lágrimas y sollozos le contó toda a Celina toda la verdad, sobre su origen y todo lo que sufrió su madre con la depresión postparto y todo lo que él luchó para recuperarla.

Juan le explicó a Celina con detalle, que ella fue producto de un experimento de su verdadero padre. Jáuregui apenas comenzaba a especializarse y usó a su madre como conejillo de indias, para hacer sus prácticas.

Selena era una joven enfermera y trabajaba con Jáuregui, pero estaba locamente enamorada de él y por eso, se dejó utilizar para que su amado doctor practicará la inseminación. Después de cuatro pérdidas, lograron hacerlo.

Su madre estaba muy feliz y aparentemente su padre también. Pero, cuando pasaron dos meses una nueva socia llegó a la clínica y el doctor se declaró perdidamente enamorado de la hermosa mujer. Al punto de pedirle matrimonio y exigirle a Selena que se practicará el aborto.

Selene no podía creer, lo que estaba escuchando y sin dudarlo se negó. Jáuregui ese día estaba furioso y en un arrebato la hizo caer por las escaleras. No quería que ese bebé fuera un estorbo en su relación.

Afortunadamente, el doctor que atendió a Selena estaba enamorado de ella y a pesar de ser el mejor amigo de Jáuregui, la atendió y le hizo el curetaje por su supuesta perdida.

Jáuregui satisfecho con los resultados, le dio a Selena una cantidad de dinero para que desapareciera de su vida. Selena pensando solo en su bebé la aceptó y el doctor Juan José Johnson la ayudó a salir del país.

En realidad, la envío a Alemania, donde estaba su familia y le pidió que lo esperara un año, para deshacer la sociedad con Jáuregui y regresar con ella.

Ese hombre se convirtió en el esposo de su madre y en el padre de Celina.

Por eso, Celina se inventó una triste historia y vino a saldar cuentas con el prestigioso y reconocido Doctor Albert Jáuregui.

Alberto primero la rechazó y le exigió hacerse la prueba de ADN. El muy maldito al ver que salió positiva, la realizó tres veces en diferentes laboratorios. Hasta que no tuvo otra opción, que aceptar que había sido timado por su supuesto amigo.

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