Fue un día de noviembre, cuando las nubes tiñeron el cielo de gris y la densa y ruidosa lluvia dificultaba la visión del camino.
Ese día, el conductor de un vehículo de carga perdió el control provocando un terrible accidente, donde dos familias que regresaban de sus vacaciones perdieron la vida en el acto y solo dos sobrevivieron, Beatriz, una niña de 14 años y Alexander, un joven de 23 años.
Huérfanos, ambos se encontraban en el mismo barco. Alexander que conocía a Beatriz la tomó bajo su cuidado al ver que sus familiares lejanos la rechazaron debido a las secuelas del accidente que dejaron a su mente y cuerpo muy malheridos.
Cuatro años pasaron desde el accidente.
Aquella mañana Beatriz bajó al comedor donde encontró a Alexander con un libro en la mano y el pan tostado colgando descuidadamente de su boca. Desde ya sabía que sería un gran día.
Beatriz: Buenos días.
Alexander que se encontraba sumergido en la lectura tuvo un pequeño retraso en percatarse de su presencia.
Alexander: Oh, buenos días. Lávate las manos y ven a desayunar.
Ella tomó asiento en frente suyo y disfruto de la comida en silencio. En algún punto sintió curiosidad por el libro en sus manos que mantenía atada su mirada.
Beatriz: ¿Es interesante?
Alexander: ¿Mm?
Beatriz: El libro. No lo sueltas ni para comer.
Alexander: Ah, lo siento, no me di cuenta —devolvió el libro a la mesa.
Beatriz no quiso hacerlo sentir incómodo, debido a la fría expresión de su rostro debió haber parecido un regaño, pero no fue así.
Beatriz: No tenías que... —murmuró.
Alexander: ¿Dijiste algo?
Beatriz: No, no es nada.
Ella solo deseaba conversar con él, pero al ver que el intento había fallado, regresó su mirada al plato.
Alexander: ¿Hoy saldrás con Meredith?
Beatriz levantó la mirada al ver que tenía otra oportunidad.
Beatriz: Hoy iremos al parque forestal... ¿Qué hay de ti?
Alexander: Me quedaré en casa y leeré un poco.
Beatriz: Es así...
Beatriz no sabía que más decir para alargar la conversación, lamentablemente no era una persona muy habladora.
Beatriz: ¿Quieres venir?
Alexander: No te preocupes por mí y diviértete. La persona que me recomendó este libro insiste en que debo acabarlo ya, así que a eso me dedicaré el día de hoy.
Beatriz: Ya veo.
Alexander estiró los brazos para liberar la tensión de su cuerpo, luego mencionó:
Alexander: Aunque preferiría tomar aire fresco, pero no hay nada que pueda hacer. Hoy hace un buen clima así que diviértete afuera.
Pero en medio del desayuno a Beatriz le llegó un mensaje.
Alexander: ¿Es Meredith? ¿Ya llegó al lugar de encuentro?
Beatriz: Dijo que le surgió un problema y no podrá salir hoy.
Alexander: ¿En serio? Es una pena.
Beatriz: Lo es.
De pronto, Beatriz tuvo una idea.
Beatriz: Entonces, ¿por qué no vamos juntos?
La joven tenía una mirada expectante sobre el muchacho, quien solo le sonrió suavemente en cuanto sus ojos se cruzaron.
Alexander: El libro, ¿recuerdas?
Beatriz: Ah, es cierto.
Después de ese rechazo, Beatriz abandonó su asiento.
Beatriz: Te dejaré leer tranquilo.
Y regresó a su habitación donde se dejó caer sobre la cama y luego dirigió su vista más allá de la ventana.
Beatriz: “Solo quiero pasar el rato contigo”, no es algo que pueda decir.
El viento que corría hacia el interior le trajo pétalos de color lilas.
Beatriz: Flores... ya es de nuevo esa época...
Ya era la época de floración, lo que significaba que el aniversario luctuoso de su familia también se encontraba cerca.
Beatriz pensó en Alexander que al igual que ella perdió a sus padres y, sin embargo, nunca lo ha visto desmoronarse por la ausencia de su familia.
Beatriz: Es fuerte. Admiro esa parte de él.
No recordó haberlo visto llorar durante el funeral, a pesar de que lucía tan devastado, tuvo que cargar con los preparativos solo e incluso en medio de su dolor, se ofreció a tomar responsabilidad de ella después de que escuchó de la boca de sus familiares que criar a una niña en ese “estado” era una molestia.
Beatriz: Tío Sergio, Tía Eva, Tío Raúl... todos me dieron la espalda, pero Alexander que no tiene relación conmigo, no lo hizo.
Beatriz cerró los ojos y dejó que el canto de los pajaritos llenase de sonido la solitaria habitación.
Beatriz: Ojalá pudiera ayudarte de alguna manera, como lo hiciste conmigo.
Unos minutos después, los golpes de la puerta la levantaron después de caer dormida.
Beatriz: ¿Qué sucede? –cuestionó-.
Alexander: ¿Podrías abrir la puerta?
Beatriz se reincorporó de inmediato cuando escuchó su voz y lo dejó pasar a la habitación.
Alexander: Lo pensé mejor y creo que sería bueno para los dos tomar un poco de sol. ¿Aún quieres salir?
La joven parpadeó un par de veces con sorpresa, pensó haber escuchado mal.
Beatriz: ¿Qué hay de tu lectura?
Alexander: Lo llevaré conmigo, ¿entonces?
No había nada que pensar, la respuesta era obvia.
Beatriz: Es demasiado repentino.
Alexander: ¿Entonces no?
Beatriz: Espera un poco, estaré lista en un minuto.
Alexander: Bien, te veo abajo.
Beatriz saltó de la cama con un rostro en calma y aunque era imperceptible, el aire a su alrededor se volvió ligero, lo que significaba que ella estaba contenta.
...
Alexander y Beatriz finalmente llegaron al Parque Forestal en el que corría el aire fresco y aroma a cedro.
Beatriz: Mira, aquí.
Beatriz encontró un lugar exquisito bajo la sombra de un bello árbol en floración, ella permaneció de pie observando sus flores.
Alexander: ¿Este lugar está bien?
Beatriz asintió suavemente y Alexander extendió la manta donde tomó asiento y sacó el libro que no había olvidado traer.
Un pétalo cayó sobre la página del libro y al retirarlo alzó la mirada y se encontró con un deslumbrante paisaje. Beatriz con ojos ensimismados y su vestido ondulando con el viento daba la impresión de que sería llevada lejos.
¿Cuántos años habían pasado desde que ambos comenzaron a vivir juntos? Beatriz que antes de la rehabilitación tenía la mirada muerta y no podía hablar debido al trauma, era agradable ver que ahora se encontraba mucho más animada.
Alexander: Beatriz, ¿por qué no tomas asiento?
Beatriz salió del trance y regresó a su lado.
Beatriz: Hoy se siente especialmente tranquilo, no parece haber muchas personas alrededor.
Alexander: ¿No es mejor así?
Beatriz: ¿Lo dices porque no soy buena con las multitudes?
Alexander: ¿Fue demasiado obvio?
Beatriz: No soy una niña.
Mientras el tiempo transcurría, Alexander comenzó a sentirse somnoliento, lo que empezó con un simple cabeceo.
Beatriz: No te preocupes por mí, puedes descansar.
Alexander: No, no es necesario —Su lucha por mantenerse despierto era demasiado evidente.
Beatriz: Yo vigilaré que nadie se te acerque. Puedes dormir tranquilo, te mantendré a salvo.
Alexander: ¿Quién querría hacerme daño?
Beatriz sabía perfectamente la respuesta, el hombre de cabellera negra ligeramente ondulada, rostro más que apuesto y cuerpo en forma producto de sus ejercicios matutinos, ¿no estaría en peligro si alguien se lo encontrara durmiendo en el césped?
Beatriz: Bueno, me pregunto... —Desvió la mirada hacia el otro lado después de un fuerte trago.
Beatriz terminó por recostarse y mirar el cielo, un recuerdo vino a su mente de aquellos días cuando era frecuente que Alexander y su familia visitaran su hogar, después de todos, sus padres eran socios del trabajo y muy buenos amigos.
Beatriz: ¿Recuerdas aquella vez que jugaste a la casita con nosotras? Trataste de engañarnos a mi hermana y a mí diciendo que harías el papel de la princesa durmiente solo para poder dormir mientras nosotras jugábamos.
Alexander se recostó a su lado dejándose llevar por los recuerdos de la joven.
Alexander: ¿Por qué recuerdas eso? —Se mostró avergonzado—. Ahora que lo recuerdo en ese tiempo siempre mantenías tu distancia, pensé que me tenías miedo, pero Vivían me dijo que solo eras tímida...
Beatriz: Rompiste mi muñeca mientras jugábamos, claro que te odiaba.
Alexander: ¿Sabías...que fui yo? —Bostezó—. Lo siento...te compraré una nueva... —Sus ojos comenzaron a entrecerrarse—.
Beatriz: Para qué, si ya no soy una niña...
Al final, el muchacho cayó dormido y Beatriz, al verle, mostró una sonrisa gentil en su rostro.
Beatriz: En realidad, sí me sentía apenada... —susurró—.
Desde la primera vez que Alexander visitó la casa de Beatriz cuando tan solo era una niña, la apariencia y la forma de ser del muchacho cautivaron a la joven que avergonzada, se escondía detrás de su hermana mayor, Vivían, cada vez que se encontraban. El que lo hiciera porque lo admiraba era un secreto que solo la hermana de Beatriz conocía.
Y no fue hasta hace un año cuando Beatriz cumplió los 17 y pudo volver a sentir, que nuevamente esas emociones aparecieron, se volvieron cada vez más complicadas y enérgicas, propias de la adolescencia.
Beatriz miró el rostro durmiente del muchacho, como esperaba su corazón estaba latiendo.
Beatriz: ¿Qué debería hacer? Creo que estoy enamorada...
Una confesión valiente que nunca saldría de su boca si él no estuviera dormido.
Beatriz: ...creo que estoy enamorada…
Ella se detuvo cuando una onda de vergüenza ruborizó su rostro lleno de tensión.
Necesitaba tomar un respiro para calmarse, así se dirigió hacia los alrededores mientras tanto.
Durante su caminata, se encontró con un perro que estaba de paseo y que al verla se dirigió hacia ella con un disco de frisbee en la boca.
Al llegar, el perro dejó caer el disco a sus pies.
El corazón de Beatriz palpitó emocionado al ver al animal demostrando claramente sus intenciones.
Beatriz: ¿quieres jugar?
Fascinada, tomó el disco y lo mandó lejos, el canino lo atrapó en el aire y nuevamente regresó. Cuando el perro lamió su mano y se sentó en espera de otro lanzamiento, Beatriz apretó su pecho por la ternura del animal.
Beatriz: ¿Cómo te llamas? ¿Quieres venir a casa conmigo?
Beatriz se decepcionó un poco cuando el dueño lo llamó de regreso.
Beatriz: Cuídate.
Al verlo marchar, una gentil sonrisa apareció en el rostro de la chica.
Cuando de repente, sintió un escalofrío que la obligó a darse cuenta de la intensa mirada que venía del dueño del animal.
Víctor: ¡Hey, tú! ¿Acaso no eres Beatriz?
El rostro de la joven se volvió pálida al reconocer la voz y el rostro de esa persona.
Beatriz: ...no puede ser...
En cuánto vio que comenzó a acercarse, Beatriz se dio la media vuelta pretendiendo no haberlo visto.
Víctor: ¡Oye, porqué huyes! ¡Soy yo, Víctor! ¡Tú amigo!
Beatriz no se detuvo ni por un segundo, ella no deseaba volver a verlo. Lo último que deseaba era involucrarse nuevamente con la persona que la hizo pasar momentos desagradables durante su época escolar.
Beatriz que tomó velocidad no se percató del muro que tenía en frente hasta que chocó con él.
Alexander: Ah, por fin te encontré. ¿Estás bien?
Al verle, Beatriz tomó a Alexander y se ocultó detrás del tronco de un árbol.
Beatriz: ...ya estoy bien.
La aparición de Alexander era tan reconfortante como si hubiera encontrado un salvavidas en medio del mar. Solo necesitaba quedarse a su lado y estaría segura, ni siquiera Víctor podría hacerle daño frente a él.
Beatriz miró hacia atrás, sintió que ahora podía hacerle frente a Víctor, pero por suerte, ya no había rastro de él.
Un suspiro de alivio se escapó sutilmente de los labios de Beatriz.
Alexander: Beatriz, regresemos a casa.
Beatriz: ¿Tan pronto?
Alexander: No te has dado cuenta. El cielo...
Sobre la cabeza de la chica se escuchó un ligero retumbar, no vio en qué momento las nubes cubrieron el cielo y ocultaron al sol. En cualquier momento la lluvia caería.
Alexander: Lo siento, no sabía que el clima estaría así hoy. ¿Estás bien...?
Alexander notó la expresión intranquila de la chica, este tipo de clima lúgubre y tormentoso que le recordaba el día del accidente tenía un efecto negativo en ella al desempolvar los recuerdos.
Alexander: Regresemos al auto.
Alexander tomó la mano de Beatriz y la regresó al auto antes que la lluvia cayera sobre ella.
Cuando la lluvia comenzó a descender, ya no había razones para quedarse. Alexander encendió el auto, pero Beatriz se aferró a su brazo con sus frías manos y detuvo cualquier avance.
Beatriz: No lo hagas. ¿Qué pasa si tenemos otro accidente? ¿Y si un loco se atraviesa y...?
Alexander pudo sentirlo, el temblor que Beatriz le transmitió.
Las cicatrices que dejó el accidente fueron muy profundas para Beatriz que era demasiado joven, hay heridas del corazón que todavía no han sanado por completo y miedos que no la dejan dormir tranquila.
En consecuencia, los días de lluvia que avivaban esos recuerdos y la atormentan, son los días que ella más odia porque su miedo no le permite subir a un automóvil bajo esas circunstancias. Cuando se pone así es imposible para ella.
Alexander: No nos moveremos, lo prometo.
Alexander retiró las manos del volante y se lo enseñó a la chica.
Beatriz regresó la mirada al frente, estaba aliviada, realmente lo estaba, pero sus ojos se humedecieron, ella no deseaba ser así, no quería que ni por un segundo él la considerara una molestia.
Beatriz: Lo siento...
De repente, un rayo cayó en la tierra acompañado de un resplandor que iluminó todo frente a sus ojos, pero no escuchó ningún ruido luego de eso, porque Alexander se inclinó rápidamente para proteger sus oídos.
Alexander: Está bien, no pasa nada.
Su reacción dejó confundida a Beatriz, quien detestó que su gentileza conmoviera así de fácil a su corazón. Ella decidió guardar silencio y ser una carga para el muchacho solo por un segundo más.
Para cuando la lluvia cesó Beatriz cayó dormida. Alexander al percatarse de ello acomodó su cuerpo sobre el asiento y condujo de regresó a casa.
…
Al despertar en su habitación, miró a Alexander quien entró con dos tazas de chocolate caliente y malvaviscos, una merienda que él siempre preparaba para ella en los días de lluvia.
Alexander: ¿Dormiste bien?
Beatriz: Lo siento...
Beatriz giró la cabeza hacia otro lado, no podía mirarlo al pensar que si no fuera por ella no habría tenido que desperdiciar tanto tiempo allí varados. No sabía de qué manera disculparse.
Alexander: Bueno, me retiraré para que descanses.
Cuando Alexander se encontraba por marcharse, Beatriz se levantó de la cama.
Beatriz: ¡Espera!
Alexander: ¿Sí?
Beatriz se detuvo, su mente se quedó en blanco y tampoco tenía algo qué decir en particular.
Beatriz: ¿Qué harás ahora?
Por la expresión de sorpresa que Alexander tenía en ese momento, era claro que se percató de que ella en realidad no quería estar sola.
Alexander: ¿Te parece bien si me quedo hasta que te duermas?
Beatriz: ¿Qué? Pero no soy una niña...
Alexander: Nunca dije que lo fueras. ¿Puedo?
Beatriz: ...la silla esta por allá.
Alexander: Puedes descansar, pienso leer mientras tanto.
Beatriz: Ese libro debe ser demasiado interesante.
Alexander: Beatriz, ¿a dónde fuiste cuando desapareciste en el parque?
Beatriz: Me encontré con un perrito muy simpático, jugamos y...
Alexander notó que la chica poco a poco iba cerrando los ojos.
Alexander: No sabía que te gustaban los perros.
Beatriz: Me gustan, pero Vivían les tenía mucho miedo...así que nunca me dejaron tener uno…
El muchacho esperó hasta el momento en que cayó dormida para cubrirla con la manta.
Alexander: Tal vez podamos tener uno en casa...
En la tarde del día de Halloween.
Desde el lugar de la cocina, Beatriz miró a Alexander por encima de la barra y notó un libro nuevo en sus manos.
Beatriz: ¿Qué pasa con él? Últimamente se la pasa leyendo muchos libros y casi no sale de casa en sus días libres... —Susurró.
Alexander se levantó repentinamente del sofá sorprendiendo a la joven que por un segundo creyó que había sido descubierta.
Alexander: Beatriz, ¿las galletas aún siguen en el horno?
Ella regresó a sus sentidos y entonces percibió el característico olor de las galletas.
Beatriz: Oh, no.
Alexander apareció detrás de la joven que en silencio ocultó su decepción frente a las pequeñas masas sin forma.
Beatriz: No era lo que esperaba...
Alexander: ¿Puedo ser el primero en probarlo?
Beatriz: Pero no lucen bien y no creo que el sabor...
Era demasiado tarde, Alexander se llevó una galleta a la boca.
Alexander: Puedes estar tranquila, saben bien.
Beatriz: ¿En serio?
Alexander: Es crocante y el sabor es dulce, me gusta.
Beatriz: Aunque su aspecto no se vea bien, puedo decir que es por la temática de Halloween.
La joven se sintió aliviada, no quedaba mucho tiempo hasta que su amiga, Meredith, llegara de visita, por lo que no podría hacerlas de nuevo.
Beatriz: Subiré a arreglarme, así que, ¿Podrías recibirla?
Poco después de su partida, el timbre de la casa finalmente sonó y la voz de una joven se escuchó del otro lado de la puerta.
Meredith: ¡Buenos días! ¿Dulce o truco?
Alexander: Mucho tiempo sin verte, Meredith. Pero, no tengo dulces...
Meredith: Entonces será una travesura... Ah, pero antes de eso, no vine sola.
Cuando Alexander miró al hombre que venía detrás de ella, su rostro mostró una pizca de decepción.
Leonel: Hola, hola —sonrió—. Vine a alegrarte el día con mi presencia, mi querido Alexander~ Feliz Halloween, dulce o travesura~.
Meredith vino acompañada de su hermano, Leonel, que era un amigo cercano de Alexander.
Alexander: ...que mala suerte.
Leonel detuvo la puerta justo antes de que se cerrara frente a él.
Leonel: No seas tímido y déjame pasar. Yo sé que me extrañaste~
Luego del forcejeo, Meredith empujó a su hermano quien obstaculizaba la entrada.
Meredith: ¿Y Beatriz? ¿Dónde está?
Alexander: Ella bajará pronto. Puedes espe...
Meredith dejó a los muchachos atrás y siguió por su cuenta con una sonrisa llena de diversión.
Mientras tanto, Leonel se volteó hacia Alexander y mencionó con seriedad:
Leonel: A decir verdad, mi novia me cortó hace una hora ¿qué te parece si vamos a beber?
Alexander: Déjame adivinar, ¿olvidaste su fecha de cumpleaños?
Leonel: Dios mío, ¿cómo lo supiste?
Alexander: Siempre haces lo mismo y luego vienes a llorar aquí.
Leonel: Oh, puedo ver cuánto te importo, diablillo.
Segundos después, un grito llegó a sus oídos y ambos muchachos corrieron apresurados hacia la habitación de la chica.
Alexander: ¿Qué sucede?
Lo que encontraron al otro lado de la puerta fue a Meredith arrodillada en el suelo frente al cuerpo de Beatriz, por su expresión parecía estar muy sorprendida.
Meredith: Yo no sé qué le pasó... Beatriz estaba sosteniendo unas tijeras y por accidente la empuje y entonces… la sangre...
Alexander corrió hacia Beatriz que yacía confundida y cuando se percató que goteaba algo del flanco de la chica su expresión se congeló al descubrir que se trataba de su sangre.
Alexander: ¿Qué es esto?
Beatriz: Caíste.
Alexander que tenía una expresión en blanco vio cómo Beatriz enderezó la espalda, caminó hacia Meredith y chocó las manos por la travesura.
Meredith: Bien hecho, gracias por tu ayuda Beatriz. Y bien, ¿qué te pareció mi “travesura”, Alexander?
Leonel fue el único que se apiado de su amigo y golpeó su espalda para darle ánimos.
Leonel: Estas chicas están locas, no puedo creer ja, ja... que se hayan burlado ja, ja... de un adulto ja, ja tu cara ja, ja...
Alexander: Cállate.
...
En la sala.
Leonel y Alexander esperaron en el sofá mientras las dos chicas se limpiaban la sangre falsa de encima.
Leonel observó a Alexander quien se encontraba con una postura bastante distante.
Leonel: Vamos, ¿podrías dejar de estar de mal humor? Solo fue una pequeña broma.
Alexander: No estoy enojado.
Leonel: ja, ja, ja ¿cómo no? te asustaste demasiado.
Alexander: No lo hice, sabía que algo estaban tramando.
Leonel: Sí, claro~. Pero ¿cuánto tiempo ha pasado desde que vi a Beatriz? Por un momento, ni siquiera la reconocí.
Alexander: Estuviste aquí el mes pasado.
Leonel: ¡Y se ha vuelto aún más preciosa desde entonces! ¿Sabes si tiene novio o está buscando uno?
Alexander: Te he dicho mil veces que no pienses en estupideces.
Leonel: Si ella y yo salimos, ¿tendríamos que pedirte permiso?
Alexander: Por favor no, los padres de Beatriz llorarían si escucharan que estás interesado en su hija.
Leonel: Oye, qué quieres decir. Soy una persona increíble como novio. Soy leal y cariñoso, mis exnovias pueden hablar por mí.
Meredith: ¡Ja! ¿De quién hablas?
Meredith apareció detrás de Leonel y lo pellizcó en el hombro.
Meredith: Despierta de ese sueño de una vez, eres la peor basura que este mundo puede tener.
Leonel: ¡Loca, déjame en paz!
Alexander: Meredith, al parecer este tipo olvidó el cumpleaños de su novia de nuevo.
Meredith: ¿Qué? ¡Con justa razón terminó contigo! ¡Todavía esa linda chica te hizo caso, malagradecido!
Leonel: ¡Ustedes dos son horribles conmigo!
Meredith se refugió detrás de Alexander y desde arriba del hombro miró a su hermano con desdén:
Meredith: ¡Descarado, playboy, no tienes esperanza!
Leonel fue golpeado por sus palabras una y otra vez, a duras penas se arrastró en busca de la ayuda de su amigo.
Leonel: Alexander, dile algo…
Alexander: Ella ya lo dijo todo.
Beatriz: ...Disculpen.
La llegada de Beatriz silenció a los presentes como por arte de magia.
Beatriz: Preparé galletas para ustedes.
Meredith: ¡Las galletas de Beatriz!
Tras el primer bocado, tanto Meredith y Leonel se paralizaron. Este último lo escupió.
Leonel: ¡Agh! ¿qué es esto? Sabe horrible…
Meredith: ¡Cállate idiota! —le cubrió la boca.
Beatriz se encontraba confundida y miró a Alexander en busca de una explicación, sus galletas no estaban para nada deliciosas como él aseguró.
Alexander: No. Espera, no mentí —Giró hacía Meredith y Leonel—. ¿Qué les sucede? Las galletas están deliciosas, tiene un sabor dulce y...
Meredith: Sí, sí, están deliciosas... —respondió nerviosamente siguiéndole el juego—.
Leonel miró a Alexander que no tenía ningún problema en comer las galletas de Beatriz como si su sentido del gusto no estuviera funcionando.
Leonel: Amigo, deberías ir a que te revisen tu sentido del gusto o del humor, porque no es gracioso.
Leonel se levantó de su asiento y caminó detrás de Beatriz, ofreciendo su ayuda en la cocina.
Alexander se sintió confundido, él no estaba bromeando, el sabor que sentía al comer las galletas era dulce como si estuviera comiendo la miel, pero nadie además de él lo percibía de esa manera.
Meredith: Alexander, ¿qué estás mirando?
Alexander abandonó sus pensamientos y regresó a la realidad.
Alexander: Nada, no es nada.
Meredith: Pensé que estabas mirando a mi hermano y a Beatriz.
Alexander: ¿Sucede algo con ellos?
Meredith: ¿En serio no lo ves? Mi hermano está interesado en Beatriz.
Alexander: Solo lo está haciendo para molestarme.
Meredith: A nuestra edad esperarías que Beatriz tuviera uno o dos pretendientes, pero no me agrada la idea de que mi hermano sea uno de ellos. Así que no lo permitas.
De repente se sintió incómodo al pensar en ello.
Alexander: ¿Ya está en esa edad? —murmuró—.
Su vida en los últimos cuatro años años había girado en torno a Beatriz, se había acostumbrado tanto que jamás pensó que llegaría un momento en que ella también tendría que hacer su vida aparte.
Alexander: es verdad… algo así ocurrirá tarde o temprano.
La soledad que no había sentido en mucho tiempo desde la muerte de sus padres, aquella soledad que la llegada de Beatriz logró llenar todos estos años, comenzó a crecer nuevamente desde un rincón de su corazón.
Alexander: El día en que Beatriz también se irá...
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