Nombre:
Bellatrix Ironclaw
Edad:
20 años
Descripción física:
Bellatrix posee una apariencia imponente, con cabello azul oscuro que cae en cascada sobre sus hombros y unos ojos tan claros como el hielo que reflejan su determinación. Su piel pálida contrasta con el aura de fuerza que emana.
Personalidad:
Rebelde y dominante, Bellatrix se niega a seguir las convenciones sociales y desconfía profundamente de los hombres debido a experiencias pasadas. Prefiere la compañía de sus compañeras y guardaespaldas, y se deleita en la tortura de sus enemigos, mostrando una crueldad despiadada cuando se enfrenta a ellos.
Habilidades mágicas:
Es una bruja experta en el arte de la magia negra y en técnicas de espionaje y manipulación. Su destreza en el combate mágico la convierte en una formidable adversaria, ya que no se doblega ante nadie y lucha con ferocidad para proteger lo que ama.
Pasatiempos:
A pesar de su naturaleza oscura, Bellatrix disfruta de los paseos tranquilos y de los momentos de diversión con sus amigas en sus tiempos libres. Sin embargo, su verdadera pasión radica en su trabajo en el cuartel de espías, donde despliega todo su ingenio y astucia para lograr sus objetivos.
Relaciones personales:
Ama profundamente a sus padres y haría cualquier cosa por protegerlos. Sin embargo, rechaza la idea de tener un "mate" destinado, considerándolo una pérdida de tiempo y dinero. Prefiere la independencia y la soledad, confiando solo en sí misma y en sus habilidades para enfrentar cualquier desafío que se presente.
Bellatrix Ironclaw es una fuerza formidable en el mundo mágico, una bruja de hielo cuya determinación y ferocidad la convierten en una adversaria temible y en una aliada leal para quienes ganan su confianza.
Foto de Bellatrix:
Nombre:
Ezekiel Stormrider
Descripción física:
Ezekiel es un hombre imponente con cabello negro como el azabache y unos penetrantes ojos dorados que reflejan su ferocidad interior. Su presencia es intimidante, con una aura de peligro que rodea su figura.
Personalidad:
Poseesivo, dominante y sanguinario, Ezekiel es un hombre lobo que no tolera la debilidad ni la desobediencia. Desconfía de las mujeres y de las brujas debido a traumas de su infancia, lo que lo lleva a disfrutar torturando a estas últimas. Es un líder mafioso despiadado que no duda en eliminar a quienes se interpongan en su camino.
Habilidades:
Como hombre lobo, Ezekiel posee fuerza sobrenatural y sentidos agudizados, lo que lo convierte en un depredador formidable. Además, su astucia y determinación lo han llevado a la cima del mundo criminal, donde ejerce su dominio con mano de hierro.
Pasatiempos:
A pesar de su naturaleza violenta, Ezekiel encuentra placer en actividades más tranquilas, como bañarse en lagos y leer para ampliar su conocimiento. Sin embargo, su verdadera pasión radica en aprender cosas nuevas que puedan aumentar su poder y dominio sobre los demás.
Actitud hacia el mate:
Desprecia la idea de encontrar a su mate, considerándola inútil y una debilidad que no necesita. Cree firmemente en su propia fuerza y capacidad para satisfacer sus necesidades, sin depender de nadie más.
Ezekiel Stormrider es un hombre lobo temido y respetado en el mundo criminal, cuya determinación y crueldad lo convierten en una fuerza a tener en cuenta. Su búsqueda de poder y dominio lo ha llevado por un camino oscuro y violento, donde solo los más fuertes sobreviven.
Foto de Ezekiel:
...En el sórdido submundo de la espionaje, la verdad tenía un precio, y aquellos dispuestos a pagar eran también los que imponían su ley sin compasión....
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Bellatrix:
En las oscuras callejuelas de Londres, donde el frío se abrazaba a las sombras como un amante despechado, yo, Bellatrix, me destacaba como la más formidable entre los espías de mi cuartel. Con mi mirada gélida y mi ingenio afilado como una daga, no había secreto que pudiera ocultarse de mi escrutinio ni misión que no pudiera llevar a cabo.
Bajo la protección de una peluca de color ébano y lentes de contacto verdes, me movía entre las sombras, una figura espectral en la penumbra. Mi disfraz era mi escudo, una barrera invisible que me protegía de las miradas indiscretas y me permitía operar con total impunidad.
Mi despacho clandestino, situado en lo más recóndito de nuestro cuartel, era un santuario de lujo y opulencia. Las paredes estaban cubiertas de terciopelo burdeos, y los muebles eran de madera de caoba tallada a mano. El suelo estaba cubierto de alfombras persas, y las lámparas de cristal proyectaban un resplandor dorado que bañaba la estancia en una luz cálida y acogedora.
Mi escritorio, un caos ordenado de papeles y pergaminos, era el escenario donde tramaba mis operaciones más delicadas y siniestras. Los documentos que adornaban mi mesa eran como piezas de un macabro rompecabezas, cada uno revelando una parte crucial de la red de conspiraciones que tejía a mi alrededor. Informes de inteligencia, mapas cifrados, registros de contactos: todo estaba allí, dispuesto para ser utilizado como arma en mi búsqueda de la verdad y el control absoluto.
Pero lo que más destacaba entre los documentos era mi arsenal de técnicas de interrogatorio y tortura. No toleraba la desobediencia ni la resistencia, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para obtener la información que deseaba. Mis métodos eran tan brutales como efectivos, y mi reputación como experta en extracción de información era temida por aliados y enemigos por igual.
Entre los documentos, destacaba un manual meticulosamente detallado de técnicas de tortura psicológica y física. Desde el uso de hechizos dolorosos hasta la manipulación de la mente de mis víctimas, exploraba cada recoveco de la crueldad humana en mi búsqueda de dominio. No había límite para mi creatividad cuando se trataba de quebrantar la voluntad de aquellos que se atrevían a desafiarme.
Además de los métodos convencionales, también contaba con un arsenal de artefactos mágicos diseñados específicamente para infligir sufrimiento. Instrumentos de tortura encantados, pociones de verdad insidiosas y objetos malditos eran solo algunas de las herramientas que utilizaba para doblegar a mis presas.
Pero lo que realmente me hacía peligrosa era mi capacidad para anticipar los movimientos de mis enemigos y manipularlos a mi antojo. Mi mente afilada como una navaja analizaba cada detalle, cada gesto, cada palabra, en busca de debilidades que pudiera explotar. Y cuando llegaba el momento de actuar, lo hacía con una precisión letal que dejaba a mis adversarios indefensos ante mi implacable determinación.
Mientras revisaba los documentos con una expresión impasible, mis pensamientos se volvían hacia mi próxima víctima. Sabía que no tardaría en cruzarse con alguien que se resistiera a mis encantos, alguien cuya voluntad necesitaría ser quebrantada. Y cuando llegara ese momento, estaría lista para desplegar todo mi arsenal de crueldad y astucia en mi búsqueda de dominio absoluto. Porque en mi mundo, la debilidad era un pecado que no podía ser perdonado, y la sumisión era la única moneda de cambio aceptable.
Mis guardaespaldas, hombres y mujeres de confianza, estaban siempre listos para cumplir mis órdenes. Les entregaba documentos y les daba instrucciones precisas sobre lo que debían hacer. Cada uno de ellos era una pieza clave en mi juego de poder, y confiaba en ellos para llevar a cabo mis planes.
En el sótano de mi cuartel, tenía un lugar especial para mis víctimas. Un lugar oscuro y frío, donde el eco de sus gritos se perdía en la oscuridad. Allí, bajo la luz tenue de una única lámpara, llevaba a cabo mis interrogatorios. Con cada pregunta, cada respuesta, cada grito de dolor, me acercaba un paso más a mi objetivo: el control absoluto.
Y así, en las sombras de Londres, yo, tejía mi red de poder y terror. Con cada movimiento, cada decisión, cada acción, me acercaba un paso más a mi objetivo. Y nada ni nadie podía detenerme. Porque en mi mundo, yo era la reina, y todos los demás eran meros peones en mi juego de poder.
La víctima, cuyo nombre era Ethan Blackwood, estaba atado a una silla en el centro del sótano de mi cuartel, con los ojos vendados y el rostro pálido por el miedo. Yo, con mi elegancia gélida, me acerqué lentamente, observando con detenimiento cada gesto de mi presa mientras levantaba una ceja con desdén.
__¡Bienvenido, señor Blackwood!, __pronuncié con una voz gélida que cortaba como el hielo__. Espero que esté preparado para cooperar, porque puedo asegurarle que no será una experiencia agradable si no lo hace.
Ethan tragó saliva de forma audible, mostrando su nerviosismo, pero asintió con timidez. __Haré todo lo que me pida, por favor, no me haga daño, __balbuceó con ansiedad.
Una sonrisa siniestra se dibujó en mis labios. __Eso dependerá completamente de usted, señor Blackwood. Todo lo que necesito es la información que guarda celosamente. Y puedo ser muy persuasiva para obtenerla, __añadí con un tono intrigante, dejando claro que estaba dispuesta a llegar hasta el final para conseguir lo que quería.
Durante horas, interrogué a Ethan con una mezcla de encantamientos persuasivos y amenazas veladas, extrayendo cada vez más detalles sobre los planes de sus asociados. Con cada respuesta evasiva, mi tono se volvía más cortante y mis métodos más brutales, hasta que finalmente, Ethan cedió, revelando todo lo que sabía.
La información que obtuve de Ethan era valiosa. Hablaba de una conspiración en marcha, de un golpe de estado planeado contra el gobierno. Ethan era solo un peón en este juego, pero su conocimiento era crucial para mis planes.
Con la información crucial en mi poder, alisé mi expresión con un gesto de satisfacción calculada. __Le agradezco su cooperación, señor Blackwood, __declaré con un tono frío y triunfante__. Lamentablemente, ya no preciso de sus servicios. __Mi mirada transmitía una determinación implacable, dejando en claro que había conseguido lo que buscaba y que su utilidad había llegado a su fin.
Sin darle tiempo para reaccionar, conjuré un hechizo letal que acabó con la vida de Ethan en un instante. Sin un ápice de remordimiento en mi mirada, observé impasible cómo el cuerpo de su víctima caía al suelo.
Con paso seguro, abandoné el sótano y regresé a mi oficina, donde comencé a escribir meticulosamente los detalles que había obtenido del interrogatorio. Para mí, la vida de Ethan Blackwood era solo un pequeño precio a pagar por la información que necesitaba para mantener mi poder y mi influencia intactos. Y mientras mis dedos volaban sobre el papel, sabía que pronto volvería a enfrentarme a nuevos desafíos, dispuesta a hacer lo que fuera necesario para salir victoriosa una vez más.
Mientras trabajaba, me tomé un momento para relajarme. Me serví una copa de whisky, el líquido dorado brillando bajo la luz tenue de mi oficina. Con un suspiro de satisfacción, me quité la peluca y los lentes de contacto, revelando mi verdadero yo. Mi cabello, azul como el cielo de medianoche, caía sobre mis hombros, y mis ojos tan claros como el hielo. brillaban con una luz fría y calculadora.
Así, en la soledad de mi oficina, celebré mi victoria. Pero sabía que la batalla apenas había comenzado. Y estaba lista para lo que viniera. Porque en mi mundo, yo era la reina, y todos los demás eran meros peones en mi juego de poder.
...En el corazón de la oscuridad, donde el miedo y el poder se entrelazan, yo, soy el rey incontestable....
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Ezekiel:
En las profundidades de un calabozo subterráneo, donde las sombras se alzaban como testigos mudos de la oscuridad que habitaba en su interior, me erguía como un rey de la venganza. Las paredes de piedra húmeda rezumaban un aire cargado de desesperación y angustia, reflejando la morada de mi alma torturada.
Allí, en el rincón más lúgubre de aquel antro infernal, yacía mi última víctima. Helene, bruja de la tierra. Desde hacía tiempo había rastreado sus pasos, como un cazador implacable siguiendo el rastro de su presa. Ahora, Helene estaba indefensa, sometida por las cadenas que la aprisionaban. Sus ojos, una vez fieros y desafiantes, ahora reflejaban el miedo y la impotencia ante el destino que le había deparado.
Observaba con fría determinación los objetos que había utilizado para privar a Helene de su poder. Las cadenas, forjadas con el hierro más oscuro y retorcido, eran testigos mudos de la crueldad con la que había sido sometida. A su alrededor, runas antiguas y símbolos prohibidos adornaban las paredes, sellando su cautiverio en un manto de oscuridad y desesperación.
Pero Helene no era más que un peón en el juego siniestro que había urdido. Mi mente estaba puesta en otra presa, una que había escapado a mi furia implacable durante demasiado tiempo: Morgana, la bruja escurridiza.
Con un destello de resentimiento en mis ojos dorados, susurré para mí mismo con un tono cargado de odio y determinación. __Morgana... te encontraré, aunque tenga que explorar los confines del mundo mágico para hallarte, __declaré con orgullo, prometiendo con firmeza que no descansaría hasta alcanzar mi objetivo.
Pero por ahora, mi atención estaba completamente concentrada en Helene. Con un gesto imperioso, ordené a mis guardaespaldas que la llevaran ante mí, ansioso por infligir mi ira sobre aquella que había sido cómplice en el crimen que me había marcado para siempre.
La tortura que siguió fue un espectáculo de crueldad y sadismo, una danza macabra entre el dolor y la desesperación. No conocía límites en mi búsqueda de venganza, y cada grito de agonía que arrancaba de los labios de Helene alimentaba mi sed de sangre y poder.
Finalmente, cuando la bruja yacía moribunda a mis pies, no vacilé en entregar su cuerpo a mis leones hambrientos, como un tributo a la furia que consumía mi alma. No había piedad en mi corazón, solo la determinación implacable de un hombre obsesionado por el deseo de justicia retorcida.
Y mientras abandonaba el calabozo, mi mente ya estaba puesta en la próxima presa que se cruzara en mi camino. Porque para mí, la caza de brujas y mujeres traidoras era un juego sin fin, y yo era el único jugador dispuesto a llegar hasta el final.
Me dirigí a mi oficina, donde comencé a investigar a otras brujas. Había matado a casi todas, pero me faltaba una. Morgana, la cual aún no había encontrado, pero no iba a descansar hasta tenerla.
Emergí de mi oficina con una presencia imponente, mi figura envuelta en una capa de oscuridad y arrogancia. Cada paso que daba resonaba con un eco de autoridad y crueldad, anunciando mi llegada al mundo exterior con un aura de temor y sumisión.
Mi troca, una bestia de acero negro y reluciente, aguardaba en la oscuridad como un guardián fiel de mi poder. Las llantas rugieron con ferocidad al entrar en movimiento, y el rugido del motor era como un grito de desafío contra el mundo que se extendía ante mí.
La ciudad de Italia se desplegaba ante mis ojos como un lienzo de lujo y decadencia, donde cada rincón resonaba con el eco de mi influencia. Al llegar a mi mansión, un palacio de mármol y cristal que se alzaba como un monumento a mi grandeza, me adentré en mi reino de opulencia y depravación.
El garaje, un santuario de vehículos de lujo y poder, recibió a mi troca con reverencia, como si reconociera la grandeza de su amo. La mansión, un laberinto de habitaciones suntuosas y salones majestuosos, era el reflejo de mi ego desmedido y mi sed insaciable de dominio.
Al llegar a mi habitación, el santuario privado donde podía dar rienda suelta a mis más oscuros deseos, contemplé mi reino con una satisfacción cruel. Los muebles de ébano y oro relucían bajo la luz de las lámparas de cristal, mientras las cortinas de terciopelo rojo se mecían con la brisa del poder que emanaba de mi presencia.
Desde la ventana, podía ver el hermoso hotel que se extendía a lo lejos. Con un gesto de desdén, abrí mi laptop y me sumergí en mi trabajo, cada clic del teclado resonando como un golpe de martillo en la forja de mi destino. Mis proyectos eran tan oscuros y siniestros como mi propia alma, destinados a infundir terror y sumisión en los corazones de aquellos que se atrevían a desafiarme.
Mis negocios, eran una red de operaciones ilícitas y tratos sombríos. Tráfico de armas, contrabando de drogas, extorsión y asesinatos por encargo eran solo algunas de las actividades que manejaba con una eficiencia brutal. Cada negocio era una pieza en el tablero de ajedrez de mi imperio criminal, moviéndose al compás de mi voluntad y estrategia.
Mientras continuaba mi trabajo, empecé a hacer unos negocios. Cada acuerdo cerrado, cada trato sellado, era un paso más en mi camino hacia la dominación total. No había límites para mi ambición, ni barreras para mi crueldad. Y en este mundo de sombras y sangre, yo era el rey. La caza había comenzado.
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