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La Otra Cara Del Placer [Duele Amar - II]

Prólogo

Tres años antes...

¿Quién soy? Desconozco todo de mí. Esta no era yo, podría jurarlo. ¿Cuándo las cosas empezaron a tomar este giro? Mi cordura se desvanece y trato de encontrarme en medio de la soledad. Lo perdí todo.

La ilusión de escapar de las garras de ese hombre me llevó a la conclusión de huir con el hombre que amaba, aun cuando sabía que era imposible esconderse. El temor de perderlo era tan grande que me arrastró a ensuciarme las manos de sangre para preservar su vida; todo fui inútil… todo fue en vano, no era justo que pasara por tanto para al final verlo morir frente a mis ojos.

La culpa me consume viva y me atormenta, no me deja en paz.

Una vez más volví al mismo punto de locura. Mi vida es un bucle. No me quedan más fuerzas para seguir con algo que no tiene remedio, y aunque existiera uno, escaparía como siempre lo he hecho. Creo que este es mi destino. Estoy maldita.

Perdí la noción del tiempo, no tengo idea del tiempo que llevo caminando descalza, pero me tranquiliza saber que estoy lejos de ese asqueroso burdel, que nadie de ese repugnante lugar vendrá por mí. Entre el bullicio de la gente paso desapercibida, aun vistiendo un vestido que proyecta el lugar que pisé anteriormente, han de creer que vengo a prostituirme con algún millonario, pues es lo más acertado a la realidad si ven a una mujer vestida de puta entrando a un hotel.

Para suerte mía, logro entrar a uno de los ascensores vacíos, sin la incómoda presencia de nadie, y tomo rumbo al último piso. En segundos las puertas se abren y a paso lento me dirijo a la azotea del edificio. Y es extraño, aun cuando esto es lo que más he anhelado, el miedo fluye en mis venas. Las intensas corrientes de aire envuelven mi cuerpo en cuanto pongo un pie en la azotea. Este diminuto vestido no es de ayuda para soportar este frío que me va a matar antes del tiempo señalado.

Mi mamá una vez me dijo que nadie tiene el derecho de ponerle un fin a la vida, que es algo sagrado que solo Dios puede controlar, pero vamos, existir es más que una tortura, no es “vida” vivir rodeada de abusos y asesinatos desde que nací.

—Perdóname por tomar decisiones decepcionantes, mamá —balbuceo, subiéndome al borde de la azotea. Cierro los ojos.

El viento golpea mi cara continuas veces. Siento mi cuerpo meciéndose, quizá porque en el fondo estoy dudando en que si hacer esto es lo correcto. ¡A la mierda si es lo correcto, es lo que deseo!

—¿Qué te detiene? Es hora de ponerle fin a esto, estúpida —susurro para mí misma.

El dolor se enreda en mis ojos, la sombra del miedo se apodera de mi ser.

—¿Vas a tirarte por ti misma o prefieres que te dé un empujón? —una desconocida voz varonil con un marcado acento ruso oigo atrás mío.

La frustrante situación en la que permanezco es un obstáculo al querer voltear; con un paso en falso caería a más de ochenta metros, la idea no es mala, pero primero quiero conocer al tipo que se atrevió a complicar esta oportunidad significativa.

—¡Váyase de aquí, voy a saltar de todos modos, así que no trate de impedirlo! —farfullo.

Los temblores corporales una vez más hacen acto de presencia. Esto está siendo irritante.

—No pienso detenerte, créeme —asegura con una risita que participa en su desinterés—. Si vas a tirarte hazlo ya.

—¡Déjeme sola! ¡Largo!

—¿Irme? ¿Yo? ¿Una demente está echándome de mi propio edificio? —entre el silbido del viento escucho un par de pasos acercándose hasta una distancia prudente—. No le des tantas vueltas al asunto y tírate, si en verdad lo quisieras hacer no perderías tu tiempo conmigo. ¿Tu cobardía no llega a más, eh? ¿Ya te arrepentiste?

Mi cabeza no da para más, quiero entender por qué este hombre sigue aquí. Lo último que deseaba era ser vista por alguien. A estas alturas no sé si lo que me frena es el destino que tendré tirándome o estar acompañada de un imbécil ansioso por presenciar un suicidio.

—¿Insinúa que pretendo ser salvada por usted? —inquiero como reacción a su comentario tan estúpido—. No se meta en lo que no le incumbe y lárguese de aquí por favor. Haga como si nunca me ha visto.

—¿No había otro lugar donde practicar tus locuras? ¿Imaginas la mala reputación que ofrecerías a mi hotel si el día de mañana apareces en las noticias como una demente que se quitó la vida por razones insignificantes?

—Usted no sabe nada —balbuceo, apretando ambos puños con fuerza hasta clavar mis uñas en las palmas de mis manos.

—Tampoco estoy interesado en saber.

—Perdí al amor de mi vida y la culpa no me deja en paz —todo mi autocontrol se va al carajo al desarmarme en llanto—. Por si no fuera mucho, mi padre me obligó a asesinar a una persona inocente que ni siquiera conocía hasta ese momento, me amenazó y luego planeó venderme por medio millón de dólares. No puedo más con esto, llegué a mi límite y no lo aguanto más, no quiero seguir estando sola.

Sin recuperarme del trance nervioso, unos brazos envuelven mi cuerpo, y solo entonces siento esa calidez y paz que me negaba volver a sentir. Esto es nuevo. Se siente bien.

—Matarse es de cobardes. Tú tienes potencial para vengarte —un susurro gélido se deslizó hasta mi oído, helando el aire a su paso y dejando una estela de tensión en mi piel—. Si quieres tranquilidad, extermina a todos esos malditos que te causaron esto. “Venganza” … es la solución a tus martirios.

 ¿Vengarme? Mientras más lo pienso, más ridículo suena. No soy nadie. ¿Cómo podría vengarme de la escoria de Dawson, el maldito de mi padre? Yo… no tengo a nadie.

El tipo sigue aquí, puedo sentir sus manos envolviéndome más fuerte. Su presencia envía escalofríos por todo mi cuerpo, me inquieta. No logro comprender lo que este loco espera de mí, cuál es su propósito, lo que me sumerge en un estado de confusión. La sensación de desconcierto que provoca hace que me sienta vulnerable y perturbada.

Su mirada revela un torrente de emociones como la amargura y la impotencia. A pesar de sus esfuerzos por disimularlo, la intensidad de esas emociones es evidente en sus ojos, como si estuviera padeciendo una lucha interna. Veo su necesidad de disfrazar su dolor y la dificultad de mantenerlo bajo control.

—¿Cuál es tu nombre? —formula su pregunta con una voz gélida, interrumpiendo mis pensamientos y sacándome de mi estado analítico.

—Rahab.

1: Reencuentro.

...TRAVIS...

Lluvia, vino y mujeres; ese es el verdadero paraíso cuando necesito deshacerme del estrés. El cielo está nublado, lo que señala que lloverá dentro de poco, y no tengo en mente desperdiciar esta noche para continuar trabajando.

Recorrer ciudades en el mundo entero es lo mío, pero ninguna iguala la belleza de Venecia; es la tercera vez en el año que viajo para acá. Y como es de costumbre, ingreso a mi lugar seguro que diariamente es visitado por hombres lujuriosos que buscan la compañía de una mujer, tal como yo ahora.

Entro a la habitación que reservé para recibir el servicio de una prostituta. Me voy preparando antes de que llegue la chica e inicio desabotonando mi camisa.

Me siento sofocado. Mi cuerpo pide entre suplicas liberarse del peso del cansancio. Aún estoy perplejo de la vez que me vi todo un imbécil cuando recibí la noticia de que un malnacido robó el dinero que transportaba en camiones para ser lavado en Asia. Ese caso aún sigue inconcluso, lo dejé para luego.

Un aroma femenino inunda mis fosas nasales al instante que mi dama de compañía entra a la habitación. Pero me rehúso a iniciar con el respectivo proceso cuando veo que es solo una jovencita parada en la puerta con una bata que deja mucho a la imaginación.

—¿Estás perdida, niña? —cuestiono, repasándola con la mirada—. Has abierto la puerta equivocada. Vete.

No quiero mencionar nada al respecto acerca del pésimo servicio de este lugar. ¿Cómo dejan entrar a una niña que es incluso menor que la última de mis hermanas?

—Solo estoy cumpliendo con mi trabajo. Ordenaron que viniera a la habitación del señor Travis Petrov para pasar una noche con él, y estoy casi segura de que es usted —explica como dudando de su certeza.

—Estás en lo correcto. Pero quería ver cruzar esa puerta a una mujer y no a una jovencita. ¿Cuál es tu nombre?

—Daphne.

—¿Y tu edad? —prendo un cigarrillo que llevo a una esquina de mi boca.

—Diecisiete.

No estaba al tanto de que ahora este lugar consta con prostitutas menores de veinte años.

—Reportaré mi inconformidad. No te preocupes, puedes irte.

—¿Insinúa que me ve incapaz de satisfacerlo? Nadie hasta ahora se ha quejado de mí. Cuento con experiencia suficiente en tratar hombres. Yo necesito dinero y usted placer, ¿por qué no ayudarnos mutuamente?

—¿Estás aquí por obligación? —evado sus comentarios con una leve incomodidad.

—¿De cuándo acá los clientes se preocupan por las prostitutas? —una sonrisa ladeada se tuerce en sus labios. Tiene un no sé qué que me tiene mal.

—Me parece inaceptable ver a chicas de tu edad ofreciendo este tipo de servicios. Si me hablas de tu caso podría echarte una mano para que seas libre.

Piensa detenidamente en mi propuesta, pero la termina rechazando como si estuviera conforme con la vida que lleva.

—No me haga perder el tiempo, señor. ¿Quiere que me acueste con usted o no? Le advierto que si me echa de aquí y manda a pedir otra chica hay la probabilidad de encontrar una inexperta.

Me la pasé bebiendo cuando llegué y recién ahora los tragos vienen haciendo efecto en mi cerebro. Necesito apagar mis deseos carnales y ella parece saber desenvolverse en la cama.

Respiro hondo y dejo escapar el aire cuando rodeo su nuca con una mano, sometiéndola a mirarme a los ojos.

—Y, ¿qué sabes hacer?

Meses después...

Si hay algo que disfruto de estar en México es pasar tiempo con mi familia (la mayoría de mis primos no me caen bien, me la paso trabajando, casi no salgo de mi casa y odio las reuniones familiares), y se vale mencionar que mi compañía favorita es la de mi primo Dusan; somos como hermanos de diferentes padres, lo considero como una de las personas más preciadas.

De risa en risa me la he pasado toda la mañana con Dusan y su novia Esme que no soy consciente de qué hora es. Y si mal no recuerdo, debería estar ahora poniéndome al tanto de los nuevos sucesos dentro del comercio de drogas.

—Es hora de irme —chequeo la hora en mi reloj de muñequera y dejo mi bebida sobre la mesa.

—¿No quieres quedarte a almorzar?

—Te lo agradezco, Esme, pero será para otra ocasión. Yo los dejo —dejo de lado la silla.

—Qué hipocresía visitar a tu primo tras meses sin vernos y largarte después de dos horas de haber llegado —dice Dusan en lo bajo, como si no lo escuchara.

Meneo la cabeza sonriendo por su comentario y me dirijo a la salida. Una llamada entrante a mi celular desconcentra mis ojos del camino y antes de contestar choco con una mujer que venía llegando.

—Discúlpeme, señor —reacciona nerviosa tocando mi traje para intentar acomodarlo, y desconozco de quién se trata hasta que dirijo mis ojos a los suyo—. ¿Le hice daño?

Entre millones de mujeres esparcidas en el mundo tengo la dicha de reencontrarme con la misma chica con la que tuve sexo esa noche en Venecia: Daphne. No soy de recordar rostros, pero por algún motivo recuerdo exactamente a esta mujer. ¿Destino o casualidad? No me interesa nada que tenga que ver con esta joven, pero se me ha clavado la duda de saber el por qué está en la casa de mi primo. ¿El idiota de Dusan recibirá también sus servicios? En ese caso, Esme debería estar al tanto. Pero no creo a Dusan ser capaz de cometer una infidelidad.

De todas maneras, le dirigí una sonrisa a la chica cuyo rostro refleja una mezcla de expresiones, mostrando perplejidad.

—Él está bien, Daphne —oigo la voz de Dusan en medio del tenso momento—. ¿Ya no te ibas, Travis?

Entonces volví en sí.

Mis piernas respondieron para permitirme salir de esa situación, a pesar de la tensión y desconcierto que la rodeaban.

—Conque aquí estás, Daphne.

No tengo idea del tiempo que perduraré en este país, pero no estaría mal volver a tener ese cuerpo bien desarrollado encima de mí.

—Esto será interesante.

...RAHAB...

Qué curioso es oír a la gente anhelar mi vida, ellos no tienen la menor idea de lo que es vivir con el temor de ser asesinada. A estas alturas no sé quién soy. Estoy constantemente manejándome como el títere de mi padre que no sé hacer algo por cuenta propia. Aportar en los negocios ilícitos se convirtió un hobby.

—¿Mandaste a llamarme? —mi pregunta está dirigida a mi padre. A pesar del paso de los años, sigue luciendo igual de imponente—. Aquí me tienes.

—Tengo a un hijo de perra por ahí suelto que trata de destruirme —suspira estresado.

Sé a dónde va esto.

—¿Conoces a Travis Petrov? —me enseña la foto del hombre.

—Lo conozco solo de vista. He oído hablar acerca de él, pero no se me ha presentado la oportunidad de tenerlo frente a frente.

—No hace falta que lo tengas de frente para quitarlo del paso. Te encargo eliminar a ese hombre de sobre la faz de la tierra —retuerce la punta de su cigarrillo sobre el escritorio.

Ese tal Travis es de las pocas personas que sabe cómo expresar el vivo terror en el rostro de mi padre.

—¿Qué tienes en mente?

—Yo nada, pero de seguro tú sí. Tu misión es desaparecerlo, en tus manos dejo el cómo.

Es costumbre recibir ese tipo de mandatos de él. Viene entrenándome desde que tengo memoria, gracias a él aprendí muchas estrategias a la hora de pelear y utilizar un arma.

Dejando mi tema de lado, me la pasé recopilando información que tenga que ver con Travis Petrov. Sé que el tipo fue el sucesor de su padre después de la muerte de éste, y que lidera un poderoso cártel desde sus diecisiete años, tiene dos hermanas y un hermano, nunca se ha visto envuelto en un romance, es millonario, y, sobre todo, muy guapo.

Lo que me inquieta es que mi padre me haya dado esta misión, aun cuando tiene cientos de hombres a su disposición. ¿Es porque confía en mí?

No quise arriesgarme a hacer un mal trabajo y me tomé el tiempo de ubicar nombres de sitios que frecuenta Travis en horarios nocturnos. Hace media hora me notificaron dónde estaba Travis y ahora estoy montada en mi carro fuera del lugar, en un callejón, para pasar desapercibida mientras espero pacientemente a que salga. ¿Qué hará tanto ese hombre que se demora en salir? Me temo que permaneceré aquí más tiempo de lo previsto.

Capto cómo Travis por fin me hace el favor de aparecerse, pero no está solo, sus escoltas lo siguen. No esperaba menos. Es más atractivo en persona. Se encamina a ir a su carro y me niego a la posibilidad de perderlo.

Retiro el seguro de mi pistola y desde una distancia prudente apunto a mi objetivo, como un cazador a su presa. Ya entiendo por qué mi padre me envió, es más fácil de lo planeado. Quedé completamente helada, con los pelos de punta erizados, cuando percibí la inquietante presencia de alguien a mi lado, punteándome con un arma fija en la sien.

—Suelta la pistola y tírala al suelo —me ordena un hombre que viste igual que los demás escoltas de Travis—, si no lo haces, me veré en la obligación de jalar el gatillo.

El temor me envuelve, una confusión paralizante se apodera de mí, y no logro comprender por qué estas cosas me suceden a mí. Apenas estaba retomando mi trabajo de asesina a sueldo.

—¿Qué tal si negociamos? —propongo, pero el tipo parece estar de malgenio.

Me veo en un rotundo fracaso cuando me toma del pelo y a fuerzas me saca del auto. Mis intentos de escapar son en vano, él cuenta con mayor fuerza física que yo, por eso el malnacido se aprovecha para arrastrarme hasta donde se encuentra Travis.

—¡Señor!

—¿Ahora qué, Arlo? ¿No ves que me duele la cabeza y quiero regresar enseguida a la mansión? —el tal Travis suspira antes de voltear y encontrarse con la desagradable escena. Con un corto estudio de pies a cabeza se detiene a mirarme a los ojos—. ¿Quién es ella?

—Esta tipa pretendía matarlo —me echa al suelo como una bolsa de basura—, yo misma la sorprendí, eso se lo puedo jurar.

Cuando salga de esta prometo vengarme de este tal Arlo. ¿Con quién cree que está tratando? ¡El bastardo en su vida ha tratado a una mujer!

—¡Él está mintiendo! ¿Cuáles serían mis razones para lastimarlo? En mi vida lo he visto y soy incapaz de herir a alguien —sollozo, haciendo uso de mis dotes de actuación.

—¿En serio? ¿Y esto que es? —me roba del pantalón la pistola para dársela a su jefe—. ¿A usted le parezco estar mintiendo, señor? Hay que sacarle toda la verdad a esta mujer y descubrir quién está detrás de este asunto. ¿Le parece si la torturo y la hago soltar todo?

¡Qué maldito hijo de…!

—Nadie torturará a nadie —se opone Travis tendiéndome la mano para que me ponga de pie—. Mi madre una vez me dijo que debía respetar a una mujer, sea la situación que sea. Tengo afán de no alargar esto, ¿quieres decirme quién te envió?

Sostener una mentira empeorará las cosas. Estoy expuesta como una estúpida que no supo hacer su trabajo, ¡solo una misión tenia!

—Máteme, no diré nada.

—Te sugiero que hables, no querrás conocer al señor Travis cuando se enoja. Fácilmente podría mandar a cortarte la lengua para que se te cumpla el capricho de no decir nada —comenta el entrometido hombre que me echó de cabeza—. Estoy a sus órdenes, jefe. ¿Qué hago con ella?

Respira hondo, comprometiéndose en silencio a tomarse en serio la tarea de analizar de manera profunda y seria, sumergiéndose en sus pensamientos.

—Súbanla al carro atada de pies y manos —decide como si nada, adelantándose a subir a uno de los carros—. La llevaré conmigo a la mansión.

—¿Qué? —murmuro nerviosa. Ni tiempo me dieron a reaccionar las ratas de sus hombres cuando obedecieron y me subieron a la misma camioneta que al desgraciado de su jefe, con la diferencia de que él va en el asiento del copiloto y yo en los asientos traseros—. ¡Estás en graves problemas, Travis Petrov! ¡Tú no sabes quién soy yo! ¡Estás muerto!

—No sé quién eres, pero tendremos tiempo para conocernos —me observa por el retrovisor—. En mi familia hay una manía de secuestrar mujeres y es tan contagioso que lo llevo en la sangre, me disculpo de antemano —sonríe.

¡¿Está sonriendo en momento serios?!

Me hierve la sangre de la impotencia.

¿Cómo fueron capaces de capturarme?

¿Alguien me traicionó?

¿Será que mi padre está detrás de esto para… deshacerse de mí?

Vendaron mis ojos para que no reconociera las rutas que tomarían. De la propia boca de Travis salió que permanecería prisionera en su mansión. Desde anoche estoy encerrada en una habitación vacía, sus paredes están desgastadas y con telarañas, hay suciedad por donde sea, es un asco. Tengo la leve sospecha de que quien me asignó este cuarto fue el maldito de su escolta, Arlo.

Tengo hambre. No he dormido por el temor de que atenten contra mí cobardemente. Pero reconozco que es la culpa de mi padre por apurarme a cumplir con esta misión en lugar de darme por lo menos una semana para empaparme del asunto. Ahora que lo pienso, ¿habrá llegado a oídos de mi padre que estoy secuestrada? Lo dudo. Travis no sabe que soy su hija.

—¿Está en este cuarto?

Me tumbo en el suelo cuando escucho a Travis hablar al otro lado de la puerta con Arlo. Y sí, en el suelo porque aquí ni cama hay. Cierro los ojos simulando estar dormida cuando abren la puerta. Sus pasos lentos y pesados son lo único que oigo.

—Eres una pésima actriz. Abre los ojos —me lanza un balde agua fría en la cara, hace mucho frío, ¿no tiene un poco de empatía?

—Cuando me defendiste ayer creí que trataría con un hombre diferente al resto de narcos, pero resultaste ser igual de bestia que todos —mascullo, apretando ambos puños.

—No te dejes engañar por cualquier palabra que haya dicho ayer, tenía unas copas encima. Pero si colaboras y negociamos seré el hombre gentil que deseas. ¿Quieres irte? Entonces empieza suavizando esa mirada asesina y empieza diciéndome qué hacías a oscuras en ese callejón, apuntándome con una pistola.

—¿Te parezco tan tonta como para tragarme ese cuento de que me dejarás ir? —rio, girándome a ver a otro lado—. Sal, de mí no obtendrás respuestas. En boca cerrada no entran moscas.

—¿Desperdiciarás esta oportunidad?

—¿Oportunidad? Lo veo más bien como una soga al cuello —murmuro.

—Nada te costaba aceptar que eres hija de Dawson.

Si lo que quería era que volteara a verlo estupefacta lo consiguió.

Mi padre siempre fue cuidadoso en borrar toda conexión conmigo ante los demás para no ponerme en riesgos, pero él…

—¿Cómo te enteraste? ¿Hablaste con mi papá?

Una irritante sonrisa de satisfacción se tuerce en sus labios.

—En realidad lo que dije era una estrategia para salir de dudas, pero gracias a tus estúpidas neuronas que carecen de astucia he descubierto que tengo conmigo una mina de oro para capturar a Dawson.

Espera, ¿qué?

—No te rogaré para que me digas dónde está tu padre, yo mismo me contactaré con él, y si en realidad le importas vendrá por ti, lo que es poco probable. Si te amara no te hubiera puesto en riesgo. ¿Qué clase de padre le da este tipo de trabajos a su única hija, teniendo en cuenta que soy un hombre que normalmente está acompañado? Vamos, ¿tampoco has pensado en eso? ¿Tus neuronas no dan para más?

—¿Esta es otra de tus estrategias? Ahora resulta que vas a ponerme en su contra con cizañas —rio—. ¿Recuerdas lo que te dije en la camioneta? Eres hombre muerto. ¡Mi padre vendrá por mí y te matará, te estás metiendo con lo que él más ama, desgraciado!

De la misma manera en la que entró, sin hacer ruido ni emitir palabra alguna, se retira en silencio, dejando tras de sí una mirada soberbia que desafía cualquier intento de comprensión.

—¡Prometo escapar en la primera oportunidad que se me presente! —grito, pateando la puerta.

No me envenenará el cerebro con sus calumnias. Conozco a mi padre como la palma de mi mano… él jamás haría eso.

2: La celebración.

...DAPHNE...

Mi vida actual parece de ensueño, nada comparada con la que llevaba hace pocos meses. Parece ayer el día en el que fui recogida por mi salvador, Dusan; él compensó mis años perdidos de juventud con alegría al momento de adoptarme como su hermana, aun cuando vengo de lo más bajo. No sé por qué entre cientos de mujeres me escogió a mí para ocupar el vacío que le dejó la muerte de su hermana, pero le agradezco al destino.

En medio de mi felicidad es inevitable sentirme inquieta. No sé qué pasa conmigo, no paro de pensar en el tipo con el que me enredé por última vez en Venecia, ese tal Travis, el mismo que vi en esta misma casa, el que me reconoció al instante. ¿Por qué me lo tuve que topar justo aquí? ¿Será un amigo de negocios de Dusan? ¿Estará de pasada en este país? ¡¿Por qué no me lo saco de la cabeza si no es el primer y único hombre que sabe tratar a una mujer en la cama?!

—¿En qué mantienes ocupada tu mente, Daphne? —Dusan da dos golpes en mi plato con una cuchara, sacándome de esos pensamientos—. Espero que en algo productivo como para que no hayas tocado tu cena. ¿En qué piensas?

—No es nada.

—¿Cómo que nada? ¿Aún no confías en mí? Vamos, cuéntame qué te sucede. No es la primera vez que te distraes de la nada.

—No continúes insistiendo, Dusan. Ella tendrá sus motivos para callar —interviene Esme como siempre a mi favor.

—¿Quién era el hombre que vino el otro día? —era la pregunta que tenía en la punta de la lengua y que de imprudente solté en un impulso.

—¿Hablas de Travis? Él es mi primo.

Detengo a raya la cuchara de comida que iba de camino a mi boca.

¡¿Su primo?!

—También falso, ¿no? —rio nerviosa.

—Llevamos la misma sangre. Su madre es hermana de mi padre.

—¿En serio?

Conque son familia, eh. Si me lo vuelvo a cruzar será más incómodo de lo que ya es. Me metí con el primo de Dusan. ¡Dios!

—¿Pero por qué el interés? ¿Él es el motivo por el que estás más de allá que acá?

—No empieces —suplico en voz baja.

—Ya basta de celar a Daphne cada que te menciona un hombre, Dusan. ¿No ves que la incomodas? —suspira Esme negando con la cabeza.

—Es normal que me preocupe por mi hermana…

—Yo no soy tu hermana, Dusan —dejo la cuchara en el plato y me levanto de la mesa de golpe—. Solo soy la prostituta que salvaste, más nada.

—Eres mi hermana y eso no está en discusión. Es más, siento que solo estás evadiendo mi pregunta. ¿Tú qué tienes que ver con mi primo?

—Sea lo que sea que estés pensando, me ofendes.

¿Qué sería de mí si Dusan descubre todo?

De tanto pensar en el asunto de Travis dudo que me haya reconocido, hombres como él tocan varias mujeres a lo largo de su vida. Quizá me sonrío porque se dio cuenta de que soy de las pocas mujeres bonitas que encontrará en su camino. Aunque si me reconoció me conviene… repetir cada acto de esa noche no estaría mal, a veces hay que darse ciertos gustos.

Por educación volví a tomar asiento para terminar la cena, además no quiero hacer enojar a Dusan justo en momentos como estos.

—Tu cumpleaños número dieciocho se aproxima y ya empecé con los planes para organizar una celebración a lo grande.

—¿Celebración? Creo que estamos llevando esto a otros límites, Dusan. ¿Sabes lo que pensarían las personas si llegan a reconocerme? Dirían: "Dusan Leonardi está cuidando de una prostituta" —rio.

—Cállate, Daphne.

—O: "¿Será que esa mujer se está aprovechando de él y planea quitarle todo su dinero?"

—¡Cierra la boca! —se levanta de hecho, golpeando la pata de la mesa con su pie. Jamás había reaccionado tan enojado conmigo. Creo que me excedí—. ¡Eres mi hermana y en la vida permitiré que alguien ensucie tu nombre! ¡Mataré a todo aquel que te ofenda y haga daño!

A esto era lo que me refería.

...TRAVIS...

¿Será que el destino está jugando en mi contra como karma por secuestrar a una mujer?

Hoy en la mañana me llegó una invitación de cumpleaños, pero no una invitación cualquiera, es la invitación para asistir a la celebración de la hermana de Dusan: Daphne. Aunque aparente estar normal, el miedo me quema y carcome por dentro. ¿Es su hermana de sangre? Hasta donde yo sé, Dusan no tenía una hermana de esa edad, excepto la que desapareció hace años, pero nunca hallaron la verdad del caso… ¿o sí? ¿Daphne es hermana de sangre de Dusan? En ese caso, él me lo habría dicho. Entonces, ¿quién es Daphne para Dusan? ¿Cómo llegó a su vida? ¿Por qué viven en la misma casa? Hace unos meses esa chica era una prostituta como cualquier otra, pero ahora… me está complicando todo. Daphne pone en riesgo toda mi relación con Dusan, porque si llega a oídos de mi primo que ella y yo tuvimos un encuentro íntimo se armaría la guerra. Pero eso no debe preocuparme, dudo mucho que Daphne se acuerde de mí, fue cosa de una sola noche y ella se ha entregado a muchos otros tipos.

Días después...

—Te estaba esperando, hermano —Dusan da un par de palmadas en mi espalda al instante que me recibe en la entrada de su casa—. ¿Quieres tomar algo antes de pasar a la fiesta?

No fue nada fácil decidir si venir o no; por una parte, estaba el no querer hacer sentir mal a Dusan, y por otra toparme a Daphne.

—Solo un vaso con whisky —me decido—. ¿Leí mal o la invitación decía “Daphne Leonardi”?

—Es una larga historia, pero te haré un resumen. Compré a varias mujeres para fines comerciales y entre ellas estaba Daphne, a la que obligaban a dedicarse en la prostitución, ese hecho me dio sentimiento y quise adoptarla.

—Ella no es la primera y última chica que pasa por esa situación, ¿por qué la escogiste a ella?

—No lo entenderías. Ver sus ojos es apreciar el mismo cielo. Ella me recuerda mucho a mi hermana. Conocí a Daphne y mi mundo cambió, ¿entiendes? Quiero protegerla como no hice con mi hermana muerta.

Iba a soltarle otra pregunta, pero justo tuvo que llegar Esme para llevárselo con el argumento barato de saludar a los invitados en el patio (lugar de la fiesta) cuando en realidad lo quiere para ella sola. Qué mezquina.

Tomo asiento en el sofá, recostándome, mientras medito seriamente en el asunto del que me platicó Dusan.

—¿Estresado nuevamente, Sr. Petrov?

Abro los ojos en cuanto oigo esa reconocida voz femenina detrás de mí.

—¿Se acuerda de mí? —me sonríe Daphne.

—No… Digo, sí… El otro día choqué contigo justo aquí…

—También soy la chica con la que tuvo sexo en Venecia.

—No repitas esa palabra otra vez, te lo prohíbo. Dusan te quiere como su hermana y yo soy su primo, respeto es lo que menos debemos ofrecerle en su propia casa.

—Me disculpo si te incomodé. En realidad, vine para regresarte esto —saca un reloj que escondía en su espalda.

Es un reloj con un significado especial para mí al ser un regalo de mi padre. Ni en cuenta que lo había perdido. ¿Lo habré olvidado esa noche?

—Gracias… —esquiva mi agarre cuando quise tomarlo.

—No tan rápido.

—¿Qué quieres a cambio? Luego de que me lo hagas saber desaparecerás de mi vista. Habla ya.

—Acompáñame al baño.

—¿Esto es parte de tu juego? Te advierto que no quiero meterme en líos, niña.

—¿Le tienes miedo a Dusan?

—No es miedo, sino respeto. Hazme el favor de regresarme el reloj y regresa a la fiesta. Recuerda que eres la protagonista de la noche y si se dan cuenta de que no estás vendrán a buscarte.

Hala mi brazo y estampa mi espalda en la pared. Su perfume y la cercanía que empieza a tomar es una combinación exquisita.

—Te noto muy nervioso, Travis.

—"Señor", para ti soy señor.

—Esa no era la palabra que me exigías pronunciar entre gemidos mientras arremetías salvajemente en mí —se acerca a mi oído—, Travis.

—Quítate, Daphne.

—Si en verdad quisieras eso podrías hacerlo por tu propia cuenta.

—Tengo mis razones: no quiero faltarte al res-peto, y no vale la pena meterme contigo.

—No vengas con cuentos, Travis. ¿A poco no te llamo ni un poco la atención?

—No tengo interés en enredarme con muchachitas de dieciocho.

Ríe.

—Te acostaste conmigo aun teniendo diecisiete, no te hagas el digno.

Revisa que no haya nadie cerca antes de agarrar mi mano para guiarme al baño. Y la sigo, como si fue-ra su marioneta.

—Ya no tienes que preocuparte de que nos vean —cierra la puerta tras suyo—. ¿En qué íbamos? Ah, sí, en lo del asunto ese de que te encanta hacerte el difícil.

—Y eso te fascina, ¿no? Por eso estás aquí mostrándote sin dignidad. ¿No te da pena ser así?

—Correr riesgos es mi pasión. Amo la adrenalina de hacer algo prohibido y que puedan descubrirme. ¿A ti no te pasa igual?

—Mientras más hablas, más me voy dando cuenta de que extrañas tu vida de prostituta en la que tenías sexo con el primer cliente sediento de placer —antes de que pudiera reírmele en la cara, me estampó una cachetada que pude sentir hasta el alma.

—¡En tu vida vuelvas a expresarte así de una mujer de la que desconoces su pasado, animal!

Furiosa arrojó mi reloj al suelo y se largó corriendo. Está totalmente loca. ¿Se suponía que debía halagarla y tratarla como una reina cuando se la ha pasado insinuándoseme, aun cuando la rechacé?

...DAPHNE...

—El plan fue un fracaso —hablo en voz baja a través del celular en cuanto entro a mi habitación.

Echo un vistazo por la ventana a los invitados que ni en cuenta de mi ausencia en la fiesta. Corro las cortinas y sigo en la llamada.

—Golpeé a Travis —digo tras un extenso suspiro.

—¡¿Qué hiciste qué?! —veía venir ese grito de su parte así que aparté un poco el celular de mi oreja. Parece enojado—. ¡Definitivamente no sirves para nada!

Y aquí vamos de nuevo…

—¡Echaste a perder todo lo que planeé, grandísima estúpida!

—Fue un impulso, lo siento. De verdad me ganó la rabia cuando me insultó y no me resistí…

—¡Ahórrate tus explicaciones baratas! Repara tu error y consigue seducir a Travis. Ya hice mucho por ti, Daphne, ahora te toca a ti darme la buena vida que merezco.

—Exiges demasiado. ¿Y yo qué gano?

—¿Que qué ganas? Fui quien falsificó tus exámenes con positivo a sida para darle lastima a Dusan, gracias a mí tienes el lujo de vivir en una mansión. Hice que fueras presentada a Dusan con el fin de acostarte con él y obtener provecho. No estás en el derecho de pedir nada a cambio, Daphne.

—Tú ganas. Supongamos que logro engatusar a Travis, ¿y luego? ¿Hasta cuándo me esconderás lo que tramas?

—Por ahora no me pidas explicaciones. Cuando nos veamos responderé a tus preguntas. Por el momento céntrate en hacer que Travis te perdone por lo del golpe.

—Tampoco es para tanto…

—Ten presente que si yo caigo tú te vienes conmigo, y no es una amenaza, sino una advertencia por si no te tomas en serio esto. ¿No quieres que nuestro trato llegue a oídos de Dusan o sí, hermanita? Él te echaría a la calle si se entera que no llegaste por casualidad a su vida…

Corto la llamada y apago el celular. Sabe cómo enfadarme. He conocido la relación de otros hermanos, pero la de nosotros es distinta; parecemos enemigos que buscan su beneficio propio, aunque… mentira no es. No malgastaría la primera oportunidad para deshacerme de él.

 —¿Por qué estás aquí en lugar de bajar? —me giro en cuanto oigo a Dusan ingresar a mi cuarto—. Los invitados preguntan por ti, quieren conocer a mi hermana.

—Vine a retocarme el maquillaje. Bajo en seguida —tomo una esponjita con rubor para pasarla por mis mejillas.

—¿Viste a mi primo?

—¿Primo?

—Hablo de Travis.

Oír su nombre me ruboriza. Estoy apenada por el show que armé con ese hombre.

—Es tu invitado especial, ¿cómo no vas a saber dónde está?

Quizá se fue por la incomodidad que le hice pasar. Es comprensible.

—Seguiré intentando contactarme con él —antes de poner un pie fuera vuelve a verme, pero esta vez con una sonrisa que llevaré siempre grabada—. Daphne, te ves hermosa.

Me prometí no encariñarme con él, pero sabe darme batalla. Odio sobrepensar que algún día deberé traicionarlo y me dolerá con el alma hacerlo. ¿Cómo puedo quererlo si ni siquiera hay suficiente amor para mí? Me niego a aceptarlo como hermano.

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