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Compromiso Indeseado. (ABO)

Novela omegaverse. AxO

Hola a todxs, está es mi nueva novela. La verdad, tenía mucho tiempo queriendo escribir un omegaverse, pero nunca me había atrevido, en fin, espero que les guste.

A pesar de que hay muchas novelas donde la escoria es el alfa y muy pocas donde es a la inversa, yo quiero hacer una novela con un omega escoria 🫠 espero poder desarrollar bien este nuevo escrito jsjs bien, eso es todo, gracias por leer y espero se queden hasta el final.

No tengo una hora específica de actualización y puede que algún día no suba el capítulo, más que nada en fin de semana, ya saben, todos tenemos una vida fuera de la pantalla 😉 bueno, eso es todo. Nos leemos en el primer capítulo, no olviden darle like y comentar, los estaré leyendo y respondiendo.

Otra cosa, si no han leído mis otras historias, vayan a mi perfil, dos están terminadas y una está en emisión. Eso también me quita un poco de tiempo para actualizar está, en fin, lindo día/tarde/noche. Besos 💋😘

Capítulo 01. Maldito matrimonio.

La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, y en los ojos de Darre se reflejaba no solo furia, sino una determinación férrea, dispuesto a desafiar cualquier mandato que sus padres intentaran imponerle en ese crítico momento. Sus latidos resonaban con intensidad en el silencio tenso, y su respiración, un tanto errática, denotaba la tormenta interna que estaba viviendo.

—No, papá, no me voy a casar con él. No seré utilizado como peón en tus malditos negocios.

La firmeza de sus palabras resonó por tercera vez. A pesar de haber alcanzado la mayoría de edad, Darre estaba decidido a forjar su propio destino, lejos de un matrimonio arreglado con un hombre del que apenas conocía el nombre.

—Tienes que hacerlo, Darre. Este matrimonio fue decidido incluso antes de que nacieras.

El padre se puso de pie, su mirada reflejando enfado y una resolución inquebrantable. Darre apretó los puños, sosteniendo la mirada con determinación. La sala estaba inmersa en un silencio tenso, ninguno de los dos dispuesto a ceder terreno.

—Papá, por favor, no me obligues a casarme con él —imploró—. Mamá, entiendan que no deseo un matrimonio.

Layla se levantó y se acercó a su hijo. Con gestos llenos de cariño, tomó sus manos y lo miró con una mezcla de ternura y preocupación. Sabía que persuadir a Darre para que aceptara este matrimonio no sería fácil, pero la decisión ya estaba tomada.

—Hijo, esto es por tu bien —mencionó. Su voz dulce intentaba transmitir amor, aunque Darre percibía la sutil manipulación tras esas palabras.

—¿Por mi bien?, ja —se burló—. No, mamá, esto no es por mí —dijo mientras soltaba las manos de su madre—. Esto es solo por ustedes.

—Darre, comprende, el matrimonio debe llevarse a cabo. Todo está arreglado ya —habló su padre con seriedad, dejando claro que no había espacio para la negociación.

—¿Comprender? —Darre soltó una risa sarcástica—, ¿Quieres que comprenda que de la noche a la mañana me iré a vivir con un desconocido que se convertirá en mi esposo?

La mirada burlona de Darre dejaba claro que consideraba toda esa palabrería como un mal chiste. Su frustración y enojo eran palpables, pero a pesar de ello, conocía la terquedad de su padre. Cualquier capricho que cruzara la mente de Gunnar Solberng debía cumplirse, y al parecer, el matrimonio de Darre era una de esas decisiones inquebrantables.

—¡Darre!, te aseguro que no te arrepentirás de este matrimonio. —Gunnar pronunció con seguridad, aunque la certeza no proporcionaba ningún consuelo al pobre omega—. No me importa lo que digas, te casarás con el Almirante, y está decidido. Si no quieres, olvídate de seguir siendo nuestro hijo.

Gunnar Solberng sentenció con firmeza. La intensa batalla de miradas se desató. Ambos eran obstinados y no estaban dispuestos a ceder en sus propósitos. La tensión se podía cortar en el aire, y el silencio se prolongó más de lo que cualquiera de ellos podía soportar. Finalmente, fue Darre quien cedió la victoria.

—De acuerdo —mencionó abatido—, me casaré con el Almirante K.

El rostro de sus padres pareció recuperar el color natural y se llenó de alivio. Sin embargo, en el interior de Darre, crecían unas ganas enormes de desahogar su frustración golpeando a cualquier persona que se le pusiera enfrente. La resignación se dibujaba en su rostro, pero la tormenta de emociones seguía bullendo en su interior.

—Es la mejor decisión que puedes tomar.

Gunnar se acercó a Darre, palmeando suavemente su hombro. Aunque Darre sintió el impulso de apartarlo, recordó la importancia de respetar a su padre, por lo que se esforzó en esbozar una sonrisa forzada.

Layla también se aproximó con ternura y besó la frente de Darre.

—Hijo, ten por seguro que te amamos y solo queremos lo mejor para ti. —Murmuró ella con amor sincero.

Darre, en respuesta, elevó una ceja y dirigió una mirada sarcástica a su madre—. Madre, sé que esto solo lo hacen por las empresas de papá. El Almirante K es el hijo del comandante, y estoy perfectamente al tanto de que sin su apoyo, las empresas de papá se hundirían en la basura. Esto no es por mí, es por su maldita avaricia.

Tras expresar su descontento, Darre se dio media vuelta y se alejó. Layla miró a su esposo con preocupación, y él la tomó cariñosamente en sus brazos. El hijo que ahora veían no se parecía en nada al Darre del pasado. Su amado hijo cariñoso y leal parecía haber desaparecido en alguna laguna de su mente.

—Verás cómo nos agradece en el futuro —murmuró Gunnar con cariño—. Darre se dará cuenta tarde o temprano de que esto es lo que él hubiera querido.

—Tengo miedo de que no sea así y estemos enviando a nuestro hijo a un tormento enorme.

Layla conocía a la perfección la personalidad impulsiva de Darre. No quería que se lastimara, pero anhelaba recuperar al hijo del pasado, incluso si eso significaba presionarlo un poco. La incertidumbre llenaba la habitación mientras contemplaban el incierto camino que habían elegido para Darre.

—Por el momento, digamos a los padres de Henrik que Darre ha aceptado el matrimonio.

Layla asintió con preocupación, pero convencida de que era lo mejor para su rebelde hijo.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

En la villa K, la pantalla de comunicación sonó, anunciando la llamada entrante. El viejo comandante respondió de inmediato y, tan pronto como la buena noticia fue transmitida y después de colgar, salió a la sala de estar de inmediato.

—Hijo, está todo resuelto. —comunicó con felicidad—. Darre ha aceptado ser tu esposo.

Henrik se puso de pie, incrédulo. Se acercó a su padre y lo miró, como si quisiera que volviera a repetir las palabras. El comandante asintió con una enorme sonrisa en los labios, y Henrik lo abrazó, rebosando en felicidad.

—¿Cómo lo lograron? Creía que Darre iba a negarse de inmediato.

El comandante Erik le dio una palmada en el hombro y lo instó a tomar asiento nuevamente. Henrik aceptó naturalmente y ocupó uno de los sillones de la sala de estar.

—No conozco los detalles, sin embargo, sé que está feliz por este matrimonio.

—Con un alfa como tú, cualquier omega estaría feliz de casarse. —Alabó su madre. Henrik le dio una sonrisa. Aunque no sabía si realmente era un alfa bueno, estaba convencido de que haría cualquier cosa por hacer feliz a su futuro esposo.

La atmósfera en la villa K se llenó de alegría y anticipación, mientras Henrik asimilaba la noticia de que Darre había aceptado ser parte de su vida.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Temprano en la mañana, Darre descendió al desayunador de la villa, preparado para iniciar su día escolar. La universidad estaba a punto de comenzar, y a pesar de su entusiasmo inicial, la noticia de su futuro matrimonio logró eclipsar cualquier buena noticia que tenía planeado compartir el día anterior.

Layla lo miró con una leve sonrisa, mientras que su padre no le dirigió ni una mirada. Sin embargo, eso no era algo que le importara demasiado. Aún estaba resentido con ese hombre que alguna vez fue su progenitor, y si él no reconocía que el matrimonio era un error, entonces Darre tampoco se doblegaría. Ya había aceptado lo suficiente.

—Mamá, fui aceptado en la facultad de medicina —contó con entusiasmo. Los ojos ámbar de su madre brillaron con felicidad, y se levantó de inmediato para abrazarlo y felicitarlo. A pesar de ser una persona libertina, Darre demostraba una responsabilidad excepcional cuando se trataba de sus estudios.

—Darre —habló su padre. Darre sonrió internamente y lo miró con esperanza, sabiendo que sus ojos de cachorro a menudo conseguían que su padre se disculpara. Sin embargo, las siguientes palabras no fueron en absoluto una disculpa; más bien, lo sumieron aún más bajo tierra—, a partir de la siguiente semana te mudarás a vivir con Henrik.

—¿Enloqueciste? —cuestionó mientras gritaba—, papá, ni siquiera lo conozco. No pienso ir a vivir con él, ya es suficiente con el maldito matrimonio.

—No importa lo que digas, el sábado mismo te mudarás —sentenció su padre con voz fuerte. Las lágrimas de rabia se atascaron en su garganta y sus ojos se nublaron un poco. No estaba triste, pero la rabia que sentía amenazaba con aflorar y humedecer sus ojos.

—¡No!, ¡No quiero ir!

—Iré a trabajar, nos vemos en la noche.

Gunnar se puso de pie y le lanzó una mirada de advertencia a Darre antes de salir. El omega se dejó caer de rodillas al suelo y lloró de rabia.

—Haré que te arrepientas de este estúpido matrimonio —murmuró—, si no puedo hacer que papá lo cancele, haré que tú, Henrik Kristensen, te arrepientas.

Los ojos de Darre brillaron con determinación. Era un omega al que nadie le impondría nada. Buscaba diversión y sexo sin compromisos; un maldito matrimonio no arruinaría sus planes de vida. La furia ardía en su interior, alimentando su resolución de enfrentarse a las imposiciones que le intentaban imponer.

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¿qué les pareció el primer capítulo?

No olviden dejar sus comentarios.

Capítulo 02. Mudanza.

El sol aún no asomaba, pero los ojos ámbar de Darre estaban abiertos de par en par, y las ligeras líneas negras debajo de sus ojos eran una clara muestra de que no había dormido absolutamente nada. La cena de la noche anterior no fue más divertida que un funeral; para él, fue como si sus padres lo estuvieran enviando directo a la boca del lobo.

Con pereza, se levantó y se dirigió hacia la regadera, necesitando con urgencia una ducha con agua tibia para aliviar la pesadez que cargaba. Mientras llenaba la tina, buscaba algo de ropa en el clóset. Después de encontrar el conjunto perfecto, se sumergió en el agua burbujeante y caliente.

El día tan temido había llegado. A pesar de ser sábado, era el día en que se mudaría a la casa de ese tirano. El Almirante K era conocido en todo Celestia por su crueldad y despiadada forma de liderar. Su valía y su sangrienta trayectoria lo habían llevado a ocupar tan alto puesto a una edad sorprendentemente corta. Aunque no existían rumores de que fuese despiadado con los omegas o con cualquier persona fuera del campo de batalla, no significaba necesariamente que no fuese también un tirano en privado.

Mientras el agua caliente abrazaba su cuerpo, Darre dejó que sus pensamientos vagaran por el futuro incierto que le esperaba en la casa del Almirante K. La ansiedad se apoderaba de él, preguntándose qué tipo de vida le esperaba bajo el techo de alguien tan temido y respetado en la sociedad de Celestia.

Sus pensamientos fueron abruptamente interrumpidos por un golpe repentino en la puerta. Sin ánimo alguno, Darre salió de la tina, se envolvió en una bata de baño, colocó una toalla sobre la cabeza y se dirigió hacia la puerta. Del otro lado, su madre lo esperaba con una mirada deprimida, esforzándose por esbozar una sonrisa. Aunque Darre sabía que su madre también se resistía a dejarlo ir, los caprichos de su padre superaban la voluntad de ella.

—Todo lo que necesitas está en el auto; tu padre dice que bajes en menos de media hora.

Darre asintió con desgana y cerró la puerta. Odiaba tener que dirigirse a ese lugar, pero el trato ya estaba hecho; ahora solo le quedaba dar lo mejor de sí para evitar ese matrimonio.

Después de cambiarse y asegurarse de no olvidar nada, salió de la habitación y bajó hasta el hall donde sus padres lo esperaban. Sus ojos se oscurecieron de inmediato al pasar a su lado sin siquiera mirarlos. Debía mostrar toda su irritación para dejar en claro el enorme error que estaban cometiendo.

Mientras Darre miraba por la ventana hacia la zona residencial que se aproximaba, contempló el distrito militar de Celestia. La ciudad de Riverville albergaba varios distritos residenciales, y aquel destinado a los militares era su nuevo hogar.

Las casas eran imponentes y muy similares entre sí, pintadas en tonos grises con exuberantes jardines verdes. El lugar no parecía particularmente acogedor, lo cual chocaba considerablemente con su espíritu libre. Las plazas comerciales y los centros recreativos se encontraban a una distancia considerable. Lo más cercano era el campamento militar, donde muchos hombres y mujeres de la zona comenzaban su día cada mañana.

Darre dejó escapar un suspiro audible y se recargó sobre el respaldo del sillón, completamente irritado ante la perspectiva de su nueva vida en aquel lugar desolado. Mientras observaba las filas uniformes de casas grises, la sensación de claustrofobia se apoderó de él, preguntándose cómo sería vivir bajo la sombra de un almirante tan temido. La incertidumbre y la resistencia llenaban su ser, pero Darre estaba decidido a enfrentar lo que fuera necesario para mantener su libertad y evitar el matrimonio impuesto que se cernía sobre él.

Paso un tiempo recorriendo algunas curvas y caminos rectos hasta llegar a una casa que se destacaba claramente del resto. No solo por su imponente tamaño, sino también por el color único que la distinguía, una tonalidad cálida que contrastaba con las demás residencias circundantes. Aquella casa, hermosamente enmarcada por cuidados jardines floreados, irradiaba un encanto propio que la hacía destacar en la serenidad del vecindario.

—Vamos —ordenó su padre al salir del automóvil. Darre dejó escapar un gruñido de irritación y también descendió del vehículo.

Ambos se dirigieron hacia la entrada principal, y al tocar la campana, un hombre elegantemente vestido con traje oscuro y camisa blanca apareció en escena.

—Señor Gunnar, joven Darre, adelante; el Almirante bajará en un momento. Vamos, los guiaré hacia la sala de estar.

El mayordomo guió a Gunnar y Darre por los intrincados pasillos de la casa del Almirante K. Los suelos de mármol resplandecían bajo la luz tenue de las lámparas colgantes, mientras que las paredes estaban adornadas con pinturas y retratos que narraban la historia de la familia Kristensen. Los jardines internos, a través de los ventanales, proporcionaban una visión de oasis verde y colorido en medio de la elegancia de la residencia.

Finalmente, llegaron a la sala de estar principal. Muebles finamente tallados y tapizados en tonos ricos conferían un aire de sofisticación al lugar. Grandes ventanales permitían que la luz natural iluminara la estancia, revelando detalles exquisitos en la decoración.

Gunnar y Darre tomaron asiento en lujosos sillones, mientras la ansiedad se apoderaba de Darre. Observaba cada detalle de la habitación, desde las cortinas hasta los cuadros en las paredes, tratando de encontrar algún indicio sobre la personalidad del Almirante K.

Pasaron unos minutos más, y finalmente, Henrik Kristensen hizo su entrada. Vestido impecablemente, mantenía la elegancia que Darre había anticipado. El Almirante K, Henrik Kristensen, se presentó con una imponente vestimenta que reflejaba su estatus militar y posición de autoridad. Vestía su uniforme militar, meticulosamente ajustado y adornado con condecoraciones que contaban la historia de sus proezas en el campo de batalla. La chaqueta, de un azul oscuro, exhibía detalles dorados que resaltaban su rango y logros.

Charreteras doradas adornaban sus hombros, indicando su posición de liderazgo. En el pecho, varias medallas brillaban con reflejos de luz, testigos de su valentía y dedicación al servicio militar. Henrik se esforzaba por mantener su uniforme en perfecto estado, demostrando un respeto innegable hacia su posición y responsabilidades. La presencia del Almirante llenaba la sala de una aura de autoridad, anticipando un encuentro que marcaría el destino de Darre de una manera irreversible. Sus ojos reflejaban la firmeza de un líder, pero también mostraban un destello de intensidad y determinación.

—Señor Gunnar, Darre, lamento la espera. Asuntos militares inesperados —se disculpó Henrik con una voz que resonaba con autoridad.

Gunnar asintió comprensivo, pero Darre apenas disimuló su impaciencia. La atmósfera en la sala se volvió más tensa, como si la presencia del Almirante trajera consigo un cambio palpable en el aire. El encuentro que marcaría sus vidas estaba a punto de comenzar, y Darre se preparó para enfrentar lo desconocido que aguardaba en la casa del Almirante K.

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