Comenzaba la noche cuando Alejandro regreso del trabajo, necesitaba estar cerca de ella para sentirse vivo originando unas ganas enormes de ingresar al apartamento, por lo que al abrir la puerta sintió su olor.
Lo primero que llegó a sus fosas nasales fue el delicioso aroma de su perfume, lo que causaba que su corazón latiera con locura, a la vez que hizo que tomara con fuerza el ramo de flores que tenía en las manos mientras su boca se secaba a ver a la hermosa mujer que lo esperaba en casa.
Angelica llevaba un hermoso vestido negro que hacía relucir cada una de sus curvas, haciendo que fuera perdiendo poco a poco la razón, la observó detallada y pausadamente, recorriendo con su mirada cada detalle de su cuerpo y deteniéndose en sus oscuros ojos.
Amaba la mirada profunda de su mujer y esta al verlo le regalo una sonrisa que hizo que su mundo se detuviera, ella se acercó a él vistiendo sus hermosas zapatillas en tono vino que hacían que sus piernas se vieran más torneadas y largas.
El entreabrió ligeramente sus labios y aspiró un poco de aire suavemente dejando que ella se acercarla a él para hacer sintiera la pasión que despertó con su sola presencia.
Pudo observar sus muslos deteniéndose justo donde terminaba el fino vestido de seda, su mirada fue lentamente hasta llegar su vientre tan firme y siguió hasta su busto donde se detuvo descaradamente, pensando en lo loco que esa mujer lo volvía y amando la sensualidad que desprendía sin ella saberlo.
Pudo detallar su hermosa piel, la cual era clara sin llegar a ser demasiado blanca, tenia un leve matiz bronceado que la hacia tan especial, por lo que su vista reflejó un brillo especial al recordar que esa mujer sensual era suya y que, además, sus sentimientos eran correspondidos, porque ella también lo amaba.
— ¿Te gusta lo que ves? - la escuchó preguntarle mientras él solo esbozó una sonrisa tan genuina que le llegó hasta los ojos.
Alejandro enarcó una ceja e inhaló profundamente, mordiendo a su vez su labio inferior y tratando de evitar lanzarse sobre ella para hacerle el amor en ese instante.
—No me gustas, me encantas —respondió con la voz enronquecida.
En ese momento se acercó a ella y le entregó el ramo de tulipanes que llevaba en las manos.
-¡Sabes que son mis favoritas!, gracias - respondió ella con esa forma de hablar que a él tanto le gustaba
Ella las tomó y las olió de inmediato para después colocarlas en un jarrón con agua, luego se acercó a él y puso sus brazos sobre sus hombros en un abrazo.
—Amo cada uno de los detalles que tienes, es imposible no estar enamorada de un hombre así, eres encantador —ella comentó.
Alejandro sonrió con una gran emoción y la pegó a él tomándola por su pequeña cintura, mientras tomaba su rostro con una de sus manos y le dio un gran besó de manera apasionada, como solo él podía besarla y de la manera que a ella la enloquecía.
Sin saber como los dos comenzaron a moverse al ritmo de la música de fondo y ella colocó su rostro en el hueco de su cuello, ansiando el aroma tan varonil del hombre que la acompañaba y que la había enamorado desde la primera vez que se vieron.
—Te amo Angy, estar a tu lado me hace el hombre más feliz del mundo y es el único lugar donde quiero estar- él sonrió al sentirla cerca
—A mí también me gusta estar tan cerca de ti —respondió en un susurro
Al terminar la canción se separaron muy a su pesar y se dirigieron a la cocina para la cena, Alejandro abrió el vino favorito de su novia, el cual era uno blanco y sirvió las copas de ambos.
Durante la cena el no podía dejar de observar lo hermosa que era, tenía una mirada cautivadora y un brillo especial que llamaba su atención, sus cejas perfectas enmarcaban sus hermosos ojos, labios carnosos y esa nariz respingada.
En cuanto a su personalidad sentía que era la mujer perfecta para él, era desinhibida, risueña, ocurrente, inteligente y solo ella podía hacer que se sintiera pleno, por lo que después de cenar, la llevó en sus brazos hasta su habitación y le hizo sentir todo el amor y la pasión que ella despertaba en él.
Al día siguiente se levantaron temprano y salieron de casa, los dos llevaban ropas deportivas, a la vez que cargaron con su equipo para escalar, ya que compartían la pasión por la práctica de rapel.
Se dirigieron a las montañas donde ya los esperaban sus amigos, era día de escalada y para ellos era un momento muy especial, siempre iban juntos y Alejandro era demasiado sobreprotector con ella, al punto de ponerse en peligro con tal de asegurarse del bienestar de Angelica.
AL llegar al punto de escalada cada uno se colocó su equipo, aunque Alejandro revisó que cada pieza en ella estuviera a la perfección.
-Yo también soy una experta, no me trates como a una niña, me cuidas en exceso – le decía con delicadeza
-Eres lo más grande que tengo y te cuidaré de la misma manera – respondió él
Comenzaron a subir la montaña, fueron poco a poco, pero al ser un lugar conocido no les costó mucho llegar a la cima, allá la vista era hermosa y decidieron descansar unos minutos antes de bajar.
-Te amo – ella apoyó su cabeza en el hombro de él y su voz sonaba emotiva
Alejandro volteó hacia ella quería sentirla entre sus brazos y comenzó a ver como su cuerpo iba desapareciendo lentamente sin él poder hacer nada.
-¡Nooooooooooo! – el grito salió con fuerza de su garganta
Se despertó sobresaltado, sentía las gotas de sudor correr por su rostro y su espalda, a la vez que sentía una gran tristeza en su pecho, volteó hacia el otro lado de la cama y lo notó vacío como siempre.
Respiró de manera intensa tratando de disminuir el pesar que lo había embargado y se calmó luego de unos cuantos minutos, se levantó de la cama y fue a la cocina, en donde buscó una botella de agua para tomársela toda de un solo trago, sentía la garganta seca y una terrible sensación que lo quemaba por dentro.
Volvió a la habitación, se cambió de ropa para vestirse con un conjunto deportivo y se fue a correr, necesitaba sacarse de la piel ese sueño que había tenido y que cada vez que se repetía le hacia tanto daño.
Cassandra se encontraba recién llegada a ciudad X, había ido a ese lugar para poder superar todo lo que había vivido con su expareja, su tío el padre Joaquín, la llevó a vivir con él al tener que ir a buscarla en la ciudad donde vivía.
Esa tarde la joven estaba en el comedor con su tío, quien esteba preocupado ya que la chica apenas probaba bocado cada vez que se sentaban a la mesa y sintió un dolor terrible por ella, ya que parecía no querer nada en la vida.
El plato frente a ella estaba prácticamente lleno, los pensamientos en su cabeza no la dejaban y eso le había quitado el apetito por completo, mientras tanto su tío la miraba, sin pronunciar palabra.
Cuando este terminó de comer, la llevó a dar un paseo por donde vivía, así que salieron al patio en donde había un jardín bastante amplio en el que había unas bancas y a Joaquín le encantaba sentarse y pasar el tiempo, era ese sitio especial en donde pensaba acerca de sus problemas y usualmente les conseguía una solución.
En ese lugar había unos árboles espesos que proporcionaban sombra haciendo que el clima se sintiera agradable, a la vez que se había encargado de plantar flores de muchos tipos y colores.
Mientras caminaban Joaquín le contaba a su sobrina alguna historia de las muchas cosas que había vivido, mientras el hombre hablaba Cassandra estaba inmersa en sus pensamientos por lo que no escuchó ni prestó atención a ninguna de las palabras dichas.
Sólo reaccionó cuando su tío pronunció su nombre y fue cuando se dio cuenta de que no sabía de lo que le habían hablado, vio el rostro de Joaquín y notó que estaba esperando una respuesta de su parte, por lo que ella solo asintió mientras lo miraba fijamente a los ojos.
-¡Qué bueno que hayas aceptado!, no sabes lo mucho que me alegra —dijo él y siguieron caminando
—¡Ajá! —fue lo único que pasó por su mente como respuesta
-Perfecto —Joaquín le regaló una sonrisa y se dio cuenta rápidamente que su sobrina no le había prestado la más mínima atención.
Cuando ya estaban de vuelta en la casa pudieron notar que había alguien en la entrada de la casa y la persona comenzó a llamar a Joaquín mientras hacía unas señas con las manos, por lo que el hombre se acercó a la mujer y Cassandra lo siguió.
La chica notó que su tío conocía a la mujer y tenían una buena relación, ya que él la abrazó al saludarla y su sonrisa también lo delataba.
La mujer tendría unos cuarenta años, su piel era clara, pero tenía un tono bronceado que la hacía ver llamativa, su complexión era robusta y su cabello negro rizado, lo abrazó dándole la bienvenida después de no haberlo visto por varias semanas.
El padre Joaquín volteó hacia donde estaba su sobrina y le presentó a la mujer quien se llamaba Elena, Cassandra le dio la mano como cortesía, pero la mujer le tomó la mano de inmediato y la haló hacia ella para darle un fuerte abrazo con la finalidad de que se sienta bienvenida.
Todos entraron a la casa mientras el padre le preguntaba a Elena sobre las novedades del lugar, Cassandra se sentía cansada y comenzó a bostezar para que se dieran cuenta de su situación e irse a su habitación.
Por lo que al hacerlo los dos la miraron, Joaquín le dio un beso en la frente y le hizo una seña con la mano para que se fuera a descansar.
—Cassy no se te vaya olvidar lo que hablamos —Hugo sonrió con un toque de picardía.
—No te preocupes, no lo olvidaré — respondió sin recordar lo que había aceptado
Casandra camino hacia su habitación y se acostó en la cama, duró un buen rato acostada sin poder conciliar el sueño, ya que siempre estaba en estado de ansiedad, lo cual le sucedía desde aquel día.
—Como pude ser tan tonta e ilusa — se reprochaba mientras un dolor intenso le presionaba el pecho
Una gran tristeza comenzó a tomar su cuerpo y sus pensamientos, su llanto comenzó a surgir mientras se hacia la misma pregunta una y otra vez ¿Cómo pudiste hacerme eso, si decías que me amabas tanto?
No supo a que hora se quedó dormida, pero no fue para nada temprano y después de mucho llorar, lo que si supo es que cuando la despertaron unos golpes en la puerta aún era de madrugada.
-Cassy, hija, despierta, ya son las 5: 30, levántate, te espero abajo – era la voz de Joaquín quien hablaba al otro lado
-¿Qué?, es demasiado temprano – refunfuño
-¡No me digas que te quedaste dormida!, me dijiste ayer que me ayudarías en el cuidado del huerto hoy – el hombre se estaba divirtiendo al saber lo contrariada que debía estar su sobrina
-¡Cierto!, dame unos minutos para cambiarme y ya bajo – su humor era terrible
De igual manera se levantó y se cambió de ropa rápidamente, al salir de la habitación notó que estaba haciendo muchísimo frio y volvió a colocarse un suéter para cubrirse del inclemente frio, no recordaba haber aceptado semejante castigo y debía aceptar que no había escuchado ni una palabra de lo que le había dicho su tío.
Al llegar donde estaba su tío notó que el estaba con una sonrisa tan amplia que solo pudo pensar que lo había tramado tanto con anterioridad, así que prefirió no decir absolutamente nada al respecto.
Salieron de la casa y se dirigieron al huerto, en donde trabajaron por 3 horas seguidas quitando las malas hierbas, colocando palos y plantando algunas semillas, estuvo tan ocupada que en pocos minutos dejó de sentir frio y las gotas de sudor comenzaron a recorrer su cuerpo.
Justo cuando su cuerpo comenzó a sentir que se desmayaba del hambre su tio le dijo que habían terminado y que irían a desayunar.
-Vamos a ducharnos y luego desayunaremos – el hombre sonrió al ver el rostro cansado de su sobrina
-¿Nos tenemos que duchar? – preguntó ella de inmediato
-No pensaras sentarte en la mesa, así como estas, la comida es sagrada y no la puedes tomar en esas fachas – el se divertía al ver la cara de la chica
Cassandra solo podía pensar en que estaba al punto del desmayo, tenía muchísima hambre y estaba demasiado cansada, lo miró y se dirigió a la casa rápidamente, cuando llegó fue de inmediato a su habitación, se dio una ducha veloz, se cambió de ropa y bajó de inmediato a desayunar.
Cuando Cassandra entró a la cocina pudo ver a Elena en la cocina realizando el desayuno, por lo que decidió ayudarla.
Hacia algún tiempo que no sentía apetito de esa manera, no sabía exactamente desde hacía cuanto, dos meses o tal vez tres, no estaba segura, lo que sí sabía era que el olor que inundaba el lugar era delicioso y estaba disfrutando el momento.
Unos minutos después llegó Joaquín a la cocina y se sorprendió de verla allí ayudando, era la primera vez que la veía tan animada desde que había llegado a la ciudad.
El tenía hambre y el olor del café en conjunto con lo que estaba preparando Elena lo había motivado a bajar rápidamente y a sentarse en la mesa.
Elena al verlo le sirvió la comida y se la coloco al frente, a la vez que le hizo una seña a Cassandra para que también se sentará y le colocó un plato en frente.
La chica al ver la comida se le lanzó encima, dejando a su tío anonadado al verla comer de esa manera, supo que lo que había hecho comenzaba a generar efectos y eso le dio una idea, la tendría ocupada para que saliera de su ensimismamiento.
-Come con cuidado, te vas a atragantar - la chica lo miro y se sonrojó
Ella no había notado que estaba comiendo demasiado rápido.
Al terminar de comer comenzó a recoger la mesa y vio que su tío se levantó de la mesa.
-¿Vas a descansar un rato? - le preguntó Cassandra al padre Joaquín
-Nada de descanso, vamos a ir al orfanato a cuidar de los niños que se encuentran ahí - le comentó como si nada
Los ojos de Cassandra se abrieron como platos, se sentía terriblemente cansada después del trabajo en el huerto y notó qué su tío tenía una sonrisa pícara en los labios.
-Ayer te comenté los planos que tenía para hoy y tu aceptas, de verdad que no creí que le dijeras que si a todo - ella respiró profundo y siguió a su tio
Mientras tanto en otro lugar de la ciudad estaba Alejandro en su empresa mirando por uno de los grandes ventanales de su oficina, mientras pensaba en la llamada que acababa de colgar en donde uno de sus amigos le había contado que ya se habían culminado los trabajos de las casas que Angélica había diseñado.
En su mirada se notaba la nostalgia que le generaban los recuerdos de su amada y su corazón se estrujada cuando pensaba en ella.
Estaba recordando todas esas noches que ella había pasado sin dormir para trabajar en esos planos, todo el tiempo que ella había invertido para que cada cosa fuera perfecta, por lo que de forma automática metió su mano en el bolsillo y sintió el único objeto que tenía de ella.
Era algo pequeño, pero lo sentía como un gran tesoro y lo ayudaba a creer que ella estaba más cerca de él, era un collar que tenía un dije en forma de mariposa, el cual estaba elaborado con oro blanco y tenía incrustadas varias gemas de color morado.
Recordó el momento en que el obsequio el collar, la había invitado al mejor restaurante de la ciudad para celebrar que había terminado el proyecto, aún podía recordar lo hermosa que estaba ese día.
Llevaba puesto un hermoso vestido blanco con cuello v y unos hermosos tacones rojos, mientras que su cabello lo llevaba rizado y enmarcaba su rostro de una manera que solo ella podía llevar.
Lo que más le había gustado era el tono de sus labios, eran tan rojos que resaltaba en su rostro y de solo verlos le provocaba besarlos hasta perder la razón.
Ese día ella estaba sumamente emocionada porque le habían aprobado los planos y pronto comenzaría las obras para su construcción.
-A mi jefe le encantaron los planos y estoy segura de que a las familias les van a encantar las casas cuando estén culminadas - su emoción era contagiosa
-Yo estaba seguro de que sería así, eres la mejor arquitecta que conozco y trabajaste muy duro para lograrlo - Alejandro estaba feliz al verla realizar sus sueños
-Si sigues diciendo esas cosas me las voy a creer - respondió mientras chocaban las copas en un brindis
Alejandro saco de su bolsillo una pequeña bolsa de tela de color morado y se la entregó, ella lo aceptó mientras se mordía el labio suavemente, lo abrió y sacó el delicado presente que el le estaba entregando.
Ella lo miró con los ojos cristalizados, le encantaba recibir obsequios de su enamorado y adoraba las mariposas.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por alguien que tocaba la puerta.
-Pase - dijo con voz seria
Vio entrar a su asistente con un montón de documentos
-Me enviaron para que le pidiera aprobación de estos gastos... Son de su padre - la asistente coloco los documentos en el escritorio y se quedo esperando su firma
Alejandro se sentó en su escritorio y comenzó a revisar cada uno de los papeles que tenía en frente, no podía creer la manera en que su padre derrochaba el dinero de la compañía.
-Por favor, dile a mi padre que venga, necesito hablar con el de esto - Alejandro tenía dos de sus dedos en su frente
Estaba intentando calmarse, sabía que la conversación que tendría con su padre no sería sencilla, debia intentar convencerlo de reducir sus gastos y esa no era tarea fácil.
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