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El Mago Que Quemó Todo

1. Cedric Thornfield

Todo empezó como una mentira, el mago que quemó todo, quien tuvo el poder para destruir a los magos negros, alguien que fingió desde un principio.

En un antiguo pueblo, situado entre las montañas y rodeado por el verde bosque, había una taberna cálida y acogedora que albergaba a los mejores amigos y aventureros: Cedric Thornfield, un mago de gran talento pero, según decían sus compañeros, algo perezoso y mujeriego; Theron Frsheart, un loco compañero que le seguía sus locuras; Freya Stormwatcher, una curandera enérgica y sabia; y Magnus Shadowlock, un mago místico y sabio en los secretos arcano. Evangilne Silverleaf, la más poderosa maga del grupo, que se habia graduado antes que sus compañeros y trabajaba en seguridad y Caspian Sunfire, el mago más centrado y aburrido del grupo.

El frío invierno había dado paso a la primavera fresca, y el sol redescendía entre las casas del pueblo mientras los amigos se reunían para tomar una copa de vino en la taberna La Estrella Encantada. La mesa estaba llena de chispazos de risa y buen humor, intercalados con anécdotas sobre aventuras pasadas y desafiantes tetrágotos que Cedric había resuelto.

—¿Por qué no utilizas tu magia para ayudar más a los demás en lugar de sentarte aquí todos los días bebiendo?— preguntó Caspian, con una mirada de padre amable pero preocupado hacia su amigo Cedric. —Hay mucho que hacer en este mundo.—

—Caspian— contestó Cedric sonriente y levantando su copa para tomar un sorbo, —la magia es como la medicina: debe ser utilizada en el momento adecuado y en necesidades justas. Ahora me siento feliz entre mis amigos, disfrutando de esta hermosa noche.—

“Es cierto Caspian, al menos Evangeline no trata de sorprender a nadie con su inteligencia, ella solo disfruta del momento, si estuviera con nosotros estaria de acuerdo que eres un aburrido” defendió Freya.

La conversación continuó mientras los amigos compartieron su comida y sus historias, rodeados del encanto y la alegría que solo se encuentra en la buena compañía.

Después de varias copas más y rodeados del ambiente festivo de la —La Estrella Encantada—, Cedric, quien hasta entonces había mantenido una actitud relajada y tranquila entre sus amigos, sintió un impulso súbito que lo llevó a levantarse y observar con atención una mesa situada en un rincón de la taberna. En ella, sentada y rodeada por la oscuridad, se encontraba una hermosa mujer que le llamó la atención desde el momento en que la vio pasar por la puerta.

La mujer era hermosísima, con cabellera ondulante de color castaño rojizo y ojos azules profundos que brillaban con sabiduría e intriga. Cedric sintió que sus ojos se atraparon en la suya, como si fueran la punta de una flecha hecha por los dioses para unir almas.

Con la impulsividad que le caracterizaba cuando estaba borracho, Cedric no dudó ni un segundo en utilizar su sonrisa para desplegar su mayor encanto y atrapar la atención de la hermosa mujer. Al son de una melodía mágica que salió de sus manos, los ojos azules de ella se dilataron con sorpresa, seguidos por un sonrisa seductora.

—¿Acaso eres de quien mencionan los rumores? Cedric el mago, quien esconde el poder del dragón—, preguntó la mujer en voz baja y suave como un viento de primavera, mirándose fijamente Cedric. —Mi nombre es Evelyn, y me siento encantada con el encanto que acaba de desplegar.—

Cedric, no podía creer lo que había hecho: enamorar a una bella mujer desconocida tan solo con su reputación, en un momento de borrachería.

Después de salir de la taberna, rodeados por la oscuridad pero con la luz de las estrellas brillando sobre su rostro, Cedric y Evelyn se apartaron del grupo para encontrarse en un lugar más privado. Allí, los dos se sintieron liberados por la alegría y el encanto que les habían llevado a cruzar caminos en aquel momento, mientras disfrutaban de la conversación y la música mágica de Cedric.

—¿Por qué no te asomaste antes al lado de mi mesa?— preguntó Evelyn con un sonrisa encantadora. —Me hice eco de tu reputación, y me encantó el ritmo y los acordes que surgían de tus manos.—

—Estaba disfrutando de la compañía de mis amigos—, respondió Cedric, —pero al oír tu voz e ver tu rostro entre la oscuridad, me sintí envuelto por una fuerza mágica que necesitaba compartir contigo. Y aquí estamos.—

Comenzaron a caminar lentamente hacia un lugar más allá del alcance de las velas y antorchas de la taberna, donde la luz lunar y estrellada iluminaba su camino. Al llegar a un rincón apartado y escapado del mundo exterior, Cedric desplegó otro encanto que armonizaba con el ruido leve del mar que se oía en la distancia.

—Está bien que nos otorguemos esta alegría—, dijo Evelyn, cayendo lentamente sobre un mantel de hierba fresca y sostenida por los brazos de Cedric. —Yo también me he sentido atraída por tu encanto, y descubrir si son ciertos los rumores.—

Mientras el tiempo pasaba y las estrellas brillaban sobre ellos, los gemidos suaves de Evelyn se escucharon entre la música mágica y la risa de Cedric. Aunque nadie podía verlos ni oír sus palabras desde el exterior, en aquel momento, la magia amorosa los unió en un vínculo que duraría por siempre.

Con el tiempo y las estrellas pasando, Cedric y Evelyn se entregaron al placer mágico y a la alegría de compañerismo que les envolvió. No obstante, como la noche avanzaba y las horas transcurrían.

—Debemos regresar—, dijo Cedric al sentirse despedido, —me siento muy agradecido por esta noche magica con ti, Evelyn, pero debo cuidar de mis amigos y cumplir mis obligaciones.—

Evelyn le ofreció un beso apasionado antes de que Cedric desapareciera junto con la magia que los mantenía juntos. En el camino hacia casa, aunque lleno de alegría y recuerdos de aquel encuentro mágico, Cedric no pudo evitar reflexionar sobre su futuro y cómo este episodio podría afectar su reputación entre los amigos y la comunidad mágica. No le importaba, tan solo cantaba al son de los pájaros mientras tambaleaba de un lado a otro.

Mientras se acostumbraba a su entorno y trataba de superar el peso del recuerdo nocturno, Cedric notó un paquete en la puerta. Se acercó hacia él y, al abrirlo, encontró una canasta llena de atención: dentro se encontraba un bebé apenas de tres meses con un mechón rojo similar a su propio cabello, así como ojos que le recordaban su coloración. Asimismo, encontró una nota junto al niño que decía: —Este es tu hijo, su nombre es Lysander—.

En ese momento, la emoción y la sorpresa tomaron por completo a Cedric, haciendo que su estado de borrachera se desvaneciera ante la mirada inocente del pequeño ser que se le había dado como su castigo.

2. Las novias de Cedric

Después de enfrentarse a la realidad de ser padre y descubrir la nota mágica que le anunciaba esta nueva etapa en su vida, Cedric se vio obligado a encontrar un equilibrio entre su vida.

En lugar de pasar el resto de su tiempo en solitario reflexionando sobre su situación, Cedric decidió regresar a la taberna donde había gastado gran parte de la noche anterior. Allí, se reunió con sus amigos y trató de compartir con ellos lo que había descubierto al despertar: una canasta con un bebé apenas de tres meses, cuyo origen y significado eran misteriosos.

Los amigos de Cedric, comprendiendo la situación inusual que ahora le encontraba, empezaron a burlarse de él. Sin embargo, cuando intentó alimentar al bebé sin el menor esfuerzo, sus acciones quedaron en evidencia frente a los ojos de su compañero Theron, quien se burló de él.

 —Por fin recibes consecuencias. Ahora tienes que cuidar a alguien más que a ti mismo”.

—Encontrare a la madre y le devolveré a Lysander— dijo Cedric sin ánimos de mostrar responsabilidad.

En medio de la presión de Theron y la comprensión limitada sobre cómo cuidar a un ser tan inusual, Cedric no pudo ocultar su desesperanza de que esa situación no durara mucho. Pero mientras sus pensamientos oscilaban entre el miedo al fracaso y la incertidumbre acerca del por qué y cómo había llegado a estar en su casa, entró Freya.

Freya miró a Cedric con odio y repulsión cuando observo como Cedric sostenía al pequeño bebe,  Entonces, sin más palabras, se acercó al niño, tomándolo en sus propias manos para demostrarle cómo alimentarlo y cuidar de él de manera efectiva. En ese momento, el bebé sonrió nuevamente, como si reconociera a Freya como una figura amorosa y segura.

En ese momento, cuando Freya acercaba el bebé un poco de leche a sus labios para alimentarlo, se detuvo y miró a Cedric con una sonrisa amable mezclada con un cierta dose de reproche. Con su voz llena de reclamo, Freya le dijo:

—Veo que tienes algun sentido común de como alimentar a un bebe, mi amigo tonto. No puedes abandonar tu responsabilidad tan fácilmente y pensar en buscar a su madre...—

Mientras Freya hablaba, Cedric se sentía azotado por su falta de atención hacia Freya, ella seguia hablando sin dejar de dar algun que otro insulto con cada palabra. Su mirada reflejó la confusión y la pena por haber pasado tanto al pensar en su obligación como padre. Sin embargo, cuando vio cómo Freya tomaba el trabajo de alimentar al bebé con tranquilidad y efectividad.

—Gracias por tu ayuda, Freya—, dijo Cedric mientras apreciaba cómo alimentaba a su hijo sin ningún problema evidente. —Yo sabía que tendría que hacerlo correctamente pero, en mi defensa de desesperación, olvidé como alimentar a un niño.—

Una vez que Freya había terminado de alimentar al bebé mágico y lo devolvió a sus brazos, Cedric le dijo con un esfuerzo por mantener su optimismo:

—No te preocupes, Freya. Todo esto se volverá a normalizar, regresaré al bebé a su madre y no tendrás que preocuparte acerca de él.—

Freya hizo una mueca de desprecio.

—Eres un idiota, de seguro podria ser hijo de cualquiera, no creo que tengas en una lista todas tus aventuras—

 —Puede que tu estés en punto, Freya, pero en realidad si recuerdo cada una de las chicas, como olvidar esos momentos que deciden compartir conmigo. Así que por la edad de Lysander, solo queda una lista reducida a diez chicas.—

Inmediatamente, los ojos de todos se dirigieron hacia Cedric y otra serie de amigos que habían estado escuchando silenciosamente. Algunos se quedaron callados, mientras otros no pudieron evitar sonreír al escuchar la conversación y el número reducido de candidatas.

Mientras la conversación entre Cedric y sus amigos seguía en su curso, oyeron el ruido de alguien entrando a la sala. Se levantaron los ojos para ver a Evangeline, quien caminaba con cierta fatiga visible en su rostro. Su entrada brusco la atención de todos y encontró un lugar para sentarse junto a sus amigos.

—Hemos estado trabajando demasiado tiempo para intentar controlar los problemas causados por los magos oscuros, y me siento agotada hasta los huesos.— Ella se inclinó hacia adelante y solicitó a alguien traerle una cerveza fría. —Hace mucho tiempo que no he tenido una hora para relajarme y olvidar mis problemas, así que me apresuro a aprovechar esta oportunidad mientras pueda. Cedric, lo siento, pero no tengo tiempo para escuchar tus aventuras—.

—Debe ser difícil, ha habido demasiados ataques de magos negros por la zona, tener que controlar toda la ciudad debe ser un caos—.

—Estos días ha sido de los peores—señalo Evangeline, —Se unen como abejas organizándose, atacando carrozas y hogares a la lejanía, nunca dejan testigos aunque siempre ocurren cosas extrañas, mis superiores tienen la teoría de que están buscando algo en la zona, algo tan poderoso y devastador que tenemos que detenerlos, pero ni siquiera somos capaces de capturar a uno con vida, todos desean morir antes de que revelar algo—.

3. Clara Rodcliffe

Cedric caminaba por la ciudad, pensando en todas las posibilidades. Su primer paso había sido pensar en las antiguas amistades y novias, y Clara Rodcliffe era su primera opción en la lista. Era una chica atractiva e inteligente, pero también bastante inestable. Tenía un encanto infantil que Cedric siempre había encontrado irresistible. Habían pasado muchas noches felices con ella. Pero eso era todo lo que sabía de Clara en aquel momento.

Mientras caminaba, Cedric sostenía al bebé en sus brazos, cuidadosamente para no despertarle, y que llorara en silencio. El pequeño estaba expresando su angustia por la situación y su deseo de volver a casa, pero Cedric también sabía que era demasiado joven para comprender la verdadera gravedad de la cosa. Lysander había nacido con un encanto especial que hacía que todos se sintieran atraídos por él, y ese encanto era lo que le permitía a Cedric llevarlo en sus brazos sin causar sospechas. Pero sabía que no podría durar mucho así.

Cuando llegó al final de la calle, se encontró frente a la casa de Clara. Era una pequeña casa de madera con un parqueo en el patio trasero y un jardín en el lado izquierdo. A medida que Cedric se acercaba, pudo ver a través de las ventanas del salón a Clara.

Cedric tocó la puerta de la casa con cierta esperanza en su rostro, era la primera oportunidad de diez, podria tener buena suerte en ese momento.

Clara había cambiado mucho desde los tiempos en que habían sido amantes. Ahora tenía 17 años y tenía el cabello corto y rizado, y sus cejas se unían en una línea continua sobre el nariz. Tenía una figura delgada y su rostro parecía vacío, como si no hubiera nada dentro de él. Cuando vio a Cedric, expresó tanto repulción como enojo en su mirada.

—Clara—, dijo Cedric, —te pido perdón por venir aquí. Pero necesito hablar contigo—.

Lysander empezó a llorar quietamente en sus brazos, y Clara se acercó para observar al bebé. Luego le dijo: —Por fin, el karma hizo algo bueno. Ahora tendrás que hacerte responsable de este acto, Cedric—.

Después de esa declaración, Clara cerró la puerta en sus narices. Sin que Cedric pudiera decir palabra alguna.

Cedric caminó hacia la plaza más cercana y se sentó en una banca. Allí, mientras Lysander jugaba con sus manos, observó la lista de antiguas novias en la ropa interior de su chaqueta. Tachó el nombre de Clara con cierto reproche. No podía ser la madre de Lysander, no despues de verse sorprendida.

Tan pronto como tachó el nombre de Clara, su mano se desplazó hacia otra antigua novia llamada Camila Lancaster. Era una chica encantadora y sexy, con cabello largo y ondulado y ojos verdes brillantes como las perlas. Tenía 28 años y era la dueña de un club nocturno llamado El Sátiro, que estaba ubicado en el centro de la ciudad. Camila tenía una vida llena de hombres y era propensa a mantener relaciones sin compromisos emocionales. Parecía ser perfecta para la situación, dado que no queria responsabilidades.

Cuando estaba con Camila, él había sentido un tipo de cautividad, como si ella lo atrajera y lo mantuviera en su esfera de influencia. Esa sensación le recordaba como si fuera el alimento de una araña, por eso terminó con ella. Y en ese momento Camila estaba en la cima de su lista.

De pronto, se escuchó una explosión en la distancia. El humo comenzó a salir por las alturas y las personas empezaron a correr en dirección contraria al humo. Lysander comenzó a llorar con mayor intensidad. Cedric lo abrazó y dijo:

—No te preocupes, niño. Estamos cerca de casa—.

Desde el principio, Cedric culpó a los magos negros.

—Eses locos están empezando a atacar en horas de día—, dijo. Se puso en pie y llevó a Lysander en su pecho mientras corría hacia su casa, buscando proteger al bebé de cualquier peligro.

Cedric se sintió culpable internamente por Lysander. Si no fuera por el bebé, él podría haber peleado con los magos negros y puesto a salvo la ciudad. Si su madre no lo hubiera dejado en una canasta en la puerta de su casa, él no estaría huyendo como un cobarde.

Cuando llegó a su casa, se paró en el patio trasero y miró hacia arriba. El humo seguía saliendo del edificio que había sido bombardeado.

Cedric observó hacia fuera, donde el humo comenzaba a disiparse y dibujaba patrones en el cielo. Tenía las manos atadas detrás de su espalda. Le reprocharían en la Academia de Magos y le reprocharían sus amigos.

Había un acuerdo entre todos los magos: si empezaba un ataque de magos negros, cada uno tenía que ir a ayudar. Ese era el código, esa era la regla. Ahora Cedric no podía seguirla, porque si lo hacía, perdería a Lysander. Tenía que encontrar una manera de resolver la situación sin poner en peligro al bebé.

Pensó en Camila y en El Sátiro. Ese era el lugar donde ella probablemente estaba. Quizás pudiera hablar con ella y desentrañar algo sobre Lysander.

Cedric pensó en sus tareas pendientes: encontrar a la madre de Lysander y defender la ciudad contra los magos negros. Tenía que elegir entre uno y otro, pero no podía decidir cuál era más importante.

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