Cerca de las 6 de la tarde, Christopher Reid, un joven pelirrojo y atlético de tan solo 23 años, se encontraba en su nuevo apartamento, al que se acababa de mudar. Él movía cajas de un lado para el otro junto a Josep, un joven de la misma edad, era rubio y su amigo, que lo había ido a ayudar con la mudanza. Mientras trabajaban, Chris vio una caja distinta a las demás en todo sentido, era pequeña, de madera, vieja, estaba cubierta de polvo y sellos con una caligrafía extraña, así que, guiado por la curiosidad, él tomó la caja y se la mostró a su amigo.
-Mira esta caja, no recuerdo haberla visto antes.- Chris levantó la caja y se la mostró a Josep, pero en ese momento se dio cuenta de que la caja no era tan liviana como aparentaba.
-¿Qué tiene esa cosa? Parecen letras chinas, aunque ni se entiende.- Josep se acercó a la caja, también con curiosidad.
-Veamos.- Chris dejó la caja en el piso y tomó un cuchillo para poder abrirla, cortando los sellos y sacando la tapa. Dentro había material acolchado y una tela que protegía el contenido. Christopher quitó todo esto y descubrió que el contenido era un pequeño jarrón chino, negro con finos y delicados detalles dorados por toda su superficie.
-¿Un jarrón? Pensé que serían joyas o algo así.- Josep parecía decepcionado con el contenido de la caja.
-Pero pareciera que tiene oro incrustado, debe ser carísimo y aparte se ve que es súper antiguo, nunca había visto un jarrón chino así, parece más arcaico...- Chris notó que al fondo de la caja había una antigua foto, en esta se podía apreciar a su abuelo durante su juventud recibiendo de una anciana el mismo jarrón, aparentemente era una foto de cuando había ido a uno de sus largos viajes al continente asiático, específicamente a China, probablemente en los años 60 o 70. -Es de mi abuelo...-
-¿Se lo habrán regalado?- Josep miró la foto y señalo unas letras que se encontraban en la esquina inferior de la foto, a penas eran legibles por la tinta estropeada, así que incluso si supieran chino mandarín, no podrían leerlas, aunque le daban una extraña sensación de que eran una advertencia, cosa que decidió ignorar.
-Parece que sí, supongo que ahí fue donde escuchó de esas historias que me contaba de pequeño. Había una en particular que me llamaba mi atención.- El pelirrojo dijo con nostalgia.
-¿Por qué?- Josep no parecía particularmente intrigado, pero decidió seguirle la conversación a su amigo.
-No sé, supongo que porque el mensaje de la historia era confuso, igual no recuerdo demasiado, creo que era de una ser místico que visitaba a un emperador y le advertía de distintas amenazas para su imperio, el emperador lo volvió su consejero por su sabiduría y capacidad de predecir tragedias, pero al final la gente empezó a especular que este consejero no predecía las tragedias, sino que las causaba, así que el emperador cegado por la ambición de recuperar su reputación y poder sobre su pueblo, traicionó a su consejero y lo selló en un pequeño objeto, volviéndose un héroe para su gente. Sé que tiene más detalles, pero no me acuerdo, mi abuelo la hacía sonar más interesante.-
-Bah, que hijo de puta el emperador ese, si ese consejero era un ser mágico mejor hubiera matado al emperador.- Josep rio.
-Sí, supongo que sí, era una historia injusta donde gana el "malo".- Chris rio también y fue a su dormitorio para dejar el jarrón sobre su escritorio, había decidido dejarlo ahí provisoriamente mientras terminaba de ordenar, pero se detuvo para quedarse observando el jarrón, era algo hipnótico, no era alguien que creyera en lo esotérico pero el jarrón parecía desprender una extraña vibra, una energía que hacía que Chris se ensimismara viendo y apreciando la belleza del jarrón.
-¡Chris!- Josep exclamó, sacando al pelirrojo de sus pensamientos.
-¿Ah?¿Qué pasó?- Chris dijo confundido.
-¿Cómo que qué paso? Llevas como diez minutos ahí, pensé que te habías muerto o te hacías una paja.- El rubio frunció el ceño, extrañado con la actitud de su amigo.
-No jodas... sólo me distraje.-
-Bueno, deja de distraerte que yo estoy ordenando todo, te voy a terminar cobrando.-
-Ya, ya, perdón, ya voy.- Chris miró una última vez el jarrón y luego regresó al pasillo donde estaban todas las cajas que faltaban por abrir y ordenar para seguir trabajando.
Pasaron cerca de 3 horas donde ambos trabajaron sin parar, no solamente abriendo y moviendo cajas, sino también moviendo muebles y armándolos, así que al final del día, agotados y sudados, se sentaron en el pequeño comedor a beber algunas cervezas.
-Estoy cansado.- Dijo Chris.
-Ya entendí, me estás echando.- Respondió Josep, levantándose de la mesa con una sonrisa.
-Nadie te está echando, idiota.-
-No, pero igual ya es tarde y me van a regañar.-
-Mándale saludos a tu mamá.-
-Sí, mi amor.- Bromeó Josep y tomó sus cosas para irse del apartamento.
Chris se quedó solo y la misma soledad se volvía abrumadora, el apartamento se sentía enorme para una sola persona, ahora con la ausencia de su amigo. Quería ignorar ese sentimiento así que se fue a dar una ducha y prepararse para dormir.
Ya limpio y listo para dormir se fue a recostar a su cama, aunque de nuevo el jarrón llamó su atención, la luz de la luna hacían que los detalles dorados de este se vieran más brillantes, de nuevo el jarrón tenía ese efecto hipnótico sobre Christopher, le causaba un sentimiento de tristeza y nostalgia que acentuaba su sentimiento de soledad, no lograba comprender de donde provenía todo esto.
De nuevo habían pasado cerca de quince minutos, hasta que solo se dio cuenta y salió de su ensimismamiento, todo eso le extrañaba, pero decidió ignorarlo y meterse bajo las sábanas de su cama para intentar dormir. Los minutos pasaron hasta que Chris finalmente se quedó dormido. En un inicio nada pasaba por su cabeza, su sueño solo era un enorme y oscuro vacío sin final, pero de pronto sintió como si abriera los ojos y despertara dentro de su mismo sueño.
Chris abrió sus ojos, pudo ver la brillante luna llena, pero algo estaba mal, era como si no fuera el protagonista de su propio sueño, no era una simple sensación, era un hecho, estaba viendo a través de los ojos de alguien más, pero no sabía quién o qué era lo que encarnaba, por un momento miro hacia abajo y distinguió unas extremidades blancas felinas pero no vio mucho más, no es como que pudiera observarse a sí mismo.
Chris sentía como si estuviera flotando y pronto se dio cuenta de que eso también era un hecho, estaba flotando, o más bien volando. El pudo observar a lo lejos una enorme estructura, parecía un palacio y cada vez se acercaba más a este, hasta que finalmente llegó y reposó sus pies sobre el marco de una ventana abierta que unas finas y delgadas cortinas que se movían con el viento cubrían.
Pasó entre las cortinas y dio a una amplia y lujosa habitación, toda la decoración y la arquitectura concordaba con la antigua China, tal vez alrededor de 2700 años antes de Cristo, sólo que Chris no sabía esta información tan específica, él sólo sabía y concluía que estaba en alguna época antigua probablemente en China.
Dentro de la habitación había una amplia cama en la que yacía un hombre y se acercó, observándolo detenidamente como si lo estuviera admirando, podía sentirse la fascinación. El hombre se despertó y se levantó rápidamente, tomando una actitud y posición defensiva.
-Tranquilo...- Dijo Chris, o más bien quien encarnaba, con una voz suave, tratando de calmarlo. Chris se extrañó porque parecía estar hablando en un idioma ajeno a él y por alguna razón entendía lo que decía, todo era tan confuso, era como si estuviera viendo recuerdos, podía sentir cada emoción como si fuera suya.
-¿Quién eres?- El hombre preguntó, disfrazando su miedo con agresividad, una reacción normal si ves un tigre blanco con seis cuernos aparecer de la nada en tu habitación, podía ser tanto una aparición divina como una maligna, a la cual ningún mortal estaba preparado para actuar y menos estaba preparado para saber cómo sentirse.
La criatura para no asustar más al hombre, tomó una forma humana, quedando desnudo frente a los ojos de este, no sentía pudor por algo así como lo haría un simple humano, para él era algo tan natural que le era totalmente indiferente.
-No temas, he venido a ayudarte. Me dicen Bai Ze.- La criatura sonrió y se acercó despacio al hombre, con su apariencia ahora amable. El hombre parecía atónito, como si estuviera viendo lo más hermoso que jamás había observado.
-¿Ayudarme?¿Sabes quién soy?- El hombre preguntó incrédulo, todavía no procesaba que un ser místico se apareciera frente a sus ojos.
-Claro que lo sé, el gran emperador amarillo, Huangdi.- La criatura sonrió.
-¿He sido bendecido?- Preguntó asombrado.
-Puedes considerarlo una bendición para tu imperio y para ti, porque he tenido visiones donde distintas tragedias azotaran tu creciente imperio, y he venido a ayudarte a que este prospere.- La voz de Bai Ze eran tan tranquila como amable.
-¿Cómo sabré que puedo confiar en ti?-
-Lo harás, tenlo por seguro, la verdad tengo una fascinación por los humanos, y es mi anhelo ayudarte a ti, Huangdi.-
Nervioso el hombre se levantó y buscó entre sus cosas lo que parecía ser una túnica, para entregársela a Bai Ze.
-Ten, un ser divino no debería mostrar su cuerpo tan a la ligera.-
-Gracias.- Bai Ze tomó la delicada prenda y se acercó a un espejo que se encontraba en la habitación para poder vestirse. Curiosamente, Chris no pudo observar s través de los ojos de Bai Ze la apariencia de este, el reflejo en el espejo parecía borroso, era incapaz de reconocerse a si mismo.
-Sé mi consejero, Bai Ze.- Huangdi se acercó a Bai Ze y tomó con suavidad su ello, como si intentara mantenerlo firmemente a su mano
-Ya lo soy, Huangdi.- La criatura miró sus manos que ahora tocaban las del emperador, su corazón parecía estremecerse, era una sensación de calidez que no podía describir y no quería ser soltado por Huangdi
Huangdi y Bai Ze parecían haber formado de manera natural una conexión entre ellos, como si se complementaran perfectamente. Para Bai Ze desde ese momento su fascinación por los humanos pasó a ser una en particular por el emperador, que parecía haber atrapado todo su interés y devoción.
Chris rápidamente captó que ese era el inicio de los recuerdos de una historia entre Huangdi y Bai Ze, una historia que le era tan familiar que le causaba una profunda nostalgia por algo que ni siquiera había experimentado.
Los días pasaban dentro de su cabeza y Huangdi era aconsejado e instruido por Bai Ze y vasto conocimiento, para Chris podía ser eterno, pero para Bai Ze la sensación era de que todo pasaba demasiado rápido, como si deseara que cada instante con Huangdi fuera eterno.
En cada recuerdo se podía sentir como la relación entre ambos se intensificaba más allá de una relación de un emperador y su fiel consejero, incluso más allá de lo que podrían ser amigos. Las miradas entre ambos y las acciones simples que hacían que el corazón se les acelerara volvía todo obvio, pero a pesar de eso, la formalidad debía mantenerse y cada uno debía cumplir con su deber.
Bai Ze sabía lo que se avecinaba, era algo que se podía intuir por las tensas relaciones entre Huandi y Chi You y su batalla silenciosa por las tierras fértiles del valle del río Amarillo, pero también era algo que su nata capacidad de predicción le había advertido, habría una batalla.
Bai Ze durante una noche mientras ambos yacían recostados sobre una amplia cama, decidió contarle lo que se avecinaba y lo que debía hacer para enfrentarlo, pero Huangdi era terco y orgulloso, aunque tuviera junto a él un consejero como Bai Ze, su orgullo le hacía tomar decisiones donde la apariencia era más importante que el resultado.
El día había llegado y gran parte de las fuerzas se preparaban para la batalla, dirigiéndose al valle para preparar el campamento que serviría como base estratégica para Huangdi y sus hombres.
Estaban cerca del campo de batalla y todos estaban alistando sus armas, esto le causaba una ansiedad particular a Bai Ze, sabía de que a pesar un hombre inteligente y racional, su emperador también podía ser terco y fácilmente guiado por su orgullo y honor.
-Mi señor...- Dijo Bai Ze, acercándose al emperador, quien probaba su armadura y revisaba sus armas, con toda la disposición a pelear.
-Bai Ze, ¿qué pasa?- Huangdi estaba serio, no parecía darle mucha atención a su consejero, que estaba bastante desesperado e inquieto.
-Por favor escúcheme señor, no tiene que pelear hoy, debe esperar, la niebla es espesa, es peligroso.- Bai parecía angustiado, no sabía cómo hacer que su amado emperador le escuchara.
-Bai Ze, Chi You ha atacado a mi hermano el emperador Yan, está avanzando en nuestras tierras, ha enviado a su tribu contra nosotros, debemos reaccionar y enfrentarlos, no puedo quedarme de brazos cruzados.- Dijo con una seriedad que Bai no había visto antes, estaba sorprendido por esto, incluso le podía asustar.
-Pero mi señor, sólo le pido que espere un po...-
-Bai Ze, pelearé.- Dijo Huangdi, interrumpiendo a Bai Ze, ya decidido con lo que haría.
Bai Ze se quedó mirando con angustia como su amado emperador salía de la carpa para ir a ver a sus hombres que se comenzaban a dirigir a la batalla y darles órdenes. Qué más podía hhacer Bai por más que aconsejara a Huangdi con sus visiones, él parecía aún no creerle del todo y no podía controlarlo.
La batalla se dio en la espesa niebla tal y como Bai Ze había advertido, pero para el emperador Amarillo eso no debía ser impedimento, el enfrentamiento no era simple venganza por su hermano, era por proteger sus tierras y su imperio, todo eso también incluía su orgullo y honor como hombre y emperador de extensas tierras por el río Amarillo.
Huangdi envió a sus hombres, la tribu Yanhuang, en respuesta a las emboscadas y ataques de la tribu invasora de Chi You, la tribu Jiuli. La batalla se había vuelto sangrienta para ambos lados, las muertes aumentaban de manera exagerada, así que la Chi You dio la orden de retirada a sus hombres. Aprovechando la retirada de Chi You, Huangdi igualmente retiró a sus hombres.
Ya en el campamento, Huangdi entró a su carpa cubierto de sangre lo que a simple vista hacía creer que estaba sumamente lastimado. Bai Ze al ver esto se levantó rápidamente para ayudarlo, pero pronto noto que esa no era su sangre, sino que probablemente de toda ls gente que había muerto en batalla.
-Mi señor...- Bai Ze ayudó a Huangdi a quitar su pesada armadura.
-Tenías razón, nos emboscaron en la niebla... lo siento.- Huangdi suspiro cansado, y una vez estuvo sin su armadura, se sentó, mirando a Bai Ze.
-Está bien, mi señor... está bien, es mi culpa, debí saber cómo detenerlo.- Bai se puso en frentede su emperador, tomó un paño húmedo para limpiar su rostro y así también poder curar sus heridas.
-Auch...- Se quejó levemente y sonrió, parecía disfrutar la atención de su consejero.
-Lo siento, ¿fui muy brusco? Es sólo un pequeño corte.- Lo miró apenado, creyendo que había sido descuidado con su señor.
-No, sólo arde un poco, pero estoy bien.- Huangdi detuvo a Bai Ze y tomó su muñeca con suavidad para que soltara el paño. -No tienes que hacer esto, eres mi consejero, no mi médico, puedo llamar a alguien más.-
-¿Sólo soy tu consejero? No quiero que mi señor llame a alguien más.- Bai Ze dijo con decepción, casi que haciendo un pequeño y tierno puchero.
-Claro que no, es obvio que eres más que eso...- Huangdi, sin soltarle a Bai las muñecas, lo atrajo hacia él y le plantó un beso en los labios, aunque al principio era torpe, ya que Bai Ze nunca había experimentado algo así en todos sus siglos de vida. Él rápidamente agarró el ritmo del beso, terminando por sentarse sobre las piernas de su amado emperador, volviendo el beso más apasionado, tornándose casi lascivo, pero no podía ir más lejos, no en un momento o lugar así.
-Mi señor... eso fue...- La respiración de Bai estaba agitada, sus mejillas se sentían calientes.
-Un beso, ¿nunca habías dado uno?- Preguntó Huangdi, enternecido con la apariencia de su consejero.
-No, nunca... Es como si cada vez me volviera más humano.- Bai rio con inocencia, así era Bai Ze, a pesar de tener cientos de años, recién se había animado a experimentar la humanidad que anhelaba tener, él nunca pensó que se enamoraría en su contacto con los humanos, pero no se quejaba, estaba feliz por ello.
-Para mí lo eres.- Huangdi con una sonrisa acarició el cabello de Bai, entrelazando sus dedos en este, sus dedos se deslizaban con facilidad.
Se quedaron un rato así, juntos compartiendo un momento de completa ternura y afecto, hasta que fueron interrumpidos por uno de los hombres de Huangdi, lo que les hizo separarse rápidamente como si nada hubiera pasado entre ellos en ese momento. Le habían avisado al emperador, también comandante, que se esperan nuevas órdenes de él. Huangdi pidió los consejos de Bai Ze para actuar esta vez, por ende decidiendo que lo mejor era esperar a que la niebla se disperse. No tardó mucho en llegar ese momento, así que ya preparados y sabiendo las estrategias que Bai Ze ,en su vasta sabiduría, había preparado para la batalla, atacaron a la tribu Jiuli. Increíble Bai Ze consiguió la ayuda de la tribu Xuannu, que ayudo en la batalla, lo que llevó a la victoria de Huangdi y sus hombres, dejando a un moribundo Chi You en el campo de batalla.
De vuelta al palacio, Huangdi estaba completamente convencido y fascinado por las habilidades de su consejero y amante, Bai Ze.
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