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El Rey Manchado

capítulo 1, VALERIANA

En la habitación del palacio La Reina Alba contaba historias a su hijo antes de dormir.

Había una vez una guerra, entre seres buenos y seres malos, esta guerra lastimó a mucha gente, sin embargo una Reina sucia, fue derrotando a cada criatura oscura, aunque hubo una criatura del mal que logró herirla y lastimarla, no solo a ella sino a su bebé que llevaba en su vientre.

Al principio creyó que ese sería su fin, pero algo dentro de ella la hizo resurgir y se levantó de dónde estaba se curó la herida y persiguió a la bestia hasta acabar con ella.

—Mami ¿y qué pasó con el bebé de la Reina sucia?

Mientras la Reina Alba acariciaba el cabello de su hijo, que estaba acostado listo para dormir le dijo.

—Déjame continuar mi amor. Cuando la Reina acabó con esa criatura fue socorrida por su amado esposo, él la llevó al palacio donde con sus mismos libros de medicina, recuerdas que te dije que ella sabe de medicina herbal—el niño asintió efusivamente— bueno el mismo rey busco en los los libros y comenzó a suministrarle medicina natural y ancestral.

—Mami pero…¿Por qué no se curó ella misma con sus poderes?

—No funciona así, sus poderes hacen efecto en otras personas, no en ella misma, ¿continúo o lo dejamos hasta ahí?

—No, no, no, mamá sigue, quiero llegar hasta el final.

—Está bien. Entonces su rey la curó y ella pudo dar a luz a un hermoso bebé, con ojos azules y cachetes regordetes que parecían un melón, y una característica muy especial.

—¿Cuál?, ¿cuál es mamá?.

—Su piel es única, en todos los reinos.

—¿Por qué mamá?.

—Porque tiene unas hermosas manchas, que se acentúan más con la luz del sol, y se ocultan cuando lo baña la luna.

—¡Pero él es muy fuerte!—alzando los brazos.

—Si, es el Rey más fuerte de todos los Reinos con un gran legado.

—Si, él defenderá a todos de los malos, ¿verdad mamá?

—Así es mi amor,  ahora príncipe Kenric a dormir.

La Reina dió un beso en la frente a su hijo y lo cubrió con una manta.

Salió de la habitación y se encontró con el Rey Verchiel, este venía de supervisar las fronteras, no había de qué preocuparse pero él siempre lo hacía por seguridad.

—Mi amada, la más hermosa—levantándola en sus brazos.

—¡Shshshs!, baja la voz,  ahorita fue que logré que Kenric se acostara, ya debe estar por dormir.

—Entonces vamos a nuestra habitación.

Al llegar a la habitación, Verchiel la sujeta muy fuerte por la cintura y la besó con pasión.

—Te deseo tanto mi amada.

—Yo también, pero sabes que dentro de unos minutos, nuestro hijo entrará por esa puerta y nos podrá ver.

—Debemos irnos a la cabaña, definitivamente.

Esto causó risas en la Reina y acarició el rostro de su amado con ternura.

—Ven voy a bañarte, vienes sucio y cansado.

Mientras el Rey entraba en la bañera, la cuál tenía algunas hierbas y esencias que ayudan a relajar al Rey, la hermosa Reina iba a supervisar a su hijo y verificar que ya estuviera durmiendo.

Regresó a la habitación y entró al baño desvistiendose frente a su amado.

—Ahhhhh mi reina ¿Por qué me castigas así?—expresó el Rey tapándose los ojos con una mano.

Esto causó una risa pícara en la Reina y le habló.

—Coloque valeriana en la leche del príncipe, así tendremos tiempo para nosotros.

Verchiel se quitó la mano de los ojos y se levantó bruscamente, atrayendo a su amada hacia él, dentro de la bañera.

Reían como si estuvieran haciendo una travesura, comenzaron a enjabonarse mutuamente acariciando sus lugares privados, Alba ya era toda una mujer experta en expresar lo que sentía y quería.

—¡Ahhh!—lanzó un gemido, le encantaba lo que hacía el rey con sus dedos.

Totalmente acostada dentro de la bañera y sus piernas extendidas sobre los hombros de su amado, sumergida en las aguas tibias de agradable olor, era sin duda una experiencia muy relajante y placentera.

El Rey disfrutaba de ella también, pero luego bajó sus piernas y la atrajo hacia él colocándola sobre él, volviéndose uno.

El agua se derramaba al piso, por el vaivén de sus movimientos, la habitación estaba llena de sonidos indecorosos, emitidos por la pareja de soberanos. Hasta que sus cuerpos tocaron la cima del placer y volvieron a estar quietos, dentro de una bañera casi vacía.

Se limpiaron y salieron de allí, para seguir con la siguiente ronda sobre la cama. El fuego y el amor de estos altos soberanos sobrepasaban todo, aun se amaban como el primer día.

Al día siguiente se celebraría el cumpleaños número cinco del príncipe, ese día habría una pequeña celebración, el príncipe sería coronado con su primera corona.

Estaba muy emocionado le encantaban las fiestas, los trajes hermosos que le colocaban, le gustaba jugar en la tierra y ensuciarse, pero cuando llevaba puesto su traje real lo cuidaba con esmero, tal vez eso se lo inculcó Martha, quien era la encargada de velar de que siempre anduviera impecable.

El príncipe era un niño muy obediente, inteligente, educado con los modales más elegantes, era un niño muy llamativo y más por su aspecto, que a todos les parecía único y bendecido.

Comenzó la celebración y los invitados de los demás reinos llegaron.

Después de la coronación hubo un gran banquete, las nuevas generaciones de nobles,  estaban allí presentes, los adultos los miraban desde lejos, conversaban y jugaban, se sentían seguros de que su legado siempre estaría protegido.

Cuando todo había terminado la reina como todas las noches llevaba a su hijo a la habitación lo acostaba y comenzaba a contar historias, cosa que le agradaba mucho al joven príncipe.

capítulo 2, ¡YO SOY EL REY MANCHADO!

—Bien ¿qué historia quieres para hoy?

—Quiero la del Rey Manchado.

La reina se acomodó en su silla y comenzó a relatar.

—Había una vez un Rey único y hermoso, era muy poderoso, era heredero de un gran reino al igual que un gran legado. Él era inteligente, astuto, pícaro, muy alegre y sobre todo muy, muy guapo, era todo un caballero que tenía a muchas princesas enamoradas.

—Madre, eso no lo habías contado las otras veces.

—Bueno pero ya te lo estoy contando, continuó. Su labor era cuidar del Reino blanco y de los demás reinos, por qué el libro negro aún no se ha destruido y el puede corromper un corazón débil e invadir para sacar a los seres oscuros del libro. Pero solo el rey manchado puede saber dónde está y destruirlo para siempre.

—Mami y ¿cómo es el rey?.

—Es muy guapo, inteligente, poderoso, amado por todos, su apariencia es muy varonil, sus manchas en la piel lo hacen ver y ser especial.

—¿Manchas? Ese rey poderoso tiene manchas,¡ así como las mías! Es un rey manchado.

El pequeño príncipe se emocionaba con cada historia contada por su madre, era la manera en que ella lo iba involucrando con su realidad, con su propósito. Los Reyes decidieron contar todo al príncipe desde un principio, para que no ocurriera lo que pasó con ellos, que al pasar del tiempo se fueron enterando de cosas que ni siquiera imaginaban.

—Si mi pequeñín, las manchas son tal cual como las tuyas y si es un Rey manchado.

El niño sorprendido extendía sus brazos para mirar sus manchas, luego bajó de la cama y fue al espejo y se miró el rostro.

—Madre y ¿cómo se llama el rey manchado?

—¡Kenric! El Rey manchado se llama Kenric.

El niño hizo una gran o con su boca y sus ojos se sobresaltaron.

—¡Se llama igual que yo!—señalandose a si mismo con el dedito.

—Eres tu, pequeño príncipe manchado, pronto serás Rey

La voz del Rey sonó cuando entraba en la habitación y el príncipe salió corriendo a abrazarlo y sorprendido le decía.

—¡Yo papá, yo soy el Rey manchado!. Pero soy pequeño y flaco, ¿cómo es que protegeré a los reinos?

—Mi amor, es cierto aún eres pequeño, de igual manera debes prepararte para el futuro.

—Si, si claro mamá, yo seré tan fuerte como papá y usaré la espada mejor que él.

Alba reía, porque su hijo aún no sabía que ella manejaba la espada mucho mejor que el Rey.

Desde muy temprana edad supo que él era el Rey y guardián de los Reinos y le emocionaba y agradaba todos los deberes que debía cumplir. Sin embargo ese título y esos poderes traían a su vida una serie de situaciones complicadas tanto en su labor cotidiana como en el amor.

En su rutina diaria siempre estaba salir con su padre al jardín y practicar con la espada, el Rey le había mandado hacer una especial para él. En sus conversaciones siempre decía que quería crecer rápido para gobernar su reino blanco, con tan corta edad y ya había planeado hacer muchos cambios en los reinos.

Otra actividad que le encantaba hacer era leer con su madre en el jardín, le apasionaba la idea de comandar y pelear contra los malos, por eso los libros eran de las guerras y hazañas de sus antepasados.

Después de la coronación recibió la visita del Rey Andrew, era mayor que él, pero se la llevaban muy bien, eran casi como hermanos, cada tres o cuatro meses se reunían en el Reino azúl , Rey Andrew soberano del Reino Amarillo, princesa Rose heredera del reino Rojo y Olive hija de Edecio y Alegría.

Estos tres niños eran muy amigos, se la pasaban jugando aunque Olive por se la más pequeña, era tope y lloraba, pero Kenric siempre la consolaba, está vez corriendo se tropezó con una piedra y cayó al piso, haciéndose un raspón en su rodilla, ella lloraba desconsolada y el joven príncipe se acercó a ella.

—Olive, debes tener cuidado.

El colocó sus manos alrededor de la rodilla lastimada, cerró sus ojos y ella sintió algo caliente, cuando él quitó sus manos la rodilla estaba totalmente sanada.

Ambos reían pero miraban a todos lados, ya al príncipe le habían advertido que no debía utilizar sus poderes de manera descontrolada y menos por cosas insignificantes.

—Si nos descubre la Reina, nos va a regañar.

—Mamá está ocupada, así que levántate plumitas y ten más cuidado.

—No me digas así, manchitas.

—Te curé y aún así te burlas de mí, ¡niña plumitas!, ¿a qué no me atrapas?.

El príncipe comenzó a correr para no ser alcanzado por plumitas, le decía así por qué ella siempre llevaba algún adorno con plumas sobre su cabeza, era parte de ella, de su esencia y por ser hija de dos magos obviamente ella tenía magia

Después de eso siguieron jugando por un rato largo. El pasar de los años se hizo presente y esos pequeños se habían convertido en jóvenes, adultos y responsables de sus reinos y de sus deberes, a raíz de esto pasaron años en los que ya no se reunían, sus tantas obligaciones, no se lo permitían.

Los que si se mantenían en contacto siempre eran el Rey Kenric y Olive por vivir en el mismo Reino.

capítulo 3, ESTELA DE LUZ

Desde pequeño Kenric fue entrenado por los mejores Uri fue uno de los primeros que lo entrenó y enseñó cómo y por dónde transitar a caballo, carruajes o a pie, enseñó las zonas más escabrosas y los caminos más cortos, inclusive algunas grietas y cuevas de las montañas que sirvieron para ocultar a su pueblo en la temporada del éxodo.

Su padre el Rey Verchiel le enseñó estrategias de ataque y a pelear cuerpo a cuerpo.

—Padre, ¿me enseñarás a pelear con la espada?

—No hijo, aunque sí podría enseñarte, pero hay una persona que lo hace mejor que yo, inclusive mejor que cualquier guerrero.

El joven Rey sonreía sorprendido y dubitativo.

—¿Quién puede ser mejor que tú padre?indagó Kenric mientras desenvainó su espada.

—¡Yo!—habló la Reina detrás de él.

—¡Madre!—exclamó Kenric sorprendido.

—¡Comencemos!

Los últimos entrenamientos fueron con la espada, él estaba nervioso porque creía que podía lastimar a su madre, pero al comenzar el entrenamiento se dió cuenta que ella era excelente, así que decidió aprender todo de la mejor.

Él estaba maravillado con la habilidad de su madre al manejar la espada, que aún poseía la espada que pasó su padre Amadeo.

A la edad de diez años Kenric fue coronado como Rey del Reino Blanco tomando el control del reino más grande de todos y ésta fué la última vez que se vió con sus amigos.

Andrew ya era el rey del reino Amarillo, tenía muchas obligaciones, también debía comandar el reino solo. Les tocó crecer y madurar antes de tiempo.

Rose era la princesa y debía prepararse para ser la próxima Reina, era muy elegante y fina además de hermosa, en todos los reinos se escuchaba hablar de su inteligencia y belleza.

Kenric comenzó a dar las primeras órdenes en su reino, pero los consejeros y ministros dudaban de las habilidades del joven Rey para comandar y dirigir, sin embargo al pasar el tiempo todos se quedaron en total admiración ya que Kenric hacía a la perfección su trabajo, también contaba con la orientación del mago Edecio, ya que él debía manejar su poder con sabiduría.

El era muy solitario, tenía pocos amigos, pero su fiel amiga de siempre era Olive, con la que más conversaba y compartía su día a día. Entrada la adolescencia el Rey salía todas las noches del reino en su caballo para encontrarse con Olive cerca de la frontera de ambos Reinos.

—¡Hola plumitas!—se burlaba Kenric de Olive.

—¡Hola manchitas!—ambos reían.

El rey bajó de su caballo y se sentó junto a Olive que estaba comiendo frutas, le pasó una manzana a kenric y allí se quedaron un rato largo conversando de lo que habían hecho en el día, ya eran adolescentes, por eso tenian muchas responsabilidades.

Desde niña Olive trabajaba con sus padres los magos Edecio y Alegría en un puesto en el mercado, vendían medicina herbal, aceites, especias y esencias aromáticas.

—¿Has ido al bosque de árboles muertos?—interrogó Olive

—Si, toda esta semana he ido.

—¿Lo has visto?

El rey suspiró profundo y dando un mordisco a la manzana negó con su cabeza.

—¡Entonces aún existe el libro negro!—con gesto de fastidio.

—Por su puesto, hasta que no lo destruya, siempre estará.

—Y…¿sigues escuchando las voces?

—Todos los días plumitas, pero ya estoy acostumbrado.

—Bueno manchitas otro día me llevas contigo al bosque.

—Esta bien plumitas, descansa.

—¡Ah se me olvidaba! toma, esto te ayudará a dormir mejor.

Olive se agarró una pluma pequeña de color blanco de su tocado y se la entregó en las manos, pero resbaló y Kenric la sostuvo se miraron a los ojos ella le sonrió y un poco sonrojada, el acarició un poco la mejilla dejando una pequeña estela de luz en su piel que desapareció rápido, ella sonrió y luego se fue.

Kenric agradeció y se quedó un rato más ahí meditando, mirando la pluma y lo que acababa de pasar, no se explicaba por qué había hecho eso, por qué acarició el rostro de Olive, decidió volver al palacio para no seguir pensando en lo ocurrido.

El se había tomado muy en serio su trabajo y desde la coronación no descansaba, quería que todo estuviera perfecto y su pueblo estuviera seguro y en paz, aunque en las noches se veía con Olive para conversar no volvió a tener ningún acercamiento con ella.

Diez años pasaron desde la coronación del Rey Kenric, los reyes del reino azúl celebrarían el cumpleaños de su hijo, pero querían hacer una gran celebración así que invitaron a todos los nobles de los demás Reinos.

Habían vivido tiempos de calidad, de paz, de tranquilidad, todos los reinos habían superado a la oscuridad, eran prósperos y habían crecido en terreno y población.

Esa noche de fiesta todos estaban felices, sin embargo el Rey Kenric no se sentía muy cómodo.

—¿Madre, es necesario hacer todo esto?

—Si, debemos celebrar tu cumpleaños y tú excelente labor en el Reino.

—Madre, me siento un poco incómodo.

—Tranquilo hijo, puede ser los nervios, por qué han pasado diez años, que no ves a tus amigos y que los demás reyes y nobles no te ven.

—Si, debe ser por eso.

Una vez que el rey estuvo listo bajaron al gran salón a esperar a los invitados.

Comenzaron a llegar carruajes, la música ambientaba el lugar, todo estaba muy elegante y hermoso.

El Rey Kenric hizo su entrada todos hicieron reverencia hasta que se sentó en el trono

y luego aplaudieron, a su lado se sentaron sus padres los reyes Alba y Verchiel, estaban allí mientras iban llegando los demás nobles.

Comenzaron a hacer los anuncios de las personas que iban llegando Kenric siempre mantenía un rostro serio pero con mirada agradable.

— El Rey Andrew del reino Amarillo ha llegado—Anunciaron en la puerta del salón

Kenric se puso de pie con una gran sonrisa, al entrar Andrew, las mujeres quedaban admiradas era un hombre de gran belleza muy masculino y elegante, su cabello perfectamente arreglado, barba limpia digna de un Rey, sus ojos grises hermosos que miraban con disimulo a las mujeres del salón, eso sí era Andrew mujeriego, no había querido casarse aún.

Al llegar frente a kenric se saludaron con un apretón de manos y luego un abrazo, ambos sonreían y se veían felices. Luego saludó a los reyes, Alba apreciaba mucho al joven Rey Andrew.

—Su majestad La Reina Rosemery del Reino rojo y su hija la princesa Rose han llegado al palacio—Anunció el hombre.

La primera en entrar fue la Reina su belleza seguía intacta, parecía que los años no habían pasado, está vez fue la Reina Alba la que se mantuvo de pie, quería recibir a su amiga de manera especial ella había sido la única amiga, en tiempos de guerra.

Mientras las reinas se saludaban de manera cariñosa y se escuchaban aplausos el hombre anuncia la entrada de la princesa Rose/

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