CAPÍTULO 1...
(Liz)
Observo las cuatro paredes que me rodean, mi habitación está llena de cajas sin desempacar. Solo tengo mi cama hecha y al lado de la ventana la jaula de Tomy, mi hámster, mi compañero y más fiel confidente.
Me doy ánimo, y comienzo por acomodar mi ropa, para luego ir desempacando las demás cosas. En una de las cajas encuentro una fotografía de mamá y yo, cuando tan solo tenía 5 años, recuerdo que estábamos viviendo en Florida, cuando mi madre me invitó a tomar helado ese día porque me encontraba de cumpleaños.
Viejos recuerdos que vagan por mi mente, algunos buenos y otros que prefiero olvidar. Ya que mi vida no ha sido fácil, mi madre no es como el común de las madres, ella es madre soltera, pero que ha tomado decisiones qué le han costado muy caro a lo largo de los años.
Decisiones y acciones que nos han hecho escapar del peligro, cambiándonos de ciudad en ciudad, de escuela en escuela y de casa en casa.
Con 17 años, he vivido en 12 ciudades diferentes. No tengo recuerdos de que una me haya marcado como mi hogar, puesto que siempre es lo mismo. Nueva casa, nueva escuela y luego salir huyendo de algún hombre que conoce mi madre.
Sé que para ella no ha sido fácil cargar conmigo, a veces pienso que ella sería más feliz si yo no existiera en su vida, pero aquí estoy y he estado en su vida durante mis 17 años, cuidando de ella, aunque debería ser todo lo contrario.
Mi nombre es Lizbeth, pero de pequeña todos me llaman Liz. Hace tan solo una semana que llegamos a Phoenix, Arizona, una nueva ciudad, en la que me tendré que adaptar, puesto que llevábamos viviendo casi dos años en Fargo, Dakota del norte. Donde el clima es bastante más frío que aquí.
Suelo vestir con ropa holgada, pantalones anchos y grandes sudaderas para ocultar mi figura, por el hecho de que no me gusta llamar la atención y que ningún hombre me mire. Debido a que suelen visitar muchos hombres a mamá porque ella ejerce la profesión más antigua del mundo (La prostitución).
Mi relación con ella, es un poco distante, no es la típica madre cariñosa y atenta, a menudo sale por las noches y llegaba de madrugada, pasada de copas, drogada o golpeada. No la juzgo, pero sus actos le han costado muchas lágrimas, puesto que se ha topado con miserables hombres que casi la han matado a golpes.
Me acostumbré a estar sola, a preparar la comida, lavar mi ropa y hacer los quehaceres de la casa. Mientras mi madre duerme todo el día, para salir nuevamente de noche a ganar unos cuantos dólares.
Laura, mi madre, es una mujer hermosa, tiene su cabello castaño y lacio hasta la cintura, sus ojos son grandes de color verde igual a los míos. A diferencia de ella, yo tengo el cabello rubio que a menudo suelo llevar tomado para así no peinarme.
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Son las seis de la mañana, suena mi despertador y me levanto para tomar una ducha rápida, desayunar junto a Tomy a quien le sirvo su comida.
_ Otro primer día de escuela _ le digo a mi hámster.
Otro primer día en una nueva escuela, el discurso ya me lo sé de memoria, puesto qué he pasado por varias escuelas «Hola, mi nombre es Liz y soy nueva en la ciudad».
Miro el reloj y ya es hora de partir, antes de salir voy a la habitación de Laura, quien duerme en su cama con la misma ropa que salió ayer por la noche. El ambiente huele a alcohol y prefiero dejarla dormir cerrando la puerta sin hacer ruido.
Salgo de casa a tomar el autobús, en la parada, hay varios estudiantes que miran su celular mientras esperan. Hasta que llega el autobús, me subo y me siento en los primeros asientos, porque sé muy bien que en los últimos suelen sentarse los estudiantes más populares. Y yo de popular no tengo nada, de hecho prefiero pasar desapercibida ante la gente.
Al llegar, observo la nueva escuela, la instalación es bastante grande. Los pasillos están llenos de estudiantes, con salones a ambos costados, los casilleros se encuentran en las alas que llevan a los campos de deportes.
Días atrás estuve estudiando la escuela, busqué planos por internet, fotografías y llamé para saber cuál sería el número de mi casillero y mi salón de clases. Me adelanté para no llamar la atención como la chica nueva, que se pierde al no conocer la escuela y así evitar una mala broma que suelen hacer cuando uno no conoce la instalación.
Suena el timbre y camino a mi salón, al entrar tomo el primer puesto vacío que encuentro. No miro a nadie, saco mis cosas de la mochila en la espera que llegue pronto el maestro, puesto que comienzo a escuchar varios murmullos a mi espalda.
_ Buenos días _ saluda la maestra de literatura que llega justo cuando los murmullos comenzaban a ser incómodos.
_ Retomaremos la lectura de la clase anterior _ dice la maestra, mientras camina a mi puesto.
_ ¿Eres la chica nueva?
_ Sí, mi nombre es Liz Launders y soy nueva en la ciudad. _ le digo mientras cruzo los dedos para que no comience con el interrogatorio.
_ Bienvenida Liz _ dice la maestra volviendo a su puesto para retomar la clase.
La hora pasa muy rápido y escucho el timbre avisando el fin de la clase de literatura, tomo mis cosas y salgo rápido a mi casillero para ir a acomodar mis libros que cargo en la mochila.
_ Oye, tú... ¿Eres una especie de otro planeta que vistes con ropa gruesa, habiendo más de 33° de temperatura? _ pregunta un chico que se encuentra junto a un grupo a pocos metros de mí.
(Ignoro la pregunta)
_ Me imagino que te bañas en la piscina con ropa larga _ vuelve a hablar el chico que se me acerca cerrando mi casillero de golpe.
_ ¿Eres sorda que no contestas? _ me pregunta al no responderle.
_ ¡Nos vamos ahora! _ Le ordena a todos, un chico Alto con su cabello despeinado y ojos grises, que pasa por nuestro lado.
Sintiendo una sensación extraña en mi estómago cuando sus ojos se cruzaron por un instante con los míos.
Capitulo 2.
Mi primer día en la escuela lo doy por superado, puesto que fue tranquilo, no llamé la atención y nadie quiso platicar contigo.
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De regreso a la casa, no tomo el autobús y prefiero ir caminando para conocer mejor la ciudad y ver si puedo conseguir un empleo por las tardes, ya que desde muy pequeña qué trabajo porque estoy ahorrando para estudiar en la universidad. Aparte estudio mucho para tener buenas calificaciones para obtener una beca y así cortar las cadenas que me impone la sociedad al saber que soy la hija de una prostituta, que piensan que por el hecho de serlo yo seré igual que mi madre.
Al llegar al centro vi una pizzería con un letrero buscando personal, entré de inmediato, le hablo a una chica que está limpiando una mesa.
_ Hola, vengo por el aviso qué está afuera.
_ Hola, yo te conozco de algún lado _ me dice la chica mientras me mira tratando de recordar mi rostro.
_ No lo creo, soy nueva en la ciudad y no conozco a nadie _ le respondo.
_ Ya sé, eres la chica nueva de mi clase. Mi nombre es Margareth un gusto conocerte, ya que hoy en clases no pude presentarme.
_ Hola, mi nombre es Liz y soy nueva en la ciudad _ es lo único que pasa por mi mente al momento de saludar.
_ Eso ya lo sé Liz, pero a lo que viniste. Sí, necesitamos a otra persona que ayude por las noches, si tú no tienes inconveniente con eso hablaré con el encargado y el puesto será tuyo.
_ Me parece perfecto _ le respondo.
La amable chica fue a hablar con el encargado de inmediato, luego me hizo una pequeña entrevista preguntando si había trabajado antes en una pizzería, a mi suerte sí, trabaje en dos pizzerías anteriormente. Así que conseguí el empleo muy rápido.
Volví a mi casa, hice todos mis deberes tanto los de la casa como los de la escuela. Me cambié de ropa y salí a mi nuevo trabajo en la pizzería.
Al llegar el encargado me entrega un delantal y comienzo lavando una torre de platos sucios que se encontraban en el fregadero. Margareth al verme se viene a despedir, puesto que ella solo trabaja por las tardes.
_ Adiós, que tengas un buen primer día de trabajo _ me dice mientras toma sus cosas y se va.
Trabajé hasta las 10:00 p.m, Tomé un taxi para volver, ya que vivo a varias cuadras del centro.
......................
Al llegar veo a mi madre en el sofá de la sala con un hombre, de unos 45 años, que viste elegante. Yo como de costumbre paso de largo a mi habitación y coloco seguro en la puerta, puesto que he vivido situaciones que preferiría olvidar con los supuestos novios de mamá.
Al otro día...
Me levanto, para ir a la escuela, busco en mi guarda ropa una sudadera negra y un pantalón de buzo del mismo color. Me tomo el cabello, cepillo mis dientes y al salir veo a mi madre despidiendo a ese hombre que de seguro paso toda la noche con ella.
Ya en la escuela reviso el horario y veo que hay clases de natación ¡No puedo tener tan mala suerte! Me digo a mí misma ¿Cómo no vi esa clase?
A pesar de que sé nadar, no me gusta colocarme traje de baño porque al ser tan pequeño y ceñido al cuerpo, va contra lo que deseo ocultar.
Porque mi madre me heredo lo peor de ella, un cuerpo delgado, pero con curvas que remarcan mis caderas y unos senos que parecen hechos por un cirujano plástico al ser tan redondos y firmes.
Hablo con el profesor y le invento que estoy en mi periodo para no hacer la clase. El profesor lo toma de manera natural y me pide que ayude a mis compañeros de clases con las toallas.
Margareth se me acerca vestida con un diminuto traje de baño con el logo de la escuela, el que me llama la atención haciéndome mirar a las demás chicas que llevan puesto lo mismo.
(Estoy perdida, muerta, es como si el universo conspirara para que yo salga a la luz y exponga lo que soy en realidad, pero si deseo tener buenas calificaciones en este ramo tengo que idear un buen plan para no colocarme nunca ese traje de baño.)
_ Hola, ¿Cómo te fue ayer en la pizzería? _ me dice Margareth sacándome de mis pensamientos.
_ Hola, bien gracias _ le respondo ofreciéndole una toalla para que cubra su cuerpo.
_ Sí, necesitas trabajar, mi madre tiene una pequeña empresa de eventos y necesita meseros el sábado por la noche ¿Si quieres te apunto en la lista? _ me dice sonriendo.
_ Sí, gracias, acepto _ le respondo.
_ Mañana te daré la dirección de la fiesta.
_ Gracias _ le vuelvo a repetir.
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A la hora del almuerzo, tomo mi bandeja y me sirvo un poco de comida, observando cada una de las mesas. En una de ella hay un montón de trogloditas sentados sobre la mesa tirando la comida al que pasa por su lado, en otra hay varias chicas que están muy producidas, vestidas con sus minifaldas, grandes escotes y muy maquilladas.Y otras dónde todos se visten de negro y cubren su rostro con su cabello, otros que en vez de almorzar estudian y así una gran diversidad de personas.
Yo jamás almuerzo en el comedor, siempre he salido al patio para estar sola y no llamar la atención cuando alguien se siente a mi lado.
Al rato...
Vuelvo a clases de matemáticas, dónde el maestro nos hace una prueba sorpresa. Al ver el examen, me es fácil responder, ya que hace meses había pasado esa materia y me la sabía casi de memoria.
Término de las primeras y me levanto para entregarle el examen al maestro.
_ Terminé, ¿Puedo retirarme? _ le digo al maestro mientras le pasó el examen en las manos.
_ Es imposible que hayas terminado tan pronto _ me dice tomando un bolígrafo para revisar el examen de inmediato.
_¿Me puedo retirar? _ le vuelvo a preguntar.
_ Un diez, eres la primera alumna que saca un diez en mi clase y en tiempo récord. Deberían ser todos igual que esta estudiante _ dice el profesor para que todos mis compañeros lo escuchen y me miren.
Mi plan de ser desapercibida no está funcionando porque toda la clase clava los ojos en mí. Donde estoy parada al costado del maestro, queriendo salir corriendo del salón para no seguir llamando la atención.
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Capitulo 3.
Estoy feliz porque hoy es viernes, último día de escuela, esperando que el timbre suene para salir, mientras Margareth me entrega un papel con la dirección del evento de su madre.
_ Tienes que estar a las 7:00 p.m, y no llegues tarde, ya que mi madre odia la impuntualidad.
_ Gracias, estaré puntual _ le respondo, tomando mis cosas para volver a casa en el autobús que pasa puntual frente a la escuela.
_ Salgo del salón y veo en el pasillo un grupo de chicos, golpeando y burlándose de uno de mis compañeros de clases, que no puede defenderse porque cinco contra uno para cualquiera es imposible ganar la pelea.
_ Par de estúpidos idiotas, digo entre dientes cuando paso por el lado de ese montón de mastodontes sin cerebro.
_ Uno de ellos logró escuchar y me detiene quedando en frente de mí, mirándome fijamente, buscando en su pequeño cerebro qué palabras ocupar.
_ Permiso _ le digo.
_ ¿Dijiste algo? _ me dice el chico sin moverse.
_ Que me des permiso para seguir caminando _ le respondo.
_ ¡Me crees idiota! ¿Qué fue lo que dijiste antes? _ me grita.
_ ¿Dos clases de idiomas!, dije mientras caminaba pensando en las dos últimas aburridas clases que tuve hoy, y por lo mismo quiero irme luego a casa, pero contigo obstruyendo mi camino no puedo hacerlo _ le respondo mientras comienzo a perder la paciencia.
Porque una cosa es ser una chica, tímida, antisocial, que le gusta estar sola y otra es que no sepa defenderme cuando un idiota me trata de intimidar.
_ Déjala ir _ le dice un chico que está con él, mientras tiene afirmando del cuello a mi compañero de clases.
El animal de dos patas le obedece y se hace a un costado dejándome pasar, aunque su cara me dice que él será como una patada en mi estómago más adelante.
A mi suerte logré alcanzar el autobús y pude llegar temprano a la casa, puesto que hoy trabajaré doble turno en la pizzería. Alcanzándome el tiempo únicamente para dejar mis cosas y comer algo antes de salir.
_ ¿Dónde vas con tanta prisa? _ me dice mi madre que se encuentra acostada en el sofá de la sala fumando un cigarrillo y bebiendo de la botella de whisky que sostiene con su otra mano.
_ A mi nuevo trabajo, en la pizzería que está al costado del centro comercial _ le respondo para que no me haga más preguntas, porque con lo ebria que se encuentra de seguro comenzará con su sentimentalismo barato y el cargo de conciencia que le baja solo cuando está borracha.
Saldo de casa sin despedirme y me voy a la pizzería logrando llegar a tiempo.
_ Liz, atiende la mesa cuatro mientras yo preparo unos pedidos que me tienen un poco retrasado _ me dice el encargado.
Me coloco el delantal, tomo la libreta y el bolígrafo para ir a la mesa que me dijo mi jefe. Mientras camino veo un grupo de chicos en los que se encuentran tres de los mastodontes sin cerebro que me crucé en la escuela.
_ Buenas tardes, qué desean encargar _ les digo mirando la libreta para tomar apunte.
_ Miren a quién tenemos aquí _ exclama el chico que se me cruzó en la escuela impidiendo el paso.
_ Ya vas a empezar Bruno, deja a esa chica en paz y dile luego que vas a querer _ le dice otro chico que tiene sentada en sus piernas a una chica que le besa el cuello mientras él habla.
_ Pero si no le he hecho nada _ se defiende el bruto mastodonte que me mira con odio.
_ Tomarán la orden o espero a que piensen que es lo que quieren _ les digo un poco molesta por hacer perder mi tiempo, puesto que hoy la pizzería se encuentra llena y hay más clientes esperando a que los atiendan.
_ Lo de siempre _ me responde el gorila.
(Seré adivina, para saber que es lo que piden siempre) pienso...
_ Yo los atiendo _ me dice Margareth que llega a mi lado con cara de boba mirando al chico que tiene casi comiéndose a la chica que tiene en sus piernas.
_ Iré a atender la otra mesa _ dejando a ella que se encargue de ese grupo de trogloditas con ímpetus de superioridad.
Luego me fui a la cocina a preparar las pizzas mientras llegan y llegan más pedidos que se van acumulando sin que nadie los haga. Tomo el váucher de la mesa número cuatro y preparo las dos piezas extra grandes que pidieron: Doble queso, pepperoni, tomate, orégano y un toque de picante.
Voy leyendo mientras las preparo, hasta cuándo me toca echar el picante y recuerdo cómo golpeaban a mi compañero de clases. No sé en qué me convertí en ese momento y reconozco que no suelo ser así, pero el toque de picante se convirtió en una gran cantidad, disimulado con el extra queso que le coloqué encima.
La terminé de preparar y me coloqué a lavar los trastes sucios para ir desocupando el fregadero, quedando a cargo el encargado de la pizzería en preparar el resto de los pedidos.
Mi instinto demoníaco, que todos tenemos en nuestro interior hacía fiesta cuando escuché, a gritos pedir agua...
Yo me mantuve muy compuesta lavando los trastes sucios mientras todos corrían a socorrer a los chicos que gritaban rojos por la desesperación clamando por agua. Claramente, disimulo con mis audífonos puestos tarareando una canción, para que piensen que no he notado lo qué está sucediendo.
_ Liz, Liz... _ me dice el encargado cuando llega a mi lado.
_ Sí, dígame _ le digo sacándome los audífonos de mis oídos fingiendo que no me había dado cuenta de nada.
_ ¿Sabes que fue lo que sucedió con el pedido de la mesa cuatro? _ me pregunta el encargado.
_ Margareth tomó la orden y usted preparó ese pedido _ le respondo encogiendo mis hombros, con una naturalidad y tranquilidad qué hasta a mí me sorprende.
_ ¿Dónde tengo la cabeza? _ se pregunta y exclama _ Tengo a un par de chicos afuera casi intoxicados con el picante que le eché a las pizzas.
_ ¡No le puedo creer! _ le digo muy sorprendida, pero en mi interior celebrando una gran fiesta al imaginar sus caras rojas de desesperación.
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