Año quinientos en el calendario del Imperio Romandia bajo el gobierno del Emperador Dabthe Etheria, era el segundo mes de verano, y en un pequeño pueblo rural del Imperio llamado Woodville, una familia de tres pasaba sus días en completa plenitud.
La familia de plebeyos conformada por Ingrid, Andre y Ravenna vive una vida sencilla pero llena de armonía. Ingrid, la madre, se dedica a la costura, mientras que el joven Andre, de 15 años, trabaja en el mercado ayudando a cargar cajas de frutas.
A sus dieciocho años, Ravenna realiza las tareas del hogar, cuida del huerto familiar y se aventura al bosque para recolectar frutas silvestres, disfrutando de la belleza natural que ofrece el paisaje circundante. A pesar de su modesta condición, la familia encuentra la felicidad en las pequeñas alegrías de la vida cotidiana.
Los cantos de los pájaros anunciaron un nuevo día, al despuntar el alba, Ingrid, la diestra costurera, se sumergía en la confección de ropajes, aguja en mano, creando coloridas telas que luego serían exhibidas en el mercado para ser vendidas.
Mientras tanto, Andre, el joven de 15 años, se dirigía al bullicioso mercado para cargar cajas de frutas, mostrando una fuerza que superaba su corta edad.
Ravenna estaba sumida aún en un profundo sueño, pero despertó abruptamente al golpear su rostro contra el piso de madera, se había deslizado junto a su manta, Ravenna somnolienta se quejó por el pequeño instante de dolor.
- Ravenna: ¡ayyy!
Al ver el porqué había terminado en el suelo Ravenna dijo.
- Ravenna: resulta que soy muy torpe...
- Ingrid: resulta que te dormiste muy tarde nuevamente.
Interrumpió su madre que la miraba con los brazos cruzados desde la puerta de la habitación, Ravenna rió alegremente diciéndo.
- Ravenna: es muy temprano para que me regañes madre, prometo que esta noche dormiré temprano!
- Ingrid: Mmm ten cuidado que podrías lastimarte.
Dijo Ingrid incrédula sobre la promesa de su hija.
Ravenna sonrió satisfecha al conseguir no ser regañada, y se levantó de un salto para comenzar su día.
Ravenna, comenzó su día cuidando del hogar y adentrándose en el fértil huerto familiar.
Con destreza, cultivaba verduras y cuidaba cada planta, infundiendo vitalidad al pequeño pedazo de tierra que llamaban suyo.
Al mediodía, Ravenna tomo el cesto y, tarareando una canción antigua, se dirigía al bosque en busca de frutas silvestres.
Mientras avanzaba entre los árboles, su mente divagaba en pensamientos románticos. Imaginaba la tarta que prepararía con las frambuesas recién recolectadas y la compartiría con Charles, el joven por el cual su corazón latía con fuerza. Con cada fruto que caía en su cesto, la anticipación de ese encuentro crecía, y su mente se perdía entre sus sueños y la naturaleza circundante.
Ravenna, poseía una imagen celestial, irradiaba una belleza que parecía ser tocada por la gracia de los ángeles, su cabello casi blanco y sus ojos rosados eran imposibles de ignorar.
En el pintoresco pueblo, sus rasgos delicados y su presencia gentil la convertían en el susurro de los rumores locales.
Algunos murmullos sugerían que su origen iba más allá de la sencillez del pueblo, insinuando conexiones con la alta nobleza.
No sé conocía al padre de Ravenna y Andre, Ingrid había llegado a ese pueblo cuando ellos eran apenas unos niños, y por eso esos rumores tenían mucho sentido.
Sin embargo, la verdadera riqueza de Ravenna no residía solo en su apariencia angelical, sino también en su cálida y alegre personalidad. Cada gesto, cada tarea, la joven realizaba con una gran sonrisa, agradeciendo con gratitud los pequeños detalles de la vida cotidiana. En este rincón sereno, Ravenna encantaba a todos con su amabilidad, y su madre Ingrid, con sabiduría, había cultivado no solo la belleza externa de su hija, sino también su hermoso corazón.
Ravenna regresó al hogar, con la canasta llena de frambuesas frescas y una expresión radiante en su rostro. La cocina se llenó de un aroma dulce y tentador mientras la joven se entregaba con entusiasmo a la tarea de preparar la ansiada tarta. Ingrid, su madre, observaba desde la puerta con una sonrisa cómplice, reconociendo el brillo especial en los ojos de su hija.
Ingrid: Parece que el bosque te ha traído algo más que solo frutas, ¿verdad, querida?
Ravenna, con las mejillas sonrojadas, asintió con una risa tímida.
-Ravenna: Sí, madre. Hoy quiero hacer algo especial.
Ingrid, riendo graciosamente, dijo.
- Ingrid: Ah, el amor puede hacer que hasta cocinar se vuelva una obra maestra.
- Ravenna: ¡madre!¡como puede hablar de cosas tan vergonzosas!
Protestó avergonzada Ravenna pero no negó su amor por Charles, Ingrid se rio de la reacción de Ravenna que intentaba centrar nuevamente su atención en la cocina.
Mientras tanto, Andre entró en la cocina, observando con curiosidad la escena que se desarrollaba. Al ver las frambuesas, su rostro se iluminó con anticipación.
Andre: ¿Una tarta? ¡Qué genial! ¿Puedo probar?
No había recibido la respuesta pero ya tenía sus manos entre los frutos.
Ravenna sonrió y asintió, compartiendo la emoción con su hermano. Sin embargo, en medio de la preparación, Andre dejó caer una noticia que hizo que la alegría de Ravenna se desvaneciera.
- Andre: Por cierto, Ravenna, escuché que Charles no vendrá hoy. Parece que tiene deberes importantes como escudero.
La expresión de Ravenna pasó de la felicidad a la decepción en un instante. Ingrid, al percibir el cambio, intercambió una mirada comprensiva con su hijo.
-Ingrid: A veces, los deberes y responsabilidades pueden interferir con nuestros planes, cariño. Charles está trabajando duro para alcanzar sus sueños.
Ravenna forzó una sonrisa, aunque su corazón estaba ligeramente entristecido.
- Ravenna: Lo sé, mamá. Charles tiene sus responsabilidades. Supongo que esperaré a que tenga tiempo.
Ingrid, con sabiduría maternal, puso una mano reconfortante sobre el hombro de Ravenna.
Ravenna asintió, agradeciendo la comprensión de su madre mientras continuaban juntos la preparación de la tarta.
Decidida a llenar el vacío de su día sin la presencia de Charles, Ravenna se encaminó hacia la pequeña biblioteca del pueblo. El sol del mediodía iluminaba el sendero, y el suave murmullo de la brisa entre los árboles la acompañaba en su corto trayecto.
Al llegar a la biblioteca, un edificio modesto pero acogedor, Ravenna saludó al anciano bibliotecario, el señor Elio, quien siempre tenía una sonrisa amable para los visitantes. Recorrió los estantes repletos de libros, sumergiéndose en el aroma característico de las páginas antiguas.
Ravenna, apasionada por la lectura, buscó entre las obras hasta encontrar una novela que capturó su interés. Se sumergió en el mundo de palabras impresas, dejando que la narrativa la transportara a lugares lejanos y tiempos olvidados.
Mientras devoraba cada página, la biblioteca se convirtió en su refugio, donde el tiempo se desvanecía entre las historias. La tarde avanzaba lentamente, y Ravenna, envuelta en la trama de su elección, encontraba consuelo y distracción en las palabras impresas.
La biblioteca, con su atmósfera tranquila y acogedora, se convirtió en el escape perfecto para el corazón de Ravenna, ofreciéndole un respiro en medio de las complicaciones emocionales. A medida que el sol se ponía, Ravenna dejó la biblioteca con una sensación de renovación, llevando consigo no solo una novela, sino también la promesa de nuevas historias por descubrir en aquel rincón sereno llamado Woodville.
En el campo de entrenamiento, bajo la radiante luz del sol, Charles, con su armadura reluciente y cabello castaño claro ondeando con cada movimiento, se sumergía en sus deberes como escudero.
La espada en mano, practicaba sus habilidades con determinación, pero su mente vagaba hacia la promesa que había hecho a Ravenna.
A medida que la jornada avanzaba, un suspiro escapó de los labios de Charles mientras recordaba que no podría cumplir su promesa de encontrarse con Ravenna ese día. Un deber inesperado como escudero le impedía disfrutar de la tarde junto a la joven que ocupaba sus pensamientos.
La preocupación y el deseo de compensar su ausencia llevaron a Charles a idear un plan. Mientras realizaba sus tareas, se formó en su mente la idea de comprar algo especial para Ravenna. Imaginó qué podría traerle como muestra de su compromiso y cariño.
En un breve descanso entre prácticas, Charles se dirigió al mercado del pueblo. Con ojos verdes como esmeraldas, observó con atención las tiendas en busca del regalo perfecto para Ravenna. Sopesó entre las opciones, considerando qué podría alegrar el corazón de la joven que ocupaba sus pensamientos.
Finalmente, optó por un delicado anillo con una piedra en forma de flor, simbolizando la belleza que veía en Ravenna. Con el regalo en mano, volvió al campo de entrenamiento con una mezcla de anticipación y anhelo por ofrecerle a Ravenna algo especial.
Mientras la tarde caía y el sol pintaba el cielo con tonos cálidos, Charles se imaginó el momento en que entregaría el regalo a Ravenna, esperando que esta muestra de afecto pudiera compensar su ausencia y expresar los sentimientos que guardaba en su corazón.
En medio del bullicio del mercado, Ravenna se sumergía en la rutina diaria de comprar víveres para su hogar. Mientras elegía las frutas y verduras, una animada charla entre los lugareños llamó su atención.
El murmullo se extendía por el mercado, y las palabras "nueva santa" resonaban en el aire. Intrigada, Ravenna se acercó al centro del mercado, donde los comerciantes y lugareños compartían la noticia. El templo había anunciado a una joven llamada Celestine como la nueva santa, proclamada como la elegida por el dios Lewel.
La particularidad de la situación captó la atención de Ravenna. Por primera vez, una plebeya ascendía a la posición de santa, un acontecimiento que rompía con las expectativas tradicionales. La noticia se extendió rápidamente entre los presentes, y la emoción y curiosidad se apoderaron del ambiente.
Ravenna, entre la multitud, escuchó los detalles sobre la vida de Celestine y cómo su humilde origen no la había detenido para recibir la gracia divina. La historia de una plebeya elevada a la posición de santa resonó en el corazón de Ravenna, haciendo que reflexionara sobre las posibilidades y el misterio que envolvía las elecciones divinas.
Con la noticia de la nueva santa, el mercado adquirió un aire de expectación y asombro, y Ravenna, entre los productos y la algarabía, se sumió en sus pensamientos sobre la singularidad de aquel momento, sintiendo cómo la presencia de lo divino se manifestaba incluso en los lugares más cotidianos del pequeño pueblo de Woodville.
Al regresar a casa, Ravenna, con ojos brillantes por la emoción de las noticias que acababa de escuchar en el mercado, buscó a su madre, Ingrid, para compartir la intrigante novedad sobre la santa plebeya.
-Ravenna: Madre, ¡escuché algo increíble en el mercado! Resulta que han proclamado a una plebeya llamada Celestine como santa. ¿No es eso emocionante?
Imaginando romances dignos de las novelas que tanto disfrutaba, Ravenna hablo con emoción a su madre
- Ravenna: Madre, ¿te imaginas que la santa plebeya se enamora de un noble o incluso de un príncipe? Sería tan romántico.
Ingrid, con una sonrisa cómplice y una pizca de diversión, respondió con un tono de complicidad maternal.
-Ingrid: Querida, siempre ves la vida a través de lentes color rosa. Lo que sucede en esas novelas rara vez se manifiesta en la vida real.
Ravenna, sin perder su entusiasmo romántico, intentó convencer a su madre de la posibilidad de tales historias de amor.
-Ravenna: Pero, madre, ¿no crees que la vida puede sorprendernos con romances mágicos?
Ingrid, entre risas, acarició el cabello de Ravenna con ternura.
-Ingrid: Celestine puede enfrentar desafíos difíciles, especialmente siendo de origen humilde. La realidad no siempre es tan amable como las historias que lees. No olvides que la vida no siempre sigue los guiones de tus libros.
Ravenna, aunque impactada por la perspectiva más pragmática de su madre, se preguntó qué experiencias podrían haber llevado a Ingrid a ver la vida de esa manera. Decidió no indagar más y, en su lugar, dejó que la idea de la nueva santa plebeya y sus posibles aventuras románticas siguiera pintando sus pensamientos con el matiz ilusorio de los cuentos que tanto amaba.
Al día siguiente cuando la tarde llego, Ravenna se dirigió al bosque a recoger frutos, pero se vio atraídas por un lugar en particular.
En el bosque, donde los rayos del sol filtraban a través de las hojas danzantes, Ravenna se recostó en un pequeño claro rodeado de flores silvestres. La belleza del lugar la cautivó, y el murmullo de las hojas y el canto de los pájaros la arrullaron en un apacible sueño.
Charles, intuyendo que Ravenna podría encontrarse en el bosque en ese horario, se aventuró en su búsqueda. Siguiendo un sendero familiar, llegó al claro donde la imagen de Ravenna durmiendo entre las flores pintaba una escena encantadora.
El corazón de Charles se aceleró al contemplar la serena figura de Ravenna. Arrodillándose a su lado, no pudo evitar murmurar en susurros admirativos, comparándola con un ángel en aquel rincón mágico del bosque. Sin embargo, su susurro despertó a Ravenna, quien se encontró con el rostro de Charles a escasos centímetros.
Un destello de sorpresa y rubor cruzó su rostro al encontrarse con los ojos de Charles tan cerca de los suyos.
-Charles: ¡Oh, Ravenna! No es lo que piensas, solo estaba...
Intentó explicar Charles, temiendo haberla asustado con su presencia.
Ravenna, sonriendo con complicidad, le aseguró que no malinterpretó nada y que estaba agradecida por su amabilidad.
En ese momento, el pensamiento de que le hubiera gustado tener su primer beso cruzó la mente de Ravenna, aunque no lo expresó en palabras. Parecía decepcionada, pero Charles, sin entender la razón, recordó que tenía algo para ella.
Sacando una modesta cajita de su bolsillo, Charles la entregó a Ravenna con una sonrisa. Al abrirla, sus ojos brillaron al descubrir el delicado anillo con una piedra en forma de flor.
-Ravenna: Charles, es hermoso!
Charles, algo desconcertado por la reacción de Ravenna, ante algo tan sencillo, le explicó que era modesto y que trabajaría duro para darle uno con un verdadero diamante en el futuro.
- Charles: es... Lo que puedo darte por ahora, pero me esforzaré para darte uno con un diamante real, uno que sea digno de ti.
- Ravenna: Charles... Para mí esto es más que suficiente, cualquier cosa que me des es especial para mí...
Ravenna, con gratitud en su mirada, le aseguró que cualquier regalo de él era especial y que estaba agradecida. Como gesto de agradecimiento, le dio un pequeño beso en la mejilla, sellando el momento compartido entre ambos jóvenes enamorados. Aquel encuentro en el bosque, con el anhelo, la sorpresa y la dulzura de los sentimientos compartidos, se convertiría en un recuerdo imborrable en sus corazones.
En el majestuoso salón del palacio Imperial de Romandia, el aire se llenaba de una mezcla de formalidad y expectación. La comitiva del templo, encabezada por la joven y hermosa Santa Celestine de cabello rosa y ojos celestes, se dirigía hacia el trono donde el Emperador Danthe y sus dos hijos, el primer príncipe Bastian y el segundo príncipe Calix, aguardaban.
Aunque la llegada de la Santa Celestine se vió teñida por un aire de desdén y murmullos entre los nobles presentes. La joven, con su cabello rosa suave y ojos celestes, llevaba consigo la gracia divina proclamada por el templo, pero su origen plebeyo era evidente.
Los sacerdotes, con semblante serio, acompañaban a Celestine mientras ella intentaba mantener la compostura ante las miradas despectivas y los susurros de la alta sociedad.
Bastian, el primogénito, manifestaba su descontento con la llegada de Celestine, evidenciando su desprecio a través de miradas gélidas y gestos de desinterés. Su posición en la línea de sucesión al trono le confería cierta arrogancia, y la idea de una plebeya en el palacio le resultaba inaceptable.
Calix, por otro lado, observaba con una expresión más ambivalente.Aunque también sentía la tensión que se cernía en el ambiente, algo en la presencia de Celestine llamaba su atención.
El Emperador Danthe, con voz firme, dirigió sus palabras hacia la Santa Celestine.
- Emperador Danthe: Bienvenida, Santa Celestine. Su presencia aquí es un honor. Que la gracia de Lewel guíe su camino.
La Santa Celestine, sintiendo la presión de estar frente al Emperador titubeó antes de responder, y luego de ese momento de duda respondió.
-Celestine: Agradezco su bienvenida, Emperador Danthe. Mi corazón se regocija al ser recibida en este noble recinto. Que la gracia de Lewel ilumine este reino, y que pueda ser un instrumento de su voluntad para guiar a quienes lo necesiten.
- Emperador Danthe: ¿Cuál es el mensaje divino que nos traes?
Pregunto con seriedad el máximo mandatario.
La Santa Celestine, con una seriedad que pesaba en el aire, respondió al Emperador Danthe.
- Celestine: Emperador Danthe, he recibido la revelación divina de Lewel, y mi corazón se entristece al compartir un mensaje de advertencia. Lewel me ha mostrado visiones de desafíos que se avecinan para el Imperio. Desgracias y conflictos se ciernen en el horizonte, y la sombra de la guerra amenaza nuestros caminos.
La gravedad en las palabras de Celestine resonó en el majestuoso salón, creando un silencio tenso mientras las implicaciones de su mensaje se asentaban en la conciencia de los presentes.
El Emperador Danthe, aunque manteniendo su compostura, reflejó preocupación en su rostro mientras esperaba más detalles de la visión de la Santa. La incertidumbre del futuro pesaba sobre el palacio Imperial.
En la sala de audiencia un susurro de incredulidad se extendió entre los presentes ante las sombrías predicciones de Celestine. Sin embargo, la joven santa, guiada por la gracia divina, no solo traía malas nuevas, sino también un rayo de esperanza.
- Celestine: A pesar de las adversidades, Lewel me ha otorgado el don de la sanación para contrarrestar las sombras que se ciernen sobre nuestro reino.
La declaración de Celestine generó conmoción en la sala de audiencia. Los ojos de los presentes se llenaron de asombro y duda, mientras la joven santa se preparaba para demostrar el poder divino que afirmaba poseer.
A instancias del Emperador Danthe, quien, aunque incrédulo, veía en esta demostración una oportunidad para confirmar las palabras de Celestine, la joven tomó un cuchillo de un guardia. Con decisión, cortó la palma de su mano, permitiendo que la sangre fluyera y cayera al suelo en pequeñas gotas.
Entonces, con su otra mano posada sobre la herida recién creada, Celestine irradió una luz brillante. La energía divina parecía danzar entre sus dedos, y cuando retiró su mano, la herida había desaparecido por completo. Un susurro colectivo de asombro llenó la sala, y los ojos incrédulos ahora reflejaban un respeto nacido de lo inexplicable.
El Emperador Danthe, impresionado por la demostración de la santa, decidió actuar con sabiduría y estrategia.
- Emperador Danthe: Santa, tus palabras y acciones han generado una gran conmoción en esta sala. Acepto tu presencia en el palacio Imperial y te otorgo residencia permanente. Trabajaremos juntos para enfrentar los desafíos que el futuro nos depara.
El destino de Romandia se veía entrelazado con la incertidumbre y las promesas divinas que Celestine traía consigo. La joven santa, ahora residente del palacio Imperial, comenzaría su labor en pos de la esperanza y la curación en un reino que anhelaba protección ante las amenazas venideras.
La noticia de los poderes de sanación de Santa Celestine y su residencia en el palacio Imperial se extendió como un reguero de pólvora por todo el Imperio de Romandia. Las historias sobre sus habilidades divinas y la aceptación del Emperador Danthe resonaron en cada rincón, desde los pasillos de los nobles hasta las calles más humildes.
Los plebeyos, que anteriormente veían inalcanzable la idea de residir en el palacio Imperial, quedaron atónitos ante la realidad de que una santa de origen plebeyo fuera recibida con tal honor. La noticia generó un revuelo de esperanza entre las clases más bajas, inspirando sueños de posibilidades antes impensadas.
Ravenna, impresionada por estas noticias, compartió su sorpresa con su madre, Ingrid, reflexionando sobre las posibilidades que se abrían ante la inusual situación.
- Ravenna: Madre, ¿no es increíble? Una plebeya como Santa Celestine, con poderes divinos y viviendo en el palacio Imperial. ¿Quién hubiera pensado que algo así sería posible?
Ingrid, observando la mezcla de asombro y entusiasmo en los ojos de su hija, sonrió con complicidad.
- Ingrid: La vida, querida, a veces nos sorprende con giros inesperados. Parece que la Santa Celestine está rompiendo barreras y desafiando las expectativas.
Ravenna, dejando volar su imaginación, compartió una idea que antes le parecía un sueño lejano.
- Ravenna: Ahora, madre, ¿no parece tan loco pensar que la Santa podría enamorarse de un príncipe o un príncipe de ella? Tal vez la realidad pueda ser tan sorprendente como las historias de los libros!
Ingrid, entre risas, asintió ante la posibilidad de que los caminos de la santa plebeya se cruzaran con los de la nobleza, creando una conexión inesperada en un Imperio marcado por la rigidez de las clases sociales.
Mientras la noticia de Celestine se propagaba, Romandia experimentaba un cambio palpable, y los habitantes, independientemente de su estatus social, se veían envueltos en un aura de expectación y curiosidad por los destinos que la santa y el Imperio compartirían en los días venideros.
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