PRÓLOGO.
Agosto 15.
Querida Sam:
Hoy se cumplen siete años de tú muerte y otros siete desde que estoy aquí, encerrada en esta celda.
Te extraño como el primer día y no hay noche en la cual no piense, antes de cerrar los ojos, en lo que ocurrió ese día. ¿Por qué lo hiciste, Sam? Me arrepiento tanto de todas las cosas que dije mientras discutimos. Ni siquiera pude decirte cuanto te quiero y lo importante que fuiste y siempre serás en mi vida.
Ese día no solo te perdí a ti. Perdí a Christian y a todos nuestros amigos. Todos me dieron la espalda. Ellos me acusaron. No les guardo rencor. Creo que un poco los entiendo. Fui la única persona a la que vieron contigo, discutiendo antes de la tragedia.
Ni siquiera me permitieron estar en tu funeral. Inmediatamente, me ingresaron a una sala de interrogación, con varios policías hambrientos por despellejarme viva. Solo tenía diecisiete años en aquel momento. Nadie tuvo compasión por mí. Tuve que recibir mi cumpleaños número dieciocho en la cárcel. Sola. En una fría y oscura celda. Mi única compañía son estas cartas que te escribí a lo largo de los años.
Desde ese entonces, ni siquiera tuve un juicio. Fui condenada a quince años de prisión por asesinato, pero mi condena es reducida por la falta de pruebas.
Pero no te preocupes por mí, Sami. Mi abogado me visitó hoy, trajo buenas noticias, al parecer apareció nueva evidencia en el caso y Edward —así se llama él— consiguió la declaración del capitán del yate. El respaldo a mi declaración.
La justicia decidió que pronto saldré en libertad condicional hasta que se resuelva el caso. Por supuesto que me prohibieron salir de la ciudad hasta entonces, pero no me importa.
Esta es la última carta que te escribo desde la cárcel, mi Sam. Las pondré junto a las otras, con la esperanza de que a nuestro reencuentro puedas leerlas.
...Te quiere....
^^^Ali.^^^
CAPÍTULO 1.
Agosto 15. Hace siete años.
Era un día como cualquiera en el que los estudiantes de preparatoria salían para festejar un nuevo ciclo en sus vidas. Las vacaciones estaban prontas para terminar y con ellas, se iría el verano.
Ese día, Alina se preparó para encontrarse con Christian —su novio— y Samantha —su mejor amiga y hermana menor de Christian— para pasar el día en el yate de ellos. Samantha y Christian son nada más y nada menos los herederos de la familia Walton, dueños de una empresa muy prestigiosa dedicada a la industria automotriz.
A pesar de que Alina venía de una familia trabajadora, ambos padres eran psicólogos, no le fue difícil ganarse un lugar en una preparatoria de alto nivel, a la cual accedió gracias a una beca estudiantil. Contrariamente a la mayoría de ese tipo de historias que solía leer en sus tiempos libres sobre la diferencia de clases sociales, en la preparatoria, Alina no tuvo enemigos. Rápidamente, se hizo amiga de Samantha Walton y, tiempo después, comenzó a salir con Christian. Todo el mundo decía que esos dos estaban predestinados. Eran la pareja perfecta. Él siempre la veía con amor y admiración; y para Ali, no existía nadie más que no fuese Christian.
Además de ellos, también estaba Joseph Dawson —un chico proveniente de una familia de inmigrantes italianos de clase media—, Bill Loomis—cuyos padres tenían una pequeña empresa familiar. Si bien no eran ricos, tenían comodidades— y, por último, Miranda Harrington —heredera de un imperio hotelero muy importante—.
Los seis, más el capitán del yate de la familia Walton, llegaron al muelle para embarcar. Allí los esperaban algunos compañeros de clase, quienes también fueron invitados a la fiesta.
Alina y Christian no se despegaban nunca. Chris era muy sobreprotector con Ali y eso a ella le encantaba. Ambos habían decidido casarse cuando terminaran los estudios. Se amaban y no veían la hora de formar una familia juntos. Pero, nadie se imaginaba lo que pasaría ese día.
Alina notaba extraña a Samantha. Conocía a su mejor amiga y sin siquiera emitir palabra, ambas podían darse cuenta de que algo anda mal con la otra. Por lo tanto, ella se disculpó con su novio, quien la tenía sentada en su regazo y se dirigió detrás de Samantha.
—Sami. —exclamó ella, alcanzando a su amiga.
—Ali, me asustaste. —Exclamó la chica, secando sus lágrimas.
—¿Está todo bien? —preguntó Alina, preocupada por su amiga.
Samantha negó.
—Me conoces bien.
—Ven aquí. —exclamó Alina, abriendo la puerta de la habitación más cercana a ella y arrastrando a Sam para tener más privacidad. —Cuéntame.
Samantha suspiró y se sentó en un asiento. Tomo aire y luego comenzó a hablar:
—Ali, ¿recuerdas a Richard?
—¿El chico con el que te estuviste viendo estos últimos dos años? —preguntó Ali.
—Sí, él.
—¿Qué ocurre?
—Ali. Debo confesarte algo. —Exclamó.
—Sam, dime. Me estás poniendo nerviosa.
—Richard no es un muchacho. Es un hombre de cuarenta años. Está casado, tiene hijos y una vida feliz y yo, vendría a ser como una amante.
—¿Qué?
—Sí. Y ahora resulta que estoy embarazada. —Dijo Sam llorando. —Creí que él se pondría feliz con la noticia; sin embargo, se enojó, me culpo de todo y me dejó sola, con mi bebe.
—No, no puede ser. —Dijo Ali.
—Es así, amiga. —Dijo Sam, llorando. —Y ahora no sé qué hacer, ¿sabes lo que pasará cuando mis padres se enteren?
—No lo sabrán. —Exclamó Alina. —Nos tomaremos un año sabático, volveremos con el niño y diré que es mío… Le diré a Chris, estoy segura de que él…
—No… No Ali… Yo jamás podría hacerte esto.
—Entonces buscaremos a ese hombre, que por lo menos se haga cargo del bebe. Tendrá todo el amor del mundo y tu también Sami, yo jamás los dejaré.
—Lo sé, amiga. —Exclamó. —Lo sé… Somos tan afortunados de tenerte en nuestras vidas.
—Entonces no te preocupes Sam, lo solucionaremos.
—Él quiere obligarme a abortar, Ali. —Exclamó ella. —No permitirá que ese bebe nazca.
—No podrá.
Samantha y Alina se abrazaron fuertemente y luego de calmar un poco las lágrimas salieron de la habitación para reunirse con el resto de sus amigos. Sin embargo, ninguna de las dos se esperaba lo que encontraron allí. Un Christian furioso estaba a punto de irse encima de uno de los invitados.
—¿¡Pero qué mierda ocurre aquí!? —Grito Alina.
—¿De dónde mierda salieron esas fotografías, Samantha? —preguntó él.
—No sé de qué me hablas. —Exclamó Samantha.
Miranda se levantó de su asiento y se acercó a Sam, temerosa, para mostrarle algo en su celular. Alina se acercó para verlo junto a ella y por poco explota de la rabia que le causó aquello. Eran fotos, de su mejor amiga desnuda y otras en las que estaba teniendo sexo con el tal Richard. Por supuesto que a este último no se le veía el rostro, pero Alina sabía que se trataba de él.
—¿De dónde las sacaste? —preguntó Sam.
—Circulan por toda la web. —exclamó Joseph.
—¿Por qué, Samantha? —preguntó Christian.
—No lo sé, no deberían ser públicas.
—¡Claro que no deberían! —Exclamó. —¡Eres apenas una niña!, ¿quién mierda es ese tipo?
—Christian, basta. —Exclamó Joseph. —No es su culpa.
Samanta no aguantó más la situación y se alejó de ellos, seguida por Alina, quien estaba muy preocupada por ella.
—Sami, espera. —Exclamó Ali.
—No puedo creer que haya cometido una atrocidad tan grave. —Exclamó ella. —¿De quién me enamore?
—Ese tipo es una mierda, amiga.
—Es una advertencia. —Exclamó Sam. —Es solo una muestra de lo que es capaz de hacer si no cumplo con sus malditos caprichos.
—Eso no va a pasar Samantha. —Exclamó Alina. —Déjame pensar, prometo que mañana tendré una solución para ti y tu bebe.
—No… No Alina. —exclamó ella. —No voy a involucrarte.
—Eres mi mejor amiga, no te dejaré sola.
—¡Ya deja de meterte en mi vida! —Grito Samantha, desbordada. —No quiero tu maldita ayuda.
—¿Meterme en tu vida?, solo quiero ayudarte a solucionar el maldito problema en el que estás metida por acostarte con un hombre veinte años mayor que tú. ¿Eso es meterme en tu vida?
—¿Pasa algo? —preguntó Christian, quien venía acompañado de los demás.
—No, Christian. —exclamó Samantha. —Quiero estar sola, por favor.
—Piénsalo, Sam. —exclamó Ali. —Estaré con los demás.
Alina y Christian volvieron a la cubierta en donde la fiesta seguía como si nada hubiera pasado. Sin embargo, ella no podía concentrarse. Aún seguía pensando en su mejor amiga y le dolía que esté pasando por todas esas cosas.
—¿Todo bien? —preguntó Christian, abrazándola.
—No. —Respondió. —Necesito contarte algo. Es muy importante.
—Hey, Chris. —exclamó Bill. —Ven aquí.
—Vengo enseguida amor. —dijo Chris, dejándola sola para unirse a la diversión con el resto de sus amigos.
Alina suspiró y decidió salir de allí para buscar a Samantha, había pasado un buen rato sola y ya comenzaba a preocuparse. Estaba dispuesta a convencerla de dejarse ayudar. Alina sabía que Christian no se opondría a su pequeño plan. Después de todo, ella es su hermana.
Apenas se acercó a la parte delantera del yate, vio a Samantha preparada para saltar. Se apresuró a detenerla.
—Sam, Samantha. —Gritó ella.
Samantha giró su cara y al verla, sonrió. Finalmente, salto.
—¡No! —Grito Alina. Corrió rápidamente para apresurarse a salvarla. Sus gritos alertaron al resto del grupo, quienes inmediatamente fueron detrás de ella.
Alina saltó al mar, luchaba contra las olas para salvar a su amiga. Al principio no la encontraba por ninguna parte y el aire en sus pulmones comenzaba a escasear. Finalmente, la vio, se acercó hasta ella y la tomó de sus hombros para sacarla.
Alina nadó con su amiga hasta la parte trasera del yate para poder subirla y comenzar con la reanimación. El resto de los chicos, corrieron para seguirla, Ali levantó el cuerpo de Sam e inmediatamente Christian se abalanzó sobre ella para reanimarla, pero sin éxito.
Alina no tenía fuerzas y le costaba calmar su respiración. Christian agotó todos los intentos posibles por salvarle la vida a Samantha. Ella ya no tenía pulso. Al ver esto, Alina se derrumbó junto a ella en un desgarrador grito de dolor.
Christian ni siquiera reaccionaba. Se quedó allí, viendo hacia un punto fijo y alimentando aquellos sentimientos que nacían desde el interior. ¿Acaso su novia tuvo algo que ver con esto?
Mientras tanto, el capitán llevaba el yate hasta tierra firme. Billy ya se había encargado de llamar a las ambulancias para encargarse de Samantha.
Poco podrían imaginar, lo que pasaría una vez en tierra firme.
CAPÍTULO 2.
Apenas llegaron, Christian tomó a su hermana en brazos y la llevó hacia la ambulancia y se subió con ella. Alina se quedó junto a los demás.
Apenas la ambulancia arrancó, la policía, que también fue alertada del incidente, aparcó detrás. Querían detalles. Querían saber qué había pasado. Después de todo, se hablaba de la vida de la heredera del imperio Walton.
Apenas comenzaron a interrogar, todos dijeron lo mismo:
—“Vimos a Alina Levine discutir con Samantha. Luego Sam se quedó sola. Un rato más tarde, mientras estábamos de fiesta, escuchamos los gritos de Alina provenientes desde la proa del yate y posteriormente la vimos arrojarse al mar. Minutos después salió de él con Samantha en brazos. Nado hasta la popa del yate, para poder levantarla y fue cuando pudimos hacerle reanimación. No sabemos cómo ocurrieron los hechos, para cuando llegamos. Samantha ya estaba sumergida”. —Poco se imaginaban de la repercusión que tendrían sus palabras. Pero eran adolescentes asustados, y la presencia de la policía no ayudaba. En ese momento, solamente pensaron en evitar la cárcel, sin importarles que el peso de sus palabras caiga de lleno sobre la pobre Ali. Únicamente Joseph se encargó de aclarar que fue un suicidio y que Ali, no tuvo nada que ver en aquello. Solo intentaba salvar a su amiga.
Alina no paraba de llorar durante su declaración, contó con lujo de detalles cómo ocurrieron las cosas, pero ¿qué podía hacer la policía?, todos los demás decían que lo que ocurrió era confuso. De todas formas, no les importaba en absoluto la verdad. Solo querían resolver el caso antes de que la presión mediática se vuelva insoportable.
Alina fue llevada a la estación de policías. La llevaron a una sala de declaraciones y mientras algunos policías se quedaron detrás del vidrio para observar y oír la declaración, dos detectives ingresaron con ella para sacarle una confesión. Ellos se encargaron de destrozarla, era una niña de diescisiete años pero a ellos no les importaba. A eso se le suma el hecho de que, como las noticias corren rápido, la muerte de Samantha ya había llegado a oídos de su amante, el cuál no tardo en usar todo su poder para que las autoridades se encarguen de encontrar un culpable rápidamente ya que no le convenía en absoluto que investiguen las causas del suicidio de Samantha Walton. Las cosas se hicieron rápido, de manera corrupta y sin importar dañar a nadie. Como Alina Levine fue la última persona que la vio con vida, ya tenían una sospechosa para cerrar rápidamente la causa. Después de todo, al tener un culpable y darle una condena, apaciguarian a todos los curiosos y, ya que la familia estaba sumida en un inmenso dolor, nadie se molestaría en investigar. Richard lo pensó bien, el inesperado suicidio de su amante, le vino como anillo al dedo y, una vez mas, queda demostrado que a la justicia la manejan las personas con poder.
—¿Desde cuándo conoce a la señorita Walton? —Preguntó el detective.
—Desde que empecé la preparatoria. Sam es mi mejor amiga desde entonces.
—¿Cómo lo lograste? —preguntó el investigador número uno, intentando corromperla. —Digo, una chica pobre, proveniente de una familia trabajadora, logró entrar a la preparatoria más importante de la ciudad, ¿cómo?
—Gané una beca. —Respondió ella. —Participaba en las olimpiadas en mi escuela primaria.
—¿Y te hiciste amiga de gente con poder? —preguntó el detective número dos.
—No le veo lo extraño. —exclamó. —¿Acaso una chica pobre como yo no puede tener amigos con dinero?
—No es usted quien hace las preguntas. —Exclamó el investigador número uno.
—¿Debo llamar a un abogado? —pregunto Alina.
—No lo sé. —Dijo el número uno. Mientras que el número dos se asomaba por la puerta de la sala para hablar con alguien—¿Mataste a Samantha Walton?
—¿Qué? —preguntó Ali. —No, claro que no. Sam es mi amiga, ella está viva.
—Llamaron del hospital. —Exclamó el número dos. —Samantha Walton está muerta.
Alina se quebró en llanto al oír aquella noticia, no podía creerlo. ¿Por qué su amiga había hecho eso? ¿Por qué quiso suicidarse?
—Cuando me acerque a Samantha, ella estaba subida a la barandilla del yate, iba a saltar. Intenté evitarlo, por más que le grité e intenté alcanzarla, llegué tarde. Me tiré al mar, nadé hacia ella para salvarla, pero no llegué a tiempo. Christian intentó reanimarla, pero no pudo.
—Es curioso que el resto de sus compañeros digan que discutiste con Samantha antes de su muerte.
—Así es. —exclamó Ali. —Pero no estábamos enojadas, fue un cruce de palabras. Solo estaba preocupada por ella.
—Y como Samantha no quiso escucharte, la asesinaste.
—Yo no maté a Sam, ella se suicidó. —exclamó.
—Afuera está Christian Walton. —exclamó el policía que estaba escuchando afuera. —Quiere hablar con la interrogada.
—Déjalo pasar, esto será interesante. —Dijo el detective número dos.
Inmediatamente, dejaron ingresar a Christian y los dos detectives salieron de la sala, para escuchar la conversación.
—Chris. —exclamó Ali, con la cara bañada en lágrimas.
Christian tomó asiento frente a ella, estaba derrotado, su cara se veía cansada. Había llorado mucho y ahora ni siquiera podía ver a su novia a los ojos.
—Samantha está muerta. —exclamó Chris.
—Me lo dijo el detective. —exclamó Ali llorando. —Intente evitarlo, quería que entrara en razón… Chris, tenemos que hablar, hay algo que no sabes.
—¿Me dirás cómo fue que asesinaste a Sami? —exclamó Chris. —A mi hermana, a tu cuñada.
—¿Qué? —preguntó Ali. —No, no lo hice.
—Los demás te vieron. —Exclamó. —Además Billy te escuchó gritar y vio cuando Samantha cayó, tu estabas junto a ella.
—Tú también. —exclamó Ali. —Tú estuviste ahí, viste que no lo hice.
—No. —dijo Chris. —No sé lo que vi. Solo te vi a ti, tirándote al mar cuando nosotros aparecimos allí. Fingir te sale bien.
—¿De qué hablas Christian? ¿Acaso me dices que soy culpable? ¿Qué clase de persona eres?, estamos juntos desde que tengo catorce años. Me conoces y sabes que Sam es como una hermana para mí. Sería incapaz de hacerle daño. Quería ayudarle…
—¿Fuiste tú quien divulgó esas fotos? ¿Tenías celos, tal vez? ¿Envidia? ¿Por qué, Alina?, dime por qué.
—¡YO NO LA MATE! ¡MALDITA SEA!
—Lo siento Alina… No puedo creerte.
—Si tan solo me escucharas Christian, te darías cuenta de que estás equivocado. —Dijo ella llorando.
—Adiós, Ali. —exclamó él. —Tengo que ocuparme de un funeral.
—Christian espera. —exclamó ella. —No me dejes así.
—En este momento ni siquiera puedo verte a los ojos. —exclamó él, llorando. En apenas un día, Ali había perdido a su hermana y al amor de su vida.
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