Sonó el despertador, tan irritante como cada mañana. Le daba igual levantarse temprano, pero ese insoportable sonido que tumbaba en sus oídos le daba rabia. No podía hacer nada más que apagarlo y levantarse, no es como si tuviera suficiente dinero para comprar otro despertador con una alarma menos irritante, a medias podía pagar todas las cuentas en su departamento. Su teléfono ni siquiera tenía volúmen, se le había roto hace mucho y ni siquiera podía escuchar audios. Su vida económica era una mierda, pero en parte también cuando tenía el dinero necesario y de sobra para comprar sus caprichos los gastaba únicamente en un atado de cigarrillos o simplemente los guardaba para pagar las cuentas que le llegarían más adelante.
La vida de Richard Kozłowski era muy aburrida y estresante cuando quería. Desde pequeño ha sido un desgraciado. Sus padres concentraban su cariño y afecto a su hermano mayor que además de ser un hijo de puta era literalmente un bastardo, y lo amaban por ser... Quizás por ser extrovertido, por ser bueno en la música, y... Sinceramente, no tenía ni la más mínima idea y ni le interesaba saber específicamente las razones por las cuales su hermano era mejor que él de algún modo. El colmo era que él verdaderamente se sacaba las mejores notas del colegio y tuvo un futuro más brillante que el de su hermano, quien terminó siendo atropellado por una ex, fue un accidente, no un intento de homicidio. La mujer andaba saliendo para el centro comercial, lo atropelló marcha atrás y pensó en un principio que era una vaca. Se horrorizó al ver la cabeza destrozada de su ex en las llantas de su auto, luego debió de haber festejado porque no terminaron en buenos términos, pero en el juicio demostró ser inocente.
Dejando de lado el parloteo, Richard ya se encuentra en la cocina de su casa bebiendo un té. Piensa en su futuro, el cual ya lo tiene perfectamente planeado. Ya ha ahorrado suficiente dinero para comprar una casa propia y pagar sus estudios de abogacía, ser contador era una mierda aburrida. Él quería estudiar abogacía para saltar a postularse de un jodido presidente con actitud de dictador, no ser un aburrido contador que batallaba con las cuentas. En Polonia, el oficio de contador era muy venerado, pero en Estados Unidos la cosa ya cambiaba. Tener que vivir como contador era complicado, trabajar casi veinticuatro horas con extremo cuidado con cada papel y terminar volviendo a casa con treinta mil cuentas que pagar era una mierda. Recuerda que, cuando era pequeño, su madre siempre pensó que sería la salvación de la familia. Creyó que evadirlo con sus deseos y presionarlo por el colegio lo haría madurar rápido, pero fue todo lo contrario, o se formó un camino mucho más complejo que ese. Richard desde muy pequeño tuvo en mente que debía escapar del país, principalmente de su casa, y nunca más regresar por sus padres. Deseaba que su familia se muriera antes que él, así poder escupir cada tumba y menospreciarlos hasta el último día en la tierra. Era un poco infantil y sobrenaturalmente malvado, pero ha sufrido toda su infancia de maltratos por su familia, ¿Qué esperaban? ¿Que olvidaría todo de la noche a la mañana y los acogería en un lindo hogar grande para todos? Pff, ni hablar.
Nunca iba a olvidar aquellos recuerdos que se volvieron traumas. Al no tener ningún amigo, tuvo que aislarse, y sus padres no vieron otra mejor solución que tratarlo como si fuera un monstruo raro y se lo recordaban todos los días. Pudo haber sido enviado a algún deporte de joven para conocer más gente, pero noo, sus padres deseaban que fuera un monstruo, un bicho raro, un ogro solitario en una caverna toda su maldita vida, y lo lograron. Lo mandaron a hacer deportes ya en su adolescencia, rodeado de tipos que ya habían entrenado y conocido entre ellos de pequeños. Era tan malditamente incómodo que su ansiedad se fue por los aires y su pánico cruzó a tal línea que tuvo varios ataques, aunque no eran nuevos para él. Los ataques que tuvo fueron recibidos con desprecio de su madre, ella lo solucionaba todo a gritos y golpes, hasta una vez sintió miedo de derramar un poco de líquido de su vaso y terminó encerrándose el armario para no sentir su furia.
Los ojos del castaño se cristalizan, recordando. Odiaba su memoria, ya desea ser anciano y pensar en cada día con alegría que podría morirse con facilidad en cualquier momento. Baja su vista al escuchar un chapoteo. Una de sus saladas lágrimas cayó sobre su té. Richard suspira, no era de qué preocuparse, pero la escena que había hecho era estúpida, suerte que vivía solo, porque si alguien lo hubiera visto se sentiría como una mierda durante meses. Cree que es muy sensible estando solo, lo cual es perfecto, pero también es muy problemático para él. Cada gran o pequeño problema que tenga afuera de su casa se lo acuerda perfectamente, con cara de piedra logra parecer desintereso, pero al llegar al departamento se sienta en el sillón y mira la televisión apagada. La pantalla negra y su mente nublada hacen una buena combinación para darle un espacio de silencio total. No es un silencio de calma, incómodo o que expresé alguna emoción. Es un momento silencioso, pero sabe que se descontrolará sin motivo alguno y destruirá su alrededor y a sí mismo. Básicamente, la calma antes de la tormenta.
Para su suerte, sus lágrimas fueron pocas, y no había de qué preocuparse al tomar su taza de té, pero la punzada de angustia en su pecho lo hizo dejar la taza casi llena en la mesa. Se aleja unos pasos, pero su mente comienza a dispararle esos pensamientos de culpa ¿Debía de terminarse el té o no? Había gente que ni podía tomar un trozo de pan y él andaba desperdiciando té. Sí, tenía otro trauma con los desperdicios. Se acerca a pasos rápidos a la mesa y agarra la taza, la levanta y la toma con tanta rapidez que siente su garganta quemarse con el líquido ardiente. Otro pensamiento cruza por su mente, era otro maldito recuerdo cuando era pequeño. Su madre se enojaba con él por no comer antes de ir a clases y, como no podía hacer nada, bebía rápidamente la taza, quemando su garganta y observando como la expresión de furia de su madre se agrandaba. Antes de recibir un golpe, se iba corriendo por la puerta con toda la velocidad que podía y entraba a su escuela muy temprano.
—¡Maldita vieja de mierda!— Aleja la taza de sus labios y la tira con fuerza contra el piso, haciéndola partirse en mil pedazos de porcelana. Con las mangas de sus manos, limpia sus labios rotos y quemados. No se le han roto por el líquido caliente, los tiene rotos hace mucho por el frío y por morderse tan constantemente a causa de su ansiedad.
Por un instante, concentra su mirada de casualidad en su manga. Estaba usando su pijama, lo cual era lógico porque acababa de despertarse, pero ya debería de haberse cambiado y puesto su traje.
—No puedo ser tan idiota.—Se maldice y se saca la parte de arriba de su pijama en la cocina, se va corriendo a su habitación y termina de sacarse su pijama, lo tira en su cama y busca su traje colgado en el perchero.
Luego de unos minutos, ya tenía puesta su camisa blanca, su pantalón negro, la corbata rojiza que siempre lleva, (No es que fuera un objeto preciado o algo así, es que literalmente era la única corbata de su armario) y su saco negro encima. Era una vestimenta típica en su trabajo, se sentía bien en su traje completo, pero a veces se sentía asfixiado, era una sensación extraña, porque incluso con o sin corbata, en el trabajo sentía esa sensación de vez en cuando. Quizás era porque no soportaba estar tantas horas rodeado de papeles, personas y sonido de máquinas encendidas haciendo sonidos pequeños, pero ya insoportables de escuchar todo el día.
Para terminar, se pone sus zapatos negros y sale caminando a paso lento de su casa. Con el reloj en sus manos, ya se ha informado que aún es temprano. Puede ir caminando a su trabajo, o simplemente llamar a un taxi, pero no tiene ganas de gastar dinero en un conductor que de seguro llegará tarde y le cobrará muy caro por llevarlo unas pocas cuadras al edificio donde trabajaba. Baja las escaleras de su departamento con cuidado, jamás se ha acostumbrado a bajar y subir escaleras, siempre le han dado esa sensación de dar un paso en falso y caerse contra el suelo con tanta fuerza que tendría una contusión. Deseaba que eso ocurriera, pero con la suerte de mierda que tenía probablemente terminaría con heridas leves en un hospital de porquería que le haría tener una deuda enorme por curar esas heridas pequeñas.
Llega a la puerta principal y sale del departamento. Sus pasos son tranquilos, camina con lentitud sin importarle mucho llegar temprano. A este paso llegaría a tiempo, ya lo tenía calculado. Observa su frente sin prestarle importancia al paisaje de la ciudad. Hace años había llegado, tenía ese rostro de emoción y ganas de empezar una nueva página en su vida, pero a los días la vida le recordó que su vida no valía la pena y debía de arrojarse en frente de un tren y morir lo más pronto posible. Los edificios son enormes, las ventanas dejan ver la gente que trabaja en distintos puestos. Richard suelta un bostezo, el sol de a poco salía en el cielo oscuro con rojos brillantes, avisando que el amanecer comenzaría y el sol se dejaría ver. Su cabello color castaño oscuro, casi cercano a negro, es iluminado por los rayos del sol y deja más claro su color castaño. El calor del sol en su cabello le da una sensación extraña, como incomodidad y comodidad. No sabe como explicarlo. La luz del sol le causaba rabia porque lo dejaba ciego, quemaba su delicada piel pálida como vampiro y continuamente le hacía la vida imposible de distintas formas, pero la sensación de calor leve en su cabello era cómoda. No es que le gustara el calor, al contrario, odiaba el verano con toda su alma, pero el calor en momentos de frío era maravilloso.
Disfruta de la sensación hasta que el sol se pone en lo alto, iluminando las calles y grandes edificios. Ya la sensación extraña y reconfortante se ha ido, y le ha dejado el paso a la pesada sensación de que es otro día de trabajo. El ruido de la gente comienza a escucharse, los pasos y voces parloteando le da una sentimiento de asco y miedo que ya ha sentido varias veces. La gente se amontona en manada al rededor de él, la incomodidad es notable hasta en su rostro, pero intenta mantenerse lo más neutral posible. Sus piernas le fallan y casi se cae, pero logró recomponerse antes de hacer un momento vergonzoso en público.
Se insulta mentalmente, debió de haber preparado un café o haber terminado de su té, por lo menos. Sus piernas aún seguían dormidas después de caminar, o sólo le habían cansado rápidamente de caminar un rato por el sueño que aún tenía.
Muerde sus labios, las ganas de gritarle a las personas que se alejen de él y dejen de incomodarlo era muy firme en su mente, pero no quería iniciar revueltas. Alza su cabeza y enfoca su mirada en el cielo, cierra sus ojos de golpe por la luz del sol que le lastima sus ojos. Maldijo en voz alta y baja su cabeza, toca sus ojos y mira las mismas luces de colores que vió en la mañana. Esta vez no eran un pequeño espectáculo, era un infierno diminuto. Ni siquiera se atreve a mirar las miradas de la gente, ya las siente en su espalda, las personas eran muy metidas cuando querían, y cuando les convenía, ignoraban todo.
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